-41: Claudio El emperador que no debia serlo

Aunque ridiculizado por su familia, puesto en el trono por los pretorianos, manejado por sus esposas y por sus libertos, y divinizado a su muerte, fue tambiĆ©n, y ante todo, un verdadero hombre de Estado. 

CalĆ­gula habĆ­a caĆ­do muerto hacĆ­a pocos minutos bajo las espadas de los guardias conjurados. CorrĆ­a el aƱo 41 D.c. En esos momentos, todo en el palacio imperial era confusiĆ³n, carreras y gritos de terror. La guardia pretoriana buscaba a los responsables del magnicidio. Un soldado, al entrar en una de las habitaciones, vio los pies de alguien escondido detrĆ”s de una cortina. Al apartar el lienzo encontrĆ³ a un personaje aterrorizado en el que, inmediatamente, reconociĆ³ al tĆ­o del emperador asesinado. Se trataba de Tiberio Claudio NerĆ³n Druso GermĆ”nico, aquel al que todo el mundo consideraba idiota y que habĆ­a pasado la mayor parte de su existencia recluido en el palacio, apartado de los negocios y del gobierno del Imperio.
Cuando Claudio se arrodillĆ³ a los pies del soldado, Ć©ste lo saludĆ³ como emperador y lo llevĆ³ con el resto de la tropa, conduciĆ©ndolo luego a su campamento, donde pasĆ³ la noche. Mientras tanto, los cĆ³nsules y el Senado reunidos buscaban la manera de restablecer la RepĆŗblica. Sin embargo, por la maƱana, la plebe reclamĆ³ a Claudio como Ćŗnico seƱor y la guardia pretoriana lo aclamĆ³ emperador. 

Ante esta situaciĆ³n, el Senado hubo de ceder en sus pretensiones aceptando los hechos consumados. 






EN UNA SOCIEDAD QUE NO ADMITIA LOS DEFECTOS FISICOS, LA TENDENCIA DE CLAUDIO A TARTAMUDEAR, A MOVER LA CABEZA Y A COJEAR FUE UNA DURA CARGA PARA ƉL.

Claudio, nacido en el aƱo 10 A.c., era hijo de NerĆ³n Claudio Druso. Ɖste era hermano de Tiberio, y como Ć©l, hijo de Livia Drusila antes de que Ć©sta se casara con el emperador Augusto -a quien Tiberio sucediĆ³ en el trono-, La madre de Claudia, Antonia la Menor, era descendiente directa de Marco Antonio. 

Esta uniĆ³n darĆ­a al mundo varios vĆ”stagos de los cuales sĆ³lo pasaron la niƱez dos varones, GermĆ”nico y Claudio, y una mujer, Livila. GermĆ”nico, encarnando en su persona las virtudes del romano, era robusto y apuesto, y se distinguiĆ³ en edad viril por sus hazaƱas militares, que lo convirtieron en el Ć­dolo del pueblo. 

Claudio, por el contrario, era un niƱo dĆ©bil y propenso a contraer todo tipo de enfermedades .Probablemente una parĆ”lisis infantil originĆ³ su tendencia a tartamudear, a mover continuamente la cabeza y a cojear. 

Estas lacras fĆ­sicas pesarĆ­an sobre Ć©l de forma abrumadora durante toda su vida, en una sociedad que no admitĆ­a los defectos fĆ­sicos. QuizĆ” por esta razĆ³n su propia familia empezĆ³ a considerarlo retrasado y poco apto para las comparecencias pĆŗblicas. Su propia madre decĆ­a de Ć©l que era «una caricatura de hombre, un aborto que la naturaleza habĆ­a creado sin concluirlo», y en otras ocasiones, cuando se referĆ­a a alguien de pocas luces, solĆ­a exclamar «¡Es mĆ”s bestia que mi hijo Claudio!». Tampoco su abuela Livia podĆ­a soportarlo, mostrĆ”ndole su desprecio siempre que podĆ­a y enviĆ”ndole notas escritas para evitar hablarle. Del resto de la familia sĆ³lo Augusto atisbĆ³ algunos dones en el joven y mostrĆ³ algo de compasiĆ³n. En una carta dirigida a su esposa Livia le comentaba: «InvitarĆ© a comer al joven Claudio para que no estĆ© solo... Quisiera que se escogiera ... un compaƱero que pudiera servirle de modelo. ¡El pobre chico no tiene suerte! Pues en los asuntos serios, cuando su espĆ­ritu no estĆ” turbado, se ve aparecer suficientemente la nobleza de su alma». 

