tag:blogger.com,1999:blog-35214912702982156162024-03-07T00:42:25.968+01:00la Historia sin HistorietasEs la madurez del tiempo la que determina lo que es Historia, y lo que no pasa, en cambio, de constituir una colección de historias . En cambio las historietas, no son más que un cúmulo de fábulas y de anécdotas que no aguantan el paso de las décadas ni el rigor de los investigadores.El objetivo de este blog es la Recopilacion de textos relacionados con la Historia, historias sin historietasUnknownnoreply@blogger.comBlogger16125tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-26461184146694773632014-07-13T15:34:00.001+02:002017-01-29T22:14:08.598+01:00415 : Barcelona ,Primera Capital en españa ( Y por tres veces)<div style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibs8YQvyteHBPRCIeNN7ap-AS4y8UZ3yXtMzYxIUJWxqSoAX1qdfIiUxp2ShHMy-5hyKRR2ihOLDYcUhrLMFwMVR_XjogZEtf5N6G_U6YJ9LpfN21tcbp5NeAc7zDviZ5dYqN-_Bpwlwc/s1600/220px-Ata%C3%BAlfo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibs8YQvyteHBPRCIeNN7ap-AS4y8UZ3yXtMzYxIUJWxqSoAX1qdfIiUxp2ShHMy-5hyKRR2ihOLDYcUhrLMFwMVR_XjogZEtf5N6G_U6YJ9LpfN21tcbp5NeAc7zDviZ5dYqN-_Bpwlwc/s1600/220px-Ata%C3%BAlfo.jpg" height="400" width="248" /></a><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La caída del Imperio Romano fue lenta, salpicada de convulsiones, sobresaltos, reconstrucciones y recaídas. La aparición de los godos tendría un papel fundamental en la constitución de un sentido de unidad de gens (gentes) en el nuevo Reino que se iría forjando en Hispania, y que acabaría conociéndose como el Reino visigodo de Toledo, que iría del siglo V al VIII.
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En estas lineas la intención no es realizar un tratado de Historia, sino pincelar cómo se fue logrando, ante la caída de un imperio, y la emergencia de nuevas fuerzas bárbaras, un sentimiento de unidad en la Península Ibérica. Todo ello pretende demostrar la dificultad para explicar el origen de una nación; no como hacen los nacionalistas, que configuran en su imaginación un pueblo perenne e inmortal, ajustándo todos los datos históricos para reforzar esa imagen pre-concebida.</span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Todavía se oyen recriminaciones a la escuela franquista por la «inutilidad» de aprenderse la lista de los treinta y tres reyes godos. No nos embarcaremos en dicha retahíla de nombres, la mayoría de ellos impronunciables. No obstante, conviene detenerse en algunos para descubrir lo que representó la España visigoda, en la cual el territorio de la futura Cataluña estaba totalmente integrado. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El primer nombre de la lista de los reyes godos (visigodos para más exactitud) es Ataúlfo. De él apenas sabemos nada, salvo que fue coronado rey al estilo germánico, a la muerte de su primo Alarico. También conocemos que albergaba el deseo de finiquitar el Imperio Romano —que ya estaba en sus últimos estertores— y construir un imperio propio. Sin embargo, llegó a un pacto con el emperador Honorio. Éste le concedía tierras en las Galias a cambio de que devolvieran a Gala Placidia (hija del Emperador Constancio II, que Alarico había tomado como rehén tras el sitio de Roma). </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Ataúlfo, al que se considera el fundador del poder político godo (su gobierno fue mucho más estable que el de las hordas de Alarico que asolaron la vieja Roma), no cumplió su pacto, se casó con Gala Placidia y se ganó las iras del Emperador. Ello le obligó a retirarse hacia lo que llamaríamos la Galia Narbonense y Aquitania. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Este dato no deja de ser importante, pues el catalanismo nunca dejó de soñar con la posibilidad de que la Aquitania hubiera sido parte de un gran «reino catalán» que abarcara ambos lados de los Pirineos; hecho que la historia se negó a conceder, y sobre lo que evidentemente el nacionalismo tendria que buscar culpables siglos despues.</span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La presión militar del emperador Honorio llevó a que Ataúlfo se retirara, entrando en Hispania; un camino que cinco años antes habían realizado los suevos, vándalos y alanos, arrasando todo a su paso. La gran diferencia de las anteriores razzias bárbaras es que Ataúlfo fue un rey capaz de asentar una corte e intentar una organización política centralizada. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Esta labor la realizó en Barcino (Barcelona) donde instaló su gobierno o corte. Desde ahí quiso gestar su soñado imperio, aunque su acercamiento a Roma le granjeó enemistades que provocaron su asesinato. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Lo que se puede destacar es que la primera capital en España, en el primer e inestable período visigodo, fue varias veces Barcelona, incluso antes de que acabara asentándose en Toledo. La historia que sigue es tan sencilla como la naturaleza humana, esto es, cruel. Asesinatos de reyes y manipulaciones políticas estuvieron al orden del día. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El Emperador Honorio pagó a los godos para que exterminaran a vándalos y alanos, cosa que hicieron (sólo se salvaron los suevos que acabarían integrándose con los godos a regañadientes). A cambio, el Emperador les regaló Aquitania, pasando la capital visigoda de Barcelona a Tolosa.</span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Pero la Historia tenía sus propios planes. La aparición de los hunos, con Atila al frente, y los levantamientos de los suevos, todavía no suficientemente dominados, llevaron a que los visigodos se desplazaran nuevamente hacia Hispania (y, es que los nacimientos de las naciones no son tan idílicos como sueñan los nacionalistas). Tras la disolución oficial del Imperio Romano occidental (en el 476), los visigodos se vieron libres para consolidarse entre las Galias e Hispania. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Ya en 474 Eurico, fanático arriano [el arrianismo era una herejía que portaban los godos sobre sus caballos y que negaba la divinidad de Cristo], había conquistado Tarraco. Durante el reinado de Alarico II (en el cambio del siglo V al VI) el reino godo ocupaba buena parte de la Península Ibérica y de la actual Francia. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Sin embargo, la presión de los francos y la muerte de Alarico II llevó a que los godos se fueran replegando definitivamente a Hispania. Su sucesor Gasaleíco, volvió a instalar la Corte en Barcelona. Desde ahí intentó recuperar a los francos la Septimania y la Provenza. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Aunque por aquel entonces Cataluña sólo existía en la mente de Dios, los historiadores románticos y políticos catalanistas han puesto siempre sus ojos en la Septimania, como si perteneciera a la esencia ancestral de Cataluña. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Fue con Gasaleíco cuando definitivamente entraron en Hispania unos 200.000 godos militarizados, casi todos arrianos. En ese momento, en la Península residían unos siete millones de hispano-romanos, que ya habían asumido el catolicismo plenamente y que se resistirían a ser convertidos al arrianismo, a pesar de que el poder estaba en manos de los godos. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La dinastía de estos reyes fue toda una odisea de asesinatos, pactos y traiciones. Amalarico, que reinó entre 526 y 531, intentó que la capital goda fuera nuevamente Narbona, pero las intrigas le llevaron a que Barcelona fuera su lugar de residencia. Así, por tercera vez, se convirtió en la capital goda. Su sucesor Teudis fue el que finalmente trasladó la capital de Barcelona a Toledo, y de ahí la denominación actual del Reino visigodo de Toledo. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">¿Y qué pasaba con Madrid? .Simplemente no existía. La primera noticia histórica que tenemos data de finales del siglo IX, cuando el emir cordobés Mohamed I levantó una fortaleza en un promontorio junto al río Manzanares, en el lugar donde se alza hoy la catedral de la Almudena.</span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Barcelona fue tres veces capital de Hispania antes de que apareciera la villa de Madrid.</span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">A mediados del siglo VI, el reino visigodo estaba lejos de estabilizarse. Luchas internas por el poder se combinaban con las invasiones de los francos, que estaban dispuestos a dominar la Península Ibérica, o de los vascones, que asolaban el valle del Ebro. Mientras las tribus astures iban a la suya y los suevos, que ocupaban Galicia y medio Portugal, no se daban por enterados de que pertenecían al Reino visigodo. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Para colmo, ante tanta presión, los godos pidieron ayuda a los bizantinos, que le cogieron gusto a la Península y más tarde hubo que echarles por la fuerza. Los del imperio oriental de Bizancio, aprovechando la invitación, invadieron buena parte del levante sur de la Península, desde Cartagena hasta el sur de Portugal, y la denominaron Provincia Spaniae.</span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En medio de tanta inestabilidad aparece la figura de Leovigildo, que se instala nuevamente en la Septimania para frenar el avance de los francos, dejando a sus espaldas a los bizantinos. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Tras varias campañas redujo a vascones y astures, incorporó a los suevos y consolidó el poder de Toledo como capital del Reino. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Ya sólo quedaban los bizantinos como últimos invasores peninsulares. Su hijo, el famoso Recaredo, convocó el III Concilio de Toledo, donde se consagra la unidad de Hispania, se convierte al catolicismo (por obra de san Leandro) y unifica así a los godos con la población hispanorromana. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El trágico asesinato de su hermano san Hermenegildo, a manos de su padre Leovigildo, culmina uno de los episodios fundantes de la unidad de España.</span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Varios reyes y asesinatos después, apareció Suintila quien, por fin, unificó todos los territorios ibéricos al expulsar definitivamente a los bizantinos. </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Según cuenta san Isidoro en su obra Historia Gothorum, Suintila aparece como el primer rey de «totius Spaniae». </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En ese momento ya se esta larvando el concepto de Hispania como algo más que un mero recuerdo de un pasado romano o una mera referencia geográfica.</span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="color: #cccccc;"><span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">Autor : Texto original de Barraycoa Javier </span></span></span> </span></span></div>
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<br />Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-80609468261791073182014-04-27T18:47:00.001+02:002017-01-29T22:14:08.620+01:00.421 : Gala Placidia, nexo y víctima entre dos mundos <div style="text-align: justify;">
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-size: small;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgoYm7gSbJbMFdik-RwzKJCdiVOHm8pmfuMVELpWIBNkv8sy-ukCZ2nT7fjDwdYYM_tCVFC4h5SWvh7TgiKx20tHoxdRRVE1dnIkmwyOHKwNjQnp1GwZzsXdZodoK7P_4xMvjhN4TfuHnU/s1600/220px-Aelia_Galla_Placidia.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgoYm7gSbJbMFdik-RwzKJCdiVOHm8pmfuMVELpWIBNkv8sy-ukCZ2nT7fjDwdYYM_tCVFC4h5SWvh7TgiKx20tHoxdRRVE1dnIkmwyOHKwNjQnp1GwZzsXdZodoK7P_4xMvjhN4TfuHnU/s1600/220px-Aelia_Galla_Placidia.jpg" height="400" width="279" /></a></span></div>
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<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Dentro de lo confuso que resulta el panorama de la Hispania romana y aún el de Occidente en los últimos decenios de esta rama del Imperio, queda claro que el drama vivido por la princesa Gala Placidia es de excepcional acritud .Junto con violentas pasiones personales de sus próximos, coincidieron ante los ojos de Gala el estrepitoso proceso de descomposición del Imperio y la entrada de los pueblos germánicos en la Península Ibérica a partir del año 409.
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<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Gala Placidia era hija del emperador romano Teodosio I y hermana de su sucesor, el emperador Honorio. Un díptico de marfil conservado en la catedral de Monza nos la muestra hermosa, alta y esbelta, con porte majestuoso. Barcelona tiene dedicada a su nombre una bella plaza y a nadie le parece mal que así sea. Cerca de aquellas figuras imperiales, sirviéndoles con acierto y honor estaba Constando, un activo y afortunado jefe militar que ganó un dineral con los botines y provechos acumulados y fue cónsul tres veces. </span></span></span></span></div>
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<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Apenas hará falta añadir que Constando estaba enamorado de Gala Placidia y también es superfluo anticipar que este amor no trajo más que desgracias para todo el mundo.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">En aquel otoño de 409 entraron en el territorio hoy español diversas naciones germánicas, entre las cuales era la más numerosa la de los vándalos, a la que acompañaban los alanos y los suevos. Toda ocasión es buena para reivindicar el buen nombre de los vándalos que no tenían por qué ser más salvajes que los demás nómadas de la época. Su mala fama proviene exclusivamente de que cierto francés, Henri Grégoire, obispo de Blois (1750-1831), en un discurso parlamentario, se inventó de repente la palabra "vandalismo" para designar un grado extremo de barbarie, y así quedó para toda la posteridad, siempre aficionada a repetir y perpetuar las necedades y los infundíos.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Constancio acaso habría compartido este adjetivo de Grégoire porque odiaba y menospreciaba a las tribus que llamamos genéricamente "bárbaros del norte". Júzguese de la consternación con que asistiría impotente a la toma y saqueo de Roma por los visigodos, el 25 de agosto de 410, mandados por su rey Alarico. Este asalto tuvo más de desacato y depredación que de ruina física, pues la Ciudad Eterna conservó vida suficiente para seguir siendo saqueada varias veces en esta misma etapa. En el expolio los visigodos se llevaron el sagrado candelabro judío de los siete brazos y la mesa de Salomón que Tito había arrebatado del templo de Jerusalén y se contaban entre los mil tesoros del imperio, como acabamos de decir.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Destaquemos que se llevaron también consigo otra preciosa joya romana: la princesa Gala Placidia. Tendría ésta entonces alrededor de los veinte años y el rey Alarico, ante quien fue llevada de inmediato, debió de alegrarse vivamente por esta adquisición.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Otro personaje que se regocijó de la aprehensión fue el cuñado de Alarico, Ataúlfo, que habría de sucederle en la corona visigoda, entre 410 y 415. Ataúlfo estaba felizmente casado y era padre de varios hijos y es de suponer que Guimerà no exageró nada cuando en su Batalla de reinas reconstruyó los conflictos causados en la corte visigoda por la irrupción de una estrella tan brillante como la princesa romana. </span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Las cosas no pasaron a mayores porque tanto Alarico como Ataúlfo estuvieron muy ocupados con otras campañas. El primero siguió Italia abajo saqueando todo lo que pudo y se adentró en Sicilia y el norte de África. Poco después de regresar a la Península murió en Cosenza en 410.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Ataúlfo, que le sucedería, se había dedicado a guerrear por el norte y regresó a Roma para ponerse al servicio del emperador Honorio, hermano de Gala Placidia. Se ha escrito que en el curso de estas incidencias Ataúlfo se fue romanizando con entusiasmo y pasó de ser enemigo de todo lo latino a convertirse en su protector y restaurador. En esta protección estaba comprendida la gentil persona de Gala Placidia que seguía prisionera del rey visigodo y constituida en rehén con que presionar a los romanos a los que él reclamaba cereales, tierras y pertrechos.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">En estas negociaciones tomó parte la misma princesa que ni por su talento ni por su educación podía estar quieta y callada. Los sentimientos de Ataúlfo por ella —no sabemos si correspondidos— eran cada vez más notorios y comentados y el general Constando, que asistía al emperador Honorio en su mini corte de Rávena, estaba desazonado por aquel llamémosle "statu quo".</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Lo colérico y ansioso de los visigodos y lo moroso y taimado de los romanos, junto con las pasiones personales que vamos viendo, impidieron que durase mucho tiempo la paz entre ellos. Por un lado Ataúlfo no quiso esperar más las prestaciones pedidas a los romanos, que comprendían tierras en la provincia narbonense, y por otro Constando excitó al emperador Honorio a que empezase una campaña contra los visigodos para recobrar entre otros valores a Gala Placidia. Ataúlfo rompió las hostilidades e invadió el sur de la actual Francia en el año 413 y se instaló en Narbona con el aplauso de las gentes humildes del país, contentas de librarse de la opresión romana.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">El 1 de enero de 414 se casó con Gala Placidia, tras haber repudiado a su esposa y haber obtenido el ansiado "sí" de la romana, la cual pareció resolverse a ganar el día de hoy y mañana Dios diría. Por de pronto, en la ceremonia espléndida del casamiento, le fueron ofrecidas como regalo de su esposo maravillosas riquezas procedentes del saqueo de Roma por los visigodos.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">El espectáculo de esta felicidad encrespó todavía más la cólera de Honorio y Constancio que al frente de sus tropas emprendieron una ofensiva contra los visigodos. De este empujón resultó precisamente que Ataúlfo, su esposa y sus gentes, entraran en Hispania, por primera vez, y no de buen humor porque estaban ilusionados con asentarse en la Galia. Tal fue el germen de un extenso desagrado de los visigodos contra su rey, pues le reprocharon haberse casado con una romana en la cual identificaban la causa de todos sus males.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Ataúlfo se instaló en Barcelona, probablemente porque Gala Placidia estaba a punto de dar a luz y era la ciudad más adecuada para atenderla. Hacia septiembre de 414 le nació un niño que fue llamado Teodosio. El acontecimiento era significativo pues Gala era la heredera inevitable del emperador Honorio que estaba viudo por dos veces, y el recién nacido podía valer como símbolo de la reconciliación entre godos y romanos.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Esta ilusión duró poco porque Teodosio murió a las pocas semanas y fue enterrado en una caja de plata, al parecer en una iglesia cercana a Barcelona de la que no se tiene ni idea. Se frustró aquella convivencia entre las dos culturas y no dejó de ayudar a estropearla el incombustible Constancio, que había seguido cosechando éxitos militares en Hispania y África y capitaneaba el sector integrista romano, opuesto a toda contemporización con los intrusos. </span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">De todos modos, no parece que este partido tuviera nada que ver con el asesinato de Ataúlfo que fue muerto en 415 por un doméstico llamado Doubio mientras examinaba sus caballos en la cuadra. El asesino era criado de Sigerico, cabeza del sector ultra visigodo que, según hemos dicho, repudiaba los acercamientos de Ataúlfo a los romanos, y especialmente a la seductora romana que tenía por esposa.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Ésta fue la primera perseguida por el nuevo rey. El mismo día del asesinato de su marido, Gala Placidia fue expulsada de Barcelona. Se le arrancaron las vestiduras, se la dejó en camisa y se la obligó a andar a pie hasta el campamento visigodo, seguida por unos jinetes que la iban azotando cada vez que se detenía exhausta. Se supone que este campamento se encontraba en las inmediaciones de Llinars o Cardedeu, a más de treinta kilómetros de la capital. Sigerico no se contentó con esta barbaridad y otras sino que degolló a los hijos del primer matrimonio de Ataúlfo. Menos mal que su reinado duró sólo una semana porque su misma gente lo mató sin tardanza.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Lo efímero del reinado no le priva de figurar en la tan comentada y tan inexacta lista de los reyes godos. A Sigerico le sucedió Walia, que tuvo la fortuna de reinar hasta tres años, desde 415 a 418. Se reconcilió con los romanos mediante un tratado por el cual liberaba a Gala Placidia, recibía seiscientas mil medidas de trigo y se comprometía a guerrear contra los vándalos y los alanos que ocupaban el sur de la Península. </span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Constancio hizo honor a su nombre insistiendo una vez más en pedir la mano de Gala Placidia y, aunque estaba canoso y fatigado, ella no tuvo inconveniente en concedérsela y abrirle el acceso a la familia imperial, con lo cual Constancio llegó a la cúspide de los honores y poderes. Tuvo un hijo de este tardío matrimonio y sería el sucesor de su tío Honorio, imperando con el nombre de Valentiniano III.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Su voluntariosa madre se reservó la regencia. Desde su corte de Rávena, pidió a los visigodos que pusieran paz en Hispania, cosa más fácil de decir que de hacer. En 421 Constando y Gala Placidia fueron proclamados augustos, no sin molestia de un amplio sector romano. La potestad le duró a él sólo siete meses pues murió de pleuresía en el mismo año. Mientras tanto, progresaba la concordia entre visigodos y romanos: en el año 428 los primeros recibieron tierras en la Aquitania, que les pareció más rica y sosegada que la tierra ibérica, en lo cual llevaban toda la razón.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Los visigodos pusieron su capital en Toulouse y siguieron prestando servicio a Roma durante un tiempo en varias ofensivas contra los otros pueblos germánicos de la Península. En ésta reinaba el mayor desorden, entre las ruinas del régimen romano, pues a la baraúnda de pueblos varios instalados en ella, se añadían extensas sublevaciones de campesinos hambrientos, coléricos y desbaratados. </span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Al morir Constando, Gala Placidia tuvo que huir de Rávena con su hijo, acosada por una amplia opinión que le reprochaba su "barbarofilia", además de quejarse de su arrogancia y de la corrupción despótica que había implantado.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">La regente tuvo que refugiarse en Constantinopla. Falleció en 450 y está enterrada en el espléndido mausoleo de Rávena donde su sepulcro, rodeado de mosaicos excepcionales, es una de las joyas culminantes del arte bizantino.</span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"></span></span><br /><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">El reino visigodo de la Tolosa francesa duró noventa años y luego se convirtió en la monarquía visigoda de Toledo. En la enseñanza de nuestra Historia no se dispensa a esta época la atención que merece, aunque sólo sea por haber sido el único periodo de la Historia en que ha imperado en toda la Península un solo estado compacto e indiviso.</span></span></span></span></div>
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<span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;"><span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="color: #999999;">Autor Pedro Voltes</span></span></span> </span></span></span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-10239827910947839452012-02-29T23:22:00.003+01:002014-05-11T19:05:05.164+02:00Tartesos, el reino legendario de Argantonio (S. VIII - S. VI a.C)<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYpFQj_QfObraYqS1IE8fOOwLNGjyYu2oUpkEAeUnkPtwyGYhY0GvCPVwGXTaeq0a8UoXJ3xCW5h9W9KlE12L_20QlTfYIfK4NrvehlqU9mbsjASGxoSOkumd5PEWmHRXZxr6AqXtVHEM/s1600/300px-Tartessos.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="190" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYpFQj_QfObraYqS1IE8fOOwLNGjyYu2oUpkEAeUnkPtwyGYhY0GvCPVwGXTaeq0a8UoXJ3xCW5h9W9KlE12L_20QlTfYIfK4NrvehlqU9mbsjASGxoSOkumd5PEWmHRXZxr6AqXtVHEM/s320/300px-Tartessos.png" width="320" /></a></div>Hace unos 2.600 años, un barco griego que navegaba de Samos a Egipto fue sorprendido por una terrible tormenta en alta mar. Su capitán, de nombre Coleos, trató de gobernar la nave y mantener el rumbo, pero le fue imposible. Él, su tripulación y todas las mercaderías destinadas al país de los faraones acabaron frente a las costas de una tierra lejana, ignota y misteriosa, en el extremo mismo del mundo conocido. </div><div style="text-align: justify;"><br />
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Los marinos del Egeo, curtidísimos en mil trapicheos en sus andanzas mercantiles por el Mare Nostrum, colocaron todo el género a los indígenas y regresaron tan felices a Grecia. Ya en casa, consagraron, en señal de agradecimiento, una crátera de bronce en el templo de la diosa Hera, esposa de Zeus, la oficial. Lo cuenta Herodoto, por lo que habrá que creérselo.<br />
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Corría el año 630 antes de Cristo, y de esta manera, digamos, tan accidentada, hicimos nuestro debut en la Historia.Gracias a los griegos, que nos metieron en ella de golpe . Lo cierto es que los griegos, que tenían la manía de dejarlo todo por escrito, no fueron los primeros en llegar. La competencia se les había adelantado. <br />
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Desde hacía varios siglos los mercaderes fenicios se paseaban por aquel país remoto como por su casa. Habían montado factorías costeras, desde donde comerciaban con los naturales del lugar. Habían introducido el alfabeto —el suyo, claro—, y tenían rendida a la población local con las baratijas que traían de Oriente en sus barcos mercantes. Su presencia era tan ubicua que en el año 1100 antes de Cristo fundaron la primera ciudad en la penisula, y de todo Occidente: Cádiz. <br />
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La relación entre aquellos refinados fenicios y los asilvestrados indigenas fue tremendamente fructífera. A cambio de la plata, el cobre y el estaño que abundaban en las montañas, los fenicios llenaron los pueblos y aldeas de aquellas gentes bárbaras de un sinfín de distinguidos productos manufacturados. Ya de paso, se dejaron olvidados el torno y el horno de cocción, inventos ambos de la máxima utilidad en una época en que casi todo se hacía de cerámica. <br />
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El resultado fue que aquellos primeros españoles prosperaron y se civilizaron. Llegar desde Oriente Medio hasta España llevaba muchos meses de navegación, pero merecía la pena el viaje. Las grandes civilizaciones de la Antigüedad, Egipto y Mesopotamia, se encontraban en pleno auge, sedientas de metales con que armar sus ejércitos y sobradas de la maña y la sabiduría que habían acumulado durante más de un milenio. <br />
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España, en el lejano confín del Mediterráneo, poseía esos metales, y a buen precio. Los fenicios serían sus agentes de comercio, el vínculo entre la cuna de la civilización y nuestra apartada y atrasada Iberia, que por no tener no tenía ni nombre.<br />
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Fue entonces cuando lo recibió, de manos de los fenicios. Is phannim, es decir, «tierra de conejos» o «conejera». Simpático y orejudo mamífero que, criando en su madriguera, corretea aún por nuestros campos, ajeno al importante papel que la historia le ha encomendado. Podían haberla llamado Tierra de la Plata, que es lo que venían a buscar, pero no: les llamó más la atención la cantidad de liebres y conejos que triscaban por el sotobosque de los infinitos encinares de la Iberia antigua. Este Is phannim fenicio derivaría en la Hispania latina y, en otro salto etimológico,acabaría quedándose en la España que hoy muchos lerdos evitan pronunciar, o lo hacen con cierta vergüenza y sonrojo, como si el nombre se hubiese inventado anteayer.<br />
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Los fenicios, muy a diferencia de los griegos, no eran muy amigos de dejarse los dedos escribiendo. Como buenos hombres de negocios, utilizaban las letras para cuadrar las cuentas y dejar constancia de las transacciones. Además, eran muy celosos de revelar sus rutas marítimas, por si algún listo se les adelantaba. Sus marinos divulgaban falsas historias sobre temibles bestias que habitaban más allá de las Columnas de Hércules y sobre lo traicionero que se volvía el mar al oeste de Sicilia. Todo para salvaguardar el negocio. No es casualidad que «fenicio» sea hoy sinónimo de negociante sin escrúpulos.<br />
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Pero como lo bueno es difícil de ocultar: en Oriente, el nombre de aquella tierra de promisión donde corrían ríos de miel y la plata afloraba a ras de suelo estuvo pronto en boca de todos. Hasta en la Biblia, en el Libro de los Reyes, que se encontraba entonces en plena elaboración, hay referencias a un lejano reino llamado Tarsis que surtía al mismo rey Salomón de oro, plata y marfil, monos y pavos reales. Lo primero puede ser, lo segundo es harto dudoso, porque España ha cambiado mucho en veinticinco siglos, pero no tanto como para habernos dejado en el camino manadas de elefantes, colonias de simios o aristocráticos pavos reales.<br />
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La Is phannim que los fenicios visitaban regularmente no era tan extraordinaria como pensaban en Oriente, pero apuntaba maneras; era lo que hoy se conoce como un mercado emergente. <br />
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Los marinos de Samos que dejamos más arriba ofrendando una crátera de bronce a Hera se percataron de que, efectivamente, podían hacerse espléndidos negocios en aquel remoto lugar al que llamaron Tartessos.<br />
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Animados por la buena acogida que había encontrado Coleos, sus paisanos se aventuraron a la larga travesía y rompieron el monopolio de su odiada competencia fenicia. Herodoto asegura que llegaron a trabar amistad con su rey, un tal Argantonio, que vivió 120 años y reinó durante ochenta. Anacreonte, para no ser menos, también escribió sobre este monarca, pero se le fue la mano: le atribuyó un reinado de siglo y medio.<br />
En la Antigüedad, la edad avanzada se tenía en mucho más estima que en nuestros banales días, en los que el bueno de Argantonio hubiese sido tachado de carcamal. Aquel era un mundo en el que la esperanza de vida rara vez superaba los cuarenta años, por lo que no es difícil imaginar la impresión que causaba entre los lectores de Herodoto o Anacreonte saber que había alguien en el mundo que seguía dando guerra con la edad de su difunto tatarabuelo.<br />
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Herodoto prosigue su narración afirmando que el reinado de Argantonio fue, amén de larguísimo, muy feliz y próspero para sus súbditos. La arqueología nos lo confirma con un ramillete de objetos de aquella época, todos refinados y primorosamente trabajados, muy del gusto oriental que se estilaba entonces. Tesoros que contrastan con la miseria arquitectónica con que los arqueólogos se han encontrado. <br />
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Los tartesios, o al menos su aristocracia, la que se enriquecía con el comercio con fenicios y griegos, iba a la última moda en joyería y ornato, pero vivía en insignificantes chozas y apenas disponía de templos dignos de tal nombre.<br />
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Esto tiene su explicación. Recién salidos de la barbarie, es lógico que los notables tartesios se entusiasmaran con los collares y las pulseras de oro venidas de Egipto, o con las túnicas finamente bordadas en los talleres de Tiro. Hoy pasa algo parecido con los «potentados» de ciertos países del Tercer Mundo,que aparcan el Mercedes junto al chamizo de la favela y alardean ante los vecinos de televisor de plasma y de teléfono móvil. A finde cuentas, y aunque hayan pasado tres mil años, los hombres seguimos siendo, esencialmente, hombres.<br />
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Los que no lo eran de ningún modo fueron los dioses y reyes míticos de Tartessos, protagonistas de una fecunda mitología que aún sigue cautivando a poetas y novelistas. Gerión, por ejemplo, era un gigante de tres cuerpos, con sus seis brazos y sus tres cabezas de rigor. Poseía un rebaño de vacas rojas que apacentaba en los verdes prados del Guadalquivir ayudado por Ortro,un perro de dos cabezas, hermano de otro can mucho más célebre: Cerbero, el guardián del Hades, que era tricéfalo y en lugar de cola tenía una serpiente. Alucinante. Con tanto brazo, Gerión era casi invencible en el combate, pero Hércules, que se las sabía todas, le derrotó en su décimo trabajo y le birló el ganado, para sacrificarlo en el altar de Hera. Menuda fijación la de los griegos con esta diosa.<br />
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Mejor aún es la leyenda de Gárgoris y Habis. Gárgoris, muy aficionado al dulce, inventó la apicultura, es decir, sometió a las abejas para que nos diesen su miel. Este pecadillo venial lo combinaba, sin embargo, con uno mortal, el del incesto. Dejó embarazada a su hija y, para tapar la indecencia, ordenó que abandonasen al bebé, llamado Habis, en el bosque, con la idea de que lo devorasen las fieras. Pero una cierva lo adoptó como una más de sus crías. Enterado Gárgoris, mandó secuestrar al niño y que lo arrojasen a una jauría de perras salvajes, que lo recibieron a lametazos, y a otra de cerdas, que retozaron alegremente con él. Desesperado, el rey pidió a sus servidores que lo tirasen al mar, pero el mar lo devolvió a la orilla sano y salvo, donde le estaba esperando la cierva, a cuyas generosas ubres se terminaría criando el niño. Como no veía la manera de acabar con él, se rindió y aceptó su destino. Reconoció al niño como heredero y le restituyó el nombre y los privilegios. <br />
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Habis, no tan licencioso como su padre-abuelo, se dedicó a ejercer de rey, que después de tanto ajetreo es lo que tocaba. Inventó el arado, dictó las primeras leyes y dividió Tartessos en siete clases, de las cuales una no tenía que trabajar. Un mito a la medida de la selecta clientela de los comerciantes fenicios, y es que la nobleza y el trabajo nunca se han llevado del todo bien.<br />
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El periodo dorado de Tartessos duró uno o dos siglos. Las rutas abiertas por griegos y fenicios trajeron riqueza y cultura. La competencia entre ambos terminó mal: se pelearon, y los griegos hubieron de largarse con viento fresco para fundar la ciudad de Marsella, de donde saldrían los colonos de Ampurias, nuestra ciudad griega más auténtica. <br />
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Los fenicios, entretanto, explotaron el mercado tartesio todo lo que pudieron hasta que Babilonia conquistó su capital, Tiro, y arruinó sus expediciones.<br />
Para entonces, el antiguo y deseado reino de Tartessos yahabía desaparecido de la faz de la tierra para no volver jamás. Los herederos de Tiro, los cartagineses, retomaron la faena de sus malogrados ancestros reconquistando, comercialmente primero y militarmente después, las costas de España. Echaronraíces, y sólo el genio de los romanos, siglos después, consiguió alejarles de la Península.<br />
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El recuerdo de Tartessos se fue difuminando y transformándose en una leyenda muy bien alimentada, eso sí, por las crónicas de los griegos. <br />
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Pero si bien Tartessos era tan real como la memoria de Herodoto, ¿dónde se encontraba? Durante miles de años se hicieron cábalas sobre el lugar exacto en que se había levantado la capital de aquel fabuloso imperio. A principios del siglo pasado un alemán, Adolf Schulten, se echó sobre las espaldas el encargo de dar con las ruinas de la legendaria ciudad.<br />
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La suponía en la desembocadura del Guadalquivir, en algún punto entre Sevilla, Huelva y Cádiz. Esperaba encontrarse con algo parecido a Micenas, Cnossos o incluso Troya, que décadas antes había desenterrado su compatriota Heinrich Schliemann. Los nietos de los bárbaros del norte desvelando los secretos de las ilustradas culturas del sur: las vueltas que da la vida.<br />
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Excavó sin descanso durante años, pero nunca dio con la corte de Argantonio; todo lo más que consiguió fue topar con las ruinas de un poblado, pero era de la época romana. Su gozo en un pozo. Desanimado por el fracaso, abandonó las excavaciones y dedicó su vida a desentrañar los misterios ocultos de Tartessos por vías menos sacrificadas, como la de escribir libros o dar conferencias.<br />
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Tartessos nunca se ha encontrado. Quizá porque nunca existió, al menos como ciudad, lo que los primeros arqueólogos presumían. La opulenta Tartessos, bañada en plata y antesala de la Atlándida, por la que los antiguos se maravillaban, era un simple mito, pero no la existencia de algo parecido a un reino que, durante un par de siglos, floreció a orillas del Guadalquivir.<br />
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Quizá llegó a tener un rey, o quizá la cosa no pasó de una confederación de caudillos ibéricos que se unieron para negociar en mejores condiciones con los fenicios y los griegos. No lo sabemos y, probablemente, no lo sabremos nunca.<br />
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Los tartesios conocían la escritura, pero aún no se ha conseguido descifrar. Hemos de conformarnos, pues, con vasijas, brazaletes, alguna ruina dispersa y lo que los griegos apuntaron con elegante caligrafía. Para el resto, la imaginación es libre. De ahí que Tartessos siempre quede en la difusa frontera entre la realidad y la leyenda, entre lo que de verdad fue y lo que, a algunos, les hubiera gustado que fuese.<br />
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Un enigma casi irresoluble que sigue dando que hablar.</div><br />
