1808: El saqueo Frances en España

El paso de las tropas napoleónicas por la península supuso un duro trauma para estas tierras. Se calcula que murieron por causa directa de la guerra unas 375.000 personas y que supuso un descenso demográfico de unos 885.000 habitantes (la población por aquel entonces rondaba los 10 millones).
Además, el panorama que dejó la guerra no pintaba nada bien para los que se quedaron. La industria, las infraestructuras y la agricultura quedaron totalmente destrozadas y el Estado sumido en la bancarrota. Encima, a todo esto, hubo que sumar el saqueo sistemático que las tropas francesas efectuaron sobre todos los estamentos de la sociedad de entonces.
Eso de la “Liberté, egalité, fraternité”, que tanto enarbolaban los franchutes, debió de quedar atascado en los Pirineos. Bueno, todo menos tal vez lo de la “egalite” pues en la rapiña existió igualdad para todo el mundo. No hubo campesino, fraile o noble que no sufriera en sus carnes la feroz rapiña de las tropas de Napoléon. Las granjas fueron esquilmadas, las casas saqueadas, las iglesias y conventos arrasados y la población sometida a todo tipo de vejaciones.
Precisamente las iglesias y conventos eran uno de sus objetivos preferidos pues sabían que hasta en la más mísera iglesia del más perdido villorrio siempre habría un cáliz dorado, un retablo o una cruz de valor.
Además con el agravante de que lo que no podían robar lo destrozaban. Por poner un ejemplo entre otros muchos casos, la profanación hecha a la tumba de El Cid y Doña Jimena en Burgos, cuyos huesos fueron esparcidos por las calles. Aunque trataron de arreglar el desaguisado para congraciarse con la población fue imposible saber que huesos eran de uno o de otro por lo que en la actualidad los restos de El Cid y Doña Jimena reposan mezclados en la catedral de Burgos.
Sepulcro de El Cid y Doña Jimena que fue profanado por los franceses
También, el destrozo de iglesias y conventos trajo consigo la destrucción de una enorme cantidad de archivos y documentos que se guardaban en estos lugares(Nacimientos, defunciones, bodas, documentos históricos, manuscritos) de valor social e histórico incalculable y totalmente irrecuperables.
Como digo, del expolio no se salvó ni la nobleza y estoy hablando de la más alta nobleza, la Casa Real. Lo primero que hizo José Bonaparte (rey impuesto por la fuerza) al llegar a Madrid fue empaquetar las Joyas de la Corona Española y mandarlas para Francia.

El rufián Bonaparte retratado con las joyas de la corona española que luego se llevaría.
Por este motivo, la actual Casa Real de España no tiene corona ni Joyas de la Corona oficiales, como la casa real inglesa por ejemplo. La mayoría de las joyas que lucen son adquisiciones particulares que no pertenecen al Patrimonio Nacional.
La Perla Peregrina. Una perla perfecta de 111 gr. fue una de las piezas que se llevó José Bonaparte.
Las vueltas que da la vida, actualmente es propiedad de la actriz Elisabeth taylor. Un regalo de amor del actor Richard Burton.

Pero una de las cosas que más sufrió con este saqueo fue nuestro patrimonio artístico La mayoría de los altos mandos franceses eran grandes enamorados de la pintura y no desaprovecharon la oportunidad que les ofrecía su puesto para arramblar con cualquier obra de valor que hubiera en la península y puedo asegurarles que había una gran cantidad. Se calcula que más de un millar de obras de grandes artistas salieron del país. Obras de Murillo, Velazquez, Rubens…

La cocina de los ángeles de Murillo, una de las cientos de obras perdidas. . Actualmente se encuentra en el Louvre de París.
Aunque en esta labor he de decir que contaron con una inestimable ayuda, la de la desidia española. Se regalaron gran cantidad de cuadros como si fueran cromos a cambio de diversos favores o reconocimientos. Además al acabar el conflicto, en el Congreso de Viena, donde se pudieron reclamar a Francia los objetos saqueados en los países invadidos, la tradicional dejadez e incultura española lució con todo su esplendor. Basta leer este pequeño fragmento para hacerse una idea del papelón que hicimos.
El embajador Pedro Gómez Labrador fue el designado por el gobierno de Madrid, quien, en 1814, recibió instrucciones para reclamar toda la documentación y objetos artísticos sacados de España por el gobierno intruso, haciendo ésta de forma vergonzosa, olvidando muchos despojos, accediendo a recibir el valor de los cuadros y no éstos, en tono blandengue y desinteresado
(MARQUES DE VILLAURRETA: “España en el Congreso de Viena, según la correspondencia oficial de don Pedro Gómez Labrador”)
Pero quizás el caso más flagrante de este desinterés ocurrió cuando Jose Bonaparte trataba de huir de España con más de 500 carros cargados con su botín de guerra. A la altura de Vitoria fue interceptado por las tropas de Wellington y aunque el Bonaparte consiguió huir, una pequeña parte del botín, principalmente obras de arte, fue recuperado por los ingleses.
Wellington decidió enviar lo recuperado a Inglaterra y más tarde ordenó a su embajador en España que comunicara al rey Fernando VII lo que había encontrado.
Esto fue el 16 de Marzo de 1814. En Septiembre de 1816 (¡más de dos años después!) y ante la falta de respuesta, Wellington vuelve a ordenar a su embajador que nos recuerde lo que tenemos allí a nuestra disposición. La respuesta del embajador a Wellington fue la siguiente:
«Adjunto os transmito la respuesta oficial que he recibido de la Corte, y de la cual deduzco que Su Majestad, conmovido por vuestra delicadeza, no desea privaros de lo que ha llegado a vuestra posesión por cauces tan justos como honorables»
Desde entonces la colección de Wellington creció de golpe en 175 cuadros de un enorme valor artístico y económico.
La Venus del espejo de Velazquez. Una de las obras regaladas a Wellington y actualmente en la National Gallery de Londres.
(NOTA: Por si alguno está pensando en que qué majos y enrollaos los ingleses, les diré que las tropas británicas, “aliadas” nuestras, también se dedicaron al pillaje entre la población sin ningún miramiento y concretamente Wellington, en una ocasión, ordenó bombardear una fábrica textil de Bejar que era competencia directa de la que él poseía en Gran Bretaña. Un angelito, vamos).
Así que como puede verse, recibimos por todos lados…
Pero al menos nos queda el consuelo de que la guerra en España acabó siendo la perdición de Napoleón. Y no es que yo lo diga, que es el propio Bonaparte quien lo dice:
Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses… esta maldita guerra me ha perdido.
Napoleón Bonaparte.



Autor : historiasconhistoria

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