tag:blogger.com,1999:blog-35214912702982156162024-03-07T00:42:25.968+01:00la Historia sin HistorietasEs la madurez del tiempo la que determina lo que es Historia, y lo que no pasa, en cambio, de constituir una colección de historias . En cambio las historietas, no son más que un cúmulo de fábulas y de anécdotas que no aguantan el paso de las décadas ni el rigor de los investigadores.El objetivo de este blog es la Recopilacion de textos relacionados con la Historia, historias sin historietasUnknownnoreply@blogger.comBlogger83125tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-71588290343864224772014-11-23T14:27:00.001+01:002017-01-29T22:21:27.366+01:001809 : Las veintiuna heridas del alférez Chover <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYX6BKzyBcQf3KomuKzEaf4Dn1DmPI03B9RJQCBvKlgLFAgcWT4ppjCHRi6JWiYMcS_FCjzdQJq6-_NPKTcsrMwF5cRpUULH2BkxUeOFGwJFs-TOFBZcOXBwaYvbL2gSbUmlQWzaLHrL0/s1600/Antonio+Chover+(2).jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYX6BKzyBcQf3KomuKzEaf4Dn1DmPI03B9RJQCBvKlgLFAgcWT4ppjCHRi6JWiYMcS_FCjzdQJq6-_NPKTcsrMwF5cRpUULH2BkxUeOFGwJFs-TOFBZcOXBwaYvbL2gSbUmlQWzaLHrL0/s1600/Antonio+Chover+(2).jpg" width="286" /></a></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Estábamos tentados de calificar al alférez de Caballería don Antonio Chover y Sánchez de campeón de los inválidos militares españoles, pero nos ha frenado el reparo de si no habrá algún otro que supere el total de veintiuna heridas que recibió al frente del enemigo. Con todo, esta gallarda figura merece repetido recuerdo, en el cual se ha de entreverar el asombro que inspira su excepcional resistencia física.<br /><br />Aun cuando llegó a teniente coronel, se le denomina habitualmente como alférez Chover, con cierta semejanza al caso del teniente general don Luis Orgaz, monárquico y aliadófilo, que se gozaba en exhibir en su pecho la estrella de alférez. <br /><br />Chover había nacido en Játiva el 26 de octubre de 1776 y sentó plaza como soldado a los diecinueve años para continuar otros trece como profesional, en cuya calidad se distinguió en la campaña de Portugal y Extremadura de 1801.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En 1808 era cabo segundo, luego lo fue primero y sargento, con ascensos acelerados por la guerra contra los franceses.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />Su hoja de servicios, conservada como todas en el Archivo Militar del Alcázar de Segovia, testimonia que recibió veintiuna heridas en la batalla que tuvo lugar cerca de Talavera de la Reina, el 20 de julio de 1809, entre los napoleónicos y las tropas españolas aliadas a las inglesas de Wellington.</span></span></div>
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<a name='more'></a><br />
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La victoria de éstas frustró el designio francés de invadir Portugal y zarandeó su ocupación del centro de la Península. Napoleón tramaba unas acciones conjuntas en el norte y el sur, que serían llevadas a cabo por los mariscales Soult y Víctor; desde Galicia y Andalucía. Un tercer cuerpo, mandado por el general Lapisse, debería avanzar hacia Lisboa, partiendo de la zona Salamanca-Ciudad Rodrigo. Éste debía comenzar con la toma de Abrantes y desde allí ayudar a la tropa más necesitada, la de Soult o el de Víctor. El rey José dirigiría dicho plan teniendo como consejero militar y jefe de su Estado Mayor al mariscal Jourdan.<br /> </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La excesiva confianza francesa en su superioridad y la rapidez inglesa en procurar refuerzos, hicieron que el plan napoleónico fracasara, llegándose a la batalla de Talavera en la que los franceses de Victor, en retirada, se enfrentaron con los españoles de Cuesta y los ingleses de Wellington. El coronel Miranda Calvo ha estudiado detalladamente esta campaña en una publicación toledana de 1982.<br /> </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El jefe español Cuesta y el inglés Wellington se reunieron el 10 de julio en las Casas del Puerto de Mira vete y acordaron un plan que podía culminar en recuperar Madrid. De acuerdo con la Junta Central española, este remate se llevaría a cabo con la colaboración del ejército de Andalucía mandado por Venegas. Este jefe no habría de secundar luego tal diseño. Era importante que dicha maniobra se ejecutara antes de los diez o doce días ya que en caso contrario las tropas de Soult, procedentes de Galicia, llegarían a tiempo para auxiliar a Víctor y caerían por la espalda de los aliados, cortando su retirada hacia Portugal. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Wellington, rápidamente, se puso en acción y se encaminó a Oropesa, mientras que Cuesta hacía noche en La Calzada, a su retaguardia. Ambas formaciones se alinearon con vistas al asalto de Talavera de la Reina. El rey José, consciente de la amenaza que se cernía sobre Madrid, procuró conseguir el respiro necesario hasta la llegada de las tropas francesas de Galicia, que ya habían sido apremiadas para que acudieran, pero no lo hicieron a su hora. En suma, los franceses perdieron más de siete mil hombres en la batalla y ésta, bloqueando todas sus iniciativas, señaló el comienzo de su fase defensiva en España.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />Por lo que toca a la actuación del entonces sargento Chover en ella y sus resultas, reseñaremos que en la madrugada del 26 de julio de 1809 tomó el mando de diez jinetes del regimiento de Húsares de la Granada que salieron en descubierta del pueblo de Cebolla. Dentro de las maniobras previas a la batalla, Chover distribuyó a sus hombres, quedándose solo al margen de la calzada que conduce de Torrijos a Talavera. Al cabo de unos minutos desfiló por ella el general en jefe francés Victor, con su estado mayor. Cuando el suboficial español estaba a punto de retirarse descubrió que bastante rezagado venía un ayudante de campo francés. Chover sacó una pistola de su funda, espoleó a su caballo y se puso en medio del camino. El francés desenvainó el sable y Chover disparó con la mala suerte de que la pistola no se encendiera. Como consecuencia de todo ello recibió un gran sablazo que le partió la oreja izquierda y le hizo caer del caballo. Pero no se arredró y desde el suelo retó al francés a que lucharan en tierra en igualdad de condiciones.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Sea porque éste no lo entendiera o porque no quisiera desaprovechar su ventajosa situación, el oficial enemigo se arrojó sobre el español que recibió otro sablazo que le partió la paletilla izquierda. El dolor no le impidió atacar con su sable y estando ya ambos casi agonizantes comenzó un cuerpo a cuerpo. Después de que Chover lograra desmontar al francés y matarlo, intentó apropiarse de su caballo, pero, antes de que lo consiguiera, se vio rodeado del estado mayor del mariscal Victor. Tambaleándose, Chover se dirigió al general francés y le dijo: —Ese hombre ha sido muerto por mí. Peleamos como caballeros. Exijo el respeto y trato de prisionero ...</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />Lo que ocurrió a continuación nos lo relata la monografía de Eduardo Arriaga sobre Chover, recogiendo referencias de la época: "Un oficial francés toma el caballo del compañero muerto; otros cuatro se colocan a la espalda del español; éste estudia su sentencia en la cara del general, pero siente un agudo dolor en la espalda que le hace volverse, mas no tan pronto que deje de ver la punta de un sable que sale por su estómago. Al dirigirse tambaleándose a sus asesinos, recibe otra estocada en el vientre que le atraviesa de parte a parte. Cae en tierra, recibiendo quince heridas terribles.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El general y su acompañamiento abandonan aquel lugar, y los cuatro verdugos desnudan al oficial español que, en su concepto, yace muerto".</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />El cuerpo de Chover fue encontrado por otro herido español, un sargento del regimiento de dragones de Lusitania, al cual le habían abierto la cabeza y andaba lleno de sangre y heridas. Se dio cuenta de que alguien tendido en la cuneta le hacía señas para que se acercase a socorrerle. Aunque el primero que necesitaba auxilio era él, el sargento se aproximó penosamente al otro herido y reconoció a Chover. Y no a primera vista, porque éste tenía la cabeza ensangrentada y abierta por dos profundas cuchilladas; la oreja izquierda cortada; un omoplato partido, el antebrazo derecho atravesado y seis estocadas en la espalda, aparte de dos que le atravesaban el estómago. Tenía perforado un muslo, herida la pierna derecha y un balazo en este mismo tobillo. Chover suplicó al sargento que le ayudase a levantarse y éste lo hizo mientras balbuceaba enloquecido pidiendo agua. Chover le serenó como pudo y le prometió que si lograban llegar al pueblo de Cebolla, no muy alejado, podrían saciar su sed.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />Los dos eccehomos, apoyados el uno en el otro, fueron cojeando hacia el pueblo. La soldadesca francesa lo había ocupado y se mofó groseramente del triste aspecto de los dos heridos pero los dejó encaminarse a una casucha abandonada que vieron en las afueras. En ella encontraron casualmente agua y un colchón y rehicieron fuerzas. Al rato, Chover salió para explorar otra casita que estaba enfrente, también abandonada, y apenas entró se desmayó y quedó allí toda la noche.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />Al amanecer del día 28, los franceses se reunieron con alarma y se fueron.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />Chover volvió en sí y se dirigió a la casa donde había dejado a su compañero. herido. Desde la misma puerta vio que tenía el cráneo abierto. Y que la herida estaba cuajada de gusanos. Se aparto horrorizado, retornó a la otra casa y se dedicó a examinar sus propias heridas. De una de ellas asomaba un pedazo de intestino. Mientras reconocía estas desgracias, se dio cuenta de que un chico de poca edad lo contemplaba desde el umbral y se disponía a huir al darse cuenta de que Chover lo miraba. El herido le gritó que aguardara y le rogó que le prestara una navaja, si la llevaba, y si no, que fuera a buscarla deprisa. El niño volvió al cabo de poco tiempo con un cuchillito. Chover lo empuñó y sin vacilar "corta de un solo golpe el pedazo de redaño que, del tamaño de una manzana, asoma por la herida sin saber lo que se corta», según reseña la relación citada de Arriaga.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />Después de esta atrevida cura, se desvaneció y al volver en sí se encontró rodeado de algunos vecinos compasivos y sorprendidos a los que había avisado el muchacho. Le explicaron que carecían de todo porque los franceses habían devastado sus casas. Sólo pudieron ofrecerle un poco de chocolate y ninguna medicina pues la botica había sido también saqueada por el enemigo. Los vecinos ocultaron a Chover durante cosa de mes y medio y lo atendieron como pudieron, al margen de toda autoridad española, pues las personas de distinción convivían con el ejército francés y no tenían ninguna gana de ayudar a Chover. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Éste vivía de mendrugos de pan que le llevaban por la noche y curaba sus heridas con sal y vinagre. Un gitano tuvo que ser el que asease la cabellera y la barba del herido pues el barbero del pueblo se negó a atenderle.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />Apenas pudo tenerse en pie, el alférez, hecho un esqueleto, quiso marcharse del pueblo de Cebolla y apoyado en un palo y vestido de harapos que le proporcionaron los caritativos vecinos, emprendió el camino de Talavera y desde ésta, apoyándose en un palo y con varias heridas abiertas, continuó penosamente hasta Sevilla. En ella se presentó al inspector de Caballería, marqués de Palacios, quien quedó estupefacto al contemplar aquella visión y escuchar su relato. Inmediatamente pasó al hospital y fue atendido celosamente: se curaron pronto diecinueve de sus heridas pero dos se resistieron al tratamiento y continuaron abiertas y enconadas todos los días de su vida.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />Hasta hacerlo con efectos del 26 de julio de 1809 no ascendió a alférez efectivo, según indica su hoja de servicios. En 1810 Chover fue promovido a teniente y al año siguiente, declarado inválido. Se instaló en Játiva y se hizo agregar al Estado Mayor de Valencia en 1817, sin duda para tener mejores ocasiones de prestar servicio y mejorar sus haberes. En 1811 fue autorizado a casarse con doña Vicenta Martínez Picalqués, soltera, de 22 años, hija de un capitán. Como todo inválido militar, siguió ascendiendo y llegó a teniente coronel.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />Le quedó humor para volver a las armas a favor del absolutismo, cuando entraron los Cien Mil Hijos de San Luis en España para restaurar la autoridad de Fernando VII, lo cual le fue aplaudido por el rey, que le concedió una medalla, como a "todos los impulsados de la más pura lealtad, que abandonaron el reposo de sus hogares y arrastraron toda clase de peligros a favor de los legítimos derechos de la soberanía de S. M. y en defensa de la religión y el Estado". </span></span></div>
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<br /></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En 1853 se conceden unos beneficios a doña Valentina Cuevas y Caballero, llamándola esposa del capitán don Antonio Chover, acaso en segundas nupcias. </span></span></div>
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<br /></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Nuestro personaje murió en Valencia en 1858, a los ochenta y un años de edad, acreditando en su hoja 66 años, un mes y dieciséis días de servicios.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />Otro campeonato.</span></span></div>
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<span style="color: #cccccc;"><span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">Autor : Pedro Voltes</span></span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-52789826084003834202014-11-23T13:48:00.000+01:002017-01-29T22:26:28.273+01:001746 : Fernando VI, el Prudente<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgymCE8q0Jlk043TTtcah6lKXcVXV2Kt4wmyxM4LXYoFI2bnjneiNcDywypIcWWcpufRd7SortZ6rghqxo4h_PiZG0pdxTBylxUFxSglmlNN3pPM8WRB0sLGPilC5nC-CqRY3QYID-d0Q0/s1600/Ferdinand_VI_of_Spain.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgymCE8q0Jlk043TTtcah6lKXcVXV2Kt4wmyxM4LXYoFI2bnjneiNcDywypIcWWcpufRd7SortZ6rghqxo4h_PiZG0pdxTBylxUFxSglmlNN3pPM8WRB0sLGPilC5nC-CqRY3QYID-d0Q0/s1600/Ferdinand_VI_of_Spain.jpg" height="400" width="296" /></a></div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">A los reyes longevos y de mucho carácter les suelen suceder hijos, y a veces nietos, que pasan a la historia sin pena ni gloria y a los que apenas les da tiempo de empaquetar la herencia recibida para entregársela intacta a sus sucesores, que suelen ser de nuevo longevos y herederos del carácter de sus abuelos. Los historiadores llaman a estos periodos en los que no pasa nada “reinados de transición”, y aletean por encima de ellos con un desdeñoso sigilo.</span></span></div>
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<br /></div>
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<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Al personaje que hoy nos ocupa le tocó ser uno de esos reyes transitorios cuyo legado ha sido eclipsado por dos gigantes, el que le precedió y el que le sucedió. Y es que si reinar entre Felipe V, primer Borbón y uno de los monarcas de más larga vida de cuantos hemos tenido, y Carlos III, tan célebre que su nombre es sinónimo de rey, no es tarea fácil, perdurar en la memoria es misión imposible.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">El infante Fernando, segundogénito de Felipe V y María Luisa de Saboya, no había nacido para rey. Tal honor le correspondía a su hermano Luis, Príncipe de Asturias algo golferas al que sólo le dio tiempo de reinar ocho meses antes de que la viruela se lo llevase por delante. Como Fernando era aún muy joven, su padre, que se había retirado al palacio de La Granja, hubo de retomar, muy a su pesar, las tareas de gobierno y nombrarle heredero. A Fernando, sin embargo, lo de reinar no le iba demasiado. Era de carácter tristón, aficionado a la música, a las artes y a la vida contemplativa. Loables pasatiempos, sin duda, pero muy lejos de lo que se esperaba de todo un rey de España. Al cabo de unos años su padre murió, y no le quedó más remedio que encarar del mejor humor posible su ineludible destino.</span></span></div>
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<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br />
<a name='more'></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Fue coronado en 1746, a la venerable edad de 34 años. Su preparación, sin embargo, dejaba mucho que desear. No era de natural proclive a las desagradables tareas de la gobernación, y su madrastra, Isabel de Farnesio, la maniobrera segunda esposa de Felipe V, había hecho lo imposible por mantenerle alejado de los consejos, las cédulas y los influyentes ministros de la Corte. Fernando no lo había echado en falta. En los años que mediaron entre la muerte de su hermano y su ascenso al trono se había dedicado, junto a su esposa, a vivir sin más preocupaciones que las de disfrutar de las generosas rentas que le procuraba el principado. El rey Felipe, por su parte, celoso por garantizar la herencia, se había encargado de buscarle una princesa bien situada. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">El premio cayó en Bárbara de Braganza, hija de Juan de Portugal y de la archiduquesa Mariana de Austria.</span></span></div>
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<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Bárbara era posiblemente la princesa más fea de Europa; de hecho, cuando se estaba negociando el matrimonio los portugueses tardaron meses en enviar un retrato a la Corte de Madrid, por miedo a que el príncipe se echase para atrás. A cambio, era un dechado de virtudes. Melómana, sensible, culta, muy piadosa y, sobre todo, afectada por el incurable virus de la melancolía. Un verdadero alma gemela del heredero español. Fernando, que de primeras desconfió, pronto supo ver en su ya esposa una compañera perfecta y afín a su modo de entender la vida. El príncipe nunca había conocido a su madre, por lo que siempre arrastró una falta crónica de afecto, hueco que Bárbara supo rellenar con creces. Durante años fueron los príncipes más dichosos de Europa. De palacio en palacio, entregados a la música, al teatro y al cultivo de la su acendrada fe. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Un modelo casi perfecto de la vida muelle a la que se dedicaba la aristocracia europea del siglo XVIII.</span></span></div>
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<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Convertidos ya en soberanos de España, la pareja de tortolitos –se pasaban las horas embobados escuchando al castrado Farinelli mientras la princesa acompañaba al clavecín– hubo de adecuarse a las nuevas circunstancias. Como el rey no sabía gobernar, ni falta que le había hecho hasta ese momento, mantuvo a los consejeros de su padre, convencido de que ese gesto le valdría su lealtad. Y así fue. Los ministros de Felipe V se convirtieron en su más firme apoyo. Porque si bien el rey había dejado este mundo, Isabel, la reina viuda, seguía en él, y con sus ambiciones intactas. Fernando trató en vano de hacerla comprender que sus días de gloria se habían acabado, pero fue tarea inútil. La Farnesio siguió enredando todo lo que pudo, hasta que el bondadoso monarca la expulsó de la Corte. Con muy buenas maneras, eso sí.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
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<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Libre de las intrigas de su madrastra y aprovechando que se acababa de firmar en Alemania la Paz de Aquisgrán, que ponía fin a varios años de guerra entre las potencias europeas, Fernando se vio libre para moldear el Gobierno del reino a su imagen y semejanza. Dio orden a sus ministros de evitar las alianzas internacionales comprometedoras, a la vez que les invitó a proponerle el programa de reformas del que el país estaba tan necesitado.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Lo de la neutralidad fue relativamente sencillo. Puso a su lado, en pie de igualdad, a dos ministros, el Marqués de la Ensenada y José Carvajal, que de otra manera se hubiesen llevado a matar, ya que el primero era francófilo y el segundo anglófilo. Lo de siempre. Ambos, sin embargo, eran convencidos patriotas y muy respetuosos con los deseos reales. Reorganizaron la Hacienda e impulsaron la economía a través de la construcción de infraestructuras, de la promoción de sociedades de amigos del país y, especialmente, a través de la paz, que siempre ha obrado prodigios en materia económica. La política de neutralidad a ultranza de Fernando nacía no sólo de un carácter poco dado a guerrear, sino del convencimiento pleno de que el medio siglo de campañas europeas de Felipe V no había reportado beneficio alguno y sí cuantiosos gastos, que habían dejado exhaustas las arcas de la hacienda.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Que Fernando VI fuese un rey pacífico no significa que fuese pacifista; eso por entonces no existía. En los tranquilos años de su reinado se invirtieron ingentes sumas en renovar la maltrecha flota de guerra, y no se escatimaron inversiones para defender los lindes de sus reinos, lindes que por aquel entonces se extendían por cuatro continentes.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Desentendido de los asuntos de Europa, que, a decir verdad, ni le iban ni le venían, fijó su atención en resolver de una vez el litigio fronterizo con los portugueses en el Río de la Plata. Les entregó parte de Paraguay a cambio de la Colonia de Sacramento. Este tratado, que supuso el fin de muchas misiones jesuíticas, sirvió de inspiración hace unos años al director Roland Joffé para La Misión, una excelente película, de las pocas ambientadas en la América colonial. La moderación y el buen tino ahorraron a España la entrada en el nuevo conflicto que se estaba cociendo entre Inglaterra y Francia, permitiendo al Rey destinar esos fondos a otros capítulos de gasto más acordes con sus gustos.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Con el patio tranquilo en el exterior, se concentró en promocionar las artes, las ciencias, las obras públicas y, como no podía ser de otro modo, la religión. No en vano, uno de los más bellos monasterios de Madrid, el de las Salesas Reales, fue empeño personal de la reina Bárbara. Aún hoy se conserva la iglesia donde ambos monarcas reposan, junto al altar, mientras que las dependencias destinadas a los monjes son el majestuoso edificio del Tribunal Supremo. El pueblo madrileño, siempre ingenioso y faltón, fue muy crítico con la faraónica obra regia. Se hizo popular una coplilla que decía: "Bárbaro edificio / bárbara renta / bárbaro gasto / Bárbara reina". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Los madrileños ignoraban la que en breve se les iba a venir encima, con Carlos III y su costosísimo programa de obras. No ha cambiado mucho la cosa desde entonces. Los habitantes de la Villa y Corte siguen quejándose de lo mismo tres siglos después, y por las mismas razones.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Y es que el pueblo llano no perdonaba a la reina su infertilidad. Injusto dicterio, porque el incapaz de engendrar descendencia era el rey. Fernando VI padecía una afección genital que le impedía eyacular y, por lo tanto, dejar encinta a su esposa. Gracias a la abultada prole que trajo al mundo Felipe V en sus dos matrimonios esto no suponía un grave problema de Estado. Si no había hijos heredarían los hermanos, y asunto resuelto. En Nápoles esperaba paciente el rey Carlos a que le llegase la hora de hacerse con las riendas del más codiciado reino de la familia. En La Granja esperaba, algo menos pacientemente, la Farnesio exiliada, rumiando la venganza contra Bárbara para devolverle con intereses la afrenta de haberla enviado al quinto infierno.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">No tuvo oportunidad. En la primavera de 1758, mientras los reyes se encontraban en Aranjuez regalándose largos paseos por el río a bordo de las suntuosas barcazas que componían la curiosa flota del Tajo, la reina enfermó gravemente, y a los pocos meses entregó su alma al Altísimo. Fernando no lo pudo soportar y, tras el funeral, se recluyó en el castillo de Villaviciosa de Odón, lugar donde pasó el último año de su vida, preso de la melancolía primero y de la locura después.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">No era el primero. Su padre estaba loco de atar, y gobernó de esta guisa durante más de la mitad de su reinado. Lo de Fernando, sin embargo, iba por otros derroteros. Privado de su querida Bárbara, báculo que le había ayudado a llevar las pesadas tareas de gobierno y primordial sustento emocional de su débil y enfermizo carácter, vio que la vida ya no tenía sentido. Vagó por el castillo durante meses, negándose a comer, durmiendo en un humilde jergón y atormentando a la servidumbre con alaridos de madrugada. Su destino estaba sellado, y casi un año después de la muerte de su esposa se decidió a acompañarla. Le faltaban dos meses para su 46º cumpleaños, y había regido los destinos de uno de los reinos más poderosos de la Tierra durante trece fructíferos y pacíficos años. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">No se volvería a ver nada igual en siglos.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Todos sus sucesores se metieron, en mayor o menor medida, donde nadie les había llamado, y todos dejaron el tesoro real a la cuarta pregunta. Cuando su hermanastro Carlos llegó de Nápoles para ceñirse la corona de España se encontró con algo insólito para aquella época –y para ésta–: la Hacienda tenía superávit, nada menos que 300 millones de reales. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Un detalle que Carlos supo agradecer encargando la construcción de un bonito sepulcro, en el que hizo tallar el siguiente epitafio: "Yace aquí el rey de las Españas, Fernando VI, optimo príncipe, que murió sin hijos, con una numerosa prole de virtudes". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Lástima que no sirviese de ejemplo para los que vinieron después. </span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-72407311076160209212014-11-23T13:36:00.000+01:002017-01-29T22:39:00.739+01:00La organizacion política e instituciones en la Corona de Aragón.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAjx39zVfMrKQTRd3TpeFyR0HNspUQcbeByK6p7lKGBizJWToT1KtGpnNRNTf6d6IQit7f0uB2DHHoQA3pEo23kajCgU4bpe2spqMwM3ytuAKCo6RbzrLAeU7H0xmI0ZLJsDuwz2msQhw/s1600/250px-Aragonese_Empire_1443.svg.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="211" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAjx39zVfMrKQTRd3TpeFyR0HNspUQcbeByK6p7lKGBizJWToT1KtGpnNRNTf6d6IQit7f0uB2DHHoQA3pEo23kajCgU4bpe2spqMwM3ytuAKCo6RbzrLAeU7H0xmI0ZLJsDuwz2msQhw/s1600/250px-Aragonese_Empire_1443.svg.png" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La Corona de Aragón entendida como un conjunto de territorios que estuvieron bajo la jurisdicción del rey de Aragón, desde 1164 a 1707, generó en su seno una serie de instituciones y organismos, unos representativos del rey y otros del reino. </span></span></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Antes de todo, una pregunta debe de ser planteada:</span></span><br />
<br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"> ¿Cómo hay que abordar las instituciones históricas de una corona tan cambiante?, ya que, obviamente, la Corona de Aragón no fue como la de Castilla.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<a name='more'></a><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La primera estaba compuesta por reinos diversos, condados importantes y territorios, hoy en día italianos. Castilla, muy grande era sólo un reino. Tenía unas instituciones mucho más sencillas y menos opuestas a la autoridad del rey. Pero la Corona de Aragón desde la época medieval y, por supuesto, en los siglos modernos, antes de desaparecer por medio de los Decretos de Nueva Planta, mantenía una complejidad tal que, necesariamente, hay que desenredar. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">De entrada, cada reino defendía su tierra y privilegios. Y mediante sus Cortes, exigía el juramento de sus fueros al soberano. El rey, fuese quien fuese, era un monarca y, como sabemos, monos quiere decir uno. La realeza pretendía, cada vez más con el avance de los tiempos, obtener un poder más suyo, hasta cierto punto autoritario, por no hablar de absoluto, cuestión difícil teóricamente en los reinos de la Corona de Aragón. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Por esta razón la monarquía dio pie a crear unas instituciones a su vera, que dependían de ella directamente, y cuando el rey no podía establecer su corte exclusivamente en uno de sus territorios. Esta situación ocurre en la época medieval, y desde entonces, el monarca debe buscar sustitutos de su presencia. Pero en los siglos de la modernidad y, en concreto, desde Carlos V, el resto de los Austria comenzando por Felipe II crearon la villa y corte de Madrid, una capital consolidada de la monarquía, fuera de la Corona de Aragón. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">¿Cómo arregla el rey este agravio consagrado en los siglos XVI Y XVII con el avance ya claro de la unión dinástica de Isabel y Fernando? Sencillamente la monarquía unitaria en su interior, que no en sus reinos, se ve obligada a establecer instituciones propias. Son éstas las que puedan representar al rey según lo que el soberano quiera. Son éstas las que le ayudan a gobernar desde el centro de la corte, pero teniendo en cuenta que, teóricamente, deben mantener toda la perspectiva de los reinos. Son éstas instituciones las que deberían asegurar la justicia suprema. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Me estoy refiriendo a las instituciones representativas del rey: el lugarteniente general o virrey, llamado así más popularmente; Consejo de Aragón y la Real Audiencia. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"></span><br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Introducción </span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Pero frente a ellas y a la vez con ellas surgen las instituciones que dicen defender a la propia tierra, a sus leyes que vienen del pasado y se acumulan en códigos cada vez más gruesos, que intentan protegerse de las excesivas exigencias fiscales que van a engrosar las arcas de la monarquía. Son las instituciones representativas de reinos y condados. En general comunes todas ellas en los distintos territorios de la Corona de Aragón. Comunes en cuanto a una estructura similar, que no iguales. Son y deben ser diversas, porque cada una de ellas es propia en. Así habrá de estudiarse las Diputaciones Generales de cada territorio, las diversas Cortes de los mismos, y la mayor especificidad del reino de Aragón con más brazos en Cortes y con una institución exclusivamente representativa del mismo: el Justiciazgo. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Por lo tanto, se dividen las instituciones en dos grandes apartados: las del rey y las de los territorios. Alguno de ellos, sobre todo el reino de Mallorca, no llega a tener siquiera Cortes ya que la ciutat de Mallorca y la isla pertinente son gobernadas en su totalidad por el Gran y General Consell, una exclusiva institución que en la capital recoge a los representantes de la misma y de toda la isla. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Damos paso pues al estudio pormenorizado de las instituciones del rey y después las de los territorios. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El Lugarteniente General-Virrey y Capitán General. El delegado del rey y no su Álter ego </span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Constituyó la más alta magistratura ubicada en los reinos y territorios de la Corona de Aragón. La naturaleza del cargo era eminentemente representativa, ya que gobernaba en nombre y con la autoridad delegada del propio rey en el lugar comisionado. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Apareció en la Corona de Aragón durante la Edad Media. Tanto Juan I como Martín I se vieron obligados a nombrar numerosos oficiales, dotados con facultades específicas, a fin de resolver el grave estado del orden público desde finales del siglo XIV. Estos oficiales recibieron la denominación genérica de comisarios. Sin embargo, cuando se les autorizaba a ocupar el lugar del mismo rey recibieron la denominación específica de lugarteniente (locum tenere). Tanto el cargo de la gobernación general como la lugartenencia general tuvieron competencias extraordinarias, en cuanto se estimaba que ocupaban el lugar y la vez del rey (loco et vice nomimi). Se identificaron entonces con la figura del heredero. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En cambio la figura del virrey (última forma romanceada de la voz latina vicerex), parece que se aplicó en 1397 en Mallorca, y proliferó a comienzos del siglo XV, con los nombramientos respectivos para Teruel, Tarazona, Lérida, Valencia y otros lugares. Adquirió especial importancia en los territorios italianos como Sicilia desde 1415, y Cerdeña. La naturaleza del cargo correspondía simplemente a un funcionario con atribuciones ordinarias de gobierno, y nombrado para coyunturas concretas. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La institución del virreinato adquirió su pleno desarrollo en la Edad Moderna al adquirir carácter permanente y forma regular, y sobre todo, al situar a su titular como cabeza delegada del propio rey. Esto sucedió con el absentismo del monarca, fenómeno obligado en la Corona de Aragón desde la unión dinástica (1479), al establecerse la residencia habitual de los reyes en Castilla. Fernando II, último rey de la Corona de Aragón, sólo residió de forma intermitente y esporádica, en sus territorios patrimoniales. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Fue precisamente con Fernando II (1497-1516) cuando los antiguos territorios de la Corona de Aragón pasaron a constituirse en virreinatos, cuya autoridad fue ejercida por el lugarteniente general-virrey. La confluencia de ambos nombramientos permaneció unida durante 200 años. Tanto en Cataluña como en Valencia, el Rey Católico procedió a nombrar estos altos cargos, a excepción de Aragón, que por motivos obvios, se materializó en 1517 en la persona de Alonso de Aragón, Arzobispo de Zaragoza. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La configuración de los virreinatos en los distintos ámbitos de la monarquía ofrece caracteres comunes y divergentes. Las divergencias fundamentales derivan sobre otros factores de menor entidad, del resultado del juego de fuerzas entre el monarca y los estamentos políticos de los territorios. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Las limitaciones del poder, en cambio, procedían, en su mayor parte, de los ordenamientos jurídicos de los reinos y del Principado de Cataluña. Pero también es preceptivo recordar, las condiciones impuestas por el monarca a través de las instrucciones públicas y las secretas, que marcaban los márgenes de actuación. Estas órdenes del monarca explicitan claramente que el lugarteniente general-virrey no era su álter ego, sino simplemente su representante. Ejemplo de ello son las instrucciones dadas por Felipe II al Conde de Benavente, el 13 de mayo de 1567. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El virrey asumió otras condiciones mandatarias, como la de capitán general y presidente de la Audiencia real. La primera de ellas la adquirió desde comienzos del siglo XVI. En las Cortes de 1592 se logra limitar la fuerza política del lugarteniente general, pero en cambio, se aumentan los poderes pertenecientes a la Capitanía General, en un manifiesto desajuste entre el poder civil y el poder militar. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los problemas militares del siglo XVII, especialmente en Cataluña con los reclutamientos de efectivos, los movimientos de tropas y la casi familiar amenaza francesa, potenciaron la faceta de la Capitanía General, concurrentes en "una misma persona física que no pública". Este engrandecimiento superlativo del cargo causó enormes protestas en las instituciones catalanas, pruebas manifiestas fueron los memoriales de la Generalitat y los agravios presentados ante las Cortes de 1701-1702.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El Consejo Supremo de la Corona de Aragón. El instrumento de la monarquía </span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Resulta difícil resumir la gestión de un organismo tan relevante en las relaciones políticas de los Austria con los territorios de la Corona de Aragón, sobre todo si se pretende no abandonarse a una ingenua generalización, o dedicarse únicamente a la descripción del aparato institucional. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La importancia de este Consejo queda patente en el hecho de ser el máximo órgano de naturaleza administrativa de la Corona de Aragón. Llamado comúnmente Consejo de Aragón, denota su procedencia singular como Sacro Supremo Consilio Aragoniae Coronae. Aunque creado por Fernando II de Aragón en 1494, su origen se haya en el desarrollo del Consejo establecido por Pedro IV y constituido por el Vicecanciller y el regente de la Cancillería. Esta procedencia explica su vinculación con la Audiencia real en un principio. La Audiencia real se desarrolla en cada uno de los reinos, como asesora de la Cancillería para asuntos judiciales, mientras que el Consejo Supremo de Aragón es un cuerpo de todos los miembros de la Cancillería, y único para toda la Corona, dedicado preferentemente a la administración. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En consecuencia se constituyó en la reorganización administrativa fruto de la unión dinástica (1479) como órgano central, instituido a iniciativa del monarca, y como instancia suprema para todos los territorios de la Corona de Aragón. Vino a simbolizar el nuevo vinculo de la monarquía unionista entre ambas Coronas. Ha sido equiparado al Consejo de Castilla, pero no sin ciertas restricciones. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El periodo de vigencia institucional abarcó toda la época foral de la modernidad, un total de 213 años, entre 1494 y 1707, fecha de su desaparición con los decretos de Nueva Planta. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Su introducción en el Principado de Cataluña y en los otros reinos no planteó dificultades, aunque su acoplamiento siguió un proceso peculiar con diferencias dignas de resaltar en cada uno de ellos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Dos cuestiones cave preguntarse en este punto ¿Se comportó igual el Consejo en relación a Cataluña, Aragón, Valencia y el resto de territorios, teniendo en cuenta el especifico ordenamiento jurídico de cada unos de ellos? Y ¿hasta qué punto la práctica cotidiana ejemplariza su calidad de instrumento real? </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Esto nos sitúa en términos generales ante un Consejo de importantísimas atribuciones en época de Felipe II transmisor de las órdenes expeditivas del monarca para el gobierno de cada uno de sus patrimonios, órgano intermediario de comunicación entre el rey y sus representantes, además de ser el cuerpo encargado de proponer y consultar las resoluciones sobre todas las materias de interés, tanto públicas como privadas. En Valencia, las Islas Baleares y Cerdeña sumaba, a todo esto, ser el Tribunal Supremo de Justicia. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Resalta, en cambio, su escasa actividad política, ya que en el régimen polisinodial de los Austria otros organismos homólogos, como el Consejo de Estado y el Consejo de Castilla, atendían de forma preferente esta materia: algún autor ha llegado a considéralo como únicamente Consejo de la Provincia de Aragón. Como escribió Lalinde Abadía casi toda su actividad se vio materializada en asuntos de gracia y, dentro de estos, la provisión de oficios. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En Cataluña y Aragón, las atribuciones judiciales fueron escasas. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En el Principado catalán su intervención judicial se reduce a cuestiones patrimoniales y de interpretación de privilegios. Respecto al reino de Aragón su intervención parece distinta. En 1626 (en tiempos centralizadores y de mirada unificadora de la monarquía, o al menos, de su valido el Conde¬ Duque de Olivares) lo que declara el Consejo de Aragón es que lo que trata "son materias de estado, gracia, govierno, y guerra, y ninguno de justicia".</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Esta afirmación hace reflexionar y apunta hacia un hecho existente, al menos en el territorio aragonés, como es la constitución de órganos especiales para materias determinadas, o en circunstancias extraordinarias. Es el caso de la titulada Junta de las Materias de Aragón. Esta Junta funciona en el periodo de turbaciones de Cataluña en el siglo XVII. Además de la provisión de oficios, interviene en ciertas actividades de carácter político como la transmisión de las ordenanzas municipales, la censura de libros, o la protección de los franceses residentes en el reino.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Otro aspecto importante a tener en cuenta en este análisis es la composición del Consejo de Aragón, tanto en su estructura institucional, como en los individuos que formaron parte de él. La presidencia se otorga al vicecanciller, magistrado y perteneciente a alguno de los territorios de la Corona de Aragón. Le acompañan seis letrados, regentes de la Cancillería, dos por cada uno de los territorios de Cataluña, Aragón y Valencia, además de un abogado fiscal, cuatro secretarios y el tesorero general. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En 1622 la monarquía trata de sustituir al vicecanciller por un presidente perteneciente al estamento de "capa y espada", sin la condición de natural, ni residente en la Corona de Aragón. La enérgica protesta de los reinos consigue en 1646 que se restituya al vicecanciller su lugar, situación que continúa hasta 1692, en el que se vuelve al sistema de presidentes. La dinámica de estos cambios induce a reflexionar sobre las confrontaciones políticas ente el creciente absolutismo real y el constitucionalismo de los territorios, dónde la "naturalidad" de los oficios se reivindica con mayor fuerza. O sobre las cuestiones sociales que enfrenta al grupo profesional de los juristas o togados con la nobleza. La adscripción del vicecanciller hace pensar en un magistrado y se vincula a un jurista nativo de la Corona, mientras que la presidencia puede concederse a un noble -que puede ser castellano- y defender el sistema de regalías de la Corona. Durante el reinado de Felipe II habían ocupado sucesivamente la vicecancillería, el catalán Pedro de Clarianay Seva (1554), el aragonés Bernardo de Bolea (1562) y el valenciano Simón Frigola (1585). </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En relación a la pregunta de si fue el Consejo Supremo de Aragón un instrumento del poder real nos remitimos a un momento crucial del Principado, el del virreinato de Don Juan José de Austria (1653-1656). Sin lugar a dudas, la actitud de este organismo, preocupado ante todo por respaldar el poder de la Corona en dos temas cruciales para Cataluña como eran el control militar y las insaculaciones para el Consell de Cent. El Consejo de Aragón no hizo sino comportarse como un fiel servidor que, ante todo, se postraba ante su rey. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"></span><br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La Audiencia: El tribunal real </span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La Real Audiencia fue el órgano supremo y universal de la administración de justicia, que ejerció sus funciones en nombre del rey, y muchas veces frente al parecer constitucional de los reinos y territorios de la Corona de Aragón. Constituyeron los tribunales territoriales de Justicia surgidos del Consejo Real. En Castilla ocuparon el segundo escalafón las Cancillerías, y en la Corona de Aragón, las Audiencias, tribunales de menor entidad, constituidas en tiempos de los Reyes Católicos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Desde sus primeros tiempos el Consejo del rey recogió una doble función: la política y la judicial. En la transición bajo medieval el camino de la administración de justicia tendió a la especialización en consejo o audiencia para que atendiesen los pleitos y querellas civiles o criminales. En este proceso la Cancillería real ocupó un lugar destacado durante el siglo XlV. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La unión dinástica obligó a consolidar organismos permanentes en ambas Coronas, que implantasen el gobierno del rey y de forma más explicita su justicia. Los planteamientos regnícolas de la Corona de Aragón supusieron la necesidad de creación de unos tribunales específicos para cada territorio, que surgieron en condiciones político-sociales distintas y con diferencias estructurales según la evolución del derecho autóctono y las disposiciones regias. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">De ahí que la Real Audiencia o la Audiencia real recogiese la herencia histórica del Consejo real, al ejercer desde su consolidación una doble función: la consultiva o de asesoramiento de las materias de gobierno y la de administrar la justicia de la naciente monarquía dual, en consonancia con el avance de la modernidad. El cambio institucional se caracterizó por la transformación de la Audiencia de los reyes de Aragón, "instancias de carácter único e itinerante, en una variedad de organismos jurisdiccionales de base territorial, carácter colegiado y composición estable, capaces de asumir con continuidad y permanencia la representación del monarca". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Entre las Audiencias pueden destacarse dos niveles; el superior integrado por los reinos de Aragón y de Valencia y el principado de Cataluña. Otro de una posición institucional inferior formado por los reinos insulares de Mallorca y de Cerdeña. Tanto Cataluña como Aragón reglamentaron sus propios organismos a instancia de Fernando II y en el marco de sus respectivas Cortes, coincidentes en el año de 1493. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El modelo catalán fue pionero y rotundo tanto en la dotación de su plantilla de letrados como en su marco de competencias y vías de actuación. Las Cortes acordaron la constitución de un tribunal compuesto por 10 juristas, catalanes, con grado de doctor o licenciado en Derecho Civil y Canónico, y que acreditaran su acrisolada habilidad en su práctica. Los jueces serían nombrados por el monarca en calidad de oficiales reales. Un estricto estatuto marcó el perfil institucional y personal de los letrados, acompañado de un severo régimen de incompatibilidades. En 1510 se introdujo el secreto en las votaciones y en 1512 quedaban definidas las pruebas de examen de los aspirantes a magistrados, que incluían, además de una suficiencia en conocimientos, un informe sobre su reputación, vida y costumbres. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En el reino de Aragón el proceso que conduce al establecimiento de la Audiencia real hay que buscarlo en la legislación del reinado de Juan II y posteriormente en las Cortes de Calatayud de 1461, asamblea que elaboró el fuero De Homicidiis, cuya ampliación y desarrollo dio paso a un consejo de letrados. Sin embargo es con los fueros de título Super causis criminalibus en las Cortes de 1493, cuando se estabiliza el consejo de los cinco letrados, interpretado como el centro nuclear de la Audiencia en Aragón. Este consejo, de naturales del reino, surgió para dirimir las controversias posibles con los oficiales reales acerca de estos fueros fundamentales de naturaleza criminal, además de asesorar al Justicia de Aragón. En 1510 se introdujo la novedad de que los consejeros debían ser elegidos por insaculación. </span></span></div>
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<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El reino de Valencia quedó descolgado de esta dinámica, y no se integró hasta 1506-1507, con una configuración específica, que se aproximó al modelo catalán, en versión reducida. Fernando el Católico creó un "Consell o Audiencia reial", cuya presencia ocupó el Portant-veus de la Gobernación General. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">A lo largo del siglo XVI es cuando la Audiencia adquiere su perfil institucional, a través de las sucesivas Cortes del reinado de Carlos I y Felipe II. En estos momentos las tres Audiencias se dotan con elementos semejantes, configurando definitivamente su estructura colegiada. En época de Carlos I, las Cortes de 1528 promulgaron trece fueros sobre "reparo de la Audiencia real", que para ejercer control sobre este organismo se disponía un procedimiento de denuncia ante el Justicia de Aragón. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Desde Barcelona, Carlos I promulgó una pragmática que instituía la presidencia del virrey en la Audiencia. Y en 1547 se dispuso que se habilitara un local para la Audiencia en el palacio real de Barcelona. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En tres de las Cortes del reinado del rey Prudente se terminaría de perfilar este importantísimo tribunal real en el país (1564, 1585 Y 1599). En las primeras se estructuran los consejos añadiendo una sala para asuntos criminales. En Barcelona se creó el "nou Consell reial per los negocis i causes criminals". En Aragón el nuevo consejo se bifurcaría en una sala criminal, compuesta de cinco letrados y la que existía en este momento, para ocuparse únicamente de las causas civiles. De igual forma en Valencia las Cortes solicitaron al monarca la separación de las dos Salas. La explicación de este fenómeno se halla, en el acuciante bandolerismo, común en los mencionados territorios y que aumentó vertiginosamente los procesos criminales en curso. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En 1585 se sustituirá una tercera sala en la Audiencia catalana bajo la presidencia del Regente de la Cancillería. También en Valencia se instalaron las salas civiles con cinco oidores cada una. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La centuria culminó con la supresión del Consejo criminal de la Audiencia catalana y la continuidad de la Tercera Sala dotada de atribuciones de justicia, gobierno y procesos criminales en 1599. En Valencia también la pragmática llamada de El Escorial en 1607, volvió a las dos Salas civiles con cuatro oidores cada una, quedando igual la sala criminal. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El fin del siglo XVI censura el gran proceso del afianzamiento del organismo judicial real con dos acontecimientos específicos: las Cortes de Tarazona de 1592 que marcan un avance hacia el absolutismo regio en Aragón, tras las alteraciones de 1591; Y la profusión de normativas referentes a la Audiencia valenciana que provocan la recopilación de los decretos reales y ordenanzas en 1609 por el virrey marqués de Caracena. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Respecto a los reinos insulares Cerdeña fue la primera en disponer de una Audiencia propia. En las Cortes catalanas de 1564 un acuerdo formó la Audiencia y Cancillería, cuyas instrucciones se materializarían en 1573. Por su parte Mallorca obtuvo su tribunal en 1571 mediante la promulgación de la correspondiente pragmática. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En este largo ordenamiento sobresale claramente el papel gubernativo de estas Audiencias. A la función de tipo jurídico de los consejeros deben agregarse otras varias derivadas de su condición de representantes del poder. En los archivos de Aragón han quedado constatados los informes enviados al soberano dándole toda seria de detalles sobre los candidatos para los cargos municipales de Zaragoza. Aunque obligadas a afianzar la administración real, de paso debían frenar "el dictado unilateral del virrey", y por otro lado "los rigorismos forales regnícolas", que eternizaban con interminables litigios el agotamiento de la práctica judicial. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Las tensiones entre las Reales Audiencias y los territorios no faltaron a lo largo del siglo XVII. Diversos estudios así lo han ratificado, en especial con el organismo catalán. Desde los problemas competenciales con la autoridad del virrey , las relaciones entre el territorio y el Rey durante la "revolta catalana" y el ascenso de familias nobiliarias, que realizaron brillantes carreras en los tribunales de los reinos. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La Guerra de Sucesión cambió el gobierno en la Corona de Aragón, tanto en la estructura de gobierno como en el personal de los tribunales reales. En esa marea político-administrativa naufragaron las Audiencias forales y surgieron las Audiencias borbónicas. </span></span></div>
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<b><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El contrapeso del poder real, la Corte del Justicia de Aragón </span></span></b></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Dos instituciones se erigieron en la época foral como protectoras de los fueros y privilegios del Reino de Aragón: la Diputación General, en calidad de delegada permanente de las Cortes, y la Corte del Justicia de Aragón. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El Justicia de Aragón ha representado en el imaginario colectivo histórico la personificación del defensor de las "libertades" y del foralismo aragonés. Esta figura peculiar ha encarnado, como ninguna otra institución, la plasmación práctica y simbólica del contractualismo. En pleno apogeo del cargo, Jerónimo de Blancas, lo definía en sus Comentarii como "el vínculo de nuestra república y el fundamento de nuestra concordia civil y doméstica". Esta apreciación sintetiza de forma diáfana y contundente la esencia de la institución del Justiciazgo: el servir de pieza intermedia, de bisagra paccionada entre los intereses regnícolas -sobre todo de la nobleza, y el avance del absolutismo monárquico, en un tema de capital importancia como es el de la administración de justicia. Esta posición de equilibrio entre los dos supuestos enfrentados, rey y reino, es patente desde su aparición como cargo. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Aunque podría remontarse sus antecedentes como "juez de injusticias" musulmán, su origen se halla esclarecido y documentado como el justicia de la corte del rey, cuya antigüedad se remonta a 1162. Entonces, a las labores de asesoramiento, unía el pronunciamiento de las sentencias judiciales tras las deliberaciones del monarca con los barones. Su presencia se acentúa y adquiere relieve a partir de 1221 con la disminución de las actividades de los mayordomos, más dedicados a las funciones cortesanas junto al rey que a la administración de justicia. Es en las Cortes de 1265, celebradas en Ejea de los Caballeros, cuando se materializa su impulso como "Justicia Mayor" o "Justicia de Aragón". Tras momentos de agitación social y malestar económico de la nobleza se le otorga la posición de "juez medio" que debe intervenir en los pleitos entre el rey y los nobles, o hasta en la propia nobleza, basando esta facultad en el peso de la costumbre como norma sacralizada del derecho, no admitida por la monarquía en su avance romanista. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El Justicia Mayor de Aragón nacía de una fórmula transaccional, representando el equilibrio de fuerzas entre las tensiones feudales y monárquicas: la dialéctica entre el derecho romano y el consuetudinario y el peso económico-social de una importante aristocracia. Así lo manifiesta su pertenencia a la baja nobleza, al grupo de los caballeros y no a los ricos hombres. Y además el que, en un primer momento, no se le exigiese la calidad de letrado, por no oscilar la veleta de los vientos hacia el fortalecimiento de una legislación favorable al rey. De igual forma la fuerte influencia nobiliaria caracterizará los primeros nombramientos y proseguirá a lo largo de su desarrollo posterior.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La propia trayectoria de la institución del Justicia Mayor nos ofrece las claves interpretativas de la evolución organizativa del Reino. El Privilegio General de 1283, no sólo confirma su condición de juez medio, si no que lo convierte en Presidente de las Cortes, con facultad de juzgar los pleitos que arriban al organismo con la confluencia de un consejo (formado de ricos hombres, mesnaderos, caballeros, infanzones, ciudadanos y hombres de las villas). Así consta en las Cortes de Zaragoza de 1300, ocupando el cargo Jimeno Pérez de Salanova. Un salto notable en el reconocimiento del Justiciazgo, y en consecuencia en sus competencias, se producirá en el siglo XlV. En las Cortes de 1348 el fuero De ius dominus Rex le constituye en el principal guardián del ordenamiento foral frente a la amenaza del derecho romano, supervisando la pureza de los fueros al traspasarlos del romance al latín, lengua que les otorgó un carácter más oficial e instituido. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Este camino ascendente conduce a la plenitud institucional en el siglo XV, con una singladura que perdurará hasta las Cortes de Monzón de 1592 en tiempos de Felipe II. En 1442 la figura se hace vitalicia y tiende a ser hereditaria (Domingo Ximénez de Cerdán y su hijo hasta 1423), negando que pueda ser mutario, es decir, amovible a voluntad del monarca, basando el hecho pretendidamente en la costumbre y en el espíritu de los fueros. Además la leyenda de los Fueros de Sobrarbe, que lo describen como anterior al propio monarca, fortalece su posición en el reino y concede mayor valor carismático a su figura. Esta leyenda es utilizada y difundida desde el propio justiciazgo y por el cronista Jerónimo de Blancas, que sitúa la institución del "juez medio" en el quinto fuero de Sobrarbe. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La institución del justicia se ha consolidado y es manifiesta su ascensión política frente al rey. Pero, en cambio, comienza a manifestarse explícitamente su dependencia absoluta de las Cortes, del Reino teóricamente reunido en Asamblea. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">A través de las Cortes se ha ido engrandeciendo la institución históricamente pero también serán ellas las que sujeten a la magistratura a su control. A partir de 1461 ya no designará libremente a sus dos lugartenientes (ampliados a 4), sino que se extraerán trienalmente de los insaculados o sorteados por los diputados. El control sobre la institución tenía precedentes anteriores como la denominada encuesta del Justicia que introducía la novedad de 4 inquisidores para ejercer la investigación judicial de oficio (no usual en la práctica aragonesa) desde 1390. Los cuatro oficiales eran nombrados en representación de cada uno de los brazos de las Cortes y sentenciaban en juicio público.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Las Cortes de 1528 a través del Reparo del Consejo del Justicia de Aragón desnataron el carácter personal de la magistratura, dando paso a un consistente órgano colegiado. El aparato judicial quedó establecido con 5 lugartenencias con sus correspondientes escribanías. El lugarteniente adquiere un perfil delimitativo: letrado de reputación, experto y doctor en Fuero y Derecho, con una práctica legal superior a cuatro años, y una edad que supere los 30 años. Debe rendir cuentas ante el tribunal de "la Diez y Setena", con los diecisiete judicantes. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Este tribunal con el tiempo se manifiesta en la práctica regnícola inferior en competencias a la Audiencia real, y a veces, hasta del gobernador. La fama del justiciazgo como defensor de la esencia constitucional aragonesa será manifiesta, y también sacralizada, con el ajustamiento del joven Juan de Lanuza enfrentado al enfurecimiento potestativo de Felipe II, un 20 de diciembre de 1591 en la plaza del Mercado de la ciudad de Zaragoza. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Las Cortes de Tarazona de 1592 introducirán importantes modificaciones, que reducirán el formato anterior de la institución.</span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los cambios afectarán no sólo al titular del Justiciazgo sino a su Corte de juristas. En primer lugar se suprime el carácter vitalicio de la institución y el nombramiento de su titular sufre la consulta del Consejo de Aragón al rey. Preocupa la trayectoria profesional jurídica del ocupante, lo que conducirá en breve tiempo a que el nombramiento recaiga en regentes de la Cancillería por su fidelidad al rey y por su conocimiento del Fuero y del Derecho. </span></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">A su vez los lugartenientes sufrieron también una importante remodelación. Los diecisiete judicantes quedaban reducidos a nueve. El fuero aprobado en Tarazona permitía al monarca la propuesta de los 9 candidatos, de los cuales se insacularían 8 por los brazos de las Cortes del reino. De allí surgirían los 5 lugartenientes componentes de la Corte de justicia, que a su vez, recibirían el nombramiento real. Los 4 restantes esperarían hasta producirse una vacante. Hasta los escribanos pasarían el filtrado real. La sombra del monarca se proyectaban con fuerza sobre esta institución señera, y estimada por los aragoneses, como parte identificativa de su historia. </span></span></div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En 1626 la manifestación de bienes desaparece como función. La colocación progresiva de miembros vinculados a la Audiencia real en el Justiciazgo, contribuye a situar al Tribunal por encima de aquel, al imponer esta carrera judicial en Aragón. </span></span></div>
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<br /></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Con los decretos de Nueva Planta de Felipe V, queda abolida la institución, algunas de cuyas funciones son transferidas a la Audiencia. La competición regnícola de ambas instituciones queda concluida con un final gubernamental. La voluntad de un monarca ganó la partida póstuma. </span></span></div>
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<b><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La Diputación del General o Generalidad. El Poder de la Tradición </span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En la Edad Media surgen organismos encargados de la administración de la Hacienda, ante la necesidad de contar con una comisión permanente que asumiese la responsabilidad de la recaudación y pago de lo que debía percibir el rey. Esta comisión, nacida en Cataluña en 1359, recibió el nombre de Diputació del General de Catalunya, a imagen de una representación estamental y delegada de las Cortes del Principado. También en Aragón su aparición va ligada a la creación del impuesto de las Generalidades en 1364, como órgano gestor del mismo. En Valencia se constituyó con los mismos objetivos. En los tres territorios concluyó siendo la Diputación un organismo permanente de las Cortes representativas para recaudar el servicio económico votado en ellas, con la competencia de la vigilancia del cumplimiento de lo acordado en ellas, durante los periodos intermedios, entre la celebración de las mismas. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Durante el Medioevo no existió una corporación que representase de forma tan clara al territorio. Por eso traspasó fronteras, estableciéndose en Navarra a finales del siglo XV y fue implantada también en Cerdeña y Sicilia. Órgano estamental y representativo de los reinos, evolucionó sobrepasando su naturaleza administrativa y fiscal hacia funciones de carácter político en la modernidad. </span></span></div>
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<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La época áurea de la Diputación catalana corresponde al siglo XV </span></span></div>
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<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Aunque en 1359 se hizo permanente, su composición de 1 diputado por brazo no quedó determinada hasta 1375. En 1413 recibió su estatuto originario, con la conversión de los impuestos establecidos para la recaudación del donativo en contribución permanente, que administró y utilizó libremente, y que se vieron incrementados notablemente con "les entrades i exides" y "la bolla i segell" que se cobraron sobre los tejidos. Tras la guerra civil catalana de 1462-1472 en la que la Generalitat se enfrentó a Juan II de la Corona de Aragón, el rey Fernando II la rehabilitó moderadamente en la constitución Poc valria de las Cortes de Barcelona de 1481, aunque se la iba a controlar vía la Real Audiencia. Luego la reformó aún más en 1488 imponiendo el sistema de insaculación (práctica de elección de los diputados a suerte entre una lista preciadamente establecida). Este nuevo régimen de elección se materializó en 1493 en la Generalitat, tras la aprobación en las Cortes de ese mismo año; luego se aplicó al municipio de Barcelona en 1498. La conflictividad entre las banderías políticas catalanas fue utilizada hábilmente por el Rey Católico. Hasta 1714 la institución catalana conservó gran parte de su potencialidad fiscal y política. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
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<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En Aragón la Diputación del General estuvo perfectamente confirmada al comienzo del siglo XV, alcanzando su apogeo en el quinientos, paralelamente al auge del doctrinarismo foralista. La sólida configuración de la institución entre 1461 y 1467 le otorgó un reconocido prestigio, que fue afianzando con las reformas impuestas en el organismo, unas a partir de 1490, y otras en 1519 con el denominado "reparo del general". Con ellas se alcanzó un saneamiento de los ingresos y gastos, y la consolidación del nombramiento anual de los 8 diputados (2 por cada brazo de las Cortes), aspecto que siguió vigente hasta 1707. La insaculación de los diputados se introdujo en 1446, aunque el sistema queda consolidado en las Cortes de Tarazona de 1495.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