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<iframe allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="http://www.youtube.com/embed/eH9BhaugaeU" width="420">&lt;p&gt;&amp;amp;amp;amp;lt;p&amp;amp;amp;amp;gt;A&amp;amp;amp;amp;lt;/p&amp;amp;amp;amp;gt;&lt;/p&gt;</iframe><br />
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</div><span style="color: #cccccc; font-family: Arial,Helvetica,sans-serif; font-size: xx-small;">Autor f.diaz villanueva</span>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-55115073385793088782012-02-26T22:11:00.001+01:002017-01-29T22:14:48.634+01:00.589: los visigodos ; cuestiones de fe<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqQ94sId4xBDwNbmNQ5-xqzB6ZtkL-6KBLLSjIBPgDp_qmX2-PoK3KVy2ZbZM2YkAALOiTchniJyOWQMbjHItzGug4r847DYzMRWUWIS8DNbpF0kgd5ZtQ9xxLxbubXN4wcuF9t8FdNEQ/s1600/265px-Reccared_I_Conversi%C3%B3n,_by_Mu%C3%B1oz_Degrain,_Senate_Palace,_Madrid.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="218" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqQ94sId4xBDwNbmNQ5-xqzB6ZtkL-6KBLLSjIBPgDp_qmX2-PoK3KVy2ZbZM2YkAALOiTchniJyOWQMbjHItzGug4r847DYzMRWUWIS8DNbpF0kgd5ZtQ9xxLxbubXN4wcuF9t8FdNEQ/s320/265px-Reccared_I_Conversi%C3%B3n,_by_Mu%C3%B1oz_Degrain,_Senate_Palace,_Madrid.jpg" width="320" /></a></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Los visigodos fueron los primeros bárbaros en hacerse cristianos, pero su conversión desde el arrianismo fue un asunto arduo.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">A principios del siglo IV, el Imperio Romano empezó a sentirse seriamente amenazado por el auge de los cristianos, cuya moral, creencias, sectarismo y modo de entender la vida y la muerte parecían incompatibles con las tradiciones y las leyes imperiales. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">En marzo del año 304, Diocleciano intentó resolver el problema para siempre decretando la muerte de todos aquellos miembros de la secta que se negasen a abjurar. Aunque el decreto engrosó notablemente la nómina del martirologio cristiano, no contuvo su avance ; sólo nueve años después, Constantino promulgó la libertad religiosa en todo el Imperio y se hizo bautizar en la fe de Cristo. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"></span><br />
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</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">En el siglo IV se produjeron las primeras conversiones masivas, pero la magnitud de la expansión cristiana facilitó que en algunas zonas surgiesen voces discordantes con una doctrina que ni siquiera estaba fijada por completo. Aunque los Padres de la Iglesia estaban en ello, la mayoría de los dogmas no habían sido formulados y la gente pensaba todavía por sí misma. Así que las desviaciones, herejías e interpretaciones sui géneris de las Escrituras brotaban por todas partes.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Entre los dogmas especialmente conflictivos destacaba el de la simultánea naturaleza una y trina de Dios, que topaba con la lógica más elemental: tres pueden reunirse en uno y uno puede dividirse en tres, pero ni tres es uno, ni uno es tres. Desde muy pronto, este artefacto mental suscitó distintas e intrincadas polémicas, y finalmente se convirtió en el estandarte herético que alzó a finales del siglo III un presbítero libio afincado en Alejandría, Arria, proclamando la supremacía del Padre (Summus Deus) sobre el Hijo, lo que significaba poner en duda la divinidad de Jesucristo. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Las nueve semanas que duró el primer concilio ecuménico del cristianismo, convocado por Constantino en su palacio de verano de Nicea -la actual lznik turca-, fueron de una virulencia dialéctica formidable. Los 300 obispos, incluído el hereje Arrio, acudieron a la cita presididos por el cordobés Osio y necesitaban alcanzar un acuerdo sobre la naturaleza de Jesucristo en relación al concepto de la Trinidad. ¿Era Jesús tan Dios como Dios, de acuerdo a la idea tradicional, o acaso era tan sólo la Primera de las Criaturas, una entidad intermedia entre Dios y los hombres, tal como defendían Arrio y sus seguidores? El propio emperador había encontrado un término capaz de armonizar los dos conceptos: homoousios, es decir, "consustancial". Cuando lo expuso, todos lo aceptaron excepto Arrio y dos de sus compañeros más fieles, que fueron excomulgados y desterrados. Aunque el arrianismo siguió vivo durante los tres siglos siguientes, se debilitó dividiéndose en tres sectas: los anomeos, los homeos, y los semiarrianos, todas ellas con diferencias de matiz.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Arria fue desterrado y excomulgado, y sus libros se quemaron públicamente. Pero esta represión por parte de quienes antes habían sido reprimidos, tampoco funcionó: el arrianismo se convirtió en una corriente herética fortísima, cuyo auge coincidió en el tiempo con la conversión y posterior invasión de los pueblos bárbaros.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Los primeros que se cristianizaron fueron los visigodos. Y no parece que fuese por convicción, sino por miedo a los feroces hunos asiáticos que acechaban sus tierras y amenazaron con exterminarlos si no las abandonaban. En 376, los visigodos prometieron al emperador arriano Valente que se harían cristianos si el Imperio les permitía cruzar el Danubio para ponerse a salvo, y su oferta fue aceptada por razones estratégicas. Valente decidió que era preferible integrar a los visigodos en la próxima e inevitable lucha imperial contra los hunos que dejar que fueran masacrados inútilmente al otro lado de la frontera, donde además se había formado una comunidad de bárbaros cristianizados por el obispo arriano Ulfilas que era un proselitista muy activo. Su tarea más acuciante fue fijar un alfabeto gótico, que aún no existía, y traducir la Biblia a aquella lengua. Al margen de su labor, el éxito de la herejía arriana entre los godos residió en que les resultaba más fácil aceptar un orden jerárquico en los cielos que la inefable consustancialidad de Padre e Hijo que proponía el Concilio de Nicea, convocado en 325 para contrarrestar la herejía.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">De modo que la controversia espiritual entre arrianos y católicos no era cualquier cosa: se centraba nada menos que en la condición divina de Jesucristo.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Los visigodos que cruzaron los Pirineos a principios del siglo V eran arrianos; los hispanorromanos que los recibieron, católicos. Los visigodos constituyeron una oligarquía castrense que detentaba el poder, pero su fe era minoritaria. Y su estructura religiosa muy inferior en organización y número al bien asentado sistema clerical que encontraron en Hispania.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Así se explica el extraño fenómeno de que la religión de la casta dominante fuera derrotada finalmente por la de los sometidos, como se escenificó con la abjuración de Recaredo siglo y medio más tarde.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">En aquella época confusa, la política estaba estrechamente ligada a la religión, y ésta última a la identidad. Durante los primeros decenios de dominio visigodo, ambos grupos humanos se mantuvieron socialmente separados, amparados tras las corazas de sus respectivas creencias. Los conquistadores fueron tolerantes con la religión de los conquistados y, excepto algunos incidentes violentos muy concretos, no intentaron obligarles a cambiar.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Sin embargo, pronto se planteó un problema de difícil manejo: los matrimonios mixtos. La ley visigoda prohibía las nupcias con romanos o romanas, pero dado que la inmensa mayoría de los invasores eran varones, de haber observado aquella ley racista se hubieran extinguido al cabo de una o dos generaciones. Desde luego, podían procrear con cualquier campesina, pero eso no garantizaba la legitimidad de su prole: un mestizo no era un visigodo completo, aunque además fuese arriano.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Por otro lado, los hispanos ricos e influyentes estaban dispuestos a entregar a sus hijas como esposas ante un altar, pero no como concubinas. El problema se arrastró -a base de conversiones de conveniencia y farsas matrimoniales- hasta que Leovigildo, casado con la hispanorromana Teodosia se atrevió a abolir la antigua ley.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Para comprender estos siglos oscuros ,sirven las ideas generales. Las condiciones de vida eran muy diferentes de unos lugares a otros de la Península, dependiendo de quién ejerciese localmente la autoridad civil y religiosa.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Ni siquiera las creencias eran uniformes, porque los hispanos también tenían sus herejes.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">un clérigo gallego llamado Prisciliano habia promovido a mediados del siglo IV la corriente espiritual considera herética que propugnaba el ascetismo ,el celibato, el vegetarianismo, la renuncia al vino, la igualdad entre los sexos y el trato a los fieles sin privilegios por su estatus social. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Tras una vida llena de peripecias, Prisciliano fue ejecutado en Tréveris después de una larga tortura en la que no negó pecados tales como rezar desnudo, interesarse por opiniones heréticas y celebrar orgias con rameras. En realidad, el problema de fondo era que su doctrina chocaba con la oficial en asuntos tales como la naturaleza del alma y la no identificacionación absoluta de Cristo con Dios, lo que la ponía peligrosamente en contacto con la herejía arriana.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">las diferencias entre hispanos y visigodos fueron limándose con el paso de las generaciones, y se produjo un curioso fenómeno de aproximación por los extremos de ambas sociedades ; los godos ricos imitaban a los hispanos, mientras que los hispanos ricos imitaban a los godos. El asunto religioso pasó de ser un carné de identidad a convertirse en un lastre insoportable para las relaciones de ambos colectivos. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">El arrianismo, abandonado ya por otros pueblos bárbaros como los suevos y los burgundios, hizo crisis en el reinado de Leovigildo, quien tras sus victorias sobre los cántabros en el norte y contra los colonos bizantinos en el sur, ya no gobernaba como el jefe de un grupo de familias y tribus godas, sino como un verdadero monarca hispano.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">La crisis se materializó con la rebelión de su hijo Hermenegildo, habido de la católica Teodosia, a quien su padre había confiado la gobernación de la Bética, la provincia donde el catolicismo era más acendrado y los estamentos clericales más poderosos. Desde su feudo de Sevilla, Hermenegildo se declaró católico y se alzó contra Leovigildo, arrastrando en su sedición a las principales ciudades andaluzas.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Entonces el padre marchó contra el hijo y se desencadenó la primera guerra civil en suelo hispano, que terminó cinco años más tarde cuando Leovigildo envió a un sicario llamado Sisberto, jefe de su guardia, para asesinar a Hermenegildo, refugiado a la sazón en Valencia. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Unos meses más tarde murió también Leovigildo y subió al trono el segundo hijo habido con Teodosia, Recaredo, que había tenido tiempo para preparar su plan de gobierno mientras su padre y su hermano se hacían la guerra. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Antes de acabar el primer año de reinado, convocó una asamblea mixta de obispos católicos y arrianos cuyas discusiones teológicas escuchó con paciencia. Fue, en realidad, un acto protocolario que le sirvió de tanteo para calibrar el alcance de su plan entre los visigodos más conservadores. Tras la asamblea, Recaredo manifestó haberse convencido de que las tesis católicas eran las correctas, y, en consecuencia, anunció su decisión de abrazar el catolicismo y resolver el viejo litigio de las propiedades eclesiásticas católicas que habían pasado a manos arrianas, devolviéndolas a sus primitivos dueños.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">También declaró su intención de erigir nuevos templos católicos, el primero de los cuales, Santa María de Toledo, fue consagrado a su nombre y con la asistencia de su real persona.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Aquello era una provocación en toda regla para el ala dura de la sociedad visigoda, y logró su propósito: que los arrianos más exaltados diesen la cara.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">En Mérida, el obispo arriano Sunnila convenció a tres cómites (de donde procede nuestra palabra conde), llamados Witerico, Wakrila y Segga, para alzarse contra el rey apóstata. Pero la rebelión, contra la que el rey estaba prevenido de antemano por Witerico, fue sofocada a las primeras de cambio y los rebeldes, detenidos.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Para demostrar que el soberano era justo y, a la vez, magnánimo, las penas para los cuatro rebeldes fueron muy diferentes. El obispo obtuvo el indulto, pero prefirió el destierro y marchó al África para evangelizar Mauritania. El traidor Witerico recobró su puesto -aunque tardó 15 años en lograrlo- y Wakrila obtuvo el perdón del monarca por razones desconocidas. En cambio, al irredento Segga se le cortaron las manos y se le confinó de por vida en Galicia.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Cuando quedó claro que no habría más movimientos sedicioso-religiosos, Recaredo dio el gran salto adelante y convocó para el 6 de mayo de 589 un concilio al que invitó a todos los obispos del reino, católicos y arrianos. El concilio, tercero de los que se habían celebrado en Toledo, estaba pensado para escenificar la derrota completa y definitiva del arrianismo. De los 66 obispos que acudieron de todas partes de Hispania, sólo ocho se declararon arrianos, lo que puso de manifiesto cuán minoritaria era a esas alturas la antigua fe visigoda. Todos ellos abjuraron públicamente de su fe ante la familia real y la corte en pleno, y a continuación firmaron un documento en el que se proclamaban católicos. La mayor parte procedían de Galicia y Portugal, pero también firmaron Ubigisclo de Tortosa, Ugnas de Barcelona Murila de Palencia.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">De la rendición incondicional del arrianismo y de la extinción del priscilianismo no hay que deducir automaticamente que toda la Península fuese católica. Las ciudades eran una cosa y el medio rural otra muy distinta .Había territorios en el norte que ni siquiera habían sido romanizados, o lo habían sido muy débilmente .</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Parece que las tribus vasconas se mantuvieron sólidamente paganas durante toda la dinastía visigoda, y habia una multitud de áreas poco accesibles en las que ni siquiera había penetrado la romanización, cuanto menos el cristianismo que ésta trajo aparejada. En ellas se vivía aún bajo las viejas costumbres anteriores a roma , en cuyas trazas habían pervivido algunas interpretaciones autóctonas del cristianismo, como la de Prisciliano. Así podría deducirse por la acusacion que se hizo a éste de celebrar ritos nocturnos en que los fieles danzaban a la luz de la luna. Tres siglos antes, Estrabón había dejado escrito que los iberos adoraban a un dios sin nombre para el que bailaban en los umbrales de sus casas las noches de luna llena.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Las pequeñas colectividades en las que no había penetrado el cristianismo o en las ,que tras haber sido rechazado o ignorado, mantenían tenazmente sus costumbres, fueron demonizadas y proscritas por los sucesivos concilios de la flamante Iglesia Católica visigoda. Se perseguía a los que veneraban a las piedras o a los árboles, a quienes encendían hogueras en las encrucijadas y a quienes practicaban ensalmos o celebraban ritos nocturnos.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">De ahí se nutrió el acervo de tantos desgraciados y desgraciadas: hechiceros, brujas, magos, lamias, xanas, meigas y adoradores del diablo en general, que se consumieron en las hogueras medievales.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">El poder de la nueva Iglesia Católica visigoda creció entonces como nunca. Si aquella era ya una sociedad más religiosa que civil, los monarcas que siguieron a Recaredo la clericalizaron hasta el punto de que nuestros mejores informes son las actas de los concilios.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Los detalles rituales y sacramentales adquirieron una gran importancia.San Leandro, agobiado por las dudas, escribió al papa Gregario para pedir una solución a las abluciones bautismales. Los arrianos hacían tres, y los católicos sólo una. Pero ya que en el resto del orbe católico se realizaban ahora tres abluciones, Leandro se preguntaba si los hispanos debían continuar con su tradición o adoptar la costumbre común. Gregario le tranquilizó: con una ablución se glorificaba la unidad de Dios; con tres, se glorificaba a la Trinidad. Pero ya que Dios era uno y trino, en el fondo daba lo mismo.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">El estamento eclesiástico se feudalizó en manos de la aristocracia visigoda que copó las sedes obispales y la compraventa de dignidades, los episodios de crueldad y codicia eran corrientes. Muchos sacerdotes ejercían su ministerio como sayones del obispo turno, y su labor se parecia más a la de un implacable recaudador de impuestos que a la de un pastor de almas. El depauperado campesino estaba a veces abocado a vivir en la miseria para sostener el esplendor que rodeaba a su obispo. Cuando las cosechas habían sido malas y el fruto de las requisas no había alcanzado un nivel satisfactorio, los sacerdotes robaban y saqueaban cuanto podían hasta cumplir la cuota exigida por el obispo.</span></div><br />
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">La nueva situación no puso en peligro el predominio militar y económico visigodo porque su aristocracia se hizo cargo de las sedes episcopales más ricas, como revelan los nombres germánicos de los obispos firmantes de los sucesivos concilios. Poco a poco, la estructura clerical se fue desmoronando. Los campesinos eran esclavos en manos de los clérigos, que a su vez lo eran de los obispos. En el siglo VII, la situación era escandalosa. Pero todo cambiaría con la llegada a Hispania de una nueva religión cuyo profeta predicaba por entonces en Arabia. </span></div><br />
<div style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">alberto porlan</span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-9518357805788793162012-02-24T21:59:00.002+01:002017-01-29T22:14:08.638+01:00.415 : Los Ejercitos Godos<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEixd8H4wFaYq2MfA_fg-JbSJAzjNGOlLLhjHxLnfhYvoe3re8TLK2GorvmdF6mqKW5wST5nWyxWAUVhHf0qEDLfsGrP1anwhWqdImvzWaAKgyvAHpyBS8-EPoWXLwuqFW6O5rBCG6mdhVU/s1600/siervos+armados.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"> </a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsgWk2pLOSgQGI01AwMMqiJFJReeo5a_ZGamRqkvto1NzspFUqAg22k3Sty0c0VRsdJuiM5_8JX04GfUdZZlPm5jMgMs1W_-zLvFwFqj36LI2-FcbADyPwseCoXFMHlFyFeYY6mRgkNXU/s1600/godos.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsgWk2pLOSgQGI01AwMMqiJFJReeo5a_ZGamRqkvto1NzspFUqAg22k3Sty0c0VRsdJuiM5_8JX04GfUdZZlPm5jMgMs1W_-zLvFwFqj36LI2-FcbADyPwseCoXFMHlFyFeYY6mRgkNXU/s400/godos.jpg" width="298" /></a></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Enmarcada por dos derrotas militares, Vouillé y Guadalete, la existencia del reino visigodo de Hispania estuvo jalonada por numerosos conflictos bélicos. Sin embargo, no es mucho lo que sabemos sobre la Organización, el armamento y las tácticas de estos bárbaros romanizados.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"></span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">De costumbres seminómadas, establecieron su primer contacto con los romanos en la Baja Moesia (norte de Bulgaria), y pocos años después se produciría la primera de las llamadas" guerras góticas", en la que devastaron la región para posteriormente, desde allí, realizar incursiones de saqueo a Circasia y Georgia. En el año 262 destruyeron el templo de Diana en Éfeso, considerado una de las maravillas del mundo antiguo, y cinco años más tarde atravesaron el Bósforo y conquistaron Bizancio. Pero, eso sí, arrasando todo a su paso, incluida Atenas.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"></span><br />
<a name='more'></a><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Contenidos más tarde por los griegos y encerrados en los pasos montañosos de los Balcanes, se vieron obligados por el hambre a servir al emperador Claudio II, Fue una paz que duraría casi dos siglos, hasta que,tras diversos incidentes de manifiesta hostilidad, sobre todo por parte del emperador Valente, en agosto del 378 y ante los muros de Adrianópolis el jefe visigodo Fridigern, con la ayuda de los ostrogodos de Alateo y de Safrax y de otras tribus, infligió a los romanos la derrota más decisiva que habían sufrido desde Cannas. Fue el acto final de un drama de grandes proporciones y que tendría enormes consecuencias para el futuro.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Allí quedó claro para siempre que las viejas tácticas de las legiones y las falanges habían sucumbido definitivamente: para enfrentarse al creciente número de jinetes que los bárbaros utilizaban en combate era necesario abrir las cerradas formaciones de infantería, incapaces de resistir el hostigamiento a pie firme con sus escudos y armas arrojadizas. Pero, si se extendían, las formaciones se adelgazaban y eran aún más vulnerables al ataque de los lanceros a caballo que, rápidamente, conseguían romper las filas enemigas; del resto se encargaban las hordas de guerreros a pie. Se precisaban nuevas formas de combatir y hasta armas innovadoras, pero, indiscutiblemente, el ascenso de la caballería había comenzado.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Así se inició la invasión de los bárbaros. Durante el siglo siguiente, las tribus germánicas crecieron demográfica y militarmente, y terminaron apoderándose del Imperio y de su capital. Incluso cristianizados, sus correrías por Europa no cesaron, y llegaron a tomar parte en las guerras civiles romanas, unas veces a un lado y otras a favor del otro contendiente. Y también lucharían, casi interminablemente, entre ellos.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">De hecho, en el año 507, la batalla de Vouillé (en la que el rey Alarico II resultó derrotado y muerto por el rey franco Clodoveo) obligó a los visigodos a cruzar los Pirineos y establecerse en la Península, aprovechando el declive de las instituciones hispanorromanas. De este encuentro decisivo nacería, de una parte, la Galia dominada por los francos o Francia, de la que sólo quedó excluida la llamada Galia Narbonense o Tolosana, que sería dominio visigótico hasta el siglo VIII; el otro alumbramiento de Vouillé sería la España visigótica. Así también nació el ejército hispanovisigodo. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Tan prolongado y estrecho contacto con Roma no pudo más que influir en la forma de combatir, en las armas y en la organización de los visigodos. A partir de su asentamiento en la zona del mar Negro, habían adoptado la cultura del caballo propia de las estepas. Pero su participación como aliados en las guerras romanas les permitió heredar la organización tardía de las legiones.Muy pronto, el ejército visigótico estuvo formado básicamente por dos cuerpos: uno profesional y fijo, el exercitus, y otro de recluta forzosa y ocasional, el hostis. Éste sólo se ponía en marcha cuando era necesario y siguiendo un plan que hoy llamaríamos "de movilización". Del hostis nacería la hueste medieval.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Cuando se producía una movilización, los fideles regis o nobles, así como todos cuantos poseían tierras concedidas por el rey en razón de sus méritos o prestaciones militares, se incorporaban obligatoriamente al ejército con sus tropas, reclutadas entre su servidumbre. Estas fuerzas profesionales se empleaban tanto siguiendo las órdenes directas del rey como por delegación de éste; pero también eran utilizados por sus señores contra sus enemigos. El señor estaba obligado a armar a sus siervos, como parte de las prestaciones que el sistema feudal le imponía. Y asimismo tenía la responsabilidad de cuidar de ellos, de ocuparse de su mantenimiento y de responder de su fidelidad y sus actos.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Después de la desaparición de la estructura administrativa y política hispanorromana, muchos nobles de esa extracción se incorporaron al Ejército visigodo. Aunque este hecho da a entender, para muchos autores, la falta de prejuicios raciales de los godos, lo cierto es que sólo recurrían a los hispanorromanos, al menos inicialmente, cuando sus tropas propias no bastaban para enfrentarse a la amenaza del momento.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Desde un punto de vista orgánico, la cabeza del Ejército era el rey, el único con la facultad de poder movilizarlo. A su lado "no olvidemos que los reyes visigodos eran primus inter pares;es decir, primeros entre iguales" se encontraba su guardia personal, formada por los spatarius, bajo el mando de un conde o comes spatariorum, y los cubiculari, mandados a su vez por un conde o duque. De entre estos guardias personales se elegía a un centenar de fideles, que realmente constituían la guardia de corps del monarca.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">La estructura militar produjo con el tiempo la organización de la político-administrativa, y aunque inicialmente los dux provinciae y exercitus y los generales o thiufadus sólo tenían funciones militares, pronto extendieron sus responsabilidades.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Los dux se ocuparon de las funciones del ejército provincial, pero también de la administración de la zona (con las reformas de Leovigildo, llegó a haber un duque por provincia), mientras que los tiufados o chambelanes pasaron a ejercer también como jueces militares y civiles.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">A partir del reinado de Chindasvinto (642-653), puede decirse que desaparece del todo la división entre autoridades civiles y militares propia de la época bajo-imperial.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">A los duques les seguían en rango los condes ciudadanos o comtes civitatis, y por debajo de estos se encontraban los gardingos, jefes directos de las milicias de las ciudades que los condes gobernaban, y, subordinadas a ellos, los tiufados.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">El ejército visigodo estaba organizado en unidades procedentes de un sistema directamente inspirado en el romano tardío: la agrupación básica era la decaniae, o grupo de diez hombres mandados por un decano; a su vez, varias decenas (no necesariamente diez) se encuadraban en una centenae bajo el mando de un centenario. Y cinco de estas centenas, con un quingentenario a la cabeza, formaban una quingentenae. Más de cinco centenas creaban una thiufa o mileniae (aunque su número de efectivos debería ser teóricamente de diez centenas o mil hombres), unidad de la que se ignora si se correspondía exactamente con las ciudades y que era mandada, como ya hemos visto, por un tiufado.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Estas unidades formaban a su vez turmas (cuerpos del ejército, les llamaríamos hoy) o divisiones. No está claro el número de efectivos que una de estas grandes unidades poseía,pero algunos historiadores calculan un máximo de cien mil hombres.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">El reclutamiento y servicio militar. Obligatorio por ley y costumbre, e inicialmente para los hombres libres,se extendió a los siervos con Wamba, y se discute la fecha de incorporación al ejército de los hispanorromanos (a los que en realidad habría que llamar simplemente hispanos), que algunos sitúan en épocas muy tempranas. En cualquier caso, lo que hoy llamaríamos movilización era convocada por el rey y en situaciones muy definidas, dado que su misión principal era defender el reino de los ataques exteriores, aunque también garantizar el orden interior y el cumplimiento de las leyes, hasta el extremo de que los jueces podían pedir ayuda a los condes para la detención, custodia y conducción de los criminales. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Quienes prestaban servicio en la fuerza regular eran denominados exercitales, y sus derechos y deberes estaban precisa y extensamente regulados, incluidas las normas para el reparto del posible botín de guerra. Los ciudadanos libres reclutados, por su parte, gozaban también de derechos especiales durante el tiempo de servicio, como el de protección de sus bienes en su ausencia o el de interrupción de sus obligaciones mercantiles y de los procedimientos judiciales en que estuviesen inmersos.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Pero también estaban legislados los delitos y castigos. El Liber Iudiciorum incluye todos los fueros y desafueros de los militares, así como los premios por las acciones valerosas y los castigos por las faltas y los delitos; por ejemplo, las deserciones se castigaban con la muerte, o con la obligación de pagar trescientos sueldos si se acogían al derecho de asilo en una iglesia. Un hurto obligaba a devolver once veces el valor de lo robado y, además, el reo sufría cincuenta azotes.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Aunque el armamento de los pueblos germánicos se limitaba a la lanza larga y la espada celta de hierro, y su protección a tan sólo un yelmo y, en ocasiones, a la muy costosa cota de malla (completada con un escudo de madera y cuero), los visigodos, tras siglos de permanente contacto y de integración en los ejércitos romanos, adoptaron además las armas y el equipamiento de las unidades romanas e hispanorromanas. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Como protección utilizaron el casco, de hierro y con formas variadas, aunque preferentemente cónico, y el capacete, siempre acompañados de un escudo de madera y cuero que podía ser tanto rectangular como oval. La defensa corporal la constituían las zabas, una especie de armadura de silicio larga hasta las piernas y a veces forrada con pequeñas escamas de hierro, debajo de la cual llevaban el thoramascus, fabricado en lana y fieltro y forrado en tafilete. Los jinetes protegían la cabeza del caballo con la llamada testina, de hierro batido. Algunos podían además contar con la protección de la loriga o cota de fierro, en escamas o anillos de hierro, e incluso con verdaderas armaduras de placas o caligas.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">La panoplia de armas ofensivas era muy diversa: se utilizaban los dardos y las flechas lo que supone la existencia de arcos y ballestas, de los que pocos detalles técnicos conocemos, salvo que arqueros y ballesteros eran muy hábiles en su oficio; la lanza, de formas muy diversas y con punta casi siempre de hoja, y el menaulo, heredero del pilum y que, como aquél, tambien se podía emplear como arma arojadiza, a modo de dardo o venablo; las aclides o mazas de guerra, de hierro, y las franciscas o francas, hachas arrojadizas de un solo filo que otros llaman securon y que fueron tomadas de los francos.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Finalmente, las espadas eran de varias clases, todas de dos filos: la famosa spatha, de origen germánico y luego adoptada por los romanos, vuelve a blandirla el jinete como arma principal, larga (de entre 90 cm y un metro, más o menos) y aguzada, o bien el infante, más ancha. Se cree que sus empuñaduras estaban finamente trabajadas y hasta embellecidas con metales y piedras preciosas, pero la costumbre funeraria de desmontarlas antes de ser enterradas con sus poseedores "un ritual que se supone más ibero que godo" nos ha privado de ejemplos arqueológicos. El arsenal ofensivo lo cerraba un puñal o cuchillo de menor tamaño que la espada, de un solo filo y que llamaban scrama. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">No existía nada que pudiera ser identificado como un uniforme, pues el soldado vestía algo parecido a un sayo de lana o piel y un gran calzón forrado, lo cual no lo distinguía en absoluto de los civiles, campesinos y ciudadanos. Como es natural en un sistema feudal, las protecciones y las armas eran propiedad del señor y éste debía entregarlos a sus siervos cuando eran movilizados para la guerra.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">La caballería visigoda era, como en todos los ejércitos de origen germano, un complemento táctico, utilizado para intentar dispersar a la caballería enemiga, hostigar los flancos de la infantería y proteger los propios. Cuando el enemigo, desorganizado, intentaba la retirada, la caballería permitía rodearlo velozmente y causarle grandes bajas.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Sin embargo, su importancia iría creciendo con el tiempo, especialmente a medida que la caballería pesada, a imitación de los clibanarii de las legiones tardorromanas, fue protegiéndose más y convirtiéndose en la reina indiscutible de las batallas, en detrimento de la infantería, incapaz de resistir sus acometidas.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Pero, para llegar a este punto, todavía faltaban unos cuantos siglos. Estos caballeros visigodos vestían lorigas de escamas de hierro, espinilleras y yelmo sin visera y de forma cónica, se protegían con un escudo redondo e iban armados de la lanza de acometida y de la spatha. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">De alanos y sármatas, los jinetes visigodos asimilan no sólo la coraza, sino (lo que es más importante) el estribo,que permitirá al jinete afianzarse y usar ambas manos para esgrimir la lanza y el escudo. Algunos, pues, llevaban coraza, muchas veces adquirida en sus incursiones o guerras contra los francos, pero eran poco numerosos debido a lo costoso de este equipamiento (a pesar de su importancia militar). La caballería ligera, mucho más numerosa, utilizaba jabalinas o menaulos, escudos y espadas, una mediana o puñal largo y un arco con doce flechas, que empleaban durante la carga o la retirada, al modo oriental. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">De la relativa importancia de unos y otros, apenas hay concordancia en las fuentes, ya que mientras unos confieren a la caballería una notable entidad, otros consideran que el ejército visigodo, como todos los ejércitos bárbaros, era una "fuerza de a pie" y que el número de jinetes se limitaba prácticamente a los que integraban el séquito del señor o del rey, y resaltan la importancia de la típica "pareja de combate" de jinete y soldado de a pie. Lo que sí parece seguro es que, como en todos los ejércitos germánicos, el jinete muchas veces desmontaba y combatía a pie.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Y llegó el ocaso militar. Ya en tiempos de Wamba se reconocía la creciente decadencia del antaño belicoso espíritu de los visigodos. San Julián, en su Historia de Wamba, lo describe muy gráficamente: "El valar de los godos había sido famoso, pero ahora su energía y su conocimiento de la guerra se habían desvanecido. No estaban acostumbrados a hacer la guerra ni tenían experiencia militar... Sus ánimos degenerados no podían soportar el peso de una batalla". Las leyes del servicio militar de Ervigio, aun rebajando las exigencias de la anterior ley de Wamba, endurecieron los castigos.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Los señores que no acudieran a la llamada de las armas perderían sus bienes y serían desterrados, y los inferiores sufrirían doscientos latigazos, para luego ser decalvados "pena extremadamente humillante" y vendidos como esclavos, si no pagaban la multa de 72 sueldos. La pena de mayores consecuencias sociales fue la de ser infamado, es decir, declarado inhabilitado legalmente. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Sin embargo, ya a principios del siglo VIII el número de infames y siervos huidos para evitar el servicio militar había crecido hasta cifras enormes, con la consiguiente disminución de la actividad agrícola y mercantil. La crisis de la economía, la corrupción de los altos cargos "Que aceptaban dinero por liberar del servicio" y la caída demográfica "que hizo perder en tan sólo un cuarto de siglo más de un tercio de la población " colocaron a la España visigoda al borde del colapso.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Y lo peor es que el reino ya estaba en dificultades: desde hacía decenios, una grave disputa por el trono entre dos grandes clanes político familiares dividía a los godos. El clan de Witiza se enfrentaba al clan de Rodrigo. Algunos historiadores señalan a los witizanos como instigadores de la invasión musulmana y aliados de los invasores, pero lo que resulta seguro es que estos contaron con el apoyo de la población judía, muy numerosa en los centros urbanos y en la capital, Toledo. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Sometidos a una continuada persecución, los judíos sabían que su situación mejoraría bajo dominio musulmán, y muchos fueron esclavizados, acusados de conspirar con los árabes. Estos, por su parte, ya habían realizado algunas incursiones en la Península: en la primera, en el año 687, invadieron las costas levantinas.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Tras más de treinta años de lucha contra Bizancio y los bereberes cristianos del norte de África, la conquista musulmana de ese territorio culminó con la toma de Tánger en el 705 Y con la de la fortaleza visigoda de Ceuta en el 710. El paso a la Península era un riesgo militar importante y los invasores realizaron un reconocimiento previo en julio de ese mismo año, desembarcando Tarif ben Malluq en la isla luego llamada de Tarifa, con 400 infantes y un centenar de jinetes. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">El resto es en realidad uno de los episodios militares más desconocidos de nuestra historia. El gobernador de la Bética, Roderico o Rodrigo, fue proclamado rey en Toledo a finales de ese año. Sin embargo, algunos nobles apoyaron a otro pretendiente, Agila, que gobernó las provincias de Iberia y Septimania, la Cataluña actual y el valle del Ebro.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Aunque la creencia general es que los árabes invadieron España, en realidad las fuerzas que cruzaron el Estrecho estaban compuestas, en su inmensa mayoría, por hombres reclutados entre los bereberes norteafricanos, duros guerreros que habían hecho frente a las tropas conquistadoras musulmanas durante muchos años y que ahora eran "clientes" de los nuevos poderosos. La mayoría conservó su religión cristiana, herencia de Bizancio, y eran soldados de infantería cuyo modo de combatir era muy similar al de las legiones romanas, con la salvedad de que el orden de precedencia en batalla era para los que estaban más protegidos, quedando detrás la infantería ligera. La caballería era poco numerosa "algo que cambiaría durante la conquista de España. debido a la abundancia de caballos" y podría calificarse de pesada (armada con espadas, cascos, escudos y corazas). No obstante, los jinetes casi siempre combatían a pie y en grupo y utilizaban la montura sólo para los traslados, para alguna carga desde detrás de sus propias líneas contra unidades de infantería ya desorganizadas y para los movimientos de exploración previa, de incursión o penetración en territorio enemigo y de huida (si las cosas venían mal dadas y se encontraban rodeados o en inferioridad numérica). La caballería llevaba incorporados algunos arqueros de origen asiático, tal y como antes hicieran los bizantinos. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Además de esta situación de guerra civil, Rodrigo hubo de enfrentarse al tiempo a una de las acostumbradas rebeliones de los vascones. Aprovechando la situación, el jefe bereber Tariq Ibn Ziyad cruzó el Estrecho con unos siete mil hombres, en su mayoría bereberes -muchos de ellos cristianos-, y estableció una base bien consolidada en Gebel Tariq (monte de Tariq, hoy Gibraltar).</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Rodrigo cercaba Pamplona en aquel momento y, ante la nueva amenaza, se vio obligado a levantar el sitio y dirigirse a la Bética. Mientras, en los meses Transcurridos, los invasores habían sido reforzados con otros cinco mil bereberes, a pesar de lo cual su avance no sobrepasó el Guadalete, produciéndose algunos encuentros con las tropas del duque Teodomiro que, con más de mil jinetes, trató de contenerlos inútilmente.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Rodrigo tardó más de un mes en llegar al teatro de operaciones, con un tremendo esfuerzo y la leva forzada, durante el camino, de cuantos hombres útiles se encontraban. No se conoce el número de combatientes visigodos ni el lugar exacto de la famosa batalla de Guadalete. Tampoco hay detalles del despliegue de las fuerzas y, menos aún, del desarrollo de los combates; lo que se conoce es que, antes de la carga enemiga, Rodrigo, situado en el centro, se vio sorprendido por la súbita desbandada de ambas alas de su ejército, al mando de los hijos de Witiza. El rey murió en la batalla y ni siquiera se encontró su cadáver. Aún así, la conquista del reino visigodo fue lenta y costosa para los invasores' prolongándose quince años en total. En comparación, la de toda la península de Arabia había concluido en seis años; en cuatro, la de Siria, y en cinco, la de Egipto. Sólo la del norte de África, con casi treinta años de guerra, había sido más dura que la de la decadente Hispania goda..</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">De entre la famosa lista de los 33 reyes godos que los escolares de los años cincuenta del pasado siglo habían de aprenderse de memoria, destaca por sus cualidades militares Leovigildo, victorioso sobre los siempre levantiscos vascones (que toleraban la dominación imperial pero resistieron los intentos germánicos) y sobre la rebelión de su hijo Hermenegildo, convertido al catolicismo y ayudado por suevos e hispano-bizantinos, los otros dos territorios en los que se dividía la península Ibérica. El otro rey guerrero que destaca es Wamba, que fue el único elegido por voto unánime, aunque tuvo que ser amenazado de muerte para aceptar el trono. Wamba fue quien instauró la ley que obligaba a todos los súbditos (libres y siervos, e incluso clérigos) a prestar servicio militar en caso de ataque a las fronteras del reino o de rebelión militar interna. Wamba llevó a cabo campañas victoriosas contra los vascones y contra los rebeldes narbonenses, Ilegando a mantener una guerra en los dos frentes a la vez y hasta a abortar el primer intento musulmán de desembarco, un combate naval en el que resultaron destruidas o incendiadas más de 270 embarcaciones enemigas.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Tradicionalmente, los godos y otros pueblos bárbaros carecían de máquinas de guerra (pesadas, de compleja tecnología y difícil construcción), de forma que rendían las ciudades amuralladas y fortalezas simplemente por la guerra psicológica -el terror que su acreditada crueldad creaba a su paso- o mediante el sitio, haciendo caer a los cercados por hambre o enfermedades. De hecho, en la famosa batalla de Adrianópolis, ni siquiera pudieron tomar la indefensa ciudad tras la debacle de las tropas romanas. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Siglos después, sin embargo, los visigodos eran maestros de la táctica militar, capaces no sólo de presentar asedio a las plazas fuertes y de utilizar arietes, tortugas, testudos y hasta torres de asalto, sino de "atacarlas con piedras y rocas", lo que presupone el uso de máquinas similares a las catapultas, los escorpios y los litobolos romanos o a las que San Julián llama, con gran anticipación linguística, missiles, que arrojaban dardos y saetas con precisión. Para evitar las salidas contraofensivas de los sitiados, los visigodos construían fortificaciones de campaña y usaban defensivamente setos y cestones y fajinas incendiarias para prender fuego a las puertas.</span></div><br />