Ante el rechazo familiar;  su niƱez y juventud la pasĆ³ en palacio rodeado de tutores, libertos y prĆ­ncipes extranjeros que residĆ­an en Roma como rehenes. Pese a todo aprendiĆ³ griego y se aplicĆ³ en el estudio de la historia y la literatura. Siguiendo el modelo de Tito Livio escribiĆ³ una historia de los etruscos y otra de los cartagineses, e incluso una historia de Roma desde las guerras civiles, que no terminĆ³ porque su abuela y su madre le reprochaban que contase la estricta verdad de los hechos.
En su vejez compuso su autobiografĆ­a. Todos estos escritos fueron dados a conocer al pĆŗblico en audiciones abiertas, pero no cambiaron la opiniĆ³n de sus contemporĆ”neos sobre su capacidad intelectual. 

DEBUT EN LA VIDA PƚBLICA
Al cumplir los 18 aƱos, momento solemne en la vida de todo romano, pues era la edad en la que se tomaba la toga viril y se accedĆ­a a la edad adulta adquiriendo todos los derechos de ciudadanĆ­a, Claudio fue llevado al Capitolio por la noche en litera cerrada, sin publicidad, para evitar la vergĆ¼enza de la familia. Aunque el recuerdo de su padre y su hermano le ganaban la simpatĆ­a de aristĆ³cratas y plebeyos, no desempeĆ±Ć³ cargo pĆŗblico alguno.

Cuando, en el aƱo 14 A.c., Tiberio sucediĆ³ a Augusto en el trono, Claudio le solicitĆ³ el desempeƱo de cargos pĆŗblicos, pero su tĆ­o sĆ³lo le concediĆ³ las insignias consulares, una serie de privilegios de carĆ”cter honorĆ­fico. Claudio insistiĆ³ en su deseo sin recibir de Tiberio mĆ”s que buenas palabras. Muy posiblemente estas negativas produjeron en el joven Claudio tan profunda depresiĆ³n que, abandonando sus estudios, se retirĆ³ a sus propiedades invitando a personajes de baja reputaciĆ³n, lo que le dio fama de borracho y jugador. 

Se sabe poco de su vida en los aƱos en los que gobernĆ³ su tĆ­o. El ascenso al trono de su sobrino CalĆ­gula, hijo de su hermano GermĆ”nico, supuso un parcial acercamiento a la vida polĆ­tica, al asociarlo Ć©ste al consulado en el aƱo 37. Sin embargo, acabarĆ­a sirviendo de comparsa a las locuras de su sobrino en palacio, y sufriendo burlas y humillaciones continuas del emperador y hasta de sus acompaƱantes. 

AsĆ­, cuando el Senado lo enviĆ³ a Germania para felicitar a CalĆ­gula tras el descubrimiento de la conjura de LĆ©pido y GetĆŗlico fue mal recibido, hasta el punto de ser arrojado al rĆ­o, vestido como estaba, por considerar CalĆ­gula que tal persona desmerecĆ­a su dignidad. 