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<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El reino de Valencia ratifica en 1418 los impuestos sobe los géneros que determinan la mayoría de los diputados, tales como el "dret del tall" sobre la venta de tejidos en el reino y los derechos de las mercaderías sobre la exportación. Con el tiempo, a lo largo del siglo XVI y XVII, se cobraron los derechos del general de corte y el general de la mercaduria. Con los ingresos de las generalidades se hizo frente a una serie de gastos de importante calado como el mantenimiento de la guardia y custodia de las 78 torres de la costa marítima del Reino, pensiones de censos, y los salarios de los empleados de la judicatura y contaduría del organismo. La "renta" de las generalidades valencianas traspasó las modificaciones fiscales de la Nueva Planta y fue objeto de una remodelación hacendística en época del marqués de la Ensenada en pleno siglo ilustrado. En este sentido también los derechos de la Bolla sobrevivieron a la corporación que los había instituido, perviviendo hasta su derogación en 1770 en época de Carlos III.</span></span></div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Junto a estas competencias hacendísticas y fiscales, su acción se extendió a esferas de la gobernabilidad de los territorios, como asuntos relacionados con la sanidad, el mantenimiento de la paz ciudadana, la defensa del territorio, ejerciendo una continúa labor de protección de los intereses propios durante los siglos XVI y XVII. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">De todas estas funciones la de mayor interés es, sin lugar a dudas, la de defender las constitucions, furs o libertades, aprobadas en las respectivas Cortes. En Cataluña y en Aragón se constituyeron en garantes del propio ordenamiento jurídico. La Diputación o Generalitat reafirmaron así su origen, al ser creadas por el pactismo político y por el sentido político de los estamentos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El poder que les confiere la gestión de los recursos económicos les conduce a erigirse en defensores y representantes legítimos de los territorios, con lo que devienen en órganos políticos y por ello la denominación doctrinal de diputados. Conscientes del poder adquirido, los diputados se atreven a presentar una cierta oposición política frente a la realeza, actitud que se ve beneficiada por el progresivo absentismo de los monarcas. Así, cuando las Cortes experimentan un proceso de decadencia, intentan ejercer un cierto control de la actuación de los tribunales reales. En Aragón la vigilancia de este organismo es palpable supervisando incluso la acción del Justicia y su Corte de lugartenientes. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La Diputación catalana fue semejante a la aragonesa en este sentido, distanciándose de su homóloga valenciana. Aunque las tres tuvieron competencias para defender sus respectivos ordenamientos forales, la Diputación valenciana nunca adquirió una capacidad de actuación política tan destacable. Tanto en los organismos pretendidamente representativos como la Generalidad y las Cortes, las instituciones valencianas, aunque formalmente mantuvieron su autonomía, pasaron sutilmente a ser manejadas por la realeza. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La mayoría de los conflictos de las Diputaciones vendrían motivados por el creciente incumplimiento de las autoridades reales hacia el ordenamiento jurídico foral. Será habitual el enfrentamiento por intromisiones en el uso de competencias por diferentes cargos e instituciones, como los lugartenientes generales-virreyes. Estas tensiones se manifestaran a lo largo de los siglos XVI Y XVII. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En el Aragón de la primera mitad del siglo XVI los conflictos se debieron a la pretensión de los virreyes por permitir o prohibir a su antojo la salida de cereales del reino, asunto que tradicionalmente venia siendo competencias de las Diputaciones del General. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El tema se resolvió aclarando las competencias propias sobre el arrendamiento del General. Oros temas de fricción de manera casi permanente fueron los nombramientos de autoridades seculares y eclesiásticas que no fueran naturales del Reino, como el caso de Antonio Zúñiga, castellano, designado virrey, en 1530. Similares fueron las protestas con motivo del nombramiento del Cardenal Campeggio como Obispo de Huesca en 1531, o el de Hércules Gonzaga para la sede de Tarazona en 1536. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La evolución del absolutismo regio contribuyó a acrecentar la importancia de estos organismos en el siglo XVI. Un momento clave para apreciar el avance del absolutismo nos lo demuestran los sucesos de Zaragoza en 1591, con las "alteraciones aragonesas" y los recortes acotados por la monarquía en las Cortes de Tarazona de 1591. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Entre ellos recogemos como un botón de muestras la serie litigios y protestas, especialmente: agravados desde 1580, como la reavivación del pleito del virrey extranjero; los problemas del Privilegio de los veinte en el Ayuntamiento de Zaragoza; las alteraciones de Teruel y Albarracin; la rebelión de los vasallos de Ribagorza ... que posiblemente influyeron en el recorte de las funciones de la Diputación del Reino a partir de 1592. Los diputados se vieron abocados a ser ejecutores de las órdenes del Justicia en los sucesos de Zaragoza de 1591. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Esta problemática se hace evidente en el deseo de la monarquía de recortar poderes a la institución aragonesa en el fuero titulado "Que los Diputados del Reyno no puedan hazer convocaciones". Por éste quedaba vetado a los diputados convocar a los cuatro brazos, comisión que se producía en una situación difícil motivada por algún grave contrafuero. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los medios utilizados por las Diputaciones no podían ser otros que el envió de cartas y embajadas a la corte. En ellas se demanda el estricto cumplimiento de la normativa foral, con frecuencia vulnerada por el monarca, o por sus representantes. Otro organismo muy activo e invasor de la legislación contractual fue la Santa Inquisición, que se atribuyó numerosas competencias al margen de los asuntos estrictamente religiosos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La práctica aconsejó a la Diputación General de Aragón a disponer de un agente permanente en la Corte para dirimir los asuntos con mayor eficacia. Sin embargo, en los asuntos importantes se reforzaba la presión con embajadores. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los embajadores comunicaban y defendían en la corte lo que fuese. Habitualmente eran dos o tres, de la categoría de prelado o noble, a lo que se sumaban personajes aragoneses de prestigio apoyados por los estamentos representados en las Cortes, o vinculados a los medios cortesanos y palaciegos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Rastreando entre las embajadas enviadas por la Diputación de Aragón puede apreciarse holgadamente la constante labor política y diplomática del consistorio a lo largo del siglo XVII. Recogemos algunas de las cuestiones anotadas en los Libros de Registros (AHP., Ms.622), dónde puede apreciarse una gama amplísima de asuntos de gobierno y una variada correspondencia con la totalidad de instituciones de la época, tanto del ámbito central, territorial como en el local. En las relaciones con la monarquía sobresale el juramento de los fueros y la celebración de Cortes por los sucesivos soberanos en 1604 (foI.164), 1626 (fol. 169) Y 1676 (fol. 180). En esta ocasión se nombraron embajadores de excelencia como D. Jaime Palafox y Cardona, el Arcipreste de Santa Maria y el Marqués de Coscojuela. Preocupan al organismo la vulneración de los fueros y agravios al sistema foral en temas de la defensa del Reino y alistamientos de tropas en 1619, 1643, o ayuda al Principado de Cataluña en 1689.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En esta ocasión se envía como embajador a D. José Bardaxi, para solicitar "quietud y sosiego de esta rebelión". Los mandatos virreinales sobre comercio promueven multitud de visitas. En concreto, cuando se trata de cerrar los puestos fronterizos con Francia (1636, fol. 171). </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Las controversias con los reinos vecinos por temas arancelarios son frecuentes, cuyas embajadas se materializan asistiendo a las sesiones de Cortes, como en 1691 (fol. 184) con el nombramiento del Sr. D. Manuel de Sesse para que solicite el libre tránsito de vinos aragoneses en Navarra.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La importancia de las embajadas queda patente cuando en 1682 (fol. 156) resuelven los diputados se dedique un libro específico, con índice y anotamientos, a la actividad política de la corporación, con especial constancia de las embajadas realizadas, cuyos gastos sobrepasan con creces la asignación económica consignada en las sucesivas cortes. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"></span><br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Las Cortes. Las máximas instituciones representativas de la sociedad </span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En 1702 las Cortes aragonesas recordaban a la reina Ma Luisa Gabriela de Saboya la triple función de estas Asambleas, recalcando su importancia como las máximas instituciones representativas de los Reinos. Éstas, en vísperas de los cambios tan trascendentales que se preparaban, volvían a rememorar las raíces de su existencia. La función legislativa y judicial (acordar y promulgar leyes) atender a la reparación de los agravios; y financieras, materializadas en la votación del servicio o contribución a la Corona. A estas sumaban además la concesión de mercedes a los leales súbditos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Sólo Cataluña y Aragón tuvieron Cortes a comienzos del siglo de las luces. Cataluña, además dobles, unas borbónicas (1701 ) y otras austracistas (1706), con ellas finalizaba el ordenamiento foral y se daba paso a una nueva concepción del poder y de los instrumentos de gobierno. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Históricamente la convocatoria de las Cortes correspondía al rey. En varias ocasiones el hecho suscitó protestas aunque lo hiciese otra persona en su nombre (ya fuese la reina o el primogénito). En cambio, se toleró sin restricciones el hecho de que la presidencia recayera en un lugarteniente general o virrey. Las cartas de las convocatorias debían contener los negocios a tratar y el lugar de la celebración. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los convocados eran los componentes de los estamentos sociales del Principado o de los reinos, llamados brazos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los brazos de Cataluña y de Valencia eran tres, dos de ellos representando a la minoría privilegiada, nobleza (brazo militar) y clero (brazo eclesiástico). El tercero (brazo real) agrupaba a una minoría del total de la población que carecía de privilegios. El estamento nobiliario valenciano incluía diferentes categorías de nobles, generosos y caballeros. El brazo eclesiástico solía estar compuesto por las altas jerarquías del clero secular y regular, entre ellos abades, de distintos monasterios, priores y comendadores de diversas órdenes y miembros de los cabildos catedralicios. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En Aragón, los brazos constituyentes de las Cortes eran cuatro: ya que la nobleza aparece subdividida en dos grupos: la alta nobleza (constituida por barones y ricos hombres) y la baja nobleza, integrada por caballeros, e hidalgos o infanzones. Pervivencia de la importancia de este grupo social en la organización estamental. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El cuarto brazo o de las universidades era el que aglutinaba a los municipios, generalmente entorno a una treintena como en Valencia (en 1645) y en Aragón. Las mujeres no intervenían por si, pero lo gestionaban a través de sus representantes. En tierras aragonesas esto se generaliza desde 1387. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Cada territorio tenía un protocolo peculiar para la celebración de estas ansiadas Asambleas regnícolas, que prevaleció hasta la abolición del ordenamiento foral. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">A continuación a modo de ejemplo, el ceremonial de proceder de las Cortes borbónicas de 1702. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Las sesiones se iniciaban con la proposición o discurso del rey, que contenían los motivos de la convocatoria. La respuesta de la bienvenida regnícola era privilegio del brazo eclesiástico. La justificación de las ausencias o contumacia correspondía al Justicia de Aragón, que generalmente las justificaba por motivos de orden público (bandosidades) o por catástrofes naturales. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los brazos se reunían por separado en salas diferentes. Cuatro diferentes categorías indicaban las obligaciones delegadas: los habilitadores verificaban la identidad de los representantes o procuradores; los promotores o promovedores seleccionaban las materias de discusión; a los tratadores, a quienes se les encomendaba la negociación de los temas debatidos en el seno de los diferentes brazos; y por último los recogedores o examinadores de agravios o greuges, cuya misión consistía en estudiar los motivos de queja cometidos por los oficiales del rey.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El reparo real de los greuges era condición sine qua non para obtener el asentimiento de los estamentos a las peticiones reales. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Las escasas convocatorias de Cortes y los intervalos cada vez más frecuentes y espaciados, obligaron a los Reinos a congregar Juntas. Estas se denominaban Juntas de Estamentos en Aragón, Juntas de Brazos en Cataluña y Junta d'Electes en Valencia. Estas Juntas se enfrentaban a diversos cometidos: vigilar el pago del servicio concedido al rey una vez finalizados; hacer seguimientos de los decretos reales a las propuestas legislativas presentadas. Es el caso de las Cortes valencianas de 1604 y 1645. Y sobre todo defender el sistema constitucional. Éstas en Valencia eran denominadas Juntas del Contrafuero. Estas Juntas fueron aumentando desde el reinado de Felipe II y de manera significativa en el siglo XVII. Acudían al rey pidiendo reparación de agravios. Las Cortes valencianas de 1626 pretendieron crear un tribunal de Contrafueros, cuestión que se materializó con Felipe IV en 1645.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Vamos a resaltar las actividades parlamentarias más representativas, cuyo legado abre las puertas de la evolución del pactismo, explica la dinámica política entre los intereses regnícolas y el avance del absolutismo regio. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En Aragón las Cortes impulsaron avances en el quehacer parlamentario a lo largo del periodo moderno. Las primeras sesiones son las habidas con Juan II. Las más representativas de las 9 sesiones consecutivas entre 1460 y 1484, son las Cortes de 1460-1461. En ellas se elabora una legislación fundamental que ratifica la posición de los estamentos sociales ante la identidad regnícola. Se define la naturaleza aragonesa en la que se incluye a los hijos de los reyes, aunque no hubieran nacido en el reino aragonés. Se exige la nacionalidad autóctona para el canciller, vicecanciller y regente de la Chancillería real, y se castiga con pena de muerte la intervención de catalanes y valencianos en asuntos aragoneses. Otra cuestión interesante es la identificación de los privilegios aragoneses con la religión cristiana, consiguiendo pena de prisión contra moros y judíos que no respetaran el paso del santísimo sacramento. Unos años más tarde (1484) se introduciría la nueva Inquisición en el reino. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Durante el reinado del Rey Católico se abrieron caminos a la estructuración institucional, tales como el incipiente consejo de la Audiencia (1493), las bases de la tributación general del reino (1495), la supresión de la Hermandad (1510). </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Las Cortes del siglo XVI dieron paso al debate de importantes problemas cuestiones en el debate entre el avance de un absolutismo imparable y la concienciación cada vez más definida de un reino aforado, que profundiza afianzando sus raíces contractuales con brillantes letrados, afanosos cronistas y ambiciosas recopilaciones forales. Las tensiones de las Cortes se vieron incrementadas por la actuación de algunos grupos de aragoneses a favor de las tendencias autoritarias. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Asuntos dignos de mención quedaron ratificados en las sucesivas asambleas, como las denominadas plazas naturales. La antigua aspiración del reino alcanzó su objetivo. Los aragoneses pudieron obtener en América oficios, beneficios, prelacías y dignidades eclesiásticas y civiles, como los naturales de los reinos de Castilla. Por otro lado, el avance en la sistematización de las compilaciones forales y en los reglamentos parlamentarios alcanzaron brillantes objetivos, entre ellos los trabajos de J. Blancas, J. Martel, como la Forma de celebrar Cortes en Aragón, que introdujo en 1601 los últimos cambios producidos en 1592.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En otro orden de cosas, la legislación comercial y la regulación industrial avanzan durante esta centuria hacia un perseverante proteccionismo económico, que anticipa los agitados debates de las Cortes aragonesas del siglo XVII. En 1460 ya se regulan una serie de medidas para proteger la propia industria y comercio. Bajo el epígrafe "Reformación, prohibición y limitación de vestidos y atavíos de personas ... " se consolida en 1553 una ley suntuaria cuyos propósitos de sanear la vida económica del reino se extenderán hasta 1702, lógicamente con los sucesivos ajustes de cada crisis industrial. No podemos concluir la evolución de estas Cortes en el quinientos sin atender a las de Tarazona de 1592. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Aunque presididas por el arzobispo de Zaragoza, Andrés Cabrera y Bobadilla y después por Juan Campi (Regente del Consejo de Aragón), los brazos del rey Felipe I (en Aragón) llegaron muy lejos, al menos, para la costumbre aragonesa. Posiblemente comparadas sus líneas de actuación con otros problemas de enjundia y en otros lugares patrimoniales, su comportamiento debió de tener perfiles semejantes. Sucesoras de las "alteraciones aragonesas" de 1591, sus acuerdos no coinciden con las tendencias legislativas de las anteriores Cortes: el cargo del Justicia quedó revocable a libre disposición regia. La designación del virrey quedaba a la voluntad real hasta la siguiente convocatoria; los diputados no podrían convocar a los municipios o particulares sin permiso regio; se abolía la libertad de imprenta. Hasta la pena de muerte era respaldada a quien "apellidara la libertad". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El siglo XVII conoció una creciente reacción parlamentaria tanto en las Cortes de 1626, como las de 1645 dónde se debatieron temas transcendentales. A la par que los subsidios y donativos, la contribución de tropas, sobresale el tema del virrey extranjero, y la concesión de las mercedes regias. El aluvión de títulos y oficios para naturales no llegaron a materializarse, lo que ocasionó la frustración de un reino que se sentía estafado ante su constante lealtad, siendo en aquellos momentos bélicos el "antemural de Francia" y portal de Cataluña. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La estancia de Juan José de Austria como virrey de Aragón, favoreció la atención regia y calmó los ánimos aragoneses, que vieron sus anhelos materializados, al conseguir dos consecutivas convocatorias de Cortes den 1674-1677 Y 1684-86. Único territorio que contó con verdaderas Cortes en esta etapa. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Estas Cortes fueron fundamentales para Aragón. En ellas se debatieron las ideas económicas que fraguaron los cambios dieciochescos. El librecambismo tuvo lugar en ellas, a pesar de una lucha encarnizada con sus detractores, cuyos tumultos llevaron las Salas y las calles de Zaragoza. En ellas se dio un paso más en el camino de la construcción del edificio foral, con una legislación avanzada y clarificadora de la administración de justicia. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Cuando en 1702 Ma Luisa Grabriela de Saboya dejó la presidencia de las últimas Cortes forales para acudir a los actos compromisos de la monarquía, no sabia, que con la prórroga de los Fueros y actos de Cortes temporales, no sólo concluía las últimas Cortes, ahora borbónicas, sino que clausuraba el ordenamiento foral. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #999999;"><span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;"><br /></span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #999999;"><span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">Autor :<a href="http://www.todostuslibros.com/autor/corona-marzol-maria-carmen" target="_blank"> Carmen Corona Marzol</a></span></span></span></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"></span>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-840251822020334252014-10-19T20:02:00.002+02:002017-02-05T22:03:39.334+01:001526 : La navegación en conserva , el arma más eficaz contra los piratas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEny0TncbtfhUBn3Z3XgTeFal3Rpb-I4sUpVkCtvi1MuN4uRWSwuHxJ39uKCmLeiVRUfYM18XJHgc9-OG8PYUKU44600D7_me4hfWjEONBermRT9pNUZlWAmK0pDiEhl5yppWUPgKp8uc/s1600/C.C._van_Wieringen_The_Spanish_Armada_off_the_English_coast.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="194" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEny0TncbtfhUBn3Z3XgTeFal3Rpb-I4sUpVkCtvi1MuN4uRWSwuHxJ39uKCmLeiVRUfYM18XJHgc9-OG8PYUKU44600D7_me4hfWjEONBermRT9pNUZlWAmK0pDiEhl5yppWUPgKp8uc/s1600/C.C._van_Wieringen_The_Spanish_Armada_off_the_English_coast.jpg" width="400" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los convoyes se han hecho célebres por medio del cine cuando describen las aventuras de los mercantes que cruzaban el Atlántico protegidos por buques de guerra de Inglaterra y de EEUU mientras les atacaban submarinos alemanes. En realidad, esa técnica militar la inventaron los españoles del siglo XVI para proteger el oro y la plata de las Indias, y funcionó durante dos siglos. </span></span></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Galeones cuyas bodegas rebosan lingotes de oro y plata, cofres llenos de perlas y rubíes, venerables porcelanas chinas envueltas en paja y tela, sables japoneses de hojas que cortan un pañuelo de seda, collares que al brillar al sol ciegan los ojos, piezas de jade de un verde profundo, sacos de especias cuyo aroma atraviesa los pañoles... Y todos estos tesoros se escaparon durante siglos a los piratas, los corsarios y las flotas de los comerciantes y reyes envidiosos. "Las pérdidas por acción armada fueron sorprendentemente cortas: del orden del 1%. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Este éxito logístico se debió a la obligación para los mercantes de navegar entre las Indias y la Península Ibérica en convoyes protegidos por barcos de guerra, una obligación que impusieron Carlos I y Felipe II a mediados del siglo XVI, y que perduró hasta 1778, cuando la última flota de Nueva España desembarcó en Cádiz.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"></span></span></div>
<a name='more'></a><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los piratas y los corsarios han sido una lacra desde que los hombres usaron el mar como medio de transporte de mercancías. Julio César fue prisionero de unos piratas en el siglo I a. de C y hoy, en África y Asia, se producen asaltos de piratas. El descubrimiento de América y las noticias sobre las cantidades de oro que los españoles llevaban en sus barcos acicateó a los piratas. De las tres naves que en 1521 Hernán Cortés envío al Rey Carlos I con tesoros aztecas, dos fueron capturadas por el italiano Juan Florín (o Jean Fleury), que estaba al servicio de Francia.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Francia, el primer enemigo</span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Al principio del siglo XVI, debido a las alianzas elaboradas por los Reyes Católicos, el único enemigo europeo que tenía España era Francia. El Rey Carlos tenía como aliados al inglés Enrique VIII, casado una de sus tías, Catalina de Aragón, y al portugués Juan III, cuñado suyo; además, los flamencos y borgoñones eran sus súbditos.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">En cuanto estalló la guerra entre Carlos I y Francisco I en 1521 (la primera de una serie de cuatro que se prolongaron hasta 1544), los corsarios franceses acecharon las presas y descubrieron que la mejor zona de caza era la comprendida entre las Canarias, el cabo de San Vicente y el golfo de Cádiz, por donde pasaban todos los mercantes que regresaban de las Indias. A esta actividad, muy rentable si se atrapaba una buena presa, se dedicaban no sólo aventureros, sino también aristócratas y caballeros.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Durante medio siglo, se libró una guerra naval entre los españoles (con una participación importante de los vizcaínos y guipuzcoanos) y los franceses, que ganaron los primeros de manera tan rotunda que Francia sólo emergió como potencia marítima a finales del siglo XVII y tuvo que conformarse con colonias de poca importancia en América.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Símbolo de esa derrota es el destino de Florín. El corsario siguió saqueando naves españolas hasta que en 1527 le capturó el capitán guipuzcoano Martín Pérez de Irízar. Desde Sevilla, se le envió preso al Rey Carlos, pero éste ordenó que se le ahorcase donde su mensajero le encontrase, que fue en Colmenar de Arenas (Toledo). Pérez de Irízar recibió como recompensa ejecutoria y escudo de armas.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El hallazgo de la conserva</span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La Corona y la Casa de Contratación (fundada en 1503 en Sevilla) recurrieron, según explica Carlos Martínez Shaw, a cuatro medios defensivos para proteger la Carrera de las Indias, es decir, el tráfico entre ambos continentes: la fortificación de los puertos americanos (La Habana, Veracruz, Cartagena de Indias, Portobelo, Callao...); la instalación de artillería y soldados en los mercantes; la navegación en conserva; y la formación de flotas armadas que escoltasen a los mercantes.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La navegación en conserva o en convoy tenía ya una larga tradición, porque disminuía los daños por accidente, naufragio o avería y los ataques. Ya las Cortes de Toledo de 1436 recomendaron que la navegación a Flandes se hiciese en conserva para escapar de los corsarios y piratas. Sin embargo, España fue la primera potencia naval que organizó el sistema regular de convoyes de una orilla a otra del Atlántico.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La primera gran flota zarpó en 1522, formada por ocho mercantes y dos navíos armados. En 1526, se estableció que los viajes a Indias, que hasta entonces cubrían barcos mercantes sueltos o en pequeños grupos y sin protección, se hicieran en conserva y protegidos por otros armados. Para pagar el coste de los buques armados se fijó el impuesto de avería, que consistía en un porcentaje del valor de la carga.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Las Flotas de Indias</span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Como la primera norma no se cumplió a rajatabla y el corsarismo aumentaba, en 1543 se promulgó la ordenanza que establecía que, mientras durase la guerra con Francia, todo buque español que fuese a las Indias Occidentales debía unirse a una de las dos flotas mercantes, que zarpaban en marzo y septiembre y estaban protegidas por barcos de guerra. El principal de éstos recibía el nombre de capitana y el segundo el de almirante; en ellos había abundante artillería y tropas veteranas. Todos los barcos debían obedecer las órdenes que les llegaban desde aquéllos.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Las ordenanzas de 16 de julio y 18 de octubre de 1564, dictadas por el Rey Felipe II e incluidas en las Leyes de Indias, regularon definitivamente dos convoyes:</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La flota a Nueva España, que zarpaba de Sevilla en abril (fecha que en 1582 se cambió a mayo) con destino a Veracruz, a donde arribaba en septiembre. En este último puerto a partir de 1565 recogía las mercancías que había traído la nao de China desde las Filipinas vía Acapulco y México.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los galeones a Tierra Firme, que salían en agosto con destino a Nombre de Dios, en Panamá (en 1598 Nombre de Dios fue sustituido por Portobelo), y con escala en Cartagena de Indias.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Después de las ferias en los puertos de destino, ambas flotas invernaban en ellos o en otros del Caribe, a salvo de los ataques enemigos y de las tormentas. Luego se reunían en La Habana en marzo o abril y regresaban juntas.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Algunos historiadores atribuyen la arquitectura del sistema de convoyes al marinero asturiano Pedro Menéndez de Avilés (1519-1574), que desempeñó los cargos de capitán general (de superior graduación que el de almirante) en varias flotas de Indias entre 1555 y 1570, el de gobernador de Cuba y el de adelantado de Florida. Tanta confianza tenía en él Felipe II que le confió organizar una armada en el Cantábrico para controlar la navegación en el Canal de La Mancha, y a ello se dedicaba don Pedro cuando murió por una peste.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Menéndez de Avilés redactó un memorial en 1556 en el que exponía el número de flotas, las fechas de salida y llegada, las competencias del capitán general; las reglas de las flotas, etcétera. Sus propuestas aparecen en las ordenanzas de 1561 y 1564.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">45.000 barcos a las Indias</span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Se desconoce el número de barcos que cruzaron el Atlántico en la Carrera de las Indias, debido a la falta de documentación. El historiador Corzo los calcula en 45.000 de ida y 27.000 de vuelta (la diferencia responde a que una proporción alta de los buques se quedaban luego en las Indias y hasta se desguazaban allí). Entre 1537 y 1778, casi todos los años hubo flotas entre los dos continentes, aparte de los barcos que viajaron solos; y entre 1630 y 1708 sólo se suspendieron 29 flotas.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">La navegación en conserva tenía el inconveniente de la lentitud: la velocidad la marcaba el barco más lento, lo que alargaba la duración del viaje y encarecía las mercancías. ¿Antieconómico? Quizás. ¿Efectivo? Completamente. En siglo y medio se perdieron más buques por las tormentas tropicales que por los ataques. La primera flota capturada lo fue en 1628 en Matanzas (Cuba), a manos del almirante holandés Piet Heyn.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">El sistema flotas se mejoró con invenciones como el galeón, un tipo de barco de la Corona, fuertemente armado y a la vez maniobrable, y la formación de la Armada de Barlovento y la Armada de Guarda de la Carrera. Los convoyes no impidieron el contrabando, tan rentable que en él participaban hasta funcionarios y clérigos españoles, cierto, pero cumplieron la misión de proteger los barcos y los fletes tan bien que sólo desaparecieron cuando Carlos III abolió el monopolio de la Casa de Contratación.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los siguientes convoyes regulares en el Atlántico esperaron hasta las dos guerras mundiales.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><span style="font-size: small;"><a href="http://www.actuall.com/author/pbarbadillo/" target="_blank"><span style="background-color: white;"><span style="color: #cccccc;"><span style="font-family: "arial" , "helvetica" , sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">Autor: Pedro Fernandez</span></span></span></span></a> </span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-2529430186018394372014-10-13T23:09:00.003+02:002017-01-29T22:23:01.249+01:001537 : Los Tercios del Mar, la primera infantería de marina europea<div style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgaNspCA3TgXaobBNYsFKF-HrOAG_fvaNZHVeWqqNs0fBevfm7mKrQfbHkSskeT6w84W3u-AI9cAnTubdGZSLgtVSfvWWMw7dfBznFMcG8UcCfPv_TiqrJe0P04T2-K9wYBsxXW4jJbJKk/s1600/250px-Tizian_081.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgaNspCA3TgXaobBNYsFKF-HrOAG_fvaNZHVeWqqNs0fBevfm7mKrQfbHkSskeT6w84W3u-AI9cAnTubdGZSLgtVSfvWWMw7dfBznFMcG8UcCfPv_TiqrJe0P04T2-K9wYBsxXW4jJbJKk/s1600/250px-Tizian_081.jpg" height="400" width="220" /></a><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Hasta la aplicación de la pólvora al armamento, las batallas navales eran como las batallas en tierra firme: los barcos chocaban y sus cubiertas se convertían en zona de combate con las mismas armas que empleaba la infantería: las espadas, los escudos, las lanzas, los arcos y las flechas...<br /><br />Algunas invenciones, como el fuego griego empleado por los bizantinos y los brulotes, junto con las tormentas, podían destruir una flota o dar la victoria sin que entrasen en contacto las dotaciones de los barcos, pero no era lo habitual.<br /><br />La armada castellana que en junio de 1372, dentro de la Guerra de los Cien Años, atacó La Rochelle, en poder del rey inglés, fue la primera de Europa en emplear piezas de artillería (sacabuches, morteros, culebrinas, cañones, cerbatanas, bombardas...). Debido a las limitaciones de las armas de fuego, que sólo eran efectivas a corta distancia, los combates navales siguieron basándose en los siguientes siglos en la pelea entre infantes en vez de un duelo entre artilleros.<br /><br />Cualquier almirante sabía que era capital disponer de una tropa habituada al combate cuerpo a cuerpo, al uso de armas de fuego cortas (mosquetes, arcabuces) y que, encima, no se marease ni tuviese miedo al mar, pero fue España, la mayor potencia marítima del siglo XVI, la que instituyó la primera infantería de marina de la Edad Moderna en 1537. Se trata de un cuerpo del Ejército español con casi 500 años de existencia.<br /><b></b></span></span></div>
<a name='more'></a><div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><b>La Jornada de Túnez</b><br /><br />En el verano de 1534, el pirata Barbarroja, obediente al sultán turco Solimán, comenzó una campaña atroz contra los cristianos. Primero, asoló con su escuadra el sur de Italia y amenazó Roma; y luego conquistó Túnez, reino independiente vasallo de la Corona española. El monarca derrocado, Muley Hassán, pidió ayuda a Carlos I, que organizó una expedición para la que contó con naos del Cantábrico y urcas flamencas, y a la que se unieron galeras genovesas y pontificias y carabelas portuguesas; en total, 30.000 hombres. No se trataba sólo de reponer en un trono a un vasallo, sino de eliminar una amenaza tanto más preocupante cuanto el envidioso rey francés, Francisco I, seguía empeñado en guerrear contra España (en 1536, el francés pactó una alianza con los turcos).<br /><br />En mayo siguiente, Carlos I, ya coronado emperador, zarpó de Barcelona y desembarcó en La Goleta, con miles de veteranos españoles e italianos de las guerras de Italia. La flota la mandaba Álvaro de Bazán El Viejo, cuyo hijo sería un marino más célebre que él, y uno de los jefes de la infantería era Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba. En julio, cayó Túnez. Los imperiales liberaron a unos 20.000 cautivos cristianos, repusieron a Muley Hassán y dejaron una guarnición. La victoria del emperador le hizo popular en Italia y le dio el sobrenombre de Africano.<br /><br />Las tropas que intervinieron en esta campaña estaban encuadradas en Tercios, constituidos en 1534 por Carlos I a partir de las coronelías de Gonzalo Fernández de Córdoba. A la vista de la campaña anfibia de Túnez (traslado de tropas por mar, desembarco de éstas y protección por parte de la flota ante otra armada enemiga) y de la necesidad de contar con una fuerza de infantería entrenada para embarcar y combatir exclusivamente en galeras, se formaron en 1537 las Compañías Viejas de la Mar de Nápoles. En las décadas siguientes, los arcabuceros españoles demostraron ser más efectivos que los arqueros turcos, sobre todo en Lepanto: barrían las cubiertas de las galeras enemigas con más puntería y mortandad.<br /><br /><b>Una fuerza de desembarco moderna</b></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBY-p7zUZfBVo3UmtIhQuXckcbXCCif3to2ueZZ-GaiJzbWd07_mIw1H4aRRHDknB1vROLx0u91MVWu4_Gv7YBQCpevkTJq3F18YoQteUlzjyb_ug0szmVbBQ-b7iyBvVeTdNxvpbXeGQ/s1600/220px-King_PhilipII_of_Spain.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBY-p7zUZfBVo3UmtIhQuXckcbXCCif3to2ueZZ-GaiJzbWd07_mIw1H4aRRHDknB1vROLx0u91MVWu4_Gv7YBQCpevkTJq3F18YoQteUlzjyb_ug0szmVbBQ-b7iyBvVeTdNxvpbXeGQ/s1600/220px-King_PhilipII_of_Spain.jpg" height="400" width="200" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Felipe II, que superó en tantas cosas a su padre, también lo hizo en ésta. <br /> </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Fue Felipe II en 1566 el que desarrolló el concepto actual de Fuerza de Desembarco, es decir, la proyección del poder naval sobre la costa, creando en ese mismo año el Tercio Nuevo de la Mar de Nápoles, el Tercio de la Armada del Mar Océano y el Tercio de Galeras de Sicilia, y más adelante, en 1571, el Tercio Viejo del Mar Océano y de Infantería Napolitana.<br /><br />El Tercio de la Armada del Mar Océano era el único que no estaba asignado a las Escuadras de Galeras y se empleaba cuando se "juntaba Armada" para reforzar a los demás y desembarcar completos en la costa enemiga. Este Tercio se considera el ascendente del actual Tercio de Armada. ¿Cuál fue la innovación de Felipe II?:<br /><br />A cada galera se le asignaba su infantería, con lo cual podía dosificarse su entidad según la misión asignada a la escuadra, pero lo más importante no era esto, sino la creación del concepto de Fuerza de Desembarco, ya que las guarniciones podían desembarcar en un momento dado e integrarse en unidades tácticas, puesto que poseían el adiestramiento y los cuadros de mando para ello. A partir de este momento, España contaba con una herramienta que podía pasearse por todo el Mediterráneo y aplicarse en cualquier momento y punto de la costa.<br /><br />Hasta entonces, las operaciones navales, incluso las desarrolladas por los berberiscos y los turcos, se limitaban a atacar por sorpresa un puerto o una ciudad, saquearlo y abandonarlo. Sus dotaciones (la dotación de un barco la forman la tripulación, es decir, la marinería, y la guarnición, la tropa) no estaban preparadas para ocupar un territorio de manera permanente y enfrentarse a unidades de infantería y caballería enemigas. Un desembarco que fuese una invasión consistía en un complejo y arriesgado traslado de tropas de tierra de una costa otra. Muchos de esos soldados no habían visto el mar hasta entonces.<br /><br /><b>Cervantes y Calderón de la Barca, infantes de marina</b><br /><br />El más ilustre de los infantes de marina españoles ha sido Miguel de Cervantes, que participó con sus camaradas en la flota de la Liga Santa contra los turcos. Fueron miembros del Tercio de la Armada del Mar Océano los que formaron la guarnición de la galera Real, la capitana de la flota cristiana y en la que viajaba don Juan de Austria. Estos soldados fueron los primeros en abordar la galera Sultana, del almirante turco Alí Pachá. Otro infante de marina luego gran literato fue Pedro Calderón de la Barca.<br /><br />El Tercio de la Armada del Mar Océano pasó a denominarse en 1603 Tercio Viejo de la Armada Real del Mar Océano; en 1704 cambió su nombre por el de Regimiento de Bajeles; en 1717 se integró en el Cuerpo de Batallones de Marina. En 1969 recuperó su vieja y tradicional denominación de Tercio de Armada por el decreto 1148/68, que constituyó en el núcleo de las fuerzas de Infantería de Marina. El real-decreto 1888/1978 ratificó como fecha de fundación del Tercio la ya citada de 1537.<br /><br />Otros países establecieron sus infanterías de marina ya entrado el siglo XVII, como Francia (1622) e Inglaterra (1664). El cuerpo de marines de Estados Unidos nació en 1775, durante la guerra de independencia de este país, pero desapareció en la paz; se restauró en 1798.<br /><br /><b>Hoja de servicios</b></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWW6tuNoeFIhahvoz7lrnoA_A61J1MCplJ98KoN2IPcTwqak8wkR7Ekr_nJrLcy-N9axZLnIFDfw_Lma3TvRHjKkiH7ecqmBI8pnpV3JOs94tlsz6am3KJJrzHPn50RT2-EKgGX7t2YJk/s1600/Coat_of_Arms_of_the_Spanish_Navy_Tercio.svg.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWW6tuNoeFIhahvoz7lrnoA_A61J1MCplJ98KoN2IPcTwqak8wkR7Ekr_nJrLcy-N9axZLnIFDfw_Lma3TvRHjKkiH7ecqmBI8pnpV3JOs94tlsz6am3KJJrzHPn50RT2-EKgGX7t2YJk/s1600/Coat_of_Arms_of_the_Spanish_Navy_Tercio.svg.png" height="400" width="268" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Encontramos a estos Tercios y sus continuadores en todas las campañas con componente naval en las que participó España, tanto en el Mediterráneo y el Atlántico como en el Pacífico: la conquista de la isla Tercera (1583), el desembarco en Inglaterra (1599), la recuperación de Salvador de Bahía (1625), la reconquista de Cerdeña (1717), la defensa de Cartagena de Indias (1741), la toma de Pensacola (1781), la batalla de Buenos Aires (1806), la expedición a la Cochinchina (1858-1862), la expedición a México (1862), el desembarco de Alhucemas (1925)...<br /><br />Los infantes de marina se han batido en todos los campos de batalla que los demás militares españoles, por lejanos que estuvieran del mar. En la guerra de la Independencia se organizó una Legión Real de Marina que peleó en Bailén, Talavera, Espinosa de los Monteros, Tolosa, Zaragoza... En la batalla de San Pedro de Abanto (Vizcaya), en 1874, un batallón tomó un monte en el que se habían hecho atrincherado fuerzas carlistas y ganó así la Cruz Laureada. También estuvieron desplegados en Cuba y África. Debido a las guerras coloniales, el cuerpo creció tanto que dispuso hasta de unidades de caballería de marina, que desaparecieron después de la guerra de 1898.<br /><br />Unidades de este cuerpo participaron en la defensa de Ifni (1957) y estuvieron de guarnición en el Sáhara. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La última bandera rojigualda en esta provincia española, entregada a Marruecos, la arriaron infantes de marina en Villa Cisneros</span></span>.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;"><span style="color: #cccccc;">Autor : Pedro Fernandez </span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<iframe allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="//www.youtube.com/embed/k3KvJjQjsbY" width="420"></iframe>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-24074508596488737272014-10-10T12:54:00.000+02:002017-01-29T22:23:01.241+01:001512 : Navarra conquista e incorporación a castilla<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikPDIXw3NRx7NjqhS0wPiuuLTyzxzZl3_pAWgZjb_V7fLC34gZ3biRRc70dH5hFNXeQxvlDZcVrtYvP-RKchtSZsYF-PaOmVVMYKl7MfzoY0OkhaX0KOUcueE1yjj_sRQrWR3lyQg4VoQ/s1600/150px-Evolucion_escudo_de_navarra.svg.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikPDIXw3NRx7NjqhS0wPiuuLTyzxzZl3_pAWgZjb_V7fLC34gZ3biRRc70dH5hFNXeQxvlDZcVrtYvP-RKchtSZsYF-PaOmVVMYKl7MfzoY0OkhaX0KOUcueE1yjj_sRQrWR3lyQg4VoQ/s1600/150px-Evolucion_escudo_de_navarra.svg.png" height="320" width="290" /></a>
<br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><b><span lang="ES-TRAD">La
crisis de Navarra en la segunda mitad del siglo XVI </span></b></span></span></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El 23
de septiembre de 1461, el príncipe de Viana, heredero de las Coronas de Aragón
y de Navarra, moría en Barcelona" Con este fallecimiento, la heredera de
Navarra pasó a ser doña Blanca, hermana mayor del príncipe fallecido. Sin
embargo, Blanca tampoco llegó a ejercer su derecho, pues su padre, Juan II, rey
de Aragón, siguió detentando el título de rey de Navarra hasta su muerte en
1479. Para seguir disponiendo de esta corona, Juan hubo de ponerse de acuerdo
con los Reyes de Castilla y con Luis XI, rey de Francia. Ambos decidieron
reconocer a Juan como rey de Navarra y establecer como sucesora a su muerte, a
su hija menor, Leonor, apartando de la sucesión Navarra a Blanca, que fue
desterrada a Francia contra su voluntad. </span></span></span></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Cabe
recordar que Juan II carecía de derechos al trono navarro, ya que los derechos
de sus hijos provenían de su madre, esposa de Juan II, no del propio rey
aragonés. Así pues, todo derecho de Juan al trono de Pamplona era, como mucho,
en condición de tutor o regente de sus hijas hasta que éstas o sus maridos
pudieran asumir la Corona Navarra. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Blanca
se negó a renunciar a sus derechos, hasta que, llevada por su desesperada
situación, en San Juan de Pie de Puerto, los días 29 y 30 de abril de 1462,
cedió, en caso de muerte o en caso de no recobrar su libertad, sus derechos
como heredera legítima, al que había sido su marido, el rey de Castilla,
Enrique IV. Encerrada y maltratada en el castillo de Orthez durante dos años,
Blanca, el 2 de diciembre de 1464, se hizo envenenar por una de sus damas,
según una versión, o fue asesinada por una de las damas al servicio de su
hermana Leonor, según otra interpretación de lo acontecido.</span></span></span></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Entre
tanto, Cataluña estaba sumida en plena revuelta contra el rey de Aragón. Los
rebeldes ofrecieron la Corona catalana a Enrique IV, que la aceptó, adoptando
el título de conde de Barcelona, e invadiendo Navarra para apoyar al bando de
los beamonteses en su lucha por el trono navarro, Agravada la situación en
Navarra por la presión castellana, Juan II se vio impelido a solventar cuanto
antes la cuestión catalana, para lo cual llegó a un acuerdo con Luis XI de
Francia, por cuya ayuda Juan II debió de pagar un alto precio. Los términos del
acuerdo, hecho en Sauvaterre, el 3 de mayo de 1462, establecían que Aragón cedía
Rosellón y Cerdaña en depósito a Francia hasta que le devolviera los 300.000
escudos en que se valoraba la ayuda francesa.</span></span></span></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El
término beaumontés hace referencia a la población que apoyaba a Luis de
Beaumont, conde de Lerín, condestable de Navarra y cuñado de Fernando el
Católico (estaba casado con una hermana bastarda de este último, Leonor).</span></span></span></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Tras
utilizar la ayuda económica francesa para acabar con la revuelta catalana, Juan
II logró arrastrar a Enrique IV a encontrar una salida negociada al problema navarro,
para lo cual indujo al castellano a aceptar el arbitraje de Luis XI para la
cuestión Navarra y catalana. El 23 de abril de 1463, Luis XI dictaba la
sentencia arbitral de Bayona, por la cual, Enrique IV renunciaba a sus derechos
sobre Cataluña a cambio de la plaza Navarra de Estella y todas las fortalezas
de esa merindad. Enrique IV aceptó la división del reino navarro, traicionando
entonces una de las máximas fundamentales del ideario de sus aliados
beamonteses, la indivisibilidad del reino de Navarra. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
</div>
<a name='more'></a><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Juan II,
por su parte, acordó con su hija Leonor y su marido, el francés Gastón de Foix,
que ellos serían gobernantes perpetuos de Navarra mientras viviera el rey de
Aragón, y que, a la muerte de este, adoptarían el título de reyes. A lo largo
de los años siguientes, el enfrentamiento entre los dos partidos navarros,
agramonteses y beamonteses, se agravó hasta llegar a su punto culminante con
dos graves crímenes, que volvieron de todo punto imposible una reconciliación.</span></span></span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">En vista de que el enfrentamiento amenazaba con degenerar rápidamente en una
guerra civil, Gastón de Foix se dispuso a invadir Navarra con sus tropas
bearnesas, a fin de asegurar su control. Sin embargo, el esposo de Leonor murió
en Roncesvalles el 10 de julio de 1472.</span></span></span></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El
primero fue la muerte, el 23 de noviembre de 1468, del obispo de Pamplona,
Nicolás de Echávarri, beaumontés, a manos de Pierres de Peralta, agramontés. El
segundo crimen, en sentido contrario, la muerte del mariscal de Navarra a manos
de los beamonteses. Ante el primero, una parte de los agramonteses cambió de
bando, horrorizada por el crimen sacrílego, pero Juan II no castigó al
homicida, ni tampoco quiso distanciarse del conde de Lerín, pues necesitaba a
ambos bandos para frenar la ambición de su hija y su yerno. El arzobispo de
Toledo, Carrillo, era consuegro de Pierres de Peralta. </span></span></span></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">En
1479 moría Juan II; por ello, conforme a lo previsto, el 28 de enero era jurada
su hija Leonor como reina de Navarra. Un trágico guiño del destino quiso que,
tan solo quince días después de su coronación, la reina Leonor fallecía, a su
vez. Esto convertía en rey a un niño de once años, Francisco Febo, nieto de la
reina Leonor. Como es lógico, un rey-niño necesitaba que se gobernara en su
nombre, tarea que recayó en la madre de Francisco Febo; Magdalena,
hermana del rey de Francia. Sin embargo, la sucesión de desgracias en el trono
navarro estaba aún lejos de concluir: el joven Francisco Febo también murió a
los catorce años de edad, el 30 de enero de 1483. Con esta nueva muerte, se
convirtió en reina de Navarra la hermana de Francisco Febo, Catalina, que tan
solo contaba con trece años de edad. </span></span></span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Deseosa de lograr apoyos contundentes que
garantizaran a Catalina el trono, su madre la casó apresuradamente con un noble
francés, Juan de Albrer ,En Navarra, a diferencia de lo que ocurría en
Castilla, las mujeres no podían reinar sin el auxilio de su marido, lo cual
ofendió a los Estados Generales navarros, que no fueron consultados al
respecto. Esta hostilidad iba a lastrar el reinado de Catalina, ya que
consiguió lo que parecía imposible solo unos años antes: unir los intereses de
beamonteses y agramonteses, ya que ninguno de los bandos en liza querían un rey
francés reinando en Pamplona.</span></span></span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">La falta de apoyo interior agravó la situación
geopolítica Navarra, siempre compleja, obligada a mantener una difícil
neutralidad en el juego de poder entre la Francia de Luis XI y las Coronas de
Castilla y Aragón, que, para mayor desazón Navarra, habían ido a reunirse en
manos de los Reyes Católicos, y es que, como señala Lacarra, la rivalidad
medieval entre Inglaterra y Francia había sido sustituida, como eje de la
política internacional europea, por el choque entre los intereses hispánicos y
los franceses.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El
matrimonio de Juan de Albret y Catalina no se aprobó nunca en Cortes porque
Magdalena, la madre de ella, creía que el peso de la influencia castellana en
ellas haría imposible la aprobación; la ausencia de autorización de las Cortes
violaba los fueros de Navarra y daba al reino un rey que había sido escogido en
Francia por el rey galo y por la asamblea de los estados franceses de la Casa
de Foix. La oposición castellana hubiera venido porque los Reyes Católicos
trataban de casar a Catalina con su hijo primogénito, Juan, de forma que el
matrimonio hubiera detentado las Coronas de Castilla, Aragón y Navarra .En
cualquier caso, Fernando el Católico finalmente consintió el matrimonio porque
los Albret eran un linaje potencialmente enemigo del rey de Francia, en aquel
entonces aún Carlos VIII, por las cuestiones de sus feudos al Norte de los Pirineos. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Si
intervino Navarra, a través del regente Alain de Albret, en las guerras
intestinas de Francia, con desastrosos resultados, Los sucesos interiores
de Francia agudizaron esta situación de vasallaje en que colocó a la nobilísima
Navarra el matrimonio de su reina con Juan de Albret. El padre de este, Alano
de Albret, porque a sus intereses en Francia convenía, formó en las ligas de
los señores feudales de esta nación contra Carlos VIII y arrastró tras de sí a
la regente de Navarra y a Navarra misma. La Corte de Francia contestó,
inclinándose en Foix del lado del vizconde de Narbona.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Sin
apoyos, Catalina y Juan de Albret fueron incapaces de mantener el orden en el
reino, que se sumió en una anarquía general. En 1495 se hizo un intento de
retomar las riendas de los acontecimientos, arremetiendo la Corona contra el
bando beamontés, desterrando de Navarra a su principal figura, el conde de
Lerín -a la sazón, condestable del reino- y confiscando todos sus bienes, Castilla,
que había intervenido una y otra vez en los asuntos navarros apoyando a los
beamonteses, a cambio de consentir en el destierro de Lerín, recibió las villas
de Viana y Sangüesa, así como la custodia de la hija de los reyes de Navarra
durante cinco años, la renovación de la promesa de neutralidad Navarra y la
promesa de que no se permitiría el paso a los enemigos de los Reyes Católicos
por territorio navarro. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">La
causa última del destierro fue la muerte del líder agramontés don Felipe,
ordenado por Lerín ; El condestable Luis de Beaumont había quitado la vida
á lanzadas al mariscal D. Felipe, cabeza del bando Agramontés. En un principio,
Castilla apoyó con recursos militares al condestable; así puede verse en AGS,
Cámara de Castilla, Cédulas, libro 3-1, doc.41, fol. 1, donde se recogen la
ayuda en artillería y bastimentas enviados a Lerín. Finalmente, para compensar
al conde, se le hizo merced del marquesado de Huéscar, Ya el año anterior se
habían firmado los tratados de Medina del Campo y Pamplona, por los cuales los
reyes de Navarra se comprometían a no dejar pasar tropas que fueran a atacar
Castilla o Aragón y a no casar a sus herederos sin permiso de los Reyes
Católicos.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">No
debe olvidarse que, para los reyes de Navarra, Francia fue una amenaza tan
grave o a un mayor que Castilla durante buena parte de la Historia del reino
pirenaico, los Valois, convertidos en señores feudales de Gascuña y rivales de
Castilla, pretendían hacer prevalecer su influencia en la Corte de Pamplona;
señores feudales de los Foix-Albret, los Valois se esforzaron en conservarlos
bajo su dependencia. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El rey
de Francia, entonces Carlos VIII, no dudó, en el marco de las negociaciones con
los Reyes Católicos posteriores a la primera guerra de Nápoles, en ofrecer una
compensación a la Monarquía Hispánica a cambio de su renuncia al reino de
Nápoles; presionado por Fernando para concretar su oferta, el rey galo ofreció
admitir la anexión de Navarra por Castilla. Los Reyes Católicos lo rechazaron,
tras lo cual Francia puso sobre la mesa una nueva propuesta: dividir Nápoles,
dejando Calabria para los Reyes Católicos, pero conservando Francia la opción
de, en el futuro, pedir la unión de los dos territorios napolitanos entregando
a cambio a los Reyes Católicos Navarra y una renta de 30.000 ducados. Isabel y
Fernando rechazaron también esta propuesta, alegando que no se anexionarían
Navarra sin el consentimiento formal de la reina Catalina. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Los
desencuentros entre Navarra y Francia fueron a mayores durante el reinado de
Juan de Albret y de Catalina, ya que estos monarcas, como señores también de
tierras francesas, buscaron reforzar la independencia del Bearne, resultando
significativo que dejaran de usar el título de vizcondes para adoptar el de
señores naturales. Lograr la independencia del Bearne era un proyecto que ya
habían concebido sus predecesores, y en cierto modo, logrado, dado que Bearne,
a finales del siglo XV gozaba de una independencia de facto de la Corona de
Francia que Juan y Catalina aspiraban a convertir en independencia de iure. </span></span></span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Los
Albret entendían que Navarra, como reino, debía ser el eje de una Corona propia
-no Navarra, sino de la Casa de Albret- que aglutinara todos sus Estados
patrimoniales en un solo ente, independiente e indivisible. Por ello, los
Albret se enfrentaron a sus parientes por la sucesión de la Casa de Foix, aún
cuando ello supuso poner en peligro Navarra. En la concepción de Juan de
Albret, Navarra y las tierras de la Casa de Foix eran parte de la misma entidad
indivisible. No es pues de extrañar que los reyes de Francia contemplaran con
hostilidad estas aspiraciones, ya que los territorios de los Albret eran
feudatarios del rey, salvo Navarra y el Bearne. La pretensión conceptual, en
buena parte quimérica, de crear una Corona para la Casa de Albret que
aglutinara Navarra, Bearne, Foix, Bigorra, Marsan, Gabardan, Nebouzan, Andorra
y Castellbó, contribuyó en buena medida a volver más precaria aún la situación
de Navarra en el plano internacional, ya que las aspiraciones francesas de sus
reyes se convertían en una molestia, sino en una amenaza, para los propios
reyes de Francia.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">La
Santa Liga y la invasión de Navarra </span></span></span></b></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Fue la
guerra de la Santa Liga en Italia, promovida por el papa Julio II y apoyado por
Enrique VIII de Inglaterra lo que desencadenó la invasión por parte de los
castellanos. A lo largo de los últimos meses de 1510 y la mayor parte del año
1511, Fernando el Católico trató de evitar involucrarse en la guerra de la Santa
Liga, un conflicto gestado en Italia por el choque entre los intereses del
papado y de Francia. El rey de Aragón no quería luchar en Italia un conflicto
que respondía a los intereses del papa mucho más que a los suyos propios. Sin
embargo, en verano de 1511, Luis XII hizo que los cardenales franceses
convocaran un concilio en Pisa para procesar al papa, que fue declarado
cismático por el Santo Padre. Este cisma de Pisa decidió a Fernando a apoyar al
papa, de forma que el rey de Aragón entró en la Liga el 4 de octubre de 1511,
coalición de la que también formaban parte Enrique VIII de Inglaterra, la
república de Venecia, el papado y a la que se uniría, posteriormente, el
Emperador Maximiliano. </span></span></span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El papel de Fernando en esta pugna consistía en atacar
los intereses franceses en territorio italiano, lo cual llevó a cabo hasta que
sus tropas fueron derrotadas en la batalla de Rávena, en 1512, combate que tuvo
consecuencias de implicaciones políticas decisivas para los asuntos de Navarra:
Gastón de Foix, hermano de la esposa de Fernando, murió en la batalla,
liderando a las tropas francesas.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Este
hecho cambió por completo la situación Navarra. Gastón de Foix había reclamado
para sí parte de la herencia de su hermana, la reina Leonor de Navarra. El
argumento jurídico en que se basaba no carecía de peso en el derecho de la
época: se alegaba que el derecho de representación -muerto un heredero, sus
derechos pasaban a sus descendientes-, no era válido en los estados
independientes, consideración que tenían tanto Navarra como el Bearne; según
esto, ambos Estados hubieran debido ser heredados por Gastón de Foix y no por
la línea sucesoria que ocupaba entonces el trono navarro. </span></span></span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Esta reclamación
había sido respaldada por el rey de Francia, del cual Gastón era leal súbdito,
y Luis XII usó este arma jurídica para presionar a los Albret para que
aceptaran el vasallaje del Bearne a cambio de reconocer la legitimidad de sus
derechos en Navarra y de una compensación económica, pero los Albret nunca
accedieron a ello. Cuando la hermana de Gastón se casó con Fernando el
Católico, se rumoreó con insistencia que el rey aragonés iba a poner a
disposición de su cuñado las fortalezas navarras controladas por Castilla para
que se adueñara del reino navarro por la fuerza de las armas, Sin embargo, la
muerte del noble en el campo de Rávena supuso que los derechos de la Casa de
Foix recaían en la esposa de Fernando el
Católico, Germana, por lo que el rey de Francia ya no tenía ningún interés en
apoyar las reivindicaciones jurídicas y territoriales de la Casa de Foix contra
los Albret; más aún, los intereses franceses sufrieron con la muerte de Gastón
un giro copernicano, siendo, en la nueva situación estratégica, poco menos que
imprescindible para Francia apoyar a los entonces reyes de Navarra.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Fernando
el Católico se casó con Germana de Foix en 1505, tras la muerte de Isabel, cuyo
hermano Gastón pretendía la herencia de Foix y de Navarra frente a los derechos
de Juan de Albret y Catalina de Foix, los reyes del momento. </span></span></span></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Hasta
la muerte del duque de Nemours [Gastón de Foix], los reyes de Navarra no habían
tenido peor de enemigo que el rey de Francia, pero una vez que el pretendiente
hubo desaparecido vieron como la política francesa cambiaba radicalmente. Luis
XII no tenía interés alguno ya en apoyar los derechos de la heredera de Gastón,
Germana, reina de Aragón, Los navarros se apresuraron a aprovechar la nueva
situación. Amenazado Luis XII por la expedición británica que se preparaba
contra Guyena desde el Norte de la Península, y siendo Germana única heredera
de la casa de Foix, tuvo que realizar duras concesiones a los Albret: la
anulación de las sentencias del parlamento de Toulouse sobre la herencia de la
Casa de Foix y del ducado de Nemours y el pago de pensiones en metálico.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Nuevamente,
los sucesos de una guerra iban a tener consecuencias jurídicas e
institucionales del máximo alcance. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<b><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></b><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El
Tratado de Blois </span></span></span></b></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Entre
tanto, Fernando, temiendo la intervención francesa en Navarra, convocó a las
Cortes aragonesas, que se reunieron en Monzón en mayo de 1512, a fin de solicitar un
subsidio con el que financiar armas y jinetes para las campañas en el Norte
peninsular. Las Cortes aragonesas, si bien con manifiesta reticencia,
terminaron por acceder a la petición del rey,A lo
ojos de Fernando, la situación geopolítica dejaba a los reyes de Navarra tres
vías aceptables para los intereses de la Monarquía Hispánica: neutralidad
absoluta, garantizada por la entrega de igual número de fortalezas a él y a
Francia; solución de compromiso, de forma que Navarra apoyara a España y el
Bearn a Francia, permitiendo a los reyes de Navarra salvar sus compromisos y
obligaciones con ambas partes; y, por último, apoyo incondicional a la
Monarquía Hispánica, en cuyo caso Castilla devolvería a Navarra las fortalezas
de Los Arcos, Laguardia, San Vicente y los demás lugares ocupados por fuerzas
castellanas en virtud de los tratados anteriores entre ambos reinos.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Los
Albret no aceptaron ninguna de las tres posibilidades, que percibían como
irrealizables, y, mientras negociaban con Francia, trataron de lograr también
un acuerdo con Castilla más acorde a sus intereses. Sin embargo, no estaban en
condiciones de dar las seguridades que Fernando exigía, y que el Rey Católico justificaba
por las necesidades estratégicas del ataque contra la región francesa de Guyena
que las tropas del rey Católico y las inglesas, acantonadas en Fuenterrabía al
mando de sir Thomas Grey, marqués de Dorset, se encontraban preparando. </span></span></span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Así lo
refería a la Corte de los Medici Francisco Giuccardini, el embajador de
Florencia en la Monarquía Hispánica: </span></span></span></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">"El
entrar en Francia por Bayona sería de gran peligro si el rey de Navarra
quisiera jugar alguna mala pasada. Y aunque el rey de Navarra ha hecho saber al
rey católico que quiere permanecer neutral este no parece estar muy seguro de
su palabra, siendo como es aquel rey francés y teniendo padre y estados en
Francia. Le ha contestado que está muy contento de que permanezca neutral, pero
que quiere, para seguridad, algunas fortalezas en mano, con la condición de no
poder colocar dentro otra gente que Navarros (. . .) Si el rey de Navarra se
resuelve a dar estas seguridades, la guerra será por el sector de Bayona, pero
se atacaría también a través de Navarra, lo que sería de gran beneficio para el
rey, porque el primer fuego se encendería en casa ajena y además podría valerse
de los navarros que son considerados muy buenos infantes" </span></span></span></i></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El
empecinamiento de Fernando en llevar adelante la campaña de Guyena ha sido
visto como una muestra de su concepción de este proyecto como una provocación
deliberada contra Navarra, que le permitiera volver a poner este reino bajo su
tutela, cuando menos. Sin embargo, no se puede descartar en modo alguno que el
rey Católico lo viera como una operación militar necesaria u oportuna para
recuperar la iniciativa en la guerra contra Francia, algo que parece respaldar
la cronología, ya que la invasión de Guyena cobra fuerza en la planificación de
Fernando en la primavera de 1512, justo después de que la victoria francesa en
Rávena arrebatara la iniciativa militar a la Santa Liga en los campos de Italia
y, con la muerte de Gastón de Foix, cambiara el equilibrio estratégico de
intereses en torno a Navarra. </span></span></span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Parece posible que, maltrechas las armas
coaligadas en Italia y temiendo una inclinación Navarra del lado francés,
Fernando concibiera la expedición de Guyena como una demostración de fuerza
frente a la Corte de Pamplona y un modo de aliviar la presión militar sobre los
vitales dominios italianos, al tiempo que se daba satisfacción a los intereses
del aliado inglés, que albergaba esperanzas de recuperar parte de lo perdido
con el final de la guerra de los Cien Años. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">En
julio de 1512, en Burgos, Fernando hizo público lo que, según él, eran los
contenidos del Tratado de Blois, que navarros y franceses se encontraban
negociando desde el mes de abril: </span></span></span></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">"Que
han acordado casamiento de la hija menor del rey de Francia con el príncipe de
Navarra. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Ítem
amistad y liga perpetua de amigo de amigo y enemigo de enemigo. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Ítem.
Que los dichos rey y reina de Navarra ayudarán con todas sus fuerzas y estado
al rey de Francia contra los ingleses y españoles y contra todos los otros que
con ellos se juntasen. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Ítem.
Que el rey de Francia ayudará a los dichos rey y reina de navarra para que
conquisten para sí ciertas tierras de Castilla y de Aragón que pretenden que
antiguamente eran de los reyes de navarra, de las cuales de fijo se hará
invención. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Ítem,
que el rey y la reina de Navarra han de enviar al príncipe de Navarra para que
esté en poder del rey de Francia por seguridad al tiempo contenido en la
capitulación. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Ítem,
el rey de Francia ha dado al rey y la reina de Navarra el ducado de Nemours y
al ex prometido el Condado de Armañac. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Ítem
hales dado ocho mil francos de pensión. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Ítem,
300 lanzas francesas, 100 para el rey de Navarra, 100 para el príncipe y 100
para Monseñor de Labrit. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Ítem,
háse obligado el rey de Francia a pagar al rey de Navarra 4.000 peones, tanto
cuanto empezase la guerra. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Ítem,
que les ayudará con 1.000 lanzas gruesas pagadas y con toda la otra privanza
suya para que los dichos rey y reina de Navarra conquisten Guipúzcoa, y los
Arcos y la Guardia y otras cosas de Castilla y Balaguer y Ribagorza y otras
cosas de Aragón, que pretenden que antiguamente fueron de los reyes que
reinaban en Navarra. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Ítem,
el rey de Francia además de lo susodicho da al rey y a la reina de Navarra
100.000 escudos de oro por una vez pagados en ciertos pagos para que hagan
gente así para ayudar al rey de Francia como para las otras cosas susodichas. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Ítem,
el rey de Francia ha tornado a Monseñor de Labrit las tenencias y oficios y
pensión que solía tener, las cuales el rey de Francia le tenía quitadas. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Ítem,
de todo lo susodicho llevó Monseñor de Ortal capitulaciones y escrituras
firmadas y juradas por los dichos rey y reina de Navarra y por el dicho
Monseñor de Orbal como procurador y embajador del dicho rey de Francia. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Ítem,
para ejecución de lo susodicho el rey y la reina de Navarra han mandado a todos
sus súbditos de los señoríos de Bearne y Fax y a los del reino de Navarra que
están en tierra de Labrit que es en San Juan del Pie del Puerto yen aquellas
faldas de Navarra que hagan y cumplan todo lo que el capitán general del rey de
Francia que está en Guyena les mandase en servicio y ayuda del rey de Francia. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Y de
la misma manera el dicho rey de Francia ha mandado al dicho capitán General que
para ejercicio de las cosas susodichas tocantes a los dichos rey y reina de
Navarra haga con todas las gentes en poder del rey de Francia todo lo que el
rey y la reina de Navarra le escribiese, y que entren en España y trabajen de
tomar todo lo que pudiesen. </span></span></span></i></div>
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></i><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Ítem,
se tiene por cierto que el rey de Francia cumpliendo el dicho asiento ha
enviado ya a los dichos rey y reina de Navarra dinero para la paga de la gente". </span></span></span></i></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El rey
presentó el hipotético contenido del tratado como una grave amenaza para la
seguridad de la Monarquía. La publicación de Burgos ha sido objeto de
encendidas polémicas entre los historiadores, ya que se acusa al rey de haber
hecho pública una mera invención, de acuerdo a sus intereses. Para esta
afirmación, el motivo fundamental esgrimido es el hecho de que, en el momento
de la publicación de Burgos, el Tratado de Blois no se había firmado aún.
Esta parece una justificación bastante endeble, dado que el Tratado llevaba
semanas negociándose entre los representantes de los reyes de Navarra y los de
los reyes de Francia, y no es en absoluto improbable que Fernando tuviera
conocimiento de lo que allí se trataba a través de su servicio de información,
uno de los más efectivos de la época. </span></span></span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El hecho es que lo publicado por Fernando
y la letra del Tratado no son coincidentes, cosa lógica en tanto en cuanto el
rey Católico en ningún momento pretendió estar haciendo público el texto del
tratado, sino el sentido de su contenido; el cual, eso sí, presenta de la
manera más adecuada a sus propios intereses. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">La
firma del Tratado de Blois entre Navarra y Francia el 18 de julio de 1512,
demostró ser un error de cálculo de catastróficas consecuencias para Navarra.</span></span></span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El
Tratado, entre otras cuestiones, garantizaba que Navarra no dejaría atravesar
sus dominios a ningún ejército cuya intención fuera atacar a Francia, pero
también asumía Francia el compromiso de no utilizar suelo navarro para atacar a
sus enemigos castellanos y aragoneses. Por ello, en la Corte de Pamplona, el
Tratado era presentado como una reafirmación de la neutralidad Navarra. Sin
embargo, dio a Fernando el Católico la excusa que estaba esperando para iniciar
acciones ofensivas contra Navarra. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Según
el planteamiento del Rey Católico, firmar un tratado con Francia era colaborar
con ella, con independencia de cuál fuera el contenido concreto de dicho
tratado. Así pues, al firmar el Tratado de Blois, se habían convertido en
enemigos del Papa y, por tanto, era legítimo atacarles en sus territorios. La
denominada "política del balancín", cuidadosamente construida por los
reyes de Navarra durante décadas, quebró definitivamente con la firma de los
acuerdos de Blois. Sobre dicho Tratado, su interpretación y la amenaza real o
fingida que Fernando percibió en él, se han escrito ríos de tinta. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Según
Alfredo Floristán "El tratado de Blois pecó de graves defectos por parte
Navarra, principalmente de incoherencia e inoportunidad: lo primero porque,
bajo la forma de un tratado de neutralidad, alineaba a Navarra con Francia,
inoportuno porque precisamente las tropas inglesas y castellanas estaban en la
frontera, mientras que cualquier socorro francés, comprometido en Italia,
tardaría en llegar. Navarra se comprometía a facilitar tropas a Francia si esta
lo requería, a su propio coste, lo cual era claramente no neutral. El respeto a
los acuerdos con Castilla no era sino una formalidad que, de fondo, no salvaba
la neutralidad. El hecho de que los reyes de Navarra pretendieran mantener el
acuerdo en secreto mientras no estuviera en condiciones la ayuda francesa
demuestra que eran conscientes del significado real del tratado. Fernando,
gracias a sus espías publicó en Burgos un resumen de los acuerdos a que habían
llegado navarros y franceses, que recogía el espíritu pero no la letra del
acuerdo, y lo presentaba como más amenazador</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El
hecho de que la cesión por parte del rey de Francia a los reyes de Navarra de
plazas en las tierras de la Casa de Foix, que los reyes de Navarra pasarían a
cobrar una pensión del rey de Francia de ocho mil ducados anuales -y otras de
cuatro mil ducados para sus hijos- o el compromiso de Francia de pagar una
compañía de cien hombres de armas para el servicio de los reyes de Navarra,
figuren en protocolos aparte del texto publicado del tratado, indica que los
propios firmantes eran conscientes de que dichas cláusulas eran susceptibles de
perjudicar la imagen de neutralidad que interesaba dar a los Albret. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Quizá
la interpretación de Víctor Pradera sea un tanto excesiva -"El tratado de
Blois fue la causa de la conquista de Navarra por el rey Católico; Ratificado
por don Juan y doña Catalina, estos se convertían en el acto, en enemigos de su
antiguo protector [Fernando el Católico] pero tampoco se debería pecar de ingenuidad y
suponer que las cláusulas anteriores dejaban a los reyes de Navarra en una
situación de plena neutralidad, cuando les colocaba a sueldo de un monarca que
también pagaba a parte de sus tropas ; No parece que esté desencaminado Luis
Suárez Fernández cuando hace hincapié en que el Tratado de Blois ha de
interpretarse también con la clave de los intereses franceses de la Casa de
Albret: "Quienes consideran Blois un error se olvidan de que los reyes
eran bearneses y que el tratado les daba todo lo que habían pedido desde 1479:
la plena soberanía de Bearne, la herencia completa de Foix, la retrocesión del
ducado de Nemours, rentas y tropas (, . .). Los Albret supieron muy bien lo que
hacían. Tomaron con una mano el paquete de las ofertas que les consolidaba
definitivamente en Francia y pusieron en la otra la Corona de Navarra, que se
arriesgaban a perder. Y escogieron lo que para ellos tenía más valor. Que no
era Navarra, precisamente. Y no se equivocaron. Sus descendientes fueron reyes
de Francia. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Fernando,
a finales de junio, ya había dado órdenes al duque de Alba de que sus tropas
estuvieran listas para intervenir en Navarra, en vista de la inminencia de un
acuerdo entre este reino y Francia, instrucciones que el duque comentó al
comandante de las fuerzas expedicionarias inglesas, lord Dorset. La firma del
Tratado no hizo sino convencerle de la oportunidad de intervenir en Navarra </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD"><b>La
invasión</b> </span></span></span></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">La
historiografía diverge en si la invasión de Navarra tenia por fin último su
anexión por Fernando el Católico o si esta anexión fue un proceso que fraguó
sobre la marcha, impulsado por las circunstancias, por una situación de facto y
por la escasa entidad de la resistencia encontrada por los ocupantes . </span></span></span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Fueren
cuales fueren los propósitos iniciales de Fernando, los hechos son que un
ejército castellano, comandado por Fadrique Álvarez de Toledo, duque Alba,
entró en Navarra por Salvatierra de Álava, el 19 de julio de 1512 y avanzó
hasta primero cercar y después tomar Pamplona. Simultáneamente, un ejército
aragonés, comandado por Alfonso de Aragón tomó la Ribera navarra y cercó
Tudela. Tras la rendición de Pamplona, los reyes de Navarra, Juan de Albret y
Catalina, marcharon al exilio, y la publicación de la bula pontificia hecha por
Fernando el 21 de agosto de 1512 en la catedral de Calahorra terminó por
convencer a la mayor parte de las villas navarras de que cesaran en su
resistencia. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">En
noviembre, Juan de Albret organizó una expedición desde el Bearne con su
aliado Luis XII de Francia para recuperar sus territorios. En apoyo de Albret,
también se sublevaron el mariscal Pedro de Navarra en Logroño y los
agramonteses en Estella. Al conocer los hechos, el duque de Alba abandonó San
Juan de Pie de Puerto, donde estaba estacionado con sus tropas castellanas, ya
que la conquista dirigida por Alba incluyó no sólo a la Baja Navarra, sino
también la merindad de Ultrapuertos.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">En
esta merindad, unas cortes celebradas en Uhart en 1514 juraron lealtad a Fernando
.No obstante, a finales de la década de 1520, las consideraciones estratégicas,
militares y económicas -Ultrapuertos era deficitaria para la administración ya
en tiempos de los Albret , llevaron a su abandono por la Monarquía Hispánica</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Tras
una rápida marcha forzada, el duque de Alba logró llegar a Pamplona poco antes
que los invasores, Los de Albret sometieron a la ciudad a un largo sitio, pero
aún así el ejército invasor hubo de retirarse en diciembre, incapaces de
quebrantar la defensa del duque. Durante esta retirada, las tropas de Albret
fueron alcanzadas en el paso de Velate por Pérez de Leizaur y sus tropas
guipuzcoanas, que le infligieron un severo castigo antes de que lograra
regresar a sus dominios franceses. Junto a los beaumonteses, los guipuzcoanos
mataron a muchos enemigos y tomaron doce cañones, que se representan en el antiguo
escudo de Guipuzcoa, si bien cabe puntualizar que, conforme a la terminología
artillera de la época, los doce cañones no eran tales, sino dos cañones, dos
culebrinas y ocho sacres.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El 6
de diciembre de 1512, la mayor parte de los agramonteses que habían seguido
oponiéndose a Fernando acudieron a Logroño, donde le juraron lealtad. Algo
menos de un año más tarde, el 4 de octubre de 1513, Fernando tomó solemnemente
posesión en Tudela de la Corona de Navarra, previo juramento de respetar tanto
las libertades navarras como las de los musulmanes que aún vivían en Navarra,
En lo militar, no es cuestión baladí ni casual el hecho de que Navarra fue
absolutamente incapaz de plantear la menor resistencia de consideración a las
fuerzas conjuntas de Castilla y Aragón. Navarra carecía de un ejército
permanente, y la causa es más institucional que la carencia de recursos.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">En
primer lugar, los reyes de Navarra no pudieron recuperar el poder real en el
grado suficiente para adaptar su maquinaria militar a las realidades que los
últimos años estaban imponiendo en los campos de Europa, y en las que, para
colmo de desgracia de los navarros, el máximo exponente lo constituían los
ejércitos de Castilla y Aragón. Por ello, en 1512 Navarra seguía teniendo un
dispositivo militar medieval, no porque no pudiera pagarlo -no se carece de
recursos para pagar lo que no existe-, sino porque carecía de los mecanismos
jurídicos e institucionales para dar el paso hacia la modernidad que, en lo
militar, habían dado sus vecinos. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Esto
hizo que la defensa de Navarra se basara, fundamentalmente, en sus numerosos
castillos, más de un centenar en todo el reino. Sin embargo, una vez más, la
debilidad del poder real impidió que constituyeran un baluarte eficaz frente al
enemigo: en los días de la invasión, la mayor parte de ellos eran poco más que
ruinas, y del resto, tan solo unos pocos estaban en condiciones de hacer frente
a la artillería que el ejército de Fernando utilizaba en los asedios: </span></span></span></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Pamplona,
Estella, Viana, Sangüesa, Tudela, Lubier y San Juan de Pie de Puerto. Todos los
demás, fortalezas netamente medievales, carecían de una planta y un diseño
eficaz frente a las armas modernas. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Uno de
los instrumentos que contribuyó a reforzar el dispositivo militar de Castilla,
la Hermandad, también se había implantado en tierras navarras. Allí contaba con
unos doscientos hombres y se financiaba a través de un impuesto consistente en
el pago de dos reales por cada fuego. Sin embargo, las luchas entre facciones
terminaron con la supresión de la institución en 1511, privando a los reyes de
Navarra, que una vez más fueron incapaces de imponer los intereses de la Corona
sobre los de los bandos nobiliarios, de una institución que podría haber sido
de gran ayuda en los acontecimientos bélicos posteriores. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Por
todo lo anterior, en el momento de producirse la invasión, la defensa de
Navarra se basaba en la llamada medieval al apellido -es decir, la toma de
armas por la población si el reino estaba amenazado-, el servicio de la
caballería feudal nobiliaria y unas débiles milicias de infantería, cuyo
servicio estaba limitado, en virtud de sus derechos medievales, a un máximo de
treinta días. No es de extrañar, pues, que este aparato militar -que Boissonade
calificó de "barullo mas vergonzante que útil,” fuera borrado del mapa por
la fuerzas del duque de Alba, sin la necesidad de entablar más operación de
relieve que el cerco de Tudela. Cerco que, por lo demás - independientemente
del relieve que haya alcanzado en la historiografía o de su valor simbólico- no
fue para las tropas castellanas, comparado con otras operaciones de asedio de
su tiempo, sino una operación menor, breve y sencilla.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Desde
el fin de las operaciones militares a gran escala, Navarra fue gobernada a
través de un virrey. Es significativo que el 23 de marzo de 1513,
inmediatamente después de jurar como rey a Fernando, las Cortes navarras
juraran como virrey al marqués de Comares
Pese a la presencia del virrey, representante del rey, se mantuvieron
las instituciones propias: las Cortes, el Consejo Real, la Corte y las Cámaras
de Comptos ,si bien, como es lógico, las secuelas de la guerra hicieron
necesarios algunos ajustes, en especial relativos a la provisión de cargos, ya
que gran parte de los existentes durante el reinado de Juan y Catalina habían
abandonado el reino con ellos: así lo hicieron, por ejemplo, el presidente del
Consejo Real, Juan de Jase, señor de Javier, el condestable y el mariscal del
reino. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">En
materia judicial, en líneas generales Fernando respetó los oficios navarros, si
bien desapareció la cancillería medieval navarra, quedando de ella tan sólo el
cargo de Canciller, al que se le impuso la obligación de residir en Pamplona.
Este cargo le fue concedido al conde de Lerín.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Pese a
que, en principio, Fernando confirmó los cargos y sueldos de los miembros del
Consejo Real, durante las Cortes de Burgos de 1515, ordenó que los asuntos de
Navarra y de los navarros pasaran al Consejo" de doña Juana", es
decir, al de Castilla, . El acta de incorporación del reino de Navarra se
encuentra en AGS, Patronato Regio, leg. 13, doc. 72; el acta de la sesión de
las Cortes de Burgos de 1515, en AGS, Patronato Regio, lego 69, doc. 50. Lo
cual no llegó a llevarse a cabo en la práctica, manteniendo, a grandes rasgos,
en los años siguientes el Consejo de Navarra su personalidad y funciones".
Señala Lacarra que, en conjunto "la Navarra de la vertiente española ( ...
) conservó íntegras sus instituciones privativas después de la incorporación a
Castilla ( ... ) y subsisten los viejos órganos administrativos: Consejo Real,
tribunal de la Corte Mayor y Cámara de Comptos . </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Navarra
comenzó a disfrutar de paz interior tras su incorporación a Castilla, si bien
uno de los temas más controvertidos respecto a este periodo es el que hace
referencia a la represión por parte de Fernando de la disidencia a su gobierno.
