1393: Esclavas como limosna devota

No se puede evitar cierta sorpresa al repasar un documento del Archivo de la Corona de Aragón, de más de seis siglos atrás, donde las monjas clarisas del convento de San Daniel, en los suburbios de Barcelona, piden al príncipe heredero que les dé dos esclavas como limosna. En el día de hoy causa asombro que durante milenios la vida económica y social estuviese fundamentada en la existencia de la esclavitud, y que el concepto esencial de ésta estribase en que el esclavo era objeto de compraventa, sometido por entero a la voluntad de su amo.

Con todo, no hay que espantarse tanto puesto que en épocas no tan lejanas había aún territorios españoles con esclavos: Cuba hasta el año 1865, concretamente. Aunque España había firmado en el Congreso de Viena de 1815 la abolición de la esclavitud y cobrado de Inglaterra una interesante indemnización por ello, la esclavitud seguía subsistiendo de hecho en aquella isla y en Puerto Rico. Era una institución tan tolerada y necesaria que Cánovas del Castillo, el 25 de noviembre de aquel año, disponía abrir una información preparatoria de las medidas que tomar a tal propósito, con todo cuidado y prudencia.

Esto no era solo un fenomeno europeo ,La costa de Berbería, que se extiende desde Marruecos hasta la actual Libia, fue el hogar de una próspera industria de esclavos . Las principales ciudades eran Salé (en Marruecos), Túnez, Argel y Trípoli.

Lo que más llama la atención de las razias esclavistas contra las poblaciones europeas es su escala y alcance. Los piratas secuestraron a la mayoría de sus esclavos interceptando barcos, pero también organizaron grandes asaltos anfibios que prácticamente dejaron despobladas partes enteras de la costa.

Cuando los piratas saquearon, por ejemplo, Vieste en el sur de Italia en 1554, se hicieron con 6.000 presos y con 7.000 esclavos en la bahía de Nápoles en 1544, una incursión que hizo caer tanto el precio de los esclavos que se decía poder "intercambiar a un cristiano por una cebolla".

España también sufrió ataques a gran escala. Después de una razia en Granada en 1556 que se llevó a 4.000 hombres, mujeres y niños, se decía que "llovían cristianos en Argel". Y por cada gran razia de este tipo, había docenas más pequeñas. La costa de Calabria tambien fue golpeada en menos de diez años: 700 personas capturadas en una sola razia en 1636, 1.000 en 1639 y 4.000 en 1644.Entre 1530 y 1780 hubo, con casi total seguridad, mas de un millón de cristianos europeos esclavizados por los musulmanes de la costa bereber.A finales de 1700, se controló mejor este comercio, pero hubo un renacimiento de la trata de esclavos europeos durante el caos de las guerras napoleónicas.

La flota norteamericana no quedó libre. Fue sólo en 1815, después de dos guerras contra ellos, que los marinos estadounidenses se libraron de los piratas berberiscos. Estas guerras fueron importantes operaciones para la joven república; una campaña que se recuerda en las estrofas de "a las orillas de Trípoli", en el himno de la marina. Cuando los franceses tomaron Argel en 1830, todavía había 120 esclavos europeos en el bagno.

Tampoco procede asombrarse demasiado de que las entidades y personas de la Iglesia tuviesen esclavos, como cualquier otro dueño. Así ocurría con frecuencia. En el inventario de las encomiendas de la Orden de los Templarios, aparecen 43 "catius" en su casa de Gardeny, en Lleida, para el cuidado de sus extensas tierras, 45 en la de Mirabet, 49 en la de Monzón y una cifra parecida en las demás. Conocemos que el cenobio benedictino de Montserrat, en 1286, recibió once sarracenos capturados en la conquista de Menorca por Alfonso II, que se sumaron a los que ya tenía.

Algo más notable es el tono adulador y empalagoso de la petición de las monjas barcelonesas, donde recuerdan con bastante apremio las oraciones que el convento ha dedicado a las conveniencias del reino. "Vuestras humildes hijas y rezadoras a Dios por vuestro honor y ensalzamiento ... cada día hemos rezado y rezamos al Redentor de la humana naturaleza, y teniendo gran alegría de que se haya cumplido vuestro deseo para honor de Dios y de Vuestra Señoría, ...suplicamos humildemente a la alta Señoría que por merced vuestra y no por nuestros méritos, queráis subvenir a la pobreza de nuestro monasterio con dos esclavas de las cuales tenemos gran necesidad, y con ello, muy alto señor, nos haréis gran limosna y obligaréis a vuestras hijas y súbditas que ruegan por Vuestra Señoría y por la exaltación de la corona de Sicilia ... ", dice la carta dirigida por aquella comunidad al infante Martín, hermano y heredero de Juan I el 11 de julio de 1393.

Las monjas habían estado oportunas en su petición pues en aquellos meses la corona aragonesa se hallaba en un momento de euforia y esplendor: el rey Juan I Amador de la gentileza (5 de enero de 1387- 9 de mayo de 1396), vivía las jornadas culminantes de su reinado: su hermano Martín Y su —sobrino de este nombre habían capitaneado una gran flota de cien velas que desembarcó en Sicilia restaurando la presencia catalana en ella.