EN EL AƑO 43 D.C. LAS LEGIONES ROMANAS ENVIADAS POR EL EMPERADOR CLAUDIO A BRITANIA HICIERON REALIDAD EL SUEƑO DE JULIO CƉSAR: LA CONQUISTA DE ESTE PAIS

En esos aƱos Claudio fue objeto de procesos judiciales interpuestos por alguno de sus esclavos o por incumplimiento de sus compromisos hacia el fisco, aunque en todas las ocasiones fue absuelto. Una alegrĆ­a entre todas estas tribulaciones fue Su tercer matrimonio -los anteriores habĆ­an resultado fallidos--, con Valeria Mesalina, 35 aƱos mĆ”s joven que Ć©l, a la que amĆ³ sinceramente y en la que confiĆ³ para todos los asuntos. De su uniĆ³n nacieron Claudia Octavia y Tiberio Claudio GermĆ”nico, mĆ”s conocido por su Cognomen BritĆ”nico. 

CLAUDIO, EMPERADOR
Tras la muerte de CalĆ­gula, y entronizado como ya se ha visto, Claudio puso en marcha un programa de gobierno basado en el respeto a las tradiciones republicanas, que seguĆ­a el ejemplo de la polĆ­tica de Augusto, pero estableciendo reformas en la administraciĆ³n del Estado con un espĆ­ritu prĆ”ctico e innovador que no era previsible en una persona con sus supuestos antecedentes de inepto para los asuntos pĆŗblicos.
La primera medida de su gobierno fue decretar una amnistĆ­a general y un perdĆ³n para muchas penas capitales, excepciĆ³n hecha de los asesinos de CalĆ­gula, que fueron ajusticiados. Luego honrĆ³ a sus mayores con grandes distinciones: divinizĆ³ a su abuela Livia, concediĆ³ el tĆ­tulo de Augusta a su madre, rindiĆ³ honores  pĆ³stumos a su padre Druso y a su hermano GermĆ”nico (muerto en el 19 D.c.) y levantĆ³ un arco triunfal a su tĆ­o Tiberio. Ɖl, en cambio, rehusĆ³ distinciones y tĆ­tulos excesivos, actuando como un ciudadano mĆ”s. 

Posiblemente una de sus primeras ocupaciones serĆ­a la reestructuraciĆ³n de la organizaciĆ³n del Estado, creando despachos para atender a la creciente oleada de documentaciĆ³n que llegaba desde todos los lugares del Imperio. El volumen de trabajo de estos despachos era tal que casi podrĆ­a hablarse de incipientes ministerios. Para esta organizaciĆ³n se apoyĆ³ en capaces libertos (antiguos esclavos). Las cuestiones econĆ³micas y la contabilidad (a rationibus) las atendĆ­a Marco Antonio Palas; las demandas y peticiones dirigidas al emperador (a libellis) dependĆ­an de Cayo Julio Calixto; toda la correspondencia (ab epistulis) la respondĆ­a Narciso, y la preparaciĆ³n de proyectos y obras a realizar correspondĆ­an a Palas. Con el tiempo, estos personajes se irĆ­an enriqueciendo y tomarĆ­an mayor importancia en la vida palaciega. Senadores y caballeros veĆ­an con malos ojos que personas de tan bajo origen ocupasen cargos de tanta responsabilidad, lo que alimentĆ³ la creencia de que Claudio estaba dominado por sus mujeres y sus libertos. 

En el mismo aƱo de su ascenso al trono estallĆ³ una revuelta en el norte de Ɓfrica como reacciĆ³n al asesinato del rey de aquellas regiones por parte de CalĆ­gula. Para solucionar el problema Claudio mandĆ³ allĆ­ a Cayo Suetonio Paulino, quien en dos campaƱas se hizo con el territorio, que quedĆ³ dividido en dos provincias: la Mauritania Tingitana, con capital en Tingis (TĆ”nger), y la Mauritania Cesariense, con capital en Cesarea (Cherchell, Argelia). Por las mismas fechas otorgĆ³ el reino de Judea a Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, tal vez en recuerdo de su amistad y de su intercesiĆ³n ante el Senado en los momentos dramĆ”ticos de su ascensiĆ³n al trono. 