<div style="background-color: white; color: #666666; font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">juan antonio guerrero</span></div>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-42566660123462418422011-12-26T22:11:00.000+01:002017-02-12T22:37:31.318+01:00.409: Los godos y otros barbaros del norte<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5aB5zjAmSXkxISTpaRFvtP86ljB3Xybrwslb5mDMIPKnmb1YC-JDiodzo4WH8uoEgZPoo5RmleJdeCzKQac9EzT_o-My-5mOWtWd_OeggwP_RvooDigp3qqnT46ygR0Ni6slf5-29rSQ/s1600/visigodos.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="272" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5aB5zjAmSXkxISTpaRFvtP86ljB3Xybrwslb5mDMIPKnmb1YC-JDiodzo4WH8uoEgZPoo5RmleJdeCzKQac9EzT_o-My-5mOWtWd_OeggwP_RvooDigp3qqnT46ygR0Ni6slf5-29rSQ/s320/visigodos.jpg" width="320" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">El Imperio Romano se vino abajo en España en el otoño del año 409; el 12 de octubre exactamente, que ya es casualidad. Aquel día cruzaron el Pirineo, por los pasos de Roncesvalles y Somport, tres tribus bárbaras: los vándalos, los alanos y los suevos. Tres años antes, aprovechando un descuido de los romanos, habían rebasado el Rin a la altura de Maguncia. Fue un invierno tan frío que el río estaba congelado. El cambio climático, como se ve, no es cosa de ahora. Encontrarse el cauce helado fue una bendición, y en pocas semanas decenas de miles se trasladaron a la otra orilla, la romana, donde aguardaban pacientes el saqueo de todas las maravillas del mundo clásico, es decir, civilizado.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Durante tres años vagaron sin rumbo por la Galia, hostigados por los romanos y por sus subcontratas guerreras, encargadas de mantener las fronteras limpias como una patena. El destino final de los tres grupos era el norte de África, la rica provincia romana que durante siglos había ejercido de granero del Imperio. Como la costa mediterránea de la Galia andaba intratable por aquel entonces, se aliaron para tomar un camino alternativo, el de la inmensa Hispania.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">El camino, aunque largo, sinuoso y no exento de problemas, merecía la pena. Hasta llegar aquí, los alanos, el único pueblo no germánico de los tres, habían recorrido miles de kilómetros, desde las estepas asiáticas. Los vándalos provenían de la costa del Báltico y, tras una migración sostenida durante siglos, se habían puesto a la cola para cruzar el limes y tomar su parte de las incontables riquezas del alicaído imperio. Los suevos, que terminaron forjando una modesta fortuna en España, habían partido años atrás de algún punto entre las juras de Suabia y Franconia, en la actual Baviera, quizá empujados por otros o quizá porque estaban hartos de vivir subidos en un árbol y querían participar del festín. No lo sabemos: como eran bárbaros, no sabían ni leer ni escribir.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Las provincias romanas de Hispania no sólo eran inabarcables, montañosas y muy romanizadas, sino que, por aquellos años, se habían apuntado a una rebelión contra el emperador. La capitaneaba un tal Constantino, que a su vez había entregado el control de España a uno de sus generales, Máximo, que se proclamó emperador en Tarragona. Los invasores, encantados con el desorden que se habían encontrado a este lado del Pirineo, llegaron a un acuerdo con Máximo: no tocarían la costa de la Tarraconense, pero tendrían carta blanca en el resto.</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5LcW8blx-fJPG4OqgYjUeL0J-PWmhD62d_ZXjV0mHUZvP32b_A-1eR0ewNrZ4B1SwpJtugUOfY92bMrqrdRd5rjRk7MvVcsjrZ6J7JpLoIUJBuDcWdMv4MNj8LD73M6HM28OG-Odlq2Y/s1600/mapa_siglo_v.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="243" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5LcW8blx-fJPG4OqgYjUeL0J-PWmhD62d_ZXjV0mHUZvP32b_A-1eR0ewNrZ4B1SwpJtugUOfY92bMrqrdRd5rjRk7MvVcsjrZ6J7JpLoIUJBuDcWdMv4MNj8LD73M6HM28OG-Odlq2Y/s320/mapa_siglo_v.jpg" width="320" /></a></div><div style="text-align: justify;"><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Los alanos se dirigieron con presteza hacia el sur, hacia la Bética, la provincia más próspera y boyante de entre las españolas. Los vándalos –los había silingos y asdingos– se extendieron por las dos mesetas y el valle del Guadalquivir. Los suevos cabalgaron hacia el oeste, a reclamar la Lusitania y la Gallaecia. Buscaban tierra para cultivar. Allí la encontraron en abundancia; y ni tuvieron que habituarse al clima: en Galicia llueve tanto como en Alemania, o más.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Como todos los caminos llevaban a Roma, las malas noticias de Hispania no tardaron en llegar a oídos del emperador Honorio, que era un pelele en manos de Constancio, su magister militum, es decir, el espadón de toda la vida, que tenía mano en los cuarteles.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Para poder defenderlo mejor, años antes Teodosio el Grande, que era de Segovia, había dividido el imperio entre sus dos hijos: en el de Oriente reinaba Arcadio; en el de Occidente, Honorio. La situación en ambos era, sin embargo, muy diferente. Al primero los bárbaros ni se acercaban, y si lo hacían salían escaldados. En el segundo todo eran calamidades: Britania se había perdido, Bélgica también, y la Galia, del Loira para arriba, no obedecía a Roma. Con un imperio tan menguado, al emperador sólo le faltaba que le birlasen Hispania, que, para colmo, era el lugar donde había nacido su padre.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Con la idea de aventar a los intrusos y restituir su dominio sobre Hispania, comisionó a unos viejos amigos de la casa, los visigodos –o godos; que eso del "visi" se lo pusimos después, para diferenciarlos de sus primos italianos: los ostrogodos– para que limpiasen la provincia de merodeadores.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Los godos, en sus dos variedades, llevaban lo menos dos siglos enredando en las asuntos del Imperio. Eran originarios del valle del Danubio, y después de ganar una batalla a los romanos, la de Adrianópolis, habían llegado a la sabia conclusión de que, si pretendían heredar, lo mejor era quedarse a cuidar del viejo moribundo. El emperador los utilizaba para cubrirse las espaldas y ajustar cuentas en sus vastos y caóticos dominios.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Pero, como todos los sobrinos ansiosos por la herencia que nunca llega, los godos eran un dolor de cabeza y solían morder con cierta frecuencia la mano que les daba de comer. En el año 410, sin ir más lejos, habían saqueado Roma a conciencia por un asuntillo de poca monta.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Mandándolos a Hispania mataba dos pájaros de un tiro: largaba a los bárbaros, que saqueaban sin piedad los feraces campos y las espléndidas ciudades de la Tarraconense, y alejaba de Roma un montón de soldados incordiosos y pedigüeños, porque cuando los ejércitos godos no estaban en campaña pretendían vivir a costa del tesoro imperial, que estaba ya para pocos trotes.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">El primer godo en hacer acto de presencia por esta tierra se llamaba Ataúlfo, y conquistó Barcelona en 415. Pero su idea no era quedarse, sino fundar un reino godo en el sur de la Galia, en lo que hoy es Aquitania y Provenza. El emperador le concedió el deseo, siempre y cuando su pueblo mantuviese lealtad y obediencia a Roma. Le concedió también la mano de su hermana, Gala Placidia, la última gran dama de Roma.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">No pudo disfrutar de ninguna de las dos cosas: le apuñalaron ese mismo año en Barcelona. La bella Gala Placidia regresó a Italia y la casaron con un general. Se formó así el reino visigodo de Tolosa, que, creciendo y creciendo sin parar, en su cénit llegó a extenderse desde el Loira hasta el Guadalquivir.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Los otros bárbaros, los que dejamos arriba repartiéndose el botín, terminaron llegando a las manos. Inevitable, Hispania era demasiado pequeña para tanto bárbaro y tanta testosterona junta. Vándalos y suevos, olvidando alianzas anteriores, se vieron las caras en Mérida para dilucidar a quién de los dos pertenecía la vega del Guadiana, romanizada hasta la extenuación, esto es, rica y opulenta, sobrada de todo y falta de gobernantes.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Los vándalos ganaron; pero para nada: un año después se largaron por donde habían venido. En 429 el rey vándalo Genserico dio orden de cruzar el Estrecho. En África se encontraron de nuevo con los alanos, que habían llegado antes, y en menos de un siglo ambos pueblos se diluyeron en la bruma de la historia.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Los suevos no querían irse, les gustaba Hispania, y más en aquel momento, en que la competencia se había retirado. Su cuartel general estaba en lo que el hombre del tiempo llama "el cuadrante noroccidental", es decir, más o menos en lo que hoy es Galicia, León y el norte de Portugal. Desde allí concibieron la ambiciosa empresa de transformar Hispania en Suevia. No lo consiguieron: el godo traidor, que acechaba al otro lado del Ebro, les cortó el paso. Se establecieron en Mérida y saltaron a la Bética, con la idea de doblegar al poder romano-godo en Cartagena. De ahí a Tarragona, un paso, y la vieja Hispania sería suya. Una tribu, un reino. No es mal planteamiento. El problema es que los godos tenían uno muy parecido y eran más y otros bárbaros, los francos, les estaban empujando hacia el sur.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">En 456 el godo Teodorico dio una buena tunda al suevo Requiario en Astorga. Eran cuñados, pero la guerra es la guerra y Requiario fue capturado y ejecutado sin ningún miramiento. El camino quedaba expedito para los godos de Tolosa, cada vez más poderosos y menos dependientes de Roma, que se acercaba a su consunción final por agotamiento. En 476 Odoacro, rey de los hérulos, depuso al último emperador, Rómulo Augústulo, un crío de 12 años que, para más inri, ni siquiera era romano: era hijo de uno de los generales de Atila.</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBR4Wx5PcymU2pbwpaDA1ABHHvtlbTRz5yNximLhNnXWbu9knW7BfWOX3MlKETlov3oLwabVe5ie9xypR-kfDuUAaemUBZTKazaGWqatvKSIpJ6Q3x3xYdVedD8G2DJx3GUa8Rnd7bvlA/s1600/577px-Reino_de_los_visigodos_svg.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBR4Wx5PcymU2pbwpaDA1ABHHvtlbTRz5yNximLhNnXWbu9knW7BfWOX3MlKETlov3oLwabVe5ie9xypR-kfDuUAaemUBZTKazaGWqatvKSIpJ6Q3x3xYdVedD8G2DJx3GUa8Rnd7bvlA/s320/577px-Reino_de_los_visigodos_svg.png" width="308" /></a></div><div style="text-align: justify;"><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">A finales del siglo V el desbarajuste en lo que había sido el imperio occidental era de tal calibre que, de Escocia a Sicilia y de Suiza a Portugal, todos andaban guerreando con todos. Entonces, en pleno follón, los francos, una tribu lejana que había guardado las fronteras del norte, se pusieron en marcha. Acaudillados por Clodoveo, abandonaron las frías y desapacibles tierras del curso bajo del Rin y partieron hacia el sur. Espoleados por su jefe y convencidos de que suyos eran los despojos del Imperio, se impusieron a los alamanes y los burgundios.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">El choque con los godos de Tolosa, guardianes de la puerta del Mediterráneo, era cuestión de tiempo. De poco tiempo, porque los bárbaros, sabedores de que, con la vida que llevaban, no vivían demasiado, no acostumbraban pensarse mucho las cosas antes de hacerlas. En el año 507 estalló la guerra entre francos y visigodos. Duró lo que dura una batalla, la de Vouillé, en la que el rey godo Alarico fue derrotado y muerto.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Los francos se derramaron por la Provenza y Aquitania. Saquearon Tolosa, Burdeos y Arlés. El corazón del reino godo había sucumbido. La salvación estaba al otro lado de los Pirineos, un país donde los francos difícilmente podían seguirles, aunque sólo fuese por sus dimensiones y su endemoniada geografía.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Tras el desastre, lo que quedaba del pueblo godo en la Galia se trasladó a Hispania, el último destino de un linaje que llevaba varios siglos dando vueltas por Europa. En breve nacería el reino godo de Toledo, la primera vez en la historia en que la Península Ibérica era independiente y se autogobernaba. La población local, que era romana de lengua, cultura y religión, lo aceptó como un mal menor, algo irremediable que, al menos, frenaría los desórdenes de uno de los siglos más revueltos de nuestra historia.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">El mestizaje entre bárbaros venidos del norte e hispanorromanos cristianizados cuajó en una peculiar amalgama que es la base de que lo hoy, quince siglos después, somos. A lo largo de los últimos 1.500 años no hemos hecho más que afinar la mezcla de los tres ingredientes primordiales de lo que hoy llamamos "civilización occidental". No podemos quejarnos: el resultado, en su variante hispana, no ha salido del todo mal.</span></div><br />
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<div style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">Autor : Fernando diaz Villanueva</span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-49815245705570372142011-11-16T22:07:00.002+01:002017-01-29T22:14:08.609+01:00409 al 507 : Del Imperio romano al reino Visigodo ( 2ª parte)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgENoH_rtBM-YRLCgppt57_ucMBH7AqMd_RfLfw62TwZMmh-sYMQiuERgmc6nCqgI1ny_CvBjOxaFRTwsfBZdphAQ4Ufy8pQhPk-pImZrxZBG40iCdBoYu9lAvgVWt6ZGP-sqwjtvXJy30/s1600/150px-Ata%25C3%25BAlfo_01.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgENoH_rtBM-YRLCgppt57_ucMBH7AqMd_RfLfw62TwZMmh-sYMQiuERgmc6nCqgI1ny_CvBjOxaFRTwsfBZdphAQ4Ufy8pQhPk-pImZrxZBG40iCdBoYu9lAvgVWt6ZGP-sqwjtvXJy30/s640/150px-Ata%25C3%25BAlfo_01.jpg" width="222" /></a></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">El historiador contemporáneo hispánico Orosio, citando a un antiguo amigo del rey, dijo que Ataúlfo (410-415), el sucesor de Alarico, había pensado crear un Estado godo, sustituyendo así Romanía por Gotia.<br />
<br />
Sin embargo, finalmente decidió poner sus fuerzas al servicio del Estado romano. Se casó con Gala Placidia, la hermanastra del emperador Honorio, capturada durante el saqueo de Roma en 410, y comenzó a negociar con el gobierno imperial el papel militar que iban a desempeñar él y sus seguidores. Es posible que estos planes estuvieran ya muy adelantados cuando fue asesinado en el año 415 en Barcelona, durante un efímero golpe dirigido por un enemigo personal. El asesino, Sigerico, murió también asesinado una semana más tarde.<br />
<br />
El hecho de que Ataúlfo estuviera en Hispania en aquel momento significa probablemente que los acuerdos para un servicio militar godo en la Península, que quedaron definitivamente establecidos bajo el gobierno de su sucesor Walia (415-419), ya estaban pactados en el momento de su muerte. Bajo el reinado de Walia, que devolvió a Gala Placidia a la corte de su hermano, los godos realizaron una serie de campañas por encargo del emperador en la península Ibérica, para eliminar a los alanos, los suevos y los vándalos, y poner fin al régimen imperial del usurpador Máximo.<br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">De los detalles de esta guerra no se ha conservado registro alguno, pero los visigodos demostraron ser altamente eficaces, destruyendo a los alanos y a los vándalos silingos, antes de retirarse de Hispania en 419 para establecerse en Aquitania, en el suroeste de la Galia, como resultado de un nuevo tratado con el Imperio.<br />
<br />
Se ha sugerido que el gobierno imperial, dominado por el magister militum Constancio, había llegado a sentirse preocupado por el éxito de los godos y temía que éstos sencillamente tomaran el poder como sucesores de los vándalos y los suevos, convirtiéndose en los nuevos amos de la península Ibérica. si esto fue así, habría que preguntarse por qué se les dio el control de la importante provincia gala de Aquitania Secunda. Es más probable que la administración romana creyera que los problemas militares con los que se enfrentaba el sur de la Galia fueran de mayor importancia y más apremiantes que lo que entonces pudo parecer simplemente una operación de limpieza en Hispania.<br />
<br />
Pudo haber sido el crecimiento de la amenaza de los bagaudas al norte del Loira durante aquellos años lo que influyera en la política imperial en el sentido de desplazar a los godos de Hispania a Aquitania.<br />
<br />
Aunque la presencia de bagaudas no parece haber sido un problema que afectara a Hispania en aquella época, pronto llegaría a serlo, por lo tanto, vale la pena intentar comprender lo que significaba este término, que aparece en varias crónicas de los siglos V y VI.<br />
<br />
Desgraciadamente estas referencias están lejos de ser informativas, ya que en general no hacen más que mencionar la presencia de los bagaudas, el daño que podían haber causado y su eliminación violenta por la acción de fuerzas militares pagadas por el Imperio, sin llegar a definir nunca el término en sí mismo. Su significado tuvo que ser algo evidente o bien conocido para los lectores contemporáneos. Como consecuencia de ello, se ha planteado cierto número de sugerencias sobre lo que esta palabra podía significar.<br />
<br />
El hecho de que los bagaudas eran una clase o grupo y que suponían algún tipo de amenaza para los terratenientes romanos queda bastante claro en las menciones de la destrucción que ocasionaron y de la urgencia de tomar medidas militares para hacerles frente. Fuera de esto hay menos coincidencias y se ve a los bagaudas como un grupo que se encuentra en algún lugar de un espectro que se extiende desde los campesinos que morían de hambre hasta los revolucionarios sociales con conciencia de clase. En realidad, lo más probable es que fueran bandidos procedentes de varias clases sociales diferentes, incluidos esclavos y pequeños granjeros desposeídos, a los que los reveses políticos y económicos de la época impulsaron a unirse a las bandas en expansión continua de aquellos que ya no podían conseguir su sustento a partir de sus propios recursos. Aunque no sea un fenómeno muy conocido en la Europa occidental, este tipo de grandes bandas de forajidos aparece en la historia de otras zonas del mundo durante períodos similares de desorden político y económico.<br />
<br />
Ésta es una de las maneras en que una población rural puede intentar lograr el sustento por sí misma cuando las pautas normales de producción e intercambio económico se hunden en una zona amplia o durante un largo período. Combinando los asaltos a aquellos que, como los terratenientes y los habitantes de las ciudades, todavía controlaban las provisiones de alimentos y otros recursos previamente adquiridos en el campo, la población rural podía subsistir a pesar de vivir en unas condiciones que habían hecho imposibles la agricultura y el comercio. De manera similar, esta combinación a gran escala constituía posiblemente una reacción en unos tiempos en que a la población rural le quitaban sus propios recursos a la fuerza otras bandas armadas, tales como unidades de mercenarios sin empleo o soldados gubernamentales que no habían recibido sus pagas. Una vez que se alcanzaba cierto momento crítico, estos grupos de bandidos llegaban a poder asaltar las propiedades de los terratenientes, y a atacar y saquear ciudades y otros asentamientos, e incluso a intentar enfrentarse a tropas profesionales en batallas o campañas bélicas.<br />
<br />
Britania había quedado fuera del control imperial en 410, mientras que la parte de la Galia situada al norte del Loira aparentemente quedó abandonada a su suerte a partir de 406. Por lo tanto, el crecimiento incontrolado de los grupos de bandidos en esta zona no es sorprendente, y la relativa ausencia de grandes propiedades aristocráticas en la región señala que el restablecimiento del orden era para el gobierno imperial menos prioritario que en el caso de las provincias más ricas del sur. El temor a la extensión de la amenaza bagauda a través del Loira puede, por lo tanto, explicar la decisión de establecer una presencia militar permanente, como hicieron los godos en el suroeste en 419.<br />
<br />
Entretanto en Hispania, los alanos supervivientes se refugiaron con los vándalos asdingos, y algunas referencias posteriores sugieren que conservaron sus peculiaridades étnicas dentro de la confederación, hasta que ambos pueblos desaparecieron completamente del registro histórico en el año 535. Sobre los vándalos silingos no se sabe nada más. Los suevos, que al parecer se establecieron formando guarniciones en el noroeste de la Península, pudieron haberse librado en gran medida de las campañas emprendidas por los visigodos entre 416 y 419, que probablemente se concentraron en las zonas del sur y el este. Conservaron sus dominios del norte de Lusitania y de Galicia después de la retirada de los godos.<br />
<br />
Los vándalos asdingos, reforzados por la afluencia de alanos y otros fugitivos, fueron los principales beneficiarios del prematuro desenlace que tuvo el intento godo de recuperar Hispania de manos del gobierno romano.<br />
<br />
Al no existir ya ninguna otra oposición militar, se convirtieron en dueños de gran parte de la Península. Hasta 422 no se produciría ningún otro intento de eliminarlos. En esta ocasión se envió desde Italia un ejército imperial bajo el mando del magister militum Castino, que tenía el propósito de cooperar con fuerzas auxiliares godas proporcionadas por el nuevo rey de los visigodos, Teodorico I (419-451). Este último estaba menos interesado en la alianza con Roma que su predecesor y, ya fuera con su connivencia o sin ella, sus destacamentos no llegaron a apoyar a Castino, que fue derrotado por los vándalos en la provincia Bética y obligado a retirarse.<br />
<br />
El único logro de su campaña fue la captura del emperador fugitivo Máximo, que fue llevado a Ravena y ejecutado. A partir de entonces, el dominio romano en la península Ibérica quedó limitado a las zonas costeras de la Tarraconense y al valle del Ebro, entre el curso medio y el curso inferior de este río.<br />
<br />
El propio Castino continuó prestando servicios como jefe militar bajo el breve régimen de Johannes (o Juan), que fue entronizado como emperador tras la muerte de Honorio en 423. Se le negó todo reconocimiento en el este y fue derrocado en 425 por una expedición enviada desde Constantinopla, que designó un nuevo emperador de occidente en la persona de Valentiniano III, hijo de Gala Placidia, hermana de Honorio, y de Constancio III, el que fuera jefe militar supremo durante los últimos años de Honorio y emperador durante un breve tiempo en 421.<br />
<br />
La debilidad del régimen de Juan y las rivalidades de los mandos militares en Italia, África y la Galia durante los cinco primeros años del reinado de Valentiniano III tuvieron como consecuencia que no se pusiera interés alguno en intentos posteriores de reimponer el dominio imperial en Hispania.<br />
<br />
Sin embargo, las maniobras para conseguir poder que se organizaron entre mandos militares romanos rivales tuvieron un impacto considerable en los vándalos, que por aquel entonces eran los amos indiscutibles de la mayor parte de la península Ibérica.<br />
<br />
En el año 427 estalló una guerra civil entre el conde Bonifacio, gobernador de África, y Félix, mando supremo de los soldados en Italia, posiblemente como resultado de una conspiración de Aecio, el magister militum del sur de la Galia. Aunque la primera expedición que Félix envió contra su rival fue derrotada, la amenaza de una segunda pudo inducir a Bonifacio a establecer un pacto en 428 o 429 con el rey vándalo Genserico, para que éste llevara sus tropas a África.<br />
<br />
Poco después, se conoció el papel que había desempeñado Aecio para enfrentar a Félix y Bonifacio, pero en mayo de 430 Aecio consiguió asesinar a Félix y hacerse con el poder en Italia. La corte imperial, dirigida por Gala Placidia, madre del emperador, apoyó a Bonifacio, por lo que éste retiró su ejército de África para lanzarse a la confrontación con Aecio. Ganó la batalla pero murió poco después a causa de las heridas recibidas, por lo que el control del Imperio occidental, muy reducido ya, cayó en manos de Aecio, que continuó ejerciéndolo hasta que fue asesinado por el propio emperador en el año 454. Una de las consecuencias de todos estos acontecimientos fue la supresión de la última presencia militar romana y la entrada de los vándalos y los alanos en las provincias africanas, completándose su conquista con la toma de Cartago en el año 439. El dominio de África por parte de estos pueblos fue reconocido mediante un tratado con el Imperio en 442.<br />
<br />
No obstante, lo que sí parece claro es que inicialmente los vándalos no renunciaron a sus posiciones en Hispania. En el período inmediatamente posterior al traslado de sus fuerzas a África en 429, diversas bandas de suevos se trasladaron al sur de Galicia, donde ya habían estado anteriormente confinadas desde 411-412, pero el rey vándalo envió un destacamento de su ejército de vuelta a la Península y aquellos suevos, que pecaban de exceso de optimismo, dirigidos por el rey Hermingar (o Hermengario), fueron derrotados cerca de Mérida el año 430. Esta fue la última intervención de los vándalos en la Península. Ante la necesidad de imponerse por la fuerza en África y, hasta 442, por la amenaza de los intentos de eliminarlos que hizo el Imperio Romano, los vándalos concentraron todos sus esfuerzos en hacerse con el dominio de sus nuevos territorios, dejando Hispania a los suevos, que eran en aquel momento los únicos supervivientes de los invasores de 409 que quedaban en la Península.<br />
<br />
Bajo el gobierno de los reyes Requila (438-448) y su hijo Requiario (448-455), los suevos se establecieron en Mérida (439) y extendieron su dominio a la mayor parte del oeste y el sur de Hispania, permaneciendo bajo control imperial directo sólo la Tarraconense. Este control se ejercía en nombre del emperador a través de una serie de mandos militares, varios de los cuales son conocidos.<br />
<br />
Entre los problemas a los que estos mandos se enfrentaban estaban los brotes de actividad de los bagaudas en el valle del Ebro, en la zona del curso medio de este río, donde parece ser que fueron saqueadas algunas poblaciones.<br />
<br />
Durante las décadas de 430 y 440, el gobierno imperial, que tenía su sede en Ravena, se preocupó casi exclusivamente de mantener su control sobre el sur de la Galia y, por extensión, sobre la Tarraconense, e incluso estuvo dispuesto a conceder África a los vándalos en 442.<br />
<br />
En 451, la invasión de la Galia por los hunos, bajo el mando de Atila, minó la autoridad de Aecio, lo cual llevó a que el emperador lo asesinara en el año 454, y esto a su vez dio como resultado en 455 el asesinato del propio emperador Valentiniano III, como acto de venganza.<br />
<br />
En el período de caos que se produjo a continuación, los suevos hicieron una incursión en la Cartaginense, quizá como acción preliminar a la conquista completa de esta provincia. Los intentos del Imperio Romano para conseguir una solución diplomática fueron rechazados y el rey suevo desencadenó un ataque contra la Tarraconense, pero su ambición demostró ser fatal, no sólo para él, sino también para su reino.<br />
<br />
En medio de los desórdenes que siguieron a la eliminación de Valentiniano III, y con él, en 455, de la dinastía fundada por Teodosio, un aristócrata galo llamado Avito ocupó el trono con el respaldo militar de los visigodos. Dado que este aristócrata compartía el punto de vista de Aecio sobre la importancia primordial de mantener un dominio directo sobre el sur de la Galia, consintió o animó la actuación de sus aliados godos, gobernados entonces por Teodorico II (453-466), para que contrarrestaran la nueva amenaza de los suevos que apuntaba a la Tarraconense.<br />
<br />
En el año 456, Teodorico entró con su ejército en Hispania para luchar contra Requiario, aunque éste era su cuñado. Los suevos fueron derrotados completamente en la batalla del río Órbigo, cerca de Astorga. Durante la huida subsiguiente, Requiario fue capturado y ejecutado, con lo que se desintegró la monarquía sueva.<br />
<br />
Existe testimonio escrito de que cierto número de señores de la guerra rivales lucharon entre sí y contra los godos a lo largo de la década siguiente, antes de que su historia se sumergiera en un silencio que duraría casi un siglo. Sin embargo, parece ser que los últimos supervivientes de los suevos y de sus belicosos gobernantes fueron obligados a retroceder al norte de Portugal y a Galicia en los momentos posteriores a los acontecimientos del año 455, mientras los visigodos se hacían con el control directo de la mayor parte del resto de la Península, exceptuando las regiones costeras de la Tarraconense y algunas zonas del valle del Ebro, que continuaron bajo el poder imperial.<br />
<br />
El último emperador romano que visitó la península Ibérica fue Mayoriano (458-463), cuyo interés primordial fue lanzar un ataque contra los vándalos, los cuales, después de haber llevado a cabo el segundo saqueo de Roma en 455, estaban considerados como la principal amenaza para los ya menguados intereses imperiales en el oeste.<br />
<br />
Según algunos de los pocos registros supervivientes de una crónica del siglo VI que probablemente se escribió en Zaragoza, Mayoriano llegó a Hispania en el año 460. Aquel mismo año hizo una entrada solemne (o adventus) en Caesaraugusta (Zaragoza), pero no parece haber interferido en el control que los visigodos ejercían sobre la mayor parte de la Península.<br />
<br />
La flota que estaba preparando para la invasión de África fue capturada en el puerto de Cartagena, en un ataque sorpresa que lanzaron los vándalos, y el emperador fue obligado a renunciar a sus planes. De regreso a Italia, en 461, Mayoriano fue destronado por su magister militum, Ricimero, que era de origen suevo y visigodo, y luego fue ejecutado.<br />
<br />
El dominio romano en el valle del Ebro y en la costa mediterránea terminó finalmente con la actuación del rey visigodo Eurico (466-484), que asesinó a su hermano Teodorico II en el año 466.<br />
<br />
En aquella época la Galia seguía siendo la zona fundamental de los territorios ocupados por los visigodos y Tolosa era el centro administrativo y la residencia principal del rey, a pesar de que en 455-456 se conquistó gran parte de Hispania. Cuando el dominio imperial declinó aún más en la parte occidental del Imperio entre las décadas de 460 y 470, Eurico consiguió más territorio galo mediante guerras o tratados, culminando este proceso con la ocupación de la Provenza por los godos y la cesión de Auvernia que hizo Roma a este rey visigodo en 474.<br />
<br />
Después de que Rómulo fuera depuesto en 476, los generales de Eurico invadieron rápidamente las zonas del noreste de Hispania que todavía estaban administradas directamente por el Imperio.<br />
<br />
Hacia el año 480, como muy tarde, el reino visigodo en la Galia había llegado a extenderse desde los valles del Loira y el Ródano hasta los Pirineos, y abarcaba también la totalidad de la península Ibérica, salvo Galicia, que seguía estando en manos de los suevos.<br />
<br />
Eurico murió por causas naturales en 484 y el reino que él había ampliado tanto fue heredado por su hijo Alarico II (484-507). Con este nuevo rey se produjeron algunos cambios importantes, aunque los registros que hablan de ellos son escasos. La Consularia Caesaraugustana, o «Crónica consular de Zaragoza», contiene un registro relativo al año 494 donde se informa de que «por este consulado los godos entraron en Hispania». Un segundo registro, referido al año 497, añade «en este consulado los godos consiguieron establecer asentamientos (sedes acceperanf) en Hispania».<br />
<br />
Aunque a partir de estas breves afirmaciones, se ha aceptado en general que lo que registran es un proceso de reubicación de la colonia visigoda, que sale del sur de la Galia y entra en Hispania, lo cual tuvo lugar a mediados de la década de 490. Hay que precisar con claridad que nada de esto se puede corroborar arqueológicamente.<br />
<br />
Sin embargo, se sabe que la corte real continuó estando en Tolosa y, después del casamiento de Alarico con la hija del rey ostrogodo Teodorico, que se había convertido por sí mismo en la máxima autoridad de Italia en 493, los intereses económicos y políticos se centraron cada vez más intensamente en el sur de la Galia.<br />
<br />
No es fácil saber qué les sucedió durante las décadas intermedias a los descendientes de aquellos guerreros que habían seguido al rey godo Ataúlfo durante su campaña fuera de Italia en 410-411. ¿Fueron los seguidores de Alarico II poco más que un ejército de ocupación, distribuido en guarniciones por las ciudades y pueblos importantes del sur de la Galia y, en menor medida, de Hispania? ¿O se produjo una transformación social importante a lo largo del siglo V, con una redistribución de las propiedades senatoriales romanas, que convirtió los niveles más altos de la sociedad goda en una aristocracia de terratenientes? ¿Qué papeles desempeñaron aquellos que se llamarían a sí mismos godos, pero que no pertenecían al estrato superior de esta sociedad? ¿Pudieron haberse convertido en subordinados de aquellos nobles visigodos que deseaban formar sus propios séquitos militares personales, o existía entonces una clase de propietarios campesinos godos que poseían libremente pequeñas parcelas de tierra?<br />