En cualquier caso, gran parte de los agramonteses que se habían resistido
acudieron a Logroño a prestar juramento al rey, que les concedió la mayoría de
las peticiones que le hicieron. Fernando tuvo buen cuidado de moderar las
exacciones fiscales, renunciando, por ejemplo, al porcentaje de monedaje que le
correspondía al rey o comprometiéndose a pagar con dinero de las Cortes
navarras las deudas que habían dejado los reyes expulsados a los comerciantes
navarros. Al menos en lo económico, el rey Fernando procuró moderar las cargas
en Navarra, seguramente con el cálculo político de templar los ánimos y no dar
más razones que las estrictamente necesarias a quienes rechazaban su presencia. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El
estatus de Navarra en el conjunto de las monarquías hispánicas tardó casi tres
años en decidirse, pues no fue hasta las Cortes de Burgos de 1515 cuando
Fernando optó por incorporar el reino de Navarra a la Corona de Castilla y no a
sus estados patrimoniales de Aragón, como hubiera cabido esperar. Puede que,
con esta decisión, Fernando pretendiera implicar a los castellanos en la
defensa del territorio, así como sustraer el gobierno de la influencia de los
fueros aragoneses, mucho más restrictivos de la autoridad real que la
legislación de Castilla. Dos acontecimientos influyeron, sin duda, en la
vinculación de Navarra a la Corona de Castilla: por un lado, la toma de
conciencia por parte del rey, ya enfermo -moriría menos de un año después- de
que su matrimonio con Germana de Foix no iba a producir descendencia; y, por
otro, la muerte del rey de Francia Luis XII, que convirtió en rey al Delfín,
con el nombre de Francisco 1. Este rey, joven y amigo personal de Juan de
Albret, habría de adoptar, previsiblemente, una actitud más beligerante en
relación con Navarra, lo cual amenazaba este territorio y hacia necesaria una
defensa que Castilla estaba en mejores condiciones de asumir que Aragón, cuánto
más cuando era Castilla sobre quién pendía un mayor grado de amenaza en el caso
de que Francia, bien directamente o bien reinstaurando a los Albret en el trono
de Pamplona, se hiciera con el poder en Navarra.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">La
decisión de incorporar Navarra a Castilla vino precedida, en los años
anteriores, de una especie de periodo de prueba en el que los asuntos navarros
se vincularon más directamente a la Corona de Aragón, ya que la primera
intención de Fernando fue que Navarra se convirtiera en herencia del hijo que
quería tener -y que a la postre no tuvo- como fruto de su segundo matrimonio
con Germana de Foix. El rey católico hubiera podido separar Navarra de la
herencia de su descendiente por línea de primogenitura ya que los territorios
adquiridos en virtud del derecho de conquista eran de libre disposición
testamentarias y no estaban vinculados, por tanto, a los principios de
primogenitura.</span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">La
justificación jurídica de la anexión </span></span></span></b></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">El
tratado de creación de la Santa Liga ya contemplaba la posibilidad de que los
miembros de la misma arrebataran a los enemigos del papa dominios en otros
escenarios diferentes de los italianos. El acuerdo legitimaba a quien realizara
la conquista a anexionar el reino, en base al derecho de guerra y conquista,
contando con el respaldo del papa, que suministraría "armas
espirituales", esto es, el apoyo de su autoridad jurídica y moral a la
conquista referida . </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Quizá
esto era lo que estaba en la mente de Fernando cuando solicitó al papa, en
abril de 1512, dos bulas'": una de indulgencia plenaria para quienes
participaran en la guerra -tenida como defensiva en favor del papa- y otra para
excomulgar a los que, en Navarra y Bearne, apoyaran al rey de Francia,
incluidos los monarcas navarros. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">La
primera de estas bulas, llamada Pastor ille caellestis'", tardó en llegar
a manos del rey, ya que no se firmó en Roma hasta el 20 de julio. Al parecer,
Julio II retrasó intencionadamente el envío de las bulas para asegurarse de que
la posición de Fernando era firme y no habría, posteriormente, necesidad de dar
marcha atrás, Fernando solicitó al papa una segunda bula más explícita para sus
intereses: El 18 de febrero de 1513 julio II concedía la bula Exigit
contumaciurrr", que excomulgaba explícitamente a Juan de Albret y a su esposa
Catalina y los desposeía del trono navarro, dándoselo al primero que lo
ocupase. Sin embargo, la bula no llegó a publicarse con las formalidades
necesarias y por ello Fernando prefirió no utilizarla a la hora de justificar
sus derechos a ocupar el trono navarro. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Estas
bulas han sido objeto, entre los historiadores, de intensa polémica, en
ocasiones más política que histórica y más personal que jurídica. Desde el
primer momento, los reyes navarros rechazaron que la conquista fernandina
pudiera validarse con dichas bulas, y los cronistas franceses pusieron en duda
la autoridad del papa para dar o quitar Coronas. Incluso, se ha afirmado la
falsedad de las bulas, acusando a Fernando el Católico de haber creado los
documentos de la nada. Hoy en día esa postura es poco menos que indefendible
desde el punto de vista de un análisis objetivo de la Historia. Prósper
Boissonnade demostró, en el siglo XIX, que la primera bula es auténtica más
allá de toda duda, si bien quedaban en su estudio dudas en el aire sobre la
veracidad de la segunda, El estudio detallado de esta segunda bula realizado
por Víctor Pradera, ya en el siglo XX, y que no ha sido rebatido
fehacientemente, parece demostrar también la veracidad de la segunda de las
bulas. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Si
aceptamos la veracidad de ambas bulas -y, como se ha dicho, en el estado actual
de los estudios sobre la cuestión, parece que hay pocas dudas al respecto-,
ello llevaría a plantear dos cuestiones de fondo jurídico, que afectarían a la
legitimidad de la posesión de la Corona de Navarra por Fernando el Católico. La
primera cuestión es la validez canónica de las bulas; la segunda, si se
responde afirmativamente a la primera, es si poseía el papa potestad jurídica
para disponer de las Coronas. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Nuevamente,
Víctor Pradera analizó en detalle la cuestión, en especial en lo relativo al
poder del papa para disponer de la titularidad del reino. Según este autor,
"los papas tienen potestad para excomulgar a los príncipes temporales, de
incurrir estos en herejía o en cisma, y para liberar, como consecuencia de la
excomunión, a los súbditos del príncipe excomulgado del juramento de fidelidad
al mismo prestado, o, lo que es lo mismo, privarle del imperio o de la
autoridad que ejercía". Sin embargo, esto no suponía que el papa tuviera
poder para disponer quién había de suceder al rey excomulgado: "El papa,
con la deposición, dejó a salvo el fin religioso que perseguía: fuera del mismo
está la designación del nuevo príncipe, luego solo a la sociedad civil
corresponde esa designación”. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">En
cuanto a si asistía al papa potestad jurídica alguna para disponer de las
Coronas, lo cierto es que los propios reyes de Navarra habían reconocido el
derecho del papa en cuanto a la soberanía temporal, ya que habían recurrido a
él cuando Luis XII amenazó la soberanía del Bearne'". Para mayor
abundamiento, en 1500, Juan de Albret y Catalina enviaron a Roma a un delegado
que juró, en nombre de los reyes, obediencia a Alejandro VI, juramento que fue
renovado en 1513, 1514 Y 1515 -ya desposeídos del trono- ante el pontífice León
X. "Situándose en la perspectiva de la doctrina teocrática, admitida en la
España del siglo XVI y, sobre todo, considerando esta circunstancia especial,
que Navarra se consideraba un feudo de la Santa Sede, el papa podía privar de
la Corona a la dinastía de los Albret para atribuirla al rey de Aragón a causa
de un crimen de felonía". Pero, para que "anatema pudiera ser
pronunciado y para que tuviera efecto legítimo era necesario que la causa que
lo había provocado fuera proporcional y justa en sí misma. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span><br />
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD">Los
Albret se aferraron a este último argumento -que no habían incurrido en las
causas de excomunión que se mencionaban en las bulas-, y no negaron nunca ni la
existencia de las bulas, ni su validez canónica ni la potestad del papa para
disponer de las Coronas de sus feudatarios en caso de felonía; el debate en
torno a estos extremos fue generado a posteriori por una parte de la cronística
francesa y por un segmento de la historiografía en un tiempo muy posterior a
los hechos. En cualquier caso, Fernando basó su derecho al trono navarro en una
doble argumentación: las bulas de excomunión arrebataban a los Albret el título
de reyes de Navarra y liberaban a sus súbditos de los juramentos de obediencia;
y, en segundo lugar, Fernando el Católico se convertía en rey de Navarra sin
intervención pontificia alguna, en virtud del derecho de conquista, tal y como
fijaban los principios del derecho de guerra aplicable en el siglo XVI y las
cláusulas del tratado de la Santa Liga, que autorizaban a quién conquistase un
territorio enemigo fuera de Italia a disponer de él como soberano. </span></span></span></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="Estilo" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;"><span style="color: #cccccc;">Autor: basado en un articulo original de Manuela Fernandez Rodriguez</span></span></span> </span></span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-89660128652994746712014-02-16T19:49:00.000+01:002017-01-29T22:23:01.275+01:001578: Sebastián I de Portugal, muerte y resurreccion de un rey<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_I1F6gihcWfZm3KR7ikMiL5mWxMZBO74Tc1umvxoPG_H2jDkRj17bqVUq1i0BIDgz5KPyamTD9Mzvnmctt5lFLcVx_HtyZLr1w7pdRvxwDFfbmYYmwsKoDmWC17zubBblh1Vnosa6uAA/s1600/280px-Rei_D._Sebasti%C3%A3o.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><br /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi820oSasyMZU1GGrtb5M-WjbgOK_6iuDSMLxpkdVxP2CtBql7WvMg9MnWMJGdhH1fVsV9UNllhEnu8X1dQpYV0q-Zi-zdxzt4CjfVs-eWfKESekmxp1dZR62rT1aaoZqRinFNIX2gXpMo/s1600/280px-Rei_D._Sebasti%C3%A3o.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi820oSasyMZU1GGrtb5M-WjbgOK_6iuDSMLxpkdVxP2CtBql7WvMg9MnWMJGdhH1fVsV9UNllhEnu8X1dQpYV0q-Zi-zdxzt4CjfVs-eWfKESekmxp1dZR62rT1aaoZqRinFNIX2gXpMo/s1600/280px-Rei_D._Sebasti%C3%A3o.jpg" height="400" width="346" /></a><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En un sistema político basado en la sucesión hereditaria de los gobernantes, cualquier quiebra en la continuidad puede resultar desastrosa. La familia en el poder mantiene su autoridad en gran medida basándose en acuerdos con regiones, tribus, con minorías religiosas concretas y con otras familias elitistas que controlan el poder. Si este sistema de acuerdos se quiebra por falta de un heredero ---que en la mayoría de las sociedades tiene que ser un heredero varón--- los grupos que anteriormente proporcionaban apoyo comienzan a mostrarse inquietos y a buscar soluciones alternativas. Siempre puede darse la posibilidad, en tales circunstancias, de que alguien reclame sus derechos o se proclame como el verdadero y auténtico heredero varón y consiga algún apoyo político.<br /> <br />El príncipe Sebastián era el hijo de la infanta Juana de España, una dama cuya severa belleza, atestiguada por muchos diplomáticos, solo era comparable a su estricta religiosidad. En 1552 su padre, el emperador Carlos, acordó su matrimonio, cuando la infanta tenía diecisiete años, con el príncipe Juan Manuel de Portugal, que tenía quince. </span></span><br />
<a name='more'></a><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los dos jóvenes no tardaron en sentir una intensa atracción sexual el uno por el otro, y Juana se quedó embarazada en torno a finales de abril de 1553. Pero a finales de ese mismo año, el príncipe Juan Manuel cayó gravemente enfermo con una diabetes juvenil que lo llevó a la tumba poco después, el 2 de enero de 1554. La joven viuda se enfrentó a la obligación de criar sola a su hijo, nacido el 20 de enero de aquel año, y al que pusieron de nombre Sebastián porque era el santo del día en que nació. No mucho después de su nacimiento un médico castellano que atendía a su madre, el doctor Fernando Abarca Maldonado, le hizo el horóscopo al niño. Presagió para el infante un feliz matrimonio y una amable y abundante descendencia, una predicción que desgraciadamente resultó ser completamente errónea.<br /><br />El hermano mayor de Juana, el infante Felipe (más adelante Felipe II), había sido gobernador de España durante la ausencia de su padre, desde 1547, pero en 1554 había tenido que abandonar la península con el fin de acudir a Inglaterra para casarse con la reina María Tudor. <br /> </span></span><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Todos los consejeros de la Corona habían llegado a la convicción de que la mejor solución, dadas las circunstancias, sería que la reina viuda Juana regresara desde Portugal y gobernara temporalmente España en lugar de su hermano. La educación y los cuidados del infante portugués quedaron en manos de otros, y Juana vino a España. No olvidó a su hijo, a quien escribía de tanto en tanto, y enviaba emisarios para que le trajeran noticias de él. Además encargó retratos del niño, para poder ver a quién se parecía. <br /><br />Al final resultó que Sebastián accedió al trono de Portugal en 1557, a la edad de trece años, cuando murió su abuelo, el rey Juan (João) III de Portugal. Su posterior evolución, sin un padre ni una madre que lo vigilaran, nunca ha dejado de interesar a los historiadores. Los historiadores portugueses, en particular, han sido uniformemente hostiles a un rey que no hizo nada por su país, que no se casó ni trajo al mundo un heredero, y que por tanto fue responsable de la quiebra de la independencia de su país.<br /><br />Una buena parte de estos fracasos se han achacado al carácter personal de Sebastián. Los historiadores portugueses, aunque sin entrar en detalles personales, le echan la culpa a los «problemas psicológicos», a la «frigidez» o a la «misoginia» del rey, sin embargo evitan explicar cuáles eran esos problemas concretos. Parece indudable que el problema era fundamentalmente sexual. El evidente desinterés de Sebastián por las mujeres y su falta de disposición al matrimonio y a la necesidad de traer al mundo un heredero, junto con su excesiva dedicación a las maniobras militares, eran signos de una orientación sexual que al final tuvo importantes consecuencias políticas. Algunos miembros de la Corte, así como ciertos diplomáticos extranjeros, no tardaron en comenzar a comentar estas rarezas del comportamiento del rey.<br /><br />Parece que el rey estaba lejos de ser «frígido», pues tuvo un buen número de aventuras homosexuales, y algunos acompañantes de su corte eran al parecer también homosexuales. El tutor y confesor Luís Gonçálves da Câmara, cura jesuita, representó un papel destacado en la educación de Sebastián; el clérigo parece haber sido responsable en parte de lo que le ocurrió al muchacho. Tradicionalmente los historiadores portugueses no han tenido mucho interés en decir nada contra los jesuitas, que desempeñaron papel crucial en la evolución del país, pero al menos un erudito portugués, Queiroz Veloso, sigue la lógica de los documentos. <br /><br />Parece ser que desde que tenía alrededor de diez años, Sebastián mostró signos de una dolencia que probablemente era gonorrea. Esta palabra fue utilizada concretamente en un informe que el embajador francés envió desde Lisboa a París. Es posible que Sebastián contrajese esa dolencia como resultado de ciertos abusos sexuales a manos de su confesor, un hombre que influyó en el joven rey también en otros sentidos. <br /><br />Por ejemplo, muy probablemente le inculcó la gran preocupación que el rey tuvo siempre por el avance del islam en el norte de África.<br /><br />Câmara fue confesor de Sebastián durante sus años más tiernos e impresionables, desde 1560 a 1566, y por tanto pudo haber contribuido significativamente a la evidente homosexualidad del rey. De esta época en adelante, Sebastián fue completamente indiferente a las mujeres, y pasó sus ratos de ocio en diversiones nocturnas con sus compañeros varones. También dedicaba buena parte de su tiempo a maniobras militares. <br /><br />Desapareció durante tres meses en el norte de África en 1574, en un viaje de reconocimiento, evaluando la posibilidad de lanzar una cruzada contra los musulmanes. <br /><br />Todo esto estaba aconteciendo al mismo tiempo que el rey de España, en la estela de la exitosa victoria de Lepanto en 1571, estaba intentando rebajar la tensión con las potencias musulmanas del sur mediterráneo. Pronto se hizo evidente que las intenciones del rey portugués hacia el islam estaban siendo claramente contrarias a los objetivos políticos de España.<br /><br />En una famosa entrevista que mantuvieron los dos reyes, en el monasterio de Guadalupe, durante la Navidad de 1576, con el duque de Alba presente, Felipe II intentó razonar con Sebastián de Portugal. Este, sin embargo, solo parecía interesado en solicitar ayudas concretas para sus planes de invadir África. <br /><br />En un momento en el que Felipe II estaba trabajando para llegar a una tregua con los turcos en el Mediterráneo, parecía poco juicioso abrir un nuevo frente bélico en el sur. Al final cedió y le ofreció algún apoyo. «Me resolví de offrescerle cinquenta galeras y cinco mil españoles», pero tendría que pagarlos. <br /><br />El rey de España también insistió en que, dados los riesgos evidentes de la operación, Sebastián no debía participar personalmente en la invasión. Los soldados españoles serían de los que salieran de Flandes para ir a Italia.<br /><br />A su regreso a Madrid, Felipe II le dijo al embajador imperial Khevenhüller que Sebastián «tiene buena y santa intención, pero poca madurez». «Le he persuadido de palabra y por escrito», dijo, «pero no ha aprovechado nada». En 1578 el rey de España envió a Juan de Silva como embajador a Portugal para intentar detener a Sebastián. El humanista Benito Arias Montano también fue enviado a Lisboa con una misión parecida.<br /><br />A pesar de los esfuerzos españoles, la famosa expedición a Marruecos tuvo lugar. Portugal había tenido muchos intereses en África, desde la conquista de Tánger en 1471, y Sebastián estaba muy interesado en conservar la posición de su país en esa zona contra los emires enemigos pertenecientes a la dinastía Saadí. <br /><br />La gran flota que partió de Belem el 24 de junio de 1578, con más de ochocientas naves entre grandes y pequeñas, abarcando desde galeones, carabelas y galeras, llevaban un total de 20.000 hombres. Portugal sola, con su diminuta población, no era capaz de reunir tal cantidad de hombres. Alrededor de una cuarta parte del ejército eran voluntarios de todos los países cercanos del occidente europeo, incluido un contingente de España, que embarcó en Cádiz. Entre ellos había un destacamento de tropas enviadas por el papa, bajo el mando del inglés Sir Thomas Stukeley. <br /><br />Los barcos tomaron tierra en lo que hoy es el puerto de Arzila, a pocas millas de Tánger, donde el ejército debía reunirse con los aliados musulmanes bajo el mando del saadí Mohamed al Masluk, que estaba enfrentado a otros emires. Los emires enemigos proclamaron una yihad contra las fuerzas invasoras.<br /><br />Deseoso de entrar en acción, el joven rey condujo a sus tropas desierto adentro para enfrentarse a unos ejércitos que eran el doble del suyo, bajo el liderazgo de Muley Abd al Malik, el sultán saadí de Marruecos. Desde el principio hubo presagios desfavorables.<br /><br />El ejército iba acompañado por miles de criados, esclavos y prostitutas, cuyo trabajo era favorecer que los nobles se sintieran a gusto y cómodos. Para facilitar el transporte, el rey también llevaba más de mil carros. El ejército se desplazaba con mucha lentitud, y cuando llegaron a la zona que buscaban, las fuerzas del enemigo ya estaban allí, esperándolos. <br /><br />El ejército de Al Malik era una fuerza profesional que probablemente contaba con setenta mil hombres, incluyendo unos veinticinco mil de caballería. Su artillería, con treinta y cuatro cañones, ya estaba posicionada. <br /><br />El 4 de agosto de 1578, el día más caluroso de la estación más calurosa del año, el ejército cristiano, en el que servía la flor y nata de la nobleza portuguesa, con el joven rey de veinticinco años a la cabeza, fue aniquilado por las fuerzas bereberes en una batalla cerca de la ciudad de Alcazar-el-Kebir (Alcazarquivir), entre Tánger y Fez. A lo largo de las seis horas de batalla, murieron tal vez ocho mil cristianos (entre ellos, Thomas Stukeley) y alrededor de seis mil marroquíes. <br /><br />La masacre fue indudablemente una victoria musulmana. Algunos grupos de cristianos se las arreglaron para escapar, pero más de diez mil de ellos fueron cogidos prisioneros. Los tres jefes militares de la batalla, los llamados «tres reyes», corrieron el peor de los destinos. Abd al-Malik, un hombre joven de treinta y cinco años, que ya estaba seriamente enfermo, murió durante la batalla; Al-Masluk pereció ahogado cuando intentaba escapar; y el rey Sebastián se dio por desaparecido, pues su cuerpo no pudo ser identificado en el campo de batalla.<br /><br />La Europa cristiana se horrorizó ante aquel desastre, pero para Portugal aquel suceso fue mucho más que un desastre. De un plumazo, el pequeño país perdía a su rey, casi la totalidad de su varonil aristocracia, y todo su ejército. <br /><br />Como escribió un corresponsal de los banqueros Fugger en un despacho desde Lisboa a Augsburgo poco después de que se conocieran las noticias: «Podrá usted sin dificultad imaginar cuán tristes son los lamentos, la desesperación y el dolor. Es una cosa tristísima perder en un día al rey, a los maridos, a los hijos y todos los bienes que llevaban».<br /><br />Fue un desastre de tal envergadura que resultaba difícil creerlo, y tal y como se sucedieron los acontecimientos, los portugueses simplemente se negaron a creerlo.<br /><br />Hicieron todos los esfuerzos posibles para canjear los soldados cautivos y, con el tiempo, la aristocracia comenzó a recuperarse. Pero el centro de todas las preocupaciones era el rey. ¿Estaba muerto? Si era así, ¿por qué no se había identificado su cuerpo ni se había recuperado? Pasaban los días, pero nada se sabía del rey Sebastián. Los funcionarios de Lisboa finalmente recibieron un mensaje de Tánger en el que se certificaba que el rey había muerto. Dadas las circunstancias, y puesto que no había ningún otro heredero inmediato, se celebró una misa de réquiem en Lisboa y el anciano tío del rey, el cardenal Enrique, fue coronado rey el 28 de agosto.<br /><br />Transcurrió el tiempo, pero aún no había pruebas fehacientes de la muerte del rey. En Lisboa el embajador de Felipe II era a la sazón el portugués Cristovão da Moura, conocido en España como Cristóbal de Moura y que más adelante llegaría a ser primer ministro del rey. Da Moura envió un despacho secreto al rey Felipe II: «Mucha gente cree que el rey no está muerto». La creencia más común era que Sebastián había conseguido escapar a la muerte de algún modo, y o bien no había conseguido huir todavía, o estaba vagando por esos mundos conmocionado y perdido. Aquellos que sobrevivieron al desastre, en todo caso, no tenían una información fiable. El más importante de los supervivientes fue el embajador de Felipe II ante la corte portuguesa, Juan de Silva, que había acompañado a Sebastián a África, y luego había sido capturado y canjeado por un rescate. <br /><br />Este le contó sus experiencias a un italiano, Conestaggio, pero el libro que compuso solo fue publicado once años después. Otra narración de un español superviviente se publicó en París, un año después de los hechos. También circularon otras historias más optimistas, pero siempre sin pruebas de lo que le había sucedido al rey.<br />Los generales musulmanes hicieron sus propias indagaciones. Se peinó el campo de batalla y al final se rescató un cuerpo, identificado como el del rey, y se llevó a la tienda de los gerifaltes. Se pidió a ocho nobles portugueses cautivos que identificaran el cadáver, y todos coincidieron en que aquel hombre parecía ser el rey Sebastián. Al mismo tiempo añadieron que aunque el cadáver recordaba mucho al rey, era difícil asegurar la identificación, dado el deterioro que ofrecía su aspecto, por culpa de las heridas, el polvo, la sangre y el calor. El cadáver presentaba cinco heridas de espada en la cabeza, así como dos disparos en el cuerpo. Fue enterrado un día después. <br /><br />La corte española negoció con los musulmanes para intentar conseguir la repatriación del cadáver, que fue entregado a los cristianos de Ceuta en diciembre de aquel mismo año, y se le enterró allí, en un monasterio.<br /><br /> ¿Puede confiarse en el testimonio de los nobles portugueses? Cuando pasaron algunos meses, algunos protestaron porque los ocho testigos habían mentido deliberadamente en la identificación del cuerpo, con la idea de proteger al rey verdadero, que había sobrevivido y podría escapar si se ocultaba su identidad. Comenzaron a difundirse rumores sobre un misterioso superviviente que ocultaba su identidad. De vez en cuando aparecían impresas algunas versiones de la historia, tanto en Portugal como en España. Lisboa, con su activo comercio internacional, era un centro ideal para el surgimiento y difusión de rumores. También era uno de los puertos claves para el regreso de cautivos rescatados a los musulmanes de África. Estos cautivos y huidos que regresaban del desierto desde luego vendrían con rumores y habladurías sobre la desaparición del rey. Quizá la más llamativa de todas esas historias era la posibilidad de que uno de los retornados fuera el propio rey, bien disfrazado en un intento de protegerse, o bien irreconocible tras sus muchas heridas y penurias.<br /><br />Durante un corto período de tiempo, la especulación sobre el destino del rey ocupó un segundo término ante un asunto más acuciante, el destino del propio reino de Portugal. El heredero varón más cercano del difunto rey era su tío abuelo, el cardenal Enrique, de sesenta y siete años de edad. Que fue proclamado rey a finales de agosto. Enrique era débil, y estaba medio ciego, desdentado, senil y destrozado por la tuberculosis. Según el testimonio de Moura, estaba medio muerto de miedo cuando lo coronaron rey. Legalmente, el mejor posicionado con derecho al trono de Portugal, tras Enrique, era Felipe II de España, por su madre. (Su madre fue Isabel de Portugal, la esposa del emperador Carlos V). Había algunos portugueses que reclamaban el derecho al trono, por ejemplo el nieto del cardenal, Antonio, prior de Crato, y una sobrina que se había casado con el duque de Braganza. Pero Felipe II estaba decidido a hacer valer sus derechos.<br /><br />Por primera y única vez en su vida, Felipe II dirigió una campaña para granjearse el favor de la opinión pública. En otros lugares conflictivos, como los Países Bajos, se había limitado a defender sus políticas, puesto que él era el legítimo gobernante. Sin embargo, aquí, estaba obligado a buscar apoyos tanto de los portugueses como del resto de Europa. Confiaba seriamente en asegurarse el trono sin tener que derramar sangre en el combate. Pero también era consciente de que incluso los derechos más legítimos necesitaban el firme consentimiento de las élites políticas. <br /><br />Se llevaron a cabo tres estrategias. La primera, se contrató a los mejores juristas de toda Europa para que redactaran informes que apoyaran su causa, así como para convencer no solo a los portugueses, sino a otras potencias europeas. En segundo lugar, sus representantes en Portugal, y muy principalmente su embajador Juan de Silva, su representante el duque de Osuna, y su enviado especial, Moura, intentaron ganarse tanto a las personas como a los pueblos. Finalmente, también se utilizaron sobornos selectivos. Moura orquestó una brillante campaña para granjearse el favor para su señor. Habló con la nobleza y la clerecía, recopiló información entre la milicia portuguesa y repartió oro con liberalidad.<br /><br />Felipe II dejó poco al azar. Alrededor de finales de enero de 1579 el monarca informaba a Moura de «cómo se va tratando con secreto y disimulación de las prevenciones necesarias para cualquier caso». «Creed de cierto», añadía, «que aunque yo deseo que no sea menester nada desto, por mi parte no hay descuido en ninguna cosa». Moura pensó en la necesidad de hacer algunos preparativos militares: «Tengo grande esperanza», le escribió al rey, «que con tener a punto las espadas no ha de ser menester echar mano a ninguna».<br /><br />Felipe II supervisó los planes para una posible intervención militar y naval. En la primavera y el verano de 1579 se aparejaron las galeras españolas, y además se dispuso que un buen número de naves se trasladaran desde Italia bajo el mando del almirante Doria. Las fuerzas conjuntas, que totalizaban sesenta galeras, se reunieron en los alrededores de las costas andaluzas, bajo el mando del marqués de Santa Cruz. Los barcos de Italia traían destacamentos de soldados italianos y alemanes, así como una representación de los tercios españoles, veteranos de la guerra de Flandes. En Andalucía y en las provincias vecinas a Portugal tuvo lugar un intensivo reclutamiento de tropas españolas. En octubre las tropas de caballería se pusieron bajo el mando de Sancho Dávila, veterano de Flandes. Santa Cruz iba a partir hacia Lisboa inmediatamente, en cuanto supiera de la muerte del cardenal Enrique. El duque de Medina Sidonia, secundado por otros nobles cuyas posesiones lindaban con Portugal, estaba dispuesto a colaborar con el rey Felipe II, comandando sus tropas ante una inminente invasión por tierra. <br /><br />En teoría la movilización era secreta, pero Felipe II se aseguró de que los portugueses lo supieran. «En caso que se hubiesen de diferir las armas», le comunicó a Moura en abril, «tanto más convendría apretar por una parte las negociaciones y por otra no quitar el miedo de las armas».<br /><br />En el verano de 1580 las tropas españolas, bajo el mando del duque de Alba, invadieron Portugal. Setúbal, asediado por tierra y mar, capituló el 18 de julio. La flota de Santa Cruz llegó dos días después y proporcionó apoyo a las fuerzas de tierra. En Lisboa hubo una dura resistencia calle por calle, pero al final la ciudad se rindió la última semana de agosto. Don Antonio, en torno al cual se había arracimado la mayor parte de la resistencia, huyó. Consiguió refugiarse en el norte y finalmente fue rescatado por un barco inglés. «Aquí, señor, ya no hay que pensar en guerra», le escribió Alba al rey. Coimbra se rindió el 8 de septiembre, cuando las tropas se desplazaron al norte. <br /><br />El 4 de diciembre el rey salió de Badajoz con la intención de cruzar la frontera. En Elvas fue oficialmente recibido por representantes portugueses. Allí envió despachos para convocar Cortes de Portugal, que se reunirían en abril, en Tomar, una ciudad elegida porque Lisboa estaba sufriendo una epidemia.<br /><br />Las Cortes de Tomar, que se reunieron en abril de 1581, fueron una ocasión histórica. Allí se confirmó la unión de toda la península bajo una sola corona. Las Cortes juraron fidelidad al rey y reconocieron a su hijo, el príncipe Diego, como su sucesor. A cambio, el rey Felipe II confirmó todos los privilegios y la independencia de Portugal, en términos similares a aquellos que habían unido a otros reinos de la Península con Castilla hacía más de un siglo. <br /><br />Para acallar los continuos rumores de que Sebastián aún estaba vivo y que regresaría para reclamar su trono, el rey dispuso que se trajera el supuesto cuerpo del rey Sebastián desde África.<br /><br />Se puso al mando de la expedición a uno de los amigos de Sebastián, que había ayudado a identificar el cadáver tres años antes. Tenía la orden de conducirlo de Ceuta a Belem, donde llegó el 11 de diciembre de 1582. El rey y toda la corte estuvieron presentes en la ceremonia solemne en la que los restos de Sebastián fueron enterrados en la iglesia de los Jerónimos, en Belem. La ceremonia fue doblemente importante, porque confirmaba de una vez por todas la muerte de Sebastián y la legitimidad de la sucesión de Felipe II al trono del difunto Sebastián de Portugal. Las historias siguieron circulando, difundidas principalmente por la clerecía, que se oponía a la sucesión española y esperaba el regreso del rey. Se seguía diciendo que el rey estaba vivo en África y que vivía con los árabes en las montañas. Nadie ofreció ninguna explicación de por qué, si Sebastián aún estaba vivo, había preferido quedarse a vivir en África con los bereberes, en vez de regresar a casa, con su propia gente.<br /><br />Efectivamente, la ceremonia de Belem puso fin a la existencia oficial del rey Sebastián de Portugal. Una historia concluía, pero una nueva y curiosísima estaba a punto de comenzar.<br /><br />Puede que el rey verdadero estuviera muerto y enterrado, pero un Sebastián nuevo e inventado comenzaba entonces su andadura, un Sebastián cuyos orígenes y destino se desenvolverían completamente en el reino de los mitos. Entre las leyendas que surgieron referidas al rey desaparecido, hubo una que sugería que el monarca deseaba expiar sus pecados vagando siete años por el desierto en penitencia y soledad, después de lo cual reaparecería. Los siete años expirarían en 1585, una fecha que, consecuentemente, muchos aguardaron con emoción. En 1584 hubo rumores que hablaban de que habían identificado en un pueblo de la frontera hispano-lusa a un joven que algunos tomaron por el rey desaparecido. Las autoridades lo arrestaron y lo enviaron a Lisboa, donde fue identificado como el hijo de un alfarero del pueblo, y que solo tenía veinte años, demasiado joven para ser el verdadero Sebastián. Aunque los jueces que lo encausaron por fraude concedieron que era sorprendentemente inteligente, no tuvieron el menor reparo en enviarlo a galeras de por vida.<br /><br />Desde aquel momento en adelante, los sebastianes se multiplicaron. Unos pocos meses después, en 1585, otro Sebastián salió a la luz en el centro de Portugal. Tanto en edad como en apariencia, podría haber sido el desaparecido, y rápidamente tuvo sus seguidores, entre los que estaban varios personajes ricos que se oponían a la presencia española en el país. Se arrogó el título de rey, y consiguió reunir a un pequeño ejército de seguidores, pero las autoridades de Lisboa no tuvieron grandes dificultades en dispersarlos y arrestar al supuesto monarca. <br /> Resultó que era el hijo de un masón de las Azores. En junio fue sentenciado a muerte y su cadáver fue cuarteado, mientras algunos seguidores fueron enviados a galeras.<br /><br />1585 transcurrió sin que hubiera indicio alguno todavía del rey ausente. Sin embargo, no resultó difícil inventar una explicación.El hecho de que Sebastián no reapareciera significaba, para todos aquellos que aún creían que vivía, que todavía estaba vivo pero cautivo en África. No faltó gente que creyera en el mito. Los que se adhirieron a esta historia procedían de las clases ilustradas, los nobles, los mercaderes y, sobre todo, los eclesiásticos. Lo que los unía a todos ellos, bien vivieran en Portugal o en el exilio, era la hostilidad hacia España. <br />Con frecuencia pudieron contar con el apoyo de gentes principales de Francia, el país que había mantenido grandes conflictos con España y había proporcionado apoyo activo a la oposición durante la invasión española de 1580. Un seguidor portugués del prior de Carto, refugiado en París, llamado João de Castro, se dedicaba a difundir propaganda a favor de la causa del rey Sebastián. <br /><br />Otro prominente sebastianista fue el fraile agustino portugués Miguel dos Santos, que desde 1587 estaba al frente de las novicias en el convento agustino de monjas en Madrigal, al sur de Valladolid. En el convento, la discípula más cercana de Miguel era la novicia Ana, una de las hijas de don Juan de Austria. Había estado en el convento desde los seis años. Felipe II había ordenado llevarla allí, con la idea de evitar cualquier riesgo de convertirla en el centro de una conspiración en la corte. La joven muy pronto cayó bajo la influencia de Dos Santos y sus ideas sobre Sebastián. El agustino le dijo un día que la había visto a ella, en sueños, arrodillándose con el desaparecido Sebastián delante de una cruz, lo cual significaba (según él) que los dos estaban destinados a casarse y a liberar Jerusalén. En 1594, el fraile metió en el convento, en calidad de repostero, a un joven, Gabriel de Espinosa, que tenía un sorprendente parecido con Sebastián, y le presentó a la joven monja.<br /><br />Luego Miguel dos Santos se puso en contacto con los principales nobles portugueses y los invitó a acudir a Madrigal para verificar si aquel joven era efectivamente Sebastián. La consecuencia más significativa fue que el gobierno francés, bajo el mando de su nuevo rey Enrique IV, también llegó a interesarse en la posible veracidad de la historia. <br /><br />Francia estaba en guerra con España en esos momentos, y consiguió el voluntarioso apoyo de los nobles disidentes portugueses así como de otro inesperado aliado, el antiguo secretario del rey de España, Antonio Pérez, que en ese momento residía en Francia .El pastelero de Madrigal, a quien al parecer Miguel dos Santos había descubierto en Portugal, se convirtió de este modo en el centro de una conspiración internacional centrada en el resucitado Sebastián. Sin embargo, la aventura no llegó muy lejos. La información sobre las actividades de Espinosa llegó a oídos de las autoridades de Valladolid, y el joven fue arrestado. Sometido a tortura, lo confesó todo, y sus cómplices fueron detenidos. En agosto de 1595 fue colgado y descuartizado y su cabeza fue expuesta y colgada en una jaula. Fray Miguel fue excomulgado primero, y luego colgado y su cabeza expuesta públicamente en Madrigal. Ana fue privada de todos sus privilegios y trasladada a un convento en Ávila. Con Felipe III, sucesor de Felipe II, se le restauró en la dignidad de su rango y fue elevada a abadesa del convento de Las Huelgas de Burgos.<br /><br />Uno a uno, todos los complots y sueños de los sebastianistas se iban al traste. Tal vez el golpe más duro fue el tratado de paz, el Tratado de Vervins, acorado entre España y Francia en 1598. En aquella misma época estaban también teniendo lugar otras negociaciones de paz entre España e Inglaterra. El advenimiento de la paz privó a los rebeldes portugueses del apoyo exterior que deseaban, y confirmó el reconocimiento internacional de España como dueña de Portugal. Durante mucho tiempo nada se supo de don Sebastián, y ya parecía que toda la peripecia había tocado a su fin. El cuerpo de don Sebastián descansaba en Belem, y un Felipe de España (el tercero con ese nombre; para Portugal, solo el segundo) ocupaba el trono peninsular.<br /><br />De repente, toda la historia volvió a agitarse de nuevo. En agosto de aquel mismo año de 1598, João de Castro, que por entonces estaba en París, recibió una carta de un noble portugués residente en Venecia, informándole de que un viajero que pasaba por la ciudad había revelado que él era realmente don Sebastián. El hombre, que parecía un miserable vagabundo, había sido acogido por un posadero que había tenido lástima de él y fue el primero al que reveló la información. Las noticias no tardaron en difundirse, y llegaron a oídos de un noble exiliado portugués que vivía en Venecia. Un miembro del personal de la casa del noble, que había estado al servicio de Antonio de Carato, fue a ver al vagabundo, y confirmó que este mostraba todos los indicios de ser el rey desaparecido. El transcurso de veinte años habría cambiado naturalmente el aspecto de Sebastián, de modo que la cuestión del parecido no era ya un gran problema. Más trascendental era la cuestión de explicar por qué el rey no había hecho nada por revelar su identidad durante dos décadas. En este punto, el supuesto Sebastián tenía que contar una larga y enrevesada historia.<br /><br />Decía que se las había arreglado para escapar tras la famosa batalla de Alcazarquivir, en compañía de un puñado de nobles portugueses. Habían intentado pasar a Portugal, pero sintió remordimientos por el desastre al que había conducido a su país y decidió no regresar. En vez de eso, partió hacia Egipto, y luego viajó a Etiopía, donde visitó al mítico rey cristiano Preste Juan. Tras un par de años allí, volvió a emprender sus viajes, y fue a Persia, donde sirvió en el ejército durante seis años de guerras contra los turcos. Tras Persia, consiguió llegar a Jerusalén y luego a Constantinopla, desde donde pasó a Hungría, Moscovia y Suecia, luego enfiló hacia el sur, hasta Londres, en Inglaterra, donde visitó al pretendiente del trono portugués, Antonio de Crato. Luego fue a Holanda y finalmente a París, donde pasó un año, y luego bajó a Italia, junto al Mediterráneo. A todo esto, tuvo una visión que le indicó que debería hacer todos los esfuerzos posibles para recuperar su trono de Portugal. Haciéndose llamar ahora El Caballero de la Cruz ---una reminiscencia de la orden militar que había fundado Sebastián justo antes de intentar la conquista de África---, partió hacia Roma con el propósito de descubrirse ante el papa. Sin embargo, lo habían asaltado por el camino y le habían robado todas sus ropas y propiedades, y nunca consiguió ver al papa. Y así fue como había acabado, pareciendo un pobre pordiosero, en Venecia.<br /><br />Lógicamente, las primeras reacciones a la historia fueron negativas, pero el pretendiente recibió visitas tanto de curiosos como de convencidos. El asunto concitó el interés de toda Europa, y en Londres los teatros programaron al menos tres obras distintas que tenían como tema central las aventuras del rey que había escapado de la muerte en África y que ahora asombraba a Europa con sus relatos. Los hijos de Antonio de Crato, que en esos momentos residían en Holanda, donde disfrutaban del favor del gobierno, se negaron a creer la historia. Los exiliados portugueses en Londres también estaban convencidos de que aquel hombre era un impostor. El caso se habría sumido en el olvido si no hubiera sido por el clero portugués en el exilio, principalmente la orden de los dominicos. Gracias sin duda a su influencia, un prelado italiano de Venecia, el arzobispo dominico de Spalato, acogió al pretendiente bajo su tutela y lo alojó por todo lo alto en un lugar de los alrededores de Venecia, donde se las arregló para que una serie de personajes importantes lo visitaran. <br /><br />Las autoridades de la república estaban enormemente incómodas con la presencia del pretendiente en su territorio, sobre todo debido a las protestas del embajador español. Así que ordenaron al pretendiente que abandonara de inmediato territorio veneciano. Cuando se negó a hacerlo, enviaron guardias para que lo arrestaran, a finales de noviembre de 1598.<br /><br />El pretendiente permaneció prisionero durante dos años, y fue sometido a múltiples interrogatorios. Y fue en ese momento cuando la historia dio un giro tan sorprendente como inexplicable. A pesar de varios intentos por poner a prueba la memoria del prisionero y preguntarle por detalles íntimos de la vida de Sebastián, el mendigo salió airoso de todas las pruebas. Podía repetir detalles de conversaciones que los embajadores venecianos de la época habían mantenido con Sebastián, demostró que tenía una fortaleza física semejante a la del rey (que había sido capaz de levantar a un hombre con un brazo), y fue identificado como Sebastián por personas que habían conocido al rey veinte años atrás. Entretanto, el clero portugués que apoyaba al pretendiente estaba muy ocupado intentando recabar apoyos entre los exiliados portugueses. Curiosamente, todos los simpatizantes habían sido partidarios de Antonio de Crato, y el movimiento se fue perfilando claramente como un movimiento antiespañol. Esto se hizo más evidente cuando se supo que algunos personajes holandeses estaban involucrados en el caso.<br /><br />El Senado de Venecia evidentemente no quería verse arrastrado a un conflicto político. A mediados de diciembre de 1600, un tribunal especial decretó la libertad del prisionero, con la condición de que abandonara el territorio de la república inmediatamente. Si no lo hacía, sería enviado a galeras. Algunos amigos trasladaron al prisionero a Padua, donde aquella misma noche ---el 15 de diciembre--- se entrevistó con personajes clave y se ofreció para que le hicieran un examen físico. Las personas allí reunidas, todas portuguesas, parecieron aceptar las pruebas físicas que mostró. Sin embargo, tenían dos pequeñas dudas. El hombre que tenían ante sí, a diferencia de Sebastián, tenía una piel demasiado morena, lo cual atribuyeron al efecto del sol africano. Más importante, tal vez, era el hecho de que cometió varios errores graves hablando portugués, pero esto también podía pasarse por alto, considerando que había pasado tantísimos años fuera de su país natal.<br /><br />Los partidarios quedaron convencidos y lo dispusieron todo para trasladar a Sebastián aquella misma noche a Francia, por temor de que pudiera ser capturado por los españoles. Resultó que el embajador español en Venecia había seguido cada movimiento del pretendiente, que fue obviamente capturado a finales de mes en los dominios del gran duque de la Toscana. Había estado libre solo trece días. Las esperanzas de auxilio francés se desvanecieron, porque Enrique IV de Francia estaba a punto de firmar (en enero de 1601) un tratado de paz con los italianos y sobre todo con España, como parte del acuerdo por el cual tomaba como esposa a una princesa italiana, María de Médicis, hija del gran duque. El rey estaba en Lyon, donde tuvo ocasión de conversar con el embajador de Venecia, que le preguntó si pensaba que el asunto del rey Sebastián era «un cuento, o verdad». El rey contestó: «Muchos lo toman por cierto». Fue claramente una actitud que evitaba cualquier compromiso, aunque el rey continuó refiriéndose a él como «don Sebastián».<br /><br />Entre tanto, los seguidores de Sebastián andaban atareadísimos por toda Europa intentando conseguir que se aceptara la identidad real de aquel hombre, como un requisito necesario para su puesta en libertad. Los líderes políticos eran reacios a comprometerse, sabiendo que eso les acarraría conflictos con España, que junto con sus aliados dominaba Italia tanto política como militarmente. <br /><br />Al final, el gran duque tomó una decisión, y el lunes de Pascua de 1601 los toscanos entregaron a su prisionero a los españoles, que lo escoltaron hasta la costa y lo pusieron a bordo de una nave con destino a Nápoles. En Nápoles, por seguridad, fue alojado en un castillo. Algunos estados criticaron con severidad la actitud del gran duque, incluidos Francia e Inglaterra, e incluso el papado, por haber cedido tan fácilmente a las exigencias de España, pero alegó en su defensa que tenía muy pocas opciones, puesto que era un vasallo de España por el Estado de Siena. A pesar de todas las protestas, nadie iba a mover ni un dedo por Sebastián. Era el final de un largo período de guerra en Europa, y todo el mundo estaba deseando firmar la paz y no arriesgarse a una posible confrontación con España.<br /><br />En Nápoles el prisionero fue conducido a presencia del virrey, en mayo, con la idea de mantener un encuentro personal con él. El conde de Lemos en el pasado había sido embajador de España ante el propio rey Sebastián y, por tanto, lo conocía bien. Ningún aspecto de aquel hombre satisfizo al conde de Lemos, y envió a Madrid un despacho completamente negativo sobre él.<br /><br />Después de hablar con él, vi que era un loco sin seso, al que se le ha metido en la mollera que es el rey Sebastián. Conoce algunas cosas generales sobre Portugal, cosas que la gente le habrá dicho, historias absurdas. Habla muy mal y utiliza palabras incorrectas.<br /><br />Los seguidores del hombre más adelante difundieron una versión bastante diferente de la entrevista con Lemos. El virrey murió pocos meses después, en octubre, un suceso que los seguidores del pretendiente interpretaron como un castigo de Dios por no favorecer su causa. La estancia en Nápoles ofreció al final cierta información sobre el pretendiente que no fue filtrada por los escritos sebastianistas de sus seguidores. Cierto informe de un hombre, conocido entre los españoles como «el charlatán calabrés» o simplemente «el calabrés», fue difundido por un prelado toscano llamado Pocci. Pocci escribió:<br /><br /> "Este hombre era un mercader calabrés llamado Catizone, que tenía mujer viva e hijos, al que se le animó a venir de Mesina a Nápoles para darse a conocer al mundo. Había estado durante algún tiempo en Portugal, donde un cura dominico le persuadió para que dijera ser Sebastián, rey de Portugal. El fraile utilizó un tizón ardiendo para fabricar en su cuerpo las cicatrices que llevó en su día don Sebastián. Le hizo una marca de fuego en la cabeza, y el propio hombre se hizo una herida en el brazo. Aparte de esta locura de proclamarse don Sebastián, era un buen hombre de vida virtuosa, así que sería mucho más razonable culpar al cura por haberlo convencido de que dijera ser Sebastián de Portugal."<br /><br />A la luz de estas revelaciones (que fueron denunciadas de inmediato como falsedades por los seguidores del acusado), el mercader calabrés a finales de abril de 1602 fue condenado de por vida a galeras, por impostor. Se le hizo desfilar por las calles de Nápoles a lomos de un burro y ataviado con un gorro de arlequín. Para sus seguidores, este trato no era más que una reedición del modo en que Jesús fue tratado en su camino al Calvario. De hecho, todas las descripciones posteriores de lo que le ocurrió están basadas exclusivamente en resúmenes escritos por sebastianistas, que no dejan de mencionar su actitud regia cuando fue atado al duro banco en la galera, la rapidez con la que todo el mundo lo reconoció como el verdadero Sebastián y el respeto que inspiraba en todo aquel que lo veía. Cuando su galera llegó a Cádiz, se dijo que nada menos que el duque de Medina Sidonia había bajado al puerto y lo había reconocido como el verdadero rey.<br /><br />De repente, en enero de 1603, el remero desapareció del puesto que solía ocupar. ¿Había escapado? ¿O lo habían matado? Aquello resultó ser el final de la historia. La verdad era que la farsa inventada para desacreditar al pretendiente no había sido suficiente para acabar con la leyenda que personificaba. Algunos clérigos en Portugal continuaron participando en conspiraciones para apoyar su causa. Todo lo que consiguieron fue convencer al gobierno de España de que la pena de muerte sería un elemento más disuasorio, y en consecuencia sacaron de la galera al remero y lo llevaron a una prisión. También fueron arrestados dos curas en Portugal y conducidos a Sevilla para ser juzgados; allí fueron torturados y admitieron que habían andado en tratos con el demonio. Condenados a muerte, fueron excomulgados y colgados. El comerciante calabrés, que fue también torturado y admitió haber sido engañado por el demonio, fue condenado a la amputación de su mano derecha, y luego se le colgó el 23 de septiembre.<br /><br /> ¿Fue Sebastián solo relevante como leyenda? Los historiadores podrían tal vez descubrir un día que se pueden contar algunas cosas positivas de él. Por ejemplo, que en 1572 el poeta Luís de Camões publicó su obra maestra Os Lusiadas, y dedicó el poema a Sebastián, que le valió una pensión real del joven rey. El hecho destacable, en cualquier caso, siempre será el desastre de Alcazarquivir. Como puede suponerse, la muerte del pretendiente no interrumpió el torrente de leyendas, que no desaparecieron del todo y se reavivaron cuando Portugal, medio siglo después, se liberó del dominio español.<br /><br />La historia del rey que regresaría un día para salvar a su país quedó profundamente enraizada en la memoria histórica de los portugueses, a quienes esa leyenda les proporcionaba una esperanza que ninguna otra cosa podía darles. <br />En 1640 la leyenda sirvió para ayudar a los portugueses a liberarse de sesenta años de dominio de España.</span></span><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><span style="color: #cccccc;"><span style="background-color: white;"><span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">Autor :Henry Kamen</span></span></span></span><br /><br /> <br /><br /></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-7215880018634667202014-02-09T14:50:00.003+01:002017-01-29T22:21:27.370+01:001793 -1879 : Baldomero Espartero<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvo6B13Xo5pLuR4xZ9ymxn6RoJsmclvS3cyYV3ynO8SqXxFTBIzJq0iJxSrryVrlp1SVSYwzU29_c6cbvNmliAMuk7SEXSzCFLWCfzGLqC5P-IyTOHcYmdWQNEaDahgEQrQGGZOxX6h2o/s1600/280px-Baldomero_Espartero,_Prince_of_Vergara.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvo6B13Xo5pLuR4xZ9ymxn6RoJsmclvS3cyYV3ynO8SqXxFTBIzJq0iJxSrryVrlp1SVSYwzU29_c6cbvNmliAMuk7SEXSzCFLWCfzGLqC5P-IyTOHcYmdWQNEaDahgEQrQGGZOxX6h2o/s1600/280px-Baldomero_Espartero,_Prince_of_Vergara.jpg" height="400" width="313" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Si hay un personaje que encarne nuestro siglo XIX, con todos sus vaivenes y extravagancias, enredos y bullangas, ese es Baldomero Espartero. Lo fue todo y al final se quedó en nada. Conde de Luchana, duque de la Victoria y Príncipe de Vergara. Mariscal de campo, regente y presidente del Gobierno. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Llegaron incluso a ofrecerle la corona de España. Se creyó un elegido, alguien a medio camino entre Napoleón y Federico el Grande en lo militar y una reedición manchega de Metternich en lo político.<br /><br />Como tantos hombres que han pintado mucho en la historia, Espartero vino al mundo en el lugar más insospechado pero en el momento justo. Nació en 1793, en Granátula, un pueblecito del campo de Calatrava, en lo que hoy es la provincia de Ciudad Real. Su padre era un simple carretero, esto es, uno que se dedicaba a reparar las traqueteantes carretas de entonces. Este modesto oficio nunca le hizo rico, pero, como era ahorrador y ordenado, le dio para que el último de sus nueve hijos, Joaquín Baldomero, pudiese estudiar en Almagro.<br /><br />Cuando apenas llevaba tres años en la universidad, los franceses invadieron España. Baldomero tenía sólo 16 años, y muchas ganas de dejarse la piel en el campo de batalla. Su primer episodio de armas, la batalla de Ocaña, fue un sonoro desastre, pero al menos salió con vida del brete. Viajó con los restos del maltrecho ejército español hasta Cádiz, la única ciudad que había quedado libre del dominio francés, y allí se inscribió en la academia de oficiales.<br /><br />Tan pronto como pudo se incorporó a la guerra, pero ésta acabó antes de que el joven pudiese hacer méritos suficientes y tuvo que conformarse con perseguir a lo que quedaba del ejército napoleónico, ya en una desesperada huida de vuelta a Francia.<br /><br />No tardaría en presentarse una nueva oportunidad para satisfacer su desmedida ambición. La América española, aprovechando el revoltijo causado por la contienda peninsular, se había declarado en rebeldía. Con objeto de devolver las ovejas al redil, el rey envió un ejército expedicionario compuesto por veteranos de la Guerra de la Independencia. Espartero, con sólo 22 años y el despacho de teniente aún caliente en la cartera, se alistó entusiasmado.<br /><br />Llegó a América en 1815. Pasaría allí diez años. Muy al contrario de lo que se cree, la independencia de las colonias americanas no se ventiló en cuatro batallas y un desfile. Llevó una década larga de ofensivas, contraofensivas, asedios y mil escaramuzas. No faltaron, como en toda refriega en la que anden involucrados españoles, traiciones, cambios de bando y hasta de gobierno. Parece mentira que se pudiese sostener el esfuerzo militar en América con la que estaba cayendo en España.<br /><br />A Espartero, sin embargo, una guerra tan prolongada le vino de perlas. Escaló por la jerarquía militar hasta llegar a brigadier de infantería. En 1824 el virrey La Serna le envió de vuelta a España para que informase a Fernando VII del estado de la campaña americana. Hecho esto, tomó el barco de vuelta, con tan mala suerte que, mientras navegaba hacia Perú, las armas españolas sucumbieron en Ayacucho y la guerra tocó a su fin. Espartero, ajeno a la derrota, fue apresado nada más poner el pie en el puerto peruano de Quilca, y casi termina en el paredón.<br /><br />Liberado por Bolívar, regresó a España y fue destinado a Pamplona, se casó con una rica heredera de Logroño y, hasta la muerte de Fernando VII, pasó varios años de aquí para allá, de Barcelona a Palma de Mallorca, sumido en el aburrimiento más absoluto. Aprovechó el ínterin para hacerse un cierto nombre entre sus compañeros de armas, procurando, eso sí, que sus convicciones liberales pasasen lo más inadvertidas que fuera posible. Que el horno, en aquella última y ominosa década del reinado del Rey Bribón, no estaba para bollos.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEimnDbFajH_kWyK5lpig5Ng7sf5GadCUSuzkQPayFA8UVy4HtghSR0_-7Lkse0BcpYRDObq_cVLIaFdq9kfvVSGuHPRHizWm0siOih4iHHFZzGn6qjQZEi64iD3wor6nGwMVYUrIx4p3CU/s1600/220px-Mar%25C3%25ADa_Cristina_de_Borb%25C3%25B3n-Dos_Sicilias%252C_reina_de_Espa%25C3%25B1a.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEimnDbFajH_kWyK5lpig5Ng7sf5GadCUSuzkQPayFA8UVy4HtghSR0_-7Lkse0BcpYRDObq_cVLIaFdq9kfvVSGuHPRHizWm0siOih4iHHFZzGn6qjQZEi64iD3wor6nGwMVYUrIx4p3CU/s1600/220px-Mar%25C3%25ADa_Cristina_de_Borb%25C3%25B3n-Dos_Sicilias%252C_reina_de_Espa%25C3%25B1a.jpg" /></a></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La regencia de Maria Cristina de Borbón empezó con muy mal pie. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />No llevaba ni una semana el cadáver de Fernando VII descansando en el panteón de El Escorial cuando el general Ladrón de Cegama salió a escondidas de su destino en Valladolid y proclamó rey, desde el pequeño pueblo riojano de Tricios, al hermano reaccionario del difunto, el infante Carlos María Isidro. El nuevo monarca lo sería por la gracia de Dios y de la derogada Ley Sálica, que impedía el acceso de las mujeres al trono.<br /><br />Espartero, siempre atento al sonido de los cañones, pidió de inmediato el traslado al frente. El Gobierno accedió a su deseo poniéndole a las órdenes del general Fernández de Córdova. La guerra carlista, la primera –luego vendrían otras dos–, comenzaba de un modo un tanto desconcertante. Los rebeldes, acaudillados por Tomás de Zumalacárregui, un militar que se había significado en la Guerra de la Independencia y célebre por su denodado apoyo a la causa absolutista durante el reinado de Fernando VII, se hicieron fuertes en Navarra y las Vascongadas.<br /><br />Poca resistencia podía ofrecer el ejército regular a la estrategia desplegada por Zumalacárregui, que, no tan casualmente, se parecía mucho a la que los guerrilleros españoles habían ofrecido a Napoleón. Conocedor del terreno abrupto y escarpado del País Vasco, se encaramó a las sierras vizcaínas y se granjeó fama de guerrero invencible.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">No lo era, claro. Según bajó a las tierras bajas para tomar Bilbao, una bala perdida se lo llevó por delante, de la manera más tonta posible, mientras se encontraba en un tejado estudiando a ojo la manera de entrar en la ciudad.<br /><br />La muerte de Zumalacárregui, las continuas divisiones y las cuchilladas y banderías internas condenaron a los carlistas a mantenerse a la defensiva. En esto de andar a la gresca, el Gobierno legítimo no les iba a la zaga. En 1836 medio país de sublevó contra el Ejecutivo conservador de Istúriz. Los sargentos, sí, los sargentos de la Guardia Real dieron un golpe de estado en La Granja. Querían que la regente se dejase de devaneos con el sector moderado del liberalismo y aceptase la Constitución de 1812. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">A María Cristina, que a esas alturas lo único que le interesaba era vivir a fondo el amorío que mantenía con uno de sus escoltas, no le quedó mucha elección y aceptó.<br /><br />Como consecuencia, el ejército del norte o cristino –tal como se llamaba entonces– fue encomendado a Espartero. El manchego, ágil en verlas venir, vislumbró en este cambio de tercio su gran oportunidad. No la desaprovechó. Reorganizó el ejército liberal y trató de inculcar en su tropa algo de disciplina. Los carlistas, entretanto, habían sitiado Bilbao de nuevo. Espartero no lo dudó un momento, sabía que ahí se lo jugaba todo. Se dirigió al norte con 14 batallones. En lugar de llegar a la ciudad desde Vitoria, como era de suponer, dio un rodeo y embarcó sus tropas en Castro Urdiales para llegar a Bilbao por la ría.<br /><br />El estado de los soldados cristinos era lamentable. Privados de sostén popular en los caseríos y sin cobrar la paga porque en Madrid se había acabado el dinero, Espartero pagó a la tropa de su bolsillo y consiguió que los ingleses suministrasen calzado a sus soldados. Avanzó por ambas riberas, apoyado desde la ría por cañoneros de la Armada. En el puente de Luchana los carlistas frenaron la ofensiva y tuvo lugar la batalla más célebre de las tres carlistadas.<br /><br />Metido en la tienda aquejado de una inoportuna cistitis, Espartero hubo de guardar cama durante los prolegómenos. Pero él, que había llegado hasta allí superando todas las dificultades, no se podía perder aquello. Conocedor de la importancia de aquel puente para romper el sitio, saltó de la cama y al frente de un batallón, espada en mano, se lanzó a su conquista. Los carlistas salieron en estampida y el ejército cristino, crecido por el arrojo de su general,tomó el puente en la Nochebuena de 1836. Al día siguiente los bilbaínos le recibieron entre aclamaciones. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />Se había convertido en el general más importante de España y, lo que a él realmente le interesaba, en el más influyente.<br /><br />La guerra siguió su curso durante tres años más. Después de Luchana, los carlistas podían prolongar el conflicto pero no ganarlo. Al año siguiente, el pretendiente Don Carlos armó en Estella un ejército y se dirigió al asalto de Madrid. Logró llegar hasta Vicálvaro, pero ahí se quedó la cosa. El ejército de Espartero, a quien había llamado la regente presa de la desesperación, acudió con presteza. En cuanto los carlistas supieron que el vencedor de Luchana iba a por ellos se replegaron, dejando a su jefe, Carlos María Isidro, sumido en la más completa impotencia.<br /><br />El bando carlista estaba desmoralizado, y sus generales peleados. A mediados de verano de 1839 Rafael Maroto, el mejor general con que contaron los carlistas tras Zumalacárregui, se avino a negociar con el Gobierno, es decir, con Espartero: a esas alturas, era casi lo mismo. Llegaron a un acuerdo en Oñate por el cual se respetaba la vida y rango de los carlistas que depusiesen las armas, y unos días después ambos generales se fundieron en el abrazo más famoso de la historia de España, el de Vergara.<br /><br />Rendido el ejército carlista del norte, sólo quedaba meter en vereda al de Levante, acaudillado por un catalán de armas tomar: Ramón Cabrera y Griñó, conocido como el Tigre del Maestrazgo, encastillado en la ciudad medieval de Morella. Espartero se dirigió a su encuentro y le hizo huir hacia Francia, donde cayó preso. Cabrera lo intentaría de nuevo años después, levantando un ejército rebelde en Cataluña.<br /><br />Al final de su vida desistió de su empeño, reconoció a Alfonso XII como rey y murió en Inglaterra, donde llegó a hacerse muy rico.<br /><br />Tras siete años de sangrienta guerra civil, España volvía a estar en paz. Los frutos de la misma fueron recogidos por el héroe a quien el pueblo atribuía la victoria. La regencia de María Cristina había sido un completo desastre. El país se encontraba devastado y en bancarrota, pero la reina era aún una niña de diez años incapaz de hacerse con la corona. María Cristina no quería seguir al frente de un Gobierno que aborrecía. Los españoles, además, no le tenían especial aprecio.<br /><br />Las guerras carlistas costaron trescientos mil muertos, más o menos lo que la guerra civil de 1936, y no resolvieron nada; más bien aplazaron el problema del enfrentamiento entre liberales y conservadores hasta 1936. Lo que sí acarrearon fue otras consecuencias. Los militares se fueron engolosinando con el mando y con las sinecuras ministeriales y altos cargos. Dado que la tarta nacional no alcanzaba para todos, los descontentos se erigieron en oposición progresista.<br /><br />Sucedió una época de inestable paz, en la que el país se recobró lentamente, aunque de vez en cuando se levantaba con el sobresalto de pronunciamientos de generales progresistas (pronunciamiento una palabra que hemos legado al vocabulario internacional, junto con siesta, guerrilla, desesperado y algunas otras, ninguna buena, salvo siesta). Entre los progresistas nació, en las principales ciudades, un partido democrático, de ideología revolucionaria, que aspiraba a destronar a Isabel. <br /><br />En medio del torbellino de la política y la guerra de aquellos años, la reina gobernadora, doña María Cristina, vivió una singular historia de amor.<br /><br />La reina no había sido feliz con el garañón taimado de su marido, pero, a las dos semanas de enviudar, el corazón le alivió los lutos poniéndole delante a un apuesto capitán de su escolta, Fernando Muñoz. Pasaron dos meses, y aunque se veían a diario y el capitán daba señales manifiestas de estar a su vez interesado en la reina, no se atrevía a declararle su amor. <br /><br />Decidió ella tomar la iniciativa y durante un paseo por la finca segoviana de «Quitapesares» (nombre como anillo al dedo) se encaró con él y le soltó: <br />-¿Me obligarás a decirte que estoy loca por ti, que sin tu amor no vivo...? <br /><br />Los enamorados se casaron en secreto; un secreto a voces, pues tuvieron ocho hijos, y aunque los miriñaques que usaba la reina disimulaban algo sus preñeces, no bastaban para contener lo que ya era del dominio público. Cantaba el pueblo: <br /><br />Clamaban los liberales que la reina no paría y ha parido más Muñoces que liberales había. <br /><br />Doña Cristina, romántica enamorada,renunció a la regencia en cuanto pudo y, en adelante, llevó una vida burguesa lejos del boato cortesano y fue feliz con su capitán, ya ascendido a duque. <br /><br />A lo que no renunció fue a practicar el tráfico de influencias aprovechando su alta posición en la corte. En su casa-palacio de Madrid, abrió una gestoría de enchufes, corruptelas y apaños, gracias a lo cual amasó una considerable fortuna, que invirtió juiciosamente en Cuba, donde llegó a ser la mayor hacendada de la isla y la mayor propietaria del cultivo de la rica caña caribeña.<br /><br />Espartero se postuló como el recambio perfecto para concluir la regencia hasta que la reina Isabel llegase a la mayoría de edad. Algunos miembros de la facción progresista del partido liberal eran partidarios de que la regencia cayese en manos de un triunvirato, al estilo de la antigua Roma. Espartero no lo creía así, estaba persuadido íntimamente de que la Historia le había confiado un trascendente papel. O le daban todo el poder o nada. El respetado general doceañista había salido contestatario y mandón. La reina cedió, firmó el traspaso y en 1840 se largó al exilio con su Muñoz y su cortejo de niños.<br /><br />Ya en el poder, convirtió su regencia de tres años en una dictadura de facto. Gobernó de espaldas a las Cortes, rodeado por una intrigante y corrupta camarilla que se repartía enchufes y sinecuras. Su estilo de gobierno autoritario le ganó la enemistad del resto de la clase política. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Al año siguiente O'Donnell se levantó en Pamplona y Diego de León intentó asaltar el Palacio Real. O'Donnell pudo huir; a Diego de León, el antiguo conmilitón de Espartero conocido como la Primera Lanza del Reino, le aguardó un pelotón de fusilamiento en la Puerta de Toledo.<br /><br />En 1842 se sublevó Barcelona. Espartero, desplazado en persona hasta la Ciudad Condal, situó baterías en Montjuich y bombardeó sin piedad a la población civil. La innecesaria salvajada de Barcelona le terminaría costando el puesto.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El general Narváez aunó voluntades entre los descontentos y se pronunció contra el Gobierno de Espartero, a quien ya no le quedaba ningún aliado. Huyó a Cádiz y, desde allí, embarcó para Inglaterra. <br /><br />La reina, una niña de 13 años, mientras todo esto sucedía, juraba la Constitución de un reino que se disputaban a cañonazos dos espadones.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhADn1I8SUhDKLUxm28oW8cWB8RF-PBm2-Js0XYJKOGeF9b5oFXxvVD5jWz-eAtDzIRK6IPf1loZLIl2421iSIVA_uZxzjEw9dkEmAvasOjW_suIYrvglAUluo3rjfcM4HGkX8tPAliSQA/s1600/220px-Isabel_II_of_Spain.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhADn1I8SUhDKLUxm28oW8cWB8RF-PBm2-Js0XYJKOGeF9b5oFXxvVD5jWz-eAtDzIRK6IPf1loZLIl2421iSIVA_uZxzjEw9dkEmAvasOjW_suIYrvglAUluo3rjfcM4HGkX8tPAliSQA/s1600/220px-Isabel_II_of_Spain.jpg" /></a></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Fue Isabel una niña algo corta de entendederas y de educación tan descuidada que era prácticamente analfabeta. En lo que resultó precoz fue en el sexo; en parte, porque había heredado el carácter ardiente y lujurioso de la familia y, en parte, porque la corrompieron sus propios tutores. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span><br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">A los trece años, declararon su mayoría de edad y, a los dieciséis, la casaron con su primo Francisco de Asís,ocho años mayor que ella y descendiente también de Felipe V, el primer Borbón español. Francisco de Asís era un bisexual notorio, escorado a maricón y voyeur. ¿Qué puedo decir -se lamentaba Isabel- de un hombre que en nuestra noche de bodas llevaba más encajes que yo? El pueblo, con mordaz ingenio, lo apodó Pasta Flora y Doña Paquita.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span><br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En la desafortunada elección de tal marido para la ardiente Isabel se puede ver la esperanza secreta de la reina madre de que Isabel no tuviera hijos. Seguramente, quería que la corona recayera en su otra hija, la infanta Luisa Fernanda, que era su ojito derecho. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span><br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Creció Isabel, más a lo ancho que a lo alto, y se convirtió en una reinona gorda y fofa, castiza y chulapona, hipocondríaca y fecunda, que trasegaba fuentes de arroz con leche como el que come aceitunas. La reina era muy fogosa y tuvo decenas de amantes, uno de los cuales, Carlos Marfiori, llegó a ministro de Colonias, porque, según las gacetas, «le es muy necesario al rey y sobre todo a la reina». </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span><br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Tuvo Isabel once hijos, de los cuales le vivieron seis. Los historiadores han echado cuentas y al parecer los que nacían muertos o morían lactantes eran los que engendraba de su primo y esposo. Los otros los tuvo con distintos amantes; el primero, una niña, del apuesto comandante José Ruiz de Arana, y el siguiente, un niño, el rey Alfonso XII, del bizarro capitán de ingenieros Enrique Puig Moltó. Más adelante, tuvo otras tres niñas de su agraciado secretario particular, don Miguel Tenorio de Castilla. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span><br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Desde el punto de vista dinástico no es mayor problema que Alfonso XII fuera hijo adulterino, pues, como se sabe, la ley española, fiel al código napoleónico, sostiene que todo hijo nacido dentro del matrimonio tiene por padre al marido. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Por cierto que, para que se vea el carácter llano y borbónico de la reina, al ginecólogo que auscultándola predijo que estaba embarazada de un varón (Alfonso XII) le concedió el título de marqués del Real Acierto. </span></span></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Dos influencias predominantes hubo en la corte de los milagros, como se llamó despectivamente a la de Isabel II: el confesor de la reina, el padre Claret, un minúsculo y enjuto clérigo, atormentado a causa de la permisividad sexual de los nuevos tiempos, y sor Patrocinio de las Llagas, una monja histérica y falsaria, que había sido procesada por fingidora de milagros y que, aprovechando que la reina, simplona y entregada, era incapaz de negarle un favor, se convirtió en una pía agencia de empleo, que colocaba a sus recomendados en los mejores puestos de la administración pública (haciendo con ello desleal competencia a la reina madre).</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />El liberalismo en España no terminaba de cuajar. Difícilmente podía hacerlo en un país descapitalizado, con los peores políticos de Europa, sin apenas empresarios y en el que 7 de cada 10 personas eran analfabetas.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />Narváez dio orden de vigilar a Espartero en el exilio y de que, si se le ocurría regresar a España, fuese fusilado "sin mediar más tiempo que el necesario para identificarlo". Como la política es antojadiza y oscilante como un péndulo, a los pocos años fue rehabilitado por el mismo Narváez y pudo volver. <br /><br />Con motivo de la asonada de 1854, la reina le llamó para que se hiciese cargo del Gobierno, junto a O’Donnell.<br /><br />El binomio no funcionó: O’Donnell desplazó a Espartero y éste, que no podía ver a quien, años antes, le había dado un golpe de estado, renunció al cargo y se retiró a su casa de Logroño. Antes de dejar Madrid visitó a la reina, y le dijo con vehemencia: "Cuando la revolución vuelva a llamar a las puertas de este Palacio, no vuelva Vuestra Majestad a acordarse de mi persona".<br /><br />La revolución, la definitiva, llegó doce años después, y arrastró a la propia reina. Espartero, ya anciano, contempló descorazonado el triste final de una dinastía a la que había dedicado sus mejores años. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El general Prim, que se hallaba buscando un nuevo monarca que sustituyese para siempre a los denostados Borbones, ofreció la Corona de España al general manchego, que la rechazó arguyendo motivos de edad. <br /><br />Amadeo de Saboya, el flamante príncipe italiano que había encontrado Prim para suceder a Isabel II, se acercó hasta Logroño para homenajear al retirado caudillo hispano. Le concedió el título de Príncipe de Vergara, un honor digno de reyes y del que en el pasado sólo había disfrutado Manuel Godoy, pero por otros motivos.<br /><br />Al efímero reinado de Amadeo le sucedió la aún más efímera I República, cuyo primer presidente, Estanislao Figueras, lejos de ignorar a Espartero, le comunicó personalmente la llegada del nuevo régimen. El octogenario militar respondió solemne: "Cúmplase la voluntad popular". Pero la siempre tornadiza voluntad a la que Espartero hacía referencia hizo que, un año después, volvieran los Borbones, en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El rey peregrinó hasta Logroño para rendir visita y obtener la bendición del que para entonces ya era un monumento nacional.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiiz6SnGxdxieo6_SGZX-GNWVdkXGDbLE_m8Zcd90urMKryY5KpE9aiP7I3Pwfxu8iG2Li9eQmYBGIz-JeUEsbTsHKRIEgBtHGoLEYGDGtRjbj6bWS5VJb7FS4LiqW7itjv8iQJ4UBFkHM/s1600/250px-Espartero-1.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiiz6SnGxdxieo6_SGZX-GNWVdkXGDbLE_m8Zcd90urMKryY5KpE9aiP7I3Pwfxu8iG2Li9eQmYBGIz-JeUEsbTsHKRIEgBtHGoLEYGDGtRjbj6bWS5VJb7FS4LiqW7itjv8iQJ4UBFkHM/s1600/250px-Espartero-1.JPG" height="320" width="240" /></a></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Tres años más tarde, semanas antes de cumplir los 87, Baldomero Espartero, el hijo de un humilde carretero que había llegado a príncipe, moría en Logroño admirado y respetado por todos. Fieles a la tradición nacional de deshacerse en desaforados elogios con los muertos, en Madrid le dedicaron una gran estatua ecuestre alineada con la Puerta de Alcalá y la Cibeles; en el pedestal hicieron grabar una encomiástica leyenda: </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">"A Espartero, el Pacificador. La Nación, agradecida".<br /><br />No era para tanto. La nación, más que agradecida, lo que estaba era baldada tras el largo y doloroso parto que le había traído a la modernidad. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Espartero había asistido en lugar privilegiado al alumbramiento. Tuvo, eso sí, la suerte de poder contarlo. </span></span><br />
<br />