Cuando Agripa falleciĆ³ en el aƱo 44 puso en su lugar a procuradores cuya gestiĆ³n no resultĆ³ satisfactoria, ahondĆ”ndose el odio del pueblo judĆ­o hacia los romanos. La complicada polĆ­tica de Claudio en los reinos orientales siguiĆ³ los cauces de la diplomacia y, en algunos casos, la estrategia de la contenciĆ³n de vecinos peligrosos mediante estados mĆ”s o menos fieles. 

En la frontera del norte situĆ³ como reyezuelos a individuos que, como rehenes habĆ­an educado en Roma, favoreciendo la romanizaciĆ³n -tal fue el caso de Germania- u obligando a algunas tribus a establecerse en el interior de la frontera (limes), como sucediĆ³ en Panonia. Para mayor seguridad mandĆ³ construir dos flotas que patrullaban a lo largo del rĆ­o Danubio. Otras veces fue necesario emplear las armas: la amenaza de los caucos y frisones en la Germania Superior fue conjurada por Cneo Domicio CorbulĆ³n, quien, adentrĆ”ndose en territorio .enemigo, logrĆ³ grandes victorias. Claudio, prudente, le mandĆ³ regresar a sus bases tras asegurar la frontera. 

MĆ”s repercusiĆ³n tuvo la conquista de Britania, viejo .sueƱo desde la Ć©poca de CĆ©sar y abortado proyecto del difunto CalĆ­gula. Con la intenciĆ³n de reforzar su prestigio ante el ejĆ©rcito, Claudio organizĆ³ en el verano del aƱo 43 una gran expediciĆ³n contra Britania con mĆ”s de 40.000  hombres al mando del legado Aulo Plaucio. Tras violentos combates, las legiones cruzaron el TĆ”mesis y establecieron un fuerte y una guarniciĆ³n junto al rĆ­o, preparĆ”ndose para el asalto a la capital britana en Camelodunum (Colchester). En este punto Plaucio llamĆ³ al emperador, el cual llegĆ³ a la isla para dirigir las Ćŗltimas operaciones y la toma de la ciudad. Tras una estancia de 16 dĆ­as, Claudio volviĆ³ a Roma, donde celebrĆ³ un triunfo magnĆ­fico, como no se veĆ­a desde las campaƱas de su hermano GermĆ”nico, famoso general

MESALINA NO SE RECATABA DE SUS CONTINUAS INFIDELIDADES, Y DURANTE UN TIEMPO LLEGƓ A PROSTITUIRSE EN UN BURDEL DE ROMA BAJO EL PSEUDƓNIMO DE LlCISCA 
 
MESALINA: UN AMOR NO CORRESPONDIDO
La esposa a la que Claudio amĆ³ ha pasado a la historia
como una de las mujeres mƔs promiscuas del lmperio romano.
Se cuenta que derrotĆ³ a las prostitutas de Roma en una
competiciĆ³n para ver quiĆ©n conseguĆ­a unirse a un mayor
nĆŗmero de hombres en un plazo concreto.
Arriba, estatua de Mesalina con BritƔnico
(hijo suyo y de Claudio) en brazos.
 Museo del Louvre, parĆ­s
LAS INTRIGAS DE MESALINA 
Los Ć©xitos de la polĆ­tica exterior y los asuntos de gobierno parece que nublaron los sentidos a Claudio, quien, aparentemente, no sabĆ­a lo que sucedĆ­a en su propia casa. Las relaciones con su esposa Mesalina se habĆ­an enfriado de manera notable y la emperatriz, en su provecho, mandaba ajusticiar a todo aquel que se interponĆ­a en su camino. Uno de los casos mĆ”s sonados fue la deportaciĆ³n y posterior asesinato de Julia Livila, la hermana pequeƱa de CalĆ­gula y sobrina de Claudio, cuyo amante, nada menos que Lucio Anneo SĆ©neca, fue confinado en la isla de CĆ³rcega. 