<br />
A ninguna de estas preguntas se puede dar una respuesta precisa. Ha surgido un gran debate entre los expertos sobre el tema de si los godos se beneficiaron de una redistribución de las propiedades romanas que ellos trabajaban directamente, o si sólo recibieron las cargas fiscales correspondientes a dichas propiedades, con lo que se quedarían simplemente como un ejército de ocupación encargado de las guarniciones.<br />
<br />
Este debate se ha centrado sobre todo en el significado del término hospitalitas, que se utilizó para referirse a las divisiones llevadas a cabo a requerimiento del gobierno imperial de Roma entre la aristocracia local civil y los «invitados» bárbaros que acudieron a las distintas zonas del Imperio de Occidente en momentos diferentes a lo largo del siglo V.<br />
<br />
En el caso de la Galia, en esta división se asignaba a los godos dos tercios de las propiedades romanas. Hay varias fuentes que permiten asegurar que esto tuvo lugar de una manera formal, pero lo que esta división suponía en la práctica es mucho menos fácil o incluso imposible de determinar.<br />
<br />
Una expropiación de terrenos a tal escala habría sido un hecho totalmente sin precedentes y resulta difícil ver qué justificación legal se podía haber utilizado para darle validez.<br />
<br />
La explicación más lógica podría ser que se produjo un ajuste en el pago de impuestos, de tal manera que dos tercios de lo que se pagaba por cada propiedad fueran directamente a unos receptores godos previamente designados, en vez de ir a la ineficiente administración fiscal del gobierno imperial.<br />
<br />
Incluso así, las pruebas de que se dispone no demuestran que fuera esto lo que sucedió realmente, mientras que algunas de ellas pueden apoyar la vieja teoría de la distribución física de la tierra.<br />
<br />
La teoría de una reasignación de los ingresos por impuestos daría, sin embargo, un sentido más claro a las crípticas referencias que la Consularia Caesaraugustana hace al desplazamiento de los godos hacia el interior de Hispania en la década de 490, ya que de otra forma no resulta fácil entender por qué durante dicho período habían estado tan dispuestos a dejar lo que, según otra interpretación, habrían sido unas propiedades agrícolas bien organizadas en la Galia.<br />
<br />
Independientemente de lo que sucediera en realidad, y fueran cuales fueran sus causas, estos acontecimientos coincidieron con un periodo de turbulencias políticas en la Península que sólo aparecen registradas de una forma muy vaga en unas pocas anotaciones de la Consularia. Con respecto al año 496 se informa de que «Burdunellus e convirtió en un tirano en Hispania» y el año siguiente «fue entregado por sus propios hombres y, tras ser enviado a Tolosa, «fue encerrado en un toro de bronce y murió quemado». «Burdunellus» significa «mulo pequeño», por lo que puede ser sólo un apodo.<br />
<br />
Decir que intentó instaurar una tiranía puede implicar, casi con toda certeza, que intentó convertirse en emperador, aunque desgraciadamente no hay registros en los que se diga si lo hizo. El carácter específicamente zaragozano de algunas informaciones recogidas en la Consularia puede hacer pensar que fue en aquella ciudad, o al menos en el valle del Ebro, donde Burdunellus intentó asumir la autoridad local.<br />
<br />
Su extraña ejecución, aunque no se conocen casos similares, parece formar parte de la tradición romana de infligir una humillación pública y una muerte degradante a los rivales políticos que habían fracasado.<br />
<br />
De todas formas, no fue el único caso de este tipo que se dio durante aquel período, ya que la Consularia informa de que los godos tomaron Dertosa y mataron «al tirano Pedro», cuya cabeza fue luego enviada a Zaragoza para ser expuesta públicamente.<br />
<br />
A pesar de la falta de claridad que pueda haber en estos dos episodios, y de que aparezcan mencionados fuera de contexto, ciertamente parecen indicar que la autoridad del rey visigodo en Hispania estaba lejos de encontrarse establecida de una manera amplia y segura, y que los gobernantes locales podían intentar ponerse por encima del rey en varias zonas de la Península —un fenómeno que fue igualmente destacable tanto en el siglo VI como en el siglo VII (y también durante mucho tiempo después de la conquista árabe).<br />
<br />
A la luz de los escasos testimonios relativos a la Hispania del siglo V, es muy probable que Burdunellus y Pedro no fueran los únicos rebeldes que intentaron establecer un régimen local «tiránico» durante este período.<br />
<br />
Sin embargo, no eran estas amenazas lo que los godos podían temer más. Aunque habían conquistado gran parte de Hispania en el año 456 como aliados del emperador Avito y tenían estrechos vínculos con el dictador militar Ricimero, que dominó el gobierno imperial desde 463 hasta su muerte en 472, una serie de señores de la guerra romanos independientes había establecido su control sobre gran parte de la Galia al norte del Loira y se producían frecuentes enfrentamientos entre ellos V y los visigodos.<br />
<br />
Lo que es más importante, el hundimiento del orden local en esta región dio a algunos francos, otra confederación germánica, la oportunidad de extender su poder hacia el oeste desde la zona del curso inferior del Rin, donde habían estado instalados desde mediados del siglo IV.<br />
<br />
Clodoveo, perteneciente a un reducido número de jefes francos rivales, consiguió un éxito notable hacia 486, al eliminar a Siagrio, el último gobernante romano independiente que hubo al norte de la Galia, haciendo así que su reino franco-merovingio se convirtiera en el nuevo vecino de los visigodos al norte del valle del Loira. Clodoveo y sus seguidores se extendieron a continuación hacia el este a expensas de los alamanes, y luego hacia el sur, bajando por el Ródano, reduciendo enormemente el territorio y el poder de los burgundios.<br />
<br />
A principios del siglo VI los godos se habían convertido en los siguientes objetivos probables de las ambiciones expansionistas de Clodoveo.<br />
<br />
Aunque se hicieron esfuerzos diplomáticos —nada desdeñables los del rey ostrogodo Teodorico— para contener a Clodoveo, la guerra entre éste y Alarico II estalló en el año 507.<br />
<br />
Los burgundios se aliaron con los francos. En una batalla que tuvo lugar en Vouillé, cerca de Poitiers, el ejército visigodo fue derrotado y el rey Alarico resultó muerto. A raíz de esta derrota, los francos y los burgundios invadieron rápidamente la mayor parte del reino godo de la Galia. Tolosa cayó y los ejércitos francos llegaron en poco tiempo incluso hasta Barcelona.<br />
<br />
Se evitaron más pérdidas gracias a la intervención armada de los ostrogodos, que invadieron la Provenza en 508 y obligaron a Clodoveo a retirarse de Septimania, la región situada entre el curso inferior del Ródano y los Pirineos, que a partir de entonces quedaron como el único enclave del reino visigodo en la Galia hasta los tiempos de la conquista árabe.<br />
<br />
Puede que el resultado de la batalla de Vouillé hubiera estado determinado, en cierta medida, por los procesos a los que se alude de forma tan indirecta en la Consularia, y que los importantes desplazamientos de fuerzas visigodas saliendo de la Galia para entrar en Hispania durante la década de 490 dejaran la parte gala del reino como un territorio más vulnerable a los ataques de los francos.<br />
<br />
En todo caso, la pérdida de Tolosa y de la mayor parte de los territorios galos en 507-508 significaba que sería en la península Ibérica donde los reyes visigodos tendrían que recomponer su debilitada autoridad.<br />
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</span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-88115884807519450922011-11-16T21:56:00.001+01:002017-01-29T22:14:08.630+01:00409 al 507 : Del Imperio romano al reino Visigodo ( 1ª parte)<i><span style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12pt; font-weight: normal;"></span></i><br />
<div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwxvmgVzJM96ee9iG8ud6xPBPNwhfIUCyWqW1UDPsTx9-DxImAHpdwFyERWGcjz06aiNIf01sK0dIkHSVDXjMheu-Q-InuIRIMiFJhrTPhuZOqiiUp6rMh7Pjs3AmcP2fhw7EEr4u5Vww/s1600/150px-Ata%25C3%25BAlfo_01.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwxvmgVzJM96ee9iG8ud6xPBPNwhfIUCyWqW1UDPsTx9-DxImAHpdwFyERWGcjz06aiNIf01sK0dIkHSVDXjMheu-Q-InuIRIMiFJhrTPhuZOqiiUp6rMh7Pjs3AmcP2fhw7EEr4u5Vww/s640/150px-Ata%25C3%25BAlfo_01.jpg" width="220" /></a><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Si se ha de fijar una fecha para el final del dominio imperial romano en la península Ibérica, el otoño de 409 sería el adecuado. O bien el 28 de septiembre, o el 12 de octubre, de aquel año , cruzó los puertos pirenaicos y entró en Hispania una alianza poco firme, recientemente constituida entre unos «bárbaros» que habían pasado los tres años anteriores abriéndose camino desde Renania y a través de la Galia. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Estos invasores estaban constituidos por tres elementos étnicos diferentes: los alanos, los suevos y los vándalos. Estos últimos se subdividían en silingos y asdingos. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Los romanos creían que tanto los suevos como los vándalos eran pueblos germánicos que tenían sus orígenes en tierras situadas al este del Rin.los alanos fueron considerados como un pueblo cuya llegada al oeste habría sido probablemente mucho más reciente y su procedencia más lejana. Era uno de los pueblos de la estepa, que podía ser de origen iraní, y se encontraba principalmente en la zona del norte del Cáucaso y el curso inferior del Don durante los siglos III y IV. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Puede suponerse que algunos de ellos se desplazan hacia el oeste durante los años siguientes a la llegada de los hunos a las periferias de los Cárpatos en la década de 370. Parece ser que otros, poco después, se habían convertido en súbditos de los hunos en las llanuras situadas al norte del Danubio, mientras que otros grupos habían sido empujados hacia el sur, entrando en territorio romano. De qué modo aquellos alanos que se desplazaron hacia el oeste llegaron a encontrarse asociados con los vándalos y los suevos en la orilla oriental del río Rin, frente a Maguncia, a finales de 406.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Durante el invierno de aquel año el río quedó cubierto por una capa de hielo y los tres grupos lo cruzaron para entrar en territorio romano, donde, a pesar de la resistencia inicial de algunos francos que eran aliados del Imperio, consiguieron abrirse camino a la fuerza por las provincias galas que se encontraban indefensas. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Después de un período de tres años en la Galia, del cual no ha quedado prácticamente testimonio alguno, en el año 409 alcanzaron los Pirineos occidentales y lograron cruzarlos sin encontrar resistencia, posiblemente como resultado de una traición deliberada por parte de las unidades romanas que supuestamente tenían que estar defendiendo los pasos en aquellas montañas.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Estas tropas imperiales estaban al servicio de un emperador rebelde, Constantino III (407-411), que había sido entronizado por las tropas de Britania en 407 y luego se había hecho dueño de buena parte de la Galia e Hispania durante el período de confusión que siguió a su proclamación. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">El sacerdote hispánico Orosio en 417, cuando escribió sus <i>Siete libros de historia contra los paganos</i>, ya sugeria que los soldados de Constantino habían dejado deliberadamente que los vándalos y los otros grupos cruzaran los Pirineos, con el fin de encubrir el saqueo de la población civil que ellos mismos habían estado realizando. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Pero, a partir de entonces, el gobierno del legítimo emperador del Imperio Romano de Occidente, Honorio (395-423), nunca fue capaz de volver a imponer su autoridad en todas las provincias hispánicas.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Como puede verse a partir de lo que estaba sucediendo en otros lugares durante este período, es probable que los ejércitos migratorios que eran aquellas alianzas suevas y alanas estuvieran intentando alcanzar algún tipo de acuerdo con el gobierno romano, ofreciéndose a proporcionar servicios militares a cambio de un pago regular, suministros y cierto grado de integración en la estructura administrativa imperial. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Esto es lo que Alarico y su ejercito godo planteaban cuando, hasta el saqueo de Roma en 410, estuvieron intentando persuadir al emperador Honorio para que se los concediera. Algunos de sus sucesores lograron llegar a estos acuerdos con el gobierno imperial al menos en dos ocasiones durante la década siguiente.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">El poder militar romano había llegado a depender cada vez más del reclutamiento, tanto individualmente como en unidades completas, de soldados procedentes de las poblaciones que vivían más allá de las fronteras del Imperio o que habían recibido permiso para asentarse en él en virtud de tratados de federación. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Grupos como el de los vándalos, que ya se habían introducido en el interior del territorio del Imperio, podían proporcionar válidos recursos de mano de obra militar que a Roma le resultaban relativamente baratos, pero en períodos en los que se producían disturbios eran más los soldados potenciales que buscaban los subsidios del gobierno, que los que se necesitaban o podían ser pagados con el agotado tesoro imperial. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Por su parte, aquellos cuerpos relativamente grandes de soldados no romanos que estaban en un nuevo territorio hostil en potencia necesitaban establecer algún tipo de acuerdo con la administración imperial para su propia seguridad y, asimismo, para conseguir un empleo. No tenían capacidad para mantenerse a sí mismos como ejército si no lograban tener acceso a suministros regulares de alimentos, y no podían dispersarse ampliamente por el territorio si estaban expuestos a la amenaza militar de fuerzas romanas hostiles.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Los alanos, los vándalos y los suevos, después de un período breve, pero salvaje, de saqueo y destrucción, habían establecido un tratado de federación con el gobierno de Roma. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Las dos fuentes principales de textos hispánicos que recogen la historia de este período —las de Orosio, que fue contemporáneo, y las de Hidacio, un obispo que escribió una breve crónica en el noroeste de Hispania alrededor del año 468— coinciden en que hubo un período de hambre, inanición y canibalismo inmediatamente posterior a la entrada de los alanos, los suevos y los vándalos en Hispania en 409. Aunque las simpatías de ambos cronistas están con la población civil que sufría esta catástrofe, lo que relatan implica que los invasores necesitaban tomar medidas desesperadas y a corto plazo. Después de apoderarse de todos los alimentos disponibles y reducir a los habitantes del país a un estado de inanición, debían continuar su camino, para ocasionar una miseria similar en otras áreas que hasta aquel momento estaban intactas, o bien cambiar la naturaleza de su relación con las clases dominantes romanas. Dado que ya habían devastado la Galia mientras la atravesaban entre 406 y 409, y eran incapaces de cruzar al norte de África, el último procedimiento era la única alternativa que les quedaba si no querían sumarse a los civiles y caer ellos también en un estado de inanición.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Las condiciones existentes en Hispania en aquel momento implicaban que el tratado de federación tenía que pactarse con un régimen imperial rebelde que se había implantado en la Península en el año 409. El emperador con el que establecieron el pacto se llamaba Máximo y su dominio estaba centrado en Tarragona y Barcelona, en la costa mediterránea, una zona que entonces no se encontraba amenazada directamente por la presencia de los invasores.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Máximo había sido proclamado emperador por Geroncio, uno de los generales de Constantino III, que se había rebelado contra su antiguo emperador y en 410-411 le sometió a un asedio en Arles. En tales circunstancias, ni Geroncio ni Máximo estaban en situación de poder resistir frente a los alanos, los suevos y los vándalos; en todo caso, podrían haber esperado valerse de ellos para derrocar a Constantino III y conseguir el control de la Galia.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Pero no fue asi . Durante el invierno de 410-411 los visigodos se retiraron de Italia y, en consecuencia, el ejército de Honorio, el emperador legítimo, quedó libre para intentar restablecer su dominio sobre la Galia. Esto se llevó a cabo con bastante rapidez a lo largo de 411. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Geroncio se vio obligado a levantar el sitio de Arles y retirarse hacia Hispania, con el resultado de que sus propios hombres lo mataron, mientras que Constantino III tuvo que rendirse a Honorio, que lo mandó ejecutar. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">El efímero gobierno de Máximo en la costa mediterranea se derrumbó y éste tuvo que refugiarse con sus nuevos aliados alanos y vándalos en el interior de la Península, mientras esperaba un ataque de los ejércitos de Honorio.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Este ataque tardó mucho en llegar, porque las condiciones en la Galia seguían siendo caóticas, y hubo que esperar hasta 416 para ver el gobierno del Imperio Romano de Occidente en situación de intentar recuperar el control de la península Ibérica.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Esta operación no la llevarían a cabo fuerzas imperiales, sino las del nuevo aliado de Roma, el rey visigodo Walia (415-419). La campaña que puso en marcha por encargo del emperador Honorio contra Máximo y sus aliados alanos, suevos y vándalos hizo que los visigodos aparecieran por primera vez en Hispania.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">No sería fácil realizar una historia de los visigodos en los siglos anteriores a su llegada a la península Ibérica. Esto no se debe sólo a las dimensiones y la complejidad del tema, sino al alto nivel de continuo desacuerdo que existe entre los expertos en relación con él. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Sobre todo, estas diferencias se centran en dos cuestiones fundamentales: quiénes eran realmente «los visigodos» y qué clase de entidad formaban. El hecho de que este nombre probablemente deba ser escrito entre comillas da ya un indicio de las dificultades a las que hay que enfrentarse al tratar de establecer siquiera el más básico consenso sobre estos temas. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Las dificultades de definición que surgen al intentar responder a estas dos preguntas aparecen del mismo modo al hacer investigaciones similares sobre la naturaleza y la composición de los demás pueblos germánicos y no germánicos que se mencionan en las fuentes históricas relativas a aquellos siglos. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">En el caso de los alanos, los suevos y los vándalos, los testimonios relacionados con ellos son de una amplitud tan limitada que se ha considerado más conveniente esperar hasta el momento en que los visigodos entraron en la historia, en vez de intentar abordar las dificultades que plantea cualquier explicación sobre el carácter, la composición y el desarrollo de los pueblos llamados bárbaros.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Hace unas pocas décadas habría parecido que no había dificultad alguna para intentar responder a estas preguntas. Los diversos pueblos que se asentaron en los territorios del Imperio Romano de Occidente a partir del siglo IV habrían sido considerados sólo como tales: grupos étnicos diferenciados y coherentes, unidos por una herencia cultural, histórica y genética común. En lo relativo a sus formas de gobierno, se habría pensado que, o bien estaban dirigidos por jefes guerreros elegidos entre sus propias tropas en épocas de necesidades militares, o estaban gobernados permanentemente por dinastías de reyes de antiguos linajes, cuya autoridad podía emanar de su relación especial con los dioses a los que el pueblo rendía culto, o del hecho de descender ellos mismos de estos dioses. Cada uno de estos grupos de población recibía habitualmente el nombre de tribu. Algunos de los elementos de la cultura de cada tribu podrían estar compartidos con otras tribus. En particular, varios de estos grupos compartían una lengua común, que podía ser una lengua protogermánica o goda, pero, sin duda, con diferencias dialectales que se correspondían con su diferenciación política. Aunque en sus historias tribales concretas podían aparecer rivalidades a largo plazo y enemistades hereditarias entre ellos, sería de esperar que la mutua comprensibilidad de sus lenguajes les proporcionaría un sentido de solidaridad germánica frente a la civilización extranjera de los romanos.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Según esta interpretación, las historias de estos pueblos se habían transmitido oralmente desde hacía mucho tiempo y no llegaron a escribirse hasta el período posterior a su asentamiento dentro de las fronteras de lo que había sido el Imperio Romano. Dichas historias daban testimonio de la larga supervivencia de cada tribu durante siglos y de las grandes distancias que la mayoría de estas tribus podían haber recorrido en el transcurso de su existencia, unas veces zarandeadas por conflictos con sus vecinos y otras veces aprovechando la creciente debilidad de Roma. Algunas de estas historias también parecían quedar confirmadas por lo que generaciones anteriores de autores romanos, como Tácito, habían escrito sobre los contactos previos del Imperio con los distintos pueblos germánicos.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Desde este punto de vista, no había nada que fuera increíble de forma inherente en la versión de la historia de los visigodos que pudiera configurarse a partir de una mezcla de fuentes romanas y germánicas, Su origen escandinavo, probablemente en el sur de Suecia, donde se conserva el nombre Góthaland como denominación de una región, se puede fechar en torno al siglo I a. C. A este período de génesis le siguió una migración de la tribu a través del mar Báltico hasta el noreste de Alemania, al otro lado del río Elba, a lo largo del siglo I d. C, y posteriormente un desplazamiento gradual hacia el sur, en dirección al Danubio. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Fue a mediados del siglo III cuando se produjo el primer impacto significativo de la migración de los godos hacia el sur en el Imperio Romano, cuya frontera estaba establecida en la orilla sur de aquel río durante un gran trecho de su curso. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Después de cruzar el Danubio y de una impresionante victoria sobre el emperador Trajano Decio en 251, los visigodos permanecieron dentro del Imperio, dedicados al saqueo y la destrucción durante veinte años, hasta ser expulsados por Claudio II el Gótico (268-270) y Aureliano (270-275).</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">De manera similar, un segundo pueblo godo, que llegaría a ser conocido con el nombre de ostrogodo, siguió una pauta parecida de migración hacia el sur partiendo de Escandinavia durante el mismo período, pero adoptando una línea de desplazamiento más oriental que la de sus parientes visigodos. Finalmente llegaron a las estepas del sur de Rusia, siguiendo las costas del mar Negro, tras haber sometido a varios pueblos indígenas en aquella región, creando así un imperio godo. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Los visigodos, expulsados finalmente del territorio romano a principios de la década de 270, se establecieron entonces entre el Danubio y el dominio más extenso de sus hermanos ostrogodos que se encontraba al noreste, mientras continuaban amenazando la frontera imperial.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">En general se aceptaba que todo esto había cambiado al aparecer los hunos, una confederación nómada procedente de Asia central, cuyo repentino ataque hacia 370 llevó al hundimiento del reino ostrogodo, gobernado en aquel momento por Atanarico, y a la huida de algunos de los supervivientes hacia el suroeste, a tierras visigodas. Bajo estas presiones, también los visigodos prepararon pronto el equipaje y pidieron ser admitidos en el Imperio Romano. Una vez que el emperador Valente (364-378) les concedió en 376 el permiso que solicitaban, los refugiados godos comenzaron muy pronto a sufrir la explotación en la región del Danubio a manos de los funcionarios locales del Imperio, de los cuales dependían para recibir suministros. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Los crueles malos tratos a los que estaban sometidos llevaron a los visigodos a la rebelión, en la cual contaron con la ayuda de algunos grupos menores de ostrogodos que los habían acompañado en su entrada en el Imperio en 376. Al intentar sofocar esta rebelión de los godos, Valente fue derrotado y lo mataron en la batalla de Adrianópolis en 378, dejando a los visigodos dueños de gran parte de la mitad oriental de los Balcanes. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Bajo el gobierno del siguiente emperador, Teodosio I (379-395), cuyo hogar había estado en Hispania, los distintos grupos godos no tardaron en ser convencidos de que debían firmar un tratado con el Imperio, y a partir de ese momento prestaron servicios en sus ejércitos en una serie de guerras civiles contra emperadores rivales en occidente durante los años 388 y 394. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Mientras se ponía en marcha este proceso, los godos se reunieron bajo el mando de Alarico, un miembro de la antigua casa reinante de la dinastía báltica.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Tras la muerte de Teodosio, Alarico intentó oponerse a los regímenes imperiales de las dos mitades del Imperio, gobernado entonces por los hijos del último emperador, que eran niños, con el fin de asegurarse una posición para sí mismo y una fuente segura de pagos y suministros para sus seguidores visigodos. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Durante sus intentos de forzar al gobierno occidental, se dirigió con sus tropas al interior de Italia y, para evitar una crisis provocada por la negativa del emperador a llegar a un acuerdo, saqueó la ciudad de Roma en 410, poco antes de su propia muerte, acaecida por causas naturales. aquel mismo año, el sucesor de Alarico, Ataúlfo (410-415), llevó a los visigodos desde Italia a la Galia.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Esta versión de la historia de los godos parece un relato bastante sencillo y comprensible, y además puede ser ilustrado de una manera fácil tal como se solía hacer siempre en los libros de texto y los atlas de historia, mediante una larga línea de flechas que serpentea a través de toda Europa, desde Escandinavia, pasando por Alemania y Hungría, entrando en los Balcanes y cruzándolos, para adentrarse en Italia y luego en Francia, y acabando finalmente en Hispania. Esta línea representa el movimiento de los visigodos desde su primer hogar hasta el último y, entre uno y otro, todos sus desplazamientos como pueblo migratorio.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Esta presentación de los acontecimientos tenía al menos la sencillez como virtud principal, y además también encajaba perfectamente con las ideologías del momento en que empezó a destacar, una época en la que se consideraba a los germanos y los romanos como dos polaridades culturales opuestas. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Dentro de esta perspectiva ideológica, que tuvo una enorme influencia en la primera mitad del siglo XX, una civilización germánica vigorosa y joven, no contaminada por la corrupción de su decadente Roma , rechazó primero los intentos de Roma de expandirse hacia sus propios países al este del Rin y el norte del Danubio y, luego, cuando Roma decayó hasta su extinción, llegó a suplantarla en todo el occidente europeo.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Esta forma de pensar siguió siendo bien aceptada, hasta el final de la segunda guerra mundial. la interpretación de la composición y de los desplazamientos de los pueblos germánicos que sostenía esta teoría siguió vigente, de una forma cada vez más fosilizada, hasta que comenzaron a vislumbrarse nuevos puntos de vista durante las últimas décadas del siglo. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Hasta la década pasada, o los últimos quince años, no comenzaron estas interpretaciones alternativas a obtener un apoyo amplio de los expertos, pero el logro de un consenso completo sobre estos temas se encuentra todavía obstaculizado por los desacuerdos existentes en ciertos detalles.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Hay muchas razones por las cuales no se sostiene la antigua versión de la historia de los godos en sus primeros tiempos. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Por mencionar sólo un detalle, los nombres que se utilizan convencionalmente para distinguir los dos grupos de godos —«visigodos» y «ostrogodos»— son anacrónicos. En los textos que se escribieron en Italia y en la península Ibérica en los siglos VI y VII, ambos grupos se denominan godos. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Más significativo es el hecho de que se utilizaran unos nombres bastante diferentes antes del siglo V. En las fuentes romanas de mediados del siglo IV, se identifican dos grupos como los que dominaban la zona situada al norte del Danubio y del mar Negro antes del aumento de la hegemonía de los hunos, y el nombre que se les daba era los <i>theruingi</i> (tervingos) y los <i>greuthungi</i>. Los primeros son considerados a menudo como los ancestros de los visigodos y los segundos, de los ostrogodos, pero la versión contemporánea del historiador romano Ammianus Marcellinus, entre otras, deja claro que sólo algunos miembros de ambos grupos entraron en territorio romano, cruzándolo </span><span style="font-size: small;">du</span><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">rante la década de 370, mientras otros seguían todavía asentados al norte del Danubio.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Para atajar esta larga historia, actualmente se acepta en general que la autoidentificación del pueblo que conocemos ahora como los visigodos (y que probablemente se consideraron a sí mismos sólo como individuos que eran godos) se produjo en los años siguientes a la batalla de Adrianópolis, que tuvo lugar en 378. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">En este confuso período, todo tipo de individuos y grupos de una amplia variedad de orígenes culturales, genéticos y lingüísticos se fusionaron, en gran parte a través del reclutamiento y de los servicios que prestaron cuando gobernaba el emperador Teodosio I. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Los godos evitaron deliberadamente la integración en la sociedad romana de los Balcanes y permanecieron en su condición de militares bajo el mando de uno de los suyos, probablemente para conservar su movilidad y también su lealtad al lider. Alrededor de 392 el puesto de líder inmediato de esta confederación estaba ocupado por Alarico, que aprovechó la muerte del emperador Teodosio en 395, y la división del Imperio que se produjo a continuación, para declarar la independencia de sus seguidores, convirtiéndolos de hecho en un ejército mercenario preparado para prestar servicios a cualquier régimen imperial que ofreciera las mejores condiciones.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">No hay pruebas reales de que Alarico perteneciera a una familia gobernante de larga tradición, con o sin un antepasado supuestamente divino. Sería tentador pensar que en este período tendrían que haber existido unas diferencias marcadas y evidentes entre un ejército romano y una confederación bárbara, pero esto no sería cierto. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">A lo largo del siglo IV el Imperio había reclutado sus soldados en un número cada vez mayor entre los pueblos germánicos y otros pueblos situados más allá de sus fronteras. En lo relativo a cultura material, la influencia romana había sido tan penetrante que eran pocas las diferencias existentes entre las tropas imperiales y las que habían sido reclutadas fuera del Imperio, tanto por las armas que utilizaban, como por sus vestimentas y su aspecto.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">La religión tampoco era un factor diferenciador importante, ya que, según parece, todos los grupos germánicos asentados dentro de las fronteras del Imperio desde finales del siglo IV en adelante habían sido cristianos. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Esto puede resultar sorprendente, pero no hay cosa alguna que indique lo contrario y, por poner el ejemplo más adecuado, Orosio alabó a los visigodos por no robar los vasos sagrados en los saqueos y por no causar daños a los ciudadanos que se habían refugiado en las iglesias durante el saqueo de Roma en 410. Si en la práctica eran realmente tan sensibles, eso es otra cuestión. La argumentación de Orosio se habría ido abajo si los godos hubieran estado considerados en general como paganos.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">La composición social de una fuerza confederada germánica tampoco se habría distinguido de su equivalente imperial. En esa época, cuando los ejércitos romanos trasladaban sus bases, siempre habían ido acompañados por las familias de los soldados y por una amplia variedad de seguidores, lo cual hacía una vez más que no se diferenciaran de las unidades no romanas.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;"> En este sentido, un ejército romano en marcha no se distinguía de un «pueblo» germánico que supuestamente emigraba. De hecho, es necesario descartar las imágenes y la terminología de la migración cuando se observan los desplazamientos de los «bárbaros» durante este período. Hay una razón para ello: no existía incentivo evidente alguno para que esas personas se fueran de los que habían sido sus tradicionales lugares de origen, donde sus antepasados estaban enterrados y donde, a juzgar por paralelismos posteriores, sus dioses habrían estado vinculados en particular a ciertos lugares sagrados.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Aunque la civilización romana sirviera de cebo para individuos </span><span style="font-size: small;">o </span><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">pequeños grupos que podrían esperar enriquecerse prestando servicios al Imperio (y posiblemente regresar luego a casa tras haber aprendido los procedimientos), esto no equivale al desarraigo físico de toda una sociedad. Sólo ciertas presiones económicas, climáticas o militares extremas podían llevar al grueso de la sociedad a un abandono a gran escala de sus asentamientos. Algunas presiones de este tipo se ejercieron claramente durante la década de 370, posiblemente por las tres causas que hemos mencionado, pero sin embargo muchos de los habitantes de las tierras situadas al norte del Danubio no abandonaron sus tierras para penetrar en territorio romano, aunque esto implicara quedar sometidos a los hunos, cuyo «imperio» dependía de la existencia continuada de grandes elementos de poblaciones anteriores establecidas en los territorios del norte del Danubio y a orillas del mar Negro.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Es más lógico considerar que se trataba de nuevas identidades étnicas formadas entre aquellos que, por las razones que fueran, se veían obligados a abandonar su tierra, y habían llegado a adoptar un nuevo estilo de vida predominantemente militar. Como ya hemos mencionado con anterioridad, la llamada confederación visigoda asentada en los Balcanes después del tratado del año 381 fue una fuerza militar permanente al servicio del emperador y generalmente la administración imperial se encargaba de su abastecimiento, o le permitía requisar las reservas de la población civil. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Esto difería bastante del estilo de vida agrario autosuficiente de los pueblos establecidos al norte del Danubio, que, salvo cuando los atacaban, no solían estar en pie de guerra.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Si se acepta que en los Balcanes orientales se creó una nueva identidad goda durante este período, como una segunda identidad, y que la de los llamados ostrogodos surgiría también en la misma zona alrededor de un siglo más tarde, habría que preguntarse qué fue lo que le dio sus características distintivas. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">La antigua versión, que consideraba a los visigodos como los <i>theruingi</i> (tervingos) con un nuevo nombre, no habría tenido ninguna necesidad de plantearse esta pregunta. Sin embargo, la confederación goda de Alarico, que se configuró en la década de 390, estaba constituida en realidad por elementos que no eran solamente los <i>theruincgi</i> y los <i>greuthungi</i>, sino también otros grupos étnicos que procedían tanto del norte como del sur del Danubio. Además, esta confederación tomaría y descartaría sus propios componentes a lo largo de los desplazamientos que llevó a cabo a través de los Balcanes occidentales, Italia y la Galia entre los años 405 y 415. Su composición era por lo tanto variada y, al mismo tiempo, estaba en constante transformación.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Entonces, ¿qué fue lo que aportó el sentido de identidad y continuidad que mantuvo unido a este grupo de elementos dispares? Algunos de los expertos modernos más influyentes que han estado estudiando estos procesos, para los cuales han acuñado el término «etnogénesis», proceden de la Universidad de Viena y, por consiguiente, han llegado en general a formar lo que se conoce como «la escuela de Viena». Para ellos la respuesta a la pregunta de qué fue lo que dio a una confederación como la de Alarico su sentido de identidad es la existencia de lo que llamaron <i>Traditionskem</i>, o núcleo de la tradición. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Esto proporcionaba al grupo un sentido de historia común, que se remontaba a un pasado lejano y estaba encajado fundamentalmente en la existencia de un antiguo linaje real, cuyas tradiciones dinásticas se convirtieron en las de los pueblos que gobernaban. Aliado con una familia central reinante y apoyándola había un núcleo interior, la élite guerrera, que constituyó una línea aristocrática. Otros historiadores han discutido esta interpretación, por ejemplo, porque preferían considerar el <i>Traditionskem</i> como algo que daba lugar a la presencia de un grupo social más amplio de familias de un nivel económico y social medio.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Hay que admitir que ninguno de estos puntos de vista es enteramente satisfactorio, ya que, salvo para afirmaciones relativas a fechas muy posteriores, no hay en absoluto pruebas de que Alarico y sus sucesores estuvieran vinculados en forma alguna con los antiguos gobernantes de los <i>theruingi</i>. En el caso de estos últimos, no parece que en ningún caso hubieran tenido jefes permanentes del tipo que representaba Alarico.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">De manera similar, por lo que respecta a los años inmediatamente posteriores a la entrada en el Imperio en 376 y a la batalla de Adrianópolis en 378, no se puede demostrar que ni siquiera uno de los diversos jefes de los godos —a menudo rivales entre sí— estuviera relacionado con Alarico. Este personaje aparece en 392 como surgido de la nada. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Más allá de la línea divisoria que se traza en torno a los años comprendidos entre 376 y 392, tampoco se puede probar una supervivencia a largo plazo de sectores significativos correspondientes a los niveles superiores o medios de esta sociedad. Por consiguiente, ni un estamento aristocrático, ni una hipotética clase de pequeños terratenientes pueden constituir el núcleo en el cual tendría que basarse un sentimiento de identidad común y tradición compartida. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Vale la pena señalar también que ciertos argumentos sobre los desplazamientos de los <i>theruingi</i> durante los siglos anteriores a 376 siguen siendo igualmente inconsistentes. Algunos arqueólogos de la Europa central y oriental han intentado establecer una relación entre los restos materiales de dos culturas específicas y las pruebas que ofrece la literatura escrita con respecto a la prehistoria de los godos. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Creen que esto da consistencia a la idea de que un grupo cohesionado de personas se desplazó desde el sur del mar Báltico hacia el Danubio y el mar Negro a lo largo de los tres primeros siglos de la era cristiana. Prácticamente todos los expertos descartarían en este momento la idea de un origen anterior en el sur de Escandinavia. Sin embargo, este argumento arqueológico depende en parte de pruebas meramente negativas, tales como la no existencia de enterramientos con armas en las dos culturas.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Al no disponer de fuentes escritas, es imposible saber si existía un sentimiento de identidad común entre las dos poblaciones definidas arqueológicamente.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Sin embargo, para lo que ahora nos interesa es suficiente aceptar que los godos que llegaron a hacerse dueños de Hispania a lo largo del siglo V procedían de una confederación de distintos grupos étnicos, que se unieron y adquirieron un nuevo sentido de identidad común en los Balcanes durante el último cuarto del siglo IV. Formaron un ejército mercenario que intentaba asegurarse un empleo proporcionado por sucesivos regímenes imperiales y, cuando no había perspectivas de conseguirlo, se veía cada vez más obligado a actuar en función de sus propios intereses.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Un interrogante obvio es el del tamaño probable de esta confederación y de otras similares, sobre todo por la importancia que esto tiene para comprender qué sucedió cuando los visigodos llegaron por fin a asentarse permanentemente en Hispania. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Las cifras que se suelen citar normalmente sugieren que los visigodos pudieron alcanzar un número de unos cien mil individuos, mientras que en el caso de otras confederaciones menores, como las de los alanos, los suevos y los vándalos, es más probable que rondaran los veinte mil. No hay razones cuantitativas sólidas para hacer estas u otras estimaciones del tamaño de la población, ya que dependen de un puñado de afirmaciones registradas en fuentes muy antiguas que no deben ser tomadas como realmente fiables.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Aunque sólo sea por sentido común, hay que reconocer que un grupo como el de los godos, que estuvo desplazándose casi continuamente entre 392 y 419, dependiendo durante la mayor parte de ese tiempo de sus propios recursos, sólo podía mantener su cohesión mientras fuera capaz de conseguir el sustento material que necesitaba. Si los graneros del Estado romano, que se abastecían fundamentalmente con recursos procedentes de África, no les proporcionaban alimentos, los tendrían que conseguir allí donde estuvieran y por la fuerza. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">En estas circunstancias dispondrían de unas cantidades de provisiones mucho más pequeñas, que dependerían además de factores estacionales y de otras circunstancias. Es muy difícil creer que un colectivo tan grande, unas cien mil personas, pueda mantenerse en tales condiciones y en un entorno hostil. Probablemente es más realista pensar que la confederación visigoda no tenía un tamaño mayor que el de un pequeño ejército romano. Junto con los familiares, dicho ejército podía llegar como máximo a una cifra del orden de treinta mil individuos. El número de vándalos, alanos y suevos habría sido ciertamente menor, como sugiere su historia; en el caso de estos pueblos, diez mil podría no ser una cifra demasiado moderada. Aunque estos números parezcan pequeños, es importante recordar que durante este período hubo pocas fuerzas militares grandes que pudieran desafiarles, si es que había alguna.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Además, podemos preguntarnos por qué parece haber existido una clara diferencia étnica entre los godos y los romanos, y también por qué varios emperadores romanos, legítimos o no, necesitaron hacer uso de los servicios militares que ofrecían los visigodos.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">La segunda de estas preguntas es la más fácil de contestar, ya que, a medida que avanza la historia del siglo V, resulta cada vez más difícil encontrar rastros de la presencia de un ejército específicamente romano, tanto en la mitad oriental de Europa como en la occidental. Unidades que habían existido al principio de dicho siglo desaparecen rápidamente, especialmente en el oeste.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;"> El ejército que estaba en Britania, una de las mayores concentraciones de fuerzas militares destacadas en las provincias occidentales, se trasladó a la Galia por orden de Constantino III en 407 y no parece haber sobrevivido a la caída de este emperador en 411. </span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Geroncio retiró las tropas, menos numerosas, que había en Hispania para llevárselas a luchar en la Galia en 410, y dichas tropas no regresaron a la Península después del suicidio de este general.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: small;">Por lo tanto, hacia el año 416, aunque en Italia y en África (hasta 432), así como en zonas del sur de la Galia, todavía se podían encontrar ejércitos imperiales mandados por generales que había nombrado el emperador, las unidades romanas que habían tenido en otros tiempos sus bases en Britania, Hispania y el norte de la Galia habían sido todas ellas retiradas de dichas provincias o licenciadas. En el vacío que esto dejó entraron los ejércitos mercenarios de los llamados bárbaros.</span></div><div class="MsoNormal" style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-70136488559596465042011-11-03T14:20:00.002+01:002017-01-29T22:01:28.268+01:00-208 a.c :Baecula, cuando España empezó a ser España<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-JXAkt754GIrHdkJH6l2s-q2gv1DgGPJhpgMFu7tro8GO4AIyORwJ39pS7pzH52zKiGmoyP-DdzFXNsc_jY64oqWMDQN8jwUST13cmWwiONymYp2ztzeUXOKOFN2k1Q1aDdz8QVwLamI/s1600/1249414326215_f.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-JXAkt754GIrHdkJH6l2s-q2gv1DgGPJhpgMFu7tro8GO4AIyORwJ39pS7pzH52zKiGmoyP-DdzFXNsc_jY64oqWMDQN8jwUST13cmWwiONymYp2ztzeUXOKOFN2k1Q1aDdz8QVwLamI/s320/1249414326215_f.jpg" width="320" /></a></div><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Dos siglos y medio antes de Cristo, nuestra soleada península, que ya llamaban España, pues es palabra fenicia, sufrió su primera invasión organizada a gran escala. Los encargados de realizarla fueron los cartagineses, un pueblo de origen fenicio que provenía de las costas del norte de África.<br />
<br />
Hacia el año 240 (siempre antes de Cristo), Cartago acababa de salir derrotada de la primera guerra contra Roma. Fue una guerra épica, de varios años, al término de la cual los cartagineses tuvieron que abandonar Sicilia, que era la niña de sus ojos y su área natural de expansión.<br />
<br />
La pérdida de la isla caló muy hondo en el alma de los cartagineses; tanto que, según firmaron la paz, empezaron a pensar en cómo volver a recuperarla. Había, sin embargo, un problema. Si los romanos dominaban Sicilia y todo el sur de Italia, iba a ser muy difícil presentarles de nuevo batalla, y más difícil todavía ganarla. Así que se tomaron su tiempo y estudiaron diferentes modos de saltar sobre la yugular de la República romana, que se pavoneaba henchida de orgullo por todo el Mediterráneo occidental con su recién adquirida flota.<br />
<br />
Después de mucho meditarlo, concluyeron que el mejor modo de destruir Roma no era atacándola por mar desde el sur, sino por tierra desde el salvaje y temido norte, patria de los todavía irreductibles celtas, que en el pasado ya habían dado más de un disgusto a los romanos. Para ello tendrían que dar una pequeña vuelta convirtiendo España en el cuartel general desde el que partiese la expedición. Eso llevaría, como poco, una generación, pero a la larga garantizaba cumplida venganza y la recuperación de Sicilia.</span><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyJ4fRmB6Ff_PCTY_Ec0o0sCTp_LgIAAXKsR8n1pMYmJ9ON303aJe5tOtunJPi8EoMRXtWDOK8CblxA0Y_LTlsQBkKSnumvowmT-d9DVnPhrID1ij0t-Kvv3YxNy0XH0U9t-FlLp5Enx8/s1600/220px-HannibalTheCarthaginian.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyJ4fRmB6Ff_PCTY_Ec0o0sCTp_LgIAAXKsR8n1pMYmJ9ON303aJe5tOtunJPi8EoMRXtWDOK8CblxA0Y_LTlsQBkKSnumvowmT-d9DVnPhrID1ij0t-Kvv3YxNy0XH0U9t-FlLp5Enx8/s1600/220px-HannibalTheCarthaginian.png" /></a></div><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"> El Senado cartaginés encomendó al mejor de sus generales, Amílcar Barca, viajar hasta España y conquistarla en nombre de Cartago. No era necesario rendirla entera, con el valle del Guadalquivir y la costa mediterránea bastaría. La Iberia celta, embravecida y pobre, podría esperar. <br />
<br />
Amílcar se puso a ello y, tal y como había prometido antes de partir, consiguió poner de su lado a una buena parte de las tribus íberas, que desde tiempo inmemorial vivían en la Península peleándose a todas horas entre ellas. Luchando contra la de los oretanos, tuvo un traspiés y se ahogó en un río. Por suerte tenía tres hijos en edad de merecer: Aníbal, Asdrúbal y Magón, a los que había criado en un odio africano (nunca mejor dicho) hacia los romanos, por lo que el plan seguiría sin más contratiempos.<br />
<br />
La idea era simple. Aníbal partiría con un gran ejército hacia Roma sorteando los Pirineos y los Alpes, tomaría la ciudad del Tíber y bajaría luego victorioso hasta Sicilia, para recobrarla. Asdrúbal y Magón, entre tanto, se quedarían en España cubriendo la retaguardia por si se presentaban problemas. <br />
<br />
En Roma lo entendieron a la primera. Podían esperar la acometida de Aníbal y jugárselo todo a una carta o anticiparse enviando tropas a España para partir en dos la espina dorsal del elefante cartaginés.</span><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiE-5Pp6y4mi3ckd630xD9qpUUON6N3uhjFRjuagnt0iAME7lhYcD_BSEhX1ADIJ1bukX5pqj_wT9C9UW2zx39IOY6wq8Tza-cI-dHSxyIkTMrjntNMko80By3IBb1KTscSGUA2EEzshVc/s1600/Scipio_Africanus_the_Elder.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiE-5Pp6y4mi3ckd630xD9qpUUON6N3uhjFRjuagnt0iAME7lhYcD_BSEhX1ADIJ1bukX5pqj_wT9C9UW2zx39IOY6wq8Tza-cI-dHSxyIkTMrjntNMko80By3IBb1KTscSGUA2EEzshVc/s1600/Scipio_Africanus_the_Elder.png" /></a></div><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"> Los romanos, gente práctica y previsora, apostaron por la segunda. Enviaron a España un cuerpo expedicionario al mando de Cornelio Escipión, un joven general que prometía mucho. Nada más desembarcar en Tarragona, lo primero que hizo fue dirigirse a la capital cartaginesa en España, la ciudad de Cartagena, Cartago Nova, y ponerla a sus pies. <br />
<br />
Con el enemigo desconcertado y partido en tres, podría ir derrotándolo por partes. El grueso del ejército púnico, comandado por Asdrúbal, se encontraba en el año 208 pasando el invierno en Baecula, un pueblito minero del alto Guadalquivir, listo para salir en ayuda de Aníbal, que estaba experimentando algunos problemas en Italia.</span><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"><br />
</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg06yJ79hX8Ioi5W_WvS3LSUSkY_T0V1FAjQsfKDfWKhvRc4nqkClEt5tHblV3Bu5tX3pH07sA4vidKobVvPN5q62VTKVDYnr1h-oS9tELlqHnd81cxGpZwy-Yfix8cuB0YiVqLvclCOhk/s1600/220px-Hasdrubal_coin.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg06yJ79hX8Ioi5W_WvS3LSUSkY_T0V1FAjQsfKDfWKhvRc4nqkClEt5tHblV3Bu5tX3pH07sA4vidKobVvPN5q62VTKVDYnr1h-oS9tELlqHnd81cxGpZwy-Yfix8cuB0YiVqLvclCOhk/s1600/220px-Hasdrubal_coin.jpg" /></a></div><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"> Los íberos de la zona, que eran amigos de Cartago, avisaron a Asdrúbal de la presencia de los romanos. Éste, sabiéndose en inferioridad numérica, se encaramó con sus 25.000 soldados sobre un otero situado en el fondo de un valle. La colina, escarpada por uno de sus lados y flanqueada por un río, tenía dos terrazas. En la inferior colocó a la infantería, en la superior su cuartel y la caballería. Sólo un loco atacaría una posición semejante y tan bien defendida. Pero Escipión no era un loco, sino un militar muy listo. Dejó que Asdrúbal se confiase en lo alto del cerro mientras él en el llano planificaba la batalla minuciosamente.<br />
<br />
Para empezar ordenó que se cortasen los accesos al valle. No podría escapar de allí ni tampoco pedir refuerzos de las tribus vecinas. Una vez sellado el valle, lanzó un primer ataque con infantería ligera y vélites, un tipo de infante equipado con jabalina y escudo que los romanos utilizaban mucho en aquella época. Asdrúbal reaccionó enviando a sus infantes íberos y a sus honderos baleares, ideales para atacar desde arriba. Como había más romanos que cartagineses, los primeros no tardaron en copar a los segundos haciéndoles retroceder y cerrando el cerco sobre la terraza superior.<br />
<br />
Hecho esto coordinó dos movimientos simultáneos que pillaron al cartaginés por sorpresa. Primero dio orden de avanzar a la infantería que se encontraba en lo alto del cerro, a pocos metros de la cartaginesa. Luego lanzó un segundo ataque en forma de tijera, en la que el mismo Escipión se implicó. Asdrúbal no había tenido tiempo de desplegar su ejército, que, aunque inferior en número, contaba con unidades muy valiosas como un regimiento de elefantes africanos que hubiesen hecho mucho daño a los legionarios de Escipión.</span><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEisTNDJ7lFW2KyTKjppU2AHJ_PbJZiELvHZ2RwSrTJYJqjsSdg6BOgH-kChBdhHVTkuyE9OJ9OcH_wjofag6OMcOiqS7aCCXJsWsPqP-4msS-e49JHZF8MG_Bgq1zyqeBJF-tkHBgPFeKo/s1600/300px-Second_Punic_War_full-es.svg.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEisTNDJ7lFW2KyTKjppU2AHJ_PbJZiELvHZ2RwSrTJYJqjsSdg6BOgH-kChBdhHVTkuyE9OJ9OcH_wjofag6OMcOiqS7aCCXJsWsPqP-4msS-e49JHZF8MG_Bgq1zyqeBJF-tkHBgPFeKo/s1600/300px-Second_Punic_War_full-es.svg.png" /></a></div><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;"> Pero el romano no le dio opción. Antes de que se diese cuenta penetró en el campamento cartaginés y se apoderó de su tienda. Asdrúbal salió huyendo colina abajo por el peor de los lados, el de los escarpes que daban al río. <br />
<br />
Escipión le dejó escapar. No quería tentar a la fortuna una vez más con un ejército que, aunque vencedor, había sufrido lo suyo para hacerse con la colina de Baecula. Asdrúbal no pararía de correr hasta Italia. Con dos tercios de su ejército cruzó los Pirineos en el invierno de aquel año 208. Moriría al año siguiente junto al río Metauro luchando contra las legiones de Marco Livio Salinator.<br />
<br />
En España, entre tanto, la situación se volvió extremadamente dulce para los romanos gracias a la victoria de Baecula. <br />
<br />
En pocos años la República se hizo con el control de los dominios cartagineses en la península, dando comienzo a la Hispania Romana, un fructífero matrimonio gracias al cual España dejó de ser Iberia y empezó a ser España, con sus latines, sus municipios y sus bullangas. <br />
<br />
Baecula quedó en la memoria de los vencedores, que la relataron pormenorizadamente durante siglos. Lo que se olvidó es el lugar exacto donde aconteció la batalla. Unos dicen que fue entre Bailén y Linares, lo cual es creíble; otros, que cerca del pueblo jiennense de Santo Tomé, que también lo es. Los arqueólogos siguen en ello y algún día lo averiguarán... o no, tanto da.<br />
<br />
<iframe allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="http://www.youtube.com/embed/z-zHQI5pz54" width="420"></iframe><br />
<br />
<span style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif; font-size: xx-small;"></span></span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-85842384760834843232011-09-28T19:37:00.000+02:002017-02-12T22:35:19.587+01:00-147 a.C: Viriato ,héroe y azote de la República romana<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhThyphenhyphenmuewe7xX-meU4aF3fVHC0h-xkPqXsj_FMJk_WxwBl1oVCtLOUqkhKz0PVhaqkWRZ8G_mS_1mkr59KcjsoAGxl5DGCpJ7vNlAfZ_nDGXJwELqF5auhRHcpeCDu4wY5k8Nj5Ql00oK4/s1600/viriatoestatua.jpeg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhThyphenhyphenmuewe7xX-meU4aF3fVHC0h-xkPqXsj_FMJk_WxwBl1oVCtLOUqkhKz0PVhaqkWRZ8G_mS_1mkr59KcjsoAGxl5DGCpJ7vNlAfZ_nDGXJwELqF5auhRHcpeCDu4wY5k8Nj5Ql00oK4/s200/viriatoestatua.jpeg" width="133" /></a></div>Viriato, Mito, leyenda, héroe y azote de la República romana durante siete años, Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, así como el lugar. Mientras Portugal quiere atribuirse su origen luso argumentando que procedía del Mons Herminius (Serra da Estrela) otras teorías le hacen sayagués, exactamente de Torrefrades. La hipótesis más extendida es la que ubica su nacimiento cerca de la vaccea Ocalam(Zamora), más concretamente en Ocelum Duri, una futura mansion de la que sería años después Vía de la Plata a pocos kilómetros del asentamiento indígena que ocupaba la actual Zamora. </div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>L</b></span>a primera fuente clásica que da alguna referencia sobre su persona es Diodoro Sículo, catalogándolo como guerrero lusitano. Tito Livio comentó de él que era un pastor soldado y Apiano, quizá el más afable de todos, elogió los siete años de campaña en los que no tuvo que intervenir por casos de indisciplina, ofreciendo una imagen de Viriato como a un hombre de palabra, un caudillo indígena valeroso y justo.<br />
<br />
La Lusitania (que comprendía el actual sur de Portugal y buena parte de Extremadura y sur de Castilla-León) era una región levantisca. En el año 150 a.C. estaba siendo apaciguada por el pretor de la Hispania Ulterior, Servio Sulpicio Galva. </div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">Este aristócrata codicioso recibió una embajada lusitana deseosa de establecer una tregua duradera que sirviese para confirmar las reivindicaciones indígenas frente al gobierno provincial. Los lusitanos habían comprobado la carencia de escrúpulos del talGalva y preferían una paz pactada a una guerra de destrucción orquestada a conciencia por aquel cruel romano. </div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">Galva convocó a las tribus lusitanas a una reunión en las que les ofrecía tierras a cambio de paz. Los lusitanos acudieron a la llamada del pretor ignorando que se dirigían a una trampa. Cuando tuvo reunidas en tres campamentos cerca de 30.000 personas – <i>entre hombres, mujeres y niños</i> – les solicitó a los guerreros que entregasen sus armas como señal de amistad. </div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">Fue entonces cuando se desencadenó una matanza sin parangón en la Hispania antigua. 9.000 personas murieron allí mismo acuchilladas por las legiones de Galva y otras 20.000 fueron vendidas como esclavas en la Galia. Sólo unos pocos afortunados pudieron escapar de aquel infierno, entre ellos el joven Viriato. Su profundo odio a los enviados de Roma germinó y cuajó en su alma tras contemplar aquella triste jornada.<br />
<br />
A este ignominioso hecho, por el que se procesó al pretor Galva a su vuelta a Roma y del que salió absuelto sólo gracias a los sobornos y su buena oratoria, se sucedieron tres años de guerra irregular entre los rebeldes lusitanos y las legiones consulares. En el 147 a.C., durante un lance e estas operaciones, un contingente lusitano quedó atrapado por las legiones de Cayo Vetilio. </div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">Fue en aquel momento cuando Viriato tomó las riendas de la resistencia lusitana. Parece ser que, reunido el Consejo ante la gravedad de la situación, prometió a las tribus sacarlas del cerco romano si le aceptaban como caudillo; éstas aceptaron su órdago y Viriato consiguió su propósito rompiendo el cerco romano al atacar por varios puntos de forma simultánea a las legiones de Vetilio. El líder lusitano, buen conocedor de la complicada orografía hispana, entendió que no era posible derrotar a las legiones en campo abierto estableciendo una batalla frontal al uso y costumbre de la época. </div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">El terreno y la precariedad de equipamiento de sus hombres le condujeron a llevar a cabo con maestría su propio estilo de guerra: la guerra de guerrillas. El sistema funcionó. El propio Vetilio cayó abatido en una de sus escaramuzas cuando, entre el fragor de la algarada, fue confundido con un legionario raso.<br />
<br />
Durante los años siguientes hombres de la talla de Plaucio, Unimano y Nigidio fueron derrotados por la coalición lusitana, atacando a pequeños grupos por sorpresa y retirándose antes de que las tropas romanas pudiesen reaccionar. Sus tácticas de acoso y fuga sirvieron de enseñanza años después a militares de la talla de Quinto Sertorio. De sus innatas cualidades como estratega da buena fe el historiador Apiano:<br />
<br />
<i>Dispuso a sus tropas en línea de batalla como si pretendiera combatir, pero les dio órdenes de dispersarse tan pronto como montara a su caballo, alejándose de la ciudad de Tribola por distintas rutas, y le esperaran allí. (…) eligió a mil hombres de su confianza y combatió todo el día a los romanos, atacando y retrocediendo gracias a sus rápidos caballos. Tan pronto como conjeturó que su ejército se hallaba a suficiente distancia y a salvo, huyó, salvando así a sus hombres de una situación desesperada<br />
</i><br />
Sólo Quinto Fabio Máximo Emiliano consiguió que Viriato se retirase hacia los montes y pudo recuperar temporalmente el control de algunas ciudades rebeldes. Pero lo que Emiliano consiguió con la fuerza de las armas, Viriato lo neutralizó con sus alianzas tácticas. Sus emisarios recorrieron media Hispania incitando a la rebelión contra Roma, una llama que prendió sin esfuerzo en muchas tribus celtíberas que también padecían la codicia desmedida de los gobernantes romanos.<br />
<br />
La situación de inestabilidad permanente comenzó a molestar al Senado. Para solucionar definitivamente el problema lusitano decidieron enviar a Hispania a Q. Fabio Máximo Serviliano con más tropas e incluso elefantes. La superioridad numérica y táctica romana no amilanó al caudillo lusitano. En un claro desafío a Serviliano, Viriato llegó a atraparle entre sus hombres y varias tribus celtíberas que cambiaron de bando en el momento apropiado. Serviliano, acorralado entre dos importantes fuerzas indígenas – y viendo peligrar su propia vida y la de sus hombres – accedió al acuerdo de paz que le propuso Viriato. Tras liberar a Serviliano, el Senado ratificó el armisticio, le reconoció como Dux Lusitanorum, permitió que mantuviesen sus armas y privilegios y le otorgó el título de “Amigo de Roma”. Esto ocurrió en el 140 a.C.<br />
<br />
Poco tiempo duró este precario equilibrio. Roma había sido ofendida y humillada por la victoria lusitana. Además, el éxito de la coalición de tribus comandada por Viriato podía alentar nuevos intentos de sedición entre los belicosos clanes celtíberos. Por ello, al año siguiente el pretor de la Ulterior urdió un plan avieso con el que zanjar el asunto. </div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqZ3lczJJ8hGRSgwmHSz149HnboQDgO2citBeyWARv67HHajnTtjhd8RcO31V1Y5qT8UWSGG2UOz6b1PrLg_kv7KNED38p_MgXksZUPl-5kOTqwmd1IFEPTdu6vqOyYP4iyZsg9zXNt1A/s1600/viriato.jpeg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqZ3lczJJ8hGRSgwmHSz149HnboQDgO2citBeyWARv67HHajnTtjhd8RcO31V1Y5qT8UWSGG2UOz6b1PrLg_kv7KNED38p_MgXksZUPl-5kOTqwmd1IFEPTdu6vqOyYP4iyZsg9zXNt1A/s1600/viriato.jpeg" /></a>Una embajada fue convocada en territorio romano con un pretexto vano; El motivo real de aquella reunión era ofrecerles a Audax, Ditalco y Minuro, los tres embajadores y lugartenientes del caudillo lusitano, una suculenta recompensa a cambio de la cabeza de su jefe. Los tres conjurados aceptaron la generosa propuesta y, a su vuelta, asesinaron a Viriato mientras dormía. Días después volvieron aCorduba, lugar donde estaba el Pretorio de Quinto Servilio Cepio – sucesor y hermano de Serviliano -, para reclamar el pago de su recompensa. Cepio no lo dudó ni un instante. Ordenó la ejecución inmediata de los tres embajadores, espetándoles a la cara la frase inmortal “<i><b>Roma no paga a traidores</b></i>”<br />
<br />
Dice la leyenda que las cenizas de Viriato acabaron junto a las de su mujer y fueron esparcidas en el paraje de la Ciudad Encantada de Cuenca. El sucesor del caudillo traicionado fue un tal Tautalo. Éste nuevo líder no tenía las cualidades militares y anímicas de su antecesor pero, en cambio, era un buen diplomático. De hecho, fue él quien pactó una paz definitiva con el cónsul Marco Popilo en la que Roma, después de tantas hostilidades, le concedía a las tribus lusitanas las tierras de la discordia.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div>Los veteranos romanos, latinos y auxiliares de estas guerras lusitanas que se licenciaron al año siguiente de la muerte de Viriato obtuvieron del cónsul de turno, Décimo Junio Bruto, tierras en la Edetania para fundar una nueva colonia sobre una isla fluvial cerca de la desembocadura del río Turius. La llamaron Valentia. Era el 138 a.C., para ellos el 616 Ab Urbe Condita. Así lo explicó Tito Livio:<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhlZrJyYLO4TkawO13pKzNVupqTVY8Dm_6rzDnde9MRs9hUNOycdpp7YxZawFZbrpw7JeA9HJsYgnhIslogGSLR7GDFlSp_NKWSkN01ipldMNDKV9v4taoCOB7F4kgXGCE-XkcksbDJkNw/s1600/aradeviriato.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhlZrJyYLO4TkawO13pKzNVupqTVY8Dm_6rzDnde9MRs9hUNOycdpp7YxZawFZbrpw7JeA9HJsYgnhIslogGSLR7GDFlSp_NKWSkN01ipldMNDKV9v4taoCOB7F4kgXGCE-XkcksbDJkNw/s1600/aradeviriato.jpeg" /></a></div> <i> IVNIVS BRVTVS COS. IN HISPANIA IIS QVI SVB VIRIATHO MILITAVERANT AGROS ET OPPIDVM DEDIT, QVOD VOCATVM EST VALENTIA</i><br />
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<i><span style="font-size: xx-small;">adaptacion de texto original de javier sanz y gabriel castello</span></i></div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-20874102160271506512011-09-26T22:00:00.000+02:002017-02-12T22:36:59.033+01:00-80 a.C: Quinto Sertorio<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"> </span><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><b><span style="font-size: x-large;">E</span></b>n la primavera del año 83 a. C. se desencadenó una feroz guerra civil en Italia, la primera desde que, un siglo antes, Roma se convirtiese en la potencia dominante del mundo conocido.</span><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Sq-MyzJZhOfJ982tZ8L9t_l5NYRfGKldvC2uZ-U9yj79WK6wpmx58nNbxgc28kbc8w_Tn82K_LaLAihofxk5k763ktqVcub9z3v9zt8RYWXwb97EzuuETtfRxits22bdO6urih6Mdjs/s1600/romanos.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="237" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Sq-MyzJZhOfJ982tZ8L9t_l5NYRfGKldvC2uZ-U9yj79WK6wpmx58nNbxgc28kbc8w_Tn82K_LaLAihofxk5k763ktqVcub9z3v9zt8RYWXwb97EzuuETtfRxits22bdO6urih6Mdjs/s320/romanos.jpg" width="320" /></a><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Los romanos de la época se las tenían tiesas por la política. Unos, los populares, se apoyaban en las clases menesterosas y pedían reformas legales que beneficiasen a éstas; los otros, los optimates, abogaban por un estado aristocrático cuya máxima expresión era el Senado. Estas pequeñas diferencias eran, en realidad, una simple justificación. Lo que ambos deseaban era el poder, y tanto entonces como ahora cualquier cosa valía con tal de obtenerlo y quedarse a vivir en él.</span><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">De la guerra salió vencedor Lucio Cornelio Sila, optimate, que logró de un modo bastante sangriento acabar con sus dos oponentes populares: Cayo Mario y su lugarteniente, Lucio Cornelio Cinna. </span></div><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Sofocada la rebelión popular, muertos y cremados Mario y Cinna, Sila se hizo con la Ciudad Eterna y todas sus dependencias imperiales. Bueno, con todas exactamente... no. Un antiguo camarada de armas de Mario, un tal Quinto Sertorio, se había refugiado en Hispania y se negaba a reconocer la autoridad de Sila.</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;">En Roma, en un primer momento nadie se inquietó. Se trataba, probablemente, de la típica baladronada de un procónsul de provincias que, por las buenas o por las malas, se avendría a razones. Sila destituyó a Sertorio y despachó para Hispania a su sustituto, Lucio Valerio Flaco. </span></div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">La situación se ponía interesante. Por un lado, Sila; por otro, un anónimo general que ni siquiera había intervenido en la guerra civil pero que, quizá precisamente por eso, estaba dispuesto a resistir hasta el final. Sila envió a la península un ejército. Su oponente, previendo la jugada, se acantonó en los pasos de los Pirineos y destacó al mejor de sus hombres, Livio Salinator, con una legión dispuesta para el combate.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;">A las tropas capitaneadas por Flaco no les costó demasiado barrer a Salinator y perseguir a su jefe por media Hispania. Sertorio salió en estampida hacia el sur; en Cartago Nova, viendo que tenía la vía de escape cortada, embarcó hacia África.</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;">En principio, ahí se deberían haber quedado las llamadas Guerras Sertorianas; pero el general rebelde, que era un hombre muy testarudo, lejos de amilanarse reclutó un nuevo ejército en la provincia de Mauritania y cruzó el estrecho dos años después, con la intención de reconquistar Hispania.</span><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Sq-MyzJZhOfJ982tZ8L9t_l5NYRfGKldvC2uZ-U9yj79WK6wpmx58nNbxgc28kbc8w_Tn82K_LaLAihofxk5k763ktqVcub9z3v9zt8RYWXwb97EzuuETtfRxits22bdO6urih6Mdjs/s1600/romanos.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><br />
</a></div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_BkYzkoRwRZgG7UJsXHMZmXuWlo538BS6wgVzJ6pqPWX1WaIQ0aobWiZUhAL-s5JhWsvbZiJUVnW6TwLtej8jjyiKM7kiotNkkNXt1QTXJrCODW8yQ5x_UoRJreur58jdjNqQSrXsEeU/s1600/citerior.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="252" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_BkYzkoRwRZgG7UJsXHMZmXuWlo538BS6wgVzJ6pqPWX1WaIQ0aobWiZUhAL-s5JhWsvbZiJUVnW6TwLtej8jjyiKM7kiotNkkNXt1QTXJrCODW8yQ5x_UoRJreur58jdjNqQSrXsEeU/s320/citerior.jpg" width="320" /></a><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;">A principios del año 80 ya estaba de nuevo incordiando, esta vez en la Hispania Ulterior, la más alejada de Roma. El ejército de Sertorio cambió de táctica. En lugar de esperar la embestida del Senado, tomó la iniciativa buscando el apoyo de los caudillos locales. </span></div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Al año siguiente Quinto Sertorio era ya el amo de todo el valle del Guadalquivir y de la Lusitania, cuyas levantiscas tribus se le habían unido de un modo entusiasta. Cuando las noticias llegaron a Roma, Sila aceptó el guante y envió a Hispania dos legiones, al mando de Quinto Cecilio Metelo.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Pero Sertorio tenía algo más que dos legiones perfectamente armadas. Contaba con el apoyo de los celtíberos, ese pueblo indómito que tanto había costado someter. </span></div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Atacó por tres frentes y venció en los tres. En el valle del Tajo aniquiló a las tropas de Marco Domicio Calvino, en el del Guadiana barrió a Metelo, que hubo de replegarse, y en el del Ebro aplastó a Lucio Manilo, gobernador de la Narbonense, cerca de Ilerda, que es como se llamaba entonces Lérida.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">En plena racha triunfal llegó Marco Perpenna, otro general del partido de Mario, que había salido de Sicilia expulsado por Sila tras fracasar en un golpe de estado. Perpenna no olvidó traerse consigo a su bien entrenado ejército, de manera que lo que empezó como una rebelión menor se transformó en otra guerra civil entre romanos, la segunda, aunque ésta se estaba librando a miles de kilómetros de la propia Roma. </span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Sabiendo que Hispania era suya, buscó una ciudad donde asentarse para gobernarla. Escogió Calagurris (Calahorra), probablemente por estar ésta a tiro de piedra de casi todo... y en la cabecera del valle del Ebro, lugar que los de Sila tendrían que atravesar si pretendían recuperar la provincia. </span></div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEio4ofc5Nqu6AXxhlFWv1NL9h4lHQLOFHqQfzKhBYleCYrKtnK5JrIJL1sjJ0VGO24EAWnlvIrPkktTpz_W-f4IgBkj_qsVleVXj0iNrFbfhpa-qcEYXNh9VQR1v6-RYp09uh2tXNhDjG0/s1600/triangulo.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="143" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEio4ofc5Nqu6AXxhlFWv1NL9h4lHQLOFHqQfzKhBYleCYrKtnK5JrIJL1sjJ0VGO24EAWnlvIrPkktTpz_W-f4IgBkj_qsVleVXj0iNrFbfhpa-qcEYXNh9VQR1v6-RYp09uh2tXNhDjG0/s200/triangulo.jpg" width="200" /></a><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Sertorio, entre tanto, se aplicó a convertir Hispania en la nueva Roma. Instauró un Senado a imagen y semejanza del auténtico y lo llenó de exiliados, fundó una academia en Osca (Huesca) para que los hispanos aprendiesen derecho y latín y, ya que estaban, abandonasen sus bárbaras costumbres. Los valientes guerreros indígenas, por su parte, fueron internados en campamentos genuinamente romanos, equipados como tales e instruidos en sus sofisticadas artes bélicas.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;">La idea de Sertorio era la opuesta a la de la mayor parte de los romanos de su época, que veían el imperio como una inagotable despensa al servicio de la grandeza de Roma. Sertorio aspiraba a convertir en romanos a los conquistados y compartir el festín de la civilización con ellos. Un siglo tardaría Roma en darse cuenta de que ese era el único modo de crear un imperio perdurable, un verdadero orbe romano, una comunidad lingüística regida por las mismas leyes.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Pero, como todo se pega, Sertorio, que quiso sacar romanos de los hispanos, terminó siendo como un hispano. Se identificó tanto con su país de adopción, que se presentaba ante sus hombres como un caudillo celtíbero, acompañado de una corza blanca portadora de buena suerte... que en mala hora se escapó, haciéndole perder una batalla. </span></div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Los romanos de Roma tomaron pronto cartas en el asunto. Si el sedicioso se salía con la suya, no tardarían en aparecer generales por todas las provincias convertidos en reyezuelos indígenas. Sila envió entonces al mejor de sus generales, Cneo Pompeyo Magno, al frente de un ejército digno de las campañas de Asia, una máquina de ganar batallas a la que Sertorio poca resistencia podría oponer.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Pompeyo consiguió dar la vuelta a la guerra. Le llevó cuatro años vencer a los leales a Sertorio, pero jamás pudo acabar con él. En el año 73, cuando pintaban bastos para los rebeldes, Perpenna conspiró contra el líder. Le atrajo hasta Osca para un banquete por una de sus victorias y allí le asesinó mientras cenaba. El traidor no supo estar a la altura de su predecesor y en poco tiempo perdió todas las ciudades que aún mantenía la rebelión sertoriana. Presentó batalla a Pompeyo, fue derrotado y éste ordenó que lo ejecutasen en el propio lugar de la derrota, por perder y, sobre todo, por traidor, que es lo peor que se puede ser en esta vida.</span><br />
<br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif;">La última ciudad en caer fue Calagurris, que, emulando la gesta carpetovetónica de la cercana Numancia, se encastilló tras sus murallas y aguantó lo indecible. </span></div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Hasta canibalismo dicen que hubo: de ahí, quizá, lo de la fames calagurritana, esa metáfora de la condición hispana que nos lleva a hacer cualquier cosa, comernos los unos a los otros si es necesario, antes de afrontar el deshonor de rendirnos. </span></div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;">Sertorio nunca se rindió y a punto estuvo de cerrar Hispania con seis siglos de adelanto. Ya sólo por eso merecería la pena saber quién fue.</span><br />
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</div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">Autor : Fernando Diaz Villanueva </span></span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-90628744595289577742011-09-14T22:24:00.001+02:002017-01-29T22:15:34.229+01:00.672: Wamba el último de los grandes reyes godos<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTZ4OWIJmN76wNgnL5bB0-g4psW_dIrFTfMvIWw2OuBam58qboxyZZ63gKXHppYVUnw7umq4ax_pEq-4RI6d9Tf4u265_bf9PIYf3_cEys-8x8ay07jVLE29nEZKFT-uu_mMQInB7oKzM/s1600/210px-Wamba_01.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTZ4OWIJmN76wNgnL5bB0-g4psW_dIrFTfMvIWw2OuBam58qboxyZZ63gKXHppYVUnw7umq4ax_pEq-4RI6d9Tf4u265_bf9PIYf3_cEys-8x8ay07jVLE29nEZKFT-uu_mMQInB7oKzM/s1600/210px-Wamba_01.jpg" /></a></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">El 1 de septiembre de 672 falleció el rey Recesvinto y fue designado sucesor Wamba, el último de los grandes reyes godos. <br />