<br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="color: #cccccc;"><span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">Basado en un texto original de fernando diaz villanueva</span></span></span> </span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-8852277046913435992014-02-02T23:54:00.000+01:002017-01-29T22:21:27.376+01:001842 : Espartero y el Bombardeo de Barcelona<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRoc1bfRr91CaFTZ_pfI7_HXPOlQKWWhV_a99GEUQoys6UKwPKrn_P-EKFtopw_zAXusYW563FfWBY37VdPU9p5rl7gafhZYBt8uxdhKtH23Wxnq6pWwUOr2gDDrDtMkAGEy6mE1pPISg/s1600/Revuelta_en_Barcelona_en_1842.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRoc1bfRr91CaFTZ_pfI7_HXPOlQKWWhV_a99GEUQoys6UKwPKrn_P-EKFtopw_zAXusYW563FfWBY37VdPU9p5rl7gafhZYBt8uxdhKtH23Wxnq6pWwUOr2gDDrDtMkAGEy6mE1pPISg/s1600/Revuelta_en_Barcelona_en_1842.jpg" height="198" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">A menudo se ha reseñado la tensión entre Barcelona y el Regente don Baldomero Espartero como un enfrentamiento elemental que culmina en el dramático bombardeo de la ciudad que aquél ordenó en diciembre de 1842. El recordado ahora bombardeo de Barcelona, <b><i>no fue para aplastar una sublevación independentista</i></b>. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Era una época convulsa en España con cambios de gobierno, sublevaciones, motines y refriegas políticas continuas.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<a name='more'></a><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En aquella época la Diputación de Barcelona desarrolló multitud de tareas y atribuciones que hoy causarían extrañeza en tal corporación. De modo especial, se le encomendaron funciones de índole militar cuyo ejercicio había de ocasionar inevitables equívocos y enfrentamientos, a la vez con la calle y con el Gobierno central. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Este punto de fricción, aun siendo enconado y vivo, no fue el más grave de los surgidos entre Barcelona y el poder central en la época de Espartero. Más trascendental fue el doble enfrentamiento con el gobierno en que se situaron tanto los liberales exaltados de Cataluña como los conservadores. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En suma, el bombardeo de Barcelona en 1842 no tiene nada de ocasional y está inserto en un panorama de choques entre las esferas oficiales y la opinión local empezado varios años antes con motivos diversos. También es preciso enmarcarlos en dos contradicciones de amplio alcance: por una parte, la hostilidad entre los diversos sectores en que se fraccionó el liberalismo; y por otra, las inquietudes creadas por el avance de la mecanización industrial, promotora de protestas furiosas de las masas obreras, y de agobios y dudas en el empresariado, angustiado también por los progresos del librecambismo. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La sañuda continuación de la guerra carlista y la cólera anticlerical de nutridos grupos acabaron de acalorar a la opinión hasta convertir a las "bullangas" en una desembocadura repetida y usual de aquellas tensiones. Esos bullicios callejeros -con quema de conventos y de la fábrica Bonaplata en 1835- van reiterándose con variados pretextos en los años siguientes hasta crear una contraposición constante entre Barcelona y el Gobierno, teórico guardián del orden. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Este contraste resulta tanto más llamativo cuanto que entre los primeros disturbios y el segundo bombardeo acaecido en 1843 se suceden en Madrid dieciséis gobiernos de signo y hechura diferentes a más no poder.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">PREOCUPACIÓN CORPORATIVA POR LA MARCHA DE LA ECONOMÍA. </span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La actividad de la Diputación barcelonesa en estos años comprende otra gavilla de inquietudes que le llegan desde la calle y se deben a las crisis inducidas en la industria por los progresos del librecambismo y la amenaza que el maquinismo representaba para las factorías antiguas y su personal. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En la ciudad las "bullangas" se reiteraban manteniendo viva la crispación tanto de los autores de ellas como de sus víctimas. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El 12 de mayo de 1837, la Diputación elevaba a la Reina una exposición contra "el contrabando de trigos extranjeros que con escándalo se está haciendo en los puertos de este Principado" y contra la infracción que había supuesto, desde comienzos de 1835, el dar permiso de entrada a los granos procedentes de Baleares, que servían de tapadera para la reexpedición de granos de otros orígenes. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El Jefe político de Barcelona, brigadier don José María Puig, publicó el 10 de agosto de 1837 en el "Boletín Oficial de Barcelona" una orden prohibiendo a los dueños de fábricas y talleres despedir a trabajador alguno sin su noticia. Ordenaba además presentar una relación de los que hubieran despedido desde el 1 de julio anterior, con lo cual quería poner coto "<i>a las voces esparcidas desde mediados del mes de julio último suponiendo que iban a ser despedidos los trabajadores u operarios de las fábricas, propagadas con exageración para turbar los ánimos de estos pacíficos moradores, y disculpar clamores y demasías intolerables</i>". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">A primeros de febrero de 1839 la Diputación dirigió un escrito al Ministro de Marina y Comercio (DB 23 de febrero) para solicitar que se desestimase todo propósito de introducir en el reino géneros extranjeros de algodón, ni siquiera con el pretexto de vestir a las tropas, como cosa que "<i>entraña la ruina de Cataluña y la de las provincias agrícolas del reino con la relajación del saludable sistema prohibitivo</i>". El 19 de abril de 1839 (DB del 23) la Diputación volvió a dirigirse al Gobierno, esta vez para agradecer y celebrar las seguridades recibidas en orden a la prohibición.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">la Diputación aprobó en diciembre de 1840 el dictamen de la Comisión de Fomento sobre estímulo a la construcción de máquinas a base de remover el obstáculo del arancel. Patrocinó así la solicitud presentada en tal sentido por quinientos constructores y operarios de Barcelona. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">LA DIPUTACIÓN DE BARCELONA AL COMIENZO DE LA ETAPA DE ESPARTERO. </span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El 31 de agosto de 1839 se firmó el convenio de Vergara entre los generales Espartero y Maroto, y quedó concluida la primera etapa de la guerra carlista en Vascongadas. No ocurrió así en Cataluña, Aragón y Valencia, a pesar de lo cual la Diputación barcelonesa remitió un mensaje de felicitación a Espartero, (DB del 11 de septiembre) en que decía: </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">"<i>Excmo. Sr. Seis años de sangrienta fratricida lucha ya sólo permitían pensar en la paz como una ilusión. Nuevos temores sucedían a la esperanza con que algunos hechos favorables reanimaban de vez en cuando el abatido espíritu de los pueblos, hasta que al fin un acontecimiento inesperado, grande, fecundo en resultados, ha venido a inaugurar la ventura de esta nación desolada. </i></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><i>El convenio que V. E. acaba de celebrar con el general en jefe que fue de las fuerzas enemigas que lidiaban en esas provincias, va a poner término a tantos infortunios, y a colocar muy en breve a nuestra patria en el lugar de que es digna, bajo el trono de nuestra adorada Reina Isabel II, y gozando de los beneficios del sistema representativo, que las desgracias de la guerra han negado siempre a los pueblos</i>". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En el mismo "Diario de Barcelona" de 27 de abril de 1840 se publicó el proyecto de ley sobre organización y atribuciones de las Diputaciones provinciales presentado a las Cortes por el ministro de la Gobernación. Se preceptuaba que las Diputaciones se compondrían del Jefe político, el Intendente y un diputado por cada uno de los partidos judiciales de la provincia. Las poblaciones que tuvieran más de un juez de primera instancia se considerarían como formando otros tantos partidos. El cargo de diputado provincial era honorífico, gratuito, obligatorio y duraría cuatro años, renovándose la Diputación por mitad cada dos, y siendo designados por sorteo los diputados que habían de cesar. Los diputados provinciales serían nombrados por los mismos electores que designaran a los de las Cortes, y se les exigía ser elector y residir por lo menos desde dos años antes en la provincia. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Dice en este punto el Marqués de Castell-Florite en su libro Domingo Dulce, general isabelino (Barcelona, 1962, pág. 131 Y ss.): </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">"<i>Estamos en junio de 1840. Es Regente del Reino María Cristina. Aconsejaron los médicos para una enfermedad cutánea de la reine cita Isabel los baños de Caldas en Cataluña. Y allá fue Cristina, su madre. En esta visita se mostraron síntomas alarmantes de la creciente lucha entre moderados y progresistas. En efecto, en Barcelona, el 21 de julio de 1840 la plaza de Palacio fue escenario de una batalla a garrotazos entre éstos, con ocasión de la visita de Isabel II, que aún no había sido declarada mayor de edad. La Ciudad Condal recibía a su Condesa de Barcelona con todas las agitaciones, lágrimas, aplausos y gritos subversivos propios de un pueblo políticamente agitado, sensible y complejo. Las Reinas, madre e hija, entraron en la Ciudad Condal el 29 de junio, en plena efervescencia constitucional"</i></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Se esperaba al héroe, a Espartero, para que "triturase" al grupo moderado. Cuando llegó, fue objeto de las manifestaciones más entusiastas, y para resarcirle del mal humor que le había producido una larga entrevista que tuvo con la Reina Madre, se le dedicó una serenata frente al lugar donde se hospedaba, la casa del Marqués de Castellbell. Las cosas no estaban claras, sin embargo. Se rumoreaba que Espartero iba a dimitir por sus divergencias con Cristina. Pero conviene aclarar que como los militares habían sido a la sazón los vencedores de los carlistas y esta victoria era identificada con la de los progresistas, el pueblo halagaba a la tropa y los paisanos invitaban a los soldados a tomar café, en un político y peligroso gesto de barrio. Se decía en voz alta que el pueblo debía atrincherarse para resistir a las demasías del "poder moderador". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">María Cristina aceptó la dimisión del Gobierno y temió por sus hijas al ver la actitud de las masas y el supuesto espíritu demagógico de Espartero. Viendo que la libertad había excitado los ánimos de los absolutistas, Espartero declaró la ciudad en estado de sitio. España pasó varios días sin gobierno, pues los que se formaban en Barcelona dimitían al día siguiente. Espartero logró (julio) un Ministerio a su gusto (Antonio González) pero cayó enseguida. Por fin las Reinas embarcaron en un vapor con dirección a Valencia el 24 de agosto." </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Anotemos que la Diputación barcelonesa quiso subrayar su devoción por Espartero mandando una comisión a cumplimentarle, cuando llegó, la cual le entregó un mensaje donde se decía: </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">"<i>Esta provincia ve muy próximo el término de los acerbos males que deplora, puesto que sólo falta al complemento de sus deseos el pronto exterminio de los osados restos de las hordas vandálicas, que en los últimos instantes de su agonía y en medio de su furiosa desaparición, llevan todavía por alguna de nuestras comarcas el robo, la desolación y la muerte, sumiendo en el llanto a un crecido número de familias que por fortuna habían podido liberarse de los horrores extremos de la guerra civil</i>". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La Regente María Cristina y el general Espartero se enfrentaban sustancialmente por la Ley de Ayuntamientos, aprobada por las Cortes, la cual concedía al trono una intervención en tal materia que la Constitución prohibía. El general se oponía a esta ley y las conversaciones que sostuvo con la Reina en Barcelona -aunque semejaran haber conducido a un acuerdo- no evitaron que Doña María Cristina firmase la ley y le diese curso, a espaldas del general. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La contrariedad de Espartero fue tal que presentó a la Reina la dimisión de todos sus cargos y honores. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Antes de aceptarla, la Reina decidió renunciar a sus funciones como regente en lo cual debió de intervenir poco o mucho su anhelo de disfrutar de la vida del hogar, al lado de su esposo morganático, don Agustín Fernando Muñoz. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En los días que duró esta pugna, el pueblo de Barcelona tomó partido por una u otra de sus figuras: los progresistas a favor de Espartero y los moderados en el de la Reina, dando lugar a lo que se llamó "el motín de las levitas". Por su parte, desde Manresa, en el curso de la campaña contra los carlistas, el general Diego de León aseguraba a la Reina su apoyo y el de otros dieciocho generales.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En 1839 cesó en la Capitanía General el barón de Meer y fue nombrado el general Jerónimo Valdés, más tarde conde de Villarín. La Reina, que se había instalado en Valencia, llamó nuevamente a Espartero para formar gobierno, sin éxito. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Por todas partes aparecían Juntas Revolucionarias que imponían la designación de un Gobierno progresista. La Reina lo aceptó, pero el 12 de octubre de 1840, en un acto solemne celebrado en el palacio de Cervelló, leyó el documento en que renunciaba a la regencia, y al cabo de cinco días embarcó hacia Francia. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Espartero se constituyó en regente. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Anticipándose a la renuncia de Doña María Cristina, el nuevo capitán general, íntimo colaborador de Espartero, general Antonio Van Halen y Sarti, conde de Peracamps, constituyó en Barcelona el día 1 de octubre de 1840 una Junta Provisional de Gobierno, la cual tomó como primer cuidado el disolver la Diputación Provincial mediante un decreto que fue publicado en el "Boletín Oficial de Barcelona" del día 6 de octubre y era del siguiente tenor: </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">"<i>Atendiendo a que la Diputación Provincial es el producto de un insignificante número de votos; a que fue elegida a la sombra del terror; a que han venido a caducar sus poderes respecto de haberse resuelto su parcial renovación en diciembre de 1839, suspendida luego por un Ministerio audaz a fin de manejar a su placer las elecciones que debían celebrarse en enero siguiente, y considerando la reprensible conducta de la citada Diputación en las mismas elecciones, violentando la ley y cometiendo las más escandalosas parcialidades, considerando, en fin, el abandono en que la propia Diputación ha dejado los intereses de la Provincia, precisamente en la época más crítica en que nos encontramos, la Junta Provisional de Gobierno de la provincia de Barcelona decreta: </i></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">1 º Queda disuelta la Diputación provincial. </span></span></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><i>2º La Diputación provincial disuelta será desde luego reemplazada provisionalmente por los diputados que componían la anterior de 1837</i>". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El Jefe político ofició a todos los que en 1837 la componían para que acudiesen el día 8 de octubre de 1840 al Palacio de la corporación y añadió que debía felicitarse a Espartero como lo habían hecho las demás provincias.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">"<i>Si el famoso manifiesto de VE. De siete de septiembre forma una de las más brillantes páginas de la historia de nuestra revolución, la nobleza y acierto con que VE. Secundando el gran pronunciamiento nacional, ha interpuesto su inmenso prestigio para sostener al Trono vendido por una bandería infame y conservar ilesos los sacrosantos derechos del pueblo, objeto del odio encarnizado de la facción liberticida, han coronado la obra de la regeneración española -decía la felicitación a Espartero-. Hasta ahora no había esta provincia expresado a VE. Sus elevados sentimientos y abundando en los mismos esta Diputación provincial tiene el alto honor de transmitirlos a V.E. Ellos consisten en la gratitud más profunda por tan inexplicables servicios y en los más ardientes deseos de ver cumplidos en todas sus partes los fines que se ha propuesto la Nación en su heroico pronunciamiento</i>”. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">A propuesta del diputado Esteve la Diputación acordó el 3 de noviembre que, "<i>siendo las provincias de Cataluña las únicas de España que se hallaban en estado de guerra, convenía que antes de las elecciones fuese restablecida la normalidad, para dar toda la amplitud al sufragio</i>". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El Capitán general, Van Halen, expuso las razones que le impedían aprobar tal medida, y decidió pedir a la Regencia que auxiliase al Principado con recursos y gozara del régimen normal, como las demás provincias. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La Diputación se puso a preparar las elecciones, dando instrucciones a los Ayuntamientos acerca de la división de los partidos judiciales en distritos electorales y las reclamaciones de inclusión y exclusión en el censo.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Por las mismas fechas, el Ayuntamiento invitó a los ciudadanos a presentar proposiciones para la instalación de alumbrado por medio del gas. El día postrero de 1840 convocó otro concurso destinado a premiar con una medalla de oro de tres onzas al autor de la mejor composición sobre el tema: "¿Qué ventajas reportaría a Barcelona y especialmente a su industria la demolición de las murallas que circundan la ciudad?". Semejante iniciativa fue la primera que se adoptaba dentro del movimiento encaminado al derribo de la fortificación de la ciudad, impulso que iría acelerándose y robusteciéndose en poco tiempo. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">CRECE LA OPINIÓN ADVERSA A ESPARTERO.</span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La opinión empresarial catalana se desilusionó de Espartero al entender que la subida de éste al poder no traía consigo mejora ni provecho. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Bien podía el Ayuntamiento barcelonés declararle héroe nacional, que el paro cundía por efecto de la persistente crisis económica, con baja de los productos agrícolas e industriales y contracción de los mercados internacionales, aparte de los intentos de Espartero de practicar una política librecambista que perjudicaba a los empresarios y obreros de la región. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La centralización del Gobierno concentrando todos los asuntos en Madrid, daría argumentos a la disidencia catalana preparando los disturbios que estallaron un año después</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Por su lado, el progresismo barcelonés se dividió entre los partidarios de Espartero, que deseaban se encargara él sólo de la Regencia y los que defendían que fuese compartida entre tres. El descontento aparece reflejado en la sesión que celebró la Diputación el día 24 de febrero de 1841 bajo la presidencia de su Vicepresidente, el Intendente de la provincia, don Miguel Belza. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Se comenzó hablando de la reunión de dos diputados con una comisión municipal al objeto de conferenciar con el Jefe político "acerca de los medios para calmar la temible efervescencia en que ha puesto a esta capital el decreto (de 14 de febrero) de la Regencia provisional del reino para la pronta disolución de las Asociaciones patrióticas, toleradas por tanto tiempo con aquiescencia de las autoridades". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Cuando la ciudad llevaba gozando de tranquilidad, desconocida hacía años, y se esperaban los felices resultados que debía producir la reunión de las Cortes -prosigue el acta- la orden de la Regencia que manda disolver las asociaciones y tertulias patrióticas ha causado disgusto. Los vecinos de esta ciudad, desde el momento que la nación arrojó lejos el "ominoso yugo del despotismo", formaron una Asociación Patriótica con objeto de propagar conocimientos útiles en los ciudadanos, establecer escuelas, sostener la Constitución de 1837 y comunicar sus ideas. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La decisión de las Cortes de nombrar Regente único a Espartero hasta la mayoría de Isabel II (9 de mayo de 1841) fue mirada con simpatía en Cataluña y se dispuso celebrarla mediante un solemne Tedeum en la catedral, organizado por el Jefe político. La Diputación, tras discutir si debía asistir o no en corporación, terminó decidiéndose por la afirmativa, "atendido el caso extraordinario que lo motiva".</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En Pamplona se registró a comienzos de octubre de 1841 el pronunciamiento de signo moderado del general O'Donnell y la Diputación, junto con el Ayuntamiento, visitó al Capitán general, Van Halen, para pedirle que la Milicia nacional (progresista) se alternase con la tropa regular en la guarnición de los fuertes de Montjuic y de la Ciudadela. Van Halen rehusó la propuesta expresando que tenía todas las seguridades puestas en el Ejército, que se bastaba solo. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Apenas fue conocido aquel movimiento, se constituyó en Barcelona una Junta de vigilancia que "sirviese de freno a los malos y de escudo a los buenos" y envió al diputado Antonio Giberga a Madrid para asegurar al Regente la devoción del consistorio. (DB de 17 de octubre de 1841). </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Siguieron al pronunciamiento de O'Donnell la rebelión del general Piquero en Vitoria proclamando los fueros de las Vascongadas y reclamando la restauración de María Cristina en la regencia, así como la sublevación de Borso di Carminati en Zaragoza, culminando con la que tuvo lugar en la noche del 7 de octubre en Madrid, en que los generales Concha y Diego de León, con otros militares moderados, invadieron el Palacio Real. Tenían ánimo de apoderarse de Isabel II y su hermana Luisa Fernanda para trasladarlas al país vasco donde la Reina madre se haría cargo nuevamente del Gobierno.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Fracasada la conspiración por la defensa vigorosa de Palacio que hizo el coronel Domingo Dulce, los rebeldes se fueron entregando y muchos de ellos fueron fusilados, como Diego de León</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Van Halen rehusó por las mismas fechas la presidencia de la Junta de Vigilancia que le ofrecieron las dos Corporaciones. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La Junta se componía de dos diputados, dos concejales y cuatro miembros de la Milicia, presididos por el Jefe político, y se había instalado en el palacio de la Diputación el 10 de octubre de 1841. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El carácter jacobino de esta Junta de Vigilancia, subió de punto cuando el general Van Halen salió de la plaza para pasar a reprimir la rebelión del Norte. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La Junta quedó en Barcelona acrecida en sus atribuciones y propósitos y tomó toda suerte de medidas rigurosas, desde intentar imponer un empréstito forzoso de cuatro millones de reales, de lo cual desistió a la postre, hasta demoler la cortina interior de la Ciudadela. El acto de quitar la primera piedra se celebro el 24 de octubre. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Van Halen no aprobó esta demolición y movilizó nutridas fuerzas para impedir que prosiguiese. No pasó mucho tiempo sin que fuese el propio Espartero quien denostase el derribo de la Ciudadela y paralizase las obras. En un manifiesto dirigido contra los rebeldes censuró a "un puñado de hombres turbulentos, enemigos del sosiego público (que) arrastró a cometer en Barcelona un acto insigne de violencia". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La animadversión del Regente contra la Junta barcelonesa se extendería a las dos Corporaciones matrices de ella -el Ayuntamiento y la Diputación-, a las que pensó seriamente en disolver y sustituir. Más fácil le fue, y así lo acometió, procesar a los miembros de la Junta de Vigilancia, varios de los cuales tuvieron que expatriarse</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En 1 de diciembre de 1841 la Diputación barcelonesa cerró una suscripción pública que había abierto a favor del coronel Dulce y los alabarderos de Palacio, defensores de las habitaciones de la Reina cuando el fallido asalto a ellas, y remitió a Madrid 30.120 reales que se habían recaudado (DB, 21 de diciembre de 1841). </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Pirala refiere que a finales de 1841 el Gobierno británico envió un representante a Madrid con un proyecto de tratado comercial. El Gobierno no resolvía nada sobre el mismo y en febrero de 1842 el embajador inglés insistió en sus proposiciones. El Gobierno español encargó el examen del asunto al excónsul en París, Manuel Marliani, el cual estimó insuficiente el tratado y poco acorde con los principios de la libertad comercial. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El Gobierno español no se solidarizó con el criterio librecambista del informante y el proyecto quedó detenido. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Esto no impidió que corrieran en Barcelona rumores de que el Gobierno estaba vendido al "oro inglés" y que se disponía a concertar con dicho país un tratado que sería la ruina de Cataluña, por lo cual el Gobierno de Madrid se adelantaba a las objeciones de ésta presentándola públicamente como un nido de revolucionarios, a fin de ganarse la opinión de las demás provincias españolas. Ante éstas se hacía uso también del argumento del egoísmo arancelario catalán. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Un inmediato beneficiario de estos estados de opinión fue Prim, el cual empezaba ya a destacar como opuesto a la omnipotencia de Espartero. Para alejarle de Cataluña o para dedicarle a una misión que en ésta sería grata, el Gobierno le destinó a reprimir el contrabando. Al regresar de este cometido, Prim dirigió un manifiesto a Cataluña donde se leía: </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">"<i>Las instrucciones con sus treinta y dos artículos han sido una mentira, los auxilios que se me ofrecieron de cooperación por todos los ramos y autoridades, una patraña. Sólo ha habido de verdad desengaños, disgustos, entorpecimientos y contrariedades de toda especie. Todo está viciado, todo, hombres e institutos... Me conocen bastante mis paisanos para dudar de mis palabras, y lleno de la mayor indignación y sentimiento debo deciros que han sido estériles mis desvelos, porque así lo quiso el Gobierno, y porque le importa poco que se arruinen nuestras fábricas, perezca nuestra industria y se vea por consiguiente Cataluña sumida en la miseria. Porque entonces son indispensables las conmociones y tendrán ocasión de cebarse otra vez con nosotros</i>". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La subida de Espartero al poder no significó la estabilización de una situación política inclinada sólidamente hacia el progresismo. Muy al contrario, inauguró una etapa muy fluida y tensa, de renovada confrontación entre las dos facciones del liberalismo. Los factores de erosión del progresismo catalán eran de diversa especie. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los gobiernos esparteristas se encontraron en la penosa disyuntiva de escoger entre la movilización popular o una política de orden." El esparterismo se inclinó a favor de la defensa del orden, mientras que la opinión callejera catalana lo hacía en pro del progresismo puro y extremo, sobre todo a partir de los pronunciamientos de O'Donnell y demás, que hemos mencionado. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Se iba perfilando y acalorando el enfrentamiento entre dicha opinión popular catalana y el régimen de Espartero, a la vez que la burguesía y los estamentos conservadores del Principado se distanciaban de dicho sentir de las masas. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La prensa barcelonesa de estos días, ("El Constitucional", "El Liberal Barcelonés", el "Diario de Barcelona", "La Ley" etc.), habla de gentes que propalan noticias de "conspiraciones retrógradas y planes absolutistas que producen efectos muy nocivos en la generalidad de la población". Los alcaldes dieron un bando el 18 de febrero de 1842 disponiendo que "<i>toda persona que maliciosamente esparza y propale noticias alarmantes acerca de hechos falsos y que tiendan a la alteración del orden público, será detenida desde luego y entregada a los tribunales competentes</i>" ("Diario de Barcelona" del 19 de febrero). </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">ORÍGENES DEL BOMBARDEO DE BARCELONA.</span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Hasta Madrid llegaban los efluvios de esta agitación de Cataluña y fueron catalanes quienes comenzaron a promover en las Cortes un ambiente hostil a Espartero. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Uno de los más activos fue el ministro dimisionario de Hacienda y diputado progresista catalán, Surrá Rull, quien en el mes de mayo de 1842 fue el primer firmante de un voto de censura contra el Gobierno, defendido en el Congreso por Jacinto Félix Doménech, diputado del mismo partido. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La censura fue ganada por una diferencia de siete votos. Espartero reaccionó disolviendo las Cortes, y con ello aceleró la aglutinación de las fuerzas que se alineaban en contra de él, algunas de claro estilo republicano. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La más destacada en Cataluña la acaudillaba Abdón Terrades, quien ya se había hecho célebre el año 1835 con su libro Recuerdos de la Explanada. Era natural de Figueres y presidía allí un grupo de seguidores del anarquismo utópico de Fourier y Cabet, en el que se contaban Narciso Monturiol, Juan Tutau y Juan Suñer Capdevila. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Más tarde, Terrades decidió trasladar sus afanes a Barcelona y se procuró un periódico, "El Republicano", con el cual hostilizar al Gobierno. Al propio tiempo, se dedicó a las elecciones para alcalde de Figueres y las ganó cuatro veces y otras tantas las anuló el Jefe político de la provincia, ya que Terrades no quería prestar juramento de fidelidad a Espartero, como estaba prescrito.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Estas incidencias llevaron a Terrades a estar preso tres meses en el castillo de Figueres y a que más tarde la Audiencia de Barcelona le desterrase por dos años de Cataluña. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En septiembre de 1842 publicó en "El Republicano" una poesía titulada "La Campana" a la que puso música José Anselmo Clavé, uno de sus adeptos, que se convirtió en himno de los republicanos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Otro de los cabecillas populares en Barcelona fue Juan Manuel Carsy, navarro, que actuaba como redactor de "El Republicano". Las ideas de Abdón Terrades ganaron en los ambientes obreros a los tejedores quienes decidieron fundar una sociedad de mutua protección, que no fue autorizada por el Jefe político.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los alcaldes de Barcelona y pueblos limítrofes prohibieron reuniones y suscripciones obreras sin permiso. El Jefe político, Juan Gutiérrez, publicó un bando que prevenía al vecindario contra quienes bajo la bandera de republicanismo se alborotaban en cafés y fondas, calles y plazas (DB del 23 de junio de 1842)</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En la noche del 16 de junio ocurrieron unos sucesos que mostraban la actividad agitadora de Terrades y sus seguidores. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Tres jóvenes que cantaban la canción "La Campana" fueron detenidos por el alcalde, José María de Freixas, por indicación del Jefe político. El juez de primera instancia, Luis de Collantes, mandó ponerles en libertad, lo cual dio por resultado que la plebe acudiese a dar una cencerrada al alcalde. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Mientras tanto, la milicia fue puesta sobre las armas para evitar que los carlistas o los moderados sacasen partido del suceso. El país carecía de Gobierno, ya que en 28 de mayo había caído el ministerio de Antonio González, y hasta el 17 de junio no nombró el Regente Espartero al gabinete presidido por el general marqués de Rodil, el cual permanecería dificultosamente en el poder hasta ser sustituido, el 9 de mayo de 1843, por el gobierno presidido por Joaquín María López, que duró diez días.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los enemigos de Espartero se gozaban en fomentar rumores que excitaban la sensibilidad de los barceloneses. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Estaban vivos los ingredientes conducentes a una grave alteración del orden público, y ésta comenzó el 14 de noviembre de 1842 con una reyerta entre los guardianes de la puerta del Ángel y unos individuos que trataban de entrar vino sin pagar derechos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Acudieron refuerzos a favor de los guardias y se engrosó también el grupo de los contrabandistas hasta formar una multitud que cubrió de denuestos a los primeros. Al poco rato, se formaban grupos levantiscos frente a las Casas Consistoriales y se percibía que no escaseaban los hombres armados. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El Jefe político, don Juan Gutiérrez, enterado de estas circunstancias, acudió al lugar y fue recibido por las turbas con voces y silbidos, amén de un tiro que le dispararon. Mandó entonces cargar contra los revoltosos y quedó despejada la plaza. Hiciéronse detenciones en la redacción de "El Republicano", al que se miraba como instigador del motín.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Al día siguiente, 15 de noviembre, volvió a reunirse gentío ante el Ayuntamiento pidiendo la liberación de los detenidos y se nombró a una comisión que el Jefe político ordenó arrestar. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Creció la agitación por este motivo: "La Rambla presentaba el aspecto de un campamento, llena como estaba de cañones y caballería, y todo fue en la ciudad confusión y alarma". El Jefe político resignó su autoridad en el Capitán general, que contaba con escasos efectivos. Trató éste de avanzar hacia la plaza de San Jaime pero la tropa era tiroteada desde las casas, desde las cuales se echaba toda clase de objetos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El Jefe político y los generales Van Halen y Zurbano se recogieron en la Ciudadela, único punto, junto con Montjuic y los cuarteles de Atarazanas y de Artillería, donde la autoridad militar se sentía segura. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En 15 de noviembre Juan Manuel Carsy, lanzó una proclama "<i>a los valientes" diciendo que era llegada la hora de combatir a los tiranos que intentaban esclavizarles bajo el yugo militar. Puesto que querían ser libres, lo serían "a pesar de un Gobierno imbécil que aniquila vuestra industria, menoscaba vuestros intereses y trata, por fin, de sumiros en la más degradante miseria</i>".</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El día 16 se constituyó la Junta popular provisional, presidida por Carsy, la cual dirigió un manifiesto a los catalanes y ordenó a la milicia que detuviera a cuantos, sin pertenecer a la misma, tuvieran armas y fuesen sueltos por las calles. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El día 17 la Diputación acudió a las Casas Consistoriales donde la Junta había fijado su residencia. Se tomó el acuerdo de dirigir un oficio al Capitán General, Van Halen, en que se lamentaba la situación de la ciudad, el estado de anarquía y el porvenir que la esperaba si se producían las hostilidades "que la han cubierto de luto", confiando en que se restableciera la calma. Dicho oficio sería llevado al capitán general por el diputado Torrens Ramalló, el comisionado de la Junta y los cónsules extranjeros. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">A tenor de la versión de los sucesos publicada por el general Van Halen, el cónsul de Francia, Ferdinand de Lesseps, contra el cual se lanzaron acusaciones de parcialidad a favor de los sublevados, auxilió a unos y a otros como gran mediador cuidando, entre otros rasgos, de embarcar con destino a Mallorca a las hijas del general, que estaban cautivas. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El día 18 subieron al castillo de Montjuic los cónsules francés e inglés, un representante de la Diputación y otro de la Junta popular, pues creían que el Capitán general se encontraba allí, pero se había ido a Sant Feliu de Llobregat. Hacia aquella población marcharon los cónsules, para pedir que no atacase a la ciudad, y Van Halen les contestó que él había acreditado su propósito de reducir el daño en lo posible, pero que no contraería compromiso alguno. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En virtud de nueva petición de la Junta popular, la Diputación entregó el día 19 otros 100.000 reales, destinados a la fuerza armada, y, para atender la del día 20, hubo que descerrajar el arca de caudales. Una alocución de la Junta decía: "<i>Unión entre todos los liberales. Abajo Espartero y su Gobierno. En caso de Regencia, más de uno. En caso de enlace de la Reina Isabel, con español. Justicia y protección a la industria naciona</i>l". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Por su parte, Van Halen lanzó una proclama a los catalanes y envió una circular a los Ayuntamientos con el fin de contrarrestar aquellas tesis de la Junta. La Diputación contestó al general que, antes de recibir sus escritos "<i>el instinto de sensatez del vecindario y la intención de la Junta popular, combinados felizmente para la elección de las personas más notables de la ciudad, se ocuparon del restablecimiento del orden</i>". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En las sesiones que tuvieron lugar en los días siguientes, 21, 22, 23, 24 de noviembre de 1842, etc. la Diputación se vio obligada a entregar otros 200.000 reales a la Junta popular, dándose en ellas cuenta de las amenazas de que "<i>para el jueves 24 al amanecer si esa ciudad (Barcelona) por si misma no ha restablecido el orden y dado las garantías necesarias... se romperá el fuego hasta conseguir su sumisión</i>". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El día 29 llegó a Barcelona el Regente Espartero, acompañado del Jefe del Gobierno, Rodil, con ánimo de reducir a la capital aunque tuviesen que recurrir al bombardeo. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Escudándose Van Halen en que el desarme de la Milicia no pasaba de ser ficticio, el 3 de diciembre de 1842 se ordenó el </span></span><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> bombardeó sin piedad a la población civil. La innecesaria salvajada de Barcelona le terminaría costando el puesto al Regente Espartero.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los proyectiles de cañón cayeron a centenares, ocasionando desperfectos en numerosos edificios .Al día siguiente finalizó la insurrección y el 14, regresados ya muchos propietarios y comerciantes, se publicó el decreto de castigo de los barceloneses. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Se disponía la disolución y el desarme de la Milicia, la recogida de armas y la supresión definitiva de las fábricas de cigarros y de moneda (Carrera Pujal, loe. cit.). </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">"<i>Para la indemnización de los derechos y perjuicios ocasionados por la insurrección a las viudas y familias de los militantes muertos y de los que quedaron inútiles pertenecientes al ejército, para sufragar los gastos del movimiento de los cuerpos del ejército y material perdido y para reedificar el lienzo de la Ciudadela, derribado en el año pasado, -seguía- ha dispuesto S.A. se imponga a Barcelona doce millones de reales que deberá pagar en el modo y forma que V.E. determine. Sensible es a S.A. el haber de dictar tan severas disposiciones, pero la seguridad del Estado y la vindicta pública lo exigen así</i>".</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El balance final de la insurrección fue entre 20 y 30 muertos civiles ,11 oficiales y 31 individuos de tropa.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El general Van Halen cesó en el mando de la región en 1842 y fue sustituido interinamente por el general Antonio Seoane y en 1843, éste en la misma forma, por el general José Cortínez. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Constituye un capítulo aparte la intervención del cónsul de Francia en Barcelona, Ferdinand de Lesseps, por su relieve y la complejidad de los factores que entraña y los juicios que desde aquellas mismas jornadas se formularon acerca de ella. Procuró favorecer la paz y la suavización de las desdichas que se registraron. En un extremo de las encontradas opiniones que suscitó Lesseps se sitúa la tesis del Jefe político, Juan Gutiérrez, quien no se recató de escribir al ministro de la Gobernación que Lesseps era el principal instigador de los desórdenes posteriores al 2 de diciembre, cuando se había sosegado la primera fase de los tumultos. Manel Risques Corbella estima que Lesseps fue tomado por pararrayos para situar en él y sus favorecidos las responsabilidades políticas derivadas de la insurrección. Señala que el cónsul francés se zafó de la petición de unos grupos de milicianos moderados que pedían la intervención de su país a favor del retorno de la reina a sus potestades, y que no cabe confundir la presunta simpatía que sintiera por la causa de la reina con su apoyo a la insurrección. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Las sanciones impuestas a Barcelona fueron impugnadas por las Corporaciones locales. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La Diputación dirigió una exposición a Espartero en la sesión siguiente, del 21, con el voto en contra del Jefe político. En ella se propugnaba que no podía ser castigada una ciudad en masa. El 4 de enero, aprovechando la ausencia en la sesión del Jefe político y del Intendente, la Diputación acordaría enviar un escrito a las Cortes, que eran en esencia contrarias a Espartero, para suplicar que se anulasen y depurasen las disposiciones contra Barcelona". Esta petición se repitió con las sesiones de las corporaciones locales y fue un clamor en la prensa y la calle. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Juan Prim -que contaba sólo veintiocho años de edad y llevaba ya dos de coronel- declaró en un discurso ante el Congreso, que se hizo célebre que, prescindiendo de toda autorización, había salido de Madrid y se había encaminado a Barcelona para sostener su causa contra Espartero. Obligado a pasar a Francia no llegó a tiempo de "<i>sostener la bandera que se había enarbolado, y entonces, no deberia decirlo porque parecerá altanera presunción, yo quiero creer que hubiera sido otro el desenlace de aquel sangriento drama</i>". </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Ha pasado también a la Historia la sesión del Congreso de 19 de mayo de 1843, en la cual Salustiano Olózaga increpó al Regente por los abusos de su autoridad y dio el plazo de 10 de octubre del siguiente año para que se declarase la mayoría de edad de la Reina. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En la sesión del día siguiente, Olózaga anunció que acababa de renunciar a todos sus cargos y condecoraciones y concluyó su filípica con el célebre grito de "<i>Dios salve al país, Dios salve a la Reina</i>". El Gobierno suspendió las sesiones de Cortes hasta el día 27. Los madrileños obsequiaron a Olózaga con una gran serenata y abroncaron a los ministros. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Sabida es la emoción que causarían en Barcelona estas noticias tras la odiosidad que se habían concitado el Regente, Zurbano, Linaje y otros adeptos a Espartero. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Hubo también los pronunciamientos de Sevilla y Valencia contra él y la sublevación de Prim en Reus el 27 de mayo de 1843. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En 1843 fue nombrado capitán general el general Miguel de Araoz, sustituido poco después por su colega Laureano Sanz, quien lo sería a su vez por el barón de Meer. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El general Narváez aunó voluntades entre los descontentos y se
pronunció contra el Gobierno de Espartero, a quien ya no le quedaba
ningún aliado. Huyó a Cádiz y, desde allí, embarcó para Inglaterra. La
reina, una niña de 13 años, mientras todo esto sucedía, juraba la
Constitución de un reino que se disputaban a cañonazos dos espadones. El
liberalismo en España no terminaba de cuajar. Difícilmente podía
hacerlo en un país descapitalizado, con los peores políticos de Europa,
sin apenas empresarios y en el que 7 de cada 10 personas eran
analfabetas.</span></span><br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Poco tiempo después, en 1843, el general Prim, volvió a utilizar la artillería contra Barcelona. Nombrado gobernador, tuvo que hacer frente a la rebelión de la Jamància , palabra de origen caló que significa hambriento. De aquellos sucesos procede la frase de Prim "o faixa o caixa", referente a la disyuntiva que se le presentaba: o el fajín de general o el ataúd. Para someter a los insurrectos, Prim puso asedio a la ciudad durante dos meses hasta pacificarla, dejando una tercera parte de los edificios destruidos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Pero eso es parte de otra historia.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="color: #cccccc;"><span style="font-size: xx-small;"><span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;">Basado en un articulo original de pedro Voltes</span></span></span> </span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-84371783750927380962014-01-11T23:15:00.000+01:002017-01-29T22:19:59.740+01:001200 : La elite de la reconquista<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><i><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">En su lucha contra el Islam, los reinos hispanos recurrieron a los templarios, un arma casi infalible, intentando mantenerlos bajo control.</span></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgi2Mv83p5yuoShHgCFI3mRo1FPcP-qfw3bGOsUwp7Hg5GOJ-Oru1TAaVKmClIyOSSCsAVds8wz8MPhd7NpXBvz0qOzPxY7vlbRqbXhyrK7jb_Rj1ejg9-uPUm9kK40knHKcBxOP7JoZRg/s1600/triunfo+de+la+santacruz.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgi2Mv83p5yuoShHgCFI3mRo1FPcP-qfw3bGOsUwp7Hg5GOJ-Oru1TAaVKmClIyOSSCsAVds8wz8MPhd7NpXBvz0qOzPxY7vlbRqbXhyrK7jb_Rj1ejg9-uPUm9kK40knHKcBxOP7JoZRg/s1600/triunfo+de+la+santacruz.JPG" height="295" width="400" /></a>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">La participación de la orden del Temple en el proceso de conquista cristiana de la península fue importante, aunque variable en los distintos reinos hispanos, en función de la presencia que tuvo en cada uno de ellos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Los templarios constituían un cuerpo militar de elite y eran sumamente eficaces en la lucha. Estaban a la vanguardia de las técnicas de asalto y defensa de las fortalezas gracias a su experiencia en Tierra Santa, mientras que su entrenamiento, su equipo y sus motivaciones espirituales hacían de ellos soldados entregados y temibles. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">No obstante, tenían también un coste considerable, puesto que había que premiarles con parte del botín obtenido, lo que redundaba en un aumento de su poder político y económico. Para limitarlo, los reyes ibéricos trataron de dosificar su presencia en las campañas y compensarla con otras órdenes y fuerzas señoriales. Por supuesto, el objetivo de los reinos cristianos era conseguir tierras y plazas a costa de los musulmanes, pero siempre tratando de que los monarcas saliesen beneficiados en el reparto de los bienes conquistados. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Los enclaves templarios.</span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Las encomiendas eran la base administrativa en que se agrupaban los templarios. Estaban formadas por una o dos casas-convento bajo la supervisión de un comendador, un caballero veterano no apto ya para el combate, pero de intachable reputación. Cada encomienda poseía su iglesia o su capilla. Equivalente a un feudo, disponía de tierras y vasallos, y en ella vivían no más de una decena de caballeros junto con otras categorías inferiores de templarios. En sus aledaños podía haber molinos, palomares, granjas, corrales, graneros y todo tipo de elementos auxiliares para hacer de las encomiendas prósperos centros de producción agrícola. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgd90Snci13aAkdmBI8Tr4NY_y8egRUZi9r3JsQdOkpRlgcAp80qxb-spZ9beZwud_l0sDMw724-7SUmGrTlveOJqAjHM6jAn6n8ztjNOxIdHRAQS6FYy9-W0qqKRsld5p93ucyawlNXLY/s1600/250px-Castillo_templario_de_Ponferrada_001.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgd90Snci13aAkdmBI8Tr4NY_y8egRUZi9r3JsQdOkpRlgcAp80qxb-spZ9beZwud_l0sDMw724-7SUmGrTlveOJqAjHM6jAn6n8ztjNOxIdHRAQS6FYy9-W0qqKRsld5p93ucyawlNXLY/s1600/250px-Castillo_templario_de_Ponferrada_001.jpg" height="320" width="213" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="color: #b45f06;"><span style="font-size: x-small;">castillo templario de ponferrada</span></span></td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Por otra parte, actuaban como células de base de la orden, en tanto que recogían las donaciones de particulares, que luego se redistribuían según las necesidades del Temple. Acogían también a los novicios que ansiaban ingresar en la orden. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Las encomiendas de un reino se unían bajo un maestre provincial nombrado por el gran maestre, aunque en general se consultaba al rey para mantener unas buenas relaciones. Al principio de su implantación en la península, dado que su mayor peso radicaba en Aragón, el maestre de este reino lo era también de Castilla, León y Portugal. No fue hasta el siglo XIII, con cierto auge de la orden en los distintos reinos, cuando se nombraron maestres diferentes. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Quedaron establecidas dos grandes agrupaciones del Temple: la de la Corona de Aragón y la del resto de Coronas peninsulares. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">En su momento de máximo esplendor existieron en Portugal una decena de encomiendas, 32 en Castilla y León, 2 en Navarra y 36 en Aragón. En conjunto había, pues, cerca de ochenta encomiendas, además de unas setenta fortificaciones de distinta envergadura, de las que más de la mitad se situaban en el reino de Aragón. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Es muy difícil cuantificar los templarios existentes en la península, dada la ausencia de fuentes precisas. Sumando los caballeros, los sargentos o escuderos, los hermanos y los capellanes, se podría hablar de un efectivo de 5.000 hombres. Una fuerza selecta, pero numéricamente insignificante, lo que explica cómo pudieron ser absorbidos sin mayores problemas tras su disolución. En contraste, las encomiendas en Francia rebasaron el millar, además de contar con cientos de castillos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Las acciones militares </span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">La situación geográfica de cada reino determinó en buena medida el grado de participación templaría en las luchas contra los musulmanes. En Navarra, lejos ya de las fronteras con el Islam, los templarios no tuvieron participación alguna en la guerra. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"> </span></span></div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiydKiKRW1duoUXKRGPYcH7pPoBM6kBd4yvRYh7EOuBf3HjaOPD5AidNmifoK3ej5VMwVGfLgZn0uAGyvNdnwmjp4dT-mIAjteY1SXpAUbCgl32pJXKNKJppf5Ci5TVFwjRoGle9sidA7I/s1600/220px-Castell_de_Miravet_-_General.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiydKiKRW1duoUXKRGPYcH7pPoBM6kBd4yvRYh7EOuBf3HjaOPD5AidNmifoK3ej5VMwVGfLgZn0uAGyvNdnwmjp4dT-mIAjteY1SXpAUbCgl32pJXKNKJppf5Ci5TVFwjRoGle9sidA7I/s1600/220px-Castell_de_Miravet_-_General.jpg" height="212" width="320" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="color: #b45f06;">Castillo de Miravet</span></td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Sus escasas fortificaciones se destinaron más que nada a la consolidación de la monarquía. En Castilla y León, donde la orden nunca tuvo un peso excesivo, su contribución en las conquistas fue moderada. De hecho, muchas de las fortalezas y castillos que se le otorgaron (Salamanca, Ponferrada, Benavente, Zamora, Villalpando ... ) se hallaban en retaguardia. Solo en ciertas plazas de la actual Badajoz (Olivenza, Jerez de los Caballeros, Fregenal de la Sierra) y en algunas de Murcia (Caravaca, Cehegín) fueron decisivos los templarios, tanto en su conquista como en su posterior defensa y repoblación. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Fue el motivo por el que Alfonso IX les concedió estos enclaves con sus fortalezas. También destacaron en la toma de Cuenca en 1177, en la de Córdoba sesenta años después y en la de Sevilla en 1248. En Portugal, reino con poco peso demográfico, desempeñaron un papel más importante. Desde el primer momento tuvieron castillos en la línea del Tajo, como Tomar (su sede principal), Castelo Branco o Almourol. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"> <table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: right; margin-left: 1em; text-align: right;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHsdLHEGVx_Yzkn-dY4R-48DP_-ix1vY0b7eCtkn30MnoSi-_LqFdmvtVoqiwGf-AxwDVZqORwVT-Q_wJWpEoHewmC7SPT17TIyvNdzLlibE1fg3_XPHRbxPBJYWtyzqwf7bggMPyX8-M/s1600/250px-Castell_de_Pen%C3%ADscola_2.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHsdLHEGVx_Yzkn-dY4R-48DP_-ix1vY0b7eCtkn30MnoSi-_LqFdmvtVoqiwGf-AxwDVZqORwVT-Q_wJWpEoHewmC7SPT17TIyvNdzLlibE1fg3_XPHRbxPBJYWtyzqwf7bggMPyX8-M/s1600/250px-Castell_de_Pen%C3%ADscola_2.jpg" height="240" width="320" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="color: #b45f06;"><span style="font-size: x-small;">castillo de peñiscola</span></span></td></tr>
</tbody></table>
</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Pero fue en Aragón donde sus servicios resultaron cruciales. De hecho, sin su intervención, la Reconquista en el sur de la actual Cataluña y su posterior entrada en Valencia habrían sido bastante más lentas. Los castillos y fortalezas que fueron acaparando (junto con sus derechos en forma de rentas y vasallos), tanto en retaguardia como en las zonas fronterizas de expansión hacia el sur, dan fe de la importancia del Temple en las guerras contra los musulmanes. Entre los de retaguardia se cuenta el castillo de Monzón, y entre los de vanguardia figuraban emplazamientos tan destacados como los castillos de Corbera, Miravet y Harta, en la línea del Ebro, algunos en la ribera del Segre y, más hacia el sur, a medida que la frontera fue descendiendo, los de Peñíscola, Cantavieja y Castellote, o los de Chivert o Burriana, ya en el reino de Valencia. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Muchos de estos fuertes ya los habían erigido los musulmanes, pero todos fueron reformados y ampliados, cuando no levantados de nuevo, lo que refleja el poderío económico de la orden y su dominio de las técnicas arquitectónicas aplicadas a las fortalezas. Esta significativa actividad constructora vino acompañada de importantes éxitos militares. Su aportación resultó básica en la toma de Tortosa, Lérida, Fraga y Mequinenza, plazas conquistadas antes de 1150. En el siglo siguiente el Temple participó en la conquista de las Baleares y del reino de Valencia, recibiendo considerables donaciones como pago por sus servicios. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Lo cierto es que, desde su implantación hasta el fin de la Reconquista aragonesa, los templarios estuvieron en combate, a pesar de las rebajas de Jaime I en las prestaciones y de los recelos que la orden despertaba en el Soberano. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Sin embargo, acabada la Reconquista, y con ella los beneficios obtenidos por las campañas, se inició una cierta decadencia del Temple. Ya no había infieles a los que combatir (al menos, no en las fronteras del reino), y la cada vez más apurada situación en Tierra Santa acaparaba los recursos económicos y humanos disponibles. Los caballeros que permanecieron en Aragón se limitaron, a partir de entonces, a formar parte de la elite gobernante y administradora, tanto en el plano político como en el económico. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">La batalla estrella </span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Desde el punto de vista militar, fue en la batalla de Las Navas de Tolosa, una de las más célebres de la Edad Media, donde más presencia tuvieron los templarios. Allí lucharon los de Castilla, que acudieron casi en su totalidad, junto con una buena representación de los de Aragón y algunos de León, Navarra y Portugal. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Dado que los templarios castellanos eran los más numerosos (no en vano, Castilla corría con los mayores gastos de la empresa, al ser el reino que más debía temer la invasión almohade), fueron comandados por el maestre de Castilla y León, Gómez Ramírez. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Eran unos pocos cientos, pero su preparación y su valor les hacían extremadamente útiles en el campo de batalla. Junto con los caballeros de las otras órdenes, conformaban la fuerza más selecta de las huestes cristianas. Además, conocían bien las tácticas musulmanas (muchos habían combatido en Tierra Santa), por lo que podían contrarrestar las habilidades que habían dado a los almohades el triunfo en la batalla de Alarcos años antes. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Templarios, hospitalarios y caballeros de las órdenes locales de Santiago, Alcántara y Calatrava formaron en la segunda línea del ejército cristiano, bajo el mando del conde Gonzalo Núñez de Lara. Estaban distribuidos en diferentes agrupaciones de combatientes, para que su ejemplo infundiese ánimos a otras fuerzas menos avezadas en la lucha. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Sus objetivos eran cargar con fuerza cuando fuese necesario y pegarse al terreno sin retroceder ante la caballería almohade, más ligera. Cumplieron ambos. Primero se lanzaron a cubrir las bajas en la primera línea cristiana. Después mantuvieron un núcleo de defensa firme que desgastó a los musulmanes y que posibilitó el éxito de la carga final de los tres reyes presentes (Pedro II de Aragón, Sancho VII de Navarra y Alfonso VIII de Castilla). Los efectivos capitaneados por estos monarcas se reunieron con las órdenes militares que resistían en el centro y emprendieron el ataque final contra el campamento almohade, lo que dio la victoria a las fuerzas cristianas. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">El prestigio que ganaron los templarios en esta batalla sirvió para que los reyes de Castilla comenzaran a darles mayor protagonismo, aunque cuidando siempre de que no sobrepasasen en poder e influencia a las órdenes locales. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Disolución sin desaparición </span></span></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Los templarios pudieron hacer una vida normal en los reinos peninsulares tras la disolución de la orden. Algunos continuaron su vida de monjes guerreros en otras órdenes militares, aunque su trasvase se hizo de modo que nunca ingresasen más de dos miembros en los nuevos conventos, para evitar suspicacias en torno a una hipotética reconstrucción del Temple. Hubo bastantes que, tras abandonar la organización, contrajeron matrimonio y se instalaron en sus feudos familiares, siempre con vasallaje directo al rey. Otros, se convirtieron en aventureros, piratas o mercenarios (como Roger de Flor), o pasaron a formar parte del personal de confianza de diversos nobles y reyes europeos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Oficialmente, sobre todo ante la Iglesia, haber sido templario representaba sobrellevar el baldón de ser sospechoso de hereje. Sin embargo, la nobleza y las monarquías (salvo, claro está, la francesa) supieron sacar partido de ellos, por lo que siguieron ejerciendo puestos clave durante la primera mitad del siglo XIV. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Habían sido excelentes militares, hábiles políticos y capaces de entregarse a una causa; era obvio que no se podía despreciar a tan excelente personal administrativo marginándolo de las cortes.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Los castillos y las iglesias son los dos tipos de vestigios que ha dejado el Temple en España. Los primeros, como los de Ponferrada, Miravet, Peñíscola o Jerez de los Caballeros, son sólidas construcciones que siguen el modelo arquitectónico de las de Tierra Santa, por lo que eran fáciles de defender con una guarnición adecuada. Se caracterizan por sus gruesos muros, inclinados en el exterior, y por sus defensas periféricas. De hecho, casi todas las fortalezas que se rindieron tras la disolución de la orden lo hicieron de forma pactada, sin haber sucumbido a un cerco. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Los casos en que se tomaron por la fuerza se debieron a la falta de efectivos, y no a debilidades defensivas de los castillos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Cuenta una leyenda que, en el castillo de jerez de los Caballeros, los templarios que se opusieron a las tropas del rey fueron degollados sin piedad, por lo que su torre principal pasó a llamarse desde entonces la Torre Sangrienta. Verdad o no, es el único testimonio de una posible represión cruenta en una fortaleza templaría. Es cierto que varias decidieron resistir ante la orden de disolución, como ocurrió en Monzón, Miravet, peñíscola, Chalamera o Cantavieja. Sin embargo, a lo largo de 1308 se fueron rindiendo una a una, tras pactar con los monarcas la preservación de sus vidas. Ante la decisión del Papa y la guerra abierta decretada por la monarquía francesa, el Temple no tenía otra opción. Pero las Coronas hispanas no querían desgastarse en tareas de sitio que requerían miles de hombres y mucho dinero. Era cuestión de tiempo y de negociación, por lo que no hubo combates de asedio. AI parecer, fueron Monzón y Chalamera, ambos en Huesca, los últimos enclaves en rendirse. Sería en la primavera de 1309, tras casi dieciséis meses de sitio. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYjTIjNjuDCGFAf8LdYPsPX89q5LtQrkxmWHY0iBYkih03aZcNx7ZJXvJyKbGHHjxBKXV8TY06ps9cK674hNCq68-WBjpGsy_nVRa-tIEHvty28uQQhQI0bLBsxxMigCuPRLra8ck0mk4/s1600/300px-Villalcazar_de_Sirga-Sta_Maria_la_Blanca.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYjTIjNjuDCGFAf8LdYPsPX89q5LtQrkxmWHY0iBYkih03aZcNx7ZJXvJyKbGHHjxBKXV8TY06ps9cK674hNCq68-WBjpGsy_nVRa-tIEHvty28uQQhQI0bLBsxxMigCuPRLra8ck0mk4/s1600/300px-Villalcazar_de_Sirga-Sta_Maria_la_Blanca.jpg" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="color: #b45f06;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: x-small;">Villalcázar de Sirga</span></span></td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Entre las iglesias que pertenecieron al Temple figuran las de Cambre (La Coruña), Villalcázar de Sirga (Palencia), que es la más grande, o Gardeny (Lérida). Pero la mayor parte de ellas han desaparecido, al ser de pequeñas dimensiones y quedar prácticamente abandonadas tras la desaparición de la orden. Eran románicas o de transición al Gótico, y las leyendas han querido ver muchas más de las que existieron. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">También han pretendido encontrar en sus elementos una arquitectura de inspiración esotérica o misteriosa, como el tipo geométrico de planta, unas dimensiones simbólicas o alguna decoración de signo cabalístico. Sin embargo, no puede hablarse de un modelo templario de iglesia, y menos de códigos ocultos en sus formas.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="color: #999999;"><span style="font-size: x-small;">Autor Jc Losada </span></span></span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-60070297737634491802013-09-06T19:32:00.000+02:002017-01-29T22:26:28.281+01:001701 -1715: Guerra de Sucesión Española<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihp-70GaTjq9TB7124yC5A8kakOBDAVHUpSieEGxsEUdwcLfVQ2j0qrMhUL732YE1Nehnviz_PXq1dg2wiLdW-Txl5Qty3OixZWz95YjNJ6a_aEGxVGS2VoNadth2mkzMopmZnAKtINsM/s1600/Villars_a_Denain1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="336" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihp-70GaTjq9TB7124yC5A8kakOBDAVHUpSieEGxsEUdwcLfVQ2j0qrMhUL732YE1Nehnviz_PXq1dg2wiLdW-Txl5Qty3OixZWz95YjNJ6a_aEGxVGS2VoNadth2mkzMopmZnAKtINsM/s400/Villars_a_Denain1.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El 22 de agosto de 1705 una formidable flota compuesta por 160 barcos y 20.000 hombres echó el ancla frente a Barcelona. Aturdidas, las autoridades del lugar ordenaron cerrar las puertas a cal y canto. Barcelona, de primeras, no se rendía, y así se lo hicieron saber a los invasores, una heterogénea mezcla de británicos, holandeses y austriacos. Éstos, por su parte, acamparon en la playa y, unos días después, se lanzaron contra el castillo de Montjuich, que tomaron al asalto. Desde allí bombardearon la ciudad durante un mes, hasta que el 8 de octubre se entregó.</span></span></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Al poco, uno que quería ser rey de España, un austriaco que no sabía castellano ni, naturalmente, catalán, entró en la ciudad y se hizo nombrar Carlos III de España, de las Indias y de todas las golosinas que en aquellos tiempos llevaba aparejadas la Corona. Este Carlos era un Habsburgo de la rama austriaca que había tenido la mala pata de nacer segundón, por lo que, cuando estalló la Guerra de Sucesión, fue como si le hubiese venido Dios a ver. Sabiendo que media Europa le apoyaba, reclamó la herencia de su primo, Carlos II de España, muerto en 1700 después de 40 años de mal gobierno y estupidez congénita.<br /><br />El otro primo de Carlos, un francés llamado Felipe, otro segundón que paseaba su galanura y su ocio por los corredores de Versalles, se había hecho con la herencia cinco años antes. Entre Carlos y Felipe, Felipe y Carlos, España se desangró en una guerra larga y tonta que dejó el país hecho unos zorros y liquidó las posesiones de la Corona en Europa, esa fuente de dolores de cabeza que había dejado exhaustos a los reinos de España durante dos interminables siglos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />A Felipe de Borbón la aventura se la financiaba su abuelo, Luis XIV, el Rey Sol, el monarca más poderoso –y más aborrecido– de Europa. A Carlos de Austria le apoyaba moralmente su familia vienesa, y le pagaban las facturas los ingleses y los holandeses, enemigos declarados e incondicionales de Francia. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">España se partió en dos; o, como cantaban por las calles de Valencia en aquellos años: "Entre Felipe el Quinto y Carlos el Tercero nos quedamos desnudos y sin dinero". Unos se decantaron por el francés, otros por el austriaco, y la mayoría hizo lo que pudo, sorteando el hambre y apoyando de mejor o peor gana al que le tocaba, como en todas las guerras.<br /><br />Pero volvamos a ese momento<span style="font-size: small;"> </span>en el que España, a falta de otros entretenimientos, tuvo dos reyes. Carlos de Austria se afincó en Barcelona prometiendo el oro, el moro, los fueros, las costumbres del país y lo que hiciese falta; es decir, lo mismo que había hecho Felipe cuatro años antes en Lérida, según entraba en el Principado para ser reconocido como rey de todos los catalanes, especialmente de los que mandaban. Pero las tornas habían cambiado y el empuje de los aliados invitaba a pasarse al otro bando. Así sucedió en Cataluña, pero no sólo allí. Otras ciudades de la Corona, como Zaragoza, Salamanca, Milán, Bruselas y hasta la propia Madrid, sucumbieron ante los ejércitos que defendían la causa de los Habsburgo.<br /> </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">A principios de 1707 las cosas pintaban tan mal para el Borbón que Luis XIV sugirió a su nieto que se retirase, que lo de España estaba irremediablemente perdido, que en Versalles nunca le faltaría una cama y una sopa caliente. Pero en los planes de Felipe no entraba volver a París para vivir como un perdedor, jugando a los naipes el resto de sus días, y emprendió el contraataque. Se encontraba sitiado, Portugal se había unido al bando austracista y Carlos, satisfecho de su fácil victoria, miraba los toros desde la cómoda barrera de Barcelona. Sólo tenía una escapatoria: tomar Valencia y, desde allí, ir reconquistando poco a poco el reino que le habían birlado en un descuido.<br /><br />En abril de 1707 el duque de Berwick, un aristócrata inglés reciclado en general francés, presentó batalla a los aliados en un prado manchego cerca de Almansa. La victoria borbónica fue sonada y abrió las puertas del reino de Valencia al ejército de Felipe, que se apresuró a capturar tantas plazas como le fue posible. Carlos de Austria no se daba por vencido y reinició la ofensiva en Castilla, con éxito desigual. Recuperó Zaragoza y llegó a tomar Madrid de nuevo, que lo recibió con una frialdad absoluta.<br /><br />En 1710 la guerra estaba estancada tanto en la Península como en Europa. Para desatascarla, dos ejércitos aliados fueron enviados a Castilla, y allí, en los campos de la Alcarria, se resolvió el conflicto. Al inglés James Stanhope lo molieron a palos en Brihuega, y el austriaco Guido von Starhemberg tuvo que salir a uña de caballo de Villaviciosa de Tajuña, con sólo 60 de los 14.000 hombres con que había llegado. La determinación de Felipe de Borbón era más fuerte que nunca: "Ya que Dios ciñó mis sienes con la Corona de España, la conservaré y la defenderé mientras me quede en las venas una gota de sangre". Evidentemente, no hizo falta llegar a tanto. Un año después José I, emperador de Alemania, murió sin descendencia, dejando como heredero único a su hermano Carlos, el segundón que, de la noche a la mañana, había dejado de serlo.<br /><br />Como por arte de birlibirloque, Carlos de Austria se olvidó de España, devolvió la corona, las buenas intenciones y hasta el ordinal. Desde entonces pasó a ser Carlos IV de Alemania, dejando lo de Tercero para un niño que nacería cinco años después en el Alcázar de Madrid y que, andando el tiempo, llegaría a ser el Carlos III que todos conocemos, el narizotas.<br /><br />Para las cancillerías europeas el desenlace era perfecto... siempre y cuando Felipe rehuyese la tentación de unir las coronas de España y Francia, motivo que había hecho estallar la guerra. La otra opción, una reedición de los Habsburgo de Madrid y Viena puesta al día, no era del agrado de ingleses y holandeses, que, con razón, se temían lo peor. Carlos se desentendió de España y Felipe de Francia. Lo urgente era repartirse lo que quedaba de imperio español en Europa, y todos tan amigos. Estos detalles se discutieron entre 1713 y 1714 en la ciudad holandesa de Utrecht y en un pueblo alemán llamado Rastatt.<br /><br />En la primavera de 1714 toda Europa se refocilaba de nuevo en las bendiciones de una paz que, cómo no, iba a ser perpetua. Bueno, toda exactamente... no. En Barcelona y alrededores no se habían enterado de que la guerra era cosa del pasado y de que su flamante soberano había dejado de serlo por voluntad propia.<br /><br />Felipe de Borbón, que ya era en toda regla Felipe V, solicitó por las buenas que se lo replanteasen en la Ciudad Condal, a lo que las Cortes respondieron que nones, que el rey era Carlos, que resistirían lo que fuese menester y que de la Rambla les iban a sacar con los pies por delante; es decir, que salieron con una españolada antológica, digna de los celtíberos de Numancia.<br /><br />El rey, molesto por tanta cabezonería, envió en el verano de 1713 un ejército al mando de duque de Pópoli para intimidar. Pero los pertinaces barceloneses echaron el cierre a la ciudad por segunda vez. La táctica de Pópoli era la habitual en esos casos: bloqueo y algún cañonazo de vez en cuando para ablandar la moral de los sitiados. Pópoli, sin embargo, no cayó en que Barcelona goza de una extraordinaria franja costera, por la que entraba tanta comida como pólvora, lo que, unido a las estrecheces de los sitiadores y al traicionero invierno catalán, provocó que el asedio se prolongase durante meses.<br /><br />Como los progresos eran nulos, en julio del año siguiente Felipe V mandó a Berwick a Barcelona para que finiquitase el expediente con el arrojo que le había hecho célebre. El duque se presentó ante las puertas de Barcelona el 25 de julio con 20.000 hombres y 87 cañones, que se unieron a los 15.000 efectivos que sitiaban la plaza desde el año anterior. Al otro lado de la muralla su defensor, Antonio de Villarroel, vio que esta vez iba en serio y organizó la defensa de la ciudad, una defensa a muerte porque de ésa era imposible salir bien librado. Y probablemente Villarroel lo sabía.<br /><br />Durante el mes de agosto Berwick se empleó a fondo en arruinar a bombazos los baluartes de Portal Nou y Santa Clara. El día 30 las brechas eran de tal calibre que se habían transformado en boquetes indefendibles. Pero las fisuras en la muralla no eran nada en comparación con las que se habían abierto entre los resistentes: </span></span><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Villarroel intentó dimitir. Pero, ante el asalto decisivo del 11 de septiembre,
preparó su columna y prosiguió la defensa de la ciudad<span style="font-size: small;">.</span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />El conseller en cap, Rafael Casanova, se presentó a la desesperada en el campamento de Berwick, pero para entonces Casanova tenía ya poco que ofrecer, apenas la rendición y poco más para salvar el pellejo. Como buen español, no ofreció ni eso. Se dio la vuelta, tomando a Berwick por un terco fanfarrón, y retomó las armas. Esta vez, bajo el patrocinio de la Virgen de la Merced, que había sido nombrada capitana de la ciudad tras la renuncia de Villaroel. <br /><br />Sin nada más que negociar, el general borbónico fijó el asalto final para la madrugada del 11 de septiembre. En plena noche, los soldados del rey se internaron en Barcelona tras disparar 10 cañonazos. Los sitiadores debieron de suponer que semejante carga haría rendirse de inmediato a los barceloneses, de puro miedo, pero no fue así. Durante toda la mañana los hombres de Berwick avanzaron pesadamente por las callejuelas, entre cascotes y cadáveres. En cada plaza un retén les estaba esperando a cara de perro, como si les fuese la vida en ello; bueno, es que les iba la vida en ello.<br /><br />A las tres de la tarde el Consejo de Ciento volvió a reunirse, pero no para claudicar ante el invasor, sino para invitar a los resistentes a "derramar gloriosament sa sanch y vida per son rey, per son honor, per la patria y per la llibertat de tota Espanya". Demasiado tarde: ni la apelación postrera a las libertades que "tot lo Principat y tota Espanya" iban a perder cambiaría la suerte de la batalla. </span></span><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
Finalmente V<span style="font-size: small;">illaroel</span>, fue herido y quedó fuera de combate. Habiendo caído herido
también Rafael Casanova, el coronel Ferrer,fue a ver a Villarroel, quien expuso que era de la opinión
de capitular antes de la noche, para ahorrar a la ciudad los horrores
del combate. Entonces tomó la decisión, bajo su responsabilidad, de que
tocaran a capitulación. </span></span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">A última hora de la tarde Barcelona se rindió, agotada de tanto y tan inútil esfuerzo.</span></span><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;">L</span>os
veinticinco líderes militares de la defensa de Barcelona, entre los que
se encontraba el mismo Villarroel, herido, fueron encarcelados.</span></span></span></span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Villarroel fue enviado cargado de cadenas al castillo de Santa Bárbara, en Alicante</span></span><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> y más tarde (1715) en el de La Coruña, donde murió el 22 de febrero de 1726 en condiciones paupérrimas. Casanova sufrió una suerte bien distinta. Antes del momento crucial recibió una pequeña herida y tramó una fuga más propia de Houdini que del héroe nacional que, dos siglos más tarde, unos ignorantes hicieron de él. Con la ayuda de un médico, falsificó un certificado de defunción, hizo desaparecer de los archivos los papeles que le involucraban, delegó en otro consejero la capitulación y salió pitando de Barcelona disfrazado de fraile. </span></span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Una vez a salvo se instaló en San Baudilio de Llobregat, desde donde solicitó –y obtuvo– el perdón real. Reconciliado con el Borbón, vivió la mar de bien ejerciendo de abogado hasta los 83 años, lo que debió de convertirle en uno de los europeos más longevos del siglo XVIII.<br /><br />Barcelona y el resto de España se fueron recuperando del susto a lo largo del reinado de Felipe V. Las heridas cicatrizaron, y un siglo después, cuando la gabachada de Napoleón entró en España a sangre y fuego para quedarse, ya nadie se acordaba del lance, y la dinastía era querida hasta el punto de que a Fernando VII, el más impresentable de sus vástagos, el pueblo le bautizó como el Deseado. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Habría que esperar doscientos años para que la Guerra de Sucesión y el sitio de Barcelona volviesen a ser obsesivamente recordados, y hasta celebrados. Pero ésa, claro,</span></span><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><a href="http://historiasinhistorietas.blogspot.com.es/2010/07/cataluna-fue-conquistada-por-espana.html" target="_blank"> es otra historia</a>. </span></span><br />
<br />
<br />
<br />
<span style="color: #999999;"><span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">AUTOR:</span><span style="font-size: xx-small;">Fernando Díaz Villanueva</span></span></span><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-88420217673038106522013-07-21T18:52:00.000+02:002017-01-29T22:26:28.292+01:001759: Carlos III - El rey albañil<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmCyLOWgLrvd-DB2dCv1mFgvHaJePCFPFeLTN2a1e8vMkglt_tJAA-rM3lkfkQdE7c3O86MNAc7WuGjmRMEt-OTMwUPpALrSb4209437xAoqKLHtgt5wdLp3p3lDQRqyhfwSubXO1CBLU/s1600/270px-Charles_III_of_Spain_high_resolution.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmCyLOWgLrvd-DB2dCv1mFgvHaJePCFPFeLTN2a1e8vMkglt_tJAA-rM3lkfkQdE7c3O86MNAc7WuGjmRMEt-OTMwUPpALrSb4209437xAoqKLHtgt5wdLp3p3lDQRqyhfwSubXO1CBLU/s400/270px-Charles_III_of_Spain_high_resolution.jpg" width="285" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">De Carlos III se murmuró que no era hijo de Felipe V, sino del cardenal Alberoni. En tal caso, debió heredar el buen juicio del prelado
porque, prosiguiendo la política de su antecesor, fue un rey prudente y buen administrador de su casa, y supo escoger sabiamente a sus colaboradores.</span></span>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En lo físico, Carlos III se mantuvo tan invariable que su
sastre no tuvo que alterar las medidas de sus casacas en más de treinta años.