Otro ejemplo de la veleidad de la emperatriz fue el asunto de Publio Valerio AsiĆ”tico, un riquĆ­simo galo afincado en Roma, perteneciente al orden senatorial y muy popular entre la aristocracia y la plebe. Requerido de amores por Mesalina, tuvo  el valor para negarse a los deseos de la soberana. Ɖsta, despechada, buscĆ³ quien lo calumniara ante Claudio, acusĆ”ndolo de querer alcanzar el poder gracias a sus riquezas, su influencia y su poder de convocatoria entre la sociedad gala. Claudio lo hizo arrestar, sometiĆ©ndolo a un juicio privado en palacio, en el que el acusado pudo demostrar su inocencia. Pese a ello fue condenado, permitiendo que escogiera su propia muerte. Valerio AsiĆ”tico optĆ³ por abrirse las venas. 

En estos casos se puso de manifiesto la debilidad de Claudio ante su mujer, que no se recataba de sus infidelidades. Durante un tiempo se prostituyĆ³ por las noches en un burdel, bajo el pseudĆ³nimo de Licisca. Poco despuĆ©s se enamorĆ³ de Cayo Silio, que era tenido como el joven mĆ”s bello de la ciudad. Mesalina le obligĆ³ a repudiar a su mujer y lo convirtiĆ³ en su amante pĆŗblico. Finalmente decidieron casarse, tras la promesa de Silio de adoptar a BritĆ”nico, hijo del emperador. Todo esto se convirtiĆ³ en una conjura para derrocar a Claudio. Aprovechando su ausencia, consumaron el matrimonio pero Narciso descubriĆ³ el asunto al emperador, quiĆ©n mandĆ³ arrestar a la pareja.
Silio y sus cĆ³mplices fueron ajusticiados de inmediato, mientras que el emperador prefiriĆ³ escuchar a su mujer al dĆ­a siguiente. No podrĆ­a hacerlo: Narciso la mandĆ³ ejecutar. Cuando Claudio lo supo, ni se inmutĆ³.

AGRIPINA SEDUJO A SU TIO, EL EMPERADOR CLAUDIO, CON EL OBJETIVO DE ALLANAR EL CAMINO HACIA EL PODER A SU HIJO LUCIO DOMIClO, EL FUTURO EMPERADOR NERƓN .
 
En el transcurso de estos Ćŗltimos aƱos, en paralelo a los acontecimientos que se desarrollaban bajo su propio techo, el emperador desarrollĆ³ una importante tarea legislativa, en muchos casos en colaboraciĆ³n con el Senado. En este sentido es ilustrativo el episodio de los ricos ciudadanos galos que solicitaron acceder a las magistraturas y al Senado, peticiĆ³n que suscitĆ³ la oposiciĆ³n de los sectores mĆ”s reaccionarios de la cĆ”mara. No obstante, la voluntad de Claudio inclinĆ³ la balanza a favor de los demandantes. Este hecho, recogido por el historiador TĆ”cito, tuvo su confirmaciĆ³n arqueolĆ³gica cuando en Lugdunum (Lyon) se hallĆ³ la Tabula Claudiana, en bronce, que refrendaba en lenguaje legal lo recogido por este historiador. 

Claudio resucitĆ³ una magistratura republicana, la censura, que no se ejercĆ­a desde la Ć©poca de Augusto. El censor era el encargado de contabilizar a los habitantes de una determinada ciudad y de velar por sus buenas costumbres. Claudio ejerciĆ³ el cargo con Aula Vitelio (su hombre de confianza) como colega entre los aƱos 47 y 48. Su objetivo era conocer el nĆŗmero de ciudadanos romanos en el conjunto del Imperio y su poder econĆ³mico, asĆ­ como depurar de miembros indignos los altos cargos o el Senado. 

Al final de su mandato se habĆ­an contabilizado unos seis millones de ciudadanos. 