<br />
Por verse muy mayor, quiso inicialmente resistirse pero cedió al fin cuando un impetuoso capitán le dio a elegir entre el trono o la muerte. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
Por iniciativa propia exigió ser coronado en Toledo el 20 de octubre de 672.Al comienzo de su reinado, en una de las habituales campañas contra los rebeldes vascones, tuvo noticia de una insurrección en la Septimania. Mandó al duque Paulo a sofocar la rebelión para enterarse poco después de que, lejos de apaciguarla, tomó partido sumándose a ella para encabezarla, recibiendo el apoyo del duque de la Tarraconense Ranosindo, que consiguió sublevar las ciudades de Barcelona y Gerona. Paulo consumó su traición haciéndose ungir como rey de la Septimania.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
La afrenta fue suficiente para que Wamba, sin pensar siquiera en rehacer su ejército, se lanzase a una violenta ofensiva contra Narbona. Al llegar al límite de los Pirineos demostró el monarca su talento estratégico al formar tres frentes de vanguardia que avanzaron por distintas vías, uno al oeste, otro hacia el centro y el último pegado a la costa, mientras él los seguía de cerca con el grueso de las tropas. Con un ritmo vertiginoso avanzó hasta sitiar Narbona y Nimes, donde se refugiaba Paulo. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">La ciudad cayó al tercer día de asedio y el traidor Paulo fue entregado por sus propios hombres. Seis meses después de partir en campaña contra los vascones, regresaba Wamba a Toledo con el duque Paulo preso, vestido de harapos y coronado con una raspa de pescado que hacía escarnio de su ambición.<br />
<br />
Desde entonces, Wamba pudo gobernar con acierto hasta que una conjura precipitó su caída. Al parecer, el Rey fue envenenado con una sustancia de efectos hipnóticos que le hizo parecer moribundo. Ante la inminencia de la muerte recibió la penitencia, sacramento que en aquella época sólo se administraba una vez y obligaba al penitente a llevar una vida ejemplar alejado de tentaciones y preocupaciones mundanas. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Wamba fue tonsurado como un monje y declarado velut mortuus huic mundo (muerto para este mundo), por lo que se vio obligado a dejar el trono y recluirse en un monasterio.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">El rey Wamba se retiró al monasterio de San Vicente en Pampliega, actualmente desaparecido, y allí murió en el año 688. Su cadáver recibió sepultura ante la puerta de la iglesia del monasterio de San Vicente, y allí permaneció sepultado hasta que, en el siglo XIII, Alfonso X el Sabio ordenó que sus restos mortales fueran trasladados a la iglesia de Santa Leocadia, ubicada junto al Alcázar de Toledo, donde también habían sido trasladados los restos de su padre, el rey Recesvinto.Durante la Guerra de la Independencia Española, los sepulcros donde descansaban los restos de ambos monarcas fueron profanados por las tropas francesas.<br />
<br />
En 1845, los restos de ambos monarcas, fueron trasladados a la Catedral de Toledo, donde fueron depositados en el salón principal de la sacristía de la catedral, lugar en el que permanecen actualmente. </span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-20223867173863343422011-09-13T21:20:00.000+02:002017-02-12T22:35:39.508+01:00-133 a.C: Numancia resiste<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyVtPy_hfBEeKH8UL2PfCl8SFqnQQtx_bNtgV1-Xo05W9-m97Fl2rMDck7tK8M6Pphy4OXbXQdgkDY3fobCDMLScS9v4CmzF_DGpsiiGfcYFRV_VAwmgZf8GlQUz2bHfV2ptmsuwEz1mE/s1600/sunumancia.jpg"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5518676238907014338" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyVtPy_hfBEeKH8UL2PfCl8SFqnQQtx_bNtgV1-Xo05W9-m97Fl2rMDck7tK8M6Pphy4OXbXQdgkDY3fobCDMLScS9v4CmzF_DGpsiiGfcYFRV_VAwmgZf8GlQUz2bHfV2ptmsuwEz1mE/s320/sunumancia.jpg" style="cursor: pointer; float: left; height: 180px; margin: 0pt 10px 10px 0pt; width: 200px;" /></a><br />
<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Hasta que, en el siglo III a.C, las legiones romanas desembarcaron en Ampurias y civilizaron a nuestros antepasados, lo que hoy es España era un conjunto de tribus mal avenidas entre si. Pero no todas eran hordas de bárbaros iletrados; la cosa iba por barrios.</span></div><div id="a006179more"><div id="more"><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Los del norte provenían del tronco celta y, efectivamente, eran muy primitivos y harto montaraces en la guerra. Los del sur y Levante eran más refinados, conocían la escritura y eran consumados artistas. En el centro de la península, con el correr de los siglos, ambos pueblos se habían mezclado, dando lugar a los celtíberos, que ni eran tan burros como sus parientes celtas ni tan exquisitos como sus primos de la costa mediterránea.</span><br />
<span style="font-size: small;"></span><br />
<a name='more'></a><span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Mediado el siglo II, los íberos habían llegado a la sabia conclusión de que no tenía demasiado sentido resistirse a Roma, y abrazaron con entusiasmo la cultura y costumbres de sus nuevos amos. Los del interior, sin embargo, no eran tan dóciles. En la Lusitania, un carismático caudillo llamado Viriato se levantó contra los romanos y les derrotó varias veces.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Pero lo que a Roma le faltaba de arrojo lo tenía de astucia, así que, con el objetivo de liquidar a Viriato, el cónsul Cepión se conchabó con tres de los suyos para que le asesinasen mientras dormía. Éstos consumaron la traición, y cuando volvieron al campamento romano a reclamar la recompensa Cepión les respondió con desdén: "Roma no paga traidores". Los tres desdichados se llamaban Audas, Ditalkon y Minuros. Fueron los primeros traidores de nuestra historia. Luego vendrían muchos más.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Lusitania, que ocupaba, más o menos, lo que hoy es Portugal y el valle del Guadiana, cayó en las redes de Roma. Muchos de sus habitantes huyeron hacia el norte, con la esperanza de que sus hermanos resistiesen la embestida. Algunas ciudades, huérfanas de la figura de Viriato, se rindieron, otras aguantaron algún tiempo; una, Numancia, la más valiente y testaruda, se negó en redondo a aceptar cambalache alguno con los enviados del cónsul.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Numancia, capital de la tribu de los arévacos, estaba situada en el alto Duero, elevada sobre un promontorio y rodeada de fértiles campos de labor, donde ya por entonces se cultivaba trigo. El emplazamiento era inmejorable, tanto por las privilegiadas vistas que tenían los numantinos sobre el valle como por su lugar estratégico, entre la meseta y las populosas tierras del Ebro.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Antes de liarla, los sutiles romanos intentaron llegar a un acuerdo amistoso con el consejo que mandaba en Numancia. Pero no hubo manera: cada vez que un romano se acercaba por las inmediaciones, los habitantes de Numancia salían como fieras a defender lo suyo.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Tal comportamiento impulsó al Senado a enviar al general Fulvio Nobilior a tomar la ciudad por las malas. Remontó el Ebro con un gran ejército y le puso sitio. Iba pertrechado de lo mejor que ofrecía la industria de la guerra en aquel entonces, incluido un regimiento de elefantes africanos, que venían a ser los vehículos acorazados de la Antigüedad. Los elefantes serían, sin embargo, su ruina. Los numantinos, sin amilanarse por el impresionante porte de los proboscidios, soltaron una manada de toros bravos con antorchas en los cuernos. Los elefantes, asustados, se volvieron hacia sus propias filas y causaron tal revuelo que el disciplinado ejército de Nobilior se vino abajo. Entonces, por sorpresa, los numantinos atacaron, infligiendo una humillante derrota a sus adversarios. Nobilior se retiró con la cabeza gacha.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">El cónsul Marcelo se avino a una paz inestable, que no tardó en romperse. Roma envió entonces a otro general de renombre, Mancino. Nueva campaña y nueva derrota. La de Mancino fue tan bochornosa que los numantinos, una vez se hicieron con la victoria, persiguieron a sus tropas hasta el río Ebro. Ya que no había por dónde hincarle el diente, todo lo que los romanos podían hacer era mantener a la ciudad vigilada de cerca, para que no se extendiese el ejemplo entre los vecinos. Destacaron junto a Numancia un regimiento, para que, sin exponerse demasiado, mantuviesen a raya a los rebeldes.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">El pueblo romano, acostumbrado a aplastantes victorias por todo el mundo conocido, no podía consentir que una tribu de analfabetos que se acababan de bajar del árbol deshonrase de ese modo a sus legiones. Por lo que los senadores se tomaron lo de Numancia como algo personal. Llamaron al mejor general que tenía la República, Escipión Emiliano, el vencedor de Cartago, para que condujese un gran ejército hasta los confines de Hispania y sometiera de una vez a los levantiscos indígenas.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Escipión Emiliano se lo tomó en serio. Sabía que para ganar la guerra era condición indispensable contar con un número de efectivos mayor que el enemigo, como mínimo el doble. Los numantinos estaban especialmente motivados defendiendo su tierra y su libertad, por lo que cada guerrero celtíbero valía por tres legionarios. Si Numancia tenía unos 10.000 habitantes, con 30.000 soldados hubiera bastado; pero no: Emiliano reclutó 60.000, y los condujo hasta el alto Duero, adonde llegó en el otoño del 134 a.C. Sobre el papel, la ciudad llevaba sitiada casi diez años, pero el cónsul comprobó in situ que era un asedio de opereta.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">A los romanos les había pasado en Numancia lo que a todos los que han invadido España desde tiempos remotos: se habían aburguesado y llevaban una vida regalada. Muchos legionarios estaban casados con mujeres indígenas, y convivían en familia dentro de los campamentos, donde los niños jugaban despreocupadamente entre los soldados y la maquinaria de guerra. Otros cambiaban con frecuencia de concubina o se solazaban con prostitutas. Bebían vino, organizaban barbacoas y trapicheaban con los celtíberos. Un desastre tal que la propia ciudad sitiada ni se había enterado de que lo estaba. Los numantinos comerciaban alegremente con el exterior, y sus hijos crecían lustrosos.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Al llegar el nuevo ejército, los centuriones, con idea de homenajearle, ofrecieron a Emiliano una joven celtíbera que habían raptado de una aldea. El enviado de Roma se negó, tomó a la joven y la devolvió a su pueblo, gesto que le valió el juramento de fidelidad de sus habitantes. Listos que eran los romanos.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Como Emiliano no había ido hasta tan lejos para perder su preciado tiempo, dispuso que se vaciasen los campamentos de mujeres y niños, y que las tiendas volviesen a tener un aspecto castrense. Hizo vender las cuberterías y el mobiliario con que los militares las habían decorado e impuso que todos, incluido él, durmiesen en un catre de paja y comiesen en un humilde plato de cobre.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Era sólo el principio. Desechó desde el primer momento un ataque frontal y mandó construir una fortificación de 10 kilómetros, formada por una empalizada y una muralla de tres metros de altura. Sobre el muro se construyeron 300 torres de vigilancia, una cada 33 metros, custodiadas día y noche por guardias que, si se quedaban dormidos, eran ejecutados en el acto. Para evitar que llegasen refuerzos o provisiones por el Duero, mandó levantar dos torreones, de los que colgaba una gruesa cadena que impedía la navegación.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Emiliano confió en que, viéndose aislados y abocados a la perdición, los numantinos depusiesen las armas y se entregasen; pero no fue así: decidieron resistir hasta el final. La estrategia era rendir a la ciudad rebelde por hambre. Una vez se les acabasen las reservas, los numantinos tendrían a la fuerza que abrir las puertas y rendirse.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Entonces sucedió lo inesperado: atacaron. Organizaron pequeños grupos que, al abrigo de la noche, se infiltraban en los campamentos romanos para robar comida. Sonado fue el asalto al campamento de Yugurta, el rey númida que Emiliano se había traído de África equipado con elefantes. Los asaltantes mataron a los vigilantes y se llevaron puestos dos elefantes, que terminaron en la parrilla. Emiliano, harto de la incapacidad manifiesta de su aliado, le ordenó que se replegase a la retaguardia, lo que el africano tomó de tan mal grado que se retiró a su Túnez natal. Desde allí, un año después, le declararía la guerra a los romanos; y perdería, claro.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Emiliano estrechó el cerco. Situó hábiles arqueros entre la empalizada y la ciudad, para neutralizar a los grupúsculos que salían en busca de comida. Puso arqueros porque tenía un miedo cerval a enfrentarse cuerpo a cuerpo con los numantinos. Sírvanos esto para hacernos una idea de lo animales que eran estos celtíberos en el mano a mano. Cegó los pozos y viajes de agua que llegaban hasta la ciudad, para sumar al hambre la condena de la sed.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Esa fue la puntilla. Los habitantes empezaron a caer como chinches, especialmente los ancianos y los niños. Emiliano esperaba que, en cuanto empezasen a morir los sitiados, grandes columnas de humo se elevarían sobre los muros de Numancia, porque los celtíberos incineraban a sus muertos. Esta sería la señal para saltar sobre la ciudad y tomarla.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Sin embargo, no fue así: los desesperados habitantes de Numancia empezaron a comerse los cadáveres. Los que estaban enfermos o se encontraban débiles para la lucha se suicidaban para servir de alimento a los que quedaban en pie. Sólo respetaban a los recién nacidos: procuraban que siempre hubiera una mujer que los amamantase. Era el último grito de libertad de un pueblo condenado a la derrota.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">En el octavo mes de asedio los exhaustos numantinos solicitaron una rendición honorable. Se la merecían. Pero Emiliano fue inflexible. O la rendición o la muerte. Numancia escogió la muerte. Los pocos que quedaban salían en hordas para enfrentarse a una muerte segura frente a los romanos. Era el último zarpazo del orgulloso pueblo celtíbero en las tierras de Hispania. Cuando el último guerrero numantino murió, a las puertas de Numancia, se hizo el silencio.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Pasó un día, dos, de la primavera del año 133 a.C, y Escipión Emiliano dio orden a sus tropas de avanzar sobre la ciudad. Él mismo, en persona, fue el primero en franquear la puerta principal. Todo lo que encontró fue muerte. Numancia había resistido hasta el último suspiro del último de sus habitantes. Tal y como había hecho con Cartago unos años antes, mandó incendiar la ciudad hasta que quedase reducida a cenizas, para que su memoria fuese borrada en las siguientes generaciones.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Esto fue lo único que no consiguió Emiliano. El fin de Numancia marcó el nacimiento de un mito que ha atravesado nuestra historia con singular fuerza; tanta, que "numantino" ha pasado, en español, a ser sinónimo de resistencia.</span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Tras este episodio vendrían seis siglos de productiva colonización romana, a la que debemos tres de nuestras cuatro lenguas, el derecho, las vías de comunicación, el cristianismo y tantas otras cosas que pusieron los cimientos de lo que hemos terminado siendo. De manera que, más que hijos de Numancia, somos hijos de Roma. Hijos, eso sí, dados a resistir de forma numantina. Lo llevamos en el carácter.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: xx-small;">Autor:Fernando Diaz Villanueva</span></div></div></div><br />
<object height="385" width="480"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/i4-0EgVD0E4?fs=1&hl=es_ES"></param><param name="allowFullScreen" value="true"></param><param name="allowscriptaccess" value="always"></param><embed src="http://www.youtube.com/v/i4-0EgVD0E4?fs=1&hl=es_ES" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="480" height="385"></embed></object><br />
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<object height="385" width="640"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/I3z_SZbw1_4?fs=1&hl=es_ES"></param><param name="allowFullScreen" value="true"></param><param name="allowscriptaccess" value="always"></param><embed src="http://www.youtube.com/v/I3z_SZbw1_4?fs=1&hl=es_ES" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="640" height="385"></embed></object>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-90489161260842843432011-07-23T20:22:00.007+02:002017-01-29T22:14:08.634+01:00.415: Los Visigodos<div class="separator" style="clear: both; font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi12-3agw27IBK2y9JuXFe9YNCs9UJk7ioO6h-VMaMczJzDaYL9-ODHcq4ShxCZNY7V2bHfw2vaBpkkDBTVuehJes-2zHNXuLBwoq4XHIrfP9z0TBXuvsGcEYrDTFp7XrrS9X770rdCHo0/s1600/visigodos1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi12-3agw27IBK2y9JuXFe9YNCs9UJk7ioO6h-VMaMczJzDaYL9-ODHcq4ShxCZNY7V2bHfw2vaBpkkDBTVuehJes-2zHNXuLBwoq4XHIrfP9z0TBXuvsGcEYrDTFp7XrrS9X770rdCHo0/s400/visigodos1.jpg" width="277" /></a><span style="font-size: small;">Los Visigodos , una tribu germanica de aspecto feroz y espiritu guerrero , irrumpieron en la peninsula en 415 y la dominaron durante tres siglos . En medio de una trama de crimenes, intrigas y regicidios , contruyeron los cimientos de la España mediaval.</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><br />
</div><span style="font-size: small;">Las fronteras del Imperio romano sufrieron desde el inicio de la era cristiana el azote de los bárbaros, entre los que destacaron los godos, el pueblo más poderoso y civilizado de todos los que hostigaban a Roma. Los godos nomadearon por el continente europeo durante cinco siglos, hasta que la enorme tribu se fracturó en dos siguiendo rumbos distintos. Un grupo de clanes (ostrogodos) avanzó hacia el este, mientras que el resto (visigodos) se estableció en Occidente. </span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
<b>El impago de una deuda llevó a Alarico a invadir Roma </b><br />
En el año 395, cerca de la desembocadura del Danubio, un joven llamado Alarico se alzaba con el poder de algunos clanes locales y poco tiempo después aglutinaba bajo su mando a todos los visigodos. Durante su reinado (395-410), el Imperio romano se dividió en dos estados -Roma y Bizancio-, con los que pactaban o luchaban los guerreros godos que, siempre dispuestos a prestar su experiencia militar a cambio de oro, alternaron una política de acercamientos y enfrentamientos con los romanos. Precisamente el impago de una deuda provocó la entrada de Alarico en la península Itálica. En agosto de 410, sus tropas tomaban Roma al asalto, procediendo a su saqueo. Entre las riquezas que se llevaron figuraban la mesa del rey Salomón y el candelabro judío de siete brazos, que luego integrarian el tesoro visigodo. <br />
Cuando Alarico murió de malaria ocupo su puesto Ataúlfo, quien sacó a su pueblo de la bota italiana para guiarlo hacia las Galias, donde se establecieron como federados de Roma. Después, Ataúlfo, al frente de un numeroso contingente bárbaro, se dirigió a la Península Ibérica, para asombro de los hispanos que veían llegar a miles de guerreros a caballo o en carruajes en compañía de sus familias. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"></span></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="font-family: Verdana,sans-serif; margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9bR4RmaXd95KdZFNpFcKou-b9GcRH2unuwpvkUTacsfvqaalIPWcu4yhvr0HOX5OFOjeaE6qUO_hMdNFBkN8L0StlwCK8g7x94we9RwKUjxh7I4yMcHjgI8cEFyKcrbasyC0RuW7c99g/s1600/sanpedro.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="203" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9bR4RmaXd95KdZFNpFcKou-b9GcRH2unuwpvkUTacsfvqaalIPWcu4yhvr0HOX5OFOjeaE6qUO_hMdNFBkN8L0StlwCK8g7x94we9RwKUjxh7I4yMcHjgI8cEFyKcrbasyC0RuW7c99g/s320/sanpedro.jpg" width="320" /></a></td></tr>
<tr align="center" style="background-color: white; color: #999999;"><td class="tr-caption"><span style="font-size: small;"><span style="font-size: x-small;">Soldados antes que arquitectos. fueron un pueblo más belicoso que artista. Aun así, dejaron edificios notables, como la iglesia zamorana de San Pedro </span></span></td></tr>
</tbody></table><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
<b>Agricultores ganaderos y comerciantes </b></span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">La división y reparto de la tierra eran la base de la estructura económica visigoda, continuadora de la romana, aunque con toques germánicos. Sus ejes principales eran la agricultura -latifundios junto a pequeñas explotaciones-, la ganadería -caballos, vacas y ovejas-, y el comercio -incipientes relaciones con el norte de Africa, Oriente Próximo y Europa. Usaban tanto el trueque como las monedas. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><br />
</div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjlQZRIWcUi-oLTLBk771kmM3oYyqBvk-Qu-En3sxb6Z9eNgZZH4EYn-c7FVf5SLvch55ATCBtNXeWg6To8M5_yVLm5ubhFfXfrPYP7Qc6G3QzOPifhSlPEzwbTWfQd5XdDILrpKfvOOU/s1600/trientes.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="147" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjlQZRIWcUi-oLTLBk771kmM3oYyqBvk-Qu-En3sxb6Z9eNgZZH4EYn-c7FVf5SLvch55ATCBtNXeWg6To8M5_yVLm5ubhFfXfrPYP7Qc6G3QzOPifhSlPEzwbTWfQd5XdDILrpKfvOOU/s400/trientes.jpg" width="400" /></a></td></tr>
<tr style="color: #999999;"><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: x-small;">En la economía goda funcionaba tanto el trueque como las monedas. trientes del siglo VII. </span></td></tr>
</tbody></table></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">En el escalón superior de las clases sociales estaban los libres privilegiados, un grupo de nobles entre los que destacaba el linaje Baltho, que aportó varios monarcas al reino. Después se situaban los simples libres, personas económicamente independientes, habitantes de la ciudad o del campo, y con oficios diversos: artesanos, mercaderes, pequeños propietarios ... En el último escalón estaban los esclavos, condición que se recibía por nacimiento, prisión en guerra o comisión de delito; pese a su situación precaria, eran objeto del derecho. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Entre los godos había buenos herreros, alfareros y carpinteros, pero carecían de escultores, arquitectos, vidrieros y pintores, profesionales que reclutaban entre los hispanoromanos.</span></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="font-family: Verdana,sans-serif; margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7FCWwnLivJi16wevH3pfbBaOPlbkiXIGfy4oEPY65I8wyZEqWfyRkm8Tpx1z9BJzmYDuJI1TTHK7pEmsAwgf9KHOlCMsaUFvjuI3vcYuglyu1AZXpW0Vga5K7QHeAPwEUA3SLzMloknU/s1600/liberludiciorum.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="253" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7FCWwnLivJi16wevH3pfbBaOPlbkiXIGfy4oEPY65I8wyZEqWfyRkm8Tpx1z9BJzmYDuJI1TTHK7pEmsAwgf9KHOlCMsaUFvjuI3vcYuglyu1AZXpW0Vga5K7QHeAPwEUA3SLzMloknU/s400/liberludiciorum.jpg" width="400" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="color: #999999; font-size: x-small;">Una ley para todos los súbditos. En el año 654, el rey Recesvinto promulgó el Liber ludiciorum o Fuero Juzgo, código legislativo que mantenía las esencias del derecho hispanorromano con algunas variaciones. </span></td></tr>
</tbody></table><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Impusieron su fuerza militar y después se mezclaron con la población hispanoromana </b></span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">El primer asentamiento importante tuvo lugar en Barcino (Barcelona), ciudad que arrebataron a los vándalos, uno de los pueblos bárbaros que, junto a suevos y alanos, habían llegado en el año 409 a la Península. En Barcino murió asesinado Ataúlfo en 415. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
Tras el brevísimo reinado de Sigerico (siete días), su sucesor Walia estableció una fuerte alianza con Roma para combatir a vándalos, suevos y alanos. La victoria visigoda permitió reivindicar un reino, el de Tolosa (Toulouse), con capital en esta ciudad del sur de Francia. Desde 418 a 507, los visigodos consiguieron ocupar una inmensa zona -buena parte de las Galias e Hispania-, con lo que se convertían en la potencia más influyente del siglo V, con notables monarcas como Teodorico I o Eurico, creador del primer cuerpo de leyes visigóticas. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">En el año 507 los francos expulsaron de las Galias a los visigodos, cuyo rey Gesaleico se trasladó a la Península Ibérica con lo que quedaba de su pueblo para instalarse definitivamente en territorio hispano. El panorama que encontraron no era halagüeño, pues al fin y al cabo se trataba de una tribu germánica con arraigadas tradiciones, entre las que destacaba la elección de cada rey por aclamación popular, en contraposición a una estable forma de vida impuesta por la Roma imperial. Por otro lado, los hispanorornanos se cifraban en unos 5 millones, en su mayoría católicos, frente a unos 200.000 visigodos de religión arriana. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Si los primeros vivían de forma ordenada en ciudades y pueblos bajo el influjo cultural y político de la civilizada Roma, los visigodos llegaban como un viento de guerra dispuestos a sobrevivir manteniendo sus costumbres e imponiendo su fuerza militar, pero sabiendo que estaban obligados a un mestizaje del que por el momento llevarían el peso principal. <br />
<br />
<b>Un pueblo de guerreros carente de profesionales </b><br />
La sociedad visigoda estaba siempre preparada para la guerra y sus varones eran movilizados a muy temprana edad para engrosar el ejército. Hasta el 40 por 100 de los habitantes de la tribu se podía considerar soldado. Durante la invasión, casi 80.000 guerreros hicieron callar las voces discrepantes. Sin embargo, las constantes guerras y los consiguientes reclutamientos de hombres habían privado al pueblo godo de oficios fundamentales para estructurar una adecuada civilización. Faltaban profesionales cualificados como médicos, arquitectos, constructores o mineros, gremios muy consolidados entre la población hispanoromana. Con todo, a pesar de los primeros roces, ambas culturas se fueron mezclando lenta pero inexorablemente. Desde Barcelona, la capital se trasladó a Mérida, luego a Sevilla y finalmente a Toledo en el año 554, en tiempos del rey Atanagildo . </span></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="font-family: Verdana,sans-serif; margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhiqUEVjnFUKN5IVrfGy7duuztBKOd9JKlCknHPNyYOKgFg2JRDkI2wabPvHJy0HpXSp8BomfET-RjTya9EWRfflazpqFZgVlhp_gRydLzijKBMEp35W6BF9NcjJSP67iIC-3SNuQshMW8/s1600/corona.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhiqUEVjnFUKN5IVrfGy7duuztBKOd9JKlCknHPNyYOKgFg2JRDkI2wabPvHJy0HpXSp8BomfET-RjTya9EWRfflazpqFZgVlhp_gRydLzijKBMEp35W6BF9NcjJSP67iIC-3SNuQshMW8/s320/corona.jpg" width="195" /></a></td></tr>
<tr style="color: #999999;"><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: x-small;">La joya de la corona En el campo de la orfebrería, la joyería y los esmaltes fue donde el arte visigodo alcanzó mayor calidad y personalidad. corona colocada como lámpara votiva. </span></td></tr>
</tbody></table><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
<b style="font-family: Verdana,sans-serif;">Los asesinatos de reyes estaban a la orden del día </b><br style="font-family: Verdana,sans-serif;" /><span style="font-family: Verdana,sans-serif;"> La vida en aquella Hispania de entonces era la de un país esencialmente rural, cuyas escasas ciudades se limitaron a mantener la herencia del pasado, los edificios y monumentos tardoromanos, y ofrecían pocas aportaciones propias. </span></span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">No obstante, se fundaron algunas plazas como Victoriaco o Recópolis, esta última localizada en Zorita de los Canes (Guadalajara), que poseía unas cien viviendas dentro de un recinto amurallado. </span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">El siglo VI ha pasado a la historia por los constantes regicidios, guerras fratricidas, conspiraciones y abusos de poder. Y así fue hasta el reinado de Leovizildo (568- 586), quien impulsó una profunda revisión de las leyes y costumbres, promulgó el Codex Revisus y conquistó el reino suevo en el año 585. Leovigildo se vio obligado a luchar contra su propio hijo Hermenegildo hasta derrotarle, y le sucedió su otro vástago, Recaredo, un rey fundamental, pues comprendió que tenía que asumir como propia la religión católica mayoritaria entre su pueblo. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Bajo el reinado de Recaredo, los godos se convierten en masa al catolicismo </b></span><br />
<span style="font-size: small;">En el año 589 los visigodos se convirtieron en masa al catolicismo en un ejercicio definitivo de convivencia para las dos sociedades. Postreros intentos reaccionarios no consiguieron el objetivo de retomar al pasado arriano. Fue entonces cuando apareció con fuerza el intelectual más relevante de la Edad Media española: San Isidoro de Sevilla, primer pensador en entender que la cultura no debía ser sólo privilegio de las élites sino patrimonio de todos los estratos sociales. Gracias a Isidoro, obispo de Híspalis nacido en Cartagena, se fundaron las primeras escuelas populares regentadas por clérigos o seglares docentes. La cumbre literaria de su obra, que abarca todos los campos del saber, son las Etimologías, de cuyos 20 tomos se llegaron a imprimir más de 10.000 copias que fueron referencia en centros culturales y monasterios de toda Europa. </span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">En el siglo VII, el rey Suintila logró expulsar a los bizantinos, con lo que los visigodos alcanzaron el dominio de toda la Península. Reyes como Chindasvinto o Recesvinto impulsaron nuevas leyes con la edición del Liber ludiciorum o Fuero Juzgo, cuerpo fundamental de nuestro derecho medieval. </span></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="font-family: Verdana,sans-serif; margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEir43NXBGDoyUZn88Vs93_2KJsCAXq-hVR7679dbeV1Zn3KQ9TkqAqiINUMuAgszVOXiAnr2xSJJ2cNZUgzgI1DT9fjLPbueor0C7kKAS6fqD0nU44u-EQsMA_Oclf6jBo2V9DJI6md_FE/s1600/IIiconciliotoledo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="230" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEir43NXBGDoyUZn88Vs93_2KJsCAXq-hVR7679dbeV1Zn3KQ9TkqAqiINUMuAgszVOXiAnr2xSJJ2cNZUgzgI1DT9fjLPbueor0C7kKAS6fqD0nU44u-EQsMA_Oclf6jBo2V9DJI6md_FE/s400/IIiconciliotoledo.jpg" width="400" /></a></td></tr>
<tr style="color: #999999;"><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-size: x-small;">Cambio de religión por decisión real Durante el III Concilio de Toledo (arriba), el rey Recaredo abjuró del arrianismo e hizo pública su fe católica. Luego, la mayoría de los godos siguieron su ejemplo. </span></td></tr>
</tbody></table><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><b>A la moda visigoda, con prendas atrevidas y pelo largo </b></span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La forma de vestir en la España visigoda no contó con grandes creaciones originales ni trajo consigo drásticos cambios de imagen; más bien se mantuvo la rnoda de la época romana con algunas evoluciones y retoques. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">El fondo de armario básico constaba de túnicas, mantos y accesorios. Las túnicas eran de diversos tipos: pectoralis (corta), escarlata y coccina, todas con mangas. Estas prendas originales de los primeros tiempos apenas sufrieron variaciones hasta el siglo VII. Sin embargo, algunas escaparon de la imposición romana, como la armilausa vulgo, más acorde con los aires germánicos, al mostrar aberturas por delante y por detrás, que casi era una falda abierta acabada en puntas agudas. También había una túnica llamada amiculum, que en Roma vestían las mujeres de dudosa reputación, y que, sin embargo, fue utilizada en el reino visigodo por damas nobles y decentes sin que causara escándalo alguno. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Las túnicas se decoraban con listas horizontales o verticales bastante llamativas y se ajustaban al cuerpo mediante cinturones gruesos con poderosas hebillas de bronce ornamentadas con diferentes motivos, basados esencialmente en la naturaleza y en la geometría. Por su parte, las capas y mantos eran usados por ambos sexos y por todas las clases sociales. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">La vestimenta se sujetaba con varios broches o fíbulas de mayor o menor valor según la procedencia social. En cuanto al cubrimiento de partes íntimas y piernas hay que hablar de las bracae y femoralia para el primer caso, y de pantalones más o menos amplios para el segundo. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los complementos evolucionaron de forma notable en el siglo VII. La moda acabó con el uso de fíbulas en el vestuario y se impuso una nueva modalidad de hebillas de cinturón, cuyas placas rígidas adoptaron un contorno en forma de lira. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En cuanto a la estética del cabello, el pelo corto de la época romana dio paso a otro un poco mas largo que caía sobre las orejas, cubriéndolas, en ocasiones. </span></div><div style="text-align: justify;"><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">En el caso de las mujeres, las jóvenes llevaban los cabellos sueltos cuando eran solteras, y recogidos después de casarse. </span></div><br />
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDSGYQqm4Bacbitv014YFgemcVT0B-QIvOy7CY1rauE1jD9reJeYvBY36-08yyYBrclqKAltmL5Jn1er9A8h6-Pdfn_Az-rAMGZXUIleWOXuZTqjwpuNV9DqI0Er5uPdovtsH11_O9EAA/s1600/broche.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDSGYQqm4Bacbitv014YFgemcVT0B-QIvOy7CY1rauE1jD9reJeYvBY36-08yyYBrclqKAltmL5Jn1er9A8h6-Pdfn_Az-rAMGZXUIleWOXuZTqjwpuNV9DqI0Er5uPdovtsH11_O9EAA/s320/broche.jpg" width="180" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="color: #999999; font-family: Verdana,sans-serif; font-size: x-small;"> broche de cinturón de Castiltierra (Segovia). </span></td><td class="tr-caption" style="text-align: center;"></td><td class="tr-caption" style="text-align: center;"></td><td class="tr-caption" style="text-align: center;"></td><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><br />
</td></tr>
</tbody></table><div style="text-align: justify;"><b><br />
</b></div></div><br />
<div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><b>Tras la caída de Wamba, se aceleró la decadencia </b></span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Wamba puede ser considerado como el último monarca notable del linaje visigodo. Lamentablemente, fue víctima de una conspiración y expulsado del trono con malas artes y brebajes hipnóticos. Después, sus sucesores no fueron capaces de frenar la caída libre en la que el reino se hallaba inmerso. </span></div></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;">Reyes totalmente incapaces como Ervigio o Egica aceleraron el proceso decadente de un Estado sumido en el hambre, la guerra y la pobreza. En los años finales se sucedieron toda suerte de infortunios protagonizados por el escaso comercio, las malas cosechas o la peste bubónica. </span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">Witiza, calificado por algunos investigadores como rey inteligente, justo y prudente, intentó hacer justicia con el perseguido pueblo judío, invitando a los exiliados hebreos a regresar a España con la promesa de confiarles la gestión económica del Estado. Sin embargo, su prematura muerte frenó cualquier posibilidad. La guerra civil estalló nuevamente y los seguidores de Rodrigo vencieron a los witizanos, Pero el último rey visigodo sólo pudo disfrutar de su trono durante 18 meses. </span><br />
<span style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span style="font-size: small;">En el año 711, tropas musulmanas desembarcaban en la Península Ibérica para batir a las huestes de don Rodrigo en las riberas del río Guadalete, que hoy forman parte de la provincia de Cádiz . Terminaban así 300 años de dominio visigodo en Hispania. </span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Los supervivientes del empuje musulmán se refugiaron en algunos enclaves norteños; uno de esos desplazados fue Pelayo, quien años más tarde iniciaria en Covadonga la Reconquista .</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><br />