Sus retratos ofrecen siempre la misma imagen: francamente feo, ojos ahuevados,
enorme nariz borbónica, estatura media, delgado, algo cargado de espaldas y muy
moreno.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En realidad, tenía la piel blanca, pero el continuo
ejercicio de la caza lo mantenía pavonado en rostro y manos, el típico moreno
de albañil. (Y él lo era, o así lo llamaban cariñosamente, «el rey albañil»,
por los numerosos edificios con que hermoseó Madrid. También podrían haberlo
llamado el rey carpintero, o ebanista, que queda más fino, porque otra de sus
aficiones era tornear palos de sillas.) Aborrecía el lujo y la alharaca; era
puntual y constante; comía siempre lo mismo en la misma vajilla, con los mismos
cubiertos, como un burgués honrado, satisfecho de haber alcanzado un mediano
pasar.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">No era Carlos III muy inteligente, pero tenía sentido común,
y si no elevó el país al rango de primera potencia, al menos consiguió destacar
en algo: su corte era la más aburrida de Europa. Por lo demás, era un buen
profesional.</span></span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Sin dejar de estar en su puesto, trataba con afable cordialidad a
sus colaboradores, y toda su ambición residía en formar un buen equipo de
gobierno (Floridablanca, Olavide, el conde de Aranda, Campomanes...) que
impulsara al país y lo enmendara del retraso respecto a Europa, mientras él,
con su infatigable escopeta, causaba estragos en la cabaña nacional. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7s2zL7j2OKmb_ycBTZFoVRJVzdJ5fNQtDw6qgMSImv1I7i6JrLjLt7BWb2qRUPg1ia5wx22PmKVEE_vWo94FxjgkKc3pLkZnp7ckcT9RhdImhIFqpJr1DKi8ntVzrfuheSt-WlF-FEp4/s1600/220px-Maria_Amalia_di_Sassonia.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7s2zL7j2OKmb_ycBTZFoVRJVzdJ5fNQtDw6qgMSImv1I7i6JrLjLt7BWb2qRUPg1ia5wx22PmKVEE_vWo94FxjgkKc3pLkZnp7ckcT9RhdImhIFqpJr1DKi8ntVzrfuheSt-WlF-FEp4/s1600/220px-Maria_Amalia_di_Sassonia.jpg" /></a><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Siempre estuvo Carlos muy sometido a sus padres. Su
correspondencia con ellos, cuando era rey de Nápoles, es interesantísima. En
una carta le preguntan si tomaba rapé (sucio hábito que hacía furor en las
cortes europeas), y él les responde que no lo gasta, pero que, si ellos lo
ordenan, lo tomará. Se dejó casar, siendo ya rey de Nápoles, con la princesa
María Amalia de Sajonia, que era espigada, blanca y rubia, pero nada bonita,
nariz excesiva, ojos chicos y saltones, voz chillona y agradable. Al principio,
la chica era un compendio de virtudes: amable, culta, lista, gran fumadora de
labores nacionales y buena administradora, pero con los años se fue volviendo
histérica y desequilibrada, en parte por inclinación de carácter y en parte por
la insoportable tensión en que vivía. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Es que todo el mundo andaba pendiente de que suministrara un
heredero a la corona, y ella, aunque estaba continuamente embarazada, sólo
paría hijas, muchas de las cuales se le morían a poco. Cuando finalmente parió
un hijo varón, el infante Felipe, resultó que salió epiléptico e imbécil, y el
rey tuvo que incapacitarlo.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El segundo hijo varón, que sería el rey Carlos IV, les salió
algo mejor, aunque con una cabecita tan Minúscula que desde pequeño lo hicieron
llevar peluca para disimularla. Y el cerebro, a lo que parece, era a la medida
de la cabecita.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Carlos y María Amalia fueron tan felices como cualquier
matrimonio burgués de moredados hábitos.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Cuando ella murió, después de veinte años de matrimonio en
los que casi nunca se separaron, el rey declaró: «Éste es el primer disgusto
que me da.»</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Carlos III, gran escopetero, gastó toda su munición amorosa
en su juventud. Cuando enviudó, a los cuarenta y cinco años, las mujeres
dejaron de interesarle. Para compensar, intensificó su actividad cinegética con
tal denuedo que despobló de fauna mayor los montes cercanos a Madrid.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Hombre prudentísimo, sólo cometió un error en su vida, pero,
eso sí, garrafal: dictó la famosa Pragmática Sanción, que provocaría unas
cuantas guerras en el siglo XIX y que todavía colea de vez en cuando. La Pragmática es
simplemente una disposición de derecho civil (no ley sucesoria de la corona
como se cree) que privaba de la legítima a los hijos que se casaran sin
consentimiento de los padres.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los secretos motivos de Carlos eran bastante ruines: excluir
a su hermano Luís de la línea de sucesión para castigarlo porque, ya
cincuentón, se había casado con una plebeya de dieciocho abriles, hermosa y
risueña, mirando sólo las carnes firmes, los pechos valentones y las buenas
hechuras de la moza, y no la alcurnia de la familia real. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Se trataba de una venganza típica del reprimido sexual que
era porque Carlos III, aunque ya hemos visto que se impuso voluntariamente el
celibato a los cuarenta y cinco años, continuaba recibiendo la llamada de la
carne, por más que él la reprimiera cazando hasta quedar extenuado y dando
paseos, descalzo, sobre las heladas losas del dormitorio.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El caso es que la Pragmática Sanción
fue revocada por el rey siguiente, Carlos IV, que rehabilitó a su tío, el infante
Luis y a los hijos de éste, otorgándoles el apellido Borbón y reconociéndolos
como miembros de la familia real. No lo hizo por su tío, sino por halagar a
Manuel Godoy, el amante de la reina, su esposa. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Es que Godoy se había casado con una hija del infante don
Luis. De este modo, todo quedaba en familia. Hizo más Carlos IV: además,
restableció la antigua ley sucesoria española, la llamada Ley de Partida, que
permitía reinar a las mujeres, una ley que Felipe V, el primer Borbón, había
sustituido en 1713 por la
Ley Sálica, que daba preferencia en el trono a las líneas
masculinas ante las femeninas.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Así, el Borbón se aseguraba de que la corona de España
recayera siempre en su casa. No obstante, el restablecimiento de la Ley de Partida por Carlos IV,
aunque reconocido por las Cortes, no fue promulgado. En la ley impresa en 1805
(Novísima recopilación) siguió figurando el auto de Felipe V. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Esta omisión costaría a España tres sangrientas guerras
carlistas a lo largo del siglo XIX.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Cuando Carlos III heredó la corona española, trajo de
Nápoles experiencia y ministros. Y por cierto, también la bandera española
actual (oficial desde 1843), la roja y amarilla, con la franja central el doble
de ancha. Hasta Carlos III, la bandera española había sido la de la Casa de Borbón, completamente
blanca, color nada sufrido, pero práctico, porque cualquier sábana servía. En
1785, Carlos adoptó la roja y amarilla para los navíos de guerra, que, hasta
entonces, se confundían fácilmente con las de los otros estados borbónicos,
España incluida, y ello le acarreaba disgustos.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Algunos extranjeros encuentran nuestra bandera un tanto
folclórica, quizá porque casi no se ve fuera de estancos y plazas de toros,
actualmente algo más con el fútbol. Se echa de ver que su primer uso fue
destacar para evitar que los enemigos naturales de los Borbones, que dominaban
el mar, estragaran la parca flota. Luego, se le añadió el escudo de armas real
con las lises borbónicas. La Primera República (1873) la mantuvo, aunque
cambiando en corona mural la real del escudo, pero la Segunda República
(1931) sustituyó la franja roja inferior por una morada y emparejó la anchura
de las tres franjas. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Como en su momento se dijo, escogieron el morado en memoria
de los comuneros que combatieron por las libertades del pueblo contra Carlos V
bajo el pendón morado, o eso creían ellos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En realidad, los pendones comuneros eran la enseña medieval
castellana, es decir, rojo grana o carmesí. El morado que los republicanos
adoptaron por error era, en realidad, el color del pendón del conde-duque de
Olivares. No es que tenga mayor importancia.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Aparte del diseño de la bandera, Carlos III tuvo el acierto
de rodearse de ministros competentes que le hicieran el trabajo mientras él
cazaba ciervos y perdices.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los ilustrados soñaban con un país autosuficiente y, sobre
todo, capaz de fabricar los productos manufacturados que las colonias
americanas demandaban. Se habían propuesto recuperar un mercado invadido por
los extranjeros y financiar con esas ganancias el desarrollo español. Contaban
a su favor con una notable recuperación demográfica, que se operó a lo largo
del siglo, así como un desarrollo paralelo de la agricultura. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La tendencia era al crecimiento económico. ¿Podríamos
equipararnos a las naciones más poderosas de Europa? ¿Podríamos recuperar
nuestro prestigio y nuestra potencia? </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Para alcanzar aquella utopía, el gobierno se fijó dos
objetivos: orden y economía, nada de dispendios inútiles, y paciente
eliminación de los estorbos y antiguallas que atoraban las acequias del
progreso, especialmente los privilegios medievales de la devastadora Mesta, que
mantenía postrada la agricultura en extensas regiones. Había, también, que
aventar los encallecidos prejuicios hidalgos contra el trabajo manual. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Un real decreto declaró solemnemente que el trabajo manual
no deshonraba a nadie (1783).</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Pero los medios no estuvieron a la altura de las
intenciones. Ya se sabe lo difícil que es redimir para el trabajo a un vago de
alcurnia. El mismo fracaso cosechó el gobierno cuando intentó hacer trabajar al
otro estamento gandul de la sociedad, a los mendigos.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los ilustrados apoyaban la libre empresa, que la gente
pudiera enriquecerse sin trabas de clase o comerciales, porque de este modo el
Estado se enriquecería con ellos, y el beneficio de los particulares redundaría
en el procomún, una ideología liberal plenamente moderna. Querían, además,
producir una sociedad culta y libre de prejuicios, en la que cada cual viviera
en perfecta libertad de conciencia. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Pero las reformas sociales y económicas que proponían se
estrellaron contra la inercia de la sociedad española, con el sopar secular de
sus clases.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El famoso motín de Esquilache constituye el ejemplo más
notorio del fracaso de la
Ilustración, el primer intento de europeizar España. Este
Esquilache era un marqués siciliano que Carlos III trajo de Nápoles y había
nombrado ministro de Hacienda y Guerra. Esquilache concibió la idea de
europeizar y modernizar los usos del pueblo madrileño, el claro espejo
cortesano en el que se miraban las provincias.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Lo primero era terminar con ciertas entrañables costumbres
carpetovetónicas, como las crueles cencerradas que sufrían los viudos que se
aventuraban a unas segundas nupcias. A lo mejor esto parece motivo baladí, pero
lo cierto es que el temor a las cencerradas disuadía a muchos viudos de
reincidir en el casorio, sin contar la merma y el daño que se producía al malograrse
tanto posible matrimonio con su carga potencial de hijos, tan necesarios para
el incremento demográfico.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Por lo de las cencerradas pasó el pueblo mal que bien
(aunque no parece que pasara, puesto que se siguieron celebrando hasta nuestros
días en muchos lugarejos de la geografía hispana). Por donde no pasó fue por lo
del traje a la europea.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los españoles gastaban grandes chambergos y amplias capas,
con las cuales se embozaban al salir a la calle. En el fondo, era una costumbre
higiénica, pues, debido a la reprobable y cochina costumbre de arrojar a la
calle basuras y desperdicios, la pestilencia de la vía pública era insufrible,
especialmente en los meses de calor. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Las mujeres, a falta de capa, tenían mantillas y tocas, con
las que también se tapaban el rostro, como vemos en Goya. Claro, con tanto
tapado y tapada parecía que siempre era carnaval y prácticamente no se le veía
la cara a nadie. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Esquilache, con su mejor voluntad, se propuso incorporar a
los españoles a la moda europea, que era la francesa de calzón corto y peluca
empolvada.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Para dar peso a sus argumentos señaló que bajo las amplias
capas de los embozados se disimulaban frecuentemente pistolas, dagas y otras
armas prohibidas. Es que en aquellos tiempos todavía bravos existía cierto
problema de orden público y menudeaban los desafíos, duelos y reyertas. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El caso es que, como nadie obedecía la nueva normativa,
Esquilache se puso farruco y decidió proceder manu militar¡, que por algo era
también ministro de la
Guerra. Cuadrillas de alguaciles reforzadas con sastres
patrullaron las calles de Madrid, deteniendo embozados y reformando su atuendo
en el acto: un corte al ruedo de la capa, para dejarla corta, tome usted el
sobrante que da para falda de mesa camilla, y tres tijeretazos y tres puntadas
al chambergo de ala ancha, que, en un santiamén, se transformaba en el tres
picos.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El pueblo andaba algo resabiado con Esquilache por sus
anteriores reformas y ya lo habían publicado de cabrón inventándole amores a la
marquesa, su señora, pero lo de los alguaciles capeadores fue demasiado. Los
majos más exaltados se echaron a la calle y fueron juntándose en cuadrillas
suficientes para resistir a la autoridad. Después de los primeros incidentes,
los ánimos se caldearon hasta que el asunto degeneró en franco motín, que
obligó al propio Carlos III a salir al balcón de palacio para prometer la
suspensión de las reformas. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La consecuencia política fue la destitución de Esquilache de
todos sus cargos y su destierro. Por una vez ganaba el pueblo, pero el precio
del pan, que era lo que verdaderamente afectaba a la gente menuda, no bajó.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">No se ha demostrado que los instigadores del motín contra
Esquilache fueran los jesuitas.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los ilustrados fundaron sociedades de amigos del país
destinado a catequizar a sus compatriotas sobre los beneficios de la libre
empresa y a divulgar las modernas técnicas agrícolas y artesanales. Estas
propuestas hallaron escaso eco. España ya era, irremediablemente, diferente. En
otros países, los ilustrados habían impulsado sus reformas apoyándose en una
activa e inquieta clase media. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En España, esa clase que debía suministrar los misioneros
del progreso no existía. El nuestro seguía siendo un país campesino, y bastante
atrasado, con un pueblo impermeable a toda idea renovadora. Además, había que
contar con el inmenso poder de la
Iglesia, gran enemiga de los cambios, y con la resistencia de
la nobleza, anclada en sus privilegios de clase. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El rústico cacique se cerró al progreso, adoctrinado por el
cura en pausadas tertulias de bizcocho y chocolate, en el cuarto de respeto,
con señoras de misa y comunión diaria enlutada y digna. La Iglesia tenía una fuerza
tremenda y no estaba por la labor de acatar ideas disolventes llegadas de
Francia, donde eran enarboladas por ateos y librepensadores de la calaña de
Voltaire y Rousseau. La revolución francesa, con su secuela de subversión
social y aniquilamiento de la aristocracia, vino a darles la razón desde su
punto de vista.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Ningún ministro ilustrado se atrevió a lidiar el inmenso
toro negro de la
Iglesia. Juntando mucho valor, a todo lo que llegaron fue a
expulsar a los jesuitas (una medida que ya habían tomado Francia y Portugal),
lo que, a la postre, no trajo consecuencia alguna porque la pluriforme y
adaptable Iglesia siguió obstaculizando el progreso.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La renovación económica no tuvo más suerte que la social.
Naturalmente, los ilustrados propusieron una reforma agraria que pusiera a
producir las grandes fincas mal cultivadas o dedicadas a dehesa ganadera en
Andalucía, Castilla y Extremadura. La idea era buena, pero no hubo gobierno que
se atreviera a ponerle el cascabel al gato. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La gran aristocracia y la Iglesia, propietarias de la tierra, eran todavía
dos escollos formidables contra los que ningún ministro quería hacer naufragar
su carrera política. La
Iglesia había acumulado un gigantesco patrimonio agrícola
procedente de donaciones pías inalienables (manos muertas), que estaba, como
casi todo lo demás, pésimamente administrado.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Quedaba la industria, el último cartucho. Pero la industria
no consiguió despegar de la mera producción artesana para mercados regionales o
poco más y preferentemente en la periferia (textiles en Cataluña, hierro en
Vasconia, pesca en Galicia y Andalucía) mientras que el centro de Castilla
permanecía comparativamente atrasado. Algo remedió la supresión del monopolio
del comercio americano, que había pasado de Sevilla a Cádiz, y la
liberalización de la economía colonial combinada con su reestructuración
administrativa. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Inmediatamente, los impuestos americanos se multiplicaron,
lo que alarmó a las oligarquías locales, que ganaban más cuando estaban peor
administradas. En ese clima de descontento, se fue preparando el terreno para
los movimientos independentistas que estaban a la vuelta de la esquina. Tampoco
encantó a los ingleses, que estaban acostumbrados a hacer grandes negocios en
América aprovechando la incompetencia comercial española.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Todo el buen juicio que asistió a Carlos III en la política
interior (otra cosa es que los logros correspondieran a los objetivos) se le
turbó en la exterior. Para empezar, se implicó en una alianza con Francia (el
tercer Pacto de Familia) dejándose arrastrar por su odio a Inglaterra. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los Borbones no aprenden, pero tampoco olvidan, y a Carlos
III le seguía escociendo un humillante chantaje al que lo sometieron los
ingleses en 1742, cuando todavía era rey de Nápoles. Una escuadra inglesa
fondeada en la bahía lo obligó a jurar neutralidad en el conflicto austriaco
bajo amenaza de bombardear su capital. Por el Pacto de Familia, España se
implicó en la guerra de los Siete Años al lado de Francia y contra Inglaterra.
Como es natural perdimos la guerra y con ella volaron unas cuantas colonias
americanas (entre ellas Florida y el Misisipí), aunque, como compensación,
Francia nos traspasó la
Luisiana.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">También ganamos experiencia porque, después de esta guerra,
Carlos III consiguió la sabiduría necesaria para acuñar aquella famosa máxima
de gobierno: «Con todos guerra y paz con Inglaterra.» </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Otros se la atribuyen a su ministro Carvajal y Láncaster, y
otros, a Fernando VI. Tanto da.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Después, con singular miopía y nuevamente a remolque de
Francia, España apoyó la independencia de las colonias inglesas en América (los
Estados Unidos actuales) sin advertir el funesto ejemplo que daba a las suyas.
Éstas no tardarían en seguir el ejemplo de las inglesas. Un aspecto positivo
fue que recuperó de los ingleses Florida y la isla de Menoría, pero no
Gibraltar.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Carlos III hubiera sido relativamente feliz de no haberle
preocupado tanto las crecientes muestras de imbecilidad que le daba su hijo y
heredero. Por ejemplo, en una tertulia cortesana en la que se conversaba sobre
esposas adúlteras, el príncipe, futuro Carlos IV, dejó caer:</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">-Nosotros los reyes, en este caso, tenemos más suerte que el
común de los mortales.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">-¿Por qué? -quiso saber su augusto y algo amoscado padre.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">-Porque nuestras mujeres no pueden encontrar a ningún hombre
de categoría superior con quien engañarnos.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Carlos III se quedó pensativo y luego sacudió la cabeza y
murmuró con tristeza:</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">-¡Qué tonto eres, hijo mío, qué tonto!: ¡Las reinas también
pueden ser putas!</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Éste era Carlos IV, un infeliz grandón y brutote, sonrosado
y regordete, quizá un pelín feminoide, de mínima cabeza, ojos vacunos y enorme
nariz borbónica. Hasta que sus obligaciones lo ataron al trono solía campar por
las cocheras y cocinas de palacio, donde se sentía más cómodo que en los
salones, y prefería departir en corrillos de criados y palafreneros antes que
en tertulias y consejos de ilustrados. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">
</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Carlos III falleció en Madrid el 14 de diciembre de 1788.
Sus restos reposan en la
Cripta Real del Monasterio de El Escorial.</span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-14816008114609083022012-11-10T20:50:00.000+01:002017-01-29T22:22:12.137+01:001486: Doma y Castración: Galicia y los Reyes Católicos<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEimO-68p91sEBQWFEV3y0yQa9oc7GY4PW5YIUC7yuRjmIhqk_tYnOR_-8PxDqODSf-9Hep57IRNc_GXqBoThXD0UHYkOTDzxGSXJoUmaZRFDM7AsgTFEY71i6ARnYwDk9yGz3rg73NC0fg/s1600/220px-IsabellaofCastile05.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEimO-68p91sEBQWFEV3y0yQa9oc7GY4PW5YIUC7yuRjmIhqk_tYnOR_-8PxDqODSf-9Hep57IRNc_GXqBoThXD0UHYkOTDzxGSXJoUmaZRFDM7AsgTFEY71i6ARnYwDk9yGz3rg73NC0fg/s320/220px-IsabellaofCastile05.jpg" width="189" /></a></div>
<span style="font-size: small;">La argumentación pseudohistórica del nacionalismo y la realidad factual</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Doma y castración: casi todo el mundo sabe que esta expresión se refiere a lo que pasó en Galicia durante el reinado de los Reyes Católicos. Es un lema que resume la quintaesencia de un trauma que conviene enterrar para siempre. Por lo que parece, todo apunta a que Isabel y Fernando concibieron un plan sistemático para someter a la <i>nazón de Breogán</i> . </span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Se propusieron derrotar a los nobles gallegos que habían apoyado la candidatura de Juana la Beltraneja , la verdadera heredera de la corona a la muerte de Enrique IV. Pero aquel escarmiento fue en realidad la culminación de otros castigos anteriores que la dinastía Trastámara infringió a Galicia por su fidelidad a otras empresas nobles, como la del petrismo, la causa legitimista que sobrevivió a duras penas al asesinato en 1369 de don Pedro I el cruel. </span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La cima del sometimiento fue la imposición del castellano, pero antes fue preciso sustituir a las élites dirigentes del país -básicamente la nobleza- por otras foráneas, al tiempo que se instauraban algunas instituciones centralizadoras que, como la Santa Hermandad o la Real Audiencia, quedaron encomendadas a fieles funcionarios que siempre procedían de Castilla. Ni siquiera la Iglesia se libró de aquella política autoritaria, habida cuenta de la cantidad de obispos y clérigos no gallegos que desembarcaron en Galicia a partir de aquellos años.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<br />
<a name='more'></a></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La ejecución del mariscal Pardo de Cela vino a ser, de algún modo, el símbolo de aquel trágico aplastamiento. En suma, los Reyes Católicos fueron el comienzo de unos siglos oscuros -los de la Edad Moderna- que sólo empezaron a despertar con los albores de la conciencia nacional en el siglo XIX. </span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Suso de Toro ha resumido todo esto en un fragmento titulado Componiendo un espejo nuevo</span></div>
<blockquote class="tr_bq">
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">«Y este país derrotado en el siglo XV y al que se le amputó con determinación cualquier clase dirigente ("doma y castración del Reino de Galicia", decretó Isabel "La Católica"), conservó su frágil hilo de consciencia a través de los siglos; ese valioso hilo de Ariadna de la memoria propició un renacer explícito de conciencia nacional en el siglo XIX que llegó en mejores o peores condiciones a hoy.»</span></div>
</blockquote>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Doma y castración son dos palabras que aquilatan un sentimiento muy profundo de rechazo a los responsables directos de una tragedia colectiva. Hasta la misma divisa de los reyes -el yugo y las flechas- parece una metáfora de una Galicia subyugada y asaeteada. Además, ese símbolo trae a la mente otro régimen de infausto recuerdo que se apropió de esos mismos emblemas, de modo que los Reyes Católicos y Franco parecen haber defendido las mismas ideas y militado en el mismo bando. Los paralelismos son bastante evidentes: Isabel y Fernando subieron al poder de forma ilegítima tras expulsar del trono a la auténtica reina, Juana la Beltraneja , mediante una guerra civil (la de Sucesión) en la que fueron decisivas las tropas de la Hermandad. Franco hizo algo muy parecido en el 36 cuando se sublevó militarmente contra la República.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Las imágenes que la gente ha ido asociando a la “doma y castración” son de lo más variado, aunque en la mayor parte de los casos se repite el esquema básico que acabamos de esbozar. </span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Podemos hacer la prueba tecleando la frase exacta en un buen buscador de internet: en la pantalla aparecerán varios cientos de páginas, blogs, chats, y entradas de todo tipo, donde la creatividad de cada cual añade un toque personal al núcleo del mensaje. Así, por ejemplo, algunos afirman con rotundidad que la nobleza gallega fue deportada o que sus propiedades quedaron confiscadas a manos de los nuevos nobles castellanos que llegaron de refresco en aquellas fechas. Otros prefieren concentrar la perfidia de los reyes en la persona de Isabel, mal llamada católica; y los hay que identifican la “doma y castración” con la esencia de lo castellano, sea cual sea su época histórica, como bien lo demuestra la conquista de América. Muchas de estas ideas han pasado a formar parte de la corrección política e intelectual de la Galicia actual.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Ningún otro monarca medieval ha conocido tal acumulación de agravios. Algo tiene que pasar con Isabel y Fernando como para que una inquina de tanta intensidad se haya ensañado así con su memoria. La respuesta a tanta animadversión está en que los Reyes Católicos se sitúan en el centro mismo de una interpretación de la historia de Galicia entendida en clave de tragedia. </span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Bajo la doma y castración se esconde una frustración por lo que pudo ser y no fue, una Galicia anhelada y nunca alcanzada, en la que personajes y acontecimientos adquieren resonancias heroicas. La imagen maldita de aquellos reyes es algo así como la clave de bóveda de toda una interpretación de lo galaico como sistema cósmico completo en el que resplandecen las verdades de la historia gallega. Isabel y Fernando provocaron una frustración colectiva en Galicia porque crearon un estado que hacía inviable la aparición de otros estados distintos al modelo unitario que ellos patrocinaban. Por consiguiente, si hoy se pretende retomar el frustrado anhelo de fundar aquel estado gallego que nunca llegó a nacer, es preciso desandar el camino andado y desmontar la obra y la memoria de los culpables.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La primera impresión que provoca esta interpretación es que estamos ante un claro y evidente juicio condenatorio, con una nutrida presencia de conceptos morales (castigo, culpa, redención) que exaltan o censuran personajes y sucesos. En este punto sobresale la primera limitación seria que cualquier historiador medianamente experimentado advierte ante semejante panorama, aunque tampoco hace falta ser un especialista para darse cuenta de que las personas y los hechos del pasado son algo más complejos que las interpretaciones maniqueas; éstas son adecuadas, y no siempre, para el entretenimiento, como pasa con algunos guiones de Hollywood, pero no sirven de mucho para entender las enmarañadas complejidades de la Historia. </span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La segunda limitación, muy relacionada con la anterior, consiste en el carácter excesivamente “literario” que se advierte en un panorama tan negro: los personajes y sucesos de ese trágico mundo son rotundos, tallados a cincel, unos en su bondad y otros en su perversidad, donde cada uno cumple con su papel en consonancia con el argumento de una obra dramática.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">El origen de esta visión del pasado gallego entendido en clave de epopeya se remonta a la Historia de Galicia que público Benito Vicetto entre 1865 y 1873. Hoy todo el mundo reconoce que su calidad científica deja bastante que desear, pero aquel célebre historiador romántico supo crear un andamiaje que ha sido capaz de sobrevivir al paso de las generaciones gracias a su belleza épica. Todas las epopeyas tienen, en su hermosa rotundidad, una trama esencialmente literaria; pero los problemas de credibilidad empiezan a emerger cuando la epopeya aspira a ser una verdadera interpretación de la realidad histórica, es decir, cuando se aportan argumentos históricos que pueden y deben ser sometidos a la crítica del especialista. Si la “doma y castración” se presenta a sí misma como verdad objetiva y no sólo simbólica de la historia de Galicia, tiene que entrar necesariamente -y de hecho entra- en el campo de lo demostrable, en ese terreno en el que cuentan las pruebas verificables y no los recursos literarios. Y aquí es donde empiezan a aparecer los problemas. </span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Lo que hoy vamos conociendo gracias a la investigación más reciente no tiene mucho que ver con lo que nos presenta ese drama.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Pero vayamos por partes. El mejor camino para entender la cuestión consiste en ir a los orígenes mismos del lema “doma y castración”. Su comienzo es relativamente reciente, ya que se encuentra en un célebre discurso que pronunció Castelao en el año 1931 durante los debates constituyentes, cuando dijo lo siguiente:</span></div>
<blockquote class="tr_bq">
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">«Desde que los llamados Reyes Católicos verificaron el hecho que Zurita llamó la doma y castración del Reino de Galicia, la lengua gallega ha quedado prohibida en la Administración, en los Tribunales, en la enseñanza, y la Iglesia misma evitó que nosotros, los gallegos, rezásemos en nuestra propia lengua.»</span></div>
</blockquote>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Castelao pronunció estas palabras para defender el uso del gallego y no dudó en echar mano de la Historia para justificar el acoso secular que había padecido su lengua materna. Para demostrar a los restantes parlamentarios que esa injusticia no era un invento suyo, sino una realidad constatada por los cronistas de la época, incluyó la cita de Jerónimo Zurita en el núcleo mismo del alegato, a modo de prueba irrefutable. Unos años más tarde, durante el exilio, desarrolló de forma más extensa sus ideas sobre el significado profundo de aquella frase, tal y como puede verse en su obra <i>Sempre en Galiza</i>.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Pero ¿realmente utilizó Zurita la expresión doma y castración de Galicia? Antes de buscar la frase exacta conviene repasar el contexto en el que vivió y trabajó el cronista aragonés, que fue en su tiempo uno de los más afamados historiadores del reinado de Felipe II. Nació en 1512 y murió en 1580, de modo que no fue, en sentido estricto, contemporáneo de los Reyes Católicos, sino del Emperador y sobre todo de su hijo. Cuando fue nombrado Cronista Mayor de Aragón en 1566 ya llevaba tiempo enfrascado en la redacción de una monumental historia de su tierra -los Anales de Aragón-, aunque se trata más bien de una historia general de todos los reinos y coronas de la Edad Media hispana. Aquel empeño le supuso treinta años de duro trabajo.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Zurita se fijó sobre todo en los hechos políticos más notables de cada reino, de modo que su relato -de lectura algo tediosa- es muy útil, aún hoy día, para conocer muchos detalles históricos de los territorios y monarcas medievales. Como era cronista oficial, además de secretario del Consejo y Cámara de Felipe II, tuvo libre acceso a todo tipo de archivos. Algunos de los manuscritos que pudo manejar se han perdido y por esa razón los historiadores actuales suelen consultar los Anales de Aragón como una fuente de primera mano, aunque realmente no lo sea. Es importante destacar este detalle, que le pasó inadvertido a Castelao, porque todo lo que cuenta Zurita sobre el reinado de los Reyes Católicos procede de su investigación como historiador. Los testimonios que pudo reunir en relación con el reino de Galicia parecían coincidir en un punto central: Isabel y Fernando habían logrado lo que otros reyes anteriores no habían conseguido, es decir, la pacificación de una sociedad que desde mucho tiempo antes había venido sufriendo la guerra endémica entre clanes nobiliarios. Los cronistas y genealogistas de la época eran bastante unánimes en esta apreciación y Zurita se limitó a constatar lo que pudo leer en ellos.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Su conclusión personal fue que aquel reinado tuvo algo de providencial para Galicia en la medida en que supuso un punto final a la violencia interna, una superación definitiva de una anarquía ancestral que venía fraguándose desde los comienzos mismos del siglo XV hasta estallar en guerra civil bajo Enrique IV. Contraponiendo el desastroso período de un rey “impotente” con el glorioso reinado de unos reyes “católicos”, Zurita reforzaba esa imagen providencialista y dorada que tanto le gustaba a Felipe II. En este marco hay que leer la famosa frase que luego Castelao insertó a su manera en el discurso de 1931. </span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Pero las palabras de Zurita dicen exactamente lo siguiente:</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<blockquote class="tr_bq">
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">«Galicia se redujo a las leyes de la justicia, a donde el rey puso audiencias. En aquel tiempo se comenzó a domar aquella tierra de Galicia, porque no sólo los señores y caballeros della pero todas las gentes de aquella nación eran unos contra otros muy arriscados y guerreros.»</span></div>
</blockquote>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La “doma”, o reducción a la justicia de aquella tierra -o de aquella nación-, está asociada en el texto y en el contexto a la aplicación de la ley gracias a la Hermandad, porque su instauración supuso el fin de la guerra privada de la nobleza y del resto de la sociedad. No parece que el sentido de la palabra “doma” se refiera al sometimiento del reino, sino más bien al de aquellos señores de la guerra que se habían estado peleando de manera endémica.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Se puede confirmar el sentido de esta expresión -frente a la interpretación sesgada de Castelao - comparándola con otras citas muy semejantes que el cronista dedicó a otros territorios donde se instauró la Hermandad. </span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">El Señorío de Vizcaya es un buen ejemplo. Aunque la causa de Isabel fue mayoritaria en el actual País Vasco, los reyes ordenaron la puesta en marcha de la Hermandad vizcaína para extirpar las viejas luchas de los bandos nobiliarios. Pues bien, si los territorios más claramente isabelinos experimentaron la instauración de la Hermandad, no parece que Galicia fuese una excepción. Con el reino de Aragón encontramos algunas observaciones interesantes de Zurita, pues no hay que olvidar la procedencia aragonesa del propio cronista: la paz impuesta por la Hermandad hizo posible -siempre según Zurita- la restauración de las leyes y libertad del reino. Si tenemos en cuenta que la Hermandad era de procedencia castellana -y no aragonesa-, podríamos suponer con cierta lógica que hubo una imposición foránea, una “doma y castración” de Aragón. Pero no es así: Zurita afirma que se puso por mandato regio para restaurar la ley y la libertad del reino, no para anular al reino. La ley queda identificada con la libertad: algo que, por otro lado, responde perfectamente a la concepción medieval de la palabra “libertad”. El cronista no consideraba que los cuadrilleros de la Hermandad vulneraran la independencia de Aragón, o que todo eso provocase su “castellanización”, ni que la nobleza local quedase descabezada, y eso que los barones aragoneses se opusieron por todos los medios posibles a su instauración. </span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Podremos dudar, si queremos, de la sinceridad de este historiador cortesano a la hora de calificar las bondades de la Hermandad, pero de lo que no hay duda es de que está hablando de doma como sinónimo de restauración del orden. En resumidas cuentas, el célebre historiador aragonés considera que Galicia no fue una excepción, ni sufrió un castigo especial por ser la oveja negra de la corona.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Es evidente, por tanto, que Castelao sacó fuera de contexto la cita en cuanto al sentido de la palabra “doma”. Pero ¿y la “castración”? ¿De dónde sacó esta otra palabra? Es fácil de comprobar que no aparece en los Anales de Aragón; por tanto tuvo que tomarla de otro sitio o inventársela. Siendo un poco indulgentes podríamos pensar en un lapsus linguae, porque los políticos no suelen tener demasiado tiempo para dedicarse a este tipo de comprobaciones fastidiosas; o tal vez pudo tratarse de una “pequeña” libertad oratoria que se tomó para realzar el dramatismo del discurso que escuchaban los demás parlamentarios: porque debemos reconocer, en efecto, que la “doma y castración de Galicia” suena mucho mejor que la simple “doma”, ya que induce a pensar en lo que les pasa a los caballos en el picadero o a los toros que acaban convertidos en bueyes de labranza. Todo domador sabe que la castración es fundamental para lograr una buena doma, aunque se le despoje al pobre animal de la posibilidad de ser un semental; de todas formas siempre hay honrosas excepciones que merecen el sacrificio, como ocurre con los capones de Villalba.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Pero la indulgencia termina aquí. Castelao conocía a la perfección la frase de Zurita en su literalidad más pura, tal y como puede verse en algunas páginas de Sempre en Galiza . No se equivocó, sino que manipuló esa prueba “irrefutable” de forma deliberada porque había que defender una causa más importante que la verdad: su propia idea de Galicia. En otro momento llegará a sentenciar de forma rotunda que los Reyes Católicos decretaron a doma e castración do reino de Galiza , como si realmente hubiese salido del Consejo Real un decreto firmado y sellado con semejante título; así lo han entendido -y siguen entendiéndolo hoy- muchas personas que siguen persuadidas de la existencia de ese supuesto decreto.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">A partir de esta adulteración es fácil de entender la lógica que tienen los demás agravios y reproches que Castelao atribuye a los Reyes Católicos. Toda su labor como gobernantes aparece calificada como una campaña de exterminio puro y duro. En este punto conviene echar un vistazo al sistema argumental de sus escritos, porque desde sus entresijos afloran algunas pistas que permiten entender el porqué de la manipulación. No es una labor demasiado sencilla, ya que Castelao nunca tuvo un sistema ordenado de ideas y porque, sobre todo, hablaba desde el convencimiento apasionado y visceral.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Su punto de partida fue la evidencia de su propio tiempo - la Galicia de comienzos del siglo XX-, en la que la lengua gallega estaba postergada de los ambientes cultos, de las instituciones y de la misma sociedad urbana. El gallego se identificaba con la aldea, mientras que el dominio del castellano era algo así como un certificado de urbanidad o de progreso; hasta las familias acomodadas buscaban las personas del servicio fuera de Galicia para evitar que los niños tuviesen acento “aldeano”. Castelao intuía que esa realidad venía de mucho tiempo atrás, pero mezcló dos problemas distintos, uno cultural y otro social, dando por sentado que se trataba de una injusticia estructural, no coyuntural, en la que se advertía una especie de fracaso o incluso de traición de las clases dominantes. Dicho con otras palabras: Castelao dio por supuesto que en algún momento del pasado se había producido el mismo esquema socio-cultural que él veía a comienzos del siglo XX, sin caer en la cuenta de que estaba manejando cuestiones distintas, sujetas a circunstancias y tiempos diferentes. Quiso encontrar una respuesta convincente que aclarase los usos del gallego culto entre las clases dirigentes y formuló una explicación común para ambas.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Se podría sintetizar su pensamiento del siguiente modo: si en los siglos centrales de la Edad Media hubo un uso del gallego culto entre los nobles del país y, algo más tarde -sobre todo en el siglo XV-, sobrevino una extinción casi absoluta, es evidente que tuvo que haber una especie de meteorito que acabó con todo vestigio de vida cultural expresada en gallego. Como la lengua culta que vino a continuación fue el castellano y, además, el gallego quedó agazapado en los círculos privados y familiares, se deduce que hubo una imposición. Y esa imposición tuvo que ser necesariamente violenta, lo bastante como para segar a los estratos cultos -nobleza y clero- que lo habían utilizado con total normalidad hasta ese momento. Conclusión final: la única fuerza externa capaz de imponer todo aquello en el siglo XV era la de los Reyes Católicos, los creadores del estado centralista.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Castelao parte de una evidencia que no precisaba demostración (la situación social del gallego a comienzos del siglo XX) y a continuación formula un axioma indemostrable -la teoría de la imposición- que no es evidente por sí mismo. En lugar de plantearlo como hipótesis de partida (como haría cualquier intelectual medianamente riguroso), lo afirma como verdad axiomática. Ya se sabe que los axiomas son, por su propia naturaleza, indemostrables, pues se basan en la evidencia.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Sin embargo Castelao no quiso renunciar a la demostración histórica, y se afanó en buscar aquellas pruebas que puedan corroborar su afirmación. Lo curioso es que en esa tarea de acopio de datos no escogió todas las pruebas posibles, sino sólo las que encajaban con el axioma, adulterando incluso lo que le convenía, como en la frase ya citada de Zurita. Su método dista mucho de ser demostrativo: es una simple apología partidista de un axioma.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Por otra parte, en su búsqueda de pruebas “irrefutables” se nota mucho que Castelao no es historiador, porque desconoce los conceptos y rudimentos básicos del profesional, de tal modo que acaba perdiéndose en un laberinto de ignorancias y prejuicios. Por ejemplo, ignora por completo que tanto las realezas como los grandes linajes de la alta nobleza medieval no solían encajar dentro de los moldes territoriales de nuestra época; y no sólo esto, sino que sus pautas de comportamiento estaban basadas en vínculos personales -de fidelidad, de vasallaje o de parentesco- que poco o nada tenían que ver con las fronteras. Esto le conduce hacia otra carencia grave, que consiste en creer en una especie de “esencialismo ” eterno de las naciones, anterior y superior a los individuos y las sociedades, capaz de definir y mantener la identidad propia a través de los siglos. Pero este modo de entender la realidad histórica responde más bien a las modas intelectuales de fines del siglo XIX y comienzos del XX, no a la realidad que el hombre medieval tenía delante de los ojos.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Castelao desconocía éstas y otras muchas cosas, pero en cambio conocía bastante bien las ideas de los escritores gallegos que se sentían unidos en la defensa de la misma causa política o que comulgaban con empresas intelectuales paralelas. Todos ellos compartían un común denominador, el rechazo absoluto hacia Isabel y Fernando en tanto que símbolo del centralismo que todos trataban de combatir. Y hay que reconocer, en efecto, que los Reyes Católicos se habían convertido en una especie de buque insignia para los políticos que gobernaban el país durante la Restauración, como lo demuestra la celebración del IV centenario del descubrimiento de América en 1892. Los prohombres del momento -especialmente Canovas del Castillo- emplearon todo tipo de alabanzas para recordar la obra política de aquellos monarcas, sobre todo en relación con América, con la vista puesta en la mejora de relaciones con las repúblicas americanas tras la desastrosa etapa de Isabel II. Contra esta interpretación “oficial” de lo español se levantaron las voces disidentes de los nacionalismos emergentes. No hace falta insistir aquí en que un debate de esta naturaleza hacía muy difícil, por no decir imposible, un conocimiento objetivo de los hechos ocurridos en aquel lejano siglo XV, y no sólo por el nivel de apasionamiento que manifestaban en sus argumentos unos y otros, sino sobre todo por la ausencia de verdaderos especialistas en la materia capaces de dar explicaciones medianamente coherentes del pasado. El debate político oscureció tanto el problema histórico, que la investigación y el estudio quedaron seriamente condicionados por una montaña de prejuicios.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Los historiadores de aquellas fechas incurrieron en el defecto, tan extendido en la actualidad, de interpretar el pasado a la luz del presente, como si la meta final fuese hacer apología laudatoria o crítica demoledora. Manuel Murguía, que fue el gran punto de referencia para muchos de sus coetáneos, había llegado a decir que el reino de Galicia entró a formar parte de la monarquía castellano-leonesa bajo los Reyes Católicos, como si la historia inmediatamente anterior -la época Trastámara - hubiese sido un período de independencia de facto o de amplia autonomía derivada del aislamiento ancestral del país; incluso estaba convencido de que la Real Audiencia y las Juntas del Reino habían nacido de una tradición exclusiva de Galicia, cuando en realidad fueron fruto de las reformas impulsadas por Isabel y Fernando. Si un historiador de prestigio cometía tales errores de bulto, no es de extrañar que los amateurs desbarrasen mucho más.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Se pueden citar otros ejemplos que revelan la especial animadversión que sentían los contemporáneos de Castelao por lo que representaban Isabel y Fernando en ese mundo onírico de bondad y maldad en estado puro. Paz Andrade hablaba de la mano de hierro que había despojado a todos los reinos hispanos, y no sólo a Galicia, de sus viejas libertades. Villar Ponte, por su parte, iba mucho más allá cuando decía que hubo un castigo específico infringido a Galicia por su fidelidad a la causa de la Beltraneja, sin saber que la realidad distaba mucho de coincidir con semejante afirmación; a partir de esta premisa no es extraño que calificara el reinado como un acabado ejemplo de tiranía. Todas estas ideas “arrojadizas” se realimentaban con el rifirrafe parlamentario de la Carrera de San Jerónimo, ya que los restantes diputados contraatacaban en un sentido inverso, es decir, magnificando el significado glorioso de aquel mítico reinado. Esto último es lo que recogía Ramón Cabanillas en alguno de sus escritos, cuando se burlaba de los aspavientos que se veían en el Madrid de 1916: ¡Aquí do chamar a berros por Dona Sabela a Católica!</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Pero en fin, dejando de lado el olor a naftalina de los debates parlamentarios de hace cien años, es evidente que las opiniones de Castelao en relación con la supuesta frase de Zurita no encajan para nada con la realidad histórica que hoy conocemos, tanto por lo que se refiere a la materialidad del texto citado (que fue además conscientemente manipulado), como al contexto de la época y del autor. Pero lo más notable del caso es que, a pesar de tantas deficiencias, la expresión “doma y castración de Galicia” ha pasado a ser para muchos una evidencia histórica tan incuestionable como la propia crónica de Zurita, o quizá más, a la vista de su uso y difusión posterior. En efecto, los sucesores de esta línea argumental han incurrido una y otra vez en la errata, convencidos de que Castelao citaba a Zurita con precisión. Y no sólo eso. Algunos han ido bastante más lejos hasta convertir la célebre expresión en un supuesto programa político y legislativo que los Reyes Católicos impulsaron para someter a su reino del noroeste a cualquier precio. El mundo contemporáneo es un excelente banco de pruebas para entender los misteriosos mecanismos que determinan la creación de visiones legendarias de la realidad a partir de la imaginación y del voluntarismo: el único problema es que toda esa recreación del pasado medieval adolece de originalidad y hace gala de una ignorancia tan ostentosa como petulante.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La Guerra de Sucesión y la Hermandad</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Pero no se trata ahora de terciar en ninguna lucha parlamentaria ni de fustigar delirios actuales, sino de conocer lo mejor posible la realidad y el porqué de las leyendas; y para entender aquel reinado en el marco de su propia época hay que considerar un primer aspecto importante: que el régimen de los Reyes Católicos nació de una contienda sucesoria. Isabel y Fernando no heredaron unos estados en paz, sino que tuvieron que superar una guerra civil frente a unos oponentes muy sólidos. Sus primeras decisiones estuvieron condicionadas, al menos durante los primeros años, por una atmósfera bastante excepcional, propia de quien tiene que atender a lo que está pasando en los frentes de guerra.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La Guerra de Sucesión (1474-1479) fue una lucha dinástica entre dos candidatas al trono. Por un lado estaba Juana (para sus enemigosla Beltraneja, para sus partidarios la Excelente Señora), y por otro Isabel, hermana del difunto rey. Juanistas e isabelinos desplegaron un amplio repertorio de argumentos para defender la propia causa y deslegitimar la del rival. Sin embargo, al comienzo mismo de la contienda hubo algunos defensores de la sucesión masculina que le correspondía a Fernando, el marido de Isabel, en tanto que pariente varón más próximo al difunto Enrique IV; pero finalmente se estableció un acuerdo mutuo entre los esposos para reinar de forma conjunta: de ahí procede el conocido lema “tanto monta” que los reyes utilizaron con tanta profusión en muchos monumentos. Ese lema quiere decir que la igualdad de los esposos -y de sus respectivos reinos- en los asuntos de estado es total, de modo que no hay sumisión de la mujer al marido en las decisiones de gobierno, tal y como había venido sucediendo en el pasado.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Los juanistas defendían la condición legítima de su señora porque había sido reconocida como heredera en las Cortes de 1462, en tanto que hija de Enrique IV y Juana de Portugal; esto mismo es lo que pensaba y sentía Alfonso V de Portugal, tío y marido de la joven reina, que no se cansó de recordar a todo el mundo que sólo su mujer reunía todos los requisitos para reinar. El rey portugués consideraba que Isabel nunca había sido jurada por las Cortes, ni tenía el rango de heredera pese a los acuerdos de Guisando de 1468, porque la joven infanta había incumplido sus compromisos al casarse por su cuenta y riesgo con Fernando de Aragón en 1469.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Los isabelinos atacaron la legitimidad de Juana afirmando que el segundo matrimonio de Enrique IV con Juana de Portugal fue nulo de pleno derecho, ya que el rey sólo había estado casado legítimamente con su primera mujer, Blanca de Navarra, de la que no tuvo hijos. Por consiguiente, Juana no era hija legítima de Enrique IV: simplemente era la hija de la reina. Sobre este pilar se añadieron otros reproches secundarios, aunque muy eficaces, como la impotencia de Enrique IV y la supuesta paternidad de don Beltrán de la Cueva.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La propaganda de los isabelinos acabó siendo bastante más demoledora y contundente que la de sus rivales, porque los partidarios de Juana nunca pudieron ocultar que se habían distinguido en el pasado precisamente por sus despiadados ataques contra la hija de Enrique IV. En efecto, muchos juanistas de última hora se habían hecho famosos por fustigar con saña la honestidad de la reina madre, Juana de Portugal, una mujer de extraordinaria belleza a la que culparon de no guardar la debida honestidad que debía observar una reina madre. Lo peor del caso es que ésta última se había hecho acreedora de la mala fama que le echaban en cara sus acusadores pues, tras enamorarse perdidamente de don Pedro de Castilla el mozo, un servidor de los Fonseca, tuvo dos hijos adulterinos. Aunque el adulterio de la reina madre fue posterior al nacimiento de su hija, lo cierto es que su amor prohibido extendió una sombra de duda sobre la legitimidad de la princesa Juana, dando alas a los rumores que circulaban en relación con la supuesta paternidad de don Beltrán de la Cueva. Y don Beltrán, por su parte, echó bastante leña al fuego cuando llegó a alardear en público de los amores que todo el mundo le atribuía con la reina portuguesa; lejos de cortar en seco las habladurías, el galán llegó a presumir pomposamente de sus hazañas amatorias; en una ocasión llegó a decir que nunca le habían gustado demasiado las piernas de la reina doña Juana, porque eran demasiado flacas. Todas estas habladurías, que tanto dañaban la fama de Enrique IV y su familia, fueron convenientemente propaladas por Alonso de Palencia, cronista y capellán del propio rey, que llegó incluso a afirmar la homosexualidad y la impotencia completa del rey y, por consiguiente, su absoluta incapacidad para tener descendencia. A estas historias un tanto deprimentes se sumaron otros argumentos de gran calado, como el desastroso desgobierno de Enrique IV, algo que conocían a la perfección muchos súbditos de aquella difícil coyuntura.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La Guerra de Sucesión también se decidió por otros factores ajenos a la propaganda como, por ejemplo, la cantidad y calidad de los apoyos. Juana contaba con el respaldo portugués y francés, y con la lealtad de poderosos clanes nobiliarios, como los del marqués de Villena y los Stúñiga. Isabel tenía a su favor el soporte aragonés y la fidelidad de una panoplia de linajes algo más amplia que la de su rival, destacando por su importancia los Mendoza y los Manrique. Conviene advertir en este punto que hubo una cifra considerable de nobles y ciudades sin definición clara, de modo que el mapa de fidelidades al comenzar la guerra no era demasiado firme para ninguna de las contendientes.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La nobleza gallega tampoco se declaró mayoritariamente juanista, como tantas veces se ha dicho, ni tampoco isabelina, sino que se mantuvo en una calculada indefinición a la espera de acontecimientos: era más seguro aguardar a que una de las dos princesas tuviese asegurada la victoria para no sufrir las secuelas de una peligrosa precipitación. En este punto pesaba mucho el recuerdo de las endémicas luchas cortesanas de la época de Juan II y Enrique IV. Tal vez por este motivo Galicia fue un escenario bélico secundario dentro de aquella guerra en la que el rey de Portugal planteó la ofensiva principal en zonas más fieles a su causa. Alfonso V prefirió entrar por tierras salmantinas en dirección a la plaza de Arévalo, que era el cuartel general de sus principales aliados, los Stúñiga, para continuar después hacia Toro y Zamora. En Galicia fueron juanistas desde el primer momento Lope Sánchez de Moscoso (conde de Altamira), el mariscal Suero Gómez de Sotomayor y sobre todo Pedro Álvarez de Sotomayor I (conde de Camiña), que se encargó del sur de Galicia y de la raya fronteriza. El arzobispo Alonso de Fonseca II fue el gran puntal de Isabel desde el primer momento y consiguió captar un número creciente de nobles, como los condes de Lemos y Monterrey, el mariscal Pardo de Cela, Diego de Andrade y otros de menor rango. Algunos bascularon según sus intereses, como el conde de Benavente, que acariciaba la esperanza de recibir en premio la ciudad de La Coruña, aunque al final no pudo obtener el codiciado trofeo por el rechazo de los coruñeses. La faceta internacional de la contienda pudo verse con claridad cuando aparecieron en la línea del horizonte barcos franceses y portugueses haciendo todo tipo de estragos en la costa, hasta que finalmente Fernando movilizó a la flota vizcaína para asegurar el control del Cantábrico.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La batalla de Toro, librada el primero de marzo de 1476, sentenció la guerra en favor de Isabel y Fernando, aunque las operaciones militares contra Portugal y Francia continuaron por algún tiempo. Sin embargo todo el mundo intuía que la suerte ya estaba echada. A partir de este momento se multiplicaron los pronunciamientos en favor de Isabel. En esta coyuntura tuvieron una especial importancia las primeras Cortes del reinado, las de Madrigal, que se reunieron tras la victoria militar de Toro. Ante los procuradores de las ciudades y villas los reyes adelantaron un primer plan de reformas, preludio de otras muchas que se pondrían en marcha algo más adelante. Entre las novedades más importantes destacaba la constitución de la Hermandad, una pieza vital en tiempo de guerra porque, además de poner en marcha un sistema de reclutamiento, instauraba una contribución económica que sustituía a los maltrechos impuestos que concedían las Cortes. También se reformaron instituciones decisivas para el gobierno, como el Consejo, la Audiencia y la Contaduría. Los historiadores actuales consideran que aquí está el germen del “Estado Moderno”, es decir, del conjunto básico de instituciones que la corona extenderá para la totalidad de los reinos, a modo de “común denominador” administrativo.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La noticia de la inminente instauración de la Hermandad cayó como un jarro de agua fría entre la nobleza gallega, porque muchos caballeros se acordaban de la amarga experiencia de la revuelta irmandiña de mediados de los sesenta, y nadie quería repetir aquello de los halcones perseguidos por los gorriones. Los reyes no pretendían volver al viejo modelo del pasado -las hermandades concejiles-, que tanta ansiedad levantaba por todas partes, sino que se proponían adoptar el modelo más jerarquizado de la vieja hermandad de Toledo, Talavera y Ciudad Real, conocida popularmente como Santa Hermandad, donde la autoridad y el mando estaban bajo la soberanía real. Pero estas distinciones no eran entendidas ni admitidas por los nobles, para los que la palabra “hermandad” sonaba a peligro o -por qué no reconocerlo- a imposición fiscal gravosa. Por eso los principales nobles gallegos aparcaron momentáneamente sus diferencias ancestrales y acudieron al gobernador de Galicia, el conde de Ribadeo, para advertirle del peligro y transmitirle una propuesta que debía presentar de inmediato en la corte: que ellos garantizarían el orden público del reino si los reyes renunciaban a instaurar la Hermandad en Galicia y, de paso, aportarían una elevada suma de dinero para que los monarcas no tuviesen siquiera que molestarse en imponer recaudadores. Mientras se resolvía en la Corte esta propuesta, los caballeros se reunieron en Lugo durante el mes de octubre de 1477 para redactar un acuerdo en el que plasmaban todos estos principios.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La Hermandad fue muy impopular en todas partes, y no sólo en Galicia, por tres razones principales: era demasiado cara, anulaba el poder local de señores y concejos, e imponía una justicia a rajatabla, sin miramientos. La ciudad de Burgos, por ejemplo, que se desgañitó durante meses tratando de evitar su implantación, no tuvo más remedio que emitir deuda pública para pagar la elevada suma que le exigía la real Hacienda. El todopoderoso señor de Andalucía, el duque de Medina Sidonia, también se opuso con terquedad a la entrada de la Hermandad en sus dominios porque suponía una intromisión sin precedentes, pero al final tuvo que ceder. Hasta las mismas ciudades que inventaron el modelo de Hermandad -es decir, Toledo, Talavera y Ciudad Real- perdieron la partida ante los reyes tratando de evitar el control regio de sus cuadrilleros. En resumidas cuentas, la Hermandad fue diseñada e implantada como una institución central de la monarquía -no de los reinos- y en este punto no se admitieron excepciones.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La tenacidad de los reyes venció la resistencia de los súbditos, aunque al final tuvieron que prometerles que la duración de la Hermandad sería temporal. Los caballeros gallegos que habían formado una piña en 1477 se fueron finalmente dividiendo entre partidarios y detractores de la nueva institución, de modo que esa escisión sirvió para allanar el camino a los planes de Isabel y Fernando. Todo esto coincidió con la reactivación de la guerra con Portugal en 1478, tanto por la frontera de Galicia como por la de Extremadura, aunque al final Alfonso V no logró demasiados éxitos. En la batalla de Albuera (24 de febrero de 1479) fueron derrotadas las tropas portuguesas que acudían a la defensa de Medellín. Albuera fue sólo una pequeña escaramuza de escasa importancia bélica, pero tuvo un alto significado moral: fue el final de las esperanzas portuguesas. Alfonso V se convenció de lo necesario que era pactar una paz definitiva con sus adversarios.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">A partir de ese instante ya era sólo cuestión de tiempo la plena introducción de la Hermandad en Galicia. De poco sirvieron las bravatas del conde de Camiña, cuando propalaba por sus tierras meridionales que acogería con sumo agrado entre sus filas a todos los malhechores que lo deseasen; en realidad su poder estaba llamado a menguar definitivamente tras la decisión portuguesa de negociar una paz definitiva. Habían pasado para él los tiempos gloriosos. Cuando aparecieron los cuadrilleros de la Hermandad con sus varas coloreadas (de verde, rojo, azul y amarillo) por las tierras del Miño, había sonado la hora del declive definitivo.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">La historia de la Hermandad en Galicia está inseparablemente unida a la persona de Fernando de Acuña, el primer gobernador que nombraron los reyes con este título en 1480. Cuando llegó en compañía del alcalde García de Chinchilla al frente de 300 lanzas, su propósito era pacificar definitivamente el territorio y hacer posible la normalidad institucional. Acuña era el segundón de una gran familia titulada -era hijo del conde de Buendía- y por sus venas corría sangre de la legendaria Inés de Castro; su nombramiento le abría las puertas de par en par hacia una brillante carrera al servicio de la corona precisamente en la tierra de origen de su mítica antepasada; tal vez por todos estos motivos se aplicó con tanto celo a la tarea que le encomendaron. Como traía en su equipaje cartas y poderes plenos, no dudo en utilizar todo ese caudal de autoridad en la consecución de la meta que le habían señalado. Acuña intuía que un éxito sonado le podría deparar muchas posibilidades de promoción personal y, tal vez, algún título importante para su linaje.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Pero el flamante gobernador no era un hombre dotado de una excesiva inteligencia política ni del indispensable tacto para distinguir la calidad de las personas, y comenzó su andadura amenazando a todo el mundo, incluyendo a los isabelinos. Se propuso hacer una ostentosa manifestación de autoridad sin hacer distingos entre leales, tibios y enemigos. Por eso su actitud tuvo un efecto contraproducente, porque provocó la adulación de los tibios y el enojo de los que más se habían distinguido en la defensa de la causa isabelina. El arzobispo Fonseca percibió en seguida el talante del nuevo gobernador y fue lo bastante prudente como para plegarse a tiempo; esta cualidad fue muy valorada en la Corte y recibió como premio la presidencia del Consejo, aunque aquel galardón también era una manera de sacarlo del escenario gallego. El mariscal Pardo de Cela, en cambio, se empeñó en plantar cara y esa fue la causa de su perdición: no supo o no quiso darse cuenta de que los tiempos estaban cambiando a toda prisa y que ahora los reyes valoraban especialmente la obediencia de sus vasallos. De nada le valieron sus anteriores méritos, ni su curriculum isabelino, porque la corona estaba empeñada en crear un nuevo marco institucional común a todos sus estados y reinos sin atender excepciones.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">La Hermandad se organizó en juntas regionales para el cobro de las contribuciones y el reparto de levas, quedando el supremo mando de todas ellas en manos de una junta general que, finalmente, cristalizó en un nuevo Consejo de Hermandad; de esta manera la institución se incardinó en la nueva estructura administrativa que los historiadores conocen como monarquía polisinodial, o lo que es lo mismo, monarquía gobernada a partir de consejos formados por expertos burócratas. La trayectoria de la junta provincial del reino de Galicia tiene un especial interés porque es el germen del que nacerán más tarde las Juntas del Reino de Galicia. Las peticiones de la junta gallega en aquellos años se parecen bastante a las de otros territorios, como que el personal burocrático fuese del país o que disminuyesen las onerosas contribuciones que los desaprensivos recaudadores exigían. Pero los reyes no alteraron sus criterios en cuanto a la extracción de los burócratas, cuya selección dependía de la fidelidad al rey y de la capacidad personal, no de su procedencia geográfica. En cuanto a las cargas económicas, hubo algunas concesiones parciales a determinados nobles de especial rango, como el conde de Lemos, que percibió una parte de lo que se recaudaba en sus tierras, o los hidalgos de solar conocido con privilegio, que quedaron exentos del pago. Los sucesivos relevos que hubo en la cúspide de la hermandad de Galicia no sirvieron para acallar el descontento que despertaba la institución en todos los rincones del reino; por eso se entiende mejor la decisión que tomaron los reyes en 1498 de suprimirla en todos sus reinos.</span></div>
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<span style="font-size: small;">Durante los años en que estuvo en vigor los reyes aprovecharon la Hermandad como una especie de ejército permanente en sus campañas de Granada, el Rosellón e Italia. Las tropas regulares que aportaban los reinos pelearon en distintos escenarios de guerra donde los reyes defendían su política exterior o interior. Los combatientes gallegos se batieron en algunos frentes al igual que los cuadrilleros de otros reinos. Para algunos fue una manera de redimir antiguas penas, aunque para la mayoría fue un servicio obligatorio. En el frente granadino los gallegos tuvieron que soportar la dureza de los asedios en Baza, Zújar, Málaga y también en la misma ciudad de Granada. En Italia combatieron a las órdenes del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, y en el Pirineo lo hicieron bajo el mando del gobernador de Galicia. Como recuerdo de aquella presencia, que recordaba a las antiguas campañas de reconquista en el siglo XIII, muchas ciudades y villas repobladas en el antiguo reino de Granada contarán con una apreciable presencia de repobladores gallegos, cuyos nombres aparecen consignados en los libros de repartimiento.</span></div>
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<span style="font-size: small;">La tragedia de Pardo de Cela</span></div>
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<span style="font-size: small;">La tragedia del mariscal Pardo de Cela resume bastante bien la dureza de aquellos años de hierro. Mucha gente piensa que su muerte fue la parte más visible de la “represión” centralista de la Hermandad. Pero los retazos biográficos que va sacando la investigación más reciente revelan que Pardo de Cela se había ganado bastantes enemistades locales en los años inmediatamente anteriores a la llegada de la Hermandad, de tal modo que su muerte se entiende mejor en el marco geográfico que le vio crecer como la espuma, el obispado de Mondoñedo. En la villa de Vivero, donde el mariscal logró imponer su autoridad, se despertaron las suspicacias de los poderes locales ante su privilegiada posición. En el obispado mindoniense, donde nuestro personaje se había apropiado de numerosos bienes eclesiásticos, se desató igualmente la enemistad de los clérigos que no le perdonaban tantas rapiñas a costa de la Iglesia. Para colmo de males, hasta en la misma Corte se empezaban a acumular las acusaciones de morosidad que le echaban en cara los recaudadores reales. Demasiados problemas como para que el mariscal pasara desapercibido ante unos celosos funcionarios.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Los poderes que traían en 1480 los oficiales reales encargados de la Hermandad, Acuña y Chichilla, eran amplísimos. Tenían autoridad para entender en todo tipo de causas civiles y criminales, tanto en primera instancia como en grado de apelación, incluyendo los célebres “casos de corte”, es decir, aquellos que estaban reservados en exclusiva a la autoridad regia. En una de las cláusulas se decía que podían actuar de modo “breve y sumariamente, sin estrépito ni figura de juicio”, que suponía la concesión de poderes excepcionales y sumarísimos. También podían decretar el destierro de cualquier tipo de persona, fuese cual fuese su condición social, imponer treguas, prender y ejecutar a los criminales, investigar en los registros de los escribanos urbanos, y un largo etcétera. La razón de ser de tanta acumulación de poder en tan pocas manos no era otra que la de simplificar los procesos judiciales para así acelerar la aplicación de la autoridad real en todo el territorio.</span></div>