Por otra parte, a Claudio le gustaba ejercer de juez o asistir como un espectador mĆ”s a los tribunales. En algunos casos las sentencias no fueron lo necesariamente justas, cometiendo algunas arbitrariedades ajenas a derecho que fueron aprovechadas por sus adversarios como prueba de su incapacidad. Estando en una ocasiĆ³n en un tribunal fue rodeado y zarandeado por la plebe hambrienta. Por eso, durante todo su reinado, fue una preocupaciĆ³n continua el abastecimiento alimentario de la ciudad. FavoreciĆ³ a los importadores de trigo, regulĆ³ la entrega de cereal y dio comienzo a una magna obra que nadie antes de Ć©l habĆ­a acometido por sus grandes dificultades: la construcciĆ³n de un puerto en Ostia, en la desembocadura del TĆ­ber, entrada natural hacia Roma. NerĆ³n completarĆ­a esta enorme obra en el aƱo 54. 

Preocupado por la religiĆ³n y las tradiciones antiguas, Claudio ordenĆ³ revivir algunos rituales casi olvidados y conservarlos por escrito, aunque prohibiĆ³ los sacrificios humanos que los druidas aĆŗn llevaban a cabo en la Galia. En Roma los conflictos entre judĆ­os, agitados, segĆŗn Suetonio, por un tal Chrestus (lo que se interpreta como el choque entre los primeros cristianos y los judĆ­os), acabaron con la expulsiĆ³n de la ciudad de numerosas personas de ambos grupos religiosos. 

Importante fue tambiĆ©n la celebraciĆ³n de los Juegos Seculares en 47, que Augusto ya habĆ­a celebrado treinta aƱos atrĆ”s. En estos juegos se festejaba el centenario de la urbs y se honraba a las divinidades, singularmente a aquellas de las que descendĆ­a el linaje del emperador. Entre otros festejos, los jĆ³venes nobles, entre ellos BritĆ”nico, hijo de Claudio, y Lucio Domicio, el futuro NerĆ³n, participaban ante el pĆŗblico en simulacros bĆ©licos. 

Tras la muerte de Mesalina, Agripina, hija de GermĆ”nico, el hermano de Claudio, fue ascendiendo mediante intrigas en los cĆ­rculos palaciegos. Con la ayuda de su amante Palas allanĆ³ el camino hacia el matrimonio con su tĆ­o Claudio, paso previo para obtener el poder para ella y su hijo Lucio Dornicio, el futuro NerĆ³n, fruto de un matrimonio anterior. 

AGRIPINA LA MENOR
La cuarta esposa de Claudio muriĆ³ cinco aƱos despuĆ©s del emperador.
Fue asesinada por orden de su propĆ­o hijo NerĆ³n en el aƱo 59,
por oponerse a su relaciĆ³n con papea Sabina.
LA AMBICIƓN DE AGRIPINA
El principal problema para la boda era que en la sociedad romana no estaba permitido el incesto. Pero el colega de Claudio en el consulado y oficial de la censura, Aula Vitelio, convenciĆ³ al Senado en un discurso en el que defendiĆ³ los antecedentes en otros pueblos y las importantes razones de Estado que en esos momentos imperaban. AsĆ­, en el aƱo 49 Agripina se convirtiĆ³ en emperatriz. Una de las primeras medidas fue levantar el destierro a SĆ©neca, que se encontraba en CĆ³rcega, para convertirlo en preceptor de su hijo. TambiĆ©n se nombrĆ³ al experimentado militar Afranio Burro como jefe de la guardia pretoriana. 

Un aƱo despuĆ©s Agripina fue elevada al rango de Augusta y vio cĆ³mo ascendĆ­a al grado de colonia el poblado germano donde ella habĆ­a nacido: desde entonces fue Colonia Claudia Ara Agrippinensium (Colonia). Al mismo tiempo, Agripina logrĆ³ de Claudio que adoptara a su hijo, quien al tomar en el aƱo 51 la toga viril afianzĆ³ sus posiciones como heredero al trono, reforzadas con el matrimonio celebrado poco despuĆ©s con Claudia Octavia, hija de Claudio. 