</span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;"><b>Una parte importante de la historia de España </b></span></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif;"><span style="font-size: small;">Encajonados entre Roma y al-Ándalus, los visigodos se vieron injustamente relegados por las crónicas, aunque fueron protagonistas importantes de la historia de la vieja Hispania. Especialmente sus 34 reyes -rnás de la mitad de los cuales murieron asesinados-, que desde 415 a 711 dejaron su impronta sobre las gentes que gobernaron. Los españoles del siglo XXI poseemos una rica herencia genética fruto de siglos de mestizaje. Uno de los pueblos que contribuyeron a ello fueron los visigodos. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Lista de Reyes godos </b>.</span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Alarico I (395-410)</b>. El gran héroe del pueblo visigodo, unió a todas las tribus para invadir la península Itálica. En el saqueo de Roma obtuvo un ingente tesoro. Murió de malaria a los 40 años sin lograr el sueño de ser el primer emperador romano bárbaro. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Afaúlfo (410-415)</b>. LLevó al pueblo visigodo a las Galias, donde fijaron su capital en Tolosa. Fue el primer rey godo que pisó Hispania. Se caso con la princesa romana Gala Placidia, de la que tuvo un hijo que falleció en Barcino (Barcelona), donde él mismo murió asesinado. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Sigerico (415)</b>. Su reinado fue el mas breve de la historia visigoda: tan sólo siete días teñidos de crueldad. Fue asesinado por los seguidores de Ataúlfo, que veían en él al instigador de la muerte de su líder. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Walia (415-418)</b>. Federado de Roma, derrotó a suevos, vándalos y alanos en la Península Ibérica y fundó el reino de Tolosa. Murio en extrañas circunstancias. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Teodorico o Teodoredo I (418- 451)</b>. El rey más duradero, En sus 33 años de gobierno, el reino se fortaleció bajo la mirada romana. Aliado de Roma, se enfrentó a la amenaza de Atila y murió en la batalla de los Campos Catalaúnicos. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Turismundo (451-453)</b>. Rompió relaciones con Roma porque no le habían dejado vengar la muerte de su padre Teodorico I. Sus hermanos más condescendientes con el poder hegemónico de la época, le asesinaron cuando iniciaba los preparativos para la guerra. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Teodorico II (453-466)</b>. Consolidó las fronteras del reino de Tolosa guerreando contra los suevos y los bagaudas. Su acercamiento a la decadente Roma generó polémica entre sus generales. Fue asesinado por su hermano Eurico. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Eurico (466-484)</b>. Vio caer el imperio romano de Occidente. Articuló un cuerpo legislativo -el Código de Eurico- para gobernar mejor. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Alarico II (484-507)</b>. Creó el Breviario que lleva su nombre con el que se impartió justicia tanto a los visigodos como a los pueblos dominados por ellos. Moria luchando contra los francos en la decisiva batalla de Vouillé, donde se perdió el reino de Tolosa. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Gesaleico (507-511)</b>. Hijo bastardo de Alarico II, llevó al pueblo visigodo a su establecimiento definitivo en Hispania. Los ostrogodos le declararon la guerra y le ajusticiaron. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Amalarico (511-531)</b>. Reinó siguiendo los designios de su abuelo y regente Teodorico, el Grande. Fue asesinado por los ostrogodos. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Teudis (531-548)</b>. Trasladó la capital a Emérita Augusta y fue un gobemante justo y ecuánime. Murió asesinado por uno de sus guardias. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Teudiselo (548-549)</b>. Con él se acabó la influencia que ejercían los godos orientales en Hispania. Fue asesinado en Sevilla por una conjura de visigodos desafectos. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Agila I (549-554)</b>. De convicciones arrianas, mostró intolerancia hacia los católicos. Provocó la primera gran guerra fratricida entre visigodos. Murió asesinado. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Atanagildo (554-567)</b>. Se alió con el Imperio bizantino para derrotar a Agila I. Fijó la capital del reino en Toledo y, tras muchos años de regicidios, falleció de muerte natural. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Liuva I (567-572)</b>. Asoció a su hermano Leovigildo al trono buscando el mejor gobierno, una decisión fundamental para la historia futura. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Leovigildo (568-586)</b>. Se lanzó a conquistar toda la Península. Venció a los suevos en 585, e impulsó el Codex Revisus. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Recaredo (586-601)</b>. Durante su reinado, el pueblo visigodo se convirtió masivamente al catolicismo tras el III Concilio de Toledo (589). </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Liuva II (601-603). </b>Subió al trono muy joven. Fue torturado y ejecutado, víctima de una conjura arriana. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Witerico (603-610).</b> Intentó volver infructuosamente al arrianismo. Fue asesinado en un banquete. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Gundemaro (610-612)</b>. Toledo recibió la capitalidad religiosa del reino en detrimento de Cartagena, ocupada por los bizantinos. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Sisebuto (612-621)</b>. Culto y amante de la poesía, dictó la primera persecución contra los judíos. Murió envenenado por Suintila. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Suintila (621-631</b>). Logró expulsar a los bizantinos, obteniendo el control total sobre la Península Ibérica. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Sisenando (631-636)</b>. Se proclamó rey con ayuda de los francos. Convocó el IV Concilio de Toledo. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Chintila (636-639)</b>. LLegó al trono con 86 años, justo antes de morir San Isidoro, gran intelectual de la Europa medieval. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Tulga (639-642</b>). El más incapaz de todos los reyes godos, fue desposeído de la corona. </span></div></div><div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><b>Chindasvinto (642-653).</b> Amante de la ley y el orden. Ejecutó a 700 miembros de la nobleza disconformes con su régimen. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Recesvinto (653-672).</b> Artífice del Liber ludiciorum, código legislativo visigodo. Su reinado se caracterizó por la paz y el florecimiento cultural. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Wamba (672-680)</b>. Intentó la reordenación urbana de Toledo. Fue envenenado en una conjura. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Ervigio (680-687)</b>. Repartió riquezas entre aristocracia y clero, llevando al Estado a la ruina. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Egica (687-702)</b>. Durante su reinado, malas cosechas, enfrentamientos y la peste bubónica diezmaron una población amenazada por los enemigos exteriores. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Witiza (702-710).</b> Fue defensor de los judíos. Bajo su mandato se celebró el último Concilio de Toledo. </span><br />
<span style="font-size: small;"><b>Rodrigo (710-711). </b>Último rey visigodo, fue derrotado por los musulmanes en la batalla de Guadalete, donde se cree que murió. </span></div></div><br />
<iframe allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="http://www.youtube.com/embed/sLeWMzFjSGs" width="420"></iframe><br />
<br />
<iframe allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="http://www.youtube.com/embed/-Oag9k6J69Y" width="420"></iframe>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-43046468998824628692011-06-15T21:59:00.015+02:002017-01-29T21:52:21.128+01:00-195 a.C : Hispania un producto de Roma<div style="font-family: Verdana,sans-serif; text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgnx4KgV1zJjtiD_gbSuLvZsSN4YW6ZCttu1FO8x0ZgvjA0r-pdH60ob9FkHnByrPiGxxtDOfv_J7mBGX2HG3ez2csbIabmvFFJu1TDGBj04FfeIwYigvmajuCmbbDOWrtGfREORy61Bxc/s1600/hispania.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgnx4KgV1zJjtiD_gbSuLvZsSN4YW6ZCttu1FO8x0ZgvjA0r-pdH60ob9FkHnByrPiGxxtDOfv_J7mBGX2HG3ez2csbIabmvFFJu1TDGBj04FfeIwYigvmajuCmbbDOWrtGfREORy61Bxc/s320/hispania.jpg" width="214" /></a></div>
<span style="font-size: small;">Era casi inevitable. Sólo quedaban ellos en el Mediterráneo, romanos y cartagineses, pero el Mediterráneo no era suficiente para contenerlos. Sucesivos tratados comerciales no lograron atemperar el creciente antagonismo de los colosos, que desembocó, primero, en guerra fría y, después, en guerra caliente<br />
<br />
La primera guerra púnica.Durante veintitrés años, entre —264 y—241, romanos y cartagineses se enfrentaron por tierra y por mar. Es admirable que los romanos, pueblo de campesinos sin tradición naval, fuesen capaces de improvisar una escuadra de guerra copiando una nave enemiga que encontraron varada en una playa. Más admirable todavía es que venciesen en algunas batallas navales y que finalmente se alzaran con la victoria. <br />
<br />
Los términos de la rendición fueron severos: Cartago cedía Sicilia y Cerdeña, desarmaba su escuadra y se obligaba a satisfacer una crecida indemnización. El Mediterráneo iba camino de ser el Mate Nostrum (nuestro mar) de los romanos.Los humillados cartagineses decidieron compensar la pérdida de sus bellas islas conquistando España. Además, de alguna parte tenían que sacar oro y plata, que necesitaban para pagar las indemnizaciones.<br />
<br />
Más les valía explotar a fondo y directamente las minas de Cartagena y sierra Morena. El prestigioso general Amílcar Barca desembarcó en Cádiz y, alternando hábilmente la diplomacia con la guerra, consiguió dominar a los desunidos indígenas tras siete años de dura campaña. Cuando ya había vencido a los últimos resistentes peligrosos, los caudillos celtas Indortes e Istolacio, se ahogó en un río durante una escaramuza.<br />
<br />
Sus hijos Asdrúbal y Aníbal Barca proseguirían su obra.Los Barca demostraron ser tan buenos administradores como generales. En unos años, racionalizaron la explotación de las minas, mejoraron las conserveras de pescado y optimizaron, como se dice ahora,el sector del esparto. Eran empresarios modernos, que aportaban nueva tecnología: ingenieros griegos a pie de obra diseñando nuevos aparatos y esclavos africanos picando en lo profundo de los pozos. El país se puso a producir para Cartago, y los jefes indígenas, como obtenían su rebanada de ganancias, colaboraron de buena gana.<br />
<br />
En —226, Asdrúbal logró que los romanos accedieran a ampliar la zona de influencia cartaginesa,que apenas sobrepasaba Cartagena, hasta la línea del Ebro. De este modo, Cartagena quedó en una posi-ción central, tan buena para dirigir los asuntos de África como los de España. El negocio marchaba viento en popa, pero cuando Asdrúbal comenzó a acuñar monedas con su efigie, los acaudalados senadores de la república de Cartago se estremecieron detrás de sus cajas registradoras: ¡parece que el general va camino de ser rey! Nunca llegó a coronarse: un esclavo lo asesinó durante una cacería, aparentemente para vengar la ejecución de su amo. ¡Vaya usted a saber!<br />
<br />
Quedaba Aníbal, el famoso Aníbal, que a sus veintiún años ya había probado su habilidad como general y como diplomático. Él proseguiría la obra de los Barca.<br />
<br />
Aníbal continuó ampliando la empresa. Alternando zanahoria y estaca, como había aprendido de su padre, sometió las tierras de Levante hasta el Ebro, donde terminaba la zona de influencia cartaginesa reconocida por Roma. En esta campaña destruyó, después de un enconado asedio de ocho meses, la ciudad de Sagunto, hoy Murviedro (Valencia).Roma había suscrito un tratado de amistad con Sagunto (a pesar de que estaba enclavada en territorio de influencia cartaginesa). Como era de esperar, especialmente porque se veía venir desde que la facción más belicista obtuvo la mayoría en el Senado romano, Roma declaró la guerra a Cartago.<br />
<br />
A los lectores que peinen canas, o ni eso, les resultará muy familiar el nombre de Sagunto, y lo asociarán al de Numancia, otra ciudad cuya población prefirió suicidarse en masa antes que rendirse a los romanos en —133. <br />
<br />
ambas gestas fueron mitificadas en los tiempos de Franco como gloriosos monumentos de la fidelidad hispánica y de la fiereza indomable del pueblo español. Como para muestra valía un botón, sólo se promocionó la imagen fiera de esas dos poblaciones, con olvido de otras que las igualaron y hasta las superaron en heroísmo. Por ejemplo, los habitantes de Astapa, hoy Estepa, municipio sevillano famoso por sus mantecados navideños, también prefirieron destruir la ciudad y suicidarse en masa antes que rendirla a Roma. La admirable hazaña de la Numancia celtíbera, cuyos defensores llegaron a alimentarse con carne humana, fue incluso superada en Calagurris, hoy Calahorra, donde, además, salaron la carne humana para comerla en conserva.<br />
<br />
regresemos ahora junto a Aníbal, al que dejamos conquistando Sagunto.No le sorprendió al cartaginés la declaración de guerra de Roma. De hecho, los dos países llevaban años preparándose para esa guerra, porque Cartago quería la revancha y Roma estaba preocupada por el rearme de su rival y la pujanza que había alcanzado.<br />
<br />
Roma decidió aplastar el nuevo poderío cartaginés y escogió Hispania como propicio escenario de la guerra. Italia quedaba a salvo, defendida por una potente escuadra. Pero Aníbal se les adelantó, mostrándose como uno de los mayores estrategas de todos los tiempos: en lugar de embarcar su ejército, como esperaban, lo llevó por tierra, elefantes de guerra incluidos, a través de los Alpes nevados, una hazaña impensable, e invadió Italia por el norte, donde menos esperaban un ataque.<br />
<br />
Los romanos le salieron al encuentro con ejércitos superiores, que Aníbal derrotó sucesivamente. En la cuarta batalla, la de Cannas,Roma puso toda la carne en el asador.Todavía hoy, en las academias militares de todo el mundo, a los oficiales instructores se les dilata el esfínter cuando explican la estrategia de Aníbal en Cannas. <br />
<br />
El astuto cartaginés, al que ya quisieran parecerse todos ellos, llegaba con un ejército bastante mermado. No obstante, en contra de todas las normas,dispuso a sus peores tropas en el centro de la línea, donde el combate sería más enconado. Tal como había previsto, el centro cedió terreno ante el empuje enemigo, y cuando los confiados romanos profundizaron en la bolsa resultante, la cerró por sus flancos y atacó la retaguardia romana con su ágil caballería. Los romanos quedaron apelotonados en el centro del campo, estorbándose unos a otros, sin espacio para maniobrar. Fue, quizá, la más brillante batalla de todos los tiempos: cincuenta mil muertos, y el ejército romano prácticamente aniquilado.<br />
<br />
Por cierto, los elefantes que Aníbal llevó a Italia eran de la especie Loxodontia africana,variedad Cyclotis,de pequeña alzada (apenas 2,35 metros). Entonces abundaban en el norte de África, desde Túnez hasta Marruecos, pero los explotaron tanto en la guerra y en los circos que la especie acabó por extinguirse.El otro elefante africano, el que vemos en los zoológicos y en las películas de Tarzán, el de las estepas del África Negra, es mucho mayor, hasta 3,40 metros.<br />
<br />
Los romanos, repetidamente vencidos, mostraron entonces su mejor virtud ; el tesón y la constancia.Resistieron en Italia como mejor pudieron y devolvieron los golpes en España, que era la despensa de Aníbal y su punto débil. Aquí derrotaron a Asdrúbal, otro hermano de Aníbal, aniquilaron los refuerzos que proyectaba enviar a Italia, conquistaron Cartagena y se aliaron con caudillos indígenas para arrebatar toda la provincia a los cartagineses.<br />
<br />
Los iberos no advirtieron que aquellos romanos que los ayudaban a sacudirse el yugo cartaginés les iban a imponer otro aún más pesado y, además, definitivo, aunque también es cierto que Roma los desasnó. Vaya lo uno por lo otro.<br />
<br />
Al final, sólo les quedó a los cartagineses su tierra africana y un ejército cada vez más inoperante y débil en Italia, ya sin fuerzas para conquistar Roma. Aníbal comprendió que había perdido la partida y regresó a casa. Pasaba a la defensiva. Escipión, el general romano que había arrebatado a Cartago su provincia española, desembarcó en África y derrotó a Aníbal en Zama.Los vencedores impusieron a Cartago una rendición suficientemente onerosa como para asegurarse de que ya nunca levantaría cabeza. No obstante, medio siglo después, cuando les pareció que, a pesar de todo, la vieja rival se estaba recuperando, deportaron a su población e incendiaron la ciudad. Cartago ardió durante diecisiete días. Sus ruinas fueron arrasadas,y sus campos y huertas sembrados de sal.<br />
<br />
Como escribió Tácito, el gran historiador romano, «es propio de la naturaleza humana odiar al que se ha ofendido».Roma ocupaba las ciudades, los trigales, los olivares y las minas cartaginesas en Andalucía y Levante. <br />
<br />
Al término de la guerra se planteó el arduo dilema: devolvemos todo esto a los indígenas, como les prometimos, o nos lo quedamos. Naturalmente, se lo quedaron. Al fin y al cabo, aquella tierra soleada y rica era su botín de guerra.<br />
<br />
El Senado no se quebró la cabeza a la hora de buscar un nombre apropiado para las nuevas provincias. Dividieron la Península en dos sectores confusamente delimitados y las denominaron «la de acá» y «la de allá» (Citerior y Ulterior).El Imperio romano estaba todavía en pañales. Faltaban tres siglos y mucho camino por recorrer para que se extendiera desde Alemania al Sahara y desde Portugal a Siria y agrupara bajo sus fronteras a más de cien pueblos.Por lo pronto, en España, la plata, los trigales verdes y el garum eran ya romanos, pero como no hay rosa sin espinas los incivilizados celtíberos y lusitanos del interior también codiciaban aquella riqueza. <br />
<br />
Desde siglos atrás habían tomado la casi deportiva costumbre de entrar a saco de vez en cuando en los ricos valles del Ebro y del Guadalquivir. Naturalmente, los romanos no podían consentir que unos salvajes vinieran a robarles la hacienda. Por lo tanto, establecieron una serie de puestos militares avanzados para prevenir y detener aquellos ataques. Lo malo fue que los incorregibles celtíberos también hostigaban a estas avanzadas. Entonces, los romanos optaron por métodos más contundentes y lanzaron expediciones de castigo contra las tribus del interior. Fue otra conquista del salvaje Oeste. <br />
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El valor indómito de los indígenas se estrelló contra la disciplina y la táctica superiores de los invasores. Las legiones romanas eran ya aquel formidable instrumento militar cuya eficacia no ha sido igualada jamás por ningún otro ejército. El establecimiento de guarniciones y campamentos permanentes fue otra forma de conquista y colonización, que, a la postre, fue asimilando a la cultura romana el interior de la Península. Así surgieron ciudades tan prósperas como Mérida, Zaragoza, Astorga y Lugo.<br />
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En las sucesivas guerras de conquista, lusitanas y celtibéricas, primero,y cántabras, después, los gobernadores y generales romanos perpetraron a veces grandes canalladas, y el Senado romano dio muestras de notable desvergüenza en la vulneración de los tratados y capitulaciones que sus subordinados en apuros pactaban con los caudillos indígenas. <br />
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Por ejemplo, un gobernador, un tal Galba, prometió repartir tierras a ciertas tribus lusitanas si deponían las armas. Cuando las tuvo desarmadas y a su merced las pasó a cuchillo. El famoso caudillo Viriato, uno de los pocos que lograron escapar de esa matanza, se convirtió en jefe de la resistencia y hostigó con éxito a los ocupantes, hasta que fue asesinado por tres de sus hombres,vendidos a Roma. <br />
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En el curso de estas feroces campañas ocurrieron episodios tan sonados como el asedio e inmolación de Numancia.Numancia resultó un hueso tan duro de roer que Roma encomendó su conquista a su mejor general,Cornelio Escipión, quien tuvo que emplearse a fondo para someterla. Los romanos sitiaron la ciudad y la rodearon con una muralla, para evitar que recibiera auxilios externos. Numancia se rindió por hambre después de quince meses de asedio. La versión patriótica, basada en textos de Floro y Orosio, sostiene que los numantinos prefirieron prender fuego a su ciudad y suicidarse en masa antes que entregarse, pero se hará bien en conceder mayor crédito a Apiano, según el cual, la heroica ciudad, ya agotada, abrió las puertas al romano. Escipión la trató con ejemplar dureza, para que sirviera de escarmiento a otros pueblos levantiscos: vendió como esclavos a los supervivientes y repartió las tierras entre las tribus vecinas aliadas de Roma.Las ruinas de la famosa ciudad celtíbera bien merecen una visita. <br />
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Están sobre una colina cercana a la ciudad de Soria y se accede a ellas por cómoda carretera, que conduce a un pequeño museo, en el centro mismo de la excavación. Numancia tenía forma elíptica, con dos calles principales, que la cruzaban paralelamente en la dirección del eje mayor, y hasta doce secundarias en el sentido del menor. Las calles estaban ingeniosamente orientadas para evitar los helados vientos del norte. Las casas, construidas con adobe otapial, sobre zócalo de piedra, eran rectangulares. Un hogar en el suelo servía para guisar y caldeaba la vivienda. Algunas disponían de bodega subterránea para guardar los alimentos.<br />
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Algunos arqueólogos señalaron que unos círculos de piedras hallados extramuros de Numancia, en la ladera del cerro, eran los lugares donde se exponían a los buitres los cadáveres de los muertos en combate.Todo podría ser.Cayó Numancia,y cayeron igualmente otras tribus y poblados rebeldes. <br />
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En poco más de cincuenta años, Roma se adueñó de toda la Península. Sólo quedó libre una delgada franja norteña, habitada por cántabros, astures y vascones, que no se incorporaría al Imperio hasta el siglo siguiente.<br />
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Roma había extendido su dominio por todo el contorno mediterráneo. La oligarquía aristocrática que controlaba el Senado se había enriquecido con los botines de las guerras, pero el pequeño campesino y el artesano se arruinaron al no poder competir con la mano de obra esclava que aportaban las conquistas.<br />
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Las tensiones sociales se polarizaron en dos partidos políticos, los populares y los optimates: es decir, izquierdas y derechas, lo de siempre.<br />
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El enfrentamiento entre populares y optimates desembocó en guerras civiles y sangrientas alternancias de poder, que repercutieron también en las provincias. Cuando el dictador Sila conquistó el poder, muchos caudillos populares tuvieron que huir de Roma para salvar la vida, entre ellos Quinto Sertorio, que se refugió en España.Sertorio estaba dispuesto a resistir. Era un hombre hábil, que supo atraerse a los indígenas, cada vez más romanizados. <br />
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Incluso recurrió a la argucia de hacerles creer que los dioses estaban de su lado y lo aconsejaban por medio de una cierva amaestrada, con la que conversaba cada tarde en un claro del bosque. Los hispanos, acostumbrados como estaban a padecer codiciosos funcionarios romanos que aprovechaban el cargo para enriquecerse, quedaron encantados con aquel romano honrado y tolerante, que rebajaba los impuestos y respetaba las costumbres del país. <br />
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También nombró un gobierno en el exilio con su Senado y sus instituciones, y hasta fundó una especie de universidad en Osca (Huesca) para educar en la cultura romana a los hijos de los caudillos hispanos.Al mismo tiempo, le servían de rehenes y garantizaban la lealtad de sus padres, claro.No tuvo suerte Sertorio. La empresa que se había propuesto era demasiado ambiciosa para sus débiles fuerzas. <br />
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Durante un tiempo, se mantuvo firme, e incluso sus tropas celtíberas y lusitanas derrotaron a algunos ejércitos enviados por Roma; pero luego sus asuntos se torcieron, muchos de sus partidarios desertaron y uno de sus hombres de confianza lo asesinó durante un banquete. Su guardia personal, formada por hispanos, se suicidó en el acto, según la tremenda costumbre del país.<br />
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El vencedor de Sertorio fue Pompeyo. Era un hombre magnánimo e inteligente este Pompeyo. En lugar de crucificar a los caudillos indígenas derrotados, les devolvió la libertad y los trató con magnanimidad. Ellos, vivamente impresionados por tan inesperada generosidad, le quedaron agradecidos de por vida.<br />
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Cuando Pompeyo regresó a Roma, dejaba atrás una fidelísima clientela, que iba a necesitar más adelante.Quizá Pompeyo las veía venir. Porque el viejo y enconado contencioso entre optimates y populares distaba mucho de quedar zanjado con la derrota de Sertorio. <br />
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Al poco tiempo, se reprodujo, esta vez con un formidable campeón al frente del bando popular: Julio César.Nuevamente, la Península representó un papel esencial en el conflicto. Los indígenas quizá ya va siendo hora de que los denominemos hispanorromanos tornaron a dividirse en dos bandos, los unos por César, y otros, los más numerosos, por Pompeyo.La guerra se riñó por todo el Imperio, en Grecia, en África y en España. <br />
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César derrotó por doquier a los pompeyanos, pero no pudo disfrutar largo tiempo de su victoria: un grupo de senadores conjurados lo asesinó en Roma . Es la famosa escena en que el gran César, al ver que entre sus asesinos figura su presunto hijo Bruto, de cuya fidelidad nunca se le hubiera ocurrido dudar, le reprocha «Tú también, Bruto,hijo mío», y asqueado del mundo, renuncia a defenderse. Se cubrió romanamente la cabeza con la toga y se entregó dócilmente a los puñales.César murió, pero su magna obra perduró porque su heredero y sucesor, el emperador Augusto, realizaría sus ambiciosos planes.<br />
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Augusto no era hombre de guerra, sino, más bien, un oficinista bajito y enfermizo, propenso a los enfriamientos, pero en la invencible Roma, regida desde hacía casi un siglo por generales victoriosos, se esperaba que el heredero de César revalidase su nombramiento con alguna hazaña militar. Augusto, en el trance de cumplir con el trámite, escogió la zona de Hispania que faltaba por conquistar, la cornisa cantábrica,aquel húmedo y montuoso territorio de los astures y los cántabros. No era lerdo el perillán: a cambio de un simulacro de guerra, que sería más bien una operación de policía, se adueñaba de una comarca cuyas riquezas auríferas cubrirían sobradamente los gastos de la campaña. La guerra duró diez años y, contra todo pronóstico, fue tan sangrienta que se zanjó con el virtual genocidio de los nativos. «Clavados en la cruz, morían entonando himnos de victoria», escribe Estrabón de aquellos bravos e irreductibles cántabros(y astures, no quisiera herir el ego patriótico de ninguna autonomía dejando razas en el tintero; si alguna se me pasa, considérese incluida).Roma impuso la paz de los cementerios. Durante los siglos siguientes se dedicó a extraer oro tan concienzudamente que álteró por completo el paisaje en la región leonesa de las Médulas de Carucedo,donde el mineral se explotaba a cielo abierto, a veces por el expeditivo procedimiento de desviar ríos para que inundaran las galerías,arrastraran la tierra y dejaran al descubierto el mineral.<br />
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Roma enviaba a sus provincias hispánicas numerosos colonos y funcionarios. Por otra parte, muchos soldados romanos se casaban con hispanas, y los guerreros hispanos se alistaban por decenas de miles en el ejército romano: comida sana y abundante, soldada segura, un porvenir. La Península terminó por aceptar las costumbres y el modo de vida romano. Quizá sea más exacto denominarlo helenístico,porque los romanos, a su vez, habían imitado los modelos griegos, unos pueblos de cultura superior a los que también habían conquistado.<br />
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El estilo de vida romano—helenístico, que se extendía por todo el Imperio, se basaba en la ciudad (civitas) como elemento civilizador. La ciudad era un núcleo urbano independiente, regido por un ayuntamiento o senado, sujeto a leyes precisas, con territorio y recursos propios de aprovechamiento comunal, con una estructura económica compleja y una organización social que integraba a los ciudadanos en un marco jurídico avanzado, superando las limitaciones del marco tribal anterior.<br />
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Los romanos habían encontrado en España pocas ciudades dignas de tal nombre: sólo las de la costa mediterránea, casi todas de origen fenicio. Augusto concedió títulos de coloniae(colonias) y municipia (municipios) a muchas otras. <br />
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La colonia era ciudad de nueva creación, cuyos primeros pobladores eran a veces colonos llegados de roma, generalmente soldados veteranos a los que se recompensaba con lotes de tierras. Los municipios, por el contrario, eran poblaciones indígenas que recibían la consideración de ciudad.En los dos casos, el gobierno municipal dependía de una asamblea de ciudadanos con derecho a voto,entre los que se elegían los dos alcaldes(duumviri)y los concejales(aediles y quaestores).<br />
Los cargos eran anuales, y sus aspirantes debían cortejar al electorado con banquetes y promesas.Un poco como ahora.<br />
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Las ciudades romanas de nueva planta presentaban un trazado racional. Eran cuadradas o rectangulares, con una serie de calles que se cortaban en ángulo recto, con sus plazas y espacios públicos. Las dos calles principales, más anchas, se cruzaban en el centro, sobre la plaza mayor porticada(forum maximum),en torno a la cual se alzaban los edificios públicos, templos, termas, mercado, etcétera. En las ciudades importantes había un teatro semicircular, al aire libre, y un anfiteatro, elíptico, cerrado, donde luchaban los gladiadores.<br />
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La casa romana, a la que todo ciudadano acomodado aspiraba, era un edificio cuadrangular, sin ventanas a la calle, con estancias abiertas a un patio central columnado del que recibían luz y ventilación. A menudo había otro patio trasero, más amplio, ajardinado. Es lo que hoy vemos en la casa andaluza con patio, de Córdoba o Sevilla, a veces erróneamente llamada casa árabe.<br />
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Los árabes se limitaron, como en tantas otras cosas, a reproducir los modelos romanos que encontraron en las tierras que conquistaban.La decoración de la casa romana resultaba un poco abigarrada para el gusto moderno. Las paredes solían decorarse con pinturas murales de vivos colores o con tapices, y los suelos se cubrían de mosaicos formados por diminutas piedrecitas de colores. En contraste, no había más muebles de los necesarios: camas, mesas, sillas. <br />
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Los hispanos acomodados aprendieron a comer a la griega, recostados en una tarima de tres plazas (triclinium),con el codo apoyado en un cojín.En la ciudad romana había tiendas, almacenes, posadas, bibliotecas y todos los servicios necesarios.No faltaban médicos, boticarios, carpinteros, abogados, alfareros, profesores, herreros, músicos y artistas,ni tabernas y prostíbulos, cada cual con el indicativo propio de lo que ofrecían. Y recaudadores de impuestos.</span></div>
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<span style="font-size: small;">El equivalente al casino o al club social moderno eran las termas. Además de su higiénico cometido,estos baños públicos (a menudo, construidos y decorados con gran lujo, para prestigiar la ciudad) eran mentidero, casino, barbería, sala de masajes, centro cultural y polideportivo. El usuario de las termas pasaba por cuatro salas sucesivas: la primera era una especie de sauna en la que sudaba(sudarium); en la segunda,se daba un baño caliente(caldarium); a continuación, rebajaba su temperatura en la sala templada(tepidarium),antes de bañarse en agua a temperatura normal en el frigidarium.Las termas,y algunas casas especialmente lujosas, disponían de ingeniosos sistemas de calefacción, que hacían pasar el aire caliente procedente de las calderas por canalizaciones dispuestas bajo el suelo y a través de los muros.<br />
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Los excelentes ingenieros romanos no se arredraban ante las dificultades técnicas. Todavía nos admiramos ante obras como el puente de Alcántara (Cáceres), el acueducto de Segovia y el faro de La Coruña, llamado Torre de Hércules. Una de las grandes ventajas del carácter autonómico del municipio romano era que los políticos que querían contar con el favor de sus votantes tenían que embarcarse en ambiciosas obras públicas: fuentes, plazas, cloacas, ,letrinas, calzadas, sistemas de irrigación, puertos e incluso complejos sistemas de drenaje para desecar zonas pantanosas. También el poder central sabía financiar las obras necesarias cuando era menester.<br />
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Las ciudades estaban unidas por una considerable red de carreteras, tan excelentemente construidas que algunos tramos todavía se usan como caminos vecinales. Todo el Imperio, hasta sus últimos confines,estuvo recorrido por estos caminos, que favorecían el tráfico de viajeros y mercancías y permitían el rápido desplazamiento de tropas. <br />
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Una idea copiada por el plan de autopistas de Hitler, aunque su «imperio de los mil años» fue más efímero que el romano. El viajero que recorría una calzada romana encontraba una piedra miliar con su número cada 1470 metros. Si no iba provisto del itinerario (equivalente a nuestro mapa de carreteras), podía calcular la distancia hasta la siguiente venta (mansio).<br />
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La Vía Augusta, que remontaba el Guadalquivir para enlazar con Levante y proseguir la costa mediterránea hasta Roma, estaba adornada con monumentos tan espléndidos como el arco de Bará, en Tarragona. La llamada Vía de la Plata enlazaba Galicia con Cádiz, pasando por Salamanca y Mérida. De ella partía un ramal que discurría por León, Castilla y el valle del Ebro hasta Tarragona,y otro que pasaba por Toledo y enlazaba con la Vía Augusta a la altura de Valencia.<br />
Finalmente, la Vía Hercúlea, bordeaba la costa de toda la Península, de Galicia a Levante, donde enlazaba con la Vía Augusta. Consecuencia del centralismo imperial: todos los caminos conducían a Roma.<br />
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Augusto, además de impulsar la red de carreteras, organizó nuevamente la Península y dividió en dos la provincia Ulterior: la Bética, con capital en Córdoba, y la Lusitana, con capital en Mérida. La antigua Citerior mantuvo su capital en Tarragona<br />
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Roma trataba a las ciudades como a los individuos. Casi todas eran estipendiarías(stipendiariae),es decir, sujetas a tributo en dinero, especie o servicios. Las celtíberas solían pagar en cabezas de ganado o en productos manufacturados locales; por ejemplo, las capas de lana, llamadas sagum,lejano antecedente de la prieta capa zamorana, muy apreciadas en Roma.<br />
Junto a las ciudades contribuyentes existieron otras, pocas, federadas y libres, que disfrutaban de exención tributaria (Cádiz, Málaga, Tarragona). Era el premio por haber ayudado a Roma en momentos de apuro o por haberse mostrado particularmente sumisas.<br />
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También las personas estaban divididas en dos grandes categorías: esclavos(servi) y libres(ingenui).<br />
Los libres se subdividían en tres grupos: los que no tenían ningún derecho (que eran casi todos los indígenas o incolae);los que tenían derecho de ciudadanía itálica (un premio otorgado a los aliados de Roma), y los que disfrutaban de plena ciudadanía romana, por lo general comerciantes, recaudadores, técnicos y soldados de origen romano.<br />
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La ciudadanía romana confería pleno derecho a votar o a ser elegido para desempeñar puestos oficiales, lo que comportaba sustanciosas ventajas fiscales y jurídicas.Al principio, la inmensa mayoría de la población hispana estaba constituida por indígenas libres y desprovistos de derechos de ciudadanía, pero luego, a partir de las reformas de Augusto, el número de ciudadanos(cives)creció, por concesiones a la aristocracia indígena y a los que prestaban servicios a Roma. <br />
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Como la ciudadanía romana era hereditaria, se fue extendiendo y, al poco tiempo, amparó a casi toda la población. En el año 70, el emperador Vespasiano concedió la ciudadanía latina a todos los españoles libres. La antigua barbarie dio paso a una forma más civilizada de vida y a la adopción de costumbres romanas; incluso los idiomas vernáculos se olvidaron, y los españoles aprendieron a hablar latín, aunque con un acento peculiar, que a los romanos les resultaba muy gracioso. <br />
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El futuro emperador Adriano, recién llegado de España, intentó hacer un discurso en el Senado, y en cuanto abrió la boca, sus colegas se desternillaronde risa. Vaya usted a saber cómo sonaba aquel latín que Cicerón describe como «pingue atque peregri-num», es decir, gangoso y extraño.De los actuales idiomas españoles, el castellano, el catalán y el gallego descienden de aquel latín que aprendieron nuestros antecesores. De lo que se hablaba antes de la llegada de los romanos sólo ha sobrevivido el vascuence.<br />
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Había mucho tráfico de esclavos en el Imperio romano. Los esclavos eran prisioneros de guerra o hijos de otros esclavos que algún día fueron prisioneros de guerra. Algunos pertenecían al Estado o a los ayuntamientos, pero la mayoría eran de propiedad privada. Especialmente apreciados (y caros) eran los esclavos griegos empleados por familias pudientes, como médicos, pedagogos, contables y administradores, a los que sus dueños trataban con amistosa deferencia. Los de propiedad estatal solían ser poco cualificados y vivían en peores condiciones, a menudo dedicados a trabajos agotadores o insalubres. Sólo en las minas de Cartagena llegó a haber cuarenta mil esclavos estatales. Los que labraban los latifundios andaluces se calculan en doscientos mil. Casi todos eran extranjeros porque los romanos procuraban deportar a los esclavos para que, al apartarlos de sus lugares de origen, se acomodaran mejor al cautiverio. Esto explica que en las lápidas sepulcrales de esclavos y libertos halladas en España abunden los nombres foráneos,mientras que las de los esclavos españoles aparecen en países lejanos.<br />
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La romanización acabó con las precarias economías de autoabastecimiento indígenas e impuso una agricultura basada en el cultivo racional de la llamada tríada mediterránea: el aceite, el trigo y el vino. Junto con los metales y la salazón de pescados, fue la gran aportación española a Roma. El aceite de Andalucía competía ventajosamente con el italiano y se exportaba junto con el trigo en esas ánforas en forma de estilizada peonza que vemos en los museos o decorando las paredes de las tabernas marineras. <br />