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<span style="font-size: small;">Acuña recibió otra importante atribución que acabaría ejerciendo por doquier: la potestad para ordenar el derribo de las fortalezas y casas fuertes de los reticentes. En este puntal se apoyaría la faceta más visible de su actuación en Galicia en los años siguientes. Pero tampoco encontramos en este punto una excepción demasiado llamativa, porque los corregidores que nombraron los reyes por las villas y ciudades del resto de sus reinos recibieron órdenes expresas de derribar o desmochar las torres y fortalezas de los caballeros. Las luchas de bandos urbanos, que tanta sangre habían derramado a lo largo y ancho del siglo XV, se habían eternizado en muchos sitios por culpa de las fortalezas nobiliarias; había llegado la hora de poner coto a la guerra privada.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Probablemente Pardo de Cela llegó a confiar demasiado en sus propias posibilidades de supervivencia, sobre todo por su curriculum isabelino. Su lealtad a la causa de la reina le sirvió para obtener en la Corte una serie de cartas de seguro y amparo, pero esos documentos oficiales no eran una patente de corso para escapar de las manos de la justicia, ni para seguir cometiendo todo tipo de desmanes en sus tierras mindonienses. Los seguros que la reina entregó a Pardo de Cela tenían sentido, sólo hasta cierto punto, siempre y cuando no entrasen en conflicto con las de Acuña. Aquí estuvo, probablemente, el principal error de cálculo del indómito caballero; de poco servía en la práctica una carta de los reyes, por mucho que reconociese su condición de leal vasallo, si después el mariscal se significaba por su manifiesta desobediencia a las órdenes dictadas por la corona que le conminaban a devolver lo robado y a pagar sus deudas con el fisco.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">La cuenta atrás de la caída de don Pedro empezó en 1482, con ocasión de una de las sempiternas guerras internas de la nobleza gallega. En ese año Fernando Díaz de Ribadeneira empezó a reforzar su castillo de Sobrada de Aguiar, no lejos de Lugo, contraviniendo los deseos del conde de Lemos; tras un cruce de acusaciones, la querella acabó en guerra abierta entre ambos magnates, con la subsiguiente búsqueda de aliados. Ribadeneira logró el apoyo del conde de Monterrey, el mariscal Pardo de Cela y Pedro Bolaño, entre otros, mientras que el conde de Lemos consiguió convencer a Diego de Andrade. Durante las escaramuzas el mariscal fue capturado por su propio yerno, Galaor Osorio, marido de Constanza de Castro, y luego fue entregado a Diego de Andrade. Aquella guerra privada no hubiese tenido mayores consecuencias de no intervenir el gobernador. En efecto, la corte le dio instrucciones precisas para indagar en las causas del conflicto e imponer la paz y la justicia. Poco después daría comienzo el largo asedio de la Frouseira, la gran fortaleza del mariscal en la mariña lucense, donde cayeron muchos combatientes por ambas partes. Como recuerdo de los que murieron entre las filas del capitán Luís Mudarra, que dirigió el asalto, se fundó la capilla de santa Catalina en el monasterio de san Martín de Mondoñedo, donde todos los primeros lunes de cada mes se celebraba una misa en sufragio por las almas de los que perecieron en el combate.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Pardo de Cela no murió en el cerco de la Frouseira ni tampoco cayó prisionero en el asedio, sino que llegó a negociar las condiciones de la rendición. La demolición posterior de su fortaleza roquera no fue el punto final de la rebeldía porque, poco tiempo después, en la primavera de 1483, volvió a hacerse fuerte en otro castillo -el de Castro de Oro-, muy cerca del anterior, donde se repitió de nuevo la escena del cerco. En esta ocasión no hubo negociaciones, sino que el gobernador Acuña pasó lisa y llanamente a la persecución: Acuña dio órdenes precisas en abril para que el mariscal fuese capturado y llevado a su presencia, cosa que finalmente ocurrió en septiembre u octubre de aquel año, el último de sus turbulentas andanzas. La traición de algunos servidores fue, al parecer, determinante. Lo que viene a continuación está lleno de lagunas y penumbras, sobre todo por los datos algo contradictorios de las fuentes, pero de esa confusa tragedia arranca la raíz de toda la leyenda posterior.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">No se sabe con certeza la fecha de su captura; tampoco se conoce si hubo algún tipo de proceso penal, aunque la impresión que dejan traslucir las escasas fuentes es que Acuña optó finalmente por un proceso sumarísimo en el que descargó sobre el procesado toda la dureza del sistema judicial que los reyes le habían encomendado. También fueron procesados algunos de sus acompañantes, entre los que se encontraba, según cuenta la tradición, su propio hijo. La sentencia de muerte no tomó en consideración los méritos del mariscal, como su pasado isabelino o la condición de persona aforada (vasallo real e hijodalgo). La ejecución se cumplió de manera inexorable en la plaza de Mondoñedo. La conmoción debió de ser muy honda, porque la justicia real había segado la vida de uno de los caballeros más importantes del reino.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Hoy parece probado que el gobernador Acuña se extralimitó en el ejercicio de la autoridad, porque las cartas reales que llevaba consigo no le facultaban para imponer la pena máxima a un caballero que era, además de hidalgo, vasallo de los reyes; este tipo de sentencias estaban reservadas en exclusiva a la corona sin posibilidad de delegación. El derecho penal de la época era muy explícito en este punto y la Audiencia real tenía reservada una sala específica para los pleitos y procesos de los hijosdalgo. La explicación más lógica para entender el sentido de semejante desafuero es que Acuña quiso dar una lección al conjunto de la nobleza gallega en la persona de Pardo de Cela. Y en efecto, la dio, pero su acción tuvo consecuencias inmediatas: pocas semanas después de la ejecución, Acuña era relevado del cargo. Este cese fulminante habla por sí solo del criterio mantenido por los reyes en este punto tan decisivo. Por lo demás, todo lo que sabemos de la biografía posterior de Acuña apunta a que no hizo carrera política en la Corte, de modo que la gravedad del desafuero le costó muy caro. En su lugar fue nombrado Diego López de Haro, un hombre que sí sería capaz de imponer la autoridad sin causar tantos estragos. Los poderes que los reyes entregaron al nuevo gobernador seguían siendo muy amplios, pero en este caso se perfilaron con más detalle los límites procesales que debería tener en cuenta con el fin de evitar los excesos de rigor.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La caída de Pardo de Cela tuvo un posterior epílogo familiar cuando su hija Constanza se hizo fuerte en la fortaleza de Vilaxoán (Cal da Loba) en compañía de su marido, Fernán Ares de Saavedra, y de unos pocos leales. Los rebeldes sólo pretendían salvar los restos del patrimonio familiar. El nuevo gobernador los cercó durante un año interminable en el que Constanza acabó muriendo por culpa de la insalubridad de la torre, mientras que su marido fue gravemente herido por un tiro de trabuco. Finalmente el gobernador consiguió el trofeo que buscaba. Fernán Ares consiguió salvar la vida gracias a la intercesión de Diego de Andrade, pero la mayor parte de los bienes familiares fueron confiscados.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">A partir de este trágico final empezó a fraguarse la leyenda popular, primero en las tierras lucenses y más tarde en el resto de Galicia. El paso de las generaciones se encargaría de quitar o añadir elementos más o menos imaginativos al núcleo original de su biografía, en la que adquirieron una fuerza expresiva algunos rasgos especialmente dramáticos, como la traición de sus propios servidores, la dureza de la justicia real (personificada en Acuña), la misma ejecución, la confiscación de sus bienes o el enterramiento en la catedral de Mondoñedo. De manera paralela se irían reduciendo o idealizando otros aspectos menos amables de don Pedro, como su dureza con los vasallos, las usurpaciones de bienes o el autoritarismo de su comportamiento. Casi medio siglo después de la ejecución aún había personas que recordaban la fortaleza de la Frouseira como un nido de ladrones, y cómo había sido derribada por las tropas de don Fernando de Acuña. Pero estos detalles sombríos irían desapareciendo poco a poco entre los siglos XVI y XVII, hasta que el recuerdo romanceado de su figura quedó indisolublemente asociado al dramatismo de su ejecución y, sobre todo, a la “moraleja” que se derivaba de su tragedia, pues la traición de sus propios servidores había provocado la rendición de la Frouseira. En el Memorial de la Casa de Saavedra, impreso en 1674, se contienen algunas composiciones poéticas que corrían por aquella Galicia de los tiempos oscuros.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">En el siglo XIX la historiografía romántica encontró en Pardo de Cela el arquetipo de lo que buscaba: un mártir eminente de la Galicia dominada. Como en tantas otras cosas, fue Benito Vicetto el principal responsable de la resurrección política del mariscal. La tradición literaria anterior fue aprovechada para modelar una nueva versión de la tragedia en la que apareció por primera vez un mensaje que no había existido con anterioridad, la idea del martirio de todo un pueblo simbolizado en la ejecución de uno de sus hijos más ilustres. De este modo se abrían de par en par las puertas a la politización contemporánea del personaje.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Vicetto se había dedicado con ahínco a bucear en la Edad Media buscando los signos de identidad más peculiares de la Galicia eterna que él imaginaba, y se convenció de la trascendental importancia de la herencia sueva. Por eso se empeñó en tender un puente un tanto forzado entre aquel lejano siglo VI y el siglo XV, tratando de dar un sentido étnico a la epopeya del mariscal. Como era más literato que historiador, acabó recurriendo a la metáfora del caballo salvaje, una viva imagen de Pardo de Cela, para explicar la sucesión de traumas y desengaños que arrancaban desde los lejanos tiempos de la Antigüedad hasta llegar a los albores del mundo moderno. En una página muy conocida de su Historia de Galicia llegará a escribir lo siguiente:</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">«Como aparezca algún documento de aquella época que evidencie esto último [la ascendencia sueva de Pardo de Cela], ... entonces, la figura de Pardo de Cela ... será la figura más bella y majestuosa de la historia de Galicia, porque encarnará su espíritu de independencia, el espíritu santo de emancipación entre la nobleza sueva y la nobleza goda; entre la nobleza vigorosa e invencible de nuestras montañas y la nobleza afeminada y fugitiva de la derrota de Guadalete»</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Vicetto deseaba ardientemente probar la ascendencia sueva del héroe, pero al final no tuvo más remedio que recurrir a la ficción literaria. La imagen del animal salvaje e indómito como símbolo de la independencia de un país es un recurso estético bastante habitual (véase el toro de Osborne), de tal modo que la castración equivale a la pérdida de esa independencia. El afeminamiento, que es un rasgo atribuido a la nobleza visigoda por Vicetto, sería la causa de la derrota de Guadalete en el año 711 ante el empuje de los moros de Tariq, y ese mismo destino es el que parece tener la nobleza de Galicia a partir del reinado de los Reyes Católicos; la sangre sueva, depositaria de la pureza ancestral, sería la linfa vital que hizo posible la peculiaridad indómita de Galicia a lo largo de los tiempos medievales, pero esa vena quedó segada cuando la cabeza del mariscal rodó por los suelos.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">De este modo un tanto “poético” quedaron unidos por un imaginativo nexo de unión el trauma del reino suevo dominado por Leovigildo y la tragedia del mariscal ajusticiado por los Reyes Católicos. En ambos casos aparecen unas cuantas constantes históricas de Galicia; por un lado, la indómita vitalidad que nace de la sangre, y por otro, la permanente opresión que siempre viene de fuera, bien sea de un rey godo (rey de afeminados) o de unos reyes castellanos decapitadores (o castradores, como dirá en su momento Castelao).</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La imaginación delirante le llevó a Vicetto hacia otras exageraciones un tanto “naïf”, porque poner al mariscal al frente de los irmandiños –como se puede leer en la novela Los hidalgos de Monforte (1851)- es un claro dislate, ya que ocurrió justamente lo contrario. Pero logró dotar al personaje de una carga política que antes no había tenido. A partir de este aggiornamento, muchos galleguistas entendieron que ese mensaje político tenía un trasfondo de veracidad indudable. De este modo Pardo de Cela se convirtió en un adalid de la independencia cuatro siglos después de su ejecución y así empezó a ganar batallas después de muerto. Una especie de Cid en versión gallega decimonónica.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Algunos estudiosos contemporáneos del mariscal ya no creen, naturalmente, en los delirios raciales de Vicetto, pero en el fondo siguen convencidos de la especial carga política que tuvo su ejecución en 1483, y no tanto por la “lección” ejemplar que quiso dar al gobernador, sino sobre todo por el interés personal que tuvieron Isabel y Fernando en quitar de en medio a Pardo de Cela: como él y Pedro Madruga eran la Galicia irredenta y filoportuguesa, Isabel y Fernando decidieron aniquilarlos a cualquier precio. Algunos todavía siguen moralmente convencidos de que tuvo que existir una orden expresa de los reyes -y no tanto de Acuña, que fue un mero ejecutor-, para cortar así toda posible connivencia entre los caballeros gallegos juanistas -al parecer, la inmensa mayoría- y la corte lusitana en la que se refugiaba Juana la Beltraneja. Pero toda esta teoría de la “conspiración portuguesa” no tiene mayor valor si se echa un vistazo a la paz de 1479. Isabel la católica y su tía Beatriz pactaron el matrimonio de la hija mayor de los reyes - la infanta Isabel- con el heredero de la corona portuguesa -el malogrado príncipe don Alfonso- para normalizar las relaciones dinásticas entre las familias reales: lo que de verdad interesaba a los portugueses desde esa fecha era asegurar la paz definitiva, no fomentar la discordia con los que habían ganado la guerra.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Tampoco es muy creíble que Isabel y Fernando sintiesen un especial temor ante la rebeldía de un personaje como el mariscal, porque su poder efectivo en Galicia era bastante relativo. Aunque don Pedro pertenecía -pese a carecer de título nobiliario- al estrecho círculo de aristócratas de primera fila, no reunía los requisitos suficientes como para liderar con autoridad una hipotética coalición de los grandes nobles gallegos; ese liderazgo le correspondía, por prestigio, poder y dinero, al conde de Lemos, y por eso se entiende que los reyes se tomasen la molestia de viajar a Galicia precisamente en 1486, cuando hubo necesidad de pacificar la revuelta del conde en Ponferrada. No es preciso recurrir a interpretaciones rebuscadas para engrandecer al mariscal, porque esa grandeza es innata al personaje, aunque por obra y gracia de la tradición literaria.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La peregrinación de los reyes a Compostela</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Tres años después de estos trágicos episodios los reyes viajaron como peregrinos a Santiago de Compostela. El viaje regio de 1486 está lleno de consecuencias para el futuro inmediato de Galicia; además, fue un hecho bastante sonado, porque hacía un siglo que la población no tenía la oportunidad de ver personalmente a sus soberanos. Los orígenes remotos del periplo se remontan al año 1481 cuando, poco después de concluir las Cortes de Toledo, los reyes emprendieron la arriesgada conquista del reino de Granada. Mientras se preparaban los medios humanos y económicos para poner en marcha aquella costosa empresa, un capellán de los reyes llamado Diego Rodríguez de Almela se animó a proponerles una idea sugerente: viajar en peregrinación a la tumba del Apóstol, tal y como habían hecho algunos de sus antepasados, antes de meterse en una guerra llena de peligros.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Rodríguez de Almela se había formado en sus años de juventud a la sombra del célebre obispo de Burgos Alonso de Cartagena, antiguo deán de la catedral de Santiago, que fue el intelectual más prestigioso de los círculos cortesanos de Juan II. Cartagena había desempeñado a lo largo de su vida todo tipo de cargos de la máxima responsabilidad: fue embajador en el Concilio de Basilea, consejero real, preceptor real y otras muchas cosas más, pero sobre todo fue un maestro capaz de crear una escuela de pensadores e historiadores. Rodríguez de Almela formó parte de aquel círculo y siempre se comportó como un fiel discípulo, recogiendo muchas ideas del maestro en las diferentes obras históricas que compuso a lo largo de su vida. En una de las más conocidas, la Compilación de los milagros de Santiago, plasmó todo lo que había aprendido en relación con el culto jacobeo. Cartagena siempre había pensado que ese culto era uno de los fundamentos más sólidos de la legitimidad histórica de los reyes castellano-leoneses, porque cimentaba la noción misma de “reconquista” que correspondía a los herederos directos de la monarquía visigoda.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Almela era consciente de los problemas de legitimidad que había tenido su señora cuando tuvo que enfrentarse a los juanistas y también se daba cuenta de la gran trascendencia que podía tener la reanudación de la reconquista para apuntalar definitivamente el régimen. Había que convencer a la reina de que viajase cuanto antes a Compostela para pedir in situ la protección de Santiago. Según Almela, los reyes que habían cumplido con aquella tradición siempre habían triunfado en sus campañas, mientras que los tibios o reticentes habían fracasado. Entre los primeros destacaban Fernando III el Santo, el célebre conquistador de Andalucía, y Alfonso XI el Justiciero, que venció en la batalla de El Salado a los Benimerines; entre los mediocres estaban el propio Juan II -o sea, el padre de Isabel-, un rey perezoso que apenas se había movido de la Meseta, y Enrique IV, que se había estrellado estrepitosamente en Granada por no ponerse bajo la protección del Hijo del Trueno. Para llegar con más posibilidades de éxito a la soberana, Almela buscó algunos apoyos dentro del círculo más cerrado de personas que tenían acceso a la corte.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La verdad es que Isabel y Fernando no hicieron demasiado caso en ese momento a las recomendaciones de su capellán y de hecho no peregrinaron a Santiago. Pero cinco años más tarde las circunstancias de la campaña habían cambiado de signo. Las operaciones militares en el frente granadino se estancaron y el número de bajas empezó a subir de forma alarmante, mientras que el coste económico no paraba de crecer. Entonces la reina se debió repensar lo que le había dicho unos años antes su capellán y decidió hacerle caso. Además, era preciso pacificar al conde de Lemos, que se había sublevado en Ponferrada por culpa de las desavenencias con los marqueses de Villafranca por la delimitación de sus respectivos señoríos. Había llegado el momento de viajar en peregrinación para pedirle ayuda al Apóstol. Por otro lado, la imagen de una reina peregrina encajaba bastante bien con el ideal de reina santa que la propia Isabel había aprendido de niña de labios de su aya Beatriz de Silva, cuando le contaba las historias de santa Isabel de Portugal, a rainha santa que vivió a comienzos del siglo XIV.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">El viaje tenía que ser necesariamente austero y con poco séquito, ya que se trataba de una peregrinación. Por otro lado, las posibilidades de alojamiento que tenían las ciudades y villas del Camino eran insuficientes para una corte tan descomunal como la de los reyes. Además sería un viaje forzosamente breve, porque una ausencia demasiado prolongada podría perjudicar el funcionamiento de los mecanismos burocráticos del Consejo, la Cámara, el registro del Sello de Corte y otros organismos de la complicada maquinaria estatal. Isabel quiso que su hija Juana les acompañase en aquel periplo. Entre los acompañantes estaba el limosnero de los reyes, Pedro de Toledo, que se encargaría de ir anotando con cuidado todas las dádivas y limosnas que daban a los que se topaban con el cortejo regio; esas anotaciones nos sirven hoy para conocer con detalle el periplo real y las anécdotas particulares que jalonaron aquel mes gallego de los monarcas.</span></div>
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<span style="font-size: small;">El 7 de septiembre de 1486 los reyes empezaron su viaje en Ponferrada, donde lograron la pacificación de los estados del conde de Lemos, y luego prosiguieron por el camino en dirección a Villafranca del Bierzo y el río Valcarce en su ascensión al Cebreiro. En este tramo los reyes empezaron a toparse con un mundo muy peculiar, el de los peregrinos, plagado de pobres y enfermos que aprovechaban el encuentro para pedir alguna limosna. El limosnero nos ha transmitido retazos de sus fugaces huellas, como el de aquella vieja que fue a Jerusalén, o el matrimonio de romeros que traían un niño en una canasta a las espaldas, sin olvidar a otros peregrinos que se hacían los encontradizos para recibir algo.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">La comitiva se detuvo en el santuario del Cebreiro para conocer con detalle el Santo Milagro eucarístico. Isabel y Fernando se sintieron admirados ante la narración de los monjes, que pintaban con gran colorido el sentido de la presencia eucarística en aquel lugar inhóspito. La impresión del relato les llevó a encargar un recipiente de cristal y plata para que las reliquias fuesen veneradas con mayor seguridad. También admiraron la talla de santa María que, según se decía, había inclinado la cabeza con reverencia ante el milagro. Cuenta una tradición posterior que los reyes quisieron llevar consigo la reliquia en su viaje a Compostela, puesto que la iglesia donde se custodiaba no guardaba la suficiente dignidad, pero los caballos se negaron a proseguir más allá de Pereje; cuando los mozos de espuelas dejaron de tirar de las riendas, los caballos regresaron al Cebreiro. Al margen de las leyendas, se puede comprobar el interés de los monarcas fue revitalizar el culto del santuario. Del papa Inocencio VIII consiguieron los permisos necesarios para restaurar la hospedería y el hospital, cosa que se alcanzó unos años más tarde bajo el pontificado de Alejandro VI, cuando se incorporó el santuario al monasterio de San Vicente de Monforte.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">La comitiva prosiguió su andadura a lo largo de lo restantes jalones del Camino - Triacastela, Sarria, Portomarín, Melide- hasta llegar a Compostela el 21 de septiembre. En aquellas jornadas de marcha, hechas a lomos de caballerías o en andas, fue aumentando el número de limosnas; lo habitual era medio real o un real por persona, aunque algunos recibían algo más, como los cuatro reales que recibió un inglés en Portomarín. La estancia en la urbe se prolongó unos veinte días, hasta el 6 de octubre, y hubo tiempo para hacer una breve escapada a la villa de Padrón. Si las limosnas a los peregrinos habían sido más o menos habituales a lo largo de la marcha, en la urbe se convirtieron en un torrente continuo, sobre todo el día que los reyes escogieron para hacer la ofrenda al Apóstol: frailes de variadas observancias, romeros de todas las procedencias, pobres y enfermos, instituciones y conventos, jóvenes y ancianos, todos trataron de conseguir algo de los reyes. Entre los extranjeros predominaban los ingleses.</span></div>
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<span style="font-size: small;">La estancia regia en la ciudad tuvo consecuencias muy importantes para Compostela, el Camino y el reino de Galicia. El proyecto de levantar un gran hospital real, por ejemplo, fue una de las decisiones más sobresalientes. Los peregrinos pobres y enfermos solían acogerse en los pequeños hospitales medievales que había diseminados por la ciudad y sus contornos, pero en muchos casos no había suficiente sitio ni medios para su mantenimiento. No era lógico que uno de los grandes centros de peregrinación de toda la Cristiandad careciese del adecuado soporte hospitalario. Los reyes encomendaron las gestiones a uno de sus hombres de confianza, don Diego de Muros, que tomó a su cargo la complicada tarea de reunir recursos, preparar los instrumentos jurídicos y buscar el solar más adecuado. Sus desvelos duraron bastantes años pero se vieron recompensados con la imponente mole que se levantó junto a la fachada del Obradoiro, el célebre “Hostal de los Reyes Católicos”, que hoy es símbolo de excelencia turística. Habría de ser durante cuatro siglos la gran institución hospitalaria de Galicia.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">No sabemos con certeza si el patrocinio regio sobre el Camino se tradujo o no en un incremento de las peregrinaciones. Sí hay constancia, al menos, del interés personal de Isabel y Fernando en cuidar sus aspectos más materiales. Uno importante se refiere a la seguridad física de los peregrinos, muy maltrecha por los abusos que se cometían desde las fortalezas próximas a los caminos que conducían a Compostela; la orden de derribar castillos o de controlar el armamento que se guardaba en ellos demuestra que la corona entendía este problema como una cuestión complementaria al bandolerismo nobiliario que estaban tratando de atajar los cuadrilleros de la Hermandad. La reina también tuvo noticia de otro peligro añadido, el de los franceses que se acogían al estatuto de peregrino para infiltrarse en sus reinos o para recabar información; finalmente optó por dejar abiertas las rutas a todos los que quisiesen acudir a la tumba del Apóstol. Esta actitud no eludía los riesgos que se derivaban del espionaje, y de hecho se dio la orden de fortificar las villas costeras en previsión de los ataques de la piratería francesa, quedando a salvo el derecho individual de los penitentes que desde toda Europa deseaban llegar hasta Galicia en viaje penitencial.</span></div>
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<span style="font-size: small;">La protección dispensada al culto jacobeo tuvo, por último, otra dimensión muy relacionada con el título de “católicos” que el papa Alejandro VI concedió a los reyes en 1496. Para entender el significado exacto de esta expresión hay que tener en cuenta la preocupación europea durante la segunda mitad del siglo XV ante la amenaza asfixiante de los turcos en el Mediterráneo y en los Balcanes; esa preocupación se había convertido en verdadero pánico tras la conquista otomana de Otranto en 1480, porque aquel enclave estaba en la misma península itálica. Los llamamientos de los pontífices a una nueva cruzada habían caído en saco roto y todo parecía indicar que la Cristiandad estaba abocada a un desastre de proporciones apocalípticas, a semejanza de lo que había ocurrido con la caída de Constantinopla en 1453. En esta atmósfera tan cargada de pesimismo sólo llegaban buenas noticias desde la península ibérica gracias a los avances en territorio granadino; por eso es fácil de entender el significado de algunos premios pontificios de aquellos años, como la espada que el papa le entregó al conde de Tendilla en 1486 o la célebre Rosa de Oro que la propia Isabel recibió en 1490. El entusiasmo se desató cuando llegó la noticia de la conquista de Granada. La euforia se extendió por Alemania, Inglaterra, Francia, Borgoña e Italia, y muy especialmente por la ciudad de Roma, donde se anunció la noticia con el redoblar de las campanas del Campidoglio y con todo tipo de celebraciones profanas y religiosas. El dramaturgo Carlo Verardi estrenó por aquellos días una obra titulada Historia Baetica, en la que se escenificaba la caída de la capital granadina; entre los poetas que compusieron obras laudatorias destaca Ugolino Verino, que imprimió una serie de poesías que circularon con profusión por toda Italia. No es extraño que en esta atmósfera un tanto electrizada se llegaran a propagar notables exageraciones como, por ejemplo, considerar al rey aragonés como un nuevo Fernando III el santo, o pensar que la reconquista de Granada preludiaba la de Jerusalén.</span></div>
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<span style="font-size: small;">Isabel y Fernando se convirtieron, gracias a sus éxitos granadinos, en protagonistas natos de la escena política europea e italiana. La misma elección de un papa español en 1492, el valenciano Rodrigo de Borja (o Borgia), con el nombre de Alejandro VI, no se entiende sin esta circunstancia tan peculiar. Los reyes se dieron perfecta cuenta del valor “publicitario” que tenía la Roma pontificia como altavoz de sus empresas y se esforzaron en cultivarla lo más posible. La protección dispensada al culto jacobeo encajaba muy bien en esta línea de actuación, ya que Compostela era una de las grandes sedes de fundación apostólica y uno de los principales centros de peregrinación de la Cristiandad. Cuando se culminó la conquista de Granada, los reyes entregaron a la sede compostelana los votos del reino recién reconquistado, como si quisiesen cerrar el círculo de significados que unían la urbe con la unificación política de sus reinos. El sentido que tenía la construcción del Hospital Real de Santiago no se comprende en su justo valor si se prescinde de todos estos hechos tan cargados de resonancias medievales.</span></div>
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<span style="font-size: small;">La Real Audiencia</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Pero no bastaba con proteger las peregrinaciones o aplacar la inestabilidad interna de la nobleza; para restaurar la normalidad del reino era preciso que los reyes resolviesen algunos de los problemas endémicos del país como, por ejemplo, el desequilibrio entre los dos estamentos más importantes del reino, nobleza y clero. Vasco de Aponte escribía en los años treinta del siglo XVI que en Galicia comenzó una época de grandes justicias con el reinado de los Reyes Católicos. Con esa expresión trataba de explicar el impacto social que tuvo la Hermandad y más concretamente la Real Audiencia. El clero -tanto secular como regular- era el principal propietario de tierras, mientras que la nobleza era especialmente poderosa en autoridad jurisdiccional. El resultado de este desequilibrio fue la extraordinaria difusión de las encomiendas laicas sobre iglesias y monasterios: los nobles amparaban las propiedades de la Iglesia frente a la rapiña de otros nobles y por eso percibían parte de las rentas monásticas o se apropiaban de sus bienes raíces. Lo peligroso de este sistema era que no había alternativa al poder de la nobleza en el caso de que ésta sobrepasase los límites de la protección.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Este problema venía de lejos y había llegado a ser agobiante para la infinidad de monasterios que se repartían por toda la geografía gallega. Si en algo se distinguía el reino de Galicia de los territorios vecinos era precisamente por la densidad de propiedades eclesiásticas, bien fuese de titularidad monástica -especialmente de benedictinos y cistercienses, aunque también de mendicantes-, o bien de propiedad episcopal. Algunos cenobios eran muy antiguos y entre sus fundadores o patrocinadores se contaban los linajes más eminentes del pasado medieval gallego. Pero el antiguo patrocinio nobiliario, que fue muy generoso en donaciones durante los siglos centrales de la Edad Media, se había transformado en una losa insufrible con el paso del tiempo, porque los bienes se habían fragmentado en un sinfín de encomiendas que usurpaban tanto los descendientes de los fundadores como los nuevos clanes nobiliarios que habían prosperado a su sombra.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Muchas familias nobles dependían de las encomiendas para mantener su rango, pero muy pocas guardaban documentos escritos con los que justificar la posesión: en la práctica se transmitían a los herederos con absoluta normalidad, como si se tratase de bienes pertenecientes al tronco familiar, de modo que el paso de las generaciones no hacía sino complicar las cosas. Hubo muchos litigios promovidos por los monasterios a lo largo de la época Trastámara, pero las sentencias de los tribunales reales tardaban demasiado en llegar y por lo general no se podían aplicar, si es que se dictaban, por culpa de la oposición nobiliaria. Durante su estancia en Compostela, los reyes comprendieron el verdadero alcance del problema y trataron de encontrar soluciones eficaces, aunque el problema no tenía fácil remedio.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">El criterio que defendieron Isabel y Fernando fue el de hacer cumplir el derecho frente a la política de los hechos consumados que planteaba la nobleza: en la práctica esto se traducía en que los nobles beneficiarios de las encomiendas reclamadas por los monasterios tendrían que demostrar con papeles sus títulos de propiedad. No bastaba con alegar que sus antepasados siempre habían tenido tal o cual encomienda: era preciso probarlo de forma fehaciente ante un tribunal real, el de la Real Audiencia. De este modo los reyes se convirtieron en la institución arbitral por antonomasia de aquella Galicia surcada de reclamaciones entre los dos estamentos preeminentes. Y esta decisión tuvo de por sí un enorme valor, porque devolvió a su lugar de origen el papel arbitral de la monarquía, en tanto que poder superior e independiente de nobleza y clero. Atrás quedaban los tiempos en los que un linaje o un gran señor se amparaba en el favor momentáneo de un rey o de un bando cortesano para imponer su autoridad. Ahora las cosas habían cambiado en un sentido totalmente distinto, porque los oidores y alcaldes de la Real Audiencia no pertenecían a ninguno de los grupos en litigio, sino que representaban la neutralidad de la corona a la hora de dictar sentencia conforme a derecho. La consecuencia más inmediata que se derivó de este principio fue el de hacer inviable la guerra privada y la usurpación unilateral; si un caballero quería conservar una encomienda, tenía que ganar la batalla en los tribunales, no en las emboscadas desde sus castillos, so pena de perder ambas cosas, porque los cuadrilleros de la Hermandad se encargaban de recordar en todo momento dónde estaba el límite de lo infranqueable.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La implantación en Galicia de la Real Audiencia acabaría siendo decisiva a largo plazo para la resolución de estos antiguos problemas de fondo, aunque de momento las cosas no se arreglaron de la noche a la mañana. Había un problema especialmente preocupante: si se arrebataba a la nobleza el caudal de las encomiendas monásticas se corría el riesgo de quebrar irremisiblemente su estatus social y económico. Por otro lado, no se podía pasar por alto que la vida interna de los monasterios también estaba profundamente relajada; de poco serviría reconstruir los patrimonios materiales de las comunidades de religiosos si éstos no recuperaban la función para la que habían sido dotados. Entre las corruptelas más escandalosas destacaba la abundancia de concubinas y barraganas. Era imprescindible acometer una reforma de la vida monástica en paralelo a la restauración material, pero sin incurrir en la quiebra del estado nobiliario. Para mayor complicación, había que tener en cuenta la opinión y las decisiones de Roma en todo el proceso de reforma, porque la vida monástica y sus reglas internas era competencia de la Santa Sede. El gobernador Diego López de Haro presentó todas estas cuestiones durante su viaje a la curia pontificia en 1484. En este punto concreto tuvo una gran importancia la política reformadora de los reyes, destinada a concentrar la organización de los monasterios de todos sus reinos -incluidos los de Galicia- en torno a unos cuantos cenobios que ya tenían consolidada la llamada “observancia”, es decir, la regla monástica reformada. Los benedictinos, por ejemplo, se acabaron integrando dentro de la Congregación de san Benito de Valladolid.</span></div>
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<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">A medida que se empezaban a resolver ante el tribunal real los litigios entre iglesia y nobleza, se fue afianzando la idea de separar las respectivas funciones del gobernador y de la Audiencia. El primero se encargaría de tomar las decisiones militares y administrativas, para las que necesitaba un cierto grado de movilidad, mientras que el tribunal se ocuparía de llevar adelante los procesos judiciales en un lugar más estable. De este modo se irían especializando y separando ambas instituciones, hasta que en el siglo XVI se produjo una mayor estabilidad de la Audiencia, aunque rotando entre las principales ciudades y villas del reino de Galicia.</span></div>
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<span style="font-size: small;">El esplendor de los Fonseca</span></div>
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<span style="font-size: small;">Las transformaciones de la Galicia del siglo XV estás unidas a algunos grandes personajes de enorme peso político y cultural que brillaron con luz propia en los ambientes cortesanos y en la sociedad de su tiempo. Los casos más llamativos son los arzobispos compostelanos del linaje de los Fonseca y que se llamaron del mismo modo, Alfonso o Alonso; los historiadores actuales suelen distinguirlos con un ordinal (I, II y III) para evitar confusiones con la homonimia. Un antiguo historiador compostelano, Salustian Portela Pazos, publicó uno de sus más famosos libros precisamente con el título Galicia en tiempo de los Fonseca, dando a entender que la personalidad de estos prelados forjó, de alguna manera, el destino del reino. Sin embargo sería erróneo considerar la vertiente gallega de estos prelados como algo exclusivo de sus biografías, porque en realidad todos ellos tuvieron una vocación universal en lo político y una proyección señorial en otros marcos geográficos, como bien puede verse en Salamanca, Toro, Zamora, Tierra de Campos o Andalucía. Los Fonseca se comportaron de un modo muy semejante al resto de linajes de la época, para los que la carrera eclesiástica y el servicio al rey se compaginaban perfectamente con la promoción del propio linaje en todos los lugares posibles.</span></div>
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<span style="font-size: small;">Los Fonseca del siglo XV eran de estirpe portuguesa. Procedían de uno de los caballeros más célebres del exilio lusitano en la corte de los Trastámara, Pedro Rodríguez de Fonseca, consejero y aposentador mayor de Juan I de Castilla y de su segunda mujer, la reina doña Beatriz de Portugal. Don Pedro y su familia lo perdieron todo en su patria de origen tras el triunfo de Juan I de Avís en 1385, cuando la batalla de Aljubarrota sentenció a muerte el destino de la primera dinastía portuguesa. El exiliado y sus hijos se acomodaron a la nueva situación de la mejor forma posible y buscaron el modo de salir adelante sirviendo al rey, cursando la carrera eclesiástica o buscando matrimonios de conveniencia. En esta estrategia coincidieron con lo que solían hacer casi todos los nobles de su tiempo. Dos de los hijos del exiliado emparentaron con los Ulloa de Toro, un linaje que tenía una remota ascendencia gallega. Juan Rodríguez de Fonseca se casó con María de Ulloa, y Beatriz Rodríguez de Fonseca hizo lo propio con el doctor Juan Alfonso de Ulloa, un hombre importante en la corte de Enrique III y Juan II. Los arzobispos Fonseca proceden de esta doña Beatriz Rodríguez, y por eso las malas lenguas le acabaron poniendo el mote de la santa madre iglesia. Uno de sus hijos fue Alonso de Fonseca I, más conocido como el viejo, que en 1460 fue promovido a la sede de Santiago cuando ya ocupaba la de Sevilla.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Fonseca I no dejó demasiadas huellas en Galicia por su dedicación casi exclusiva a los asuntos de la corte en tiempos de Enrique IV. El cronista Alonso de Palencia llegará a decir de él que “demostró más astucia en los falaces negocios mundanales que afición a los cuidados de su pastoral ministerio”, y hay bastante de verdad en estas palabras tan poco lisonjeras. Da la impresión de que el rey quiso aprovechar sus vínculos familiares con los Ulloa para imponer la autoridad en la Tierra de Santiago, muy alterada por las luchas nobiliarias durante los años sesenta. Una vez lograda la pacificación, al menos de forma momentánea, se volvió a su sede sevillana, pero antes de irse dejó a su sobrino homónimo (Alonso de Fonseca II, el joven) como titular de la mitra compostelana.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Fonseca II dejó una huella mucho más visible que la de su tío en los asuntos gallegos, sobre todo por su larga permanencia en la sede. Fue testigo y actor principal de los turbulentos sucesos del reinado de Enrique IV e Isabel I, y su protagonismo fue decisivo para el triunfo de la causa isabelina en Galicia durante la Guerra de Sucesión. Sus primeros años en Compostela no pudieron ser más violentos, pues tuvo que combatir a muerte con Bernal Yáñez de Moscoso, hasta el punto de utilizar la catedral como campo de batalla. También le tocó vivir como pocos la guerra irmandiña de mediados de los sesenta, y después, en los setenta, tuvo que afrontar la hostil oposición de la nobleza gallega, que deseaba a todo trance su expulsión del reino. La última gran oleada de problemas vino durante la Guerra de Sucesión, en la que fue el gran puntal de Isabel en Galicia, como ya queda dicho. Su lealtad no se vio recompensada por los reyes, al menos como él hubiese querido, porque los asuntos quedaron en manos de los nuevos gobernadores que, como en el caso de Acuña, imponían una autoridad y una justicia que nada debía a los señores locales. Fonseca II fue en realidad un quebradero de cabeza para los Reyes Católicos por su excesivo personalismo, y por eso le ofrecieron una salida digna: la presidencia del Consejo en 1481. A partir de ese año residió habitualmente en Salamanca o en Valladolid, debido al cargo de presidente de la Real Chancillería que recibió de los reyes en 1484.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Su salida de Galicia no significó un desarraigo completo porque sus parientes y allegados conservaron la red de cargos y fidelidades, al tiempo que uno de sus hijos ilegítimos acabó ocupando la sede compostelana en 1507: se trata del tercer Alonso de Fonseca, célebre por su mecenazgo en Compostela y en Salamanca a comienzos del siglo XVI, y por su labor como consejero real con Fernando el católico y el Emperador.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Los tres arzobispos Fonseca se distinguieron por sus empresas culturales, aunque no todos tuvieron los mismos perfiles intelectuales ni promovieron la creación artística e intelectual con el mismo empeño. Alonso de Fonseca I, que fue ante todo un cortesano muy próximo a Enrique IV, tuvo entre sus protegidos al cronista Fernando del Pulgar, que nos informa de su apego a los libros lujosos y caros. La actividad política le granjeó tremendas enemistades, entre las que destaca el cronista Alonso de Palencia, que llega a retratarle como “satélite del fraude”. La biblioteca personal del primer Fonseca acabará parando finalmente en el convento de san Ildefonso de Toro. Alonso de Fonseca II destacó por su amistad con Nebrija y por su predisposición a las influencias italianas que el célebre filólogo encarnaba como nadie, pero no dejó una excesiva huella de su mecenazgo intelectual en la turbulenta Compostela que llegó a regir con mano de hierro. Será el tercer Fonseca el que deje un rastro imborrable en la ciudad que le vio nacer, como bien lo demuestran los colegios que fundó -el de Santiago de Alfeo y el de San Jerónimo- en la incipiente universidad fundada gracias a la iniciativa de don Diego de Muros, con el que mantuvo importantes diferencias personales por culpa del centro universitario.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">La proliferación de universidades y estudios generales, de la que Santiago es un ejemplo importante, fue una de las iniciativas especialmente promovidas por los Reyes Católicos para mejorar la preparación intelectual del clero de sus reinos. La labor reformadora que promovieron los monarcas, en estrecha colaboración con Roma, pretendía el impulso de la preparación intelectual tanto del clero secular como del regular a través de instituciones docentes de calidad. El cardenal Mendoza en Valladolid (con el colegio de Santa Cruz), el cardenal Cisneros en Alcalá de Henares (con el Estudio General), Fonseca III en Santiago (fundando el de Santiago de Alfeo) y Salamanca (con los colegios Fonseca y san Jerónimo) y don Diego de Muros III también en Salamanca (con el colegio de san Salvador), son ejemplos muy conocidos. Todas estas fundaciones universitarias obedecían a un mismo deseo (fomentar las reformas intelectuales y religiosas del clero) y procedían de un mismo impulso, a saber, la monarquía “católica” de Isabel y Fernando. No es ninguna casualidad que la ciudad del Apóstol apareciera entre el selecto grupo de centros universitarios de nueva planta.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">De este modo empezó a cambiar lentamente la fisonomía urbana de Santiago en aquel turbulento período fonsecano. Porque el aspecto de la ciudad dejaba bastante que desear, y sus calles y plazas tenían un aspecto depauperado e insalubre que llamaba la atención de todos los visitantes que llegaban a venerar el sepulcro del Apóstol; ésta fue la experiencia que vivieron los propios reyes en su peregrinación del año 1486. Aún se tardaría varios decenios en adecentar ese aspecto deprimente que tenía a comienzos del XVI, pero la semilla del resurgimiento ya estaba echada.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La lengua del imperio</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">El mecenazgo en Santiago y Salamanca de los grandes eclesiásticos que pasaron por Compostela guarda un estrecho paralelismo con los proyectos culturales de los Reyes Católicos, en los que hubo un especial interés por el uso de las lenguas cultas en tanto que herramientas transmisoras de contenidos igualmente cultos. El estímulo inicial nació del afán de emulación que sintieron los reyes ante el brillo de los ambientes intelectuales italianos -sobre todo romanos-, donde la monarquía católica estaba empezando a cosechar importantes éxitos propagandísticos en la cristiandad de aquel tiempo. Los reyes promovieron un mecenazgo propio en la Ciudad Eterna que quedó simbolizado en la célebre iglesia de san Pietro in Montorio, donde Bramante levantó su célebre Templete, uno de los ejemplos más acabados del nuevo estilo arquitectónico que estaba arrasando por todas partes. Pero no sólo se trataba de cultivar una nueva arquitectura en aquella Italia llena de maestros; la propaganda regia recurrió a otros ámbitos igualmente prometedores, como la imprenta, que hizo posible la divulgación de sus hazañas y merecimientos.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Los reyes quisieron brillar con luz propia en los exquisitos círculos de humanistas que tanta gloria proporcionaba a sus respectivos mecenas, pero el reto tenía algunas complicaciones. El mayor problema era que había que manejar con fluidez el latín clásico e incluso del griego, y no era posible improvisar sobre la marcha una buena formación intelectual. En esos ambientes un tanto elitistas se miraba con cierto desdén al que sólo dominaba el latín eclesiástico de los canonistas; y no digamos si el pretendido humanista sólo era capaz de dominar la lengua vulgar de su reino de procedencia. El interés personal de la propia Isabel por aprender el latín en compañía de Beatriz Galindo demuestra hasta qué punto en el seno de la familia real se entendió la importancia del reto intelectual. No se podía ser una persona verdaderamente culta sin un dominio adecuado de una lengua culta; no se podía ser un verdadero mecenas si uno no se desenvolvía con soltura en las lenguas de los humanistas. Por este motivo los reyes alentaron a sus cortesanos más capacitados, ya fuesen laicos o clérigos, para que estudiaran las lenguas clásicas y defendiesen las empresas de la corona con la dignidad que exigían los rigurosos requisitos de la etiqueta romana e italiana.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">El prestigio de las lenguas vernáculas era bastante escaso en aquella Italia renacentista, porque ninguna tenía la suficiente riqueza expresiva como para transmitir los valores del humanismo que se nutría de los textos de la Antigüedad. Esas lenguas eran vistas con un cierto desinterés, pues parecían incapaces de servir como soporte a los auténticos valores y conocimientos que se estaban rescatando del mundo clásico. Es cierto que algunas pocas, como el italiano o el francés, tenían un relativo prestigio y se habían difundido en algunos ambientes cortesanos y cancillerescos, bien porque contaban con una mayor riqueza léxica o porque estaban respaldadas por una tradición literaria de cierto nivel o, simplemente, porque servían de soporte al poder de algún príncipe especialmente poderoso. Cuando los reyes entraron a formar parte de ese grupo de monarquías europeas de primer nivel entendieron que ellos debían hacer algo parecido. La dificultad intrínseca que encerraba el conocimiento del latín clásico y del griego reducía forzosamente el número de personas capaces de manejarlos con soltura, pero el dominio de un romance culto podría -y debería- estar al alcance de los cortesanos y de los burócratas; pero ¿qué romance habría que emplear en la corte?</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">De todas las lenguas que se hablaban en la Península, los reyes escogieron el castellano como vehículo principal del gobierno de la monarquía y sus instituciones. En esta decisión pesó decisivamente el número de hablantes y la extensión de su uso más allá de los límites de los reinos de la corona de Castilla. En cierto modo, el castellano reunía unos rasgos peculiares que no tenían otras lenguas, pues era una especie de “común denominador” hispano, es decir, un marco de referencia para casi todos los súbditos de los reyes, fuese cual fuese su procedencia. A esas alturas ya era el idioma español por antonomasia. Hasta los mudéjares y judíos hablaban el romance castellano en su vida cotidiana, dejando el árabe o el hebreo para el culto ceremonial.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Por otra parte, desde la época de Alfonso X, el castellano se utilizaba regularmente como lengua administrativa, legislativa y judicial en todos los reinos de la corona castellano-leonesa por decisión expresa de la corona. El rey sabio, que tanto se distinguió en el uso del gallego para sus composiciones líricas, fue el responsable de esta elección como lengua de la monarquía en todo lo relacionado con las funciones públicas del rey (como legislador, juez y gobernante). Los códigos legislativos, los ordenamientos, las sentencias de los tribunales, los documentos emanados de la cancillería regia, todos ellos pasaron a estar escritos en castellano. Probablemente aquella decisión se adoptó por un criterio de puro pragmatismo, porque a mediados del siglo XIII, recién culminada la reconquista de Andalucía y Murcia, el castellano ya tenía una mayor difusión que las demás lenguas, y además se había transformado en una especie de koiné por los constantes préstamos e influencias de todos los emigrantes que se desplazaban hacia el sur en busca de nuevas oportunidades.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Sin embargo, a fines del siglo XV, el castellano dejaba mucho que desear en cuanto a su uniformidad. Los letrados, escribanos, notarios y jueces de cada lugar no tenían muy claras las normas, entre otras razones porque no las había; sí que existían formularios notariales y cancillerescos, pero sólo servían para uniformizar el contenido y la estructura de los testamentos o de los documentos reales, pero no aportaban una norma común gramatical, léxica o sintáctica. Por este motivo las variedades locales eran abundantes. En esas condiciones era difícil que el castellano se convirtiese en lengua culta, a pesar de la tradición literaria que avalaba su trayectoria, porque no había certeza respecto de sus reglas. En esta coyuntura se entiende mejor el alcance que tuvo la obra de Nebrija, cuando publicó su Gramática del castellano en 1492 y el primer Diccionario en 1495. El propósito del autor era evidente: fijar las normas gramaticales y sintácticas para hacer del castellano la herramienta que los reyes estaban tratando de aplicar a su política y a sus proyectos culturales.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Nebrija escribió en su Gramática unas palabras introductorias dirigidas a la reina, que muchos han tomado como imperdonable declaración de guerra contra el resto de las lenguas peninsulares, sobre todo cuando dice que la lengua fue compañera del Imperio. La expresión suena mal, sobre todo si se lee fuera de contexto, porque nos retrotrae a tiempos no demasiado lejanos, cuando se hicieron algunas relecturas intencionadas de la frase. Pero conviene advertir que Nebrija está hablando del latín cuando dice lo siguiente:</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">«... la lengua fue compañera del Imperio; de tal manera lo siguió que juntamente comenzaron, crecieron, florecieron y, después, junta, fue la caída de entre ambos»</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">El latín nació, creció y murió con el Imperio Romano. El esplendor de la civilización fue posible, siempre según Nebrija, gracias a la lengua culta que sirvió de soporte a sus leyes e instituciones. Lo que les está ofreciendo a los reyes es, por tanto, una especie de plan cultural para que las leyes, la justicia y la administración cuenten con un buen vehículo de expresión capaz de ser utilizado en cualquier parte de sus reinos y, de paso, mostrar la magnificencia y el esplendor de la monarquía. En suma, una réplica a pequeña escala de la brillantez romana e italiana. Eso es lo que entiende por lengua compañera del imperio cuando escribe esa frase en 1492. Por otro lado, en ese año aún no se sabía si el viaje de Colón iba a terminar en fiasco, o si la política en Italia iba a deparar algo que mereciese la pena, de modo que ese “imperio” no es aún el imperio español del siglo XVI que vendrá después; es el imperium de los clásicos latinos, es la capacidad regia para informar el gobierno de la res publica.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Hoy mucha gente piensa más o menos lo siguiente: ¿por qué los reyes no hicieron lo mismo con el gallego, el catalán o el aragonés? ¿No estamos ante una evidente discriminación? No parece que Isabel y Fernando se sintiesen especialmente inclinados a plantear la cuestión en tales términos, ni que considerasen la variedad lingüística de sus reinos como un problema. La respuesta parece estar en una razón bastante más sencilla: los reyes buscaban una herramienta común para entenderse -especialmente en el terreno político- con sus súbditos, y se emplearon a fondo en depurar una que ya estaba sólidamente asentada.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Por lo demás, los reyes jamás prohibieron el uso de las restantes lenguas peninsulares, como se ha llegado a decir en alguna ocasión. Ni siquiera lo hicieron con las lenguas de sus adversarios. La lengua materna de Isabel fue el portugués, porque tanto su madre -Isabel de Portugal- como su aya -Beatriz de Silva- eran portuguesas. Tampoco prohibieron el hebreo o el árabe; lo que en realidad hicieron con sus respectivas minorías fue algo bastante más grave, prohibir sus respectivos credos religiosos. Tanto el decreto de expulsión de los judíos en 1492 como el de conversión forzosa de los mudéjares en 1500 nos llevan a la verdadera preocupación del reinado, la cuestión religiosa, que fue el principal proyecto unificador de los reyes para todos sus reinos.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">La importancia de esta materia en el siglo XV nos exige un especial esfuerzo de comprensión, porque la pertenencia a la Iglesia se veía como el fundamento básico de la naturaleza (lo que hoy conocemos como ciudadanía), a semejanza de lo que nos acontece en la actualidad con el ordenamiento constitucional, donde se recogen los derechos y deberes de los ciudadanos. El estatuto primordial de la persona venía definido por el hecho de ser cristiano, y sobre ese cimiento se añadían otros rasgos complementarios, como el estamento, el grado de sujeción al rey, al señor del lugar o al concejo. De estos elementos emanaban los distintos derechos y obligaciones de los estamentos, aunque entre todos formaban la comunidad política, el regnum. La consecuencia que se derivaba de este principio era que los miembros de otras religiones -judíos y musulmanes- no tenían derecho a formar parte de la comunidad, no eran realmente naturales del reino, por mucho que fuesen súbditos del rey. Los Reyes Católicos uniformaron el estatuto jurídico de los naturales de sus reinos por la religión cristiana y, en este punto, se mostraron inflexibles. La Inquisición fue una de las herramientas diseñadas para alcanzar este objetivo, aunque Galicia no conoció la instauración del tribunal del Santo Oficio hasta bien entrado el reinado de Felipe II. La razón es bien sencilla: la exigua población judía que había en algunas villas (como Ribadavia) desapareció sin dejar rastro, a diferencia de lo que sucedió en otros reinos de la corona donde la población conversa siguió siendo numerosa. Todas estas cuestiones podrán parecernos difíciles de entender, pero encierran algunas claves importantes. Isabel y Fernando crearon una especie de “común denominador” en todos sus reinos en el que destaca, por su contundencia, el factor religioso, hasta el punto de excluir todo tipo de disidencia. En cuanto al uso y difusión de la lengua “común”, las cosas fueron algo diferentes, porque no se pretendía suprimir la diversidad, sino depurar y elevar la calidad cultural que tenía esa herramienta que la corona empleaba con sus súbditos.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">La dureza de los Sotomayor</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Si los Fonseca encarnaron bastante bien ese modelo acabado e ilustrado de prelados compostelanos fieles a la monarquía, los Sotomayor representaron a la perfección el caso opuesto, el de una nobleza cargada de rémoras medievales. No es una casualidad que unos y otros militasen en bandos opuestos durante la guerra civil y que después se enfrentasen en asuntos de variada índole.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">El caballero que mejor personificó el estilo duro y correoso de los Sotomayor fue el célebre Pedro Álvarez de Sotomayor I, más conocido como Pedro Madruga, debido a su proverbial costumbre de atacar de madrugada a sus enemigos. El cronista Vasco de Aponte lo retrata como muy sutil y muy sentido en cosas de guerra, muy franco y gentil con su gente pero, al mismo tiempo, muy cruel con sus enemigos. Estaba dotado de una energía sobrehumana y era capaz de las mayores hazañas y sacrificios; nunca dejaba de hacer su propósito ni porque lloviese, ni nevase, ni helase, ni porque hiciese todas las tempestades del mundo. Era un “todoterreno” que sabía adaptarse a las circunstancias más adversas para salir airoso de las dificultades, por muy duras que fuesen.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Don Pedro tuvo que salir a flote desde muy joven. Era un bastardo de una gran estirpe, aunque supo sobreponerse a la ilegitimidad de origen a fuerza de tesón y energía. Su propósito fue reunir el patrimonio familiar en el sur de Galicia y norte de Portugal -cosa que consiguió durante unos años muy duros- e incluso aumentarlo, aunque para eso tuvo que enfrentarse a los obispos de Tuy (como don Diego de Muros), a los linajes vecinos (los Sarmiento), a los prelados compostelanos (los Fonseca) y a la misma corona.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Don Pedro Madruga tuvo sus días de gloria durante la Guerra de Sucesión, hasta el punto de intitularse como vizconde de Tuy y mariscal de Bayona. Su poder en La Guardia, Bayona, Vigo, Redondela, Pontevedra, Salvatierra y Tuy era casi absoluto, y sus posesiones en Portugal -sobre todo en Melgaço y Camiña- le sirvieron para dominar a placer la frontera del Miño. Sus enemigos tuvieron que sufrir durante más de una década sus duras acometidas, que solían saldarse con la completa humillación del vencido. Con demasiada frecuencia encerraba en jaulas de hierro a los prisioneros ilustres, como García Sarmiento, Fernán de Camba o el propio don Diego de Muros, y de esa guisa tan original los paseaba por sus estados para regocijo de sus súbditos o para placentera contemplación en las salas del castillo de Sotomayor, como si se tratase de exóticos animales traídos de lejanas tierras. Pero el ocaso del indómito caballero se empezó a fraguar tras la firma del tratado de paz en 1479, cuando Isabel logró el reconocimiento de Alfonso V. Sin embargo su final no fue inmediato ni pacífico. De hecho don Pedro siguió presionando para recuperar sus dominios en el obispado de Tuy, sobre todo frente a don Diego de Muros, que volvió a probar las delicias del cautiverio a manos de su acérrimo enemigo. En 1482 el pobre don Diego fue llevado de aquí para allá por los montes a base de pan de centeno y mijo, hasta acabar dando con sus huesos en el aljibe del castillo de Fornelos; el desdichado preso no tuvo más remedio que pagar una elevada suma de dinero para librarse de las extrañas aficiones de su captor. La verdad es que el prelado debía de ser persona de buen conformar porque, a la vista de su evidente delgadez, comentaba con humor el alivio de peso que sentía en sus carnes.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">El final de don Pedro Madruga no tuvo la grandeza épica de Pardo de Cela; no hubo martirio, sino una oscura intriga familiar en la que participaron su propio hijo, don Álvaro de Sotomayor, y una tía algo altanera, doña Mayor, que había sido la auténtica depositaria del señorío de Sotomayor. Todo sucedió muy deprisa. A fines de 1483 don Álvaro irrumpió por sorpresa en el castillo de Sotomayor con sus hombres para exigir a su padre la entrega de las propiedades familiares: la respuesta que escuchó de sus labios fue, simplemente, que le quebraría un palo en la cabeza . Pero ya no estaba en condiciones de plantar cara a nadie, y menos a los de su propia familia. Tras salir de Galicia, el viejo caballero se instaló en Portugal donde habría de morir unos años más tarde rodeado del olvido y de sus recuerdos. Un tiempo después circularon por Galicia historias contradictorias sobre las circunstancias de su muerte; unos decían que murió de carbunclos, otros que fue envenenado, y hubo quien afirmaba una última prisión. Por este relativo misterio algunos han sospechado la existencia de una siniestra conspiración de los Reyes Católicos para quitar de en medio a su viejo enemigo con la ayuda de los parientes, pero esta supuesta trama pertenece más bien al mundo de la historia-ficción.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Pero la leyenda maldita del linaje resucitó unos años más tarde con las andanzas de un nieto que se llamaba precisamente igual que el abuelo. En efecto, este Pedro Álvarez de Sotomayor II será conocido popularmente como don Pedro el fratricida, por ordenar el asesinato de su propia madre, Inés Enríquez de Monroy (condesa de Camiña) en 1518, un suceso que conmocionó el reino de Galicia justo antes de la Guerra de las Comunidades. Vasco de Aponte nos lo pinta como hombre bien disposto y de bon gesto, alegre, esforçado que trataba bien a los suyos y ábile para todo; sin embargo su habilidad no brilló demasiado cuando tuvo que improvisar el modo de quitar de en medio a su pobre madre.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Don Pedro el fratricida tuvo que resolver con ella ciertas diferencias por el reparto de la herencia: hasta aquí nada de especial, sobre todo tratándose de una tradición muy característica del país. Lo malo es que nuestro personaje decidió zanjar la disputa al margen de los tribunales y por la vía más violenta que cabe imaginar: la del parricidio. Planeó en compañía de su mujer -Urraca de Moscoso- un siniestro plan para liquidar a la condesa en uno de sus desplazamientos por el corazón de sus posesiones del sur de Galicia, y recurrió al trabajo de unos vasallos que no tenían la preparación adecuada. Uno de ellos, Domingo troitero, sabía pescar truchas como un verdadero profesional, pero no andaba muy versado en el arte de la emboscada; no obstante, fue fiel a las órdenes dictadas por su señor y puso los cinco sentidos en la complicada misión en la que participaron otros dos vasallos de don Pedro.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Lo primera intentona consistió en sorprender a la condesa en el castillo de Fornelos para tratar de estrangularla en un audaz golpe de mano, aprovechando que no había guarnición dentro de la torre. Los sicarios se apostaron en las inmediaciones de la torre y esperaron cerca del puente levadizo, ocultos entre unas retamas, pero la paciente espera no sirvió de nada. Al final no hubo forma de entrar porque unos niños que andaban jugando ante la puerta de la torre cerraron el portón. Los frustrados asesinos regresaron cabizbajos a la casa de su señor, en Mourentán, y le comunicaron con desconsuelo su fracaso. Pero don Pedro no se echó atrás: «gran lançe herraste en matarla, mas avemos de procurar todo lo que podieremos por matarla, que quedamos perdidos» , le dijo al pobre truchero, que no veía la forma de escurrir el bulto. Tenían que intentarlo de nuevo.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">El domingo de Ramos se puso en marcha la segunda tentativa: había que aprovechar el inminente viaje a Castilla de la condesa para matarla a saetazos por el camino. Dicho y hecho. El único problema es que el pobre truchero no sabía tirar con ballesta, y por eso hubo que improvisar unas prácticas de emergencia contra una piedra del camino. Con semejante preparación técnica los conjurados se pusieron en marcha.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">El lunes santo dieron, por fin, el tan ansiado golpe de mano. Se apostaron en el camino, detrás de una tapia, y aguardaron en silencio la llegada de la víctima. Cuando divisaron la comitiva, prepararon las ballestas. La condesa iba a lomos de una mula e iba acompañada de cinco peones. La sorpresa fue absoluta: el truchero le acertó en el muslo y su acompañante en la espalda. No intentaron rematarla porque los peones de doña Inés respondieron de inmediato con sus saetas. La pobre condesa iba gritando « o qué mal feyto, qué mal feyto » , y se refugió en una casa que había junto a la iglesia de Arbo, mientras que el truchero y su amigo huían a toda prisa del lugar. Una vez pasado el susto, el truchero procuró tranquilizarse pescando con una barca en el Miño, mientras que su compinche se echaba a dormir en el monte. Pero la pesadilla no había terminado porque el atentado había sido un éxito sólo a medias: doña Inés era dura como el pedernal. Don Pedro el fratricida estaba dispuesto a terminar con la vida de su madre a cualquier precio y de nuevo puso en marcha a sus sicarios. Había que rematarla en la casa del cura.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Y a la tercera fue la vencida. Los asesinos aparecieron provistos de ballestas y espadas para concluir un “trabajo” que parecía no tener fin. No tuvieron la más mínima piedad con la malherida condesa, que yacía en la cama del piso superior en compañía de algunas mujeres, entre las que estaba su nuera, Urraca de Moscoso. A la nueva rociada de venablos le siguió una serie mortal de estocadas y mandobles: el cuerpo quedó literalmente descuartizado. Como es natural, la terrible noticia corrió como la pólvora.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">La Real Audiencia tuvo que tomar cartas en el asunto y designó un juez para informarse del hecho, el licenciado Vinuesa. Don Pedro se apresuró a recibirle en sus tierras de Sotomayor, aparentando un total desconocimiento de los hechos, pero las pesquisas dieron en seguida resultados comprometedores. La maquinaria judicial se había puesto en marcha y ya no se detendría hasta desenmarañar los flecos de la intriga, en la que tuvo un peso especial el temible juez Ronquillo. Don Pedro el fratricida y su mujer huyeron a Portugal y los sicarios fueron detenidos a lo largo de las siguientes semanas. El pobre truchero fue capturado e interrogado; antes de subir al patíbulo cantó de plano dando todo tipo de detalles. Resultaba evidente que la maldad de don Pedro y su mujer exigía un escarmiento ejemplar. La sentencia de Ronquillo dictó la pena de muerte para el fratricida y la confiscación de todos los bienes del matrimonio, pero Urraca de Moscoso logró, misteriosamente, que la corte le devolviese el patrimonio familiar en 1527. Entre tanto, don Pedro tuvo que vivir en Portugal y en Italia, donde se acabó enrolando en una de las capitanías del Emperador, la que mandaba el conde de Altamira. Aquello le sirvió para escapar de las manos de la justicia, aunque no pudo volver a Galicia.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Sin embargo no pararon aquí sus fechorías. Durante aquellos años de ocultamiento don Pedro el fratricida creó una tupida red de fidelidades con los Moscoso de Altamira para defenderse de las reclamaciones judiciales de la mitra compostelana, que les reclamaba una parte considerable de tierras en Pontevedra y Tuy. No se les ocurrió idea más brillante que falsificar de forma sistemática todo un repertorio de escrituras (donaciones, compraventas, testamentos, bulas) para demostrar ante la Real Audiencia la legitimidad de sus derechos de propiedad. Recurrieron a los servicios profesionales de un monje benedictino de Paderne, un verdadero experto en pergaminos, tintas, escrituras y diplomas. Pero el complot fue descubierto y los oficiales de la Real Audiencia se emplearon a fondo para desenmarañar la trama de documentos falsificados. Al final resultó que los Sotomayor (tanto los de Camiña como los de Lantaño) y los Moscoso, entre otras familias ilustres, como los Ozores, aparecieron involucrados en una estafa documental de proporciones descomunales.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Fue el alcalde Romero quien dio con la clave de la trama durante el registro que hizo por sorpresa en el castillo de Sotomayor, en agosto de 1531, donde se encontraba Urraca de Moscoso custodiando los papeles familiares. Se descubrió, entre otras cosas, que don Pedro el fratricida había comprado un sello pontificio en Roma con el que remataba sus excelentes falsificaciones de las bulas papales. Todo un prodigio de profesionalidad, justo al revés que en el turbio asunto del asesinato de su madre.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">El escándalo documental fue mayúsculo y salpicó el honor de varios linajes de rancio abolengo, de modo que el desprestigio acabó afectando al conjunto de la nobleza gallega. Por todas partes cundía la impresión de que los linajes de mediano o gran nivel hacían más o menos lo mismo que los procesados, porque a todos ellos les faltaba la suficiente apoyatura documental con la que demostrar sus bienes y derechos. A esas alturas de siglo parecía evidente que la nobleza gallega no estaba en condiciones de soportar una sistemática campaña de acoso judicial. Si los oficiales de < la Audiencia aplicaban a rajatabla la ley, muchos hidalgos y caballeros acabarían por perder unas propiedades que durante generaciones habían servido para sostener el prestigio del linaje. No era prudente proseguir por ese camino. Al final la corona decidió que los bienes que se habían disfrutado desde tiempo inmemorial podrían pasar a propiedad de esa nobleza acorralada que carecía de papeles. En esta atmósfera un tanto cargada de sospechas y desprestigio Vasco de Aponte quiso componer una de las historias más célebres con que hoy contamos para conocer la Galicia del siglo XV: es el Recuento de los antiguos linajes del reino de Galicia, que vio la luz a finales de los años veinte del siglo XVI, donde se describe un completo panorama de la nobleza gallega que vivió aquellos años turbulentos.</span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<span style="font-size: small;">Sin embargo hacia 1530 ya se estaban abriendo de par en par nuevos horizontes de futuro para la nobleza del país: las guerras en Europa y las tierras americanas. Los hidalgos y los segundones tenían ante sí la elección: o labrarse un futuro en los campos de batalla bajo los estandartes del Emperador, o buscar fortuna allende la mar. Tanto en un caso como en otro las posibilidades de promoción eran bastante más alentadoras que permanecer apegados al viejo solar de la familia. Mientras que los más osados se lanzaban a la búsqueda de un nuevo destino, los más conservadores permanecieron a la sombra de las viejas torres, a las que ya se les notaba una tímida aunque visible transformación: a las troneras, matacanes y almenas de antaño se añadían ahora salas más amplias y confortables. La Galicia de los pazos estaba empezando a despuntar sobre el añoso tronco de las antiguas fortalezas. El reinado de los Reyes Católicos estaba dando paso a un tiempo de oportunidades que en poco tiempo harían olvidar las viejas y ancestrales luchas entre clanes.</span></div>
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<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: small;">Para saber más</span></div>
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<span style="font-size: small;"></span></div>
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<span style="font-size: small;">La mejor explicación de los sucesos y actores de aquella Galicia convulsa se encuentra en José García Oro, Galicia en los siglos XIV y XV, 2 vols., (Fundación Barrié: Colección Galicia Histórica, La Coruña, 1987). Este mismo autor, en compañía de María José Portela Silva, ha publicado recientemente Los Reyes Católicos y Galicia, (Xunta de Galicia: Consellería de Cultura, 2005), donde se analiza el origen de la Real Audiencia y sus primeras ordenanzas. El estudio más completo sobre los primeros gobernadores y la misma Audiencia puede verse en Laura Fernández Vega, La Real Audiencia de Galicia, órgano de gobierno del Antiguo Régimen, 3 vols. ( La Coruña, 1983). La huella de los Fonseca puede verse en numerosos autores del último medio siglo; un libro actualizado que contiene sobre todo una abundante colección de documentos es el de José García Oro y María José Portela Silva, Os Fonseca na Galicia do Renacemento: da guerra o mecenado (Noia: Toxos Outos, 2000). Sobre el viaje de los reyes a Compostela puede verse Eloy Benito Ruano, El libro del limosnero de Isabel la Católica (Madrid: Real Academia de la Historia, 2004). El origen y construcción del Hostal de los Reyes Católicos Andrés A. Rosende Valdés, El grande y real hospital de Santiago de Compostela (Santiago de Compostela: Consorcio de Santiago, 1999). Para conocer mejor la importancia del mariscal Pardo de Cela pueden ser útiles las actas de las I Xornadas de Estudios da Mariña Central. O Mariscal Pardo de Cela e o seu tempo (Lugo: Diputación, 2006). El célebre relato de Vasco de Aponte, redactado hacia 1530, puede verse en el Recuento de las casas antiguas del reino de Galicia (edición de Manuel C. Díaz y Díaz, Santiago de Compostela: Consello da Cultura Galega, 1986). Si el lector desea contar con una buena visión de conjunto sobre la época de los Reyes Católicos, nada mejor que leer a Luís Suárez Fernández en cualquiera de sus libros sobre Isabel y Fernando; puede valer, entre los más recientes, Isabel I, reina (1451-1504), que le valió el Premio Nacional de Historia 2000 (Barcelona: Ariel, 2000).</span><br />
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<span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">Autor: César Olivera Serrano</span></span><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;"> </span></span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-60879834332778162512012-11-09T21:32:00.002+01:002017-01-29T22:22:12.172+01:001494: El Gran Capitán<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXMRVLcVNX5ymOkWPXNH7mf4gNKBoJ7xq-POuWoYEemG3R6DrDiUfF_zye0AtZj3VLqfwhI1QHrol58s6S5O4V-7YJPe4YiWsqQdEPZFiAHaFC_xV2qtZW-qbmlHJC_-AFHboCO2TLGN0/s1600/200px-Gonzalo_Fern%C3%A1ndez_de_C%C3%B3rdoba.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXMRVLcVNX5ymOkWPXNH7mf4gNKBoJ7xq-POuWoYEemG3R6DrDiUfF_zye0AtZj3VLqfwhI1QHrol58s6S5O4V-7YJPe4YiWsqQdEPZFiAHaFC_xV2qtZW-qbmlHJC_-AFHboCO2TLGN0/s400/200px-Gonzalo_Fern%C3%A1ndez_de_C%C3%B3rdoba.jpg" width="240" /></a></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En el otoño de 1494 un jovenzuelo y alocado monarca francés que se llamaba Carlos decidió invadir Italia y empezar a cosechar glorias desde el primer minuto de su reinado. El plan era ambicioso y arriesgado. Tenía que cruzar los Alpes, transitar por el Milanesado y la Toscana sin contratiempos, detenerse en Roma para ser coronado y terminar la gira en Nápoles, para destronar al decadente y poco motivado rey del vecchio regno, Ferrante II, a quien llamaban Ferrandino por lo apocado y falto de espíritu que era.<br /><br />Como era joven, valentón e irresponsable, no se preocupó de las consecuencias de su aventura. El emperador de Austria miraría para otro lado. El rey de Inglaterra poco podía decir, estaba muy lejos. En cuanto al de Aragón, único que podía sentirse directamente concernido, acababa de ser recompensado con la devolución de la Cerdaña y el Rosellón, dos comarcas que habían caído en manos francesas durante la guerra civil catalana, unos años antes. Eso era, más o menos, lo que circulaba por su cabecita antes de ordenar a sus generales que cargasen las mulas y enfilasen el camino de Milán.</span></span><br />
<a name='more'></a><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Todo le salió como la seda, al menos al principio. En febrero del año siguiente hizo su entrada triunfal en Nápoles. Ferrandino, fiel a su carácter, salió disparado al sur, a Calabria, buscando la cercanía de Sicilia, que era parte de la Corona de Aragón.<br /><br />Mientras todo esto sucedía en Italia, Fernando de Aragón, el Católico, esperaba tranquilo. El Papa Alejandro VI, que era valenciano, le había avisado de la cabalgada francesa, de los excesos de sus tropas y de lo mal que le caía el presuntuoso niñato que, en un abrir y cerrar de ojos, se había adueñado de Italia. El rey se hizo el sueco, no movilizó al ejército de Sicilia ni envió un contingente por si Carlos, a quien aún le quedaba cuerda, tenía la ocurrencia de cruzar el estrecho de Mesina.<br /><br />Muy al contrario, dejó hacer al frances y se concentró en urdir una gran alianza internacional contra él. Decir que Carlos era muy malo y él muy bueno no colaba, así que tramó una coartada para que todos picasen el anzuelo. Propuso al Papa crear una Liga Santa para frenar el avance de los turcos en el Jónico. Todo un clásico. Eso implicaba que Francia debía abandonar Nápoles. El Pontífice lo recibió de mil amores y cursó petición a todos los reyes de la Cristiandad, incluido el de Francia. Venecia se apuntó a la primera; le siguieron Austria, Inglaterra, Castilla y Aragón. Carlos dijo que nones, que para defender Nápoles de los sarracenos ya se bastaba el sólito. Había caído en la trampa.<br /><br />Rodeado Carlos por los cuatro puntos cardinales, Venecia llegó a un acuerdo con Milán para atacar a los franceses por el norte. Carlos acudió al combate sin saber que le esperaba una bochornosa derrota, de la que salió con vida de milagro. El sur, que era donde se ventilaba lo importante, se lo reservó Fernando. Envió una flota armada hasta los dientes al mando de Garcerán de Requesens. A bordo viajaba Gonzalo Fernández de Córdoba, un capitán castellano que había servido en la guerra de Granada. Conjugaba en perfecta armonía valor, inteligencia y mano izquierda, ingredientes que, no tan casualmente, se dan en todos los grandes generales de la historia. Gonzalo lo fue, y con letras mayúsculas.<br /><br />Las órdenes de Gonzalo eran restituir a la familia real, la de Ferrandino, en el trono napolitano. Para ello habría de trasladar el ejército hasta la península, liquidar a los franceses, reconquistar Nápoles y asegurarse el control de varias fortalezas. Casi nada.<br /><br />Con lo que había traído de España y el refuerzo de los napolitanos leales a Ferrandino franqueó el estrecho y, ya en Calabria, buscó el encuentro con los franceses, a quienes pensaba pasaportar de una tacada. Error fatal, porque los que le estaban esperando eran los propios franceses, que se habían anticipado al plan del cordobés. En Seminara Gonzalo cobró su primera y última derrota en Italia. El ejército de Montpensier estaba mejor preparado y había hecho un uso combinado de la artillería y la caballería que era casi imposible de replicar con las artes de la guerra que Gonzalo traía aprendidas de España.<br /><br />Acantonó a sus tropas en Reggio, para reponerse y reflexionar sobre el desastre. Había una cosa buena: no habían conseguido obligarles a regresar a Sicilia, y otra mala: eran más, y mejor armados, de lo que pensaba. Tenía, además, que aprender del enemigo. Los franceses estaban muy bien organizados, sus distintas compañías funcionaban con precisión, sin estorbarse y entrando en combate en el momento adecuado. Había que inventarse de cero la milicia española, y había que hacerlo rápido: los franceses no le iban a dar otra oportunidad.<br /><br />Escribió a los reyes para que le enviasen refuerzos, soldados, cuantos más mejor, y dinero, que sin ese no hay ni guerra, ni gloria ni nada de nada. Procedió entonces a reorganizar su ejército. Restringió el uso de ballesteros, que eran una antigualla, y de los incontrolables jinetes ligeros para dar protagonismo a los arcabuceros –uno por cada cinco infantes– y a la infantería. Los primeros podrían descabalgar a distancia a los resueltos jinetes franceses; los segundos darían buena cuenta de los piqueros suizos, que Carlos utilizaba con profusión. Para asaltar las compañías de piqueros ordenó que los infantes llevasen dos lanzas, y una espada corta para clavar en los vientres de los enemigos. Los españoles siempre hemos tenido mucho arte con las espadas cortas; de ahí a la navaja y al navajazo hay sólo un paso.<br /><br />La estrategia también tenía que cambiar. La batalla campal y otras simplezas tácticas medievales ya no valían. Creó divisiones mandadas por un coronel y dejó de lado la antigua columna de viaje, sustituyéndola por el orden de combate, de manera que los soldados siempre estaban preparados para luchar. Con todo, su innovación más original fue la de motivar a los soldados. Les hizo sentirse parte de algo importante, no mera carne de cañón en busca de botín. No escatimó ni dinero ni tiempo para adiestrar a sus hombres, incentivó los ascensos por méritos y estimuló el sentido del honor y de servicio a una causa.<br /><br />Gonzalo Fernández de Córdoba no lo sabía, pero esa reforma sería el germen de los tercios españoles, una máquina de hacer la guerra que estuvo ganando batallas ininterrumpidamente durante siglo y medio. Los primeros en probar la medicina hispana fueron los franceses de Montpensier, y tal fue el palo que se llevaron que, tras batirse con la infantería española, aseguraron no haber peleado "contra hombres sino contra diablos".<br /><br />En julio de 1496 Gonzalo estaba de nuevo en marcha. Los franceses se habían retirado hacia Apulia y tenían sitiada la plaza de Atella, a medio camino entre Nápoles y Tarento. Enterado Alejandro VI del paradero de Montpensier, escribió al capitán andaluz para pedir su auxilio. Esta vez fue cosa de llegar, ver y vencer. Los franceses fueron diezmados y huyeron hacia el norte.</span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Gonzalo se dirigió a Nápoles, donde entró días después aclamado por los napolitanos: "Por común consentimiento de todos fue juzgado ser verdadero merecedor del nombre de Gran Capitán".<br /><br />La aventura del inexperto Carlos VIII había terminado peor que mal: no sólo no había conquistado Nápoles, sino que se lo había entregado en bandeja a Fernando de Aragón, su peor enemigo. El francés apenas tuvo tiempo para recrearse en su odio: poco después murió, como consecuencia de un accidente doméstico, sin dejar descendencia. Se dio un golpe en la cabeza contra el dintel de una puerta. Y es que la precipitación termina pasando factura.<br /><br />El sucesor de Carlos, Luis XII, heredó, aparte de la corona, la apetencias de quedarse con Italia. Pero no era tan ingenuo. Antes de tirarse a la piscina se lo pensó dos veces y se buscó algunos aliados. En 1499 los franceses estaban de vuelta en Milán. Fernando, que tenía abiertos varios frentes, se avino a negociar. Invitó a Luis XII a firmar un tratado para repartirse la Bota entre los dos: el norte para Francia y el sur para España. El francés aceptó encantado y envainó el sable, en espera de mejor ocasión.<br /><br />Ocasión que no tardaría en presentarse porque, como es bien sabido, dos gallos no pueden compartir el mismo corral. Felipe de Habsburgo, el Hermoso, que estaba casado con Juana de Castilla, la Loca, pensó que esa era su oportunidad para ir haciéndose un capitalito al margen de lo que heredase. Concertó un acuerdo con Luis XII en Lyon por el que reinaría en Nápoles hasta que su hijo Carlos (el futuro Carlos V) y la hija del rey de Francia, Claudia, estuviesen en edad de merecer y de heredar. El plan era tan tonto como su creador. Fernando no tragó y ordenó a las compañías españolas en Nápoles que se pusiesen en pie de guerra.<br /><br />Gonzalo, que había regresado a España convertido en lo más parecido a un héroe, fue enviado de nuevo al escenario de sus triunfos pasados. Fernando ordenó armar dos flotas: una en Barcelona y otra en Cartagena, para dejar claro que la empresa italiana era ya un asunto que concernía por igual a castellanos y aragoneses; spagnoli, tal y como eran conocidos ambos en Italia.<br /><br />El Gran Capitán se dirigió a Mesina para reunirse con los regimientos de Calabria, y allí recibió el apoyo de una tercera flota, capitaneada por Luis de Portocarrero. El Católico había puesto toda la carne en el asador. Italia sería española o no sería, así de sencillo. Gonzalo, entretanto, ansioso por encontrarse de nuevo con los franceses, se internó en la península y fue a dar con ellos en un lugar muy familiar: Seminara, el mismo en que había sido derrotado años atrás. Esta vez fue diferente: machacó a la tropa gala y siguió avanzando.<br /><br />Luis XII había destacado en Italia al duque de Nemours, un joven y ambicioso general llamado a ser la horma del zapato de Gonzalo. El francés se retiró hasta la costa del Adriático para recibir ayuda de los venecianos, que se habían puesto de su lado. Puso sitio a Barletta y espero a que el andaluz corriese en su auxilio. Ese sería el cebo: una vez allí, otro ejército francés, liderado por el propio Nemours, le saltaría por la espalda. Gonzalo, como estaba previsto, acudió a liberar Barletta. Entonces todo el plan de Nemours se torció.<br /><br />Gonzalo levantó el asedio en tiempo récord, y antes de que Nemours pudiese moverse salió en su búsqueda. Se lo encontró un poco más al norte, en Ceriñola. El plan de batalla de Gonzalo fue magistral. Mandó cavar unos fosos para detener a la caballería a piquetazos. Hecho esto, descargó toda su pólvora sobre los piqueros suizos y lo que quedaba de caballería. Entonces, cuando el enemigo estaba tocado de muerte, cargó con 6.000 infantes y 1.500 caballeros. La derrota francesa fue total. En el recuento de bajas sólo había 100 españoles muertos, por 3.000 franceses, entre los que se encontraba el propio Nemours.<br /><br />Enterado Gonzalo de que su rival se había dejado la vida en el lance, ordenó que trajesen el cadáver ante su presencia. Ante la estupefacción de sus oficiales, le dedicó un sentido homenaje e hizo que le sepultasen con honores. Lo cortés no está reñido con lo valiente. Hasta en esto Gonzalo Fernández de Córdoba se adelantó a su tiempo.<br /><br />Con idea de evitar que el enemigo se reagrupase, la hueste española corrió hacia Nápoles, donde el Gran Capitán fue recibido como uno de los héroes de la Antigüedad. Los nobles napolitanos habían encargado un arco del triunfo para que Gonzalo lo atravesase con sus hombres. El cordobés se negó elegantemente: aquel reino no le pertenecía a él, sino a Fernando el Católico. Alardes de nobleza como éste le valieron una fama que cruzó Europa de punta a punta. El condottiero español era, amén de invencible, leal y caballeroso.<br /><br />Los franceses, sin embargo, no se habían rendido. Luis XII, emperrado con Nápoles como un niño pequeño, envió tropas de refuerzo a Gaeta. Gonzalo acudió a su encuentro desplegando una estrategia tan novedosa como inteligente. En lugar de cargar directamente sobre Gaeta, dejó que los franceses se confiasen y bajasen hasta el río Garellano con toda su artillería. Diseminó sus compañías a lo largo de varios kilómetros de barrizales para desgastar al enemigo. Llegado el momento, ordenó cruzar el río, rematar a los dispersos artilleros franceses y, ya sin defensas, rendir Gaeta con pocas bajas. Una soberbia lección de cómo se gana una batalla, y de cómo se obedecen las órdenes. Fernando le había pedido por carta que no malgastase hombres ni dineros, que evitase las carnicerías; "mucho más nos serviréis en conservar eso con paz que en darnos todo el reino con guerra".<br /><br />Tras la victoria de Garellano, Luis XII entendió que de Roma para abajo todo esfuerzo era inútil. Los españoles había puesto una pica en Nápoles, y no había modo de arrancarla del suelo. La pica seguiría clavada en el soleado mezzogiorno durante dos siglos más, hasta la paz de Utrecht. Ya desvinculada de la corona española, Nápoles permanecería ligada a España por lazos dinásticos hasta que, en 1860, Garibaldi incorporó el vecchio regno a la Italia de los Saboya.<br /><br />La empresa italiana fue la más provechosa y afortunada de cuantas España ha emprendido en Europa. Un torrente de refinada cultura italiana se derramó sobre nuestro país. Nápoles se convirtió en la ciudad más próspera y poblada de corona. A cambio, los primeros tomates llegados de América en las flotas de Indias posibilitaron que algún napolitano ingenioso inventase la pizza, el plato más universal del mundo. La toponimia, los apellidos y hasta ciertas formas dialectales del sur de Italia guardan memoria de la dilatada presencia española. Nuestra lengua se llenó de italianismos que traían pintores, escultores y músicos. <br /><br />Fue una fructífera simbiosis latina. El buen recuerdo por la historia compartida es mutuo. </span></span></div>