AGRIPINA, LA NUEVA ESPOSA DE CLAUDIO, SEGUIA COLMANDO SUS ASPIRACIONES Y ELIMINANDO TODA OPOSICIƓN EN DETRIMENTO DE MUCHOS NOTABLES DE ROMA 

Durante este perĆ­odo -en el aƱo 52- se concluyeron dos de las grandes obras emprendidas por Claudio. Por una parte, el acueducto que habĆ­a iniciado CalĆ­gula finalizaba ahora, tras un recorrido de 68 kilĆ³metros y con el nombre de Acqua Claudia, en el monte Palatino. Por otra parte, se confiĆ³ a Narciso la desecaciĆ³n del lago Fucino (hoy Celano), mediante un emisor subterrĆ”neo que enviaba las aguas al rĆ­o Liris (actual Garellano). Para celebrar tan gran evento se organizĆ³ en el lago una batalla naval en la que participaron alrededor de cien navĆ­os y mĆ”s de 19.000 hombres. El festejo fue un Ć©xito hasta que se abrieron las compuertas y las aguas, sin control, estuvieron a punto de provocar una tragedia entre el pĆŗblico. 

Agripina aprovechĆ³ la ocasiĆ³n para acusar a Narciso de robo a propĆ³sito de las obras de ejecuciĆ³n del proyecto, aunque el liberto tampoco se callĆ³, denunciando la ambiciĆ³n de la emperatriz. El odio que ambos se profesaban se agudizĆ³ dramĆ”ticamente, lo que irĆ­a en contra del liberto tras la muerte del emperador. 

Mientras, Agripina seguĆ­a colmando sus aspiraciones y eliminando toda oposiciĆ³n en detrimento de muchos personajes notables de la ciudad. El caso de Tulio Estatilio Tauro, que habĆ­a sido consular y pro cĆ³nsul en Ɓfrica, fue tan sonado que el propio TĆ”cito lo cuenta en sus Anales. Poseedor de grandes riquezas y fincas, suscitĆ³ la envidia de la emperatriz, la cual, sirviĆ©ndose de Tulio Prisco, que habĆ­a servido bajo las Ć³rdenes de Estatilio, lo acusĆ³ de cohecho y de practicar la magia. Llevado a juicio, el consular no pudo soportar la injusticia que se hacĆ­a con su persona y se suicidĆ³. El escĆ”ndalo hizo que el Senado expulsase a Prisco de la cĆ”mara. Fue una pobre victoria del orden senatorial, que veĆ­a disminuir su poder por los continuos ataques a su autoridad y la progresiva acumulaciĆ³n de atribuciones del emperador.

Sus filas, ademĆ”s, disminuĆ­an por las condenas a sus miembros, implicados en intrigas palaciegas o en conspiraciones reales o ficticias. Dice el historiador Suetonio que muchos senadores murieron bajo el mandato de Claudio, pero TĆ”cito matiza que «por las artes de Agripina se veĆ­a Claudio impulsado a tomar las mĆ”s crueles medidas», lo que repercutĆ­a negativamente en la fama del princeps. Sin embargo, Claudio sĆ­ promocionĆ³ al orden ecuestre en muchas ocasiones, nombrando a sus miembros procuradores para la construcciĆ³n y mantenimiento de edificios u obras pĆŗblicas como los acueductos, la organizaciĆ³n de los espectĆ”culos para la plebe o el mando de las flotas de Miseno y Ravena, al tiempo que les confiaba la administraciĆ³n de la justicia.

LA MUERTE DE CLAUDIO TARDƓ EN DIFUNDIRSE PORQUE LOS ASTRƓLOGOS ASEGURABAN QUE NO ERA EL MOMENTO PROPICIO PARA EL ASCENSO DEL NUEVO PRINCIPE, NERƓN

Los manejos criminales de Agripina y su intenciĆ³n de colocar a su hijo en el trono habrĆ­an llegado a oĆ­dos de Claudio por medio de delaciones anĆ³nimas, posiblemente confirmadas por Narciso. Estos hechos hicieron reflexionar al emperador en el sentido de haberse equivocado con aquella boda y con la adopciĆ³n de NerĆ³n. Por eso no es de extraƱar que exclamase que «su destino era sufrir las maldades de sus esposas y despuĆ©s castigarlas». EncontrĆ”ndose luego con su hijo BritĆ”nico exclamĆ³: «¡Crece y te darĆ© cuenta de todas mis acciones!», aƱadiendo en griego: «El que te ha herido, te curarĆ” tambiĆ©n». Estas frases llegaron a oĆ­dos de Agripina, quien, alarmada, decidiĆ³ acelerar sus planes. 

