1541: Cabeza de Vaca al socorro de Pedro de Mendoza

El 2 de noviembre de 1541, Alvar Núñez Cabeza de Vaca se embarcaba hacia el Río de la Plata para socorrer a la expedición del primer adelantado de la región, don Pedro de Mendoza. 

Cabeza de Vaca no era un novato en asuntos indianos, nieto de uno de los conquistadores de la isla de Gran Canaria. Fue el primer europeo que describió las cataratas del Iguazú y que exploró el curso del río Paraguay.pero su perfil era el de un político y los colonos de La Plata no perseguían un buen gobierno, sino la gloria de la conquista. 

En 1544 el adelantado sufre un motín y es enviado a España, siendo acusado ante el Consejo de Indias de abuso de autoridad, robo e incluso del abandono de sus hombres. Este suceso llevaría a Cabeza de Vaca a mantener un largo litigio, del que lograría salir bien parado, aunque perdería sus títulos y dignidades.

La historia de este conquistador y aventurero jerezano sorprende por la cantidad de peripecias vividas, incluso para su tiempo y ocupación. Su curioso nombre forma parte de los pequeños y cruciales sucesos que jalonan nuestra historia. Un antepasado suyo, pastor, indicará a las huestes cristianas de Alfonso VIII que se dirigen a la gran batalla de las Navas de Tolosa una ruta por Despeñaperros libre del control musulmán. Como dibujó el paso en una calavera de vaca, su nombre quedaría ligado al servicio prestado.

En 1527 Cabeza de Vaca parte con la expedición de Pánfilo Narváez a la Florida en busca de oro. En medio de un gran temporal logran desembarcar en la bahía de Tampa y vagan durante días, sufriendo el hostigamiento de los indios. Deciden construir cinco lanchas y navegar en paralelo a la costa y al llegar a la desembocadura del Misisipi las fuertes corrientes dispersan las barcas. Unas se pierden en alta mar, otras vuelcan, la de Cabeza de Vaca se estampa contra la ribera. 

Le esperan ocho años de cautiverio en los que mostrará una enorme versatilidad para ser útil, primero como dócil esclavo, después como hábil comerciante, finalmente como místico y curandero. Con rudimentarios conocimientos médicos y mucho talento cómico, Cabeza de Vaca se convierte en una especie de taumaturgo, capaz de sanar haciendo el signo de la cruz. El jerezano llega a tener un nutrido grupo de discípulos que siguen sus enseñanzas y alaban el símbolo sagrado que el gran farsante ha elegido, nada menos que una calabaza común. 

Así sobrevivió Cabeza de Vaca y así le encontrarían las tropas realistas en la costa mexicana del Pacífico, vestido con jirones y rodeado de fieles seguidores.

Aunque los últimos años de su vida son una incógnita quizá, por los documentos encontrados por algunos historiadores cuyas obras se reflejan en la bibliografía, murió en Sevilla (o posiblemente en Jerez de la Frontera) hacia el año 1560. Aunque no consta, pudo haber tomado los hábitos y acabar sus días entre el silencio de un monasterio.















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