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<span style="color: #eeeeee;"><span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;"><br /></span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<iframe allowfullscreen="allowfullscreen" frameborder="0" height="315" src="http://www.youtube.com/embed/fpK3Ku5QIDg" width="420"></iframe>
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<span style="color: #cccccc;"><span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;"> </span></span></span><br />
<span style="color: #cccccc;"><span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">autor fernando diaz villanueva</span></span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-65444970529659126432012-10-22T23:04:00.001+02:002017-01-29T22:26:28.285+01:001700 :Llegan los Borbones, Felipe V<div style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjvXYhCK5KXZuvFXDEAUEk29Je7Spc2VYU7NwaH5w2KkG7Gd1hqSgkPOzQVooRiz3Jl2DviXl02drR_WbOrr4HM9Sun_ApjpeFGT5CccV355pDj46Ls8hdmRMfcWHmdaM7G4QaDunPOoo/s1600/550px-La_familia_de_Felipe_V_(Van_Loo).jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="254" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjvXYhCK5KXZuvFXDEAUEk29Je7Spc2VYU7NwaH5w2KkG7Gd1hqSgkPOzQVooRiz3Jl2DviXl02drR_WbOrr4HM9Sun_ApjpeFGT5CccV355pDj46Ls8hdmRMfcWHmdaM7G4QaDunPOoo/s320/550px-La_familia_de_Felipe_V_(Van_Loo).jpg" width="320" /></a><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Los Borbones proceden del pueblecito francés de Bourbon-l'Archambault (provincia de Allier), poco más que un villorrio, que, en época medieval, fue cabeza de un modesto señorío. Nadie hubiese adivinado que aquel lugarejo sería cuna de dos poderosas dinastías europeas. En el siglo <span style="font-size: small;">XIII</span>, el sexto hijo de Luis IX,<span style="font-size: small;"> </span>rey de Francia, se casó con la heredera del señorío. Un hijo de la pareja, Luis, fue ennoblecido por el rey y pasó a titularse duque de Borbón. Uno de sus descendientes alcanzó el trono de Navarra y, poco después, en 1589, el de Francia como Enrique IV (el que dijo aquello de «París bien vale una misa»),aprovechando que el último representante de la dinastía Valois moría sin sucesión. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />De esta cepa, descienden todos los Borbones que en el mundo han sido, a saber: las dos ramas francesas, la española, la parmesana, la napolitana-siciliana yla brasileña. </span></span></div>
<a name='more'></a><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span>
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<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">La fecha de 1700, el cambio de dinastía, tuvo unas repercusiones políticas enormes, sobre todo en política internacional. Hay que tener en cuenta que si la Monarquía hispana durante los reinados de los tres Felipes había tenido muchos problemas, después de los grandes fracasos representados por las paces de Westfalia, Pirineos y el reconocimiento de la independencia de Portugal se había convertido ella misma en un problema europeo; un aglomerado de grandes y ricos territorios liderados por una metrópoli exhausta, incapaz de defenderlos; tres grandes potencias contemplaban con aire carroñero aquella Monarquía: Inglaterra, Francia y Austria; la primera ambicionaba los territorios americanos; las otras dos aspiraban, eventualmente, a todo, pero, por lo menos, a repartirse amigablemente los despojos. Ya en 1668, apenas iniciado el reinado de Carlos II, Luis XIV y el emperador Leopoldo habían firmado en secreto un tratado de reparto.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNwV63WP5P51P8ws332WMrS5B_g4eSXdjBOqmTavbRXnMbOxtmu0ArNnSr83_C_t6x427jMZncVMMcU8hGBzzap-B-8hyphenhyphenBKEkkgYJ7WBjxzGl7s9StwWpg2YulOZ6jvuBwmN97fvuS14o/s1600/270px-Felipe_V_de_Espa%C3%B1a.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNwV63WP5P51P8ws332WMrS5B_g4eSXdjBOqmTavbRXnMbOxtmu0ArNnSr83_C_t6x427jMZncVMMcU8hGBzzap-B-8hyphenhyphenBKEkkgYJ7WBjxzGl7s9StwWpg2YulOZ6jvuBwmN97fvuS14o/s320/270px-Felipe_V_de_Espa%C3%B1a.jpg" width="255" /></a></span></span></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"> Felipe V</span></span></td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Muchos españoles de a pie, ajenos a los tejemanejes de la corte, saludarían, aliviados, el cambio de dinastía. Pensaron, precipitadamente, que nueva savia<span style="font-size: small;"> </span>vitalizadora renovaba el tronco podrido de los Austrias. Pero aquel nuevo rey -un jovenzuelo de diecisiete años, no muy alto, rubio, de ojos azules-, al que recibieron triunfalmente en Madrid, no era la joya que parecía. En realidad, era abúlico y retraído,hasta el punto de haber llamado la atención del prestigioso médico Helvecio, que se interesó por él como caso clínico. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Es que el Borbón llevaba en sus venas un cuartillo de sangre Austria, con toda su perturbadora herencia genética, pues era biznieto de Felipe IV ; Además, era hijo de una esquizofrénica y nieto de una loca, así que también esta familia padecía las taras resultantes de la consanguinidad de sus antepasados. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">los Borbones del siglo XVIII fueron proclives a las depresiones y a la locura.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Las instrucciones que Luis XIV dio a su nieto aconsejaban robustecer el poder real, limitar la excesiva influencia de los grandes, renovar la administración, pero respetar las costumbres y tradiciones. Sus medidas de gobierno fueron en esta dirección; su religiosidad era escrupulosa, excesiva, combinada con una sensualidad que no se atrevía a franquear los límites del matrimonio. De Felipe v escribió su ministro Alberoni: «Sólo necesita un reclinatorio y una mujer.» Otro observador dijo: «Pasa dos veces al día de los brazos de su mujer a los pies de su confesor.» Este freno de la religión, y un cierto sentido de la decencia, hizo que Felipe V y los otros Borbones del siglo XVIII fueran fieles a sus esposas.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />En esto no se parecía a la corte de París, donde la favorita real no era un motivo de escándalo, sino una institución; en la corte española nunca se dio nada parecido. Felipe V no sólo mantuvo la Inquisición, sino que en su tiempo reanimó por última vez sus hogueras; una campaña feroz, cuyos móviles no están claros. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Continuó también la venta de títulos nobiliarios, casi siempre en favor de alguna institución religiosa en apuros. La Cámara de Castilla seguía también dispensando favores tarifados: 40.000 reales por una hidalguía, 200 ducados por una licencia para fundar un mayorazgo, señores que piden que el alcalde mayor de tal pueblo siga en su puesto después de expirado el plazo legal... Se tiene la impresión de que en España todo hubiera seguido poco más o menos igual si no hubiera intervenido una larga y encarnizada Guerra de Sucesión que fue al mismo tiempo una guerra civil.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />La implantación de la nueva dinastía acarreaba una nueva guerra que requeriría sangre y dinero de un país casi exhausto, pero también tuvo su lado positivo,vaya lo uno por lo otro, porque los franceses trajeron con ellos la bendita semilla de la Ilustración. Ya queda dicho que el siglo XVIII fue el Siglo de las Luces, de la tolerancia, el siglo que deslindó religión y derecho, el que diferenció pecado y delito. Fue también un siglo pródigo en probos y bienintencionados funcionarios, que honradamente intentaron redimir al país de su secular atraso, entregándose al regalismo o defensa de los intereses de la monarquía contra la codicia acaparadora de la Iglesia, que, aprovechando la debilidad de los últimos Austrias, había ampliado abusivamente sus competencias y su poder. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhNlZb3_3zAak0KWl_62CmcTewEMrxPmYkOlia7C1_IpdRtCH-D5CG0W1w0kbWzHqTJEnB88fTdfwHsqCXYkY5TzT1mo50LmusKeMwkHwG3Dy2wIShGj2DGZOXl3ZNGp36J7N3KpzejeA0/s1600/220px-Painting_presumed_to_be_Maria_Luisa_of_Savoy,_Queen_of_Spain_by_an_unknown_artist.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhNlZb3_3zAak0KWl_62CmcTewEMrxPmYkOlia7C1_IpdRtCH-D5CG0W1w0kbWzHqTJEnB88fTdfwHsqCXYkY5TzT1mo50LmusKeMwkHwG3Dy2wIShGj2DGZOXl3ZNGp36J7N3KpzejeA0/s1600/220px-Painting_presumed_to_be_Maria_Luisa_of_Savoy,_Queen_of_Spain_by_an_unknown_artist.jpg" /></a></span></span></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">María Luisa de Saboya</span></span></td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">La obsesión de la monarquía era, como siempre, asegurar la sucesión del trono. Inmediatamente casaron al joven rey con una prima segunda, la princesa María Luisa de Saboya, una joven de trece años de edad, francamente fea, pero tan femenina, pizpireta e ingeniosa que conquistó no sólo a su esposo, sino a cuantos la trataron. despertó una gran pasión carnal en su marido, que se pasaba el día retozando en el tálamo y no vacilaba en recurrir a afrodisíacos para apuntalar sus apetitos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Mientras, en el cielo europeo, se acumulaban los espesos nubarrones de la coalición antiborbónica, porque en las cortes de Europa nadie se llamaba a engaño: el muchacho que señoreaba el trono de España no era más que una marioneta en las manos de su todopoderoso y sagaz abuelo, el Rey Sol. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />No les faltaba razón. Con el inexperto Felipe V (como con el primer Austria, Carlos V, cuando llegó de Flandes) había llegado una plaga de funcionarios y cortesanos franceses, a los que el Rey Sol enviaba para hacerse cargo de la herencia española. Al menos, éstos no venían a robar, como aquellos borgoñones de Carlos, porque ya quedaba poco que robar, sino a reflotar el negocio y hacerlo rentable. España era una vaca de exhaustas ubres y había que reponerla para poderla ordeñar de nuevo. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Por alguna parte, había que empezar. El rey de Francia, Luis XIV, como el que hereda un negocio desastrosamente regentado, aspiraba a sanear la economía de España y a modernizar su administración. Los tecnócratas franceses reformaron drásticamente la administración, acabaron con los ineficaces ministerios (los Consejos de los Austrias ocupados por la alta nobleza) y promocionaron a puestos de responsabilidad a burócratas capaces sin mirar si eran muy nobles o no. En cuanto se renovaron los cargos, se notó la recuperación. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Los franceses formaron la excelente escuela de la cantera local, que a lo largo del siglo dio al país muy buenos ministros y capaces funcionarios, entre ellos José Patiño, José de Campillo y el marqués de la Ensenada. Trabajo no les iba a faltar, porque España se encontraba en un estado de postración verdaderamente lastimoso, especialmente en el plano demográfico y productivo. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Había un millón de mendigos y otro de frailes, monjas o clérigos, o de hidalgos rentistas (con sus cohortes de servidores y pajes), es decir, individuos dados a lo divino y económicamente improductivos, o tan dados a lo humano que consideraban desdoro el trabajo. Con esta tara a cuestas, se inició el despegue, hasta alcanzar ocho millones de habitantes. Al pesado lastre de tanto parásito se añadía la escasa productividad de un estamento laboral propenso a la holganza. Las tierras estaban mal cultivadas, particularmente las concentradas en manos eclesiásticas o de la alta nobleza. Fértiles fincas se subexplotaban dedicadas a dehesas para la cría de ganado; la industria era escasa y obsoleta. Dentro de la apatía general, la vida se había tornado mediocre y provinciana; la sociedad, carcomida por la pereza y la envidia , navegaba a la deriva, acanallada, sin horizontes, encallecida en sus prejuicios y en su ignorancia. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />El bando austríaco, que aspiraba a la corona de España, no se había dado por vencido. Aún no había transcurrido un año desde el nombramiento de Felipe V cuando tropas austríacas invadieron los dominios españoles en el norte de Italia. Había comenzado una verdadera guerra mundial: Inglaterra, Holanda, Austria, Prusia, Hannover y el Imperio contra los Borbones de España y Francia. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Nuestro flamante rey tuvo que hacer un alto en su frenesí amoroso para capitanear sus tropas. Desembarcó en Nápoles y, después de asistir al anual milagro de la licuefacción de la sangre de san Jenaro, partió para Milán a enfrentarse con los austríacos. Su joven esposa quedaba en Madrid en calidad de regente, con la inestimable ayuda de su sagaz camarera mayor, la princesa de los Ursinos, que el rey francés había enviado para asistir a la reina (y para espiar al rey).</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">La princesa de los Ursinos fue una de esas mujeres excepcionalmente dotadas para el gobierno. Sabiamente dirigida por ella, la reina se mostró una excelente primera ministra, que contribuyó poderosamente al robustecimiento de la monarquía y a la ordenación del reino. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />La guerra no se limitó al norte de Italia. Esta vez, España la sufrió en sus propias carnes. El archiduque Carlos, candidato austríaco a la corona, desembarcó en Lisboa y emprendió la conquista con la ayuda de un partido austríaco, al que se sumó una legión de descontentos, especialmente aragoneses, catalanes y valencianos, a los que el Borbón había recortado sus privilegios forales y había aumentado los impuestos. También se le unieron buena parte de la nobleza y la Iglesia, por los mismos motivos: huir del Borbón que pretendía limitar sus tradicionales sinecuras y privilegios. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Los austríacos, contando con el dominio del mar, enviaron una escuadra anglo-holandesa, que saqueó las costas andaluzas y capturó parte de la flota de la plata recién llegada de América. El episodio prueba el anquilosamiento de la administración española. La flota de la plata se había refugiado en el puerto de Vigo, pero, en lugar de desembarcar inmediatamente su precioso cargamento y ponerlo a buen recaudo, dejaron pasar los días en espera de que llegara de Madrid el funcionario contador. Como es natural, los ingleses y los holandeses recibieron un soplo, se adelantaron y les limpiaron el granero.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">No fue ésta la mayor calamidad de una guerra en la que las tropas de Carlos llegaron a ocupar Madrid y Barcelona, pero, a pesar de todo, Felipe V, sin más apoyos de emvergadura que los de su abuelo francés y los de Castilla, no sólo resistió, sino que ganó. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Después de la victoria, el Borbón pasó factura a los que habían militado en el bando contrario: abolió los fueros y franquicias de Aragón, Valencia y Cataluña, y sometió a la Iglesia a la jurisdicción ordinaria. El nacionalismo catalán todavía resopla por la herida que le infligió el primer Borbón.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Las consecuencias más duraderas para las regiones vencidas y para la estructura del Estado español fueron los decretos de Nueva Planta que abolieron sus fueros tan pronto como acabaron las resistencias; el primero y más duro concernía al reino de Valencia; el de Cataluña se dictó en 1714 y es más suave, aunque la resistencia había sido más encarnizada; se conservaron algunas instituciones como el Consolat de Mar y todo el Derecho civil, y las medidas se presentaban no como un castigo a la rebelión, sino como un favor, igualando aquellos vasallos con los de Castilla, los más queridos del monarca. El cambio de todo se debería a que en 1714 ya la nueva dinastía estaba asentada y reconocida, no corría peligro; habían tenido tiempo de reflexionar sobre lo injusto e impolítico que era sancionar regiones enteras en las que los felipistas siempre habían sido numerosos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Las únicas tierras aforadas que quedaron en la corona fueron Navarra y el País Vasco, en recompensa por su fidelidad al vencedor. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />A pesar de todo, en los vencidos quedó un sentimiento de humillación; conocían la necesidad de cambiar aquellas instituciones arcaicas, pero no en forma tan traumática y sujetos a un nuevo régimen que les parecía despótico. Recibían el derecho a estar representados en las Cortes de España, ¡pero esas Cortes estaban prácticamente muertas! Temían un incremento de la presión fiscal; el nuevo sistema tenía la ventaja de ser más equitativo y más sencillo; se acortaba la distancia con los castellanos, los más castigados por el fisco; se instituía una especie de impuesto único que al principio resultó oneroso; más tarde las cosas cambiaron: el catastro que tenían que satisfacer los catalanes era una cantidad fija que sobrepasaba la capacidad del Principado; después fue rebajada su cuantía, al par que Cataluña crecía en población y riqueza, con lo que volvió a desequilibrarse en su provecho la presión fiscal.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Otro de los principios medulares del nuevo sistema era el nombramiento de cargos en los ayuntamientos; en los de más importancia los regidores eran vitalicios y de nombramiento real directo; en los pequeños eran anuales y los nombraban las audiencias, siempre entre personas consideradas adictas. Y aquí radicaba otro de los motivos de disgusto: las clases dirigentes se sentían discriminadas; según el nuevo sistema, al desaparecer la «extranjería legal» podían aspirar a todos los cargos de la Monarquía, incluso en Indias, pero esto sólo jugaba en favor de los que estaban bien vistos en la corte; en principio, un catalán o un aragonés concitaban ciertas sospechas, y este prejuicio tardó en desaparecer. Con el tiempo estos recelos mutuos se fueron disipando.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />La guerra se saldó con enormes pérdidas territoriales. No sólo volaron todas las posesiones europeas fuera de España (Bélgica, Luxemburgo, Milán, Cerdeña y Nápoles), sino Gibraltar, que los ingleses habían capturado en nombre del pretendiente austríaco y luego han retenido en su propio provecho hasta hoy. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Además, los hijos de la Gran Bretaña abrieron una brecha en el monopolio comercial americano, pues obtuvieron derecho de enviar un barco anual a las colonias y el derecho a introducir esclavos negros durante treinta y un años.. ;El barco que entraba en puertos era siempre el mismo, pero los muy ladinos lo hacían seguir por toda una escuadra que lo reabastecía de género en alta mar. Un negocio redondo. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />El nuevo rostro de España no sólo se caracterizó por una reorganización administrativa de tipo centralista (en la que navarra y pais Vasco, fueristas, fueron una excepción), sino por una real unidad que aclaró las seculares ambigüedades que se escondían bajo las palabras nación, estado, monarquía, imperio... España ya no era un concepto mal definido, sino una realidad de contornos bien perfilados a cuyo frente estaba un monarca, pero que en caso necesario podría también actuar sin él.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Este gran cambio lo presidió un rey mediocre. Felipe V dio pruebas de actividad y decisión en los primeros años de su reinado, pero después cayó en una depresión que en ocasiones confinaba con la locura.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />La Saboyana (así llamaban a la reina), tuvo cuatro hijos, lo que garantizaba la continuidad de la estirpe borbónica, y murió de tuberculosis pulmonar antes de cumplir los veinticinco años, el miércoles de ceniza de 1714, lo que dejó al rey en el mayor desamparo. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Era urgente encontrarle una nueva esposa al monarca, una mujer que cubriera el doloroso hueco que la extinta dejó en su corazón y en su lecho, porque Felipe, era tan piadoso que por nada del mundo se habría aliviado con amantes o mujeres mercenarias. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitZ5rZENEf3FIw0PFDX7HzEOb9Jk7CXgzGzzth1yuC0bfPzgBgyPjHKZNPWs8dZQhauJ8n32Egpk7KcSx0VQ1zPN-9NaF9KYtehHYOlM6C6apPb6puu4lBl03urhx4v6aOlCtUY7cPKlY/s1600/200px-Isabel_de_Farnesio.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitZ5rZENEf3FIw0PFDX7HzEOb9Jk7CXgzGzzth1yuC0bfPzgBgyPjHKZNPWs8dZQhauJ8n32Egpk7KcSx0VQ1zPN-9NaF9KYtehHYOlM6C6apPb6puu4lBl03urhx4v6aOlCtUY7cPKlY/s1600/200px-Isabel_de_Farnesio.jpg" /></a></span></span></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Isabel de Farnesio</span></span></td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">El embajador de Parma en Madrid, el taimado abate Julio Alberoni, un italiano que «todo es menos lo que parece», se entrevistó con la influyente princesa de los Ursinos para proponerle la candidata ideal: «Hay en Parma -le dijo- una princesa, Isabel de Farnesio, una excelente muchacha de veintidós años, feúcha ,de poca presencia, que se atiborra de mantequilla y queso parmesano, pero que está educada en lo más cerrado del país y no sabe de nada que no sea coser y bordar.» «Una excelente candidata -debió de pensar la de Ursinos-, una aldeana ignorante que se dejará mangonear como se dejaba la reina difunta.» Esta vez la sagaz princesa se equivocó de medio a medio. La nueva reina de España era, en efecto,feúcha, caballona, picada de viruelas y dotada de un notable saque cuando le ponían delante un queso parmesano, pero, por lo demás, no tenía un pelo de tonta: era culta, hablaba varios idiomas y se interesaba por la política.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Antes de llegar a España, Isabel de Farnesio se detuvo en Francia para pasar unos días junto a su tía,la reina viuda del anterior rey de España, Mariana de Neoburgo. La anciana, que se consideraba desterrada por la princesa de los Ursinos, aprovechó la ocasión para aleccionar a su sobrina sobre el rey que había desposado y sobre la mala pécora que lo dominaba, la princesa de los Ursinos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Prosiguió Isabel su viaje hacia Madrid, y la de Ursinos salió a recibirla al castillo de Jadraque, en Guadalajara. El encuentro fue breve y sustancioso. La Ursinos, nada más ver a la reina, la tomó del brazo, le hizo dar la vuelta, examinó apreciativamente su latitud y le dijo: «¡Cielos, señora, que mal formada estáis! ¡Y qué cintura tan gruesa!» Quizá la Ursinos, de ordinario tan diplomática, quería que la recién llegada supiera, desde el primer momento, quién mandaba allí. Quizá no creyó que la ignorante parmesana pudiera entenderla. Pero la parmesana hablaba idiomas, como demostró en seguida. Mandó presentarse al jefe de la guardia y, en perfecto castellano, le ordenó: «¡Llevaos de aquí a esta loca que ha osado insultarme...!» El oficial titubeó. Él sí sabía quién era la princesa de Ursinos y cómo se las gastaba. No se atrevía. Pidió la orden por escrito. La parmesana no lo dudó un momento; tomó asiento en un banco y, apoyando el papel en la rodilla, pergeñó la orden: destierro fulminante del reino. No concedió tiempo a la Ursinos ni para cambiarse de vestido. La princesa, anonadada, tuvo que partir hacia Francia inmediatamente, sin equipaje, de noche.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">¿Cuál fue la reacción del rey ante la expulsión de su fiel colaboradora, la mujer que era sus ojos, sus pies y sus manos? Ni un mal reproche. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />El monarca sólo iba a lo suyo, el monarca encontró en su nueva esposa la horma de su zapato, porque la lombarda era fortachona y muy capaz no sólo de satisfacer sus apetitos sino de agotar a un regimiento (un cortesano observó a poco de la boda: «El rey decae a ojos vista por el excesivo comercio con la reina [...], vigorosa y que lo soporta todo»). </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Isabel, con su corpulencia, ocupó el espacio que antes se habían repartido las dos francesas, esposa y ministra. Primero dejaba al rey exhausto, y luego se ponía en gobernante y dirigía la política exterior ; no la del país, sino la suya propia, con ayuda de Alberoni, que ya era cardenal. El purpurado se había ganado el hospitalario corazón de Isabel de Farnesio. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />El rey firmaba todo lo que su nueva esposa le ponía por delante, influia decisivamente en el gobierno del país. En la primera parte del reinado,España había estado al servicio de los intereses de Francia. En esta segunda, estuvo al servicio de los intereses particulares de la Farnesio. Y la señora sólo tenía un objetivo: colocar bien a los hijos. Puesto que el rey había tenido otros con su primera esposa que heredarían la corona, ella se dedicó única y exclusivamente a conseguir reinos italianos para los suyos.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />El coste fue una guerra con Austria, que se perdio, y una sucesión de desdichas, con los ingleses atacando por mar y los franceses por tierra. Pero el principal objetivo se consiguió porque, al final, Isabel se salió con la suya y logró instalar a sus dos hijos en Italia. Carlos recibió Parma, Felipe, Plasencia y Toscana y el tercero, Luis, tendría que conformarse con ser arzobispo de Toledo y Sevilla, sólo a efectos de cobrar sus enormes rentas. No está mal la señora. Por cierto, este Carlos que aparece ahora no terminó la carrera en Parma: sería después rey de Nápoles y,finalmente, rey de España, Carlos III, a la muerte de sus hermanastros. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />La pérdida de los territorios europeos de la Monarquía convirtió lo que era un amasijo heterogéneo de países en un binomio bien definido: España y sus Indias, incrementando el peso específico de éstas de tal forma que, si exceptuamos los esfuerzos por conservar una influencia en Italia, la política española en el siglo XVIII tuvo como eje la conservación y aumento de los territorios americanos. Una tarea difícil, porque las potencias europeas, especialmente Inglaterra, cada vez mostraban mayor interés por sus colonias en el Nuevo Mundo; procuraban su expansión y a la vez seguían muy interesados en el comercio con aquellas Indias españolas que además de plata y oro producían alimentos y materias primas.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />España trató de hacer frente la amenaza inglesa mediante un pobre reforzamiento de su escuadra y la alianza con Francia, que también se sentía amenazada.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />la expansión pacífica de España por la costa del Pacífico y el interior, casi deshabitado, de lo que hoy son los Estados Unidos llegó hasta los actuales Estados de Nevada, Utah y Oregón. Esta ampliación de dominio quedó poco consolidada por el eterno problema: pocos hombres para tanto espacio. Algo más crecía la presencia humana en las tierras del Río de la Plata; allí la concurrencia se producía con los portugueses, que desde el ángulo que les concedió el Tratado de Tordesillas habían ido descendiendo por la costa hasta ese lugar privilegiado en donde las aguas del Atlántico se mezclan con las de Paraguay-Paraná. En la banda oriental, enfrente de Buenos Aires, que ya había sobrepasado los 10.000 habitantes, edificaron un fuerte. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />La situación se tornó muy compleja, porque Portugal era aliado de Inglaterra y porque en el interior, en la cuenca del Paraguay, las misiones creadas por los jesuítas habían derivado, si no en un Estado teocrático, como decían sus enemigos, en una organización original y autosuficiente, incluso en el terreno militar, pues los jesuítas habían adiestrado a los indios guaraníes en el manejo de las armas para defenderse de las incursiones de los colonos brasileños que se adentraban en el país para capturar y esclavizar a sus habitantes.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">España estaba muy decaída, pero su rey no lo estaba menos. Con la madurez, las depresiones y la enfermedad mental de Felipe V. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiMSnGZVFDGU50Djxc0VvFLJP23oCYmGzx6K-HjS8vFByDK0GOoh96G6ocMkP3KRUSoQlfBPb9ipTveBLVfcoqca-YzPiNC7CpKKt0nFbMByV_lT_bFO3ZZycrGokw2MT0Oy7iKWN4-rSc/s1600/200px-Luis_I,_rey_de_Espa%C3%B1a.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiMSnGZVFDGU50Djxc0VvFLJP23oCYmGzx6K-HjS8vFByDK0GOoh96G6ocMkP3KRUSoQlfBPb9ipTveBLVfcoqca-YzPiNC7CpKKt0nFbMByV_lT_bFO3ZZycrGokw2MT0Oy7iKWN4-rSc/s1600/200px-Luis_I,_rey_de_Espa%C3%B1a.jpg" /></a></span></span></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Luis I</span></span></td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"> Que Felipe V estaba mal no era un secreto. A muchos les pareció natural y hasta conveniente que abdicara en su hijo y heredero Luis I, pero el nuevo monarca, delgado, rubio, gran nariz borbónica, bailón, juerguista y compulsivo cazador, pero había salido poco avispado. La esposa que le buscaron,Luisa Isabel de Orleans, no enmendaba el cuadro. Era un francesa poco agraciada y algo contrahecha,pero tan desinhibida y graciosa que ventoseaba y eructaba en público, con escandaloso quebranto de la rígida etiqueta palaciega. También sabía exhibir sus encantos en transparente negligé ante criados y visitantes. El embajador francés, obligado por su cargo a ejercer como detective de conductas conyugales, comunicó a París sus sospechas de que la joven pareja no hacía vida marital «por incapacidad del rey, ya que la reina traía aprendido de París todo lo necesario».</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">El nuevo rey no era incapaz, lo que ocurría era que no aguantaba a su mujer y prefería desfogarse en ventas y burdeles, a los que acudía disfrazado. Probablemente, fue una suerte para el país que el nuevo monarca muriera, de viruelas, a los diecisiete años, ocho meses después de ocupar el trono. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />El experimento había fallado. El sucesor del rey muerto, su hermano Fernando, sólo tenía once años.Isabel de Farnesio vio el cielo abierto: era la ocasión para volver a ser reina y liberarse del forzado retiro que vivía en el palacio de La Granja. Se las compuso para que su marido, cuyas facultades mentales estaban cada vez más deterioradas, se hiciera cargo nuevamente de las riendas del Estado. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Felipe V tuvo una vejez muy melancólica, apenas aliviada por el contratenor Farinelli, un castrado italiano al que nombró su ministro. Por cierto, Farinelli mantuvo su puesto en el siguiente reinado, con Fernando VI, pero cayó en desgracia con Carlos III, al que «sólo le agradaban los capones en la mesa». </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />En el segundo reinado de Felipe V, los recursos de España, sus intereses y su sangre, se pusieron plenamente al servicio de la reina, empeñada en labrar un porvenir a sus hijos. El cardenal Alberoni perdió su favor y tuvo que ceder el puesto a un ambicioso holandés, el barón de Riperdá, un trepador nato que la había embaucado. Incluso llegó a convencerla de que estaba negociando la boda de su hijo Carlos con la heredera de Austria, un auténtico braguetazo, porque Austria era el bocado más apetitoso de Europa. La consecuente alianza con Austria fue causa de nuevas guerras desastrosas para el país. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Cuando se descubrió que lo de la boda austríaca era puro enredo, el barón de Riperdá cayó en desgracia y acabó en la cárcel, pero logró huir a Inglaterra donde se hizo protestante, y de allá a Túnez, donde se hizo musulmán y fundó una secta espiritualista que pretendía armonizar las tres grandes religiones. No se puede negar que era hombre de ambiciosos proyectos. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Mientras España se metía en los berenjenales europeos y se implicaba sucesivamente en las guerras de sucesión de Polonia y Austria, y en otro pacto de familia inspirado por Francia, las colonias americanas seguían con el trasero a la intemperie. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />La obsoleta e insuficiente escuadra española era incapaz de proteger el tráfico marítimo, especialmente desde que Inglaterra disponía de una escuadra tan poderosa que «dicta la ley en las olas», como orgullosamente proclama uno de sus himnos patrióticos. la confrontación con la Armada Real inglesa era cada vez más difícil; el navío de línea inglés superaba al galeón español en diseño, artillería, mandos y dotación. España tuvo que hacer un esfuerzo enorme (incluyendo el espionaje industrial) para igualar este modelo; tarea iniciada por el ministro Patino en el reinado de Felipe V con la creación de los arsenales de Cartagena y El Ferrol y continuada en el reinado de Carlos III. La regulación del tráfico y del envío de caudales fueron factores importantes para la recuperación de la metrópoli. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Esta recuperación fue más rápida de lo que podía pensarse después de tantos años de guerra civil; la población creció en el siglo XVI se ganaron entonces dos millones de pobladores en beneficio de la Meseta y de la Andalucía Baja; después llegó el estancamiento del siglo XVII; en el siglo XVIII se ganaron otros tres millones (de ocho a once) en las regiones litorales; en el interior hubo pocos síntomas de recuperación. Progresó también en la periferia el índice de urbanización: Bilbao, por ejemplo, pasó de cinco a diez mil habitantes; Cartagena y El Ferrol crecieron como hongos gracias a la actividad de sus astilleros; Cádiz también creció mucho a expensas de Sevilla; pero el crecimiento más notable fue el de Barcelona, que tenía 37.000 habitantes al terminar el asedio (1714) y rozaba los cien mil habitantes al finalizar el siglo. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Influyó en este incremento la liberalización del comercio con América, pero más aún la desaparición de las aduanas interiores y del sistema de extranjería legal que dificultaba las actividades de los súbditos de la Corona de Aragón en el resto de España. En todo el litoral cantábrico empezó a ser normal la figura del indiano, que enviaba caudales o los repatriaba consigo. La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, que llegó a tener casi un monopolio en la producción del cacao, acumuló grandes beneficios. A los catalanes se les encontraba en todas partes; una de sus innovaciones fue la pesca de arrastre y la implantación de fábricas de conservas y salazones, con especial relevancia en Galicia. En cambio, Madrid seguía siendo una ciudad residencial Y burocrática con crecimiento escaso; sus 170.000 habitantes cabían holgadamente en la cerca del siglo XVII. Las fabricas estatales creadas en el entorno de Madrid (Ávila Guadalajara, Talavera...) no modificaron sustancialmente la situación creada por la ruralización de la Meseta.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />El aumento de la población, obligó a aumentar la superficie cultivada, provocó tensiones dentro de un sistema poco elástico especulación, carestía... En conjunto, sin embargo, hubo un moderado progreso..Felipe V se enfrentó a la ruinosa situación económica y financiera del Estado, luchando contra la corrupción y estableciendo nuevos impuestos para hacer más equitativa la carga fiscal. Fomentó la intervención del Estado en la economía, favoreciendo la agricultura y creando las llamadas manufacturas reales. Al final de su reinado los ingresos de la Hacienda se habían multiplicado y la economía había mejorado sustancialmente. ¿Puede atribuirse también esta ventaja al cambio de dinastía? La verdad es que el primer Borbon no tuvo cualidades relevantes: Felipe V, sufría depresiones que a temporadas lo hacia retirarse del gobierno ,el último de los Austrias dejó gobernar a la aristocracia; los Borbones, no. Luis XIV previno a su nieto contra los grandes, que habían monopolizado el poder. Los Borbones aceptaron en determinados casos los servicios de algunos aristócratas, como el duque de Alba o el conde de Aranda, pero a título individual y no como representantes de una clase.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Felipe V, por manejos de Isabel Farnesio, que fue la verdadera gobernante, entregó en ocasiones el poder a trapisondistas como Alberoni y Ripperdá, el primero no exento de inteligencia, el segundo un aventurero, un auténtico farsante. En la última fase de aquel reinado brillan dos ministros, nobles, por supuesto (no se hubiera concebido un pechero en los puestos más elevados), pero de una nobleza media que no debía su puesto a su linaje, sino a sus servicios Uno fue el asturiano Campillo, otro Patino, milanés de origen; hombres nada brillantes, pero con vocación de servicio no sólo a la Monarquía sino a la nación. Desempeñaron muchos cargos, pero no amasaron grandes fortunas.Estos ministros lo consiguieron en gran medida. De esta forma, unos soberanos mediocres y poco laboriosos restauraron la situación del país gracias a ministros eficaces.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Murió Felipe V, el primer Borbón español, el 9 de julio de 1746. A la capilla ardiente acudió el pueblo fisgón y macabro, que estamos en el país de grandes entierros, y se juntó tan apiñada muchedumbre que «en la sala malparieron dos mujeres y a otra le sacaron un ojo, siendo todos accidentes sensibles». </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />El noble francés Louis de Rouvroy, duque de Saint-Simon hizo una pequeña descripción generalizada del primer Rey de España de la Casa de Borbón cuando era embajador de Francia en Madrid:</span></span></div>
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<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><br />Felipe V, Rey de España, posee un gran sentido de la rectitud, un gran fondo de equidad, es muy religioso, tiene un gran miedo al diablo, carece de vicios y no los permite en los que le rodean.</span></span></div>
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<br />Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-90159132749836896712012-10-02T23:06:00.001+02:002017-01-29T22:09:22.442+01:001000: Almanzor, caudillo de al-Ándalus <br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDOAsXJndHSk9H904UsHYltEBh_tJODo354WIRU0_Ujha2lK-ULBVxtC0LnQpcjTarHkKzUmym9xDElxNfJy8V9EIkffQ88L0RsTy7B5TA06ODaFgTpFWBMgPW5MycqVIfKMQbOnypfac/s1600/ALMANZOR.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDOAsXJndHSk9H904UsHYltEBh_tJODo354WIRU0_Ujha2lK-ULBVxtC0LnQpcjTarHkKzUmym9xDElxNfJy8V9EIkffQ88L0RsTy7B5TA06ODaFgTpFWBMgPW5MycqVIfKMQbOnypfac/s320/ALMANZOR.jpg" width="261" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Si Abderramán III es el rey de Al Ándalus y Averroes su filósofo, Almanzor es el soldado.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Hace cosa de mil años, año arriba año abajo, protagonizó las más sonadas y triunfantes campañas militares por los reinos cristianos. Sembró el terror y arrasó Santiago de Compostela, centro espiritual de lo que había quedado de España. Su nombre permanecería grabado a fuego durante generaciones, y aún hoy es sinónimo de caudillo invencible, porque a Almanzor el victorioso sólo le derrotó la muerte.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">A mediados del siglo X la antigua Hispania romana se había convertido en un califato musulmán. Los árabes que habían llegado tres siglos antes serían bárbaros iletrados, pero no tontos; se habían quedado con lo mejor: las costas del Mediterráneo, tapizadas de palmeras y naranjos en flor, y los fértiles valles del Ebro y el Guadalquivir, que son una delicia y huelen a azahar. Lugares, en suma, muy agradecidos, donde el Islam echó raíces y floreció.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span></span></span><br />
<a name='more'></a><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">A la cabeza de aquel reino se situaba un califa que residía en Córdoba, una antigua ciudad romana que viviría en estos siglos su gran momento histórico. Sacando partido de la jugosa herencia romana, los moros hicieron de Al Ándalus un califato próspero, poderoso y temido.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Muy al contrario, al norte, más allá del Guadarrama y en las sierras del Pirineo, malvivían un puñado de reinos y condados cristianos, despoblados y débiles, castigados por expediciones de castigo o aceifas que, regularmente, enviaba el califa para proveerse de esclavos y, sobre todo, de esclavas, muy apreciadas en la Corte cordobesa. Con esta vida de sufrimientos, los aperreados cristianos sólo podían esperar que llegase el Apocalipsis, que un guerrero llegado del sur les diese la puntilla. No olvidemos que estaban cerca del año 1000, y, según el calendario de San Juan, al mundo le quedaban cuatro días mal contados antes del inevitable Juicio Final.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Mientras negros nubarrones cubrían el horizonte de los españoles del norte, la familia de los Al Maafí, avecindada cerca de Algeciras y descendiente de un antiguo linaje yemení, vivía tan ricamente trayendo hijos al mundo. En su seno nació, a mediados de siglo, Abu Amir Muhammad, un joven ambicioso que, tan pronto como pudo, se trasladó a Córdoba para medrar y hacer fortuna en la capital. En Córdoba no ataban a los perros con longaniza, pero se había ganado el sobrenombre de la Perla de Occidente, rivalizando en grandeza y refinamiento con la misma Bagdad.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En la Corte, la carrera de Abu Amir fue meteórica. Estudió el Corán a fondo en alguna de las muchas madrasas que tenía la ciudad y se empleó como escriba, tomando al dictado las demandas que la buena gente analfabeta quería hacer llegar al califa. Sus labores debieron de ser tan apreciadas que un visir se lo presentó a Alhakén, un delicado príncipe amante de las letras y el arte. A él le debemos lo mejor de la mezquita de Córdoba y el palacio de Medina Azahara.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Abu Amir no estaba tan instruido como el califa ni poseía tanta sensibilidad artística, pero le birló a la favorita, la vascona Subh. Era muy habitual que los emires y nobles musulmanes enriqueciesen sus harenes con hermosas mujeres del norte, especialmente si eran rubias y metidas en carnes. </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Protegido por Subh, Abu Amir fue ascendiendo por los escalones del poder. El califa le nombró general y le envió al norte de África para que fuese fogueándose en las artes de la guerra o, quizá, para que dejase de enredar en el harén, porque la garbosa apostura del algecireño se lo estaba desgraciando.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En esas estaba cuando el califa murió. Su heredero, Hisham, tenía sólo diez años y era incapaz de hacerse con las riendas del Gobierno. Los espadones de la Corte, que de eso siempre ha habido, pensaron que mejor sería liquidar al niño y nombrar a otro. Subh descubrió la trama y se lo dijo a su amante. Abu Amir era ya importante, pero no tanto como para hacerse con el poder. En un cónclave secreto, decidieron los notables del califato estrangular al aspirante. Nuestro hombre se presentó voluntario, y cuentan que lo hizo con sus propias manos.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Con Hisham correteando por las estancias de palacio y la reina madre Subh atendiendo sus deseos, Abu Amir se convirtió en una de las personas más poderosas e influyentes de Córdoba. Sólo dos hombres se interponían entre él y el poder: el visir Yafar al Musafi y el distinguido general Galib, glorioso vencedor de los cristianos. Hizo una jugada maestra para deshacerse de ambos. Primero acabó con el político, valiéndose de la ayuda del militar, al que luego dio matarile, y entremedias se casó con su hija, la bella Ismá. </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">A Musafi le tendió una trampa, y el antaño hombre fuerte de Alhakén terminó sus días estrangulado en la cárcel de Córdoba. El estrangulamiento era una muerte reservada a los reyes. Con Galib no fue tan suave: le dedicó una agonía terrible, después de enfrentarse con él en el campo de batalla. Cuentan que ordenó que le despellejasen y que sus restos fuesen crucificados delante del alcázar. El infierno mismo para un musulmán.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Sin enemigos incómodos, pudo al fin disfrutar del poder absoluto. Tenía sólo 40 años y la ambición intacta. Para igualar su gloria a la del califa mandó construir cerca de Córdoba un palacio a imagen y semejanza del de Medina Azahara, el de Madinat Al Zahira (la ciudad resplandeciente). Como no quería quedar por debajo de los califas y buscaba que el pueblo le viese como tal, encargó la última ampliación de la mezquita y se hizo llamar Al Mansur Bil Allah, el Victorioso de Alá; es decir, Almanzor, que es el nombre con el que pasaría a la historia.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La paradoja que se daba entonces es que Abu Amir sería todo lo Almanzor que él quisiese, pero no había ganado una sola batalla en condiciones a los cristianos. Todo se lo debía a su encanto, primero, y a su falta de escrúpulos, después. Un líder que quisiese ser apreciado en la Córdoba califal debía salir, al menos una vez en su vida, y dar su merecido a los infieles del norte. Ocupado como había estado en estrangular y despellejar a los que le hacían sombra, apenas había tenido tiempo de dar una dentellada a los crecidos cristianos que se aventuraban por las tierras del Ebro. Y eso era una intolerable mancha en su, por otro lado, inmaculado expediente.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Concibió entonces la idea de golpear a los cristianos como un martillo; es decir, todos los años, saquear sus campos, incendiar sus ciudades, profanar sus templos y convertir a los que quedasen con vida en esclavos. Nada del otro mundo: en la Edad Media no se hacían prisioneros. Las guerras eran así.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La primera campaña la dirigió contra León: arrasó Zamora y le dio un palo a la coalición de leoneses, castellanos y navarros que le estaban esperando en Rueda. Era sólo el principio. En 985 dejó a los leoneses respirar y dirigió sus fuerzas contra barcelona. El conde Borrell, que le había prestado sumisión, no se lo podía creer; intentó parar el golpe, pero de nada le sirvió: la morisma se ensañó con Barcelona y devastó los condados aledaños.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Si era eso lo que le hacía a los amigos, los enemigos podían ir preparándose. En 987 un nuevo ejército abandonó Córdoba para asolar el reino leonés por lo que, andando el tiempo, sería Portugal. Arrasó Coimbra y se dirigió a por la presa más codiciada, la ciudad de León, un símbolo de la resistencia cristiana cuyos reyes eran herederos de Pelayo. No dejó piedra sobre piedra. El rey Bermudo, que tuvo que salir en estampida de la capital, se refugió en Galicia, donde pensaba que nunca se atreverían a entrar los bárbaros del sur. Se equivocaba.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El rey de Navarra, viéndolo venir, bajó hasta Córdoba para inclinarse ante Almanzor y ofrecerle su vasallaje. Esto era mucho más de lo que hubiera soñado el afortunado escriba de Algeciras: todo un rey, acaso el más respetado de la Cristiandad hispana, arrodillado ante él en el salón del trono de su palacio. </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los botines obtenidos en las continuas aceifas estaban, además, colmándole de riquezas y engordando las arcas del califato. Tal cantidad de todo llegó a Córdoba en aquellos años que hasta bajó los impuestos, medida recibida con júbilo por un pueblo que le veía como un guerrero de leyenda. Para celebrar su fama se hizo llamar, aparte de Almanzor, Malik Karim, esto es, Rey Noble. Estaba a un paso de la corona, de convertirse por derecho en lo que ya era de hecho.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los únicos que le enseñaban los dientes eran los castellanos. Castilla era un condado fronterizo que, en sólo cien años, se había extendido desde el Cantábrico hasta Somosierra. Envió una expedición contra el levantisco condado y aplastó la resistencia en Gormaz, a la sombra de su espléndida fortaleza. Después se dio un festín saqueando Álava, Burgos y Soria.</span></span></span></span></div>
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXrmosVA4o6zeaxNl5StP87Pug7Sl22_bM4pISe2CIEXkDkYrt3EKeCklc7xwOFQuaVqIlvgnpSzt8ncV9Q0tIJsgamBEzEoFZxiHlDsvRN53Pa_kcq0AS0gDilyRBp-ieXqAN9Q7RWnQ/s1600/450px-Almanzor_campaigns.svg.png" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="316" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXrmosVA4o6zeaxNl5StP87Pug7Sl22_bM4pISe2CIEXkDkYrt3EKeCklc7xwOFQuaVqIlvgnpSzt8ncV9Q0tIJsgamBEzEoFZxiHlDsvRN53Pa_kcq0AS0gDilyRBp-ieXqAN9Q7RWnQ/s400/450px-Almanzor_campaigns.svg.png" width="400" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Campañas militares de Almanzor. En verde oscuro, territorios hostigados
por el militar árabe. El mapa muestra las diferentes aceifas de Almanzor
y las fechas en que fueron llevadas a cabo.</td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La España cristiana estaba, en 997, en su momento más bajo desde la invasión musulmana. Sólo había que poner el broche final. Al frente de un nutrido ejército, se dirigió a Santiago de Compostela. Contra Almanzor no había victoria posible, por lo que los habitantes abandonaron la ciudad, animados por el obispo Mendoza. Los moros se cebaron a conciencia con uno de los corazones de la Cristiandad. Normal que muchos pensasen que el fin del mundo estaba cerca.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Para que quedase constancia de su hazaña, ordenó llevar las campanas y las puertas de la catedral hasta Córdoba y a hombros de esclavos cristianos. Las primeras fueron devueltas a Santiago por Fernando III; a hombros de moros, claro. Las segundas forman parte del techo de la mezquita.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La gesta compostelana le convirtió en un personaje mítico del que se hablaba en todo el mundo islámico, desde los arenales de Persia hasta el Magreb.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Tan sólo le quedaba por castigar un reino cristiano: Navarra. Ésta, aunque obediente, no iba a librarse del martillo de Alá. El último año del primer milenio Pamplona fue salvajemente pillada e incendiada. La aceifa continuó por los valles del Pirineo donde, poco después, nacería el reino de Aragón.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Veintitantos años de guerra, aunque sean victoriosos, pasan factura a cualquiera, y Almanzor, ya sesentón, no era una excepción. Su última campaña la dirigió contra Castilla, la irreductible Castilla, que no le daba más que disgustos.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Corría el verano del año 1002. Se encontraba guerreando en Soria, se puso malo y murió en algún lugar de las serranías ibéricas, cerca de Medinaceli. Acababa, eso sí, de saquear el monasterio de San Millán de la Cogolla, el mismo lugar donde, unos años antes, nuestra lengua castellana había dado su primer balbuceo.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Siglos después, y para quitarse la mala conciencia de no haber podido ganar una sola escaramuza contra Almanzor, los cronistas cristianos se inventaron una batalla en la que las tropas andalusíes mordieron el polvo, la de Calatañazor. De aquí nacería aquello de "Calatañazor, donde Almanzor perdió su tambor". La batalla no existió, pero hasta hoy perduran sus ecos.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El califato quedó en manos de su hijo, Abdelmalik, que se lo disputó con su hermano, y éste con un general que terminaría por extinguir la estirpe de Almanzor. Envuelto en mil disputas, el califato fue de mal en peor, y en pocos años se vino abajo.</span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La estrella de Al Ándalus comenzaba a decaer, pero eso los baldados cristianos no lo sabían; apenas acertaban a escribir acongojados: "En el año 1002 murió Almanzor y fue sepultado en los infiernos". </span></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span><br /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Razón no les faltaba. </span></span></span></span><br />
<br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> Las Campañas de Almanzor</span></span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<iframe allowfullscreen="allowfullscreen" frameborder="0" height="315" src="http://www.youtube.com/embed/7KW6VIjU-v8" width="420"></iframe>
</div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">una comedia sobre "Calatañazor, donde Almanzor perdió su tambor"</span></span><br />
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<iframe allowfullscreen="allowfullscreen" frameborder="0" height="315" src="http://www.youtube.com/embed/L5p0Rnrh-3M" width="420"></iframe>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="color: #999999;"><span style="font-size: xx-small;"><span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"> </span></span></span></span></span></span></span><br />
<br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="color: #999999;"><span style="font-size: xx-small;"><span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;">Autor : Fernando Diaz Villanueva </span></span></span></span></span></span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-50617666882251428532012-09-23T19:03:00.000+02:002017-01-29T22:26:28.270+01:001700: La España de Felipe V <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGej2ZUfDOeCyzo0O7JtwBv0TQcq0wTVQbttpE_LeXkTGl2nbCZ3w_IgaVm3AxELhD9rc_zbBvQj-HkiUFwQKXjJeK7pF4zAlnEMBKFs_DFbg4N63ADxsPsteVKZ6gMc9DumBVdGwEOOM/s1600/Felipe_V_de_Espa%C3%B1a.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGej2ZUfDOeCyzo0O7JtwBv0TQcq0wTVQbttpE_LeXkTGl2nbCZ3w_IgaVm3AxELhD9rc_zbBvQj-HkiUFwQKXjJeK7pF4zAlnEMBKFs_DFbg4N63ADxsPsteVKZ6gMc9DumBVdGwEOOM/s320/Felipe_V_de_Espa%C3%B1a.jpg" width="255" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">A pesar de los graves problemas que su enfermedad le planteaba, viajó más a través de sus territorios y tuvo más contacto con sus súbditos, tanto españoles como italianos, que ningún gobernante de los Austrias desde Felipe II. Parece que no conocía ni el noroeste, ni el sureste de España; aparte de estas áreas, visitó ampliamente la mayor parte de Castilla, Extremadura, Andalucía, el País Vasco y Navarra, Aragón y Cataluña, y toda la zona de los Pirineos, La más breve de sus visitas, a causa de la interrupción de la guerra. Fue la de Valencia. Su visita más larga fue la de Andalucía, pero también amaba la soledad y el aire de las montañas de Navarra, donde pasó varios meses. </span></span><br />
<br />
<a name='more'></a><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"> El idioma no le impedía comunicarse con la gente: aunque siempre prefirió emplear el francés, leía y hablaba español, y lo utilizaba regularmente cuando comentaba los documentos de Estado. No compartía los gustos de algunos españoles. A lo largo de su vida prefirió la cultura francesa e italiana en alimentos, vestidos, música y literatura; y aunque participó con muy buena voluntad en muchos aspectos de las diversiones, especialmente en los festivales populares -carnavales, corridas de toros- parece que no constituían una parte habitual de su estilo de vida. Este hecho, puede verse, a pesar de todo, como algo positivo, ya que gracias a sus gustos el mundo español empezó a abrirse - como lo había hecho bajo Felipe II- a aspectos de la cultura europea que hasta entonces había eludido. </span></span></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Es costumbre calificar al régimen, de Felipe V de «absolutista», pero el término no tiene demasiado sentido cuando se emplea para la España de principios del siglo XVIII, y tal vez sería preferible abandonarlo. Los historiadores se dan cuenta, cada vez más, de que la etiqueta de «absolutista» ofrece más dificultades que soluciones. El Estado de Felipe era, substancialmente, un Machtstaat, un «Estado del poder». El poder se componía, esencialmente, de «un ejército permanente capaz de sofocar cualquier oposición interna y de una organización fiscal que obtenía el dinero y los hombres necesarios». </span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Felipe V dedicaba la mayoría de sus recursos a financiar el Ejército y la Marina que fueron los responsables de los grandes acontecimientos de su reinado, El régimen de Felipe inició la centralización política, pero no fue muy lejos con ella. El intento de crear una burocracia estatal a través de los intendentes se abandonó después de que los ministros de Felipe se opusieran a las intendencias introducidas en 1711 y 1718. Los nobles que controlaban el gobierno central (quienes a lo largo del reinado se opusieron tanto al Ejército como a los intendentes) continuaron dominando la administración y por consiguiente, se opusieron - aunque no siempre con éxito- a los funcionarios del propio rey. Las antiguas elites feudales y muchas elites regionales siguieron dirigiendo el sistema político, porque justo nacía una nueva elite burocrática cuando Felipe falleció. </span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">La estructura social fundamental que había existido durante la dinastía de los Austrías permaneció inalterada durante mucho tiempo.</span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">El régimen de Felipe se caracteriza por la ausencia total de teorías de poder. El único concepto que el rey reivindicaba era el del «poder soberano», concepto que aparece en el texto de los' decretos, de abolición de los fueros y, también en la Nueva Planta de Cataluña.Las decisiones de Estado se tomaban dentro de un contexto totalmente, ajeno a cUalqUier ideología, de Poder, Aunque muchos hístoríadores ven la abolición de los fueros aragoneses como un hecho absolutista, la realidad es que el mismo rey absolutísta, presentó los fueros de las provincias vascas y de Navarra, y en 1718 abandonó la propuesta de reformar su autonomía aduanera.</span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Las propias ideas de Felipe no parecen haber sido absolutistas, y de ningún modo reflejan aquéllas de su abuelo. Como sus hermanos. Había sido educado bajo la tutela del famoso arzobispo de Cambrai, Fénelon, cuyas ideas antiabsolutistas eran bien conocidas en Versalles y coincidían con las de madame de Maintenon y el duque de Saint-Simon.</span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">España, bajo el primer Borbón, se despertó a una estabilidad económica, La confianza en las monedas ayudó a controlar los precios, incluso en épocas de crisis. El resultado fue que «sería difícil hallar un período de cincuenta años de precios estables en la historia de cualquier país que no sea España entre 1700 y 1750».</span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">España se despertó a la estabilidad demográfica que (los historiadores ahora coinciden) puede fecharse a partir de los años ochenta del siglo XVII, La Guerra de Sucesión fue; como todas las guerras, destructiva; pero no tuvo efectos desvastadores para la población civil, España se despertó a un adecuado abastecimiento dé alimentos. La producción agraria; el sector fundamental de la economía, creció por toda la Península, La evidencia más convincente de que en la Península había un nivel apropiado de subsístencia es la ausencia de agitaciones populares ímportantes, Aparte del descontento estríctamente local, como en las matxinadas en el País Vasco en 1718, la España de Felipe V sorprendentemente se hallaba libre de las crisis sociales causadas por la penuria económica, Las guerras casi continuas de Felipe V tenían en contrapartida la consecuencia positiva de estimular la economía. </span></span></span></div>
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<span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">A pesar de los aspectos positivos, no es posible ofrecer una semblanza enteramente optimista del resurgimiento militar de España bajo Felipe V </span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">El mecenazgo de Felipe V en el arte, el teatro, la arquitectura y la música tuvo muy poco impacto en la cultura española, fuera claro está del ámbito de la corte. </span></span></span></div>
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<br /></div>
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<span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">No fue un gran mecenas de la cultura, en gran parte debido a su carácter y a su desafortunada enfermedad. Pero su contribución aunque modesta fue significativa. La corte de Felipe V representó, no sólo en el arte sino en muchos otros campos, una apertura permanente, apertura siempre deseable en un país que tenia tendencia a encerrarse en sí mismo, y urgente en una época de restauración nacional. </span></span></span></div>
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<span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span></span><br /></div>
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<span style="font-size: small;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Estableció la aceptación de los gustos europeos entre la clase culta. Los artistas y escritores siempre habían acudido a Italia; ahora, el reínadó de Felipe V les alentaba en la nueva tendencia a acudir a Paris.</span></span></span></div>
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<span style="font-size: small;"></span><span style="font-size: small;"><span style="color: #999999;"><span style="font-size: xx-small;"><br />Del libro de Henry Kamen (Felipe V El rey que reinó dos veces). </span></span></span>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-19334369840477836252012-09-05T23:31:00.000+02:002017-01-29T22:23:01.237+01:001561: Madrid, capital del Reino<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiF6gA9aOW4TlOTQ3O999FyvYHAhd-57GH1zxYclvEfGRJ3DTBaKk28uRbTYd5FBeXpV3aCjNmAZn3vhB3WV54mI1SRrZjHelIVn6urQipX3rYU9PPcBHYTRd3nl9xtTZDWiyzU7vlMPEw/s1600/PALACIO+REAL.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiF6gA9aOW4TlOTQ3O999FyvYHAhd-57GH1zxYclvEfGRJ3DTBaKk28uRbTYd5FBeXpV3aCjNmAZn3vhB3WV54mI1SRrZjHelIVn6urQipX3rYU9PPcBHYTRd3nl9xtTZDWiyzU7vlMPEw/s400/PALACIO+REAL.jpg" width="400" /></a></div>
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Madrid es una capital realmente curiosa. Es la única de Europa que no tiene costa, ni río, ni lago ni nada navegable en muchas leguas a la redonda. La única que se encuentra a cientos de kilómetros de la siguiente ciudad de cierta envergadura. La única que está por encima de los 600 metros sobre el nivel del mar. </span><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">La única, al menos en la Europa meridional, que no tiene un pasado clásico glorioso o que pintó algo en la Edad Media.<br />
<br />
La única que esperó tres siglos a tener obispo, y más de cuatro para inaugurar su catedral. La única cuya universidad lleva el nombre de una ciudad vecina. La única capital, en suma, que pese haber ejercido de tal durante 445 años no es todavía ciudad, sino Villa.<br />
<br />
Pues bien, en ese lugar, tan lejos de todo pero donde todos los caminos se juntaban, quiso Felipe II reunir a la Corte y erigir la capital de la monarquía más poderosa del mundo; aunque fuese una población humilde, desconocida y desleal. Y es que los madrileños de entonces eran pocos pero rebeldes; en menos de un siglo habían sido beltranejos, primero, y comuneros, después. Como para fiarse.<br />
<br />
No sabemos por qué lo hizo, ni cuándo. Madrid es una capital sin motivo aparente de serlo y sin título. Felipe II, el rey , que todo lo resolvía con cédulas y nombramientos, no se preocupó de poner por escrito que, a partir de tal día, la Villa de Madrid sería la cabecera de sus reinos. Una curiosidad más que sumar a la lista de singularidades madrileñas.<br />
<br />
En algún momento del invierno de 1561, cuando la Corte se encontraba en Toledo, decidió el rey mudarse a Madrid. Ordenó que algunos Consejos preparasen el traslado, pero lo hizo de un modo extremadamente discreto, sin pronunciamientos públicos y sin siquiera comunicárselo a las autoridades municipales de Madrid. Éstas se enteraron de los planes del rey porque, de la noche a la mañana, empezaron a merodear por la Villa aposentadores reales que buscaban alojamiento para la marabunta de tesoreros, secretarios, covachuelistas y otras gentes de mal vivir que dependían de lo que hoy, llamamos "Administración del Estado".<br />
<br />
El rey esperó hasta la primavera para hacer la mudanza. A mediados de mayo abandonó Toledo y puso rumbo a su nuevo hogar, que estaba poco más de 70 kilómetros al norte, es decir, a un día de camino. Paró en Aranjuez a reponer fuerzas y a tomar un refrigerio y al anochecer entró, sin hacer demasiado ruido, en el palacete medieval que se levantaba en el mismo lugar donde hoy lo hace el de Oriente. Desde ese día, 19 de mayo de 1561, Madrid es la capital de España. Efectivamente, ha llovido mucho desde entonces.<br />
<br />
En lo que los monarcas adecentaban el alcázar madrileño, los Consejos se fueron trasladando a Madrid con sus mulas, sus funcionarios de impecable traje negro y sus toneladas de papel. El alcázar, hasta entonces, había hecho las veces de pabellón de caza de los reyes de Castilla, y de última morada terrenal para Enrique IV, el hermano de Isabel la Católica. Murió, naturalmente, después de una agotadora jornada cinegética por el siempre próvido y agradecido monte de El Pardo. <br />
<br />
Sorprende que, tras tantos siglos de caza intensiva, por donde el encinar clarea se siga viendo una nutrida población de gamos, corzos, jabalíes y otras piezas codiciadas por cazadores de todos los tiempos, incluido el nuestro.<br />
<br />
A principios de junio la mudanza de todo el aparato estatal estaba prácticamente completada, a falta de la Contaduría Mayor de Hacienda, que se demoró más de lo debido. Quizá porque dinero y prisas son malos compañeros, o quizá porque al Contador Mayor se le ponía cuesta arriba eso de dejarlo todo en Toledo y empezar de cero en un villorrio donde no se le había perdido nada. Vaya usted a saber.<br />
<br />
La ciudad, o Villa, a la que aquel anónimo contador se veía obligado a mudarse no era grande ni pequeña, bonita ni fea, importante ni intrascendente. Era una ciudad castellana de la época. Tenía unos 15.000 vecinos, que se resguardaban del frío invierno y de los rigores del verano en unas 2.500 casas, casonas, fondas y posadas. Tenía también un convento de monjas dominicas, un monasterio de franciscanos y una magnífica capilla gótica, que aún sigue en pie.<br />
<br />
Por lo demás, no era el poblachón manchego del que hablan los que mal la quieren. No era manchego porque, aunque cerca, Madrid no está en La Mancha. Y no era poblachón porque los poblachones no tenían fuero propio, ni corregidor, ni palacetes de fuste, ni hospital del Buen Suceso. Los poblachones, por no tener, no tenían ni dónde albergar a un rey extranjero derrotado en la guerra, y fue en Madrid donde se recluyó a Francisco I de Francia tras llevarse lo suyo en la batalla de Pavía. En los poblachones, por último, no se celebraban Cortes del Reino. Madrid las reunió en ocho ocasiones entre 1309 y 1528, y dentro de sus muros las dos Juanas, la Loca y la Beltraneja, juraron como reina y princesa de Castilla, respectivamente.<br />
<br />
Tal vez fuese un poblachón, pero un poblachón privilegiado, rodeado, por añadidura, de una naturaleza poco cicatera con las cosas buenas. Al otro lado de sus murallas se abría un fabuloso bosque de encinas trufado de pinos piñoneros, jaras y chopos alineados en las riberas de los arroyos. Al norte se levantaban las estribaciones de la sierra, del Guadarrama, que surtía de carne la despensa y de nieve la canícula veraniega. Al sur, en el camino de La Mancha, trigales hasta donde se perdía la vista, algún castillo y caminos en todas las direcciones.<br />
<br />
Lo que no tenía Madrid, y sigue sin tener, es un río digno de tal nombre. El Manzanares, "arroyo sin brío de falsa plata, andrajo de agua, aprendiz de río, charco ambulante, duque de los arroyos, vizconde de los ríos, marqués de poza que apenas necesita medio puente", era lo que es hoy, un exangüe hilillo de agua que, como antaño, "se ríe de los que van a bañarse".<br />
<br />
Tampoco tenía catedral, ni universidad, ni tribunal de la Inquisición. No había clases altas, ni aristócratas de nombradía, ni incordiosos abades, ni obispos metomentodo. Para un rey obsesivo y mandón, como era el caso de Felipe II, era lo más parecido al nirvana. Es posible que por esto se decidiera por Madrid.<br />
<br />
En Castilla, ciudades como Valladolid o Segovia eran fuertes, albergaban a poderosas familias, estaban muy pobladas y no mucho tiempo atrás se la habían armado a su padre con lo de las Comunidades. Esto es, un dolor de cabeza casi garantizado. <br />
<br />
En el sur del reino despuntaba Sevilla, próspero puerto de Indias por donde corría la plata y en el que se hacían grandes negocios. Pero, junto a esa golosina, en Andalucía abundaban los nobles, acaso los más insolentes y acaudalados de la Corona; casas como la de Alba o la de Medina-Sidonia, cuyas riquezas eran, por lo general, superiores a las del mismo rey. <br />
<br />
Aragón no era solución: el modo de entender la monarquía que tenían valencianos, aragoneses y catalanes no encajaba bien con el humor de un monarca habituado a tenerlo todo bajo control y a hacer de su capa un sayo.<br />
<br />
Quedaba Toledo, la antigua capital de los godos, en el centro mismo de la península, a orillas del Tajo y dotada de todo lo que una Corte necesitaba tener. De todo menos del Arzobispo, primado de España y dueño de tal cantidad de tierras y haciendas que el rey no hubiera podido reunir ni viviendo tres vidas. Dos gallos no caben en el mismo corral, de modo que Toledo fue descartada.<br />
<br />
Debieron de pesar también las consideraciones geográficas. Los reinos hispanos que Felipe II heredó de su padre iban de los peñascos del Pirineo al peñón de Gibraltar y de las rías gallegas a las calas menorquinas. Años después les añadiría todo el reino de Portugal. Puestos a fijar la Corte en algún lado, éste habría de estar lo más equidistante posible de todos sus dominios.<br />
<br />
Y más habida cuenta de la endemoniada orografía que llevamos padeciendo treinta siglos y del hecho que, en España, no hay ni ríos navegables ni caminos fáciles. Dicen que el paisaje hace el carácter, tal vez por eso tengamos los españoles la cabeza tan dura y la innata afición de reñir entre nosotros<br />
<br />
El emporio andaluz quedaba muy lejos de la meseta, especialmente de la ribera del Duero, que es donde entonces se cortaba el bacalao. Para esto Valladolid era casi perfecta, pero estaba muy apartada de Andalucía y Levante. La Corona de Aragón era, además de políticamente incómoda, un reino alejado de los puertos atlánticos, que en aquel tiempo le proporcionaban al rey la vida y el plato de la comida. Lisboa, años después, no hubiese sido mala elección, pero muchas semanas de viaje la separaban de Barcelona, Valencia y la siempre caldeada frontera francesa. De Toledo mejor no hablar, estaba el arzobispo.<br />
<br />
El motivo por el que Felipe II se decidió a hacer de Madrid la capital del reino siempre será un misterio, sobre el que se podría especular hasta el infinito. Poco antes de trasladarse dio comienzo la construcción de El Escorial, que está a tiro de piedra de Madrid. Hasta es posible que el rey no quisiera fundar una capital, sino instalarse en una ciudad cercana para poder visitar las obras con asiduidad y dar la paliza al arquitecto todos los fines de semana. Este extremo es tan plausible como todas las conjeturas anteriores.<br />
<br />
Como el traslado se había efectuado medio en secreto y sin anuncios oficiales, los del ayuntamiento pensaron que lo de albergar a la Corte iba a ser cosa de una temporada; que más tarde o más temprano la trouppe de funcionarios seguiría camino hacia otra ciudad, una de verdad, que al menos tuviese título, catedral y río. De hecho, y cuando el rey llevaba ya un tiempo considerable en Madrid, en los documentos oficiales que firmaba el corregidor se anotaba, con delicada caligrafía: "Mientras la Corte esté en la Villa"; antecedente lejano de una imperecedera tradición madrileña, en virtud de la cual todo lo perpetuo es temporal, y todo lo temporal, perpetuo.<br />
<br />
La Corte, por ahora, sigue en la Villa, y los que hacen las leyes se han atrevido a perpetrar una que asegura que Madrid es capital por Ley; por el artículo 33, que dirían los naturales del lugar. Un inaceptable desafío a cuatro siglos y medio de interinidad en los que aquel poblachón que nunca lo fue ha devenido en dique donde rompe todo lo que es, parece o quiere ser español.<br />
<br />
Madrid es andaluza y asturiana, catalana y extremeña, vascongada, murciana y aragonesa, navarra, gallega y canaria, castellana por duplicado, mallorquina y valenciana. <br />
<br />
Es de todo y para todos. Es la capital del reino. Que no es poco. </span></div>