LA MUERTE DEL EMPERADOR
Aprovechando que Claudio, enfermo, habĆ­a ido a Sinuessa (en la costa sur del Lacio) a tomar las aguas medicinales, Agripina preparĆ³ su plan con la colaboraciĆ³n de la cĆ©lebre envenenadora Locusta, encargada de buscar un veneno que perturbase la mente y alargase la muerte; el eunuco Haloto, gustator (catador) de Claudio, quien simularĆ­a que la comida no tenĆ­a peligro alguno; y el mĆ©dico Jenofonte. 

De regreso Claudio de su viaje, en el transcurso de un banquete le presentaron para incitar su gula un guiso de setas, su plato favorito, previamente envenenado, que el emperador comiĆ³ sin recelo. 

Las versiones difieren de lo que pasĆ³ luego. Unas cuentan que el emperador muriĆ³ al amanecer despuĆ©s de fortĆ­simos dolores. Sin embargo, la mĆ”s autorizada refiere que el veneno tan sĆ³lo produjo una fuerte descomposiciĆ³n intestinal. Agripina, aterrada ante el fracaso de su plan, acudiĆ³ a Jenofonte, quien, con el pretexto de provocar el Vomito, tocĆ³ la garganta del emperador con una pluma impregnada en un veneno que acabĆ³ con su vida. 

Pero su muerte no se difundiĆ³ de inmediato porque los astrĆ³logos aseguraban que el momento no era propicio para el ascenso de un nuevo prĆ­ncipe. Mientras el Senado hacĆ­a rogativas por la salud del soberano, la emperatriz mandĆ³ cubrir las puertas de palacio con una fuerte guardia, retener a los hijos de Claudio y dar partes falsos sobre su salud. Por fin, el 13 de octubre del aƱo 54 se abrieron las puertas y dieron paso a NerĆ³n, escoltado por la guardia pretoriana al mando de Burro. Los soldados lo aclamaron como nuevo emperador y el Senado emitiĆ³ un decreto favorable. 

NerĆ³n pronuncio el elogio fĆŗnebre de su padre adoptivo con un discurso preparado por SĆ©neca en el que exponĆ­a la antigĆ¼edad de sus antepasados, la felicidad del Estado romano durante su gobierno y los logros principales en polĆ­tica exterior, asĆ­ como su conocimiento en las artes liberales. El funeral fue magnĆ­fico porque Agripina quiso superar el lujo de las exequias de Augusto. A Claudio se le decretaron los honores divinos y se estableciĆ³ su culto, y en Roma se le erigiĆ³ un suntuoso templo, convirtiĆ©ndose su viuda en la principal sacerdotisa. Aunque, como apuntĆ³ Plinio el joven, quizĆ” la divinizaciĆ³n de Claudio obedeciĆ³ mĆ”s a una intenciĆ³n de burla que a la fe en sus mĆ©ritos divinos. 

La oposiciĆ³n de una parte de la sociedad romana, encabezada por el orden senatorial, incidiĆ³ en la imagen negativa que de Claudio transmiten las fuentes escritas. Pero hoy dĆ­a -manteniendo en un segundo plano los problemas domĆ©sticos- su obra se valora de manera bastante positiva a partir de los descubrimientos arqueolĆ³gicos y sus grandes realizaciones arquitectĆ³nicas, que desmienten categĆ³ricamente la supuesta incapacidad de este emperador maltratado por la historia. 





Autor :Luis Baena

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