Martín, duque de Montblanc, heredero de la corona, la cual ostentaría luego con el sobrenombre de el Humano, recordaría años después con emoción el entusiasmo de las tropas que les siguieron que no fueron movidos por sueldo ni estipendio que les diésemos pues habíamos vendido y pignorado todo lo nuestro para dicho viaje, sino solamente por su ardimiento y valor. ¡Oh, qué glorioso era contemplar así a tu nación al virtuosamente obrar!"

Ciertamente, quedaba el rabo por desollar en Sicilia pues los barones locales se sublevaron y fue preciso mandar más naves y tropas y dedicar varios años a sosegar la isla, si es que ha estado nunca sosegada de veras, ni siquiera en el día de hoy. La expedición de socorro se envió precisamente en este año 1393 de la carta de las monjas y fue dirigida por Bernardí de Cabrera, nieto de Bemat de Cabrera, que había sido ministro todopoderoso de Pedro IV medio siglo antes —y fue ejecutado por éste.

Cataluña era un nodo destacado de la red europea del tráfico de esclavos, según ha reconocido Vicens Vives, subrayando los provechos cuantiosos que se extraían de tal negocio. Una intensa corriente de cautivos venía de las tierras eslavas y caucásicas y de la Europa oriental y pasaba por Francia, donde muchos de los varones eran castrados en Verdún para venderlos como eunucos, que iban a mayor precio. Luego eran reexpedidos desde Barcelona hacia el resto de la Península y el Magreb.

Nada más justificado que la viva atención que dispensa a reglamentar la esclavitud el ordenamiento de los Usatges, código consuetudinario del siglo XI, donde se establecían las relaciones entre amos y esclavos, especialmente los sarracenos, que eran los más abundantes.

El mercado de esclavos tenía lugar fijo en Barcelona, junto al Castillo Viejo vizcondal, donde ahora está la plaza del Ángel, no menos animada hoy por los afanes de oficinistas y comerciantes que mil años atrás. Creta, Venecia, Génova y Perpiñán se contaban también entre las metrópolis comerciales atentas a esta especialidad. La Generalitat cobraría luego un impuesto sobre todo esclavo sacado de Cataluña y la ocultación era penada con severas multas.

Es curioso que en una primera etapa abundaran más entre los esclavos las hembras que los varones y que luego éstos fueran los más buscados y cotizados. El fenómeno está inserto en la crisis demográfica de Occidente, que culminó en la "Peste Negra" de finales del siglo XIV, causante de una angustiosa carencia de mano de obra. Esta insuficiencia fue tanto más notoria cuanto que coincidía con la tendencia al auge económico preparado por el progreso de las técnicas, del comercio y de la vida urbana, como ocurrió en Cataluña, por ejemplo. Se explica, pues, que allí el esclavo fuese un bien tan valioso y necesario como hoy una máquina en un taller y que abundasen los delitos y los fraudes perpetrados a su propósito, como los robos de ellos, compraventas engañosas y fugas inducidas o ayudadas por terceras personas.

También parece perfilarse que el esclavo varón dejó de ocuparse principalmente de la casa y los campos para adquirir carácter de obrero en talleres urbanos. Fue característico de las sociedades. Más tradicionales y aristocráticas que siguieran predominando las esclavas, entregadas a tareas domésticas, sobre los varones. A menudo se las dedicó a ser nodrizas y amas de los niños.

Los Usatges, en una disposición añadida probablemente en el siglo XII, prescribían que a toda persona que capturase un esclavo fugitivo se la tenía que remunerar con un mancuso, moneda barcelonesa, por parte del dueño si el esclavo era capturado en el llano de Barcelona, antes de atravesar el Llobregat, y si la captura tenía lugar más allá, hacia el sur o poniente, el premio sería una onza de oro, más las cadenas y vestidos que llevara el esclavo capturado. Esta disposición duraría hasta los siglos XIV y XV.

En el siglo XIII, el de Jaime I el Conquistador, era frecuente la cesión temporal de esclavos por un tanto fijo o proporcional al producto obtenido de ellos. También aparecen contratos de condominio y pactos de acuerdo sobre la evicción e indemnización de daño, en el caso de que hubiera alguna reclamación por parte del comprador a la vista de un vicio oculto del esclavo, entre los cuales se menciona expresamente el que se mease en la cama. La legislación era tan detallista y cuidadosa que las Costumes de Tortosa, del mencionado siglo, toman medidas acerca de un punto tan rebuscado como el siguiente: si una esclava mora está preñada por un cristiano, no podrá ser vendida a infieles hasta que haya dado a luz y el hijo quedará en calidad de esclavo en poder de su señor, el cual lo bautizará; si está preñada por su señor, el hijo nacerá libre.

La práctica de los seguros, que estaba ya en pleno florecimiento en tal época, cubría el riesgo de que un esclavo se fugase y también vino a proteger al dueño contra las responsabilidades que le incumbiesen por actos de su esclavo. Los esclavos eran de la mas diversa procedencia, bosnios, búlgaros, tártaros, rusos, caucasianos, circasianos y griegos, para no citar a los incontables mahometanos, capturados en las campañas peninsulares, en expediciones contra las costas enemigas o en el mar.

Dentro de lo variable y fluctuante de tales noticias, se habla de que en el siglo XIV una esclava encinta de 23 años valía unos, 40 euros del año 2002, una joven tártara cerca 70; un moro negro, en el siglo XV, unos 110, y un niño de doce años, el doble que un papagayo, en Provenza, en el siglo XVI.




Basado en un texto original de Pedro Voltes

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