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<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #666666; font-family: Arial,Helvetica,sans-serif; font-size: xx-small;">autor :Fernando Diaz Villanueva</span></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-71399435899617553322012-06-24T22:01:00.002+02:002017-02-12T23:12:01.792+01:001901 - 1920 : España y los años 20<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgpA4fsGpEnkfquLD1UoE771sDsVhC4Mx5twcB2Z1_j7HYA7M4RiIpWqLeAaFYggSquccIKaGwV-fvOQvSI4CQZRj0u8tNv1WWLwmymthIxXs277zqBZYSW6kGw5XQ7D3VtC5uvKJ1JFc/s1600/espa%C3%B1aa%C3%B1os20.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgpA4fsGpEnkfquLD1UoE771sDsVhC4Mx5twcB2Z1_j7HYA7M4RiIpWqLeAaFYggSquccIKaGwV-fvOQvSI4CQZRj0u8tNv1WWLwmymthIxXs277zqBZYSW6kGw5XQ7D3VtC5uvKJ1JFc/s320/espa%C3%B1aa%C3%B1os20.jpg" width="242" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">El principio de siglo fue un periodo histórico de grandes cambios y ambivalencias. En esta época, se empezó todo lo que luego ha sido tomado como símbolo de la civilización contemporánea.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">En el vestir se inició uno de los más profundos cambios. La distinción social estaba clara, cuando los hombres de las clases populares vestían con sus gorras de viseras y sus blusas, mientras, los burgueses de sombrero y traje llegaban incluso a cambiarse varias veces de ropa dando origen al personaje del dandy o el snob. Los zapatos era la prenda más cuidada y siempre tenía un brillo de recién lustrado. La razón era el esconder que uno se desplazaba a pie, porque los más acomodados lo hacían en coche de caballos o automóvil sin mancharlos.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<a name='more'></a><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Sin embargo, la mujer fue la que experimentó en las dos primeras décadas las más radicales transformaciones de su vestuario.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Un alivio fue que con la llegada de los bailes modernos el corsé resultó una incomodidad siendo desterrado. Con el principio de siglo, la mujer se iba a enfrentar a la vida más liberada y un símbolo de ello fue el abandono de la sombrilla y el abanico para poder pasear con la cara descubierta.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Además la llegada de nuevos deportes, llevó como en el caso del tenis a la necesidad de acortar la falda de las chicas para que pudiesen practicarlo. Este cambio trajo consigo la moda de las medias para no dejar las piernas expuestas a la luz y las miradas. Curiosamente las medias que habían sido una prenda de caballero fueron a partir de entonces casi exclusivamente ya utilizada por las señoritas.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Los acontecimentos políticos extranjeros también añadieron sus influencias como el resto de las cosas.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">La Primera Guerra Mundial fue el acontecimiento que más transcendió en la moda. Por que, tanto los aliadófilos como los germanófilos se distinguían entre sí por su forma de vestir o de peinarse.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Entre lo más característico fue que mientras los francófilos les gustaba llevar el pelo largo, con barba o con el bigote con las puntas hacia abajo, sus rivales se engominaban el bigote para levantar las puntas del bigote en la forma guillermina.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">La invención de nuevos artilugios trajo al siglo XX la imagen de la acción y la velocidad, de una época que miraba al futuro olvidando el pasado. Esta sensación que luego dio origen al futurismo se inició entonces.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">El automóvil fue uno de los símbolos más representativos, aunque no gozó todavía del clamor que tendría años después. El automóvil fue en este periodo más un símbolo de ostentación de las clases acomodadas que un instrumento necesario de transporte. Los escasos ejemplares que existían en aquella época eran caros y se utilizaban exclusivamente para hacer excursiones y carreras. Un ejemplo fue cuando el rey Alfonso XIII fue con lo más representativo de la aristocracia al Palacio de El Pardo a dar la bienvenida a su prometida Victoria Eugenia de Battemberg.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Un caso muy distinto fue el tranvía eléctrico que pronto se convirtió en algo familiar de todas las ciudades modernas. El tranvía al menos era práctico porque por un módico precio conseguía acercar a los habitantes de los extrarradios a sus lugares de trabajo.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">En cuanto al ocio, el rey del espectáculo en el Madrid de la Restauración fue el teatro. En 1908, con 35 teatros y 400 estrenos de obras, la capital era el principal centro de esparcimiento de la burguesía local como de la de provincias.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">El teatro gozó en aquel entonces de una época dorada por las reinas de la escena María Guerrero y Margarita Xirgu, que cortaron con obras de autores de tan reconocido prestigio como Echegaray, Pérez Galdós, Benavente, los hermanos Álvarez Quintero o Valle Inclán, y la colaboración musical de Falla, Turina, Albéniz y Granados, quienes también se interesaron por la zarzuela.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">El género chico vivió uno de sus grandes momentos al contar con los mismos autores y compositores del otro género que se sintieron orgullosos de trabajar en uno tan español como la zarzuela.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">La presencia en la vida cotidiana del teatro se debió a la falta de competencia de otro espectáculo de masas. Con el tiempo, ira perdiendo fuerza en beneficio del cine que había empezado, a través, de representantes de los hermanos Lumiere a situar a Barcelona, como la capital cinematográfica de España. Las primeras películas mudas se realizaron en la ciudad condal. La temática se centró en temas de realismo social y costumbrista, y documentales de inauguraciones.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">En la tauromaquia, el siglo comenzó con "Bombita" y "Machaquito", pero será a partir de 1913, hasta 1920, cuando el toreo viva su época más prestigiosa.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">La línea ortodoxa se agotó en el clasicismo de Joselito, quien perfeccionó el arte hasta una difícil superación, acabando en 1920, al morir en el ruedo. Su rival y amigo fue Juan Belmonte, quien rompió las reglas existentes y revolucionó el toreo con una forma inusual al guiarse de su sentimiento.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Pero esto era símbolo de la España tradicional a la que por ejemplo la revista "España" o el diario "El Sol", como portavoces de los intelectuales más europeístas, procuraron ocultar, por sentir vergüenza de la fiesta nacional.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">En cambio, la llegada de una reina inglesa ayudó a abrir el país a las modas extranjeras. Si esto se notó en las ropas, también ocurrió en las costumbres. El gusto por la velocidad, el dinamismo y la acción, fueron valores juveniles que influyeron en el peinado varonil que fue desde entonces hacia atrás.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">La divulgación del deporte fue entre las clases acomodadas y no tuvo el efecto popular de ahora. El tenis o lawn-tennis fue un deporte elitista que muy poca gente pudo practicar.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">La misma que llegada la estación veraniega se trasladaba a la costa donostiarra junto a la Corte, los periodistas, la aristocracia y la alta burguesía industrial para tomar sus baños de sol. Pero, volviendo a los deportes, éstos se diversificaron, con la aparición del ciclismo.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Primero con la divulgación del velocípedo y después con el invento del pedal, de la bicicleta. No obstante, en un principio fue un objeto que al ser de importación, fue un símbolo utilizado por las clases acomodadas para sus excursiones. Después empezaron algunos locos de la bici a hacer carreras, siendo la primera en España, la volta de Cataluña.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Como ya hemos dicho, la influencia británica se hizo notar. El boxeo empezó a sumar seguidores y el guipuzcoano Paulino Uzcudum llegó a ser uno de los grandes en los pesos pesados.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Sin embargo, el deporte rey que empezaría a causar furor fue el foot-ball, ya en sus primeros encuentros la Guardia Civil había tenido que intervenir para evitar las rivalidades entre barrios o ciudades.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">El balompié, como también se le conocía empezó a ver desde principios de siglo el aumento progresivo del número de clubes. Los equipos fueron fundados en su mayoría por ingleses que trabajaban como técnicos en las minas de Río Tinto, como fue el Recreativo de Huelva, o en las minas de hierro vascas, como el Athletic de Bilbao junto al apoyo de aficionados locales, en muchos casos, antiguos alumnos de los colegios ingleses o franceses.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">En el caso de Cataluña, el Palamós surgió por copiar a los marineros que descansaban en el puerto, y el Barcelona por el interés del suizo Hans Gamper, un grupo de ingleses y otro de catalanistas.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Sin embargo, la presencia de tanto extranjero tuvo su contrapartida, el catedrático de universidad Ángel Rodríguez Ruiz, fundó un equipo de fútbol exclusivamente compuesto por españoles, en su mayor parte carlistas catalanes. Como cabría suponer su nombre fue el Español, y en el se formó el mejor portero de la época, Ricardo Zamora.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Pero otros deportes empezaron hacer un lugar en el solar hispano. En 1909, se introdujo el golf, en 1913, fue el atletismo, y en 1920, el hockey.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Como en el tenis, todos ellos empezaron por ser patrimonio de las élites acomodadas y no será hasta después de varias décadas cuando empezaron a ser seguidos por el común de la sociedad.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">A mediados de la década de los veinte se introduciría el baloncesto por un escolapio venido de Cuba que trajo la idea a España.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">No cabe duda que los primeros veinte años vieron la génesis de lo que luego serán elementos característicos del mundo contemporáneo.</span></div><br />
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<div style="color: #999999; font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">J. L. Allero. </span></div>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-82001839915849790572012-05-20T22:40:00.001+02:002017-01-29T22:23:01.268+01:001547: San Quintín y Gravelinas , los pilares del imperio<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMMabajYG4pKbpVqD9Zm78bqY7mVzp1f1vWxJ-Rn1crMViy1Z6X4hlFFoSt8Xhvy-cDAbrsKgOywnZ9lsZKQOTy4BeYy8tQtZZ4BhUQLN1kefoM51n63eihBteOhEZhsaABUFZX2Zo8KE/s1600/472px-Portrait_of_Philip_II_of_Spain_by_Sofonisba_Anguissola_-_002.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMMabajYG4pKbpVqD9Zm78bqY7mVzp1f1vWxJ-Rn1crMViy1Z6X4hlFFoSt8Xhvy-cDAbrsKgOywnZ9lsZKQOTy4BeYy8tQtZZ4BhUQLN1kefoM51n63eihBteOhEZhsaABUFZX2Zo8KE/s320/472px-Portrait_of_Philip_II_of_Spain_by_Sofonisba_Anguissola_-_002.jpg" width="252" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">En contra de la creencia generalizada, el Imperio Español no nacio en América, sino en Italia. Entre 1494 y 1559, un lapso minúsculo de 65 años, hubo nueve conflictos entre España y Francia por el control de la Bota, que sumaron un total de 32 años de guerra. Las nueve las ganó España, que no es mala plusmarca.<br />
<br />
Las libraron tres monarcas. Empezó el abuelo, Fernando el Católico, y concluyó la tarea el bisnieto, Felipe II, poco después de ascender al trono.<br />
<br />
Tras la última, que se extendió desde 1547 a 1559, los franceses dejaron de incordiar en Italia, que se convirtió en el salón de honor de la monarquía hispánica durante más de siglo y medio, hasta la Paz de Utrecht exactamente, cuando las posesiones italianas fueron entregadas a Austria a modo de compensación por su renuncia a colocar un Habsburgo en Madrid.<br />
</span><br />
<a name='more'></a><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><br />
Aunque la última de las guerras italianas duró doce años, todo se resolvió en las dos batallas que marcaron su final. Las dos se pelearon, curiosamente, muy lejos de Italia, en suelo francés, en dos enclaves cercanos a la frontera flamenca. El primero de ellos tuvo lugar en agosto de 1557 en San Quintín, una pequeña pero bien fortificada plaza a orillas del Somme, en la región de Picardía. La guerra, que había comenzado y se desarrollaba en Italia, se desplazó hasta tan altas latitudes por una decisión personal de Felipe II.<br />
<br />
Los franceses habían desembarcado en Nápoles y hostigaban sin descanso el Milanesado. Pero ambos estaban bien defendidos por el duque de Alba y los tercios napolitanos, de manera que el Rey concluyó que lo mejor era atacar Francia directamente desde Flandes, donde disponía de un ejército auxiliar y del apoyo de los ingleses, entonces aliados de España en virtud del matrimonio entre Felipe II y María Tudor. Esto pondría a Enrique II de Francia entre la espada y la pared. Tendría que elegir entre una victoria incierta en Nápoles o verse sitiado en el mismo París por tropas angloespañolas.<br />
<br />
Nada más enterarse de que los españoles habían cruzado la frontera camino de San Quintín, un general francés, el duque de Montmorency, condestable de Francia, acudió en auxilio de la ciudad con más de 20.000 hombres. Al llegar se ocultó en un bosque esperando la acometida española. Y ahí se debería haber quedado; pero, confiando en su superioridad numérica y sabiendo que el ejército español lo comandaba Manuel Filiberto, duque de Saboya, a quien tenía en muy poca estima, decidió cruzar el río y esperar a los españoles al otro lado. El error le costó la batalla. Manuel Filiberto vio venir a su adversario, tomó el único puente sobre el Somme, lo cruzó con parte de sus tropas e hizo la pinza a los hombres de Montmorency.<br />
<br />
Cuando se quiso dar cuenta ya era tarde, estaba rodeado de españoles a ambos lados del río, apenas pudo desplegar el cuerpo principal de su ejército mientras la alas del español se lanzaban sobre él. La derrota fue absoluta: 6.000 franceses perdieron la vida y el propio Montmorency, junto a otros nobles, cayó prisionero. Las noticias no tardaron en llegar a Bruselas, donde se encontraba el propio Felipe II. Ni en sueños había imaginado una victoria tan apabullante, así que, para conmemorarla, ordenó que se construyese un gran monasterio en la sierra de Guadarrama, no muy lejos de una modesta villa castellana de nombre Madrid que, en sólo cuatro años, elegiría como lugar desde el que gobernar su recrecido imperio. <br />
<br />
El monasterio se encomendó a San Lorenzo, cuya festividad se celebra el 10 de agosto, día en que se libró la batalla.<br />
<br />
El desastre de San Quintín no hizo recapacitar a Enrique II. Al contrario, buscó desesperadamente el desquite reclutando a toda prisa un nuevo ejército que atacase Calais –en manos entonces de los ingleses– para penetrar luego en Flandes. En el verano siguiente se reiniciaron las hostilidades. El duque de Nevers tomó Calais mientras Paul de La Barthe, duque de Termes, se dirigió hacia Dunkerque para avanzar después por la costa belga, lo que le colocó a tiro de piedra de Bruselas.<br />
<br />
Antes de que la cosa fuese a mayores, Felipe II tomó cartas en el asunto. Reunió en Flandes un ejército de 18.000 hombres, que se puso en marcha con presteza para dar caza al francés y presentarle batalla allá donde lo encontrase. Se dieron de bruces con él junto a Gravelinas, una plaza fuerte a medio camino entre Calais y Dunkerque. Termes no tenía escapatoria. A su espalda se encontraba el río Aa y en su flanco izquierdo la costa del Canal de la Mancha. Entre la sorpresa y la mala ubicación, no pudo desplegar convenientemente sus tropas, que se organizaron de la peor manera posible, exponiendo la caballería y la artillería.<br />
<br />
El ejército español, capitaneado por el conde de Egmont, disponía de espacio suficiente y de las unidades adecuadas para una batalla como aquella. Con idea de ganar rapidez en los movimientos, prescindió de la artillería, que se colocó en la parte trasera. Los tercios, por su parte, ocuparon el centro y la caballería los flancos, adelantándose sobre la línea de infantería hasta formar una media luna. La posición de ambas fuerzas presagiaba lo peor para los de Termes.<br />
<br />
La caballería ligera española provocó la embestida de la francesa, que se puso a tiro de los arcabuceros, situados en una línea de fuego letal donde los jinetes gabachos fueron cayendo como chinches. Descompuesta la caballería enemiga, la infantería española avanzó tomando el campamento francés y atrincherándose en él. Como no era posible, por culpa del río, hacer retroceder las líneas, los franceses se replegaron hacía la costa buscando espacio para realinearse. Pero allí estaba esperando la armada española con los cañones cargados. Lo que quedaba del ejército de Termes quedó emparedado entre dos fuegos, el naval y el de infantería, sellando una derrota histórica.<br />
<br />
La matanza fue inaudita. De 14.000 hombres sólo consiguieron huir 1.500, el resto había muerto o había sido capturado, como le pasó al propio Termes. En menos de un año se habían evaporado los dos mayores ejércitos franceses, junto con sus mejores generales. Privado de ellos, lo próximo sería ver desfilar a los tercios españoles por el centro de París, así que, rendido ante la evidencia, Enrique II hincó la rodilla y ofreció a Felipe II un tratado de paz con el que, al menos, pudiese salvar los muebles y la cabeza. Los muebles sí los salvó. En la Paz de Cateau-Cambrésis Francia recuperó las plazas perdidas en Picardía a cambio de no volver a meterse en Italia y, sobre todo, de colaborar con España en detener la Reforma luterana.<br />
<br />
Lo que no pudo salvar fue la cabeza. Para celebrar el tratado organizó una justa en la que perdió un ojo de una lanzada. La herida se infectó y le envió a la tumba al cabo de unas semanas. <br />
<br />
El tratado fue, sin embargo, muy fructífero. Dejó dibujado el mapa de Europa durante una centuria y marcó el inicio del siglo español, cien años exactos que van de la Paz de Cateau-Cambrésis a la de los Pirineos, firmada en 1659 por Luis XIV y Felipe IV, nieto perezoso y decadente de Felipe II. <br />
<br />
Durante ese tiempo la monarquía española fue literalmente la dueña del mundo. Y todo gracias a dos batallas especialmente afortunadas, dos pilares sobre los que se levantó un imperio en el que durante siglos el sol se negó a ponerse.</span></div>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-89206682884342936572012-04-12T22:07:00.003+02:002017-01-29T22:21:27.384+01:001812 : ¡ Viva la Pepa! - Primera constitución Española<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhM5cbek65xNzaAPBJvk2vooJpAPtAvqAzv94ALWqxxWqmMgradmS_L8mQaBy437xvBj9bBt7oP8SbxglpqFBlaDANINs672koJLXdv1S7l8rH8-de5g9S0fN2sv3vUJT48uF49xOSoF5E/s1600/goya.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="244" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhM5cbek65xNzaAPBJvk2vooJpAPtAvqAzv94ALWqxxWqmMgradmS_L8mQaBy437xvBj9bBt7oP8SbxglpqFBlaDANINs672koJLXdv1S7l8rH8-de5g9S0fN2sv3vUJT48uF49xOSoF5E/s320/goya.jpg" width="320" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Con las primeras luces del 2 de mayo de 1808, un grupo de madrileños tempraneros revoloteaba intranquilo en torno a las puertas del Palacio Real.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Estaban allí porque se rumoreaba que el infante Francisco de Paula y su hermana, la reina de Etruria, iban a ser trasladados a Francia contra su voluntad. Dos delatoras carrozas apostadas en la Puerta del Príncipe hacían presagiar lo peor. </span><br />
<br />
<a name='more'></a><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Al poco, unos soldados franceses franquearon el portón palaciego acompañando a la infanta. Subió cabizbaja y, al relinche de los caballos, el coche salió en estampida por la calle Bailén, aumentando la algarabía en la plaza.<br />
<br />
Minutos después, otro grupo de palafreneros bajó con cierto sigilo al infante, que, de camino, se asomó al balcón. La Plaza de Oriente aulló al unísono: <i><b>"¡Que nos lo llevan! ¡Muerte a los franceses!"</b></i>. La muchedumbre se precipitó sobre los guardias, inaugurando la jornada más heroica de Madrid, la que, después de dos siglos y medio de padecer la Corte, le hizo merecedora del título de capital de España. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Comenzaba la Guerra de la Independencia.<br />
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Las noticias de la asonada madrileña corrieron por todo el país como la pólvora, encendiendo la mecha de la insurrección. Como el poder central había desaparecido, en pocas semanas se constituyeron juntas provinciales para organizar la resistencia. Aunque parezca mentira, en aquella ocasión todos los españoles se pusieron de acuerdo. No hubo villa, pueblo o aldea que se mostrara impasible. En todas las ciudades se hicieron patrióticas y ardientes proclamas para hacer frente a los invasores. Tras tantos años de concesiones y cobardía, había que poner al pueblo en armas.<br />
<br />
En Murcia, por ejemplo, tan crecidos estaban que ampliaron su alcance, haciendo al planeta entero partícipe de sus intenciones: <i><b>"Sepa el mundo que los murcianos conocen sus deberes y obran según ellos hasta derramar su sangre, por la Religión, por su Soberano y la de sus amados hermanos, todos los españoles"</b></i>.<br />
<br />
Los junteros valencianos no fueron menos arrojados: <b><i>"Cualquiera que sea nuestra suerte, no podrá dejar de admirar la Europa el carácter de una Nación tan leal en el abatimiento que ha soportado por tanto tiempo".</i></b></span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjBINa4DsRK5IHL_gjrXWaYxe1IiU4sKDApn8r_TAWuX7dr_sRZuzXlbjcGAHdZC_KfLTEAycSgHRxN5kqfdHO2lqPr2Byj1m2xdjjMO8ELo8nRfe1zjfl7iy0lmsZpczZ48WFoM7DWWb0/s1600/210px-Napoleon_in_His_Study.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjBINa4DsRK5IHL_gjrXWaYxe1IiU4sKDApn8r_TAWuX7dr_sRZuzXlbjcGAHdZC_KfLTEAycSgHRxN5kqfdHO2lqPr2Byj1m2xdjjMO8ELo8nRfe1zjfl7iy0lmsZpczZ48WFoM7DWWb0/s320/210px-Napoleon_in_His_Study.jpg" width="193" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Los franceses no se esperaban una reacción semejante. Napoleón había errado al pensar que los españoles eran tan ineptos y faltos de carácter como sus monarcas. La batalla de Bailén, en la que el ejército napoleónico de Dupont mordió el polvo, le persuadió de que España no era Prusia, ni Austria, ni Italia, ni ninguno de los muchos reinos sobre los que sus generales habían cabalgado triunfalmente. Esto era otra cosa. Pronto se daría cuenta.<br />
<br />
Combatir al francés en suelo propio, con los reyes secuestrados en Francia y con el ejército regular hecho trizas, llevó a los junteros provinciales a pensar en la unificación. A finales de septiembre se creó la Junta Suprema Central Gubernativa del Reino, con sede en Aranjuez. La defensa era casi la única orden del día. Lo que quedaba del ejército se dividió en cuatro cuerpos, el de Vascongadas, el de Cataluña, el de Castilla y el de Aragón. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Los franceses, sin embargo, no estaban dispuestos a perder España, moribundo pais para el que Napoleón tenía otros planes. Para empezar, sofocar la rebelión y, mientras conseguía esto, entregar la corona a su hermano José.<br />
<br />
Hace un par de siglos la Corona de España no era ninguna broma. A pesar de que el reinado de Carlos IV había dejado la Hacienda y la Marina hechas unos zorros, la monarquía española seguía tutelando un imperio ultramarino que quitaba el hipo: el mayor de su época, repartido por los cinco continentes. Casi toda América, desde Oregón hasta la Tierra de Fuego, las Filipinas en Asia, prácticamente todas las islas, islotes, atolones y arrecifes del océano Pacífico y un pellizco de África, con Guinea a su cabeza. Un siglo después, Inglaterra igualaría a duras penas tal extensión territorial, aunque, eso sí, con ferrocarriles, barcos de vapor y el doctor Livingstone.<br />
<br />
Napoleón sabía lo que se jugaba. Austria y Prusia le habían dado el dominio de Europa; España y Rusia le darían el del mundo. Inglaterra no resistiría por mucho tiempo. Se tragó lo que había dicho años antes, que para conquistar España no le harían falta "más allá de 12.000 soldados", y puso toda la carne en el asador. Se trasladó en persona a dirigir las operaciones, sin olvidar traer consigo 300.000 soldados y la plana mayor del Imperio: Soult, Victor, Ney y Lefèbvre, mariscales laureados en Austerlitz o en Jena que aprendieron aquí un nuevo e inquietante vocablo:"<b><i>guerrilla"</i></b>.<br />
<br />
Los refuerzos llegados de Francia se derramaron violentamente por todo el país, devastando todo lo que encontraban a su paso. Una a una fueron cayendo las ciudades que, semanas antes, se habían declarado en rebeldía. Algunas resistieron heroicamente. En Gerona, Álvarez de Castro, encomendado a Sant Narcís, aguantó durante meses, hasta el último hombre. Por lo que hace a Zaragoza, sufrió dos sitios. En el primero, una mujer, una catalana de Reus que se llamaba Agustina, saltó sobre los cadáveres que se apilaban junto a una brecha de la muralla y disparó un certero cañonazo sobre los franceses que corrían al asalto. No dejó ni uno vivo. La hazaña pasaría a la historia, y su protagonista sería conocida como Agustina de Aragón.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6PsxguV7iI9WoQxhufpxKTSDvTWpiRzDoF_pLyar33e_R4tWtemFLkgo1bLMk5JlzEvKB6ZDWTgD00-jwuXxZVUVzbRG5Nb59BNpZYeYCO9gPwvHMHdCbUJxtLCxBGUWaTFdaZQ0583U/s1600/virgen+del+pilar.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6PsxguV7iI9WoQxhufpxKTSDvTWpiRzDoF_pLyar33e_R4tWtemFLkgo1bLMk5JlzEvKB6ZDWTgD00-jwuXxZVUVzbRG5Nb59BNpZYeYCO9gPwvHMHdCbUJxtLCxBGUWaTFdaZQ0583U/s1600/virgen+del+pilar.jpg" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">La Virgen del Pilar, patrona de España.Los zaragozanos lo recordarían con una jota:<br />
<br />
La Virgen del Pilar dice que no quiere ser francesa / que quiere ser capitana de la tropa aragonesa.<br />
<br />
El avance francés obligó a la Junta Central a trasladarse a Toledo, y de ahí a Talavera, a Badajoz y, finalmente, a Sevilla. Los reveses militares eran continuos, y el golfo de Napoleón, que deseaba dejar su sello personal en la memoria de los españoles, no ahorraba tropelías y matanzas.<br />
<br />
Los franceses se ensañaron . Con la complicidad de sus generales, saqueaban iglesias y palacios, profanaban tumbas, asesinaban a placer, incendiaban aldeas después de haber pasado a cuchillo a sus habitantes. Un muestrario de atrocidades que Goya retrató con magistral desgarro en su serie de grabados Los desastres de la guerra. Con razón se les llamo "gabachos"; se lo ganaron a pulso.<br />
<br />
La Junta había perdido ya toda su utilidad, pues quedaba poco por defender, apenas Andalucía y parte de Levante, que se batía con bravura pero sin esperanzas frente a un enemigo implacable. España había sido vencida, o casi. </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh8KsSf6G2kOTyv_xvphq3URcPSrtA5aUSoNvjMmcX8l3M4CMMDNPiieJtkBT1MANyE_pjpcDdl3FITJPUiXaYYOu5Qfs3xN2vbToaoQLRbJuVnuJX5C8R2HnBxGDZ9smiTR-gEVUW2XJY/s1600/200px-Jovellanos.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh8KsSf6G2kOTyv_xvphq3URcPSrtA5aUSoNvjMmcX8l3M4CMMDNPiieJtkBT1MANyE_pjpcDdl3FITJPUiXaYYOu5Qfs3xN2vbToaoQLRbJuVnuJX5C8R2HnBxGDZ9smiTR-gEVUW2XJY/s1600/200px-Jovellanos.jpg" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Gaspar Melchor de Jovellanos, uno de los españoles más inteligentes y honestos de todos los tiempos, propuso a la Junta que convocase Cortes. Había que empezar de cero, inventarse de nuevo España, pero hacerlo sobre una nueva base: la Nación, es decir, los españoles, sus legítimos propietarios.<br />
<br />
La cosa, sin embargo, no era tan fácil como parece. La España de 1810 era un reino absoluto, pasado ligeramente por el tamiz de la Ilustración, cuya soberanía, de origen divino, recaía sobre la figura del monarca, a quien no se podía ni toser. De ahí había que pasar a una monarquía parlamentaria, con elecciones, reconocimiento de derechos, libertades civiles y demás golosinas que hoy en día se nos antojan la mar de naturales. La Junta no podía convocar Cortes porque no era la institución indicada para ello. Las leyes viejas decían que las Cortes las convocaba el rey o, en su defecto, el regente. Había, pues, que nombrar una regencia que cumplimentase el trámite.<br />
<br />
Así se hizo. Huyendo, una vez más, de las tropas francesas que habían ocupado Sevilla, la Junta se trasladó a la Isla de León, que es como se conocía entonces San Fernando. A resguardo de los cañones franceses, la Junta se disolvió tras nombrar una regencia compuesta por cinco miembros, cuatro peninsulares y uno americano.<br />
<br />
Las Cortes se convocaron formalmente el 18 de junio de 1810. Se enviaron emisarios a toda España y a america, para que avisaran a los que, tras una acalorada discusión, se había elegido como representantes. Eran 300 los diputados, y debían trasladarse de inmediato a Cádiz.<br />
<br />
El 24 de septiembre se constituyeron las Cortes Generales. Habían conseguido llegar hasta la Isla de León 296 españoles de los dos hemisferios. Había 90 eclesiásticos, 56 juristas, 30 militares, 14 aristócratas, 15 catedráticos, 49 funcionarios, 8 comerciantes y 20 que no consignaron profesión alguna, quizá porque no la tenían o quizá porque no les vino en gana confesarla.<br />
<br />
A las nueve y media caminaron todos hasta el ayuntamiento, oyeron misa y juraron todo lo que el ministro de Gracia y Justicia les puso delante. Acto seguido se leyó el primer decreto de las Cortes:<br />
<br />
"Los diputados que componen este Congreso, y que representan a la Nación española, se declaran legítimamente constituidos en Cortes generales y extraordinarias, y que reside en ellas la Soberanía Nacional".<br />
<br />
La Nación española, tal y como hoy la conocemos, acababa de nacer.<br />
<br />
Tanto en la Junta como en el Consejo de Regencia las sensibilidades políticas eran muchas. Los había absolutistas a machamartillo, reformistas ilustrados, liberales suaves y radicales, revolucionarios a la francesa y algún que otro exaltado. Las improvisaciones y las prisas, que son congénitas en el alma española, habían facilitado a los liberales el trabajo. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">A pesar de todo, las Cortes no fueron revolucionarias. Se respetó la legalidad en todo momento. Fue, como en la Transición de siglo y pico después, un arreglo entre los que estaban en el machito y los que querían subirse a él. Como los segundos lo tenían bastante más claro, se salieron con la suya.<br />
<br />
Para las sesiones ordinarias el ayuntamiento de la Isla quedaba algo pequeño, por lo que se habilitó un teatro de comedias. Allí comenzaría a gestarse la Constitución, porque para entonces ya estaba claro para casi todos que eso no tenía vuelta atrás. Una nueva etapa de la historia daba comienzo. Unos pocos privilegiados, Jovellanos, Saavedra, Calvo Rozas, Quintana, Argüelles, Ranz Romanillos... fueron los encargados de escribir sus primeras líneas.<br />
<br />
En febrero de 1811 las sesiones se trasladaron a Cádiz, al Oratorio de San Felipe Neri, un sitio perfecto para reunirse: ovalado y sin columnas; así podían todos verse las caras. La Tacita era la única ciudad libre de toda España. El mariscal Víctor la sitió, sin éxito, durante dos años. Ni por las buenas ni por las malas. Cádiz no se rindió. Para defenderla se formó un batallón de voluntarios que, a punta de bayoneta, no dio cuartel a los franceses.<br />
<br />
Entretanto, en la ciudad se seguía legislando. Se decretó la libertad de imprenta, se suspendió la concesión de prebendas eclesiásticas, se abolió la Inquisición. Definitivamente, España estaba dejando de parecerse a España. Se hablaba, por primera vez, de libertad e igualdad, aunque ésta "no consiste en que todos tengamos iguales goces y distinciones, sino en que todos podamos aspirar a ellos". Efectivamente, eran liberales.<br />
<br />
Todo el país se encontraba en guerra, los ingleses de Wellington habían irrumpido en la contienda desde Portugal y la victoria, aunque lejana, era posible. Los excesos de la tropa gabacha, vengativa y malencarada, seguían desgarrando la Piel de Toro. En marzo de 1811 Manresa fue salvajemente quemada, con sus habitantes dentro; no se salvaron ni los niños. Valencia, Sagunto y Tortosa cayeron tras varios meses de cerco y toneladas de bombas. Montellano, un pueblo no muy lejos de Sevilla, fue completamente arrasado a cañonazos. Sólo quedó en pie el campanario de la iglesia, donde se refugió el alcalde y los pocos hombres que quedaban con vida para resistir hasta el final.<br />
<br />
Los diputados de Cádiz estaban al corriente de los avances de la guerra, unas veces por los periódicos y otras por los ciegos que recitaban en romance las victorias de españoles y británicos. Se cuenta que Nicasio Gallego, poeta y diputado por Zamora, preguntó a uno de estos ciegos si los franceses nunca ganaban. El ciego, sosteniéndose sobre la garrota, le espetó: "<b><i>Sí señor, pero esas noticias las dan los ciegos de Francia</i></b>".<br />
<br />
Lo cierto es que, para 1812, los ciegos de Francia ya anunciaban pocas victorias. La Grande Armée, enviada a someter Rusia, sucumbió ante el General Invierno, y los prusianos de Federico Guillermo III le dieron el remate. Napoleón ya no levantaría cabeza. En octubre de 1813, una gran coalición formada por Inglaterra, Prusia, España, Austria, Portugal, Rusia, Suecia y algunos principados alemanes machacó al ejército francés en Leipzig, en la célebre "batalla de las naciones".<br />
<br />
Entre tanto, en Cádiz los diputados daban los últimos retoques a la Constitución. Fue aprobada por votación el 11 de marzo y firmada el 18; y se anunció su promulgación para el día siguiente, que amaneció nublado y con amenaza de temporal, que terminaría por abatirse sobre la Tacita a media mañana, justo cuando las Cortes y el Consejo de Regencia escuchaban misa. En otros tiempos no muy lejanos eso hubiera sido considerado indicio de mal agüero, pero no en la España liberal, que ese mismo día veía la luz. A las cuatro de la tarde se promulgó la Constitución.<br />
</span></div><blockquote class="tr_bq"><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><b>Artículo I</b>. La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><b>Artículo II</b>. La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona.</span><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><b>Artículo III</b>. La Soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales.</span><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><b>Artículo IV</b>. La Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen.</span></div></blockquote><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicrZNemx2CknajNAxsa5Gt5y786iVYEkFtenRDney2SOlOzRjxhRD3nV0Ohi-UwqqFHFc7rxs2A0Fvp2Oa_6u4n6lnhweK0eG4lsK_pzKT2gJs9XDmNbWKHMGEEu2sJJfLQDvwYS5rnig/s1600/380px-Cortes_de_cadiz.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="173" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicrZNemx2CknajNAxsa5Gt5y786iVYEkFtenRDney2SOlOzRjxhRD3nV0Ohi-UwqqFHFc7rxs2A0Fvp2Oa_6u4n6lnhweK0eG4lsK_pzKT2gJs9XDmNbWKHMGEEu2sJJfLQDvwYS5rnig/s320/380px-Cortes_de_cadiz.jpg" width="320" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Como se promulgó el día de San José, fue motejada inmediatamente como la Pepa. El grito de "¡Viva la Pepa!" pronto se hizo sentir por las callejas de Cádiz, ante la sorpresa y el desconcierto de los embajadores extranjeros, que no alcanzaban a comprender cómo el revoltoso populacho gaditano había puesto a la Constitución un nombre de tonadillera. Somos así, qué le vamos a hacer.<br />
<br />
Con la Constitución nació otro de los grandes vicios patrios, la Lotería Nacional, que celebró su primer sorteo el 4 de marzo. El primer "gordo" de la historia se lo llevó un tal Bernardo Nueve-Iglesias: 8.000 pesos fuertes, un piquito que le vino de perlas en aquellos días de mudanza.<br />
<br />
Cinco meses más tarde se recuperó Madrid. Juan Martín el Empecinado, un guerrillero de trabuco y pobladas patillas, desfiló hasta la Plaza Mayor, donde se juró solemnemente la Pepa. A la guerra le quedaba un año y pico, hasta que, en la batalla de San Marcial, junto a Irún, el mariscal Soult se llevó el último y definitivo palo.<br />
<br />
Los gabachos cruzaron el Bidasoa como alma que lleva el diablo. España les había salido carísima. Toda Europa se hizo eco de la epopeya española. La Constitución de Cádiz ganó celebridad y fue traducida a varios idiomas.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgFvoHZwhuvFXgMAckQd2aqipe9iWdBOiBZRCUgRPWEsNAzbu2xhPVgAPKirAE6Z2ryDMIeKQCSRM3yV2PECSBtfO5W_mviEtQayqOT5J1co5XkbDRKOR8THMacfTAJalaqow0RWaPB3xA/s1600/250px-Ferdinand_VII_of_Spain_%25281814%2529_by_Goya.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgFvoHZwhuvFXgMAckQd2aqipe9iWdBOiBZRCUgRPWEsNAzbu2xhPVgAPKirAE6Z2ryDMIeKQCSRM3yV2PECSBtfO5W_mviEtQayqOT5J1co5XkbDRKOR8THMacfTAJalaqow0RWaPB3xA/s320/250px-Ferdinand_VII_of_Spain_%25281814%2529_by_Goya.jpg" width="217" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">No serviría de mucho. En mayo de 1814 Fernando VII, un vividor sinvergüenza que había pasado la guerra jugando al billar en Francia bajo la protección de Napoleón, desembarcó en Valencia y declaró nula la Constitución. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Su entrada en Madrid fue triunfal. Un grupo de mujeres desenganchó los caballos de la carroza real para conducir ellas mismas al Deseado hasta el Palacio de Oriente. <i><b>"¡Vivan las caenas!"</b></i>, gritaba enfervorecido el pueblo. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">No tenemos arreglo. </span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-57462304029076126892012-01-26T22:10:00.000+01:002017-01-29T22:25:35.795+01:001634 : Batalla de Nördlingen y el Tercio de Idiáquez<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjUmuDZU7Rv5CIxzm7JehuQxzwcENaUcxjBUo6pwgI2WVDIaYjyDlK9pQ2O2h_3jkHqZImQGB0fphOmdWdyoM6bgHegvJ3_C7PbadEtzoch1EDJ8zMtQnLsMSzT9Qg0drfkB2DEfRDZM6w/s1600/NOERDLINGEN.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="280" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjUmuDZU7Rv5CIxzm7JehuQxzwcENaUcxjBUo6pwgI2WVDIaYjyDlK9pQ2O2h_3jkHqZImQGB0fphOmdWdyoM6bgHegvJ3_C7PbadEtzoch1EDJ8zMtQnLsMSzT9Qg0drfkB2DEfRDZM6w/s320/NOERDLINGEN.jpg" width="320" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">El 23 de mayo de 1618, a primera hora de la mañana, cuatro hombres salieron despedidos por una de las ventanas del Castillo de Praga. No eran unos vulgares intrusos, sino los emisarios del emperador en Bohemia, tres aristócratas de alcurnia y un escriba que los acompañaba para tomar nota de cuanto ocurriese. Lo que el escriba no podía imaginar es que aquella importante reunión iba a terminar así, con él y sus compañeros sobre un montón de estiércol, para mofa y befa de los parroquianos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><br />
La noticia de la infamante expulsión no tardó en llegar a Viena, donde paraba el afrentado emperador Fernando II de Habsburgo, católico a machamartillo y persuadido de que sobre él recaía la misión histórica de detener el avance del protestantismo. <br />
<br />
Este Fernando era, además, primo y aliado preferente del rey de España, Felipe III, quien, a diferencia de su padre y tocayo, era hedonista, pacífico y poco amigo de meterse en líos. Felipe reinaba sobre el mayor imperio que jamás había conocido el mundo. Desde la unión con Portugal, en sus dominios nunca anochecía. Los siete mares y continentes enteros como América eran de su entera propiedad; en otros, su poder era tan incontestable que nadie se atrevía a desafiarle.<br />
<br />
Los años de Felipe III fueron los de la llamada Pax Hispanica, apenas dos décadas en las que apenas hubo guerras en Europa porque el poder de España era tan apabullante que su sola mención disuadía a los revoltosos. <br />
<br />
La Pax Hispanica acabó bruscamente aquel día de mayo de 1618. El emperador la emprendió contra los protestantes en Bohemia y, poco a poco, fueron encendiéndose una a una todas las mechas de la discordia. <br />
<br />
La Guerra de los Treinta Años acababa de empezar.<br />
<br />
Los católicos se las veían muy felices sabiendo que su padrino español no tardaría en socorrerles tanto en el aspecto financiero –el imperio de Fernando II estaba en la ruina– como en el militar, gracias a la cantidad y calidad de tropas que España tenía desperdigadas por media Europa. <br />
Los protestantes encontraron protección en Suecia, un reino reformado, que, desde el lejano norte, aspiraba a construirse un pequeño imperio a costa de los luteranos alemanes.<br />
<br />
La ofensiva sueca, acaudillada en persona por su rey, Gustavo II Adolfo, fue rápida y vigorosa. En pocos años se adueñaron de todo el norte de Alemania, aseguraron la línea del Oder manteniendo a raya a polacos y lituanos y descendieron por el valle del Elba hasta la misma Baviera, corazón de la Alemania católica.<br />
<br />
Al rey de España –ya Felipe IV porque el tercero había pasado a mejor vida–, que los suecos enredasen por el Báltico le era indiferente. Otra cosa es que se plantasen en el mismo lago Constanza, donde operaba una escuadrilla española, a un paso de los puertos alpinos y del llamado Camino Español, una ruta que iba de Holanda al Milanesado y por la que el rey trasegaba tropas, dineros y mercancías.<br />
<br />
En 1632 los suecos ocuparon Múnich mientras las tropas imperiales cedían en todos los frentes. Había que actuar urgentemente antes de que el Imperio se derrumbase. </span></div><div style="text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgM_UjCHwgDLaQv-EOFsJvrWpWckjEebFWI9gbhbSpcsOKF0gtDHJBgYW_ffYLQCPoi17h5-0rsFs_bjLsnZ2lVp0PkXCNSK862N-rlIjqrCRVhnh55kLY4U_1i0c3ONJ8zaJlcZkYZcy4/s1600/200px-El_cardenal-infante_Fernando_de_Austria%252C_en_la_batalla_de_N%25C3%25B6rdlingen_%2528Rubens%2529.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgM_UjCHwgDLaQv-EOFsJvrWpWckjEebFWI9gbhbSpcsOKF0gtDHJBgYW_ffYLQCPoi17h5-0rsFs_bjLsnZ2lVp0PkXCNSK862N-rlIjqrCRVhnh55kLY4U_1i0c3ONJ8zaJlcZkYZcy4/s320/200px-El_cardenal-infante_Fernando_de_Austria%252C_en_la_batalla_de_N%25C3%25B6rdlingen_%2528Rubens%2529.jpg" width="244" /></a><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Felipe IV encargó a su hermano, el cardenal-infante Fernando de Austria, que armase un ejército en Milán formado por tercios viejos, soldados españoles con experiencia, para que cruzase los Alpes y fuese liberando las plazas fuertes tomadas por los rebeldes. La columna iría recogiendo todos los regimientos españoles que se encontrase por el camino. El final de la expedición sería Holanda, donde los incordiosos protestantes locales habían vuelto a sublevarse.<br />
<br />
A finales del verano de 1634, tras franquear los Alpes y el valle del Danubio, el ejército imperial, compuesto ya por 20.000 infantes, 10.000 jinetes y más de 30 cañones, se topó con la ciudad imperial de Nördlingen, en el norte de Baviera. <br />
<br />
Dentro se había hecho fuerte un grupo de unos 5.000 luteranos que esperaba la llegada del ejército sueco. El cardenal-infante se vio ante la disyuntiva de sortear la ciudad y seguir hacia el norte o arrebatársela a los sediciosos y prepararse para la embestida del combinado sueco-sajón, capitaneado por el mariscal Gustav Horn y Bernardo de Sajonia. <br />
<br />
No es necesario precisar que, españolía obliga, se decidió por lo segundo, aunque no pudo completar la primera parte de la operación. Cuando se disponía a sitiar Nördlingen, le informaron de que los suecos ya estaban allí. A toda prisa, Fernando abandonó la ciudad y buscó un emplazamiento adecuado para una batalla de auténtico exterminio. <br />
<br />
Suecos y españoles, dos pueblos a los que la geografía había colocado en extremos opuestos de Europa, se iban a desollar en un olvidado rincón de la Alemania central por un asuntillo menor de religión y uno mayor de hegemonía.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEioWppIQx1R3P9GenmWdVymsO7isAn_IcNnrGxcl4q0TwlLlCJ95JS6CaBG3jl4eGqrDeN2iBkJ8RrMhIuVUheMeno5S3aJxzW728ghHAhBvG1b9rUvOP_sUxRqIP8x8QL6tuwAab53Dx0/s1600/250px-GustafHorn.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEioWppIQx1R3P9GenmWdVymsO7isAn_IcNnrGxcl4q0TwlLlCJ95JS6CaBG3jl4eGqrDeN2iBkJ8RrMhIuVUheMeno5S3aJxzW728ghHAhBvG1b9rUvOP_sUxRqIP8x8QL6tuwAab53Dx0/s320/250px-GustafHorn.jpg" width="250" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Como buen sueco, Horn despreciaba a los españoles, a los que calificaba de "desarrapados soldados" de un imperio en decadencia. Lo suyo es que hubiese entrado en Nördlingen con sus tropas de refresco y, al abrigo de sus murallas, plantara cara al español. Pero no: cegado por las fáciles victorias que había cosechado frente a los ejércitos del emperador, fue directo al encuentro con los españoles. <br />
<br />
Además de prejuicioso y precipitado, Horn no calculó bien cuántos enemigos tenía delante. Mal informado por sus espías, creyó que la hueste imperial no pasaba de 5.000 desmotivados, fatigados y, naturalmente, desarrapados españoles.<br />
<br />
Por su parte, el hermano del rey supo ver el alcance de la batalla y dispuso sus tropas a las afueras de la ciudad, repartidas por varias colinas, con las unidades de apoyo, bávaros y croatas, en su retaguardia. En el cerro principal, la colina de Albuch, situó tres bastiones; la llenó de infantes españoles, que, como es bien sabido, no se rendian jamás. Todo pasaba por aquella estratégica colina. <br />
<br />
La noche previa al combate, mientras planeaban la estrategia en la tienda, uno de los generales españoles, el marqués de Grana, se dirigió al resto del Estado Mayor con estas palabras:<br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><blockquote class="tr_bq"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Señores, en esta batalla nos van muchos reinos y provincias, y así, con licencia de Su Majestad y de Su Alteza Real, diré lo que siento: el peso de la batalla ha de ser en lo alto de aquella colina y de los tercios que están en ella; será necesario enviar allí un tercio de españoles e irle socorriendo con más gente según vaya siendo preciso.</span></blockquote></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><br />
Fue tal cual había previsto Grana. Los suecos salieron como de toriles a pasar por encima de los imperiales, que se habían colocado a la defensiva. Los españoles ocupaban el Albuch, mientras que sus aliados bávaros se quedaron en el llano asistidos por el tercio del marqués de Leganés, que se había encaramado en la colina de Schönefeld. Las tropas del llano eran el cebo. Dejarían que los rebeldes se desfondasen con ellos para, cuando estuviese la fruta madura, bajasen los españoles de los cerros a recogerla.<br />
<br />
Horn, soberbio pero no tonto, advirtió la trampa y atacó la colina principal. <br />
<br />
Allí esperaba el guipuzcoano Martín de Idiáquez con sus hombres. Fue entonces cuando el prepotente nórdico pudo comprobar lo decadentes que podían llegar a ser los españoles que tanto menospreciaba. Hasta quince cargas envió colina arriba con lo mejor de su ejército, que había, literalmente, sitiado la colina. Mermado de apoyos, a Idiáquez no le quedaba otra que improvisar sobre la marcha, un arte este que a los españoles siempre se nos ha dado muy bien. Se dirigió a los suyos y les dijo con vehemencia:<br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><blockquote class="tr_bq"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Señores, parece que estos demonios sin Dios nos quieren dar la puntilla, y contra nosotros viene lo mejor que pueden poner en el campo, será cuestión de echarle redaños y aguantar firme. Cuando esos demonios amarillos se dejen ver, no quiero que ninguno desfallezca, aguantad firmes ante ellos y esperad a oír la detonación de sus mosquetes, en ese momento todo el mundo a tierra.</span></blockquote></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><br />
Cada vez que disparaban los suecos, los españoles se echaban ordenadamente sobre la maleza, burlando así las balas, para desesperación de los atacantes. En la última carga Idiáquez se tenía guardado otro as en la manga. Según los suecos terminasen de disparar, los españoles se levantarían, harían fuego con sus arcabuces y se lanzarían sobre el enemigo cuchillo en mano al consabido grito de "¡Santiago!". Mano de santo. Los de Horn, impresionados por el alarde compostelano del tercio de Idiáquez, se replegaron primero y luego echaron a correr cuesta abajo.<br />
<br />
El ejército rebelde se descompuso también en el llano. Bernardo de Sajonia intentó contraatacar, pero fue en vano. El cardenal-infante sobrepasó la línea de frente a solas en su caballo y, agitando su sombrero, animó a las tropas a cargar sobre el enemigo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><br />
Los suecos y sus aliados rompieron la formación hostigados por los tercios, que los iban dando caza como a ratones. Horn fue apresado, y con él 6.000 soldados y toda la artillería. Casi la mitad del ejército luterano había muerto, el restó huyó desorganizadamente en dirección a Heilbronn.<br />
<br />
Algo parecido a lo que tuvieron que hacer los suecos en toda Alemania. Regresaron a las costas del Báltico a lamerse las heridas y nunca más volvieron a enfrentarse en el campo de batalla con los españoles, esos señores de la guerra que llevaban más de cien años encadenando victorias. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Tres años más tarde, en 1637, el cronista Diego de Aedo, en su obra “Viaje, sucesos y guerras del Cardenal-Infante Fernando de Austria”, comentó sobre la batalla y el Tercio de Idiáquez: </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><blockquote class="tr_bq"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">“… seis horas enteras sin perder pie, acometidos dieciséis veces, con furia y tesón no creíble; tanto que decían los alemanes que los españoles peleaban como diablos y no como hombres, estando firmes como si fueran paredes.”</span></blockquote></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><br />
Otra época, otra manera distinta de vivir y sobrevivir, pero sin duda, somos herederos de aquellos hombres que, de guerra en guerra y en enfrentamientos trágicos, conformaron las sociedades occidentales en las que actualmente vivimos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><br />
Los Tercios eran invencibles... o al menos eso es lo que se creía entonces. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><iframe allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="http://www.youtube.com/embed/tgQDZKP-pmE" width="420"></iframe><br />
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<span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif; font-size: xx-small;">Autor : f Diaz villanueva</span>Unknownnoreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-3913748180562302632012-01-04T23:00:00.001+01:002017-01-29T22:20:37.323+01:001388 : La dignidad de Príncipe de Asturias<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEiOcfTqt59jey76JtOKunfld4cGZpXPJaBSI-rdk-wCsbSyXlnBWHaSckadS0aMI7usvuMyFOKE92meSoN2GIy3nwXUF5xVahOTAZ6xQjvERTQQKqWcI9SRHjK70_QwpWeLjyihrunz4/s1600/220px-Escudo_del_Pr%25C3%25ADncipe_de_Asturias.svg.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEiOcfTqt59jey76JtOKunfld4cGZpXPJaBSI-rdk-wCsbSyXlnBWHaSckadS0aMI7usvuMyFOKE92meSoN2GIy3nwXUF5xVahOTAZ6xQjvERTQQKqWcI9SRHjK70_QwpWeLjyihrunz4/s400/220px-Escudo_del_Pr%25C3%25ADncipe_de_Asturias.svg.png" width="257" /></a></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Según el artículo 57 de la Constitución, el Heredero de la Corona, desde su nacimiento, o desde que se produzca el hecho que origine su llamamiento, ostentará las dignidades de Príncipe de Asturias, como heredero de la Monarquía de Castilla, de Gerona, por la Corona aragonesa, y de Viana, por la navarra. También ostenta los títulos de Duque de Montblanc, Conde de Cervera y Señor de Balaguer, llegando algunos a firmar que también podría usar un principado de Jaén que discuten eternamente los especialistas. <br />
<br />
Para que el Heredero de la Corona de España use las citadas dignidades no son necesarios explícitos reconocimientos por la Casa Real, el Gobierno o las Cortes, pues esta titulación arranca, de la propia Carta Magna.<br />
<br />
La dignidad de Príncipe de Asturias fue creada en 1388, a imitación del principado de Gales, propio del sucesor del trono inglés, cuando contrajeron matrimonio el futuro Rey Enrique III de Castilla, heredero de los usurpadores Trastámara, y Catalina de Lancaster, nieta del Rey Pedro I. Esta alianza matrimonial era un símbolo de reconciliación nacional en el reino castellano, pues la heredera del Rey destronado y asesinado por la rama bastarda en 1369 habría de dar continuidad al linaje Real, que quedaba legitimado en la persona de su hijo, Juan II, Rey desde 1406, quien ya sería heredero de las dos ramas dinásticas hasta entonces en litigio.<br />
<br />
Aunque el título se siguió usando en los reinados posteriores, al llegar el momento histórico de los Reyes Católicos parece caer en desuso por imponerse para el heredero de estos soberanos la denominación de Príncipe de las Españas, línea en la que se mantendrá el emperador Carlos con respecto a su hijo, el futuro Felipe II, y éste al tratar a su nefasto retoño, Don Carlos. <br />
<br />
Como resulta lógico, no siempre fue así. Durante el Antiguo Régimen, la persona llamada a la Sucesión de la Corona, para usar esta denominación, debía ser proclamada oficialmente Príncipe de Asturias por el monarca reinante, mediante su jura por las Cortes. <br />
<br />
Esta ceremonia de Jura del Príncipe en solemne sesión de las Cortes simbolizaba el compromiso de sus futuros súbditos de respetar sus derechos sucesorios cuando se produjese la circunstancia determinante de su subida al Trono, y de guardarle lealtad cuando ciñese la Corona. Alguna Infanta, como Doña María Teresa, hija de Felipe IV, presunta heredera durante años, no fue jamás Princesa de Asturias, por no ser jurada como tal, pese a las peticiones que se hicieron a su padre. <br />
<br />
El numerarla como Princesa de Asturias es un error del Padre Risco, quien escribió cien años después de los hechos narrados, cronista copiado por los autores que han tratado esta materia con posterioridad.<br />
<br />
De los hijos de Felipe IV sí fue jurado Príncipe Heredero Don Baltasar Carlos, esa gran esperanza tan trágicamente frustrada para la Monarquía Hispánica. Tras su fallecimiento pidieron insistentemente los procuradores en Cortes que se oficializase el papel de Heredera que correspondía en ese momento a su hermana María Teresa, pero el Rey Felipe IV tenía poderosísimas razones para negarse a satisfacer esta petición: de una parte, la Reina Mariana, su segunda mujer, aún podía darle descendencia varonil, como de hecho ocurrió en varias ocasiones, naciendo de este matrimonio los Príncipes Felipe Próspero, también muerto prematuramente, y el que habría de ser Carlos II, el último monarca español del linaje de los Habsburgo. <br />
<br />
Por otra parte, en esas fechas se estaba negociando la celebración del matrimonio de la Infanta Doña María Teresa con el Rey francés Luis XIV, como culminación de la Paz que en esos momentos trataban de alcanzar los diplomáticos españoles y galos, nupcias que se celebraron finalmente en 1660 y de las que años después, en 1700, los derechos de la corona española recayesen en el Duque de Anjou, que vendría a sentarse en el trono como Felipe V, precisamente por ser nieto de esta María Teresa y, por tanto, bisnieto de Felipe IV.<br />
<br />
Durante el reinado de Felipe V fue uno de los momentos más esperados el del nacimiento de su hijo, el que ceñiría la corona efímeramente durante medio año reinando bajo el dictado de Luis I. Era el primer Príncipe de Asturias que veía la luz en la Monarquía hispanica desde el alumbramiento del desdichado Carlos II, y ello aumentó enormemente la popularidad de Felipe el Animoso y su esposa, doña María Luisa Gabriela de Saboya.<br />
<br />
Muerto Luis I en 1724, sin haber logrado descendencia con Luisa Isabel de Orleans, volvió a ceñir la corona su padre Felipe V, pasando a ocupar la posición de Príncipe de Asturias , el futuro Fernando VI. Este monarca no tuvo prole de su matrimonio con doña Bárbara de Braganza, por lo que se abre otro largo periodo en el que queda vacante el Principado asturiano, hasta que, proclamado nuevo Rey Carlos III, se apresura a hacer jurar a su tercer hijo varón y heredero de las Españas, el Príncipe Don Carlos. Recordemos que el mayor, Don Felipe, era retrasado mental, así declarado oficialmente y apartado de la sucesión regia, mientras que el segundo, don Fernando, se convirtió en monarca de Nápoles cuando Carlos III renunció a aquellos dominios para hacerse cargo de la realeza española.<br />
<br />
Carlos IV y María Luisa de Parma, su cónyuge, fueron objeto de toda clase de intrigas de los cortesanos que trataban de ganar su favor mientras ostentaron la condicón de herederos, en esa apuesta de futuro que suelen hacer los conspiradores que se inclinan de manera descarada por la «opción de futuro» cuando se adivina próximo un cambio de titularidad en la cúspide del poder.<br />
<br />
Cuando finalmente ocuparon el trono, las intrigas no tardaron en reproducirse, esta vez lisonjeando al nuevo Príncipe de Asturias, Fernando, casado en 1802 con la Princesa María Antonia de Nápoles. En esta ocasión, los jóvenes Príncipes sí que gustaban de las intrigas cortesanas y de los juegos, nunca afortunados, en los que las potencias extranjeras los usaban de peones inconscientes.<br />
<br />
Pocos años después, el Príncipe se convertía en Fernado VII, tras una turbia traición contra su padre y Rey que la Historia conoce como el Motín de Aranjuez, uno de los casos más vergonzosos de manipulación de los complots palatinos disfrazado de sentimientos populares. <br />
<br />
Los acontecimientos subsiguientes son conocidos: farsa de Bayona, devolución de la corona por Fernando a su padre, abdicación de éste en Napoleón y asentamiento por éste en el trono de san Fernando de su hermano José, el famoso Pepe Botella, culminando tan grotesco episodio en la tragedia de la Guerra de la Independencia que costó miles de vidas, la ruina económica y la pérdida de cuantiosos tesoros de arte, por no hablar más que de los daños más llamativos.<br />
<br />
Restaurado en el trono al finalizar la contienda, y sin descendencia masculina, Fernando VII ordenó celebrar la Jura de su heredera, doña Isabel, el 20 de junio de 1833; esta fue la última Jura según el ceremonial histórico. Pretendía asegurar los derechos de la futura Isabel II, pero no evitó la Guerra Carlista al fallecer el Rey.<br />
<br />
Con el afianzamiento de la Monarquía constitucional desaparecen estas ceremonias de Jura de los Príncipes por las Cortes y sólo se da el reconocimiento protocolario del Heredero por los representantes de Asturias, mediante la imposición de una insignia, emblema de su dignidad –una joya elaborada a mediados del siglo XIX, de esmaltes y pedrería, en la que aparece la Cruz de la Victoria– y la entrega de un tributo simbólico llamado mantillas. <br />
<br />
Este acto tenía lugar en el Palacio Real de Madrid y no significaba más que ratificar la asunción por el Heredero de la dignidad de Príncipe de Asturias, sin repercusión constitucional. <br />
<br />
La Princesa Isabel, conocida como La Chata, el futuro Alfonso XII, el primogénito de Amadeo I, Doña María de las Mercedes (primogénita de Alfonso XII) y Don Alfonso de Borbón y Battenberg fueron protagonistas de estas sencillas solemnidades y todos ellos ostentaron la misma insignia acreditativa de su condición.<br />
<br />
Las circunstancias que rodearon la declaración de la Infanta Doña Isabel como Princesa de Asturias en 1875, al producirse la Restauración borbónica en la persona de su hermano Alfonso XII, nos dicen mucho de la personalidad de aquel estadista algo cínico que era don Antonio Cánovas del Castillo, pues es sabido que forzó todas las leyes dinásticas para evitar que al Rey Alfonso pudiese sucederle, llegado el caso, su propia madre, la Reina Isabel II, la cual debería haber sido llamada la trono de haber muerto el rey sin hijos, como Felipe V, según hemos visto, volvió a ceñir su corona a poco de abdicar en Luis I. <br />
<br />
Años después, cuando se discutía la conveniencia de designar Princesa de Asturias a la primogénita de Alfonso XII y María Cristina de Austria, el mismo Cánovas argumentó completamente lo contrario para evitar al erario la dotación económica de una Princesa de Asturias, mucho más cuantiosa que la de una Infanta. Pocos meses después, Sagasta, para congraciarse con los monarcas, promovió la proclamación de la Infanta María de las Mercedes como Princesa de Asturias, con su asignación correspondiente, ganándose la simpatía perpetua de la Reina María Cristina.<br />
<br />
Esta Princesa María de las Mercedes ostentó la condición de Princesa de Asturias hasta su fallecimiento en 1904, y, cuando se produjo este suceso, ocupó oficiosamente su puesto su hijo primogénito, el Infante don Alfonso de Borbón Dos Sicilias, quien, no obstante, no llegó a ser oficialmente designado como Príncipe de Asturias, aunque muchos lo llamasen así, sobre todo cuando se celebraron las bodas de su tío Alfonso XIII con Doña Victoria Eugenia de Battenberg, en 1906, ceremonia a la que el regio niño acudió como testigo principalísimo, pese a su corta edad, por ser el primer llamado a la sucesión de la Corona. <br />
<br />
Le desplazarían poco después de tan privilegiada situación, pues en 1907 nacería el primogénito de Don Alfonso XIII y Doña Victoria Eugenia.<br />
</span></div>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-73466159319750435012011-12-11T12:59:00.000+01:002017-01-29T22:25:35.804+01:001649: La epidemia de peste que devastó Sevilla<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEil1jFuJ9fq8HK5jIF8JWhbC9WqRzThyphenhyphenTosXsHE2lFjE22xNCYk7a_UH3G4KgMrQMyEsYWVkyvXeRTetRFzVpk4L7hw4VT0PsSd9En1oT6wZxKNXtuQmlHwE4zRK7fhPU4TbwlD9fue7zo/s1600/350px-PesteSevilla.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="220" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEil1jFuJ9fq8HK5jIF8JWhbC9WqRzThyphenhyphenTosXsHE2lFjE22xNCYk7a_UH3G4KgMrQMyEsYWVkyvXeRTetRFzVpk4L7hw4VT0PsSd9En1oT6wZxKNXtuQmlHwE4zRK7fhPU4TbwlD9fue7zo/s320/350px-PesteSevilla.jpg" width="320" /></a></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Durante siglo y medio, entre el descubrimiento de América y la crisis terminal del Imperio de los Habsburgo, Sevilla fue lo más parecido al ombligo del mundo.<br />
<br />
Dispuesta estratégicamente en el tramo navegable del Guadalquivir, lo suficientemente alejada de la costa como para librarse de bombardeos o inoportunos desembarcos enemigos, la ciudad del Betis se convirtió en el primer mercado de un Imperio en el que no se ponía el sol.<br />
<br />
A Sevilla, y sólo a Sevilla, llegaban las flotas de Indias, rebosantes de oro, plata, piedras preciosas y productos de todas las variedades imaginables. Desde allí partían de vuelta esos mismos barcos cargados de moneda, paños, vino y demás mercaderías por las que los españoles de ultramar pagaban cantidades mareantes en los remotos puertos americanos. La suerte de la ciudad era la del comercio atlántico, siempre creciente y con altos márgenes de beneficio para los mercaderes que se apuntaban a la carrera de Indias.<br />
<br />
Para la Corona, a quien debía el privilegio de ser el único puerto del mundo que podía comerciar con América, Sevilla era una especie de caja registradora. Era el lugar donde más impuestos se cobraban –y en moneda buena, inmaculada, recién traída del Perú–, y donde mejor se financiaba el Rey a costa de los comerciantes, que, de grado o por la fuerza, le prestaban lo que les pedía.<br />
<br />
A mediados del siglo XVII, debido a los gastos extraordinarios derivados de la Guerra de los Treinta Años y las insurrecciones portuguesa y catalana, el Conde-Duque de Olivares apretó tanto el dogal, que los propios sevillanos, más realistas que el propio Rey, se quejaron. <br />
<br />
En un memorial de agravios, el procurador Juan Ramírez informó a Palacio de lo desangelada que andaba Sevilla a causa de los impuestos: habían dejado la ciudad muy menoscabada y atenuada en los tratos y comercio, y muchas casas cerradas y sin vecindad, y otras caídas, sus lugares de la misma forma, con algunos del todo asolados.<br />
<br />
Efectivamente, así estaban las cosas. Hacia 1640, la edad de oro de Sevilla ya había pasado. Pero aún seguía siendo la ciudad andaluza una de las plazas comerciales más activas del mundo, y, después de Nápoles, la segunda más poblada de la Monarquía hispánica, con sus 150.000 habitantes. <br />
<br />
Lo que nadie, ni el Conde-Duque, ni el Rey Católico ni el procurador Ramírez, imaginaba en aquellos días era que la Muy Noble, Muy Leal e Invicta ciudad ribereña del Guadalquivir estaba a punto de desaparecer del mapa por culpa de una maligna peste que acababa de colarse en la Península desde algún puerto africano.<br />
<br />
En 1647 se declaró en Valencia un brote de peste. El bacilo de Yersin hizo de las suyas durante el verano y luego, aparentemente, desapareció. al año siguiente, con el calor, volvieron los contagios; pero ya en toda la costa mediterránea, desde Barcelona hasta Cádiz.<br />
<br />
Todos sabían que la peste estaba ahí, y que volvería a hacer acto de presencia con la primavera, que en 1649 llegó acompañada de copiosas lluvias e inundaciones que afectaron a todo el valle del Guadalquivir y a la propia Sevilla, donde, según cuentan, los barcos entraban navegando hasta la misma Alameda de Hércules.<br />
<br />
La inundación de las fértiles vegas del Betis pavimentó el camino de la tragedia. Con parte de la cosecha y el ganado echados a perder, ese año todo se puso por las nubes en los mercados, lo que facilitó que la enfermedad se cebase con los malnutridos sevillanos.<br />
<br />
La peste se declaró formalmente en abril. Las autoridades ordenaron cerrar la ciudad a cal y canto. Pero ya era tarde. Así que, expuestos a lo inevitable, rogaron al Señor que fuese clemente con ellos mediante extraordinarias letanías y procesiones por las calles con penitencias públicas.<br />
<br />
La multitudinaria apelación a la Providencia sirvió exactamente para lo contrario: el número de contagios aumentó por el hacinamiento y el trajín callejero.<br />
<br />
Para mediados de mayo, Sevilla era ya un lugar maldito de cuya desgracia se hacían lenguas en todo el Reino.<br />
<br />
El día 21 de ese mes se prohibió la entrada en Madrid de sevillanos y de mercaderías procedentes de Sevilla. Bastante tenía el Rey con perder su mercado como para que la pestilencia le aviase también la Corte. Para el Corpus, el obispo hispalense echó toda la carne en el asador: si el Altísimo no ayudaba a su hija predilecta en tan señalado día, al puerto de Indias le había llegado la hora de pagar por su soberbia. La procesión del Corpus hubo de hacerse en la Plaza de San Francisco porque la del Salvador estaba llena de cadáveres. El paso era pequeño por falta de costaleros: unos 160 habían muerto en el transcurso de los días anteriores. Un auténtico drama, presagio de lo peor.<br />
<br />
Se formó un Consejo plenipotenciario, conformado por el presidente del Santo Oficio, el de la Casa de Contratación, un miembro del Consejo de Castilla y un representante de la nobleza. Acordaron habilitar un hospital de emergencia, que se dio en llamar "el de la Sangre", para aislar a los enfermos. Pronto se llenó hasta los topes, y no ya de enfermos, sino de muertos que nadie quería desalojar. Para ese menester se presentaron en la ciudad enterradores de alquiler, "gente perdularia que había venido a la golosina del aprovechamiento" y que, por tan arriesgado oficio, se llevó "muchos ducados". <br />
<br />
El Consejo prohibió enterrar en las iglesias y, dado que las pilas de cadáveres "infiçionaban el ayre", ordenó que se excavasen fosas comunes en todo el perímetro urbano.El panorama era desolador, propio del Infierno de Dante.<br />
<br />
A mediados de junio, Sevilla era un inmenso matadero del que salían carretones llenos de cadáveres desde el alba hasta el ocaso camino de las fosas, cubiertas profusamente con cal para evitar nuevos contagios. En poco más de tres meses, la otrora risueña ciudad había perdido la mitad de su población, lo que arroja la lúgubre cifra de unos 800 muertos al día.<br />
<br />
Con la llegada del otoño, "todo era espanto, un asombro, un suspirar de continuo, sin danzas, sin cofradías, sin religiones, sin clero ni reliquias, con la poca música que había quedado, sin seises...". No había en la ciudad una sola familia que no tuviese un difunto al que llorar: la peste, metáfora de la misma muerte, igualó a todos sin distinción de riquezas, estamento, sexo o edad.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"> </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"> </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg42-J8S8_51YWLctU0-05ytrh395QfKBkxiBSrwEeBTUHiSxfC6HtfvUkgdUAzar5vakOtCeGSR5ryglXbIIFdHdY4WNz3zedRew0YyIiGt__WyWy6asS7yhgzYQ1_VWnV-eyYpZ0YlcM/s1600/inictuoculi.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg42-J8S8_51YWLctU0-05ytrh395QfKBkxiBSrwEeBTUHiSxfC6HtfvUkgdUAzar5vakOtCeGSR5ryglXbIIFdHdY4WNz3zedRew0YyIiGt__WyWy6asS7yhgzYQ1_VWnV-eyYpZ0YlcM/s1600/inictuoculi.jpg" /></a></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">La catástrofe tardó décadas en ser olvidada, si es que alguna vez lo fue. No es casualidad que un sevillano, Juan Valdés Leal, fuese el autor de la obra más tenebrosa de la pintura universal: In ictu oculi (en un abrir y cerrar de ojos), sobrecogedor óleo realizado para el Hospital de la Santa Caridad en el que la muerte se yergue triunfante, ataúd bajo el brazo, guadaña en mano, mirándonos a los ojos, recordándonos que la vida es la frágil llama de una vela que se apaga en una décima de segundo, en un abrir y cerrar de ojos.<br />
<br />
La extraordinaria Sevilla imperial, "asombro del orbe", jamás volvió a ser la misma. Se replegó malherida, perdió su monopolio sobre las mercaderías procedentes de Indias, su flota, sus escuelas artísticas, sus acaudalados mercaderes y hasta sus pícaros. <br />
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Tardó dos siglos y medio en recuperar la población perdida: hasta el año 1900 no volvió a contar con 150.000 almas; pero para entonces ya no era centro del mundo, sino "un huerto claro donde madura el limonero".<br />
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De todas formas, la que tuvo retuvo, y Sevilla sólo hay una.</span></div>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-82028139280955684562011-12-03T22:30:00.001+01:002017-02-12T23:12:01.810+01:001908: El rescate de los duros falsos o sevillanos<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZ1lwUCplZxtkteR2NYts10PvZhrefUCQm7py-O3N-yvZCyovhnohCvaRr9LCC1xkeVUyAn4u3WRIIUzx2RFOAghsfTxJtAMdL3z7IMK_HspFI8TgqWZ0Y59BDzsNLvH3SNPGRZ3H7i6U/s1600/durosevillano.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZ1lwUCplZxtkteR2NYts10PvZhrefUCQm7py-O3N-yvZCyovhnohCvaRr9LCC1xkeVUyAn4u3WRIIUzx2RFOAghsfTxJtAMdL3z7IMK_HspFI8TgqWZ0Y59BDzsNLvH3SNPGRZ3H7i6U/s1600/durosevillano.jpg" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Hubo un tiempo en que la inflación no existía, una época gloriosa en que el dinero era de metal precioso y jamás perdía su valor, en que los ahorros de toda una vida llegaban intactos a la vejez del ahorrador. Esa edad de oro (y de plata) no está tan lejana, a apenas un siglo vista (atrás).<br />
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En aquel entonces no se podía emitir más dinero del que permitía el oro o la plata de que disponía el emisor. Las cecas, primero privadas y luego expropiadas por el Estado, acuñaban lo que podían, no lo que querían. Cuando se adoptó como medio de pago, el papel moneda no era un papel sin más, sino un certificado de depósito del metal custodiado en una cámara sellada del banco. Aquél era un mundo, en definitiva, muy diferente al actual.<br />
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Pero, ¡ay!, no es oro todo lo que reluce, ni siquiera ese oro que nuestros tatarabuelos creían tener a buen recaudo en el Banco de España. <br />
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<a name='more'></a><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><br />
Los políticos de la Restauración eran tan proclives a gastar lo que no tenían como lo son los que hoy sufrimos. Los Cánovas y los Sagasta eran muy manirrotos. Recaudaban los impuestos y, cuando veían que no les llegaba, recurrían a otras fuentes para cerrar el presupuesto. La principal era emitir deuda fuera de España. Para asegurar la colocación de los bonos, los ministros de Alfonso XII ponían como garantía la isla de Cuba y sus riquezas coloniales. <br />
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Con tanto y tan bueno encima de la mesa, ¿quién no le iba a prestar dinero al rey de España?<br />
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Perdida Cuba en mala hora, el Gobierno se quedó sin colateral, así que se las ingenió para seguir cuadrando las cuentas sin necesidad de apretarse el cinturón. El camino más directo para ampliar la masa monetaria y gastar más es la inflación, es decir, aumentar artificialmente el dinero existente. <br />
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Tan obtusa meta puede conseguirse emitiendo metálico sin respaldo –tal y como se hace desde hace cuarenta años– o envileciendo el respaldo, esto es, el metal, mediante aleaciones que rebajan el valor intrínseco del mismo.<br />
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En 1890 en España imperaba lo que se conoce como patrón bimetálico de oro y plata, mejor de lo que tenemos hoy, el patrón de las dos tintas sobre celulosa. El oro que afluía desde todo el país se custodiaba en las cajas del Banco de España. Una cantidad se quedaba ahí, cogiendo polvo, para respaldar los billetes en papel moneda, emitidos por vez primera en 1874. Otra salía al extranjero para atender los pagos de la deuda. La plata, entre tanto, servía para acuñar monedas, todas las monedas, ya que desde 1876 la de plata era la única legal y de curso forzoso.<br />
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Los Gobiernos, todos, tanto los liberales como los conservadores, vieron en el envilecimiento de las humildes monedas de plata un medio tosco pero práctico para salir del paso. Como habían hecho los reyes antiguos, empezaron a rebajar el contenido de plata de la moneda más común, la de cinco pesetas, conocida popularmente como duro. <br />
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Eso les permitía emitir más duros que nunca a un precio realmente rebajado. Sólo en 1898, año fatal en que se perdio Cuba , se acuñaron más duros que en cualquier otro año del siglo: casi 200 millones de pesetas de una tacada.<br />
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El mercado captó la señal a la primera. <br />
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No es que el Banco de España tuviese más plata, sino que el duro valía menos, exactamente la mitad. En el cambio de siglo la moneda de cinco pesetas equivalía aproximadamente a 2,5 pesetas/plata. Esto animó a los falsificadores a crear sus propias versiones del cada vez menos popular y demandado duro de plata. <br />
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No se sabe muy bien dónde apareció por primera vez, pero sí la primera en que los duros de pega fueron nombrados en sede parlamentaria. Fue durante una sesión en la que un diputado por Gerona se quejaba amargamente de que en su provincia se había descubierto una ceca ilegal de "moneda sevillana". Un diputado hispalense saltó del escaño y le recriminó ofendido que, aparte de la moneda, eso era "también falsificar el apellido".<br />
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Los duros sevillanos o gerundenses, tanto da, corrían de un lado a otro de la Piel de Toro a una velocidad asombrosa, haciendo buena la ley que un comerciante inglés, Thomas Gresham, había enunciado tres siglos antes: la moneda mala desplaza a la buena. Los españoles de la época, según descubrían que les habían colado un duro sevillano, inmediatamente lo separaban del resto de monedas y se lo procuraban colocar a otro. <br />
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Se formaron, pues, dos mercados de duros, los dos adulterados en distinta cuantía y con dos valores reales diferentes.<br />
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El negocio de la falsificación de duros, un negocio que, todo hay que decirlo, había iniciado el propio Gobierno para financiar sus gastos, se extendió por toda España y hasta cruzó el Atlántico. Había cecas de duros sevillanos en Cataluña, en Alicante y, naturalmente, en Sevilla, ciudad que involuntariamente les había dado nombre. <br />
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Se detectaron partidas de duros acuñados en México con, según se decía, una plata de excelente calidad, superior incluso a la que empleaba el Banco de España para acuñar los duros buenos.<br />
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El mercado quedó, literalmente, tan saturado de duros, que llegaron a no tener valor apenas. Los niños jugaban con ellos en la calle, y los más apañados calzaban las sillas y las mesas con monedas de cinco pesetas que, a esas alturas, ya nadie sabía si eran falsas o auténticas. Se había producido lo que los economistas conocen como repudio de la moneda, que es lo más bajo que puede caer algo que se declara como dinero.<br />
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La gente no quería duros... ni a cuatro pesetas, ni a tres, ni a dos, ni a una.<br />
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Para 1905, los obreros no aceptaban el jornal en duros y pedían a cambio monedas de peseta; para otro tipo de pagos se exigían billetes que, a fin de cuentas, estaban respaldados con oro contante y sonante. Las compañías de ferrocarril, entonces aún en manos privadas, no los admitían en sus taquillas, y hacer la compra con ellos en un mercado se había convertido en una tarea imposible. <br />
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El Estado, que era el responsable último de todo aquel desaguisado monetario, tomó cartas en el asunto.<br />
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En 1908 el ministro de Hacienda ordenó un gigantesco rescate de duros falsos. Todo el que tuviese duros podía canjearlos por otros supuestamente buenos. Se armó la marimonera: colas, enfados, canjes mal hechos en los que se entregaba un duro malo a cambio de uno malo, y un dineral tirado a la basura... Todo por la manía que tienen los políticos de gastar más de lo que ingresan.<br />
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El escándalo de los duros sevillanos, cuyo nombre ha pervivido hasta nuestros fiduciarios días como sinónimo de falsedad, consolidó el papel moneda en España. <br />
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A partir de 1910 los fajos de billetes del Banco de España sustituyeron a la bolsa de monedas de oro como símbolo del dinero. El papel era un valor seguro, certificaba que el portador poseía una cantidad de oro que el banco tenía a bien guardar en una caja fuerte.<br />
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Las monedas dejaron de acuñarse en plata y de tener valor intrínseco. En los años 20 las acuñaciones en níquel eran comunes, y, la verdad, no es muy interesante envilecer el níquel, porque no vale demasiado. <br />
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En sólo unos años el oro y la plata se habían convertido en bárbaras reliquias reservadas para la acuñación de monedas conmemorativas.<br />
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El Gobierno respiró aliviado. Ya, sin freno metálico, podía crear dinero de la nada cuándo, dónde y cómo le pareciese. Y en ello estamos.</span></div>Unknownnoreply@blogger.com0