La proyección inferior estaba destinada a clavarse en el lastre de arena que cubría el fondo de la bodega de los navíos mercantes. Una vez vaciadas en los almacenes del Tíber, estas vasijas se rompían, y los tiestos se arrojaban a un descampado cercano, en el que se fueron acumulando hasta formar un verdadero monte de cincuenta y cuatro metros de altura y un kilómetro de contorno, el Testaccio (de testae,«tiesto»), que hoy se integra en el caserío romano, no lejos de la Puerta de San Pablo. <br />
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Casi todas las ánforas del Testaccio llevan sellos identificativos que señalan su origen español,antes de que la competencia del aceite barato y de peor calidad del norte de África amenazara el mercado andaluz. Ya se ve que la decadencia del Imperio romano tuvo también su capítulo gastronómico.Y junto al aceite, el trigo. Prácticamente todo el trigo de Roma (y necesitaba mucho porque era el producto básico que repartía la seguridad social a una muchedumbre de desempleados) procedía de Egipto, de Sicilia y de la meseta y el sur de España.Donde el terreno lo permitía se instalaron grandes fincas explotadas desde villae,remoto antecedente del cortijo andaluz y también, ¡ay!, del denostado latifundio, tantas veces y tan injustamente achacado a los conquistadores cristianos que heredaron la tierra un milenio más tarde.<br />
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Falta el vino. Hubo vinos famosos en la España romana, principalmente en Cádiz y la actual Cataluña, pero nunca fueron artículos de exportación masiva porque la técnica que permite conservar y mejorar el vino estaba poco desarrollada y los caldos se agriaban con facilidad. Por eso, solían mezclarlo con especias.Hasta que se divulgó el tonel, el vino se envasaba en ánforas (como el aceite o el trigo), cuyo interior revestían con hollín de mirra o con pez para conservar mejor su precioso contenido.Parte de este revestimiento se desprendía y ensuciaba el vino, lo que obligaba a filtrarlo antes de beberlo.Si los romanos no llegaron a degustar los famosos caldos de Cádiz, el jerez y la manzanilla, sí disfrutaron de otro producto de la tierra que alcanzó gran fama ,las bailarinas gaditanas.<br />
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España había comenzado suministrando a Roma metales y mercenarios, porque otra cosa no tenía, pero cuando los beneficios de la cultura que sembró Roma entre nosotros rindieron sus sazonados frutos, pudo ofrecer escritores, como los cordobeses Lucano y Séneca, o Marcial (éste de Calatayud); científicos, como el gaditano Columela, y hasta emperadores, como Trajano y Adriano, que eran de Itálica, junto a Sevilla.No todo fueron cerebros. También aportamos figuras del espectáculo y la revista; por ejemplo, el famoso atleta lusitano Diocles, el mejor auriga de todos los tiempos, ídolo de las multitudes, que entonces se pirraban por las carreras de carros como ahora por el fútbol. Diocles comenzó su vida profesional a los dieciocho años y se retiró, querido y respetado por todos e inmensamente rico, a los cuarenta y dos, después de cosechar mil quinientas victorias.<br />
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En la Roma decadente e imperial eran famosas las artistas de variedades procedentes de la licenciosa Cádiz, como las adjetivan los severos censores. Todo banquete de señoritos libertinos que se preciara debía ir seguido de la actuación de algún grupo de puellae gaditanae,que cantaban y bailaban al son de las castañuelas andaluzas (baetica crusmata). «Su cuerpo, ondulado muellemente pondera el aragonés Marcial, describiendo a una de ellas se presta a tan dulce estremecimiento y a tan provocativas actitudes que sacudiría la virtud del casto Hipólito si la viese.» «Cuando bailan, contonean sus atractivas caderas —otra vez Marcial y hacen gestos de increíble lubricidad, pero si se ponen a cantar, sus canciones son tan desvergonzadas que no las osarán repetir ni las desnudas meretrices.» Cabe suponer que la actuación de las bailarinas gaditanas iría seguida, en muchos casos, de desenfrenada bacanal.Uno sospecha que las alegres chicas de Cádiz, a medio camino entre la prostitución y las varietés habaneras, debían ser, al término de la fiesta, chicas tristes, explotadas por empresarios macarras y prematuramente ajadas y entregadas a una aciaga vejez.<br />
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Los romanos eran muy tolerantes en materia de religión. Incluso podemos decir que eran bastante escépticos y hasta agnósticos. «¿Quod es veritas?», le pregunta Pilatos a Cristo. No tenían inconveniente en adoptar como propios los dioses de los pueblos sometidos. El cristianismo, en principio una creencia entre muchas, no tuvo dificultad para extenderse por el Imperio romano. Sus problemas vendrían más adelante porque, como toda religión monoteísta, tendía a la intolerancia y a la exclusión de los dioses ajenos, y esto ya lo aceptaban peor los paganos.<br />
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Una serie de leyendas, piadosas y entrañables, pero enteramente falsas, sostienen que el cristianismo se propagó en España por obra del apóstol Santiago, de san Pablo y de un grupo de misioneros conocido como los Siete Varones Apostólicos (Torcuato, Cecilio, Indalecio, Eufrasio, Texifonte, Hesiquio y Segundo), que establecieron sendos obispados por tierras de Granada y Jaén.<br />
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Hoy sabemos que el cristianismo llegó a la Península desde las provincias romanas de África. Primero iluminó espiritualmente la Bética y Levante, y luego, Extremadura y León. Al comenzar el siglo III, el apologista Tertuliano escribía, con entusiasmo quizá exagerado: «La fe de Cristo gana ya en todos los confines de España.» La verdad es que amplias zonas de la Península continuaban siendo paganas.<br />
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Las Vascongadas y Navarra, por ejemplo, no se cristianizaron hasta la Edad Media.La primera conferencia episcopal que se recuerda (Concilio de Ilíberis, Granada, en el año 300) estaba integrada por diecinueve obispos y veintiséis presbíteros. También fue un español, Osio, el obispo de Córdoba, el alma del Primer Concilio Ecuménico, celebrado en Nicea para dirimir si el arrianismo era herejía. Después de discutirlo, los santos padres decretaron que lo era, y de las más gordas <br />
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El cristianismo fue en aumento desde que el emperador Teodosio, un segoviano de Coca, lo declarara religión oficial del Imperio en el año 380. Desde entonces, se produjo un rápido maridaje entre Iglesia y oligarquía, que dura hasta nuestros días.<br />
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Roma vivió su apogeo y grandeza en los siglos I y II. Luego, en el III, inició su rápida decadencia.Muchos siglos después, los historiadores románticos pusieron en circulación una teoría: Roma se engrandeció gracias al carácter austero, sufrido, valeroso y emprendedor de sus primeros ciudadanos, pero sus descendientes, enriquecidos por las conquistas de feraces territorios y desentendidos del pro común durante la dictadura imperial, fueron degenerando y se tornaron viciosos, perezosos y cobardes. Una legión de nuevos ricos vivía de las rentas, y otra de nuevos pobres, de la seguridad social(annona),todos ellos a costa de las oprimidas provincias del Imperio, lo que acarreó, fatalmente, la decadencia y la ruina del Estado.<br />
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Quizá sea verdad, pero también habría que mencionar otras posibles causas de ruina, como el fin del paganismo y la expansión del cristianismo,y el cáncer del fanatismo religioso y la barbarie.<br />
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Voltaire lo sugiere:«El cristianismo abrió el cielo, pero arruinó el Imperio.»Las causas debieron ser múltiples, aunque fundamentalmente económicas. En primer lugar, Occidente se descapitalizó debido a la hegemonía del este. La agricultura decayó y se empobreció, escaseó la mano de obra, se deterioraron las obras públicas por falta de reparos, la inflación congénita disparó los precios y devaluó la moneda, lo que arruinó a la clase media, que era el principal sostén del sistema. Y las arcas públicas estaban más necesitadas que nunca de un dinero que no llegaba.El ejército, cada vez más implicado en la elección de los emperadores, descuidó las fronteras. Ya en el siglo III, los bárbaros francos y alamanes irrumpieron en las Galias e Hispania, donde saquearon el territorio que actualmente es Cataluña, el valle del Ebro y Levante. Fue sólo el comienzo. Durante los siglos IV y V, Roma vivió en casi constante estado de guerra contra los bárbaros, que presionaban las fronteras del Danubio y el Rin,y contra los partos de Oriente. <br />
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Mantener el ejército necesario para contenerlos requería un gran esfuerzo económico. En su época de expansión, Roma se mantenía gracias al botín de los pueblos sojuzgados, pero cuando dejó de conquistar nuevas tierras los ingresos se limitaron a los tributos. Por otra parte, la administración imperial se había vuelto demasiado compleja para los limitados medios de la época. No era posible administrarlo todo.<br />
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A partir del siglo III, la autoridad central se disgregó, sucedida por la anarquía militar. En medio siglo,se sucedieron treinta y nueve emperadores, muchos de los cuales fueron derrocados por golpes de Estado y asesinados. Roma quedó a merced de su ejército, tanto del acantonado a las afueras de la capital como del que guardaba las fronteras del Imperio. Muchos de los generales ni siquiera eran romanos, sino bárbaros contratados por Roma. <br />
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Primero se repartieron el poder en tetrarquías; luego, lo descentralizaron y lo divideron en capitales administrativas, que fueron el germen de futuras naciones. Finalmente, las provincias se desmembraron en un mosaico de Estados, sobre los que reinaron, casi autónomamente, caudillos vándalos, visigodos, francos u ostrogodos, sólo nominalmente sometidos a Roma.La propia ciudad de Roma decayó, se despobló, y sus bellos edificios se fueron arruinando, despojados de estatuas, bronces, mármoles y artesonados. El Foro, la plaza mayor del Imperio, expoliado de sus trofeos, fue invadido por la hierba y acabó en pasto de vacas (Campo Vaccino).<br />
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¿Y España? El emperador Diocleciano dividió las provincias imperiales en diócesis gobernadas por un vicarius (advierta el lector cómo la Iglesia ha reproducido en su organigrama el proyecto imperialista romano). La diócesis llamada Hispania se subdividió en seis provincias (Tarraconensis, Carthaginensis, Gallaecia, Lusitania, Baetica y Mauritania Tingitania, esta última en África).La sociedad entró en crisis. La autoridad se diluyó a todos los niveles. Se aflojaron los lazos comunitarios. La gente se desentendió de la vida municipal. Los cargos edilicios acabaron siendo una pesada carga (como las presidencias de ciertas comunidades de vecinos en nuestro tiempo). Las ciudades decayeron y se despoblaron. Los potentados que antes rivalizaban en sufragar obras públicas dieron la espalda a la urbe y se retiraron a vivir en sus latifundios(fundi).<br />
El abismo social se ensanchó: por un lado, los desheredados; por el otro, los propietarios latifundistas y los obispos. Con la crisis económica, el comercio decayó, y el número de esclavos se redujo, lo que provocó la ruina de la industria. Los ricos (ahora denominados honestiores,otentiores o possessores) ya no fueron tan ricos,y los pobres(humiliores)se tornaron mucho más pobres de lo que solían. <br />
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El país se infestó de forajidos, casi todos colonos y pequeños propietarios arruinados, que se echaban al monte para buscarse la vida.<br />
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A la hora del balance por cierre de negocio, ¿qué es lo que el mundo debe a Roma? Algunos historiadores nos han presentado el mundo antiguo como una inmensa vaca, cuya leche fluía generosamente sobre las insaciables fauces de la explotadora Roma.<br />
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La historia de Roma es, en efecto, la de una expansión imperialista, que perseguía la explotación sistemática de las tierras, de los recursos y de los pueblos sometidos. No obstante, el balance final resulta muy favorable porque, a cambio de aquellos recursos, Roma civilizó el mundo antiguo. Roma somos nosotros: los europeos y cuantas naciones del mundo han tenido sus orígenes históricos o culturales en Europa (es decir, la mayoría de ellas). Lo que los europeos somos hoy es, para bien o para mal, el resultado de la interacción de dos vigorosas corrientes que se fundieron en el crisol de Roma: la cultura helénica y el pensamiento religioso judío, una peculiar aleación que quizá sea prudente seguir denominando civilización cristiana occidental.<br />
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Roma nos legó su forma de vida, sus instituciones, impuso a los pueblos sometidos hermandad dentro del marco jurídico y administrativo del cives romani y nos legó el patrimonio precioso de su lengua, los dos pilares básicos sobre los que aún se asienta este Occidente que lentamente camina hacia la integración supranacional, es decir, hacia el ideal de ser de nuevo, básicamente, Roma.</span></div>
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<iframe allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="http://www.youtube.com/embed/ZxIPdtvO7C0" width="560"></iframe>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-3521491270298215616.post-62520665991977286442011-02-06T00:39:00.004+01:002017-01-29T22:16:06.380+01:00.711: La invasion musulmana del reino Visigodo<div style="text-align: justify;"><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiolVWkGovvyfq9VSgjr6pl-owhCZ9ZR199grOw1j2FKLIFtuHwwDdrutxsUxq9ZjqqI2AjgQmxgXiQ9ZGYkF8K1yVy8bhgfwImTYVtjLfwtGlSIjUrLiB9MfAS5-1Dr471PF_yDEKYIrc/s1600/Mezquita_Cordoba.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiolVWkGovvyfq9VSgjr6pl-owhCZ9ZR199grOw1j2FKLIFtuHwwDdrutxsUxq9ZjqqI2AjgQmxgXiQ9ZGYkF8K1yVy8bhgfwImTYVtjLfwtGlSIjUrLiB9MfAS5-1Dr471PF_yDEKYIrc/s320/Mezquita_Cordoba.jpg" width="320" /></a></div><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Cuando los bárbaros del norte conquistaron el Imperio romano de Occidente, otros bárbaros surgidos del desierto arábigo invadieron el de Oriente, es decir, Bizancio, y el imperio sasánida que ocupaba el solarde la antigua Persia. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Los bárbaros orientales eran una confederación de tribus nómadas recientemente convertidas a una nueva religión, el islam.En el breve espacio de un siglo, los musulmanes se extendieron por los territorios actualmente ocupados por Jordania, Siria, Israel, Iraq e Irán. Después, el impulso conquistador los llevó hacia el este, por Asia central, hasta cruzar el río Indo y alcanzar Pakistán, y hacia el oeste, por la ribera mediterránea de África.La plaza fuerte bizantina de Cartago y las ciudades costeras cayeron una tras otra. Sólo Ceuta se mantuvo en manos cristianas porque los invasores llegaron a un acuerdo con su gobernador.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Cuando los musulmanes alcanzaron las playas del Atlántico, aún les quedaba cuerda. Entonces, se replantearon la situación: al frente, tenían el ancho mar impenetrable; a la izquierda, el inhóspito desierto; a la derecha, cruzando el Estrecho, la invitadora costa europea, un verdor que atraía a los hombres del desierto.¡Europa! La tierra que mana leche y miel, el paraíso que recorren cuatro ríos, se ofrecía al invasor como abierta de patas, ustedes disculpen la cruda metáfora. La monarquía visigoda padecía a la sazón una grave crisis económica y social. </span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">A la peste reciente, que había causado una gran mortandad, se unía una pertinaz sequía, con su cortejo de hambrunas y desórdenes.En el año 711, los moros cruzaron el Estrecho e invadieron España. La conquistaron en sólo unos meses y se establecieron en ella durante ocho siglos. según la versión oficial, el reino godo se perdió por la cobarde venganza de un gobernador de Ceuta, despechado porque el rey le había desgraciado a una hija. En algunos lugares se dice que la sedujo; en otros, que la violó, que resulta más melodramático.El conde se llamaba don Julián; su hija, Florinda (de apodo la Cava), y el rey, don Rodrigo. </span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Un romance sugiere que el encalabrinamiento del monarca se produjo una tarde soleada, en un alto mirador de Toledo, cuando la inocente muchacha estaba sacándole aradores con un alfiler de oro. El arador es el ácaro que produce la sarna, padecimiento muy común en aquellos tiempos escasamente higiénicos. Esta versiónes muy romántica.El conde don Julián, cuando supo que le habían desgraciado a la niña, disimuló y preparó su venganza en secreto, aprovechando que Rodrigo estaba enemistado con medio reino.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">En 709, cuando murió Witiza, el penúltimo rey godo, antes de cumplir los treinta años, el clan que ostentaba el poder, al que llamaremos partido witiziano,intentó perpetuar su privilegio haciendo recaer la corona en Ágila, hijo de Witiza, que todavía era un niño. Entonces, una facción nobiliaria impuso a su propio candidato, el duque y general Rodrigo.El conde don Julián, conjurado con los witizianos, entró en tratos con sus vecinos moros. El plan era que los moros ayudarían a los witizianos a derrotar a Rodrigo y luego regresarían a Marruecos con el botín que hubieran ganado en la batalla. Nada de eso; los moros se alzaron con el santo y la limosna, y los cristianos tardaron nada menos que ocho siglos en expulsarlos.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Naturalmente casi todo esto es falso. Lo de la violación es pura literatura: un calco casi exacto de un relato escandinavo de las Eddas.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Seguramente el partido witiziano se acogió a la leyenda después del desastre, para disculpar su cómplice participación en la ruina de España.La conquista obedeció a un motivo prosaico, que constituye, sin embargo, el gran motor de la historia:la codicia de la ganancia. Los árabes esperaban encontrar a este lado del Estrecho un rico botín. Circulaba la leyenda de que en España se ocultaban grandes tesoros; entre ellos, la fabulosa Mesa de Salomón, que los visigodos habían arrebatado a los romanos. Además, los viajeros alababan las fértiles tierras, las huertas regadas por caudalosos ríos, los frescos jardines y los espesos bosques; un paraíso para el que procedía del árido desierto. Y aquel país de Jauja se hallaba casi indefenso: el Estado godo, sumido en una profunda crisis económica, debilitado por recientes hambrunas y epidemias, y por las luchas intestinas de clanes político—familiares, la nobleza y el clero divididos, el pueblo descontento, abrumado por la presión fiscal...La fruta estaba en su punto para que alguien la recogiera</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">En 710, Musa ben Nusayr, emir de África del norte, solicitó permiso al califa de Damasco para conquistar el reino godo. En su carta le elogiaba la belleza de al—Andalus, sus méritos, sus riquezas, la variedad de sus regiones, la abundancia de sus cosechas y la dulzura de sus aguas. Quizá contaba de antemano con el apoyo de los witizianos, capaces de cavarse su propia tumba con tal de destronar a Rodrigo.En abril de 711, Rodrigo estaba guerreando contra los irreductibles vascos en el otro extremo de España. Fue el momento que aprovecharon los moros para invadir el reino. Tariq, gobernador de Tánger, desembarcó en Gibraltar con un ejército de nueve mil bereberes (y dio su nombre al lugar: Gibraltar es Gebel Tariq,«la roca de Tariq»). </span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">El caso es que el historiador Vallvé sostiene que los árabes no desembarcaron en el Estrecho, si no cerca de Cartagena. Todo podría ser.Tampoco está claro dónde se riñó la famosa batalla llamada del Guadalete o de la Janda, en la que naufragó el reino godo. ¿Qué más da? El caso es que la batalla fue larga y peleada, como escribe un cronista, se podía pensar que era el fin del mundo: «Los huesos de los muertos permanecieron allí largo tiempo.» El ejército de Rodrigo resultó aniquilado, y con Rodrigo pereció la flor y nata de la aristocracia goda, los que llevaban anillos de oro en los dedos, que los distinguían de las categorías inferiores, que sólo los llevaban de plata o cobre.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Otra leyenda asegura que Abdelazis, el virrey del califa en España, se casó con Egilona, la viuda todavía suculenta del rey Rodrigo. «A rey muerto, rey puesto», pensaría la práctica viuda, o quizá la obligaron,vaya usted a saber.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Después de la derrota del ejército godo, Tariq se encaminó hacia la capital, Toledo, donde le habían dicho que estaban los tesoros. Siguió cómodamente las antiguas calzadas romanas, sin hallar resistencia, y sólo se detuvo para ocupar las grandes ciudades que encontró a su paso, especialmente Écija y Córdoba.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Al año siguiente, el propio Musa desembarcó con un ejército de diecisiete mil guerreros y obtuvo su cuota de gloria ocupando Medina Sidonia, Sevilla y Mérida. Los dos caudillos se encontraron en Toledo y unieron sus fuerzas para proseguir la conquista por el rico valle del Ebro. La ocupación de Portugal y Levante quedó en manos de subalternos. En ninguna parte les opusieron una resistencia enconada, lo que los llevó a pensar que todo el monte era orégano y, traspasando las lindes del reino godo, invadieron las tierras allende los Pirineos, dispuestos a conquistar Europa, el viejo sueño del islam. Pero el rey de los francos, Carlos Martel,los derrotó en Poitiers (732). Después de este descalabro, se lo pensaron mejor y decidieron conformarse con España. Además, se consolaron como la zorra que no alcanzaba las uvas; no disponían de gente suficiente para ocupar tantas tierras.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1WdLs8Jua6Us_3gWCvoAOMzB6g4FSC_dLBR0mlQuBKMc9SXkFU-XaB98b9uXu0xq9ao_8qfAG9Ju55REUMOn7ASOv3mkkH_wEf3nzXJ7PJQYyPtOQ-n3p9nNSVP8zpGfToKY6K9qd3k8/s1600/Califato_de_C%25C3%25B3rdoba-1000.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="277" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1WdLs8Jua6Us_3gWCvoAOMzB6g4FSC_dLBR0mlQuBKMc9SXkFU-XaB98b9uXu0xq9ao_8qfAG9Ju55REUMOn7ASOv3mkkH_wEf3nzXJ7PJQYyPtOQ-n3p9nNSVP8zpGfToKY6K9qd3k8/s320/Califato_de_C%25C3%25B3rdoba-1000.png" width="320" /></a></div><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">De la península Ibérica sólo quedó sin conquistar la cornisa cantábrica. Los moros desistieron de ocuparla después de comprobar, en algunos encuentros desafortunados, que aquellas agrestes montañas estaban habitadas por montaraces indígenas, cuyo sometimiento hubiera requerido un esfuerzo y un gasto que no se compensaba por la ganancia de tan exiguo e inhóspito territorio.¿Covadonga? Bueno, sí, algo pudo ocurrir en Covadonga, pero desde luego haremos bien en no creer que allá se riñó la gran batalla que dicen las crónicas. Quizá un pequeño destacamento musulmán, que imprudentemente se había internado por aquellas fragas, fue sorprendido y derrotado por los astures capitaneados por un espatario, o jefe de la milicia goda, llamado Pelayo, un leonés refugiado entre los astures. Pudo ser sólo una refriega, pero a los apaleados godos aquella hazaña les devolvió el orgullo y la confianza. El mito crecería en los reinos cristianos durante el lento proceso de la Reconquista.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">En dos años, había caído la monarquía goda, y un país poblado por unos cuatro millones de hispano-romanos y godos —quizá sea conveniente que, a partir de ahora, los llamemos hispanogodos— se había sometido, casi sin resistencia, a un ejército que no alcanzaría los cuarenta mil guerreros. ¿Cómo se explica? Se explica porque la masa de la población, los campesinos paupérrimos y abrumados por los impuestos, no movieron un dedo en favor del orden godo. Total, peor de lo que estaban no podían estar con nuevos amos. Se explica, también, porque los invasores pactaron con los witizianos, con los obispos y con otros magnates, a los que permitieron conservar sus haciendas y privilegios. Era un gran consuelo por la pérdida de España porque los condes y los obispos continuaron al frente de sus provincias y de sus diócesis,y la organización jurídica y eclesiástica del Estado godo se mantuvo intacta. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Aquellos musulmanes de la primera hornada respetaban a «las gentes del Libro», como llamaban a los cristianos y a los judíos,y se contentaban con imponerles un tributo especial. Por eso, tampoco estaban especialmente interesados en imponer su religión a los pueblos sometidos.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Este cuadro se modifica algo, pero no se descompone, si aceptamos las tesis de Ignacio Olagüe. Según él, los musulmanes no conquistaron España, sino que les fue pacíficamente entregada porque sus habitantes abrazaron masivamente el islam (lo que explicaría la sospechosa ausencia de noticias de la conquista en las crónicas musulmanas). Hay que tener en cuenta que faltaba mucho para Trento, y el cristianismo no estaba tan sistematizado como ahora. Era, más bien, un conjunto de confusas creencias, de las que sobresalía la certeza de un Dios único y todo poderoso, absoluto y excluyente. Esa esquemática visión se adaptaba, también, al Dios del islam, con la diferencia de que éste era más permisivo con los apetitos carnales de sus devotos y no los abrumaba con las exigencias de un clero abusón.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">La verdad es que, al pasarse al islam, la explotada plebe hispanogoda salía ganando. También ganaban dos importantes minorías oprimidas: los siervos y los judíos. Los primeros porque estaban atados a la tierra casi como esclavos y, con el cambio, al abrazar el islam, ascendían a la categoría de libertos. Los judíos porque, aunque no se convirtieran al islam, alcanzaban los mismos derechos que cualquier cristiano,es decir, los respetaban y sólo los obligaban a satisfacer el impuesto religioso.Muchos cristianos se mantuvieron en su fe, con sus iglesias y sus ritos, aunque los alfaquíes (equivalente musulmán del clero cristiano y tan aguafiestas como él) refunfuñaban porque los musulmanes consumían vino en ciertos monasterios cristianos que mantenían taberna y bodega.</span><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">No podemos ignorar que la ley de Mahoma abomina del cerdo y del vino. No obstante, muchos musulmanes españoles desconocían la prohibición coránica. De hecho, en Córdoba existió un floreciente mercado de vino, hasta que Abd al—Rahman II lo destruyó para contentar a los alfaquíes. Con la Iglesia hemos topado.España volvía a ser la lejana colonia occidental de un gran imperio, el califato de Damasco, tan extenso como el romano. </span><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">La nueva provincia se llamó al—Andalus, y el nombre de España, arabizado en Ishbaniya,quedó restringido a la parte de la Península no conquistada.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Durante un cuarto de siglo, los delegados de Damasco gobernaron al—Andalus, pero el imperio era tan dilatado y el califa tenía que atender a tantos problemas que, necesariamente, su autoridad se resentía,y los gobernadores de las provincias más remotas acabaron gobernando por su cuenta. Por otra parte, tampoco faltaban problemas internos entre los conquistadores: el grupo étnico más numeroso, los bereberes de Tariq, estaban descontentos porque les habían asignado las peores tierras (la meseta, Galicia y las montañas), mientras que la aristocracia árabe, los baladtyyun,llegados con Musa en 712, cuando el trabajo estaba hecho, se habían establecido en las más fértiles (Levante, el Betis y el Ebro).</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">El malestar degeneró en franca rebelión, y los árabes, como eran minoría, llamaron en su auxilio acontingentes militares sirios(o yund),unos diez mil guerreros en total, quienes, después de someter a los bereberes, optaron por establecerse también en Andalucía y el Algarve.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Los árabes estaban divididos en varios grupos tribales que nunca se llevaron bien, aunque ya hemos visto que, después de las predicaciones de Mahoma, hicieron causa común para extender el islam por el mundo. Los grupos tribales más importantes eran los kalbíes, originarios del sur de la península arábiga, y los kaisíes, que eran del norte. Unos y otros tenían poco en común, aparte de la religión y el idioma. Los kalbíes eran hortelanos sedentarios (ellos fueron los que aportaron a Andalucía y Levante la rica tradición de los regadíos); por el contrario, los kaisíes eran pastores y camelleros nómadas.En el santuario y centro caravanero de La Meca había otra tribu, los kuraish, dividida en dos clanes,los omeyas y los hashimíes, también enemistados porque los omeyas monopolizaban el próspero comercio con Bizancio y Persia,y sólo dejaban las migajas a sus parientes.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Durante cerca de un siglo, el clan de los omeyas se mantuvo a la cabeza del islam y controló el imperio de Damasco, pero en 750 un hashimí llamado Abd Allah derrocó al califa y exterminó a la odiada familia omeya; hasta borró de las lápidas sepulcrales el nombre de los omeyas difuntos. No contento con esto, AbdAllah mudó la capital a Bagdad y trocó su nombre por el de Abu al—Abbás, en memoria del tío de Mahoma al—Abbás, del que decía descender. La nueva dinastía se denominó abbasí.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Un joven omeya de veinte años de edad, un tal Abd al—Rahman, logró escapar de la matanza de su familia, y, poniendo tierra por medio, consiguió alcanzar la lejana tierra de al—Andalus.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Al—Andalus estaba al borde de la guerra civil cuando Abd alRahman desembarcó en sus playas. A cinco mil kilómetros de Arabia, los descendientes de las tribus kalbíes y kaisíes reproducían las rivalidades de sus ancestros y se hacían cruda guerra. A estos grupos étnicos había que añadir, para acabar de enmarañarlo todo, a los bereberes y a los sirios, cada cual con sus reivindicaciones,y </span><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">finalmente, a los hispano-godos, divididos ahora en dos grandes comunidades: por un lado, los que se habían convertido al islam(muladíes), y por otro, los que seguían siendo cristianos (mozárabes).</span><span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Y aún se queda en el tintero la comunidad judía, creciente en número e importancia.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Demasiada gente y demasiados intereses encontrados.El joven Abd al—Rahman se erigió en mediador, puso paz primero por lo suave y, en cuanto tuvo autoridad, eliminó a los díscolos y se apoderó de al—Andalus.¿Un omeya al frente de la provincia española obedecería al califa abbasí, al exterminador de su familia? El califa era el jefe espiritual del islam (del mismo modo que el papa lo era de la cristiandad). Los califas de Damasco, y posteriormente de Bagdad, ejercían la doble autoridad civil y religiosa. Como es natural, el joven Abd al—Rahman no acató la autoridad civil del califa abbasí, pero se resignó a reconocerlo como jefe religioso. En las mezquitas de al—Andalus se invocaba el nombre del odiado usurpador en su calidad de jefe religioso, pero por lo demás Abd al—Rahman se independizó de Bagdad, es decir, capitaneó su propio ejército, recaudó sus impuestos y gobernó a sus súbditos como le plugo. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">No obstante, continuaba usando el título de emir, o gobernador delegado del califa. Cuando uno de sus sucesores se atrevió a asumir también la jefatura religiosa, al—Andalus dejó de ser emirato para convertirse en califato.Abd al—Rahman aspiraba a ser rey absoluto de un Estado moderno. Para ello necesitaba un ejército fiel, no una tropa de dudosa lealtad, dividida por enemistades tribales e intereses de clanes y familias. Por lo tanto, optó por la solución bizantina: rodearse de mercenarios(sakaliba),fieles solamente al pagador, es decir, al Estado. Muchos de ellos eran cautivos, que habían sido capturados o adquiridos, siendo todavía niños, en la Europa cristiana.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Desvinculados de sus familias y de sus culturas de origen, no reconocían más familia que el regimiento al que pertenecían. Estos soldados residían en sus cuarteles, despreciaban la vida civil y se mantenían ajenos a la política, e incluso a la vida menuda de la calle, pues, aunque vivieran en al—Andalus no se molestaban en aprender el idioma. Por eso, también los llamaban khurs, los </span><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">silenciosos.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">¿Y los cristianos? Mientras el emirato de al—Andalus se consolidaba, los godos fugitivos en las montañas de Asturias y los naturales de aquella comarca habían fundado un reino cristiano, que, al poco tiempo,extendió sus dominios, por un lado, hasta Galicia y, por otro, hasta el Duero, aprovechando que aquella tierra había sido prácticamente abandonada por los bereberes. </span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Abd al—Rahman andaba corto de dinero y de hombres, y aceptó la línea del Duero, como su frontera natural con los cristianos. De hecho, el espacio entre Madrid y el Duero quedó como tierra de nadie. Abd al—Rahman estableció en sus confines tres marcas o provincias militares (según la costumbre romano—bizantina), con capitales en Zaragoza, Toledo y Mérida. Solamente en las feraces tierras del Ebro y Cataluña había contacto directo entre cristianos y musulmanes.La solución de las marcas militares resolvía el problema de la seguridad en las fronteras, pero, a la larga, creaba otro más grave, los gobernadores militares aprovechaban la menor ocasión para desgajarse de la obediencia de Córdoba y crear sus propios reinos. </span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Para conseguirlo, no vacilaban en aliarse con el enemigo cristiano, del que supuestamente debían defender el territorio. Esto explica que el gobernador de Zaragoza llegara a un acuerdo con Carlomagno, rey de Francia, para repartirse la región. Pero cuando Carlomagno intentó ocupar los pasos de los Pirineos fue derrotado por los vascones. Fue la batalla de Roncesvalles, en la que perecieron Roldán y los pares de Francia, como épicamente cuenta la Chanson de Roland.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Carlomagno no renunció a sus ambiciones y logró crear su propia provincia militar, la llamada Marca Hispánica. Los sucesores de Carlomagno permitieron la existencia de diversos condados satélites a este lado de los Pirineos. Sólo fracasaron en Aragón y Navarra, donde surgieron poderes independientes.</span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">Volviendo a Córdoba y a sus problemas, el proyecto autárquico de Abd al—Rahman, con sus plazas militares, sus regimientos mercenarios, su estado burocrático y su corte imitada de la bizantina, costaba mucho dinero, que tenía que salir de los impuestos. Como siempre, era el pueblo humilde el que pagaba la cuenta. El malestar de los contribuyentes fue creciendo a medida que aumentaban las exigencias tributarias. En tiempo del tercer emir, al—Hakam I, estallaron dos rebeliones, una en Toledo y otra en la propia Córdoba. La de Toledo es conocida como jornada del Foso (797). Sabedor el emir de que la gente de este país es capaz de correr cualquier riesgo con tal de comer de balde, atrajo al alcázar a los prohombres de la ciudad con el señuelo de un banquete, que, en realidad, ocultaba una trampa. «Los verdugos —anota el cronista— se colocaron al borde del foso y a todos los que iban entrando los iban degollando, hasta que uno de los que esperaban fuera dio la voz de alarma: viendo el vapor de la sangre que ascendía por encima de los muros barruntó la causa y gritó: "¡Toledanos, es la espada, voto a Dios, la que causa ese vapor y no el humo de las cocinas!" Los que esperaban se disolvieron y la ejecución se detuvo, pero para entonces los verdugos habían degollado a más de cinco mil trescientos.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">La matanza de Córdoba, en 818, conocida como jornada del Arrabal, fue menos cruenta. Allí sólo perecieron los cuarenta amotinados más notorios, y sus cuerpos fueron crucificados a las afueras de la ciudad.Por si no había bastantes problemas en España, dividida como estaba entre religiones, reinos, razas,castas y tendencias, una flota de piratas vikingos atacó las costas. </span><br />
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<span style="font-family: Verdana,sans-serif; font-size: small;">En sus veloces y estilizados navíos, los vikingos habían recorrido ya las costas francesas, saqueando y pillando poblaciones y monasterios. En 843 desembarcaron en Asturias, donde fueron rechazados por el rey Ramiro I, y en Galicia, donde hicieron algunos estragos. Luego, descendieron por la costa atlántica hasta Lisboa, ya en tierra musulmana, donde volvieron a desembarcar. El gobernador envío correos a Córdoba para avisar a Abd al—Rahman II de la llegada de los piratas, suponiendo que continuarían hacia el sur. Poco después, los vikingos alcanzaron la desembocadura del Guadalquivir y se dividieron en dos grupos: mientras uno saqueaba Cádiz, el otro, unos ochenta navíos, remontó el río y atacó Sevilla. El emir reunió a duras penas las tropas necesarias para batirlos y derrotarlos. Luego, pactó con ellos y permitió que algunos se establecieran en la isla Menor, donde se ganaron la vida criando ganado y fabricando queso.En años sucesivos hubo otras expediciones vikingas, que llegaron a la costa norte de África y remontaron el Ebro hasta Pamplona, donde capturaron al magnate Sancho García, por cuyo rescate obtuvieron la respetable cifra de noventa mil dinares.</span></div></div><br />
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<div style="font-family: Arial,Helvetica,sans-serif;"><span style="font-size: xx-small;">Autor :Juan Eslava Galán</span></div><